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La mamá de mi novia

Viví durante un tiempo en una iglesia y salía con la hija de una de las hermanas principales. Mi novia se llamaba Anabel y su mamá Valeria. Era una señora muy estricta, morena de pelo corto, algo gordita. Debía rodar por los 50. Le gustaba mucho jugar a las cartas. 
Cerca de navidad hicieron un junte con la familia, cenamos y nos pusimos a tomar vino y luego a jugar. El novio de Katia era un tipo carismático que hacía muy buenos chistes, algunos subidos de tono, como cuando dijo que debíamos jugar por prendas de ropa y me quedé con la idea. 
A cierta hora de la noche algunos empezaron a salir, pero doña Valeria no quería parar, solía estar hasta la madrugada jugando. Mi novia se fue a descansar, pero me dijo que siguiera jugando con su madre, que así ganaría puntos con ella. La verdad es que yo me estaba divirtiendo, ganaba algunas manos, pero pronto me quedé sin plata y con doña Valeria y su amiga jugamos a tomar copas de vino como castigo hasta quedarnos bien chupados y decidirnos que ya no.
Yo les sugerí qué jugásemos por prendas, como dijo el cuñado. Solo fue una broma, pero ellas lo tomaron en serio, empezando a decidir cómo sería, pero al rato vino la hija de la amiga a llevarla. Mientras se despedían yo fui a orinar y apenas podía caminar. Retorné del baño, ya me quería ir, pero no tenía plata para el taxi y le pregunté si podría dormir en el sofá de afuera. Uh, vas a morir de frío. Juguemos una más y si ganas ya tienes para el taxi. Pero y si pierdo? Mejor juguemos por otra cosa. ¿Cómo qué? Por prendas, pues.  Sobrio yo jamás le hubiera dicho eso, la respetaba mucho y hasta la temía, pero el alcohol y la confianza dada por los chistes me dieron coraje. Doña Valeria se veía muy bien en su vestido, que se subía a medio muslo cuando se sentaba. Ella se rió y me preguntó si además de sin dinero y borracho, quería irme sin ropa. Yo le dije que iba a ganar. Para mi sorpresa ella no solo aceptó como dobló la apuesta, diciendo que el que perdiera entregaba la prenda, y que iba a donar mi pantalón para la kermes. Y qué va quitar usted? Pues mi zapato, es carísimo, si ganas ya tienes para tu mes de alquiler. Nos reímos pero yo le dije que el zapato no contaba. Tiene que ser prenda de paño. Si usted pierde se saca el calzón, lo pone en la mesa y yo lo llevo como bandera. ¿Tenemos un trato? No le gustó la idea, obvio que me pasé, pero ya no había vuelta, insistí en el asunto y ella aceptó.
Hice un poco de trampa, aprovechando que ella fue al baño y gané la mano. Ella cumplió el trato medio molesta. Me mandó dar la vuelta, se bajó el calzón y lo puso en la mesa. No era una prenda sexy, era grande, color beige, pero yo la agarré, le di vuelta como bandera y estaba tan emocionado y desinhibido que la llevé a la nariz y la olí. Para empeorar aún le dije: Oye que eso huele muy rico doña Valeria.  Esperaba una full tratada, porque ahora sí que me había pasado, pero ella solo dijo que era obvio que olía bien, que como más iba a oler. Su respuesta me animó a seguir y le dije, Si huele así de rico el calzón, como no olerá la fuente. Ahí fue cuándo ella me dijo que me controle y tuviera cuidado para no extrapolar. Me quedé helado y me quise ir, pero ella quería jugar otra mano y me dijo que no sea marica, que solo tenía que portarme bien. 
Empezamos a negociar los premios. Ella quería recuperar el calzón, que ahora estaba en el bolsillo de mi chamarra. Yo no sabía qué pedir de vuelta, ya estaba cachondo, pensando en la posibilidad de sacar algún provecho, pero trataba de controlarme para no cagarla. Ella se animaba a darme el sostén, obviamente sin mostrar los senos, pero no me parecía interesante. En un atisbo de coraje acepté devolverle el calzón si yo perdiera, pero quería oler la fuente si ganaba. Al escucharme ella volvió a decir que me había pasado, que me estaba haciendo el vivo, que además debía respetarla en su propia casa, pero yo no la escuché, le dije que no sea maricona y tras un rato de charla ella terminó aceptando el trato. 
Ahora yo tenía que ganar y me concentré. Fue una mano larga y conseguí ganar sin hacer trampa. Ella se quedó medio molesta y no quería cumplir el trato. Yo insistí. ¿Pero cómo sería? En el sofá, usted se echa. No me voy a echar, voy a estar parada es solo oler y ya. Nos fuimos al sofá de la baranda que estaba cerca de la entrada al living, así podíamos ver si venía alguien. Ella solo levantó el vestido, en la penumbra vi su vagina peluda y me agaché. Le dije que subiera su pierna en el sofá para facilitar. Lo hizo quejándose. Yo agarré sus nalgas, atrayéndola hacia mí y ya fui con los labios directo a su coño comiéndolo con ganas y metiendo mi lengua lo más adentro que podía, estaba mojado y caliente. Doña Valeria se dejó, ya no dijo nada. Al principio solo hizo silencio, pero pronto empezó a jadear. Como la posición era incómoda yo le pedí que se eche en el sofá.
Pero solo era para oler, y ya estás… Ay doña Valeria ya deje de quejarse y échese en el sofá. Ella no hizo caso y solo se agachó apoyando las manos en el brazo del sillón con una pierna en el asiento y la otra medio estirada. En esa posición yo me agaché detrás de ella para seguir comiendo su coño y mi nariz se quedó en su culo. A la mierda, yo empecé a lamerla toda, separando sus nalgas para mejorar el acceso. Le chupé el coño y el culo durante un buen rato, hasta que mi boca se cansó y decidí penetrarla. 
Agarré sus caderas y le puse de una hasta el fondo. Ella jadeaba sin cuidado y yo le di duro por unos buenos minutos, hasta que me vacié, pero continué metiendo. Cuando mi verga se puso a tope otra vez yo decidí hacerle la cola. Sabía que se iba a quejar y decidí hacerlo rápido. Saqué del coño y apunté al culo, empujé muy rápido agarrándole las caderas para que no se alejara. Ella solo atinó a preguntar que hacía y yo le dije que la estaba cogiendo, Pero por ahí no, No voy a dejarle a medias doña Valeria. Y como la posición era buena, su dilatación y la lubricación también, logré meterla sin mucho lío y solo después le pregunté si quería que la sacara. O sea, ya estás ahí digamos. Entonces yo seguí. No fui muy delicado, estaba muy excitado y medio borracho, me acuerdo que me eché sobre ella para tocarle las tetas y eso le gustó. Eran una delicia, grandes y pesadas. También jalé su cabello corto para besarle la boca, todo eso mientras le ponía hasta el tronco, y ella no se quejó.
Trás vaciarme en su culo, me paré para acomodarme. Ella me dijo que le devolviese el calzón, pero me negué. Molesta ella decía que no me iba a dejar continuar con su hija y no me dejó dormir en el sofá. Yo tuve que caminar una hora hasta mi casa, pero muy satisfecho. 

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