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Dona Rosa y sus hijas 2

Para las vacaciones, doña Rosa me invitó a su quinta, que quedaba a las orillas de un río. Habían pasado 3 meses desde que empezamos a follar, pero era algo muy esporádico, y con las chicas yo ya no había hecho nada, nos veíamos poco, y casi siempre en la iglesia.
La quinta quedaba en plena Amazonía, en un lugar bonito con muchos brazos de río y en el segundo día fui a pasear de canoa con Ana y Amanda. Llegamos a una pequeña playa y ellas se pusieron trajes de baño. Fue interesante, porque ellas cuidaban mucho su vestimenta, pero en la playa se ponían biquinis sin problema. Estuvimos allá un buen rato. Yo había llevado mi cámara y nos sacábamos fotos. Lo que sí, yo estaba bien directo y trataba de quedar con una o con la otra, y al final les dije que quería estar con las dos. Ellas no me tomaban a serio y me frenaban. Pero yo las conocía bien y sabía que podía lograr.
Tanto insistí que logré y la primera a quien besé fue a Amanda. Me dejó tocarle el culo, pero cuándo traté de mamar sus tetas ella no permitió, le cortaba que su hermana estuviera cerca. Luego de un rato jugando yo logré besarme con Ana y seguí insistiendo pero aquella tarde no pasó de eso porque llegó el resto de la familia. Me sorprendió ver a doña Rosa en traje de baño delante de mí y de su esposo, e incluso me pidió que le sacase foto.
Dona Rosa y sus hijas 2

Desde que habíamos empezado a follar, doña Rosa había cambiado de look. Se había cortado el pelo y teñido de rubio.

En la quinta dormíamos en una cabaña alta, en hamacas. Solo había un cómodo cerrado dónde estaba la cocina y servía de cuarto con colchones en el piso. En ese cómodo, dormía Aline con su amiga, la otra invitada. Yo dormía afuera con el resto de la familia a la derecha de doña Rosa. Su esposo dormía a la izquierda de ella y roncaba increíblemente fuerte, yo no podía dormir bien.
En la segunda noche sentí la mano de doña Rosa en mi entrepierna. Ella era así, se ponía caliente y empezaba a hacer locuras. Normalmente era una mujer muy correcta y estricta, pero cuando se calentaba hasta a mi me daba miedo de que sucediera alguna mierda. 
Pues allí al lado de su esposo ella empezó a masturbarme y al principio me daba más miedo que morbo, aunque con el tiempo yo empecé a disfrutar y cuando tocó venirme yo me paré y ella se acomodó para ponerlo en su boca. Fue tanta leche, por toda la calentura con sus hijas, que ella se sorprendió, pero tragó todo. 
Volvimos a echarnos y me dormí pesado., pero ella volvió a despertarme antes del amanecer, y con señas me indicó que la siguiera hasta la esquina de la cabaña. Me pareció demasiado. Era mucha locura. Se subió la falda larga y se puso de espaldas. apoyada en el balcón. Yo traté de decirle que era muy peligroso, pues su esposo roncaba a pocos pasos de dónde estábamos. Pero ella estaba loca y me dijo que me dejaría hacerle la cola. 
Con esa oferta yo no pude resistir y la penetré sin sacarle el calzón. La cogí primero por la vagina, al pelo, sin saliva. Ella estaba mojadísima y para variar, fue muy ruidosa, se tapó la boca mientras jadeaba y yo taladraba lo más rápido posible para terminar pronto. 
Ella se vino en un ratito y solita se abrió la cola para que yo la meta. Yo amaba aquél culo. Mi verga entraba fácil, solo con la lubricación de la vagina y yo podía cogerla bien duro y hasta al fundo, lo único es que no le gustaba que tardaste demasiado, porque le daban ganas de ir al baño. Entonces me vine muy rápido y cuando terminé ella se subió el calzón y volvió a su hamaca toda lechada, porque arriba no había baño. 

El tercer día yo tuve más suerte con las hijas. Fuimos a caminar por el lugar después del almuerzo. Ellas se pusieron vestidos y querían fotos. Al principio nos acompañó Aline con su amiga, pero luego nos dejaron y yo volví a insistir con las chicas. 
anal

Primero logré besarme con Ana y luego con Amanda. Logré calentarlas hasta al punto de que ya no resistían, y entre besos y caricias con una y otra, logré mamar a Amanda y aunque Ana no me dejó hacer lo mismo, la toqueteé toda. 
Había cumplicidad entre nosotros y cuándo yo estaba con una la otra vigilaba. Nos cuidábamos sobretodo de Aline, que era chismosa y ya empezaba a sospechar que hacíamos algo. 
En la tardecita volvimos a pasear y estuve a solas con Ana. Nos besamos muy calientes y logré chuparle los senos. Toqué su coño y la masturbé, y la cosa pasó a más, hasta el punto que la penetré. Amanda estaba vigilando pero nos pilló en pleno acto sexual y se quedó sorprendida. Mientras ella nos regañaba yo le taladraba a la flaquita y le dije a Amanda que después le tocaba a ella y así fue. Ni bien terminé con Ana me fui con Amanda, quién pronto tiró la toalla y fue cogida de espalda contra un árbol.

El cuarto día no pudimos hacer mucho, porque estuve ayudando a su papá a arreglar cosas de la quinta. Doña Rosa también andaba tan cansada que durmió como piedra y no me buscó. Hasta que en la tarde del sábado yo me fui con las chicas hacia otra parte del río, donde había una pequeña represa. Fui allí que entre besos y toqueteos yo logré que las dos me chupasen. No fue fácil convencerlas y perdimos mucho tiempo, pero logré y disfruté bastante. Cuando me estaba viniendo junté los rostros de ambas y les hice un facial pasando mi verga por sus bocas y cachetes. Les dió asquito, pero yo me quedé muy contento viéndolas lavarse el rostro en el río. En eso estaba cuando noté que algo se movía entre unos árboles. No les dije nada, y resulta que la amiga de Aline nos estuvo espiando y obviamente se lo dijo a ella, quien para variar le contó a doña Rosa. Más bien no le dijo a su papá. 
Doña Rosa nos trató a los tres, juntos. Las chicas se quedaron avergonzadas. En la noche ella me llamó a un costado para tratarme. Oye, en serio estabas cogiendo a mis hijas, cabron? Estabas con las dos al mismo tiempo? Yo traté de restarle importancia, que solo había sido una mamada, pero ella en serio estaba molesta. Y es que ya me tenía celos. Yo no podía creer.
A la hora de dormir, puse mi hamaca en la otra punta, lejos de todos. El padre creía que era por sus ronquidos, pero no, yo solo quise alejarme un poco, porque todas las mujeres estaban raras conmigo. 
Pero para mi sorpresa, doña Rosa vino a buscarme en la madrugada. Me dió una mamada monumental que dejó mi short todo mojado de baba. Yo agarraba sus cabellos con fuerza haciéndola ir y venir, metiendo hasta el fondo de su garganta. Pero antes de que me venga, ella me dijo que me pare y se puso de espaldas contra la pared con una pierna en el aire. Yo le di de frente, muy duro, la cabaña se movía y teníamos que parar. Yo podía chuparle las tetas y el cuello. Fue una joda brutal, a pocos pasos de su esposo, pero no le hice la cola. Fue la despedida de las vacaciones. A la mañana siguiente fuimos a la iglesia que quedaba en el pueblito y de ahí nos fuimos a la ciudad. 

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