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ELLA BAILABA SOLA
Esa noche fui a bailar como acostumbraba hacerlo, me encanta la música, me encanta bailar, estaba sin compromisos y tampoco los buscaba. Recuerdo que hacía mucho frío, pleno invierno.
El taxi me dejó a una cuadra y ya al acercarme se sentía el ruido acompasado de la música, que me hacía hervir la sangre.
Una vez adentro, al pasar los minutos había olvidado el frío exterior, y me divertí por ahí como me gustaba hacerlo, disfrutando el correr de la noche, sin prisa, sin pausa.
Hice un intervalo para descansar un poco, fui a la barra, pedí un trago y mientras bebía encendí un cigarrillo mirando el entorno, la gente agolpada en el lugar, la música sonando a alto volumen y las siluetas dibujándose por la luz entrecortada galopando al ritmo del sonido.
Mi mirada viajaba indiferente por las personas del lugar, pero de repente mis ojos se posaron en alguien en especial y ya no pude sacar los ojos de ella.
Una joven bailaba ajena a todo, a un costado, como si estuviera sola en el lugar, me atrapó de tal forma que yo también me aislé, parecía estar sin compañía, solo tuve ojos para ella.
Sus movimientos eran muy sensuales, una rubia de hermosos bucles, alta, enfundada en un precioso vestido rojo que llegaba casi a sus tobillos, exageradamente ajustado, con un discreto escote, con un insinuante tajo sobre su pierna izquierda. La tela se adhería a su perfecta silueta, dibujando dos hermosos pechos, afinando su estrecha cintura y acentuando un impactante trasero, de generosas caderas.
Me llamaba la atención la cantidad de hombres que se acercaban a tratar de conquistarla inventando las más locas piruetas, pero uno a uno parecían ser rechazados, ignorados, siguiendo su camino.
Mi cigarrillo se había consumido, tomé el último trago y decidí darme una oportunidad, caminé hacia ella y me puse a la par, no dije palabra solo comencé a bailar a su lado, siguiéndole el ritmo, era muy bonita, un tridente tatuado en su cuello y un aro pequeño atravesando su nariz llamaron mi atención. Los primeros minutos no tuve respuesta, pero al tiempo sus tiernos ojos verdes se posaron en los míos, una sonrisa cómplice me dio un luz de esperanza.
Intercambiamos algunas palabras, no muchas, no hablaba mucho, yo tampoco, nos adivinamos nuestros nombres, Nadia me pareció un nombre encantador.
Las cinco de la mañana nos sorprendió bailando todavía, le comenté que el cansancio me estaba ganando, me contestó que a ella también, que ya no aguantaba los tacos de sus zapatos.
La situación parecía jugada, la estaba conquistando, acordamos ir a un lugar más tranquilo, retiramos los abrigos y salimos, la nieve nos sorprendió, fuimos hasta su coche y de ahí derecho a mi casa.
La invité a pasar, no tenía nada que perder, cuando ella aceptó supe que la trampa se cerraba.
Rápidamente encendí el fuego, y corrí los cortinados del ventanal, solo se oía el crepitar de los leños, solo veíamos la nieve caer a través de los vidrios, en la oscuridad de la fría noche, solo la luz del fogón alumbraba el lugar, era todo muy romántico, perfecto.
Le ofrecí una taza con chocolate caliente, pero ella prefirió inclinarse por una botella de ron de ancho pico y tomándome de la mano nos acomodamos sobre una mullida alfombra, muy cerquita del calor. Bebimos unos tragos, las sonrisas se habían terminado y nuestros ojos estaban unos sobre los otros sin palabras, solo deseo.
Avancé, pegué mis labios a los suyos, suaves, hermosos, femeninos, abrimos nuestras bocas y nuestras lenguas de encontraron, se entrelazaron, la fuerza y la profundidad de nuestros besos fueron en aumento, la lujuria nos invadía, nos dábamos excitantes caricias, besaba su cuello, ella el mío, su pecho se movía exhalando aire, la notaba excitada, como las brasas que se consumían cerca nuestro.
Llevé una mano a su busto, apretando con ternura, era suave pero compacto, sus pezones excitados por mis caricias se marcaban en la roja tela del vestido, bajé mis besos por su cuello, lentamente hasta perderme ente el nacimiento de sus tetas, mis manos acariciaban a ambos lados, pasaba las yemas de mis dedos por la tela notando esos pezones puntiagudos, ella suspiraba con los ojos cerrados y su boca entreabierta
- Dale, te deseo, seguí, no pares…
Lentamente tomé el nacimiento de su vestido y lo fui bajando, milímetro a milímetro, sin apuro, sus perfectos y grandes pechos se iban desnudando y yo pasaba mi lengua por su piel desnuda, de pronto emergieron como el sol al amanecer sus pequeños y excitantes pezones, rodeados por una enorme aureola rosada, concentré mi lengua en ellos, por su rugosa piel, lamiéndolos en círculos, primero uno, luego el otro, me encantaba darle placer, Nadia estaba perdida, entregada, solo se separó un instante para sacarse el vestido que a esa altura resultaba incómodo quedándose solo con una minúscula tanga roja, volviendo al juego y a los besos.
Retomé la acción volviendo a lamer sus pechos mientras que con una mano acariciaba dulcemente sus muslos, su vientre, hasta meterla sutilmente bajo la bombacha, apenas unos dedos acariciando los bellos de su pubis, la tenía justo donde quería perdida, fuera de control.
Pero la rubia pareció reaccionar de golpe y decidió devolverme parte de lo que yo le daba, tomando el control de la situación, subió a besarme y ahora ella sacaba el pequeño top fucsia que cubría mis tetas, mi pezones estaban duros, y ella se abalanzó sin mediar palabras, mordiéndomelos suavemente, llenándolos de saliva, sentía la electricidad recorrer mi cuerpo, llegando a mi clítoris, estaba toda mojada, empapada en jugos, acariciaba su blonda cabellera dejándola jugar. Luego volvimos a estar frente a frente, besándonos apasionadamente pasamos demasiados minutos acariciando nuestras tetas, pechos contra pechos, pezones contra pezones, éramos dos gatas en celo, calientes.
Una de las manos de Nadia se deslizó por mi espalda, bajando se escabulló bajó la ajustada calza, tomando entre sus dedos la pequeña cola less que tenía, tiró con fuerza enterrándola en mi intimidad, haciéndome suspirar, arrancándome un grito, lo repitió una vez, y otra, me gustaba y ella lo percibió, ahora ella me tenía bajo control, ahora yo me incorporaba y me desnudaba a su lado, sus ojos estaba fijos en mi sexo desnudo, en mi concha peluda.
Volvimos a los besos, a los gemidos, al deseo, revolcándonos por la alfombra, cambiando caricias, cambiando posiciones, mis dedos se colaron bajo su tanga y penetraron su húmedo hueco, acaricié sus paredes jugosas, ella se retorcía, luego los sacaba, mojaba sus pezones pera terminar lamiéndolos, saboreando sus fluidos. Tomé entonces su mano y la llevé a mi concha, la sentí bien adentro, sus dedos provocándome, para luego ante su atenta mirada llevarlos a mi boca para lamerlos todos, uno por uno.
Las vueltas del juego nos llevó a que ella quedara sobre mí, solo que invertida, a centímetros de mi cara había quedado su raja tapada por la pequeña tanga roja que se perdía entre sus enormes cachetes, por cierto su culo era hermoso y sus anchas caderas se imponían sobe mi rostro, noté que la rubia esperaba ansiosa a que procediera, corrí la tanga hacia un costado, su concha era grande y por cierto sus bellos estaban prolijamente recortados al ras, estaba toda lubricada y su clítoris hinchado, mis besos llegaron rápidamente a su intimidad, pasé por sus muslos, lamiendo sus labios, metiendo mi lengua bien profundo en su conchita caliente, para finalmente concentrarme en su clítoris, lamiéndolo en círculos, de arriba abajo, sin prisa, sin descanso…
Los pausados ‘mmmm’ de Nadia que llegaban a mis oídos me enloquecían, sus manos apretaban mi piel, mis manos acariciaban su generoso trasero, aceleraba mis movimientos, mis olfato enterrado en su hermosa concha mi vista perdida en su amorronado esfínter, ella se contraía rítmicamente sobre mi rostro, llevé dos dedos a su conchita, jugando en su interior, rasgándola, para luego, todos mojados llevarlos al otro orificio, acariciándolo dulcemente, la rubia parecía acabarse en cualquier momento, estaba ahí nomás, me sorprendió al estirar su mano y tomarme del brazo, empujando contra su cuerpo, provocando que su esfínter cediera ente mis dedos, su agujerito apretadito atrapó mis falanges, como pude llevé el pulgar a su concha y parecía acariciarme los dedos que estaban en distintos agujeros…
Nadia gritó, gritó y gritó, recibiendo su enorme orgasmo en mi boca, no dejaba de saborearla hubiera seguido toda la noche…
La rubia tomando la iniciativa vino a lamerme otra vez los pezones, tomando mi mano la puso sobre mi pecho libre, le seguí el juego acariciándome a mí misma, parara que ella bajara y se colocara entre mis piernas, juro que la lamida de concha que me dio jamás me la habían dado en la vida, y no creo que vuelvan a dármela, pasando por toda mi intimidad, por mi ano, por mis labios, por mi clítoris, me abrí todo lo posible para recibirla, con una pierna a cada lado, me venía, lo sentía. Ella entonces tomó la botella vacía de ron e introdujo el largo y ancho pico en mi concha, hasta el fondo, hasta que el cuerpo hiciera tope, ya no lo aguanté, exploté, grité, la maldije, lloré…
Luego de tremendo orgasmo ella vino sobre mí, besándonos, acariciándonos, melosamente, nuestros pechos volvieron a juntarse y nuestras piernas abiertas entrecruzadas dejaron que se encontraran nuestras vaginas, mujer contra mujer, rozando sutilmente nuestra intimidad, nuestro sexo, gimiendo como dos prostitutas calientes, acallando nuestros gritos solo sellando labios contra labios, llevando nuestros dedos en nuestros agujeros, por delante, por detrás, no dejamos nada a la imaginación.
Lentamente fuimos terminando, volviendo a la calma, hasta quedarnos dormidas.
Me desperté, el sol entraba por la ventana iluminando toda la habitación, miré el reloj, eran las doce del medio día, totalmente desnuda sobre la alfombra, entrelazada entre mis brazos y mis piernas estaba Nadia en profundo sueño, la aparté suavemente y quedé mirándola, lo bella que era, apenas tenía la tanga roja corrida a un costado, aun exhibiendo su desnuda concha.
Me puse solo una larga camisa y ahora si preparé dos ricas tazas con chocolate caliente, la desperté acercándola a su nariz, el rico aroma hizo que abriera los ojos y me respondiera con una sonrisa.
Compartimos lo que quedaba de la tarde, casi sin ropas, empezábamos a conocernos, nuestros gustos, nuestras locuras, nuestras ambiciones… Llegada la noche volvimos a hacer el amor, solo que esta vez le presenté a algunos amigos míos, unos hermosos juguetitos que yo guardaba con amor…
Al poco tiempo, vivíamos nuestro amor bajo el mismo techo.
Luego de un par de años, comprobamos que las cosas no funcionaban entre nosotras, el excelente sexo que teníamos no era suficiente para aplacar nuestras diferencias en la convivencia del día a día, las mujeres somos bichos raros y si una es difícil imaginen dos al mismo tiempo, con hormonas que suben y bajan, con dos menstruaciones, dos mujeres de fuerte carácter, no fuimos compatibles…
Decidimos seguir nuestros caminos en forma separada, cada una por su lado, el momento fue triste, sin rencores, conservando lo bueno que habíamos compartido, como en la noche en que nos conocimos, sin palabras la vi alejarse hasta perderla de vista, en un día frío, bajo la nieve.
Si eres mayor de edad me gustaría saber tu opinión sobre este relato
Escríbeme con título ‘ELLA BAILABA SOLA’ a dulces.placeres@live.com
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Esa noche fui a bailar como acostumbraba hacerlo, me encanta la música, me encanta bailar, estaba sin compromisos y tampoco los buscaba. Recuerdo que hacía mucho frío, pleno invierno.
El taxi me dejó a una cuadra y ya al acercarme se sentía el ruido acompasado de la música, que me hacía hervir la sangre.
Una vez adentro, al pasar los minutos había olvidado el frío exterior, y me divertí por ahí como me gustaba hacerlo, disfrutando el correr de la noche, sin prisa, sin pausa.
Hice un intervalo para descansar un poco, fui a la barra, pedí un trago y mientras bebía encendí un cigarrillo mirando el entorno, la gente agolpada en el lugar, la música sonando a alto volumen y las siluetas dibujándose por la luz entrecortada galopando al ritmo del sonido.
Mi mirada viajaba indiferente por las personas del lugar, pero de repente mis ojos se posaron en alguien en especial y ya no pude sacar los ojos de ella.
Una joven bailaba ajena a todo, a un costado, como si estuviera sola en el lugar, me atrapó de tal forma que yo también me aislé, parecía estar sin compañía, solo tuve ojos para ella.
Sus movimientos eran muy sensuales, una rubia de hermosos bucles, alta, enfundada en un precioso vestido rojo que llegaba casi a sus tobillos, exageradamente ajustado, con un discreto escote, con un insinuante tajo sobre su pierna izquierda. La tela se adhería a su perfecta silueta, dibujando dos hermosos pechos, afinando su estrecha cintura y acentuando un impactante trasero, de generosas caderas.
Me llamaba la atención la cantidad de hombres que se acercaban a tratar de conquistarla inventando las más locas piruetas, pero uno a uno parecían ser rechazados, ignorados, siguiendo su camino.
Mi cigarrillo se había consumido, tomé el último trago y decidí darme una oportunidad, caminé hacia ella y me puse a la par, no dije palabra solo comencé a bailar a su lado, siguiéndole el ritmo, era muy bonita, un tridente tatuado en su cuello y un aro pequeño atravesando su nariz llamaron mi atención. Los primeros minutos no tuve respuesta, pero al tiempo sus tiernos ojos verdes se posaron en los míos, una sonrisa cómplice me dio un luz de esperanza.
Intercambiamos algunas palabras, no muchas, no hablaba mucho, yo tampoco, nos adivinamos nuestros nombres, Nadia me pareció un nombre encantador.
Las cinco de la mañana nos sorprendió bailando todavía, le comenté que el cansancio me estaba ganando, me contestó que a ella también, que ya no aguantaba los tacos de sus zapatos.
La situación parecía jugada, la estaba conquistando, acordamos ir a un lugar más tranquilo, retiramos los abrigos y salimos, la nieve nos sorprendió, fuimos hasta su coche y de ahí derecho a mi casa.
La invité a pasar, no tenía nada que perder, cuando ella aceptó supe que la trampa se cerraba.
Rápidamente encendí el fuego, y corrí los cortinados del ventanal, solo se oía el crepitar de los leños, solo veíamos la nieve caer a través de los vidrios, en la oscuridad de la fría noche, solo la luz del fogón alumbraba el lugar, era todo muy romántico, perfecto.
Le ofrecí una taza con chocolate caliente, pero ella prefirió inclinarse por una botella de ron de ancho pico y tomándome de la mano nos acomodamos sobre una mullida alfombra, muy cerquita del calor. Bebimos unos tragos, las sonrisas se habían terminado y nuestros ojos estaban unos sobre los otros sin palabras, solo deseo.
Avancé, pegué mis labios a los suyos, suaves, hermosos, femeninos, abrimos nuestras bocas y nuestras lenguas de encontraron, se entrelazaron, la fuerza y la profundidad de nuestros besos fueron en aumento, la lujuria nos invadía, nos dábamos excitantes caricias, besaba su cuello, ella el mío, su pecho se movía exhalando aire, la notaba excitada, como las brasas que se consumían cerca nuestro.
Llevé una mano a su busto, apretando con ternura, era suave pero compacto, sus pezones excitados por mis caricias se marcaban en la roja tela del vestido, bajé mis besos por su cuello, lentamente hasta perderme ente el nacimiento de sus tetas, mis manos acariciaban a ambos lados, pasaba las yemas de mis dedos por la tela notando esos pezones puntiagudos, ella suspiraba con los ojos cerrados y su boca entreabierta
- Dale, te deseo, seguí, no pares…
Lentamente tomé el nacimiento de su vestido y lo fui bajando, milímetro a milímetro, sin apuro, sus perfectos y grandes pechos se iban desnudando y yo pasaba mi lengua por su piel desnuda, de pronto emergieron como el sol al amanecer sus pequeños y excitantes pezones, rodeados por una enorme aureola rosada, concentré mi lengua en ellos, por su rugosa piel, lamiéndolos en círculos, primero uno, luego el otro, me encantaba darle placer, Nadia estaba perdida, entregada, solo se separó un instante para sacarse el vestido que a esa altura resultaba incómodo quedándose solo con una minúscula tanga roja, volviendo al juego y a los besos.
Retomé la acción volviendo a lamer sus pechos mientras que con una mano acariciaba dulcemente sus muslos, su vientre, hasta meterla sutilmente bajo la bombacha, apenas unos dedos acariciando los bellos de su pubis, la tenía justo donde quería perdida, fuera de control.
Pero la rubia pareció reaccionar de golpe y decidió devolverme parte de lo que yo le daba, tomando el control de la situación, subió a besarme y ahora ella sacaba el pequeño top fucsia que cubría mis tetas, mi pezones estaban duros, y ella se abalanzó sin mediar palabras, mordiéndomelos suavemente, llenándolos de saliva, sentía la electricidad recorrer mi cuerpo, llegando a mi clítoris, estaba toda mojada, empapada en jugos, acariciaba su blonda cabellera dejándola jugar. Luego volvimos a estar frente a frente, besándonos apasionadamente pasamos demasiados minutos acariciando nuestras tetas, pechos contra pechos, pezones contra pezones, éramos dos gatas en celo, calientes.
Una de las manos de Nadia se deslizó por mi espalda, bajando se escabulló bajó la ajustada calza, tomando entre sus dedos la pequeña cola less que tenía, tiró con fuerza enterrándola en mi intimidad, haciéndome suspirar, arrancándome un grito, lo repitió una vez, y otra, me gustaba y ella lo percibió, ahora ella me tenía bajo control, ahora yo me incorporaba y me desnudaba a su lado, sus ojos estaba fijos en mi sexo desnudo, en mi concha peluda.
Volvimos a los besos, a los gemidos, al deseo, revolcándonos por la alfombra, cambiando caricias, cambiando posiciones, mis dedos se colaron bajo su tanga y penetraron su húmedo hueco, acaricié sus paredes jugosas, ella se retorcía, luego los sacaba, mojaba sus pezones pera terminar lamiéndolos, saboreando sus fluidos. Tomé entonces su mano y la llevé a mi concha, la sentí bien adentro, sus dedos provocándome, para luego ante su atenta mirada llevarlos a mi boca para lamerlos todos, uno por uno.
Las vueltas del juego nos llevó a que ella quedara sobre mí, solo que invertida, a centímetros de mi cara había quedado su raja tapada por la pequeña tanga roja que se perdía entre sus enormes cachetes, por cierto su culo era hermoso y sus anchas caderas se imponían sobe mi rostro, noté que la rubia esperaba ansiosa a que procediera, corrí la tanga hacia un costado, su concha era grande y por cierto sus bellos estaban prolijamente recortados al ras, estaba toda lubricada y su clítoris hinchado, mis besos llegaron rápidamente a su intimidad, pasé por sus muslos, lamiendo sus labios, metiendo mi lengua bien profundo en su conchita caliente, para finalmente concentrarme en su clítoris, lamiéndolo en círculos, de arriba abajo, sin prisa, sin descanso…
Los pausados ‘mmmm’ de Nadia que llegaban a mis oídos me enloquecían, sus manos apretaban mi piel, mis manos acariciaban su generoso trasero, aceleraba mis movimientos, mis olfato enterrado en su hermosa concha mi vista perdida en su amorronado esfínter, ella se contraía rítmicamente sobre mi rostro, llevé dos dedos a su conchita, jugando en su interior, rasgándola, para luego, todos mojados llevarlos al otro orificio, acariciándolo dulcemente, la rubia parecía acabarse en cualquier momento, estaba ahí nomás, me sorprendió al estirar su mano y tomarme del brazo, empujando contra su cuerpo, provocando que su esfínter cediera ente mis dedos, su agujerito apretadito atrapó mis falanges, como pude llevé el pulgar a su concha y parecía acariciarme los dedos que estaban en distintos agujeros…
Nadia gritó, gritó y gritó, recibiendo su enorme orgasmo en mi boca, no dejaba de saborearla hubiera seguido toda la noche…
La rubia tomando la iniciativa vino a lamerme otra vez los pezones, tomando mi mano la puso sobre mi pecho libre, le seguí el juego acariciándome a mí misma, parara que ella bajara y se colocara entre mis piernas, juro que la lamida de concha que me dio jamás me la habían dado en la vida, y no creo que vuelvan a dármela, pasando por toda mi intimidad, por mi ano, por mis labios, por mi clítoris, me abrí todo lo posible para recibirla, con una pierna a cada lado, me venía, lo sentía. Ella entonces tomó la botella vacía de ron e introdujo el largo y ancho pico en mi concha, hasta el fondo, hasta que el cuerpo hiciera tope, ya no lo aguanté, exploté, grité, la maldije, lloré…
Luego de tremendo orgasmo ella vino sobre mí, besándonos, acariciándonos, melosamente, nuestros pechos volvieron a juntarse y nuestras piernas abiertas entrecruzadas dejaron que se encontraran nuestras vaginas, mujer contra mujer, rozando sutilmente nuestra intimidad, nuestro sexo, gimiendo como dos prostitutas calientes, acallando nuestros gritos solo sellando labios contra labios, llevando nuestros dedos en nuestros agujeros, por delante, por detrás, no dejamos nada a la imaginación.
Lentamente fuimos terminando, volviendo a la calma, hasta quedarnos dormidas.
Me desperté, el sol entraba por la ventana iluminando toda la habitación, miré el reloj, eran las doce del medio día, totalmente desnuda sobre la alfombra, entrelazada entre mis brazos y mis piernas estaba Nadia en profundo sueño, la aparté suavemente y quedé mirándola, lo bella que era, apenas tenía la tanga roja corrida a un costado, aun exhibiendo su desnuda concha.
Me puse solo una larga camisa y ahora si preparé dos ricas tazas con chocolate caliente, la desperté acercándola a su nariz, el rico aroma hizo que abriera los ojos y me respondiera con una sonrisa.
Compartimos lo que quedaba de la tarde, casi sin ropas, empezábamos a conocernos, nuestros gustos, nuestras locuras, nuestras ambiciones… Llegada la noche volvimos a hacer el amor, solo que esta vez le presenté a algunos amigos míos, unos hermosos juguetitos que yo guardaba con amor…
Al poco tiempo, vivíamos nuestro amor bajo el mismo techo.
Luego de un par de años, comprobamos que las cosas no funcionaban entre nosotras, el excelente sexo que teníamos no era suficiente para aplacar nuestras diferencias en la convivencia del día a día, las mujeres somos bichos raros y si una es difícil imaginen dos al mismo tiempo, con hormonas que suben y bajan, con dos menstruaciones, dos mujeres de fuerte carácter, no fuimos compatibles…
Decidimos seguir nuestros caminos en forma separada, cada una por su lado, el momento fue triste, sin rencores, conservando lo bueno que habíamos compartido, como en la noche en que nos conocimos, sin palabras la vi alejarse hasta perderla de vista, en un día frío, bajo la nieve.
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