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Inicios con mi madre

Inicios con mi madre



El incesto es algo muy común en nuestra sociedad, obviamente es un tema tabú, que la mayoría de la gente evita hablar, pero está ocurriendo todo el tiempo bajo nuestras narices y en mi familia sucedió varias veces y pese a todo el cuidado que se tuvo para evitar escándalos, el chisme se esparció, siempre se esparce.
Conocí a muchas familias donde sucedió lo mismo, algunas de ellas tienen menos problemas con respecto al tema. Son más descarados. Es una cuestión cultural. En el norte de Brasil, dónde nací, el incesto entre padres/hijos o entre hermanos está mal visto, cuando la gente se entera de un caso, lo que sucede con más frecuencia de lo que se espera, la reacción es muy negativa, y muchas veces la gente decide no creer pese a las evidencias, pero entre primos o entre entre tíos y sobrinos no tiene tanto peso e incluso es aceptable. 
Lo que voy a empezar a contar es verídico. He leído muchos relatos, una buena parte notoriamente reales, y creo que llegó mi momento. Soy un hombre de 44 años. Lo que voy a contar empezó a suceder hace mucho tiempo, más o menos 30 años, y al día de hoy sigue sucediendo, involucrando nuevas generaciones de mí familia. Lo que sí las imágenes en su mayoría no son reales, pero buscaré actrices muy parecidas.

***

Me acuerdo muy bien cuando empezó. Yo estaba echado en la cama de mi abuela, no estaba durmiendo, pero mi mamá creyó que sí. Salió del baño y empezó a secarse de espaldas hacia mí. Cuando dejó su toalla caer, yo pude ver sus senos y su cola. Mamá se puso una bombacha negra de encajes y luego la ropa, totalmente inocente de que yo la estaba viendo. 
A esas alturas yo ya había hecho varias cositas con noviecitas, vecinas e incluso con primas. Chupar tetas, tocar vaginas, recibir pajas, pero nunca había follado. 
Mi mamá no vivía con nosotros, se había vuelto a casar. Yo crecí con mi padre, viví parte de mi infancia en Estados Unidos, pero antes de fallecer él me dejó con mi abuela. Mi madre nos visitaba cuando podía, pues vivía en Recife, muy lejos de mi ciudad. 
Desde el día en que la vi desnuda las cosas cambiaron entre nosotros, empecé a verla como hembra y no solo como madre. No podía evitar mirar a su cuerpo, especialmente a sus nalgas, buscando la marquita de las bombachas. Un día ocurrió algo incómodo, mi mamá estaba preparando la comida, usando una falda corta de su hermana Lucía, yo estaba sentado en la mesa mirando sus nalgas. Ella no se daba cuenta y yo ya le había visto el calzón unas cuantas veces, de repente mi abuela entra en la cocina y le sugiere cambiar de falda, Se te ve muy corta, hija. Claro que mi abuela había notado mis miradas, y es claro que mi mamá entendió la indirecta.

Pero eso no me frenó. De hecho, esa misma tarde me vino la idea de mirarla mientras se bañaba. Me subí entre el espacio que había entre el muro y el baño y la vi. Estaba enamorado de su cola y de sus tetas blancas. Mi madre es lo que llamamos allá de falsa flaca, o sea, es flaca pero con algunas gorduras localizadas. Es blanca de pelo castaño. Una mujer hermosa y todavía joven. También me encantó su mata de pelo en la vagina, porque no se depilaba. Yo me quedaba esperando la hora de sus idas al baño y logré verla algunas veces, hasta que ella me vió. 
Se tiró un grito, yo me asusté y salí huyendo. Ella vino a mi cuarto a regañarme. Me preguntó molesta porque había hecho eso. Yo no sabía qué decirle, pero le conté la verdad, que la había visto cambiarse y que me había gustado mucho y desde ahí la había empezado a espiar. Ella se quedó boquiabierta y me dijo lo que diría cualquier madre, que aquello estaba mal, que no debía jamás volver a hacerlo, que era cosa de pervertido y etc. Me preguntó si yo ya había hecho eso a alguien más y le dije que no. Por último amenazó con contarle a mi abuela. 
Me quedé medio en choque y muy avergonzado, pero antes de dormir ella vino nuevamente a charlar y estaba más amable, me dijo que me amaba mucho, me pidió perdón por haberse cambiado delante de mí, pero volvió a recalcar que no la vuelva a ver de aquella manera porque no estaba bien.

Traté de obedecerla, pero no podía resistir, estaba hechizado. Traté de verla de nuevo, pero ella evitaba usar aquél baño. Empecé a oler sus calzones y a masturbarme en ellos. Llegué hasta el punto de ocultarme bajo su cama para verla vestirse y fue así que ella volvió a pillarme en fragante. Después de gritar y regañar, ella se puso comprensiva y vino a charlar. Yo le fui muy sincero, le dije que no podía dejar de verla, que el deseo era muy fuerte. Se notaba que ella también estaba confundida, tratando de entender lo que pasaba, parecía tan perdida como yo. Le empecé a decir cosas que no se dice a una madre, y yo estaba muy consciente de ello, le dije, por ejemplo, que su cuerpo me parecía muy hermoso y lo decía mirándole a los ojos, pese a la vergüenza. 
Ella me preguntó si yo había hurgado sus calzones, pues también sospechaba de un sobrino que estuvo por allá. Cuando le confesé que sí, ella ya se lo esperaba, pero no sabía qué hacer. Trató de ser una madre comprensiva, me aconsejó algunas cosas, y hasta me pidió que vayamos juntos a la iglesia, pues ella hace mucho que no iba.

La situación sólo empeoró. Se acercaba el día de su viaje y ahora había cierta complicidad entre nosotros. Yo ya la miraba descaradamente. Ella me llamaba la atención. Le preocupaba mucho mi abuela, que no era ninguna caída del catre y ya se había dado cuenta de cómo la miraba. De hecho, me había vuelto a pillar y me había dicho, Oye, ¡no se mira así a una madre! Me quedé congelado. No me dijo nada más, y a mi mamá le dijo que se cuide más la ropa, que el chico ya está grande.
Pero cuando mi abuela no estaba cerca, yo no solo miraba a mi madre como también empecé a elogiar muy seguido, y como ella no era lo suficiente firme en sus llamadas de atención, yo me puse cada vez más atrevido. Por ser una madre ausente ella no supo bien cómo lidiar conmigo. Me dió mucha ala, fue débil, quizás por sentir que me había abandonado, era su forma de compensar.
Ya en ese tiempo yo le sobrepasaba en altura, y debido a la buena genética de mi padre, quien tenía casi dos metros de altura y a los trabajos que hacía con un tío albañil, mi cuerpo estaba bien fornido, muy por arriba de la media de mi edad. Una tarde, en una charla dónde yo trataba de avanzar y ella de me frenar, me dijo que yo era idéntico a mi papá en todo, hasta en lo seductor. Yo ya sabía que mi papá había sido un hombre exitoso con las mujeres. Mi mamá me dijo que yo estaba yendo por el mismo camino. No vas a tardar en conseguirte un montón de chicas para hacer lo que estás queriendo. Sentí que había ratos en que mi madre me veía de otra manera, aunque sea admirando mi coraje de insistir con ella.

Hasta ese momento, lo único que yo quería era volver a verla desnuda. No le decía eso para no asustarla, pero me atreví a preguntarle si podía verla solo en calzón. Eso no me pareció muy atrevido, porque en nuestra familia estar en ropa interior no era exactamente un tabú, o sea, se evitaba, pero no era el fin del mundo, pero mi mamá ni eso quería. Mejor no, Matheus, estás muy alborotado, además, ya me viste desnuda, ¿ qué querés más? Yo incluso le decía cosas cursis, como que solo tenía ojos para ella, pero no lo decía tan en serio, era más porque la hacía reír. 
Entonces hubo aquella tarde surreal, cuando fuimos a piscinear donde la tía Mónica, la gemela de mi mamá, al verlas a las dos juntas, tomando sol con bikinis pequeños, yo tuve una erección tremenda. Me descargué con mi prima Raquel, quién también estaba allá, a ella le gustaba hacerme pajas, y estuvimos a punto de ser pillados, recibimos una buena tratada de nuestra abuela por estarmos mucho tiempo encerrados en el cuarto. 
Desde esa piscineada me volví más intenso con mi madre...

Continuará...

8 comentarios - Inicios con mi madre

Nklk +1
Ufff chulada de historia
TobyXD +2
amigo sube la segunda parte quedé re caliente
leloir2010 +1
Va a ser interesante saber mas de uds. Van puntos
Pitardo333 +1
Que bueno hermano espero el próximo 10 pts