Parte 1: https://m.poringa.net/posts/relatos/5534279/Pau-hara-lo-que-sea-por-un-mejor-puesto-Parte-1.html
La visión de Pau en esa posición, su culo en pompa y sus ojos suplicantes, fue más de lo que podía resistir. Me acerqué a ella, acariciando su piel suave y tersa. Tomé su tanguita blanca y la hice a un lado, antes de penetrarla con fuerza y pasión. Los gemidos de Pau llenaron la habitación, mezclándose con los míos en un palpitar de deseo desenfrenado.
Cada embestida era más intensa que la anterior, cada roce de piel desataba olas de placer que nos envolvían en una espiral de pasión ardiente. Pau estaba entregada a mí, su cuerpo vibrando con el éxtasis mientras nos fusionábamos en un baile de placer sin fin.
"Más fuerte", me suplicó entre gemidos. "Dame más duro papi"
No pude resistir la demanda de Pau y aumenté el ritmo y la intensidad de mis embestidas. Nuestros cuerpos se fundían en un baile de pasión y deseo, una danza frenética que nos llevaba cada vez más cerca del éxtasis. Pau se retorcía bajo mis embestidas, su cuerpo arqueándose hacia mí en busca de más placer.
Sus uñas se clavaron en el escritorio mientras yo la cogía con más fuerza, haciendo que sus gemidos se convirtieran en gritos de éxtasis. Pau pedía más, pedía ser nalgueada, y yo no podía negarle ese placer. Mis manos cayeron sobre sus nalgas, golpeándolas con fuerza y ritmo, haciendo que sus gemidos se intensificaran y su placer se incrementara. Nalgueaba su culo con fiereza, marcándola con cada golpe y sintiendo cómo su piel se enrojecía bajo mis manos.
Era un espectáculo delicioso verla entregada así, con su cuerpo temblando de placer bajo mis caricias y embestidas salvajes. La cogía con pasión y lujuria, sintiendo cada centímetro de su interior apretado y ardiente envolviendo mi verga, llevándome al borde de la locura.
"¡Sí, sí... así, sí! ¡Cógeme como la putita que soy!", gritó Pau, su voz llena de deseo y lujuria. Sus palabras encendieron aún más mi pasión, haciéndome embestirla con una intensidad salvaje y desenfrenada. El sudor cubría nuestros cuerpos, el sonido de nuestros cuerpos chocando resonaba en la habitación mientras nos entregábamos al deseo y la lujuria sin límites.
Pero en un momento, Pau detuvo nuestras embestidas, separándose de mí y girándose para mirarme directamente a los ojos. Su mirada estaba llena de deseo y determinación, y su sonrisa era pícara y seductora.
"Ahora me toca a mí", dijo con voz suave pero firme, antes de empujarme suavemente hasta que quedé sentado en una silla frente a ella.
Mis ojos se abrieron sorprendidos por su acción, pero mi sorpresa se convirtió rápidamente en deseo al verla acercarse a mí con una mirada llena de lujuria en sus ojos. Se montó sobre mí de espaldas, guiando mi verga hacia su interior con habilidad.
Pau se movía con agilidad sobre mí, llevando el control de la situación. Sus caderas se movían de manera experta, haciendo que mi excitación se disparara aún más. Cada gemido que escapaba de sus labios era como música para mis oídos. La sensación de su piel contra la mía, el aroma de su perfume embriagador, todo contribuía a mi delirio de placer.
Mis manos se aferraron a sus caderas, sintiendo el vaivén de sus movimientos mientras me cabalgaba con destreza y pasión. Pau estaba en su elemento, disfrutando del poder que tenía sobre mí en ese momento
“¡Oh Dios, sí! ¡Dame más, más... no pares!" gritaba ella, sus palabras perdidas entre gemidos y susurros de placer.
La silla en la que estaba sentado crujía con el ritmo de nuestros movimientos, pero en ese momento no había lugar para preocupaciones. Solo existía el aquí y el ahora, el roce de nuestras pieles, el sonido de nuestros gemidos y el frenesí de nuestras embestidas.
Pau se inclinó hacia adelante, ofreciéndome su espalda arqueada y su culo exquisito, que en conjunto con su cinturita delgada se veía aún más grande y apetitoso. Sus manos se aferraron al borde de la silla, su cabello caía en cascada por su espalda mientras sus caderas se movían en perfecta sincronía con las mías.
La visión de su cuerpo entregado a mí, de su culito apuntando hacia mí en una invitación tentadora, me impulsó a seguir adelante, a darle todo el placer que podía ofrecerle. Y cuando finalmente llegó el momento, cuando ya no pude contenerme más, le avisé a Pau que iba a correrme. Ella sonrió de manera juguetona, diciendo que podía hacerlo donde quisiera.
"Quiero correrme en tus tetas", le dije con voz ronca y cargada de deseo. Pau asintió y se arrodilló frente a mí, sus pechos perfectos apuntando hacia mí de manera tentadora. Me masturbé frente a ella con rapidez, sintiendo cómo el calor de mi excitación crecía hasta que finalmente dejé salir una enorme carga de leche que bañó sus tetas completamente. Pau sonreía satisfecha mientras se limpiaba con su mano, recogiendo cada gota de mi semen en sus dedos y llevándoselos a la boca para saborearlo.
Pau y yo nos limpiamos y nos miramos con complicidad. Nos vestimos lentamente, mientras yo no dejaba de pensar en que ella había resultado ser tan puta como todos decían en la oficina. Salimos juntos de la oficina y caminamos por la calle, y antes de despedirnos Pau me susurró algo al oído que inmediatamente me volvió a dejar duro como piedra:
“Parece que de verdad te encanta mi culo. Si vienes mañana a mi casa, me lo puedes romper"
Continuará...
La visión de Pau en esa posición, su culo en pompa y sus ojos suplicantes, fue más de lo que podía resistir. Me acerqué a ella, acariciando su piel suave y tersa. Tomé su tanguita blanca y la hice a un lado, antes de penetrarla con fuerza y pasión. Los gemidos de Pau llenaron la habitación, mezclándose con los míos en un palpitar de deseo desenfrenado.
Cada embestida era más intensa que la anterior, cada roce de piel desataba olas de placer que nos envolvían en una espiral de pasión ardiente. Pau estaba entregada a mí, su cuerpo vibrando con el éxtasis mientras nos fusionábamos en un baile de placer sin fin.
"Más fuerte", me suplicó entre gemidos. "Dame más duro papi"
No pude resistir la demanda de Pau y aumenté el ritmo y la intensidad de mis embestidas. Nuestros cuerpos se fundían en un baile de pasión y deseo, una danza frenética que nos llevaba cada vez más cerca del éxtasis. Pau se retorcía bajo mis embestidas, su cuerpo arqueándose hacia mí en busca de más placer.
Sus uñas se clavaron en el escritorio mientras yo la cogía con más fuerza, haciendo que sus gemidos se convirtieran en gritos de éxtasis. Pau pedía más, pedía ser nalgueada, y yo no podía negarle ese placer. Mis manos cayeron sobre sus nalgas, golpeándolas con fuerza y ritmo, haciendo que sus gemidos se intensificaran y su placer se incrementara. Nalgueaba su culo con fiereza, marcándola con cada golpe y sintiendo cómo su piel se enrojecía bajo mis manos.
Era un espectáculo delicioso verla entregada así, con su cuerpo temblando de placer bajo mis caricias y embestidas salvajes. La cogía con pasión y lujuria, sintiendo cada centímetro de su interior apretado y ardiente envolviendo mi verga, llevándome al borde de la locura.
"¡Sí, sí... así, sí! ¡Cógeme como la putita que soy!", gritó Pau, su voz llena de deseo y lujuria. Sus palabras encendieron aún más mi pasión, haciéndome embestirla con una intensidad salvaje y desenfrenada. El sudor cubría nuestros cuerpos, el sonido de nuestros cuerpos chocando resonaba en la habitación mientras nos entregábamos al deseo y la lujuria sin límites.
Pero en un momento, Pau detuvo nuestras embestidas, separándose de mí y girándose para mirarme directamente a los ojos. Su mirada estaba llena de deseo y determinación, y su sonrisa era pícara y seductora.
"Ahora me toca a mí", dijo con voz suave pero firme, antes de empujarme suavemente hasta que quedé sentado en una silla frente a ella.
Mis ojos se abrieron sorprendidos por su acción, pero mi sorpresa se convirtió rápidamente en deseo al verla acercarse a mí con una mirada llena de lujuria en sus ojos. Se montó sobre mí de espaldas, guiando mi verga hacia su interior con habilidad.
Pau se movía con agilidad sobre mí, llevando el control de la situación. Sus caderas se movían de manera experta, haciendo que mi excitación se disparara aún más. Cada gemido que escapaba de sus labios era como música para mis oídos. La sensación de su piel contra la mía, el aroma de su perfume embriagador, todo contribuía a mi delirio de placer.
Mis manos se aferraron a sus caderas, sintiendo el vaivén de sus movimientos mientras me cabalgaba con destreza y pasión. Pau estaba en su elemento, disfrutando del poder que tenía sobre mí en ese momento
“¡Oh Dios, sí! ¡Dame más, más... no pares!" gritaba ella, sus palabras perdidas entre gemidos y susurros de placer.
La silla en la que estaba sentado crujía con el ritmo de nuestros movimientos, pero en ese momento no había lugar para preocupaciones. Solo existía el aquí y el ahora, el roce de nuestras pieles, el sonido de nuestros gemidos y el frenesí de nuestras embestidas.
Pau se inclinó hacia adelante, ofreciéndome su espalda arqueada y su culo exquisito, que en conjunto con su cinturita delgada se veía aún más grande y apetitoso. Sus manos se aferraron al borde de la silla, su cabello caía en cascada por su espalda mientras sus caderas se movían en perfecta sincronía con las mías.
La visión de su cuerpo entregado a mí, de su culito apuntando hacia mí en una invitación tentadora, me impulsó a seguir adelante, a darle todo el placer que podía ofrecerle. Y cuando finalmente llegó el momento, cuando ya no pude contenerme más, le avisé a Pau que iba a correrme. Ella sonrió de manera juguetona, diciendo que podía hacerlo donde quisiera.
"Quiero correrme en tus tetas", le dije con voz ronca y cargada de deseo. Pau asintió y se arrodilló frente a mí, sus pechos perfectos apuntando hacia mí de manera tentadora. Me masturbé frente a ella con rapidez, sintiendo cómo el calor de mi excitación crecía hasta que finalmente dejé salir una enorme carga de leche que bañó sus tetas completamente. Pau sonreía satisfecha mientras se limpiaba con su mano, recogiendo cada gota de mi semen en sus dedos y llevándoselos a la boca para saborearlo.
Pau y yo nos limpiamos y nos miramos con complicidad. Nos vestimos lentamente, mientras yo no dejaba de pensar en que ella había resultado ser tan puta como todos decían en la oficina. Salimos juntos de la oficina y caminamos por la calle, y antes de despedirnos Pau me susurró algo al oído que inmediatamente me volvió a dejar duro como piedra:
“Parece que de verdad te encanta mi culo. Si vienes mañana a mi casa, me lo puedes romper"
Continuará...
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