Vivían a la vuelta de mi casa. Era una familia compuesta por una mamá y sus tres hijas, además del padre que era camionero, muy buena gente conmigo.
Ana
La menor de las tres hermanas era una chica bien flaquita, de piel muy morena como toda su familia. Empezamos a besarnos escondidos, en las idas y venidas de la escuela y un día la llevé a mi casa, donde le chupé los senos por primera vez. A los pocos días ella volvió a visitarme y en mi cuarto la besé todita y le pedí que me la chupe. Con vergüenza ella accedió y me dejó venir en su boca. Cuándo volvió del baño donde fue a escupir yo la chupé con paciencia y ella se dejó follar, fue su primera vez.
Por miedo ella terminó contando a su hermana Amanda lo que había pasado, y Amanda le dijo a Aline, la mayor de ellas, y fue Aline quién le dijo a su mamá.
Doña Rosa se quejó con mi abuela, quien me puso de castigo.
Amanda
Pasados unos meses empecé a quedar con Amanda, la hermana del medio, que tenía un año más que yo. Ella estaba aprendiendo teclado y yo la ayudaba. Nos besábamos durante las clases, con la protección de Ana. Una vez fuimos los tres al cine. Ana se sentó más adelante y Amanda atrás conmigo. Empezamos a besarnos y a toquetearnos. Después de mucho magreo logré hacerla chupar. Fue su primera mamada, y no le gustó que haya venido en su boca, tuvo que salir volando de la sesión con el semen en la boca.
Ana siempre nos cubría, pero después de unos encuentros escondidos, su hermana Aline nos descubrió y volvió a chismear a su madre. Doña Rosa nos trató, pero yo le dije que quería formalizar con su hija y ella nos dejó ser cortejos, desde que yo solo la viera en su casa y siempre vigilados.
Amanda era muy parecida a su hermana menor, pero tenía más cuerpo, y de carácter era más miedosa. Aguantamos un par de meses, pero apenas podíamos besarnos y yo le terminé. Luego de unos días ella me llamó a su casa para que yo le enseñase una canción de su iglesia. La cosa se puso caliente. Le chupé las tetas como siempre y el coño por primera vez. Logré convencerla a follar, y para mi sorpresa al momento de penetrarla, Amanda me ofreció la cola para no perder la virginidad. Eso se hace mucho en Brasil, ya me había pasado. Fue increíble para mí, pero a ella le dolió pa mierda, nunca había hecho, solo había escuchado de una amiga que se había mantenido virgen para el matrimonio haciendo eso. Me dijo que no imaginaba que dolería tanto. Después aún supimos que su hermana Ana nos había espiado.
Luego de ese día Amanda se las arregló para ir a mi casa y volví a hacerle la cola dos veces. Me dijo que en la tercera ya no le dolió y le gustó (yo usé lubricante). Igual yo la terminé desvirgando no mucho tiempo después. Lo curioso es que la desvirgué y después igual quiso por la cola. De las tres hermanas, Amanda era la más parecida a su mamá, que perdía el quicio cuándo estaba cachonda.
Un día me vine en su coño y su menstruación se retrasó, Amanda se asustó tanto que le dijo a su mamá, incluso le contó que habíamos hecho anal. Su mamá se enojó muchísimo, sobre todo porque eran de una iglesia pentecostal muy cerrada. Se calmó un poco cuándo le bajó, pero luego nos alejó.
Se pasaron algunos meses donde nos veíamos poco. Doña Rosa nos vigilaba de cerca, aún así sucedieron un par de cositas. En el inicio del año siguiente, mi penúltimo año del colegio, yo volví a besarme con Ana, la hermana menor, cuándo la traicionó su nuevo cortejo, y casi llegamos al sexo. También volví a estar con Amanda, pero no pasamos de los besos.
Doña Rosa
Era una señora joven todavía. Tenía sobrepeso, pero con curvas, lo que sí. A veces yo la escuchaba hablar con mis tías y hacer comentarios sobre hombres. Pero cuándo me veía se ponía en modo serio. Era notorio que no iba bien con su esposo, como todo camionero él tenía otras y no cumplía bien en casa.
A mediados de abril, sucedió que ella tenía que ir en la madrugada a hacer cola para consulta médica en la santa casa, y como nuestro barrio era peligroso, mi abuela me ofreció para acompañarla a esperar el bus. Yo era jovencito, pero alto y fuerte, sabía defenderme, y solía acompañar a mis tías y abuela en lo mismo. Doña Rosa aceptó y todo fue normal un par de veces, lo interesante es que charlábamos bien, casi como amigos, incluso jugaba con lo de sus hijas, como cuando me dijo que tenía que llevarlas a un chequeo ginecológico ya que “alguien” las había dejado activas sexualmente. Y me dijo que yo debía llevarlas.
Entonces hubo una madrugada en la que llovió bastante. Estábamos solos en la parada oscura cuándo el temporal empezó y ningún bus pasaba. Hizo frío y decidimos retornar. En el camino fuimos los dos bajo el paraguas y doña Rosa se auto invitó a mi casa. Su calle era más baja y pronto se inundaba, no quería fregar sus zapatos. Cuando llegamos preguntó por mi abuela y yo le dije que se había ido a la quinta. Le preocupó estar sola conmigo y yo bromeé que no le iba a hacer nada. Chistosito, yo decía por la lengua de la gente, pero tampoco confío mucho en vos, no solo por lo de mis hijas, pues ya me dijeron que contigo “si cayó en la red, es un pez” (un dicho brasileño que significa que cojo a todo que aparezca). Nos reímos mucho y yo le dije que sí, le daba a todo.
Ella comentó que le hacía frío y yo le ofrecí otra ropa. Así fuimos a mi cuarto, pero ella solo quiso la remera, ya que por su iglesia no usaba shorts o pantalones. Yo le dije que su falda estaba toda mojada y era mejor cambiarse. ¿Y quieres que me quede como? ¿Solo de calzón? Yo bromeé qué podría ser, que no sería la primera vez que yo vería una mujer en calzón, que incluso mis tías y primas, y hasta mi abuela solían estar así en casa. Y usted es casi de la familia doña Rosa. Ella se rió de mi comentario, pero se animó, desde que fuese tapadita en mi cama y yo hiciera el té. Lo hice y cuando volví ella ya estaba echada. Tomamos el té. Faltaba para amanecer y yo le sugerí qué durmiéramos un rato. Ella aceptó, yo apagué la luz y fui a mi cama. Me metí bajo su sábana y ella me dijo: ¿Qué haces? Pues me echo a dormir. Pero no puedes dormir conmigo en la misma cama. Pero es mi cama. Pero me la prestaste. Y entramos los dos. Ay que sos un atrevido. Ella estaba con mi remera, el sostén y el calzón. Yo de short. Me dió la espalda y yo la abracé. Ella me trató, pero no le hice caso. Mi verga ya estaba bien dura. A esa altura, aún siendo un poco inocente en comparación con hoy, yo ya me había dado cuenta de que si ella había llegado hasta allí es porque quería algo, solo no quería admitirlo. Hicimos silencio durante un rato mientras la lluvia castigaba allá afuera. Ella no podía dormir. Me dijo que nunca había estado así con nadie que no fuera su esposo. En serio? ¿Nunca estuviste con otro hombre? No, pues, si el me preño muy joven. Le dije que también era joven. Lo sé, y no debería estar aquí, si tu abuela nos descubre me mata. Le dije que nadie iba a saber.
Empecé a acariciarla y a mover las caderas con mi verga en su culo. Ella se resistía y me dijo que me moderara. ¿Moderarse porque doña Rosa? Estamos solos. Aprovechemos. Le insistí y le pregunté claramente si la podía follar. Oye no digas eso, atrevido. De una vez doña Rosa, tenemos tiempo para hacerlo bien rico. ¿Qué? Acaso tendrías coraje de hacer eso a tu suegra? Usted ya no es mi suegra. Pero soy mamá de tus amigas. Ah, yo me animó doña Rosa. ¿Y por qué? Porque usted está muy rica. Que travieso. Sabía que eras así, pobre de mis hijas.
De ahí, luego empezamos a besarnos con ganas. Ella ya estaba mojada y le chupé la concha. Cogimos una primera vez en la posición del misionero, pero cuando la quise ponerla en cuatro ella se resistió. Según ella era más pecado. Yo le insistí hasta que cedió, pero me prohibió hacerle la cola, como le había hecho a Amanda. Me vacié en su concha, pero el hecho de que no quiera anal me dejó más picado y cuando mi verga volvió a reaccionar lo primero que quise fue tratar de ponerla en su culo. Ella volvió a tratarme, pero no me impedía y así empecé a culearla. Pese a su resistencia, era canchera. Su marido la culeaba seguido. Yo me di un banquete. Recuerdo que parecía una vagina, mi verga podría ir hasta el fondo, fue increíble y volví a terminar adentro. Después fuimos a bañamos juntos y hubo mucho magreo.
Doña Rosa perdía el quicio cuando estaba cachonda y pasamos por situaciones peligrosas. En una de ellas yo le hice la cola en su patio trasero, y es que era muy difícil estar a solas con ella. Otra novedad para mí es que ella se ponía más loca cuando estaba menstruada y aprendí a follarla así . En otra oportunidad contaré otra historia que tengo con ellas, de cuando íbamos a su quinta al otro lado del río.
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