Cuando mi madre se fue, mi tía Lucía vino a vivir con nosotros. Ella es la hija más joven de mi abuela y me lleva solo 12 años. No comparte el mismo padre con mi madre, y tampoco con mis otras tías. Mi abuela tuvo hijas con tres hombres diferentes. El padre de mi tía Lucía era peruano, y ella salió con los rasgos de él. Morocha de pelo lacio, mezclando los rasgos andinos paternos con los portugueses heredados de mi abuela. Es muy bonita y también muy sexy, hasta el día de hoy. Al principio no tuvo mucha suerte con los hombres hasta que se casó con uno bueno. Tuvo a mi prima Brisa muy joven, a los 15, con un novio del colegio que la desvirgó y la dejó. Su segunda hija, Clarinha, nació 6 años después, a sus 21, es hija de un médico que tampoco estuvo presente, pero por lo menos le ayudó un poco. La foto arriba obviamente no es real, pero es muy parecida.
A los 26 mi tía iba mucho a fiestas, le encantaba bailar forró, que es un género de Brasil comparado a la cumbia. Fue con ella que aprendí a bailar. Mi tía trabajaba de peluquera y todos los fines de semana tomaba sol y salía a bailar. Ahora que yo había despertado para las mujeres, no tardé en echarle ojo, mi tía también tenía la costumbre de llevar sus amigas a la casa para tomar sol.
Al contrario de mi madre, ella luego se dió cuenta de mis miradas, al principio le causó extrañeza, pero no me dijo nada, no le pareció importar. A veces andaba de falditas y shorts minúsculos por la casa y mi abuela no tardó en molestarla para que se vistiera mejor. Siempre me vestí así, ma. Lo sé, pero el niño ya creció. Y? No voy a vestirme como vieja por eso. Un día me dijo, Oye, deja de mirarme raro, que mi mamá no deja de joder. Me sentí avergonzado y traté de evitarlo.
Pero era fácil verla desnuda, se bañaba en el mismo baño dónde había visto por primera vez a mi madre, y tuve más cuidado en no ser descubierto. Tenía más tetas que mi progenitora, pero menos culo. Con respecto a las bombachas, usaba todas las novedades de la tienda de mi tía Mónica, una más chica que la otra. Empecé a pajearme a diario con ellas y mi tía no tomaba ninguna precaución, las dejaba por ahí secando en el baño o en su cesto de ropas sucias y las colgaba en el patio. Era un paraíso.
Sus amigas eran otro deleite para mí. Había dos hermanas que me tenían loco, Carla y Carine, siempre iban a la casa. Me daban mucha pelota, sobre todo Carla, la mayor. Las escuchaba charlar y me hacían elogios, sobre todo cuando me vieron bailar forró o tocar guitarra. Mi tía les decía que no me alboroten, Que mi madre está a punto de vestirme de monja por culpa de él. Les causaba mucha gracia y me hacían preguntas incómodas, cómo, A quién te gusta más? ¿A nosotras o a tu tía? Fíjate que yo tengo más cola, eh? Carine era más tranquila, y también la más joven, no hablaba mucho, sólo se reía.
Como era de se esperar mi tía también me pilló espiándola en el baño, y así como mi madre vino muy molesta hablar conmigo y amenazó contarle a mi abuela, quién seguía rara por lo de mi madre. Al final no le dijo nada, pues sabía que podía contar conmigo para muchas cosas, desde cuidar a sus hijas para alguna salida, hasta encubrir sus borracheras. Mi abuela es evangélica y no le gustan las bebidas alcohólicas, excepto el vino. En mi casa, mi tía cuando tomaba, antes de hacerse evangélica, escondía la bebida en otros envases, sobre todo cuando tomaba sol con sus amigas.
Mi tía les contó a ellas que me había pillado espiando y ellas bromearon sobre eso. Yo me quedé muy avergonzado. Mientras yo les preparaba el churrasco ellas me hacían burla. Cuándo se fueron yo me quejé con ella.
‐ ¡Cómo vas a decirles algo así!
‐ O sea, me espías y yo soy la culpable?
No le hablé durante unos días. A ella le pareció chistoso, pero luego sintió falta de los favores que le hacía - pues yo le ayudaba a mi abuela haciendo todo en la casa, incluso lo que le tocaba a ella y a mi prima. Entonces vino a hablarme. Sonreía. Ya hombre, no seas odioso, no fue nada. Podés espiarme si quieres, me vale un bledo.
Esa misma noche fui a verla y me echó agua, me estaba esperando. Me hizo caer. Solo me hice unos rasguños, pero ella fue a verme. Se mataba de la risa y seguro iba a contarle a sus amigas del salón. ¿Ves lo que te pasa por pajero? Yo también me reí. ¿Por qué no te consigues una novia? Pero yo ya tenía, solo que ella era de mi edad y aún no la había podido coger, estaba en ello. ¿Cómo que estás en ello? Moderate oye. Ay tía, qué decís, si a mi edad ya tenías a Brisa. Bueno, y eso querés? Tener hijo a esa edad? No, solo quiero coger. Ella se rió. Ya, ni modo, ya vas a hacer. Pero no preñez a nadie que te castra tu abuela.
Ganamos confianza rápido. Una vez me preguntó sobre mi prima Sandra e insistió hasta que le confesé. ¿Hasta dónde han llegado? Le dije que le había mamado las tetas. Cuidado que si Lurdes los descubre te mata. Más bien no sospechó de mis otras primas, Rebeca y Raquel, con quién más lejos había llegado.
De charla en charla mi tía Lucía me preguntó que tan lejos había llegado con una chica y yo le conté lo de mi madre, obviamente sin decir quién era. Le dije que había hecho y recibido sexo oral. Ella se quedó curiosa por saber quién era, y cómo yo no le contaba, ella empezó a tirar nombres. Sandra? No, nada que ver. Es mayor que ella? Sí. Marisa? No, como pues. Marisa era una vecina, la mamá de mi amigo Erasmo, una señora soltera que a mí me parecía fea, pero de quién se decía que le gustaban los pibes. Entonces me tiró un nombre que me dejó pensativo: Tu tía Andrea? No sé qué cara puse, pero creyó que era ella. Yo le decía que no, pero me dijo que mi cara me había delatado. Nada que ver, tía, aunque ella no estaba lejos de la verdad, pues me había acordado de la charla con mi madre sobre mi tía Andrea. No sé qué secretos conocía de su hermana que no le pareció improbable. Cuidado Matheus, que eso de tía y sobrino no termina bien, sobre todo si el marido es policía, cortalo de una vez. Pero tía, nada que ver, no es ella.
La confianza ya era tal que un día le pregunté si los bikinis tan metidos en la cola no le molestaban. ¿Por qué? ¿Querés usarlos? Se rió. Una se acostumbra, Matheus, de hecho me parecen más cómodos. Pero no me estés mirando mucho que no soy Andrea.
Un domingo yo llegué de la iglesia y ella estaba sola en casa durmiendo, porque para variar había llegado tarde del forró. Su cuarto olía a alcohol por su aliento y seguro por eso mi abuela lo había dejado abierto, antes de irse con las niñas a la casa de mi tía Mónica. Hacía mucho calor y el ventilador estaba desligado. Mi tía dormía con la ropa que se había ido a la fiesta, una blusa oscura con mini falda blanca, por la posición podía ver su bombachita negra toda metida en su cola. Yo la había ido a despertar para almorzar y le quedé mirando.
Me senté en la cama y acaricié su espalda, supuestamente para despertarla, pero tardé más tiempo de lo necesario. Ella reaccionó dándose la vuelta y ahora podía ver un poco de su vagina que era totalmente depilada. Era increíble, mi tía era un mujerón. Continué acariciando su cintura y poco a poco pasé a sus nalgas. ¿Estaría despierta? No solía dormir hasta tan tarde, pero su sueño era muy pesado. Mi conciencia empezó a pelear y el deseo fue más fuerte. Llevé mi mano en la dirección de su conchita. Mi tía estaba boca abajo con la cabeza volcada al otro lado.
Llegué a su coño. Ninguna reacción. Me puse a acariciarla afuerita, pero como no reaccionaba le puse un dedo por el costado del calzón. Después de un rato me atreví a mojar mi dedo con saliva e introduje. Sentí los primeros movimientos de mi tía y estremecí. Sabía que estaba haciendo algo muy errado, lo que yo no sabía era que ella estaba despierta. Nunca me confesó, pero por su reacción posterior supe que sí.
Yo sacaba el dedo y lo ponía, lo dejé adentro y lo movía, y sin querer descubrí algo nuevo, la estaba estimulando de una manera diferente, que aún no le había hecho a ninguna mujer.
Mi tía empezó a dar señales y a moverse más notoriamente, hasta que hizo un movimiento brusco y como que se despertó. Volcó la cabeza y me miró. ¿Qué haces? Su voz era firme, pero caliente. No supe qué contestar. ¿Qué haces? Yo respondí metiendo el dedo más adentro y ella cerró los ojos y suspiró. Miró hacia la pared de adelante y yo continué. Ella volvió a mirarme y me preguntó si no había nadie en la casa. No hay, le dije. Ella se acomodó mejor para recibir.
Luego de un rato yo me hice el canchero y la mandé ponerse de barriga hacía arriba. Desde la vez que mi madre se sentó en mi boca, hacía tan solo un par de meses, yo ya había chupado algunas chicas, entre ellas Raquel y Rebeca. Mi tía entendió lo que yo quería y se puso en una buena posición. Empecé a comerle el coño con ganas y ella jadeaba despacio, bien tranquilita. Solo cuando estaba por venir es que empezó a agarraba mi cabeza y a jalar mi cabello con fuerza, pero con ruidos sordos. También se movía con cadencia, era una experta en recibir. Me pidió que le meta el dedo bien adentro y no lo saque, mientras con mi boca le chupase el clítoris y los labios. Fue largo el rato. Cuando al fin se vino yo ya estaba cansado. Ella tardó un montón. Saqué mi dedo todo mojado y me lo chupé.
Ella me preguntó si Andrea ya me había cogido. No tía, nada que ver. Me mandó buscar un condón en su bolso, pero no había. Pucha, ni modo, me vas a tener que avisar. Ojo, no te vengas que me puedes preñar.
Me estrenó con la del misionero. No nos besamos, solo nos mirábamos. Me dijo que haga despacito, pero pronto me mandó acelerar. Yo le avisé que ya me iba a venir. ¿Qué? Ni cagando, seguí. Aguanté un rato y luego, Tía ya me vengo. No jodas Matheus, aguanta más que está muy rico. Pero tía. Piensa en cosas malas, me dijo. Después me abrazó con las piernas y me dijo, Cogeme duro Matheus, partime en dos, eso querías no?
Obedecí y le dí lo más duro que pude enterrando mi verga hasta encontrarle fondo. Ella me clavó las uñas. Carajo me vas a romper. Yo por tercera vez le dije que en serio me iba a venir, pensar en cosas malas no estaba funcionando. Ya, me dijo. ¿Ya te viniste en alguna teta? No, contesté. Venite en las mías, pero ni bien la saqué y ya empecé a lechearla toda. Cuándo llegué a sus tetas estaba seco. Ella sonrió y me dijo: ¿Aguantas una más?
Se puso en cuatro y me dijo que se la clave. Mí tía fue la primera mujer que cogí en esa posición. Que sensación increíble. Podía meterla hasta chocar los huevos en su piel. Y cada que hacía eso mi tía chillaba. Tardé un montón en venir, en esa segunda vez y ahora sí fue en las tetas.
Al terminar fuimos a bañarnos juntos. Yo me sentía el superhombre. Mi tía me regañó, pero fue más una formalidad. Le había gustado sí, pero no tenía la intención de repetir. Cuanto a mí, me daba mucho morbo haber cogido a la hermana de mi madre, en la misma cama dónde había venido en su boca.
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