De paseo en Mar del Plata una noche fui a conocer la nueva sucursal, cerca del puerto, de una conocida cervecería . Recién cuando estaba tomando mi cerveza pude ver a la cajera. ¡Qué mujer hermosa! Alta, pelo enrulado (en ese momento recojido), ojos marrones claros y mucha simpatía. Tenía una sonrisa que se encendía cada vez que hablaba e iluminaba en flashes el local casi todo el tiempo.
Me acerqué a hablarle con alguna excusa tonta, me enteré que se llama Rocío y que tiene 28 años. Charlamos unos minutos pero luego se ocupó con actividades del cierre del día (ya era la una de la mañana) así que me fui.
Al día siguiente, que sería mi última noche en Mardel, volví a ir, esta vez un poco más temprano. Entré al bar y en vez de buscar una mesa fui directo a la barra, para estar cerca de la cajera. Ella no estaba en ese momento, y al los minutos vino otra chica a la caja. La nueva cajera era petisa, de pelo lacio, delgada y culona. Nos pusimos a charlar y yo no sabía como consultarle por Rocío (tenía la esperanza de que Laura la estuviera cubriendo por un rato y que pronto vendría). La nueva cajera me dijo que Rocío había salido de vacaciones y que volvería recién en dos semanas.
Asi que me quedé charlando con Laura. Y, quizá queriendo, quizá no, la charla se fue poniendo picante. Empecé diciéndole que la noche estaba hermosa para pasarla bien, y ella me dijo que todas las noches son para pasarla bien. Le pregunté si venían muchos turistas y me dijo que en temporada, sí. Y le aposté a que seguramente la pasó bien con algún turista. Me dijo que ella estaba de novia y que estaba conviviendo. Le recalqué que no negó lo que le dije. Se sonrió y me dijo que sí, que siempre pasan cosas. ¡Qué bueno! –le dije- ¡por que yo soy turista! Sonrió nuevamente y seguimos charlando, ahora sobre gustos sexuales y sobre si le daba más morbo estar con alguien estando ella en pareja. Me dijo que su novio se lo merece.
Seguimos hablando de sexo y la charla se tornó personal, sobre qué cosas le gustan a ella, y qué cosas me gustaría a mi hacerle. Cuando venía una camarera a la caja cambiabamos de tema o nos quedábamos callados.
Nuevamente, llegó el horario de cierre del bar. Se fueron las dos camareras, se fue el cocinero y solo quedaba el mozo de barra. Me dijo que yo me tenía que ir, que no podía irse el mozo de barra y que yo siguiera ahi. Le dije que la esperaba en el auto para ir al departamento que yo estaba alquilando, pero me dijo que no, que su novio la estaba esperando. Le propuse que hiciéramos algo en el bar, pero me dijo que no porque había cámaras. Le insistí en que la esperaría, que tenía muchas ganas de hacerla gozar, y que esa noche iba a ser mi última noche en Mardel. Finalmente, me dijo que vaya al auto y que esperara a que se fuera el mozo. Que ella se ocuparía de apagar las cámaras de seguridad y me avisaría cuando podría ingresar nuevamente.
El auto estaba a metros de la entrada del bar. A los minutos vi salir al mozo. Me quedé esperando. Pasaba el tiempo y Laura no salía. Ya estaba pensando en que me había descartado, que no saldría o que habría salido por otro lugar y quizá yo podría quedarme toda la noche ahi. Estaba a punto de irme cuando la vi sacar la mano de atrás de las rejas y llamarme.
Entré al bar, que ya tenía las persianas bajas y estaba todo a oscuras, y ahi nomás la abracé y empecé a besarla y a tocarla. Ya habíamos fantaseado lo suficiente en la charla previa como para entender que los dos deseábamos la acción. Pero enseguida se separó de mi y me dijo que ahi no, que nos podrían ver desde afuera por entre las rejas, que vayamos a la cocina.
Ya dentro, la apoyé contra una heladera enorme, de espaldas hacia mi, y empecé a besarle el cuello mientras tocaba sus tetas y su cola. Le quité la remera y desde atrás fue muy fácil desabrocharle el corpiño. Masajeaba sus tetas con ambas manos mientras le besaba la espalda. A ella le gustaba, y de a ratos apoyaba sus manos en la heladera, y de a ratos me tomaba a mi acercándome más a su cuerpo. Luego fui, poco a poco, bajándo el jean que llevaba puesto. ¡Me encantó ver su cola paradita! La di vuelta, yo me puse medio de perfil y me ocupé de su cola y de explorar su conchita al mismo tiempo, mientras seguía besándole el cuello, algo que, descubrí, le encantaba.
Recién entonces fue que ella empezó a acariciarme: la espalda primero, el pecho después, las piernas y por último mi entrepierna, que a esa altura estaba a punto de romper el pantalón. Enseguida ella liberó mi pija y la empezó a paejar mientras yo seguía jugando con su cola y con su conchita, ya sin la tanga, que había caído al piso al lado del jean. Los dedos de mi mano izquierda jugaban con su clitoris y entraban en su conchita, mientra los de mi mano derecha daban vueltas sobre su colita y, ayudados por los jugo de adelante, iban preparando toda la zona.
Se separó de mi, se agachó y me empezó a chupar la pija. Con mucha tranquilidad al principio, besándo y cubriendo de saliva lentamente cada parte de los huevos, la pija y el glande. Luego, cuando ya la comió toda, aumentó el ritmo y literalmente, me cojió con su boca. Mientras, me acomodé para seguir jugando, ahora con una mano solamente, con sus agujeritos, cada vez más mojados.
La hice levantar y quedamos frente a frente. Me agaché para buscar un forro en mi pantalón y volví a besar sus labios y su cuello, al tiempo que levanté una de sus piernas para favorecer el contacto entre mi pija, toda mojada por su saliva, y su concha, toda mojada por sus flujos. Estuvimos generando ese roce suave, resbaladizo y húmedo hasta que, luego de que tuve que flexionar un poco las piernas, mi pija encontró su conchita y empezó a entrar de a poco. La posición era un poco incómoda, asi que la giré y la apoyé en una mesa que estaba detrás nuestro. Le levanté ambas piernas y ahi si la pude penetrar de forma completa y moverme a diferentes ritmos y profundidades. Salía y entraba con total facilidad, parecía como si ya nuestros cuerpos se conocieran hacía mucho tiempo. Al rato, terminé acostado sobre ella en la mesa, que ya parecía una cama, dándole con fuerza y ganas.
Luego, me retiré y el plato principal seguía en la mesa, muy tentador. Así que me acerqué a su entrepierna y empecé a disfrutar de ese manjar. Chupé sus labios primero, el agujerito, aún tibio, y por ultimo fui rozando con los labios y con la lengua, su clítoris. A los pocos minutos estaba gimiendo de placer. Entonces, como si fuera pollo, empecé comer también con las manos. Dos dedos hurgaban su conchita y uno su cola, mientras la lengua saboreaba como un helado su clítoris. Cuando estuvo por acabar, fueron dos los dedos que entraron en su cola: cuatro dedos bailaban en su interior al tiempo que mi lengua le provocó un temblor en todo el cuerpo, los ojos en blanco y una serie de gemidos intermitentes, que pude ir controlando con los movimientos de mi boca, haciendolos subir y bajas hasta calmarse finalmente.
La bajé, la di vuelta y apoyó su cuerpo en la mesa. Su cola se ofrecía directo hacia mi como el mejor postre. Dibujé círculos con mi pija en su culo, que ella ayudaba a abrir con las manos, ofreciéndome un espectáculo único, y fue entrando despacito, un poco luego de cada círculo, hasta que la cabeza estuvo toda dentro, y ahi nos quedamos quietos un instante. Entonce salí y la dejé apoyada. Esperé hasta que ella, empujándo su cuerpo hacia atrás, me pidiera pija. Y entré de un único movimiento. ¡Hijo de puta! Me dijo, pero no me sacó. Solo se acomodó un poco y empezó a moverse lento. Yo también empecé a moverme siguiendo su ritmo primero, pero ganándole la carrera rápidamente. En poco tiempo le estaba entrando y saliendo del orto a mucha velocidad. La sensación era exquisita, la excitación en esa cocina está a muy altas temperaturas.
Con las piernas un poco cansadas me acosté en el piso y la llamé. Le pedí que se sentara encima mío pero de espaldas. De esa manera, veía como mi pija entraba y salía de su culo al ritmo que ella elegía, y así, quizá por no ser yo quien controlara los movimientos, me fue llevando al clímax.
La hice salir, me quité el forro y ella entendió todo sin que nos dijéramos nada. Se metió mi pija en la boca y siguió con el mismo ritmo de antes, succionando y trayendo leche de los más profundo de mi cuerpo, hasta que, en una hermosa devolución de favores, hizo que mi cuerpo se arqueara, que empezara a temblar y a gemir, al tiempo que llenaba de leche su boquita.
Nos quedamos abrazados un rato en el piso. Luego, limpiamos las marcas de manos en la heladera metálica, pasamos un trapo en la mesa y en el piso, nos vestimos y nos fuimos. Ella para su casa a ver a su novio, y yo contento de haberme despedido de manera hermosa de Mar del Plata, y de disfrutar a Laura, a falta de Rocío.
Me acerqué a hablarle con alguna excusa tonta, me enteré que se llama Rocío y que tiene 28 años. Charlamos unos minutos pero luego se ocupó con actividades del cierre del día (ya era la una de la mañana) así que me fui.
Al día siguiente, que sería mi última noche en Mardel, volví a ir, esta vez un poco más temprano. Entré al bar y en vez de buscar una mesa fui directo a la barra, para estar cerca de la cajera. Ella no estaba en ese momento, y al los minutos vino otra chica a la caja. La nueva cajera era petisa, de pelo lacio, delgada y culona. Nos pusimos a charlar y yo no sabía como consultarle por Rocío (tenía la esperanza de que Laura la estuviera cubriendo por un rato y que pronto vendría). La nueva cajera me dijo que Rocío había salido de vacaciones y que volvería recién en dos semanas.
Asi que me quedé charlando con Laura. Y, quizá queriendo, quizá no, la charla se fue poniendo picante. Empecé diciéndole que la noche estaba hermosa para pasarla bien, y ella me dijo que todas las noches son para pasarla bien. Le pregunté si venían muchos turistas y me dijo que en temporada, sí. Y le aposté a que seguramente la pasó bien con algún turista. Me dijo que ella estaba de novia y que estaba conviviendo. Le recalqué que no negó lo que le dije. Se sonrió y me dijo que sí, que siempre pasan cosas. ¡Qué bueno! –le dije- ¡por que yo soy turista! Sonrió nuevamente y seguimos charlando, ahora sobre gustos sexuales y sobre si le daba más morbo estar con alguien estando ella en pareja. Me dijo que su novio se lo merece.
Seguimos hablando de sexo y la charla se tornó personal, sobre qué cosas le gustan a ella, y qué cosas me gustaría a mi hacerle. Cuando venía una camarera a la caja cambiabamos de tema o nos quedábamos callados.
Nuevamente, llegó el horario de cierre del bar. Se fueron las dos camareras, se fue el cocinero y solo quedaba el mozo de barra. Me dijo que yo me tenía que ir, que no podía irse el mozo de barra y que yo siguiera ahi. Le dije que la esperaba en el auto para ir al departamento que yo estaba alquilando, pero me dijo que no, que su novio la estaba esperando. Le propuse que hiciéramos algo en el bar, pero me dijo que no porque había cámaras. Le insistí en que la esperaría, que tenía muchas ganas de hacerla gozar, y que esa noche iba a ser mi última noche en Mardel. Finalmente, me dijo que vaya al auto y que esperara a que se fuera el mozo. Que ella se ocuparía de apagar las cámaras de seguridad y me avisaría cuando podría ingresar nuevamente.
El auto estaba a metros de la entrada del bar. A los minutos vi salir al mozo. Me quedé esperando. Pasaba el tiempo y Laura no salía. Ya estaba pensando en que me había descartado, que no saldría o que habría salido por otro lugar y quizá yo podría quedarme toda la noche ahi. Estaba a punto de irme cuando la vi sacar la mano de atrás de las rejas y llamarme.
Entré al bar, que ya tenía las persianas bajas y estaba todo a oscuras, y ahi nomás la abracé y empecé a besarla y a tocarla. Ya habíamos fantaseado lo suficiente en la charla previa como para entender que los dos deseábamos la acción. Pero enseguida se separó de mi y me dijo que ahi no, que nos podrían ver desde afuera por entre las rejas, que vayamos a la cocina.
Ya dentro, la apoyé contra una heladera enorme, de espaldas hacia mi, y empecé a besarle el cuello mientras tocaba sus tetas y su cola. Le quité la remera y desde atrás fue muy fácil desabrocharle el corpiño. Masajeaba sus tetas con ambas manos mientras le besaba la espalda. A ella le gustaba, y de a ratos apoyaba sus manos en la heladera, y de a ratos me tomaba a mi acercándome más a su cuerpo. Luego fui, poco a poco, bajándo el jean que llevaba puesto. ¡Me encantó ver su cola paradita! La di vuelta, yo me puse medio de perfil y me ocupé de su cola y de explorar su conchita al mismo tiempo, mientras seguía besándole el cuello, algo que, descubrí, le encantaba.
Recién entonces fue que ella empezó a acariciarme: la espalda primero, el pecho después, las piernas y por último mi entrepierna, que a esa altura estaba a punto de romper el pantalón. Enseguida ella liberó mi pija y la empezó a paejar mientras yo seguía jugando con su cola y con su conchita, ya sin la tanga, que había caído al piso al lado del jean. Los dedos de mi mano izquierda jugaban con su clitoris y entraban en su conchita, mientra los de mi mano derecha daban vueltas sobre su colita y, ayudados por los jugo de adelante, iban preparando toda la zona.
Se separó de mi, se agachó y me empezó a chupar la pija. Con mucha tranquilidad al principio, besándo y cubriendo de saliva lentamente cada parte de los huevos, la pija y el glande. Luego, cuando ya la comió toda, aumentó el ritmo y literalmente, me cojió con su boca. Mientras, me acomodé para seguir jugando, ahora con una mano solamente, con sus agujeritos, cada vez más mojados.
La hice levantar y quedamos frente a frente. Me agaché para buscar un forro en mi pantalón y volví a besar sus labios y su cuello, al tiempo que levanté una de sus piernas para favorecer el contacto entre mi pija, toda mojada por su saliva, y su concha, toda mojada por sus flujos. Estuvimos generando ese roce suave, resbaladizo y húmedo hasta que, luego de que tuve que flexionar un poco las piernas, mi pija encontró su conchita y empezó a entrar de a poco. La posición era un poco incómoda, asi que la giré y la apoyé en una mesa que estaba detrás nuestro. Le levanté ambas piernas y ahi si la pude penetrar de forma completa y moverme a diferentes ritmos y profundidades. Salía y entraba con total facilidad, parecía como si ya nuestros cuerpos se conocieran hacía mucho tiempo. Al rato, terminé acostado sobre ella en la mesa, que ya parecía una cama, dándole con fuerza y ganas.
Luego, me retiré y el plato principal seguía en la mesa, muy tentador. Así que me acerqué a su entrepierna y empecé a disfrutar de ese manjar. Chupé sus labios primero, el agujerito, aún tibio, y por ultimo fui rozando con los labios y con la lengua, su clítoris. A los pocos minutos estaba gimiendo de placer. Entonces, como si fuera pollo, empecé comer también con las manos. Dos dedos hurgaban su conchita y uno su cola, mientras la lengua saboreaba como un helado su clítoris. Cuando estuvo por acabar, fueron dos los dedos que entraron en su cola: cuatro dedos bailaban en su interior al tiempo que mi lengua le provocó un temblor en todo el cuerpo, los ojos en blanco y una serie de gemidos intermitentes, que pude ir controlando con los movimientos de mi boca, haciendolos subir y bajas hasta calmarse finalmente.
La bajé, la di vuelta y apoyó su cuerpo en la mesa. Su cola se ofrecía directo hacia mi como el mejor postre. Dibujé círculos con mi pija en su culo, que ella ayudaba a abrir con las manos, ofreciéndome un espectáculo único, y fue entrando despacito, un poco luego de cada círculo, hasta que la cabeza estuvo toda dentro, y ahi nos quedamos quietos un instante. Entonce salí y la dejé apoyada. Esperé hasta que ella, empujándo su cuerpo hacia atrás, me pidiera pija. Y entré de un único movimiento. ¡Hijo de puta! Me dijo, pero no me sacó. Solo se acomodó un poco y empezó a moverse lento. Yo también empecé a moverme siguiendo su ritmo primero, pero ganándole la carrera rápidamente. En poco tiempo le estaba entrando y saliendo del orto a mucha velocidad. La sensación era exquisita, la excitación en esa cocina está a muy altas temperaturas.
Con las piernas un poco cansadas me acosté en el piso y la llamé. Le pedí que se sentara encima mío pero de espaldas. De esa manera, veía como mi pija entraba y salía de su culo al ritmo que ella elegía, y así, quizá por no ser yo quien controlara los movimientos, me fue llevando al clímax.
La hice salir, me quité el forro y ella entendió todo sin que nos dijéramos nada. Se metió mi pija en la boca y siguió con el mismo ritmo de antes, succionando y trayendo leche de los más profundo de mi cuerpo, hasta que, en una hermosa devolución de favores, hizo que mi cuerpo se arqueara, que empezara a temblar y a gemir, al tiempo que llenaba de leche su boquita.
Nos quedamos abrazados un rato en el piso. Luego, limpiamos las marcas de manos en la heladera metálica, pasamos un trapo en la mesa y en el piso, nos vestimos y nos fuimos. Ella para su casa a ver a su novio, y yo contento de haberme despedido de manera hermosa de Mar del Plata, y de disfrutar a Laura, a falta de Rocío.
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