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Tocaron el timbre y fui a abrir. Era Laura, una vecina del mismo edificio. Muy guapa, debo decir, aquella mujer poseía la belleza de la mujer latina: la tez, las curvas, la simpatía. En especial me encantaba su trasero, bien definido y respingado. ¡Qué buen culo! Y hay que decir, no desmerecía su cuerpo pese a tener ya dos hijos.


Afortunadamente tenía los lentes que acababa de comprar a la mano, y me los puse de inmediato nomás ver de quién se trataba.


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—Vecino. ¿Te interesa que limpie tu hogar? —me preguntó


—Pero si ya vienes bien preparada —le dije al ver que traía utensilios de limpieza en las manos.


puta
Era obvio que se veía obligada a ofrecer esa clase de servicio por necesidad. Hacía ya un mes que a su marido no se le veía por ahí. Según los chismes la había abandonado, eso me enteré por los vecinos. La había dejado con sus dos hijos, a quienes, seguramente, ella sola debía mantener.


A pesar de eso ella estaba ahí parada muy sonriente. Admiré su entereza.


madre
Le hice un comentario al respecto y, a pesar de mi insulsa observación, ella mantuvo su sonrisa. Guardando las apariencias, asintió admitiendo mi suposición: su marido sí la había abandonado y ella se veía obligada a trabajar por sus hijos. El muy cabrón de su ex no le pasaba ni para la pensión alimenticia.


camara oculta


La admiré aún más. Ofrecer esos servicios a un vecino del mismo edificio le debería ser algo vergonzoso. Especialmente teniendo en cuenta las murmuraciones. Acepté y la invité a entrar sin cuestionarle más.


infiel


Comenzó su labor recogiendo mi desmadre. Ya sabrán, viviendo solo, la sala, el comedor y la cocina eran un total desastre a esas horas del día.


Mientras ella levantaba el desorden yo no desaproveché el tener a tan bella mujer en mi departamento. Me eché mis buenos tacos de ojo con tan rico culo. Era todo un placer verla desde detrás, mientras ella se inclinaba a recoger las cosas. Uff, lo que me imaginaba mirándole esos dos gajos de carne que formaban su hermoso trasero. Parecían un imán para mi verga que se erectaba sólo con su presencia, ya me entienden. Me la entiesaba con ese panorama. Era como si ambas mejillas llamaran a gritos a mis espermas. Aquel culo parecía pedir, rogar, una buena inyección de semen ahí mismo, a mitad del surco que separaba sus nalgas. Y es que era de suponer que, a un mes de carencia de hombre, ya requiriera macho que le aplacara las ansias de hembra necesitada. Por algo paraba así la cola.

Limpieza


Ahora, habrá quien piense que la miraba con morbo, pero, ustedes díganme ¿acaso no pensarían lo mismo? Es que tiene un culazo bárbaro, digno de no dejarlo de admirar. ¡Carajo, qué ganas de repegarle el miembro! Cuando menos, ¿a poco no?


Es que no cualquier mujer (madre soltera además) acude en leggins a realizar ese tipo de trabajo a un departamento de soltero, ¿verdad? Si hubiese ido en fachas, bueno. Pero quien se viste así es por algo. Algo quería si así lo presumía.

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Teniendo en cuenta cómo paraba la cola, era como si estuviese ofreciéndola ¿no les parece?


Eso echó a andar mis intenciones más calenturientas. «¿Estaría dispuesta a...?», no podía dejar de pensar en las posibilidades al tener ahí mismo a una madre soltera necesitada.


Traté de hacerle la plática, queriendo empatizar con su situación.


—Debe ser duro mantener a tus hijos tú sola.


—Sí —me respondió secamente.

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Yo insistí, queriéndole hacer conversación.


—Es una tristeza ver que una mujer tan hermosa como tú tenga que ir de puerta en puerta ofreciendo estos servicios. Digo, no tiene nada de malo, pero tu marido debería de responsabilizarse de tus gastos, de tus hijos.


—Así es.

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—Él te debería pasar una pensión alimenticia, digo, es de ley.


—Así debería de ser.

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Noté que no trababa conversación con ella, e incluso se estaba mostrando más seria, a diferencia de lo sonriente que había llegado.


Mejor me quedé callado, admirándole (eso sí) la cola sin decir ya nada más.

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Pero mientras la veía se me escurría la babita, y no sólo de la boca de arriba, sino de la de abajo. Ya se estaba lubricando mi pene, así que me decidí y fui a mi habitación por dinero y regresé.


—Oye Laura, quisiera proponerte algo —le dije, aproximándome a ella.

puta


Como que me miró con suspicacia, pues en mi mano traía una cantidad económica mayor a lo de su servicio ese día. Evidentemente ya se imaginaba a cambio de qué se lo ofrecía.


—Mira, esto es más de lo que podrías ganar con este trabajo en un mes.


Le aclaré que no se trataba exactamente de lo que ella pensaba. Pero, aún explicándole a detalle lo que quería a cambio de esa cantidad, Laura se resistió a aceptar el trato. Sobre reaccionó como si la estuviese insultando. Tuve que tranquilizarla.


—Sólo te estoy pidiendo que continúes con tu trabajo, pero que lo hagas sin ropa. Te prometo que no voy a tocarte. No te pondré un dedo encima, te lo juro, sólo quiero admirar tu cuerpo desnudo mientras continúas limpiando, eso es todo.


Ya saben, se hacía la “decente”. No me parecía demasiado lo que le solicitaba, teniendo en cuenta lo que le daba a cambio. Para lo que le pedía hacer me parecía más que justo la cantidad ofrecida. Y ella no perdía nada, aunque claro, yo sabía mi juego, aquello sólo era un “gancho”. Estaba decidido a chingarme ese buen trasero.


Al final, por supuesto que terminó aceptando. Una hembra que se sabe atractiva aprovecha lo que puede conseguir con eso, lo sé desde la secundaria. Mujeres así siempre aprovechan la oportunidad (¿o no, Vanessa Bárcenas?).


Así que, colocándome en el ángulo y la altura adecuada, atestigüe su proceder.


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Fue así como le admiré por primera vez la morena piel de su trasero.


—Una mujer tan buena y tan hermosa como tú no debe pasar penurias sin necesidad. Mírate eres preciosa, bien podrías ser modelo... deberías serlo. Gana dinero por tu belleza —le comenté mientras se desprendía de sus leggins.


Luego vino lo mejor, se retiró su calzón, y con ello el verle la raya que separaba sus nalgas y debajo de ella la franca panocha, por donde había parido más de una vez.


camara oculta


Ya sin ningún tapujo le admiré ese hermoso culo, imán de mi semen. Bien que sentía cómo me lo estaba atrayendo. Viéndola así yo ya quería hacerle un hijo.


Prosiguió entonces con su labor.


infiel


Yo no dejaba de seguirle admirándole el trasero, aunque esto la ponía incómoda. Pero no iba a desperdiciar tal espectáculo.


Si bien no lucía la misma sonrisa del principio, haciendo notar su sentir ante esa inhabitual situación, no me importaba, yo disfrutaba de su otra cara.


A la vez que realizaba el aseo continué hablándole.


—Mujeres como tú se merecen la mayor retribución por todas las labores diarias, en particular el cuidar de los hijos. Digo, los hombres se los hacemos con el mayor de los placeres, debemos de reconocerlo —dije sin dejar de mirarle la cola mientras barría.


Más tarde prosiguió con mi recámara. Me senté en una silla para, desde ahí, observarla realizar el quehacer.


Limpieza


A diferencia de otros días, me sentí bien conmigo mismo de haber dejado todo ese desmadre en mi cuarto. Así pude verla mientras se agachaba a recoger la ropa y otros artículos esparcidos por doquier.



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Le hice la plática, aunque, evidentemente, se sentía incómoda de hablar conmigo en esas circunstancias.


—Oye, y tus hijos ¿van a colegio de paga?


Laura asintió, pero como no decía más tuve que sacarle las palabras a fuerzas. Al fin me confió que pensaba cambiarlos a una escuela pública, pues dadas sus circunstancias actuales no podría continuar pagando las elevadas colegiaturas de una institución privada. Le pregunté cuánto era el costo de la colegiatura y cuando me dijo no hablé más, el tema estaba sobre la mesa.


Me retiré los lentes y los acomodé sobre una pequeña mesita, procurando el mejor ángulo. Comencé a tocarme a mí mismo mientras ella terminaba de tender mi cama.

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Laura hizo como que no me había visto, pero claro que había notado mi acción. Le quería hacer ver lo que me provocaba, pero también preparaba mi verga para lo que vendría.


Saqué mi miembro y me lo masturbé francamente. Evidentemente esto molestó a Laura, pese a ser justo ella quien me lo ponía así de erecto. Benditas mujeres, son ellas las que nos ponen cachondos y luego se asustan por lo que ellas mismas provocan.

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Como volvió a simular que no me había visto la verga hice patente la acción que estaba llevando a cabo.


—Esto que hago es en tu honor, no debes de sentirte molesta sino halagada. Ya ves que he respetado lo que prometí, no me he ido encima de ti, sólo disfruto de verte desnuda.


Ella no respondió y continuó tendiendo la cama.

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Me tenía como cautín y todavía se cubría pudorosamente las tetas. Con la verga al aire, a ella se le notaba más nerviosa y avergonzada que antes. En especial cuando estaba cerca de mí. Yo creo, temía que ahí mismo la violaría, pero nunca haría cosa así. Además de que yo quería que se me entregara por propia voluntad, aquello sería estúpido, digo, somos vecinos.


Mientras ella se desplazaba estirando la colcha de mi cama, trataba de detener sus bamboleantes senos con evidente vergüenza, pues éstos eran marcadamente voluminosos así que se le balanceaban de aquí para allá cada que se movía. No podía creerlo, lo que debía considerar un atributo le abochornaba, qué contradicción. Y es que se le bamboleaban de una forma riquísima.


—No te avergüences, están muy ricas —le dije sin dejar de limarme el falo—. Ya deja eso, ven y siéntate —en mis adentros yo quería que se sentara, pero en mi verga.


Laura se sentó en la cama, delante de mí. Su incomodidad era más que evidente.

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—Ya quieres irte a casa —le dije, adivinando sus deseos.


En realidad, era obvio, ella quería irse. Sabía de sobra que deseaba poner fin a tal situación lo más pronto posible, aunque no dejó de escapársele un vistazo a mi verga.


—Sí, pues... ya acabé aquí. Y mis hijos... Tengo que ir por ellos, darles de comer... —dijo, y su sentir apenas si lo simulaba.

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—Mira, antes de que te vayas quiero proponerte otra cosa. Aclaro que respeto lo que acordamos, por lo que, si insistes, puedes irte ya mismo. Ves que te pagué por anticipado justo para que tuvieras la confianza de irte cuando desearas. Pero estoy dispuesto a hacerte un pago adicional. Una transferencia electrónica justo ahorita, con el fin de que pagues la colegiatura de tus hijos, de los dos, por todo un semestre. Claro, si aceptas lo siguiente.


Era más que obvio lo que quería, así que en lo que más me explayé fue en hacerle ver que el sacar a sus hijos del colegio en el que estaban les sería perjudicial. “El nivel de las escuelas públicas en estos días está por los suelos. Además, los chicos perderán sus relaciones sociales en su actual colegio. Las amistades que se hacen en la infancia y juventud son fundamentales para su futuro”, le manifesté.


No mucho más tarde, una vez hecha la transferencia de mi celular a su cuenta bancaria (cosa que corroboró en su propio teléfono, claro,) ya tuve a Laura tal como quería.


—Cómetelo mi amor —le dije, justo antes de metérselo.

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Y se la comió bien rico (vaginalmente, claro).


Me vi obligado a usar condón, pues ella así me lo exigió. Por supuesto que hubiese preferido hacérselo al natural, como Dios manda (jeje), pero aun así la entrada en su cuerpo fue todo lo deliciosa que yo había imaginado. Bien calientita. Pinches nalgas, qué ricas se le veían desde ese ángulo. Sus carnes morenas, sus carnes de madre, invitaban a agarrarlas, amasarlas, sobarlas; cosa que hice.


Pese al preservativo que había entre nosotros sentí su apretón. Creo que ella también lo necesitaba Qué rico me apretaba la verga. Verla traspasar por en medio de aquellas voluptuosas nalgas morenas es un gozoso recuerdo, que aún al día de hoy disfruto.


—De verdad que no entiendo por qué tu marido fue tan pendejo como para dejarte. Dudo que encuentre a alguien así de deliciosa —le dije, con honestidad.


Ella no dijo nada. Me hubiese gustado verle la cara en ese momento. Me pregunto cómo habrá sido su expresión a lo que le dije, y a lo que en ese momento le hacía. Le estaba dando lo que su marido le había dejado de dar: recursos económicos y verga.


Verla de a perro fue de lo más excitante, le queda esa posición. ¡Pinches nalgas!


Tras varios minutos de constante y firme ayuntamiento, Laura dio muestras de evidente placer al expeler el rico jugo de su panocha.


Con intención de mirarle qué cara ponía mientras le daba más verga, hice que ella se me subiera encima. Sus tetas se lucían en esa postura. Rebotaban que daba gusto verlas.

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Como no podía ser de otra manera, enamorado de sus nalgas como estaba, le pedí que se me sentara en mi verga, con intención de así eyacular.



infiel


Luego de yo expulsar mi simiente, y de ella limpiarse, vestirse y arreglarse, Laura recogió sus cosas y se fue. Seria, muy seria, como avergonzada de lo que había hecho. Pero para mí había sido gozoso, y el gozo no había acabado. Y es que, para mi bendita buena suerte, todo ese tiempo que disfruté de su presencia había traído conmigo unos lentes con cámara oculta integrada. La había estado grabando desde que me ofreció su servicio de limpieza hasta que gocé de su servicio sexual, sin que ella lo supiera. Así que me quedé con un bonito recuerdo.


Aunque, además de pajueleármela viéndome coger a Laura, el video me dio una idea.


Abrí un sitio en internet donde ofrecí los servicios de la protagonista de esos videos. Servicios de limpieza, pero con un extra. Gracias a lo grabado pude armar un promocional de los favores que aquella mujer podría brindar a hombres con el poder adquisitivo suficiente como para pagar sus servicios, que, por supuesto no eran baratos, pero que valían su precio.


La oferta partía desde sólo hacerles la limpieza, pero desnuda, o más allá, un paquete especial que incluía el exclusivo servicio en donde ella se dejaba penetrar, luego de la limpieza (con condón, eso sí). Todo con su justo precio.


Muchos se mostraron interesados. Ahora bien, yo sabía que no todos realmente pagarían, pero una vez coloqué un número de cuenta donde depositar un pago previo, ahí sí que vi quienes realmente arriesgaban su dinero por apartar un servicio.


“Mira, ya van diez personas que han hecho el depósito. Díez interesados en tus servicios, y que realmente están dispuestos a pagar el costo total, nada más se acuerde con ellos fecha y hora. Anímate, como esto es de prepago no te arriesgas a que no te paguen”, le dije a Laura, tratando de entusiasmarla tanto como yo estaba. Pero a ella se le veía desconfiada e incrédula.


“Son verdaderos clientes, los depósitos ya están comprobados. Están en la cuenta bancaria y mira, te los estoy transfiriendo justo en este momento”, le señalé mientras le pasaba aquel dinero a su cuenta.


“Este dinero ya es tuyo. Yo sólo cobraré el porcentaje que ya te mencioné, por mantener el sitio y coordinar tus citas, pero tú te llevarás la mayoría de ingresos, te lo juro. Pues es lo justo, claro, tú harás la labor principal, sin ti no hay negocio”, insistí.


Con mucho trabajo Laura al fin aceptó el emprendimiento.


En poco tiempo la página: “madre_soltera_ofrece_sus_servicios.com” recibió miles de visitas y los suficientes clientes como para que Laura estuviera tan ocupada y desahogada de preocupaciones económicas, que necesitó de otras colaboradoras. Pronto contratamos a otras mujeres que estaban en similar situación y que necesitaban recursos económicos para criar a sus hijos. Fue un gusto ayudar así a tantas madres solteras quienes se las veían bien duras para llegar a fin de mes. Les dimos un trabajo bien remunerado y a su vez cumplimos el deseo a nuestros clientes de que una bella mujer les hiciera el aseo completamente desnuda, y, si pagaban lo necesario, podían cerrar la jornada de las aseadoras ensartándoselas como fino remate a su labor.

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