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Capítulo 20.
Casi Soltera.
Silvana no tenía ganas de nada. Ni siquiera salió a trotar por el parque Rivadavia. Se quedó tirada en la cama hasta que ya no aguantó más. Se levantó, completamente desnuda, y se puso a mirar televisión, como si allí pudiera encontrar algo que le quite la depresión.
Escuchó un murmullo de lejos, que fue haciéndose cada vez más fuerte. Enseguida entendió de qué se trataba, lo había escuchado muchas veces. Estaba jugando Ferro en su cancha y habían metido un gol. Estaba lo suficientemente cerca del estadio para intuir los resultados sin siquiera ver el partido. Recordó que Malik juega precisamente este equipo y fue hasta el canal de deportes.
Ferro se enfrentaba a Vélez Sarsfield. Su clásico rival. Esto le resultó extraño a Silvana, porque Vélez está en primera división y Ferro en segunda. ¿Por qué se enfrentaban?
El comentarista del partido la sacó de la duda. «Ferro está ganando este importantísimo partido de Copa Argentina por uno a cero, con este resultado se enfrentarían a…»
Silvana no entendía mucho de fútbol pero sabía que la Copa Argentina enfrenta equipos de todas las divisiones. Por alguna casualidad del destino, a Ferro le tocó cruzarse con su máximo rival.
Vio a Malik en pantalla, todo sudado y marcado por dos rivales. Estaba esperando un saque de lateral. En pantalla se anunciaba que él había sido el autor del único tanto del partido. Silvana sonrió, al menos a su vecino le estaban yendo bien las cosas. Se quedó mirando el partido porque no tenía nada mejor que hacer.
Mientras veía al senegalés corriendo de un lado a otro se preguntó si las mujeres de la tribuna fantasearían con él. ¿Sospecharían que tiene una verga descomunal? A Silvana le resultó excitante imaginar a Malik celebrando la victoria con un par de fanáticas de Ferro. Ya casi podía escuchar el rítmico traqueteo de su cama contra la pared.
«Esta noche se lo va a pasar en grande. Seguramente le va a romper el culo a un par de putitas».
Sin embargo no lo tendría tan fácil. Vélez empató el partido con un gol de contragolpe, a pocos minutos del final. Eso complicó las cosas para Ferro, pero la verdadera tragedia ocurrió cuando le cedieron a Vélez un peligroso tiro libre, en la puerta del área. Malik, por su estatura, se colocó en la barrera. Cubrió sus genitales con ambas manos y se preparó para la ejecución.
El tiro fue potente. Toda la barrera saltó y la pelota impactó en el costado derecho de la cabeza de Malik, desviándose. El arquero intentó corregir su trayectoria, pero fue demasiado tarde. La pelota se le cambió de palo y entró en el arco. El lamento de los hinchas de Ferro fue tal, que los gritos se escucharon hasta el departamento de Silvana.
«¡El Fortín lo dio vuelta a tan solo dos minutos del final!», anunció el relator. «Un clásico que quedará para la historia», remató el comentarista.
Silvana se sintió ofuscada. Si bien ella nunca se consideró hincha de Ferro, por la cercanía le tiene cariño a ese club. Además no quiere que el clásico se pierda por un gol que vino de un desvío provocado por Malik. Es algo fortuito, que le puede pasar a cualquiera, pero sabe lo idiotas que pueden ser algunos fanáticos del fútbol.
Malik no se rendiría tan fácil. Estaba determinado a ganar. Quería llevar a su equipo a la próxima instancia de la copa. Vélez presionó y Ferro empezó a buscar un espacio. Por la imprecisión de un pase, el Fortín recuperó la pelota y atacó. Silvana miró la pantalla con los nervios de punta. Por suerte la jugada no prosperó. El arquero consiguió atrapar la pelota y sacó rápido. Ferro armó la contra, el relator bramaba que Vélez había cometido un gran error al descuidar el fondo justo sobre el final. La pelota le cayó a Malik…
«¡Está habilitado, está habilitado!», gritaba el relato.
Silvana se puso de pie y vio al senegalés corriendo solo, con el arco de frente. Podía notar la desesperación en el arquero de Velez. Éste, se la jugó toda. Salió a achicar…
Silvana supo qué había ocurrido incluso antes de verlo en pantalla. El estridente murmullo llegó desde el estadio. Pero… no era un grito de gol. Era un quejido de bronca y dolor.
Apenas un segundo más tarde vio que Malik se desvió hacia la derecha, para esquivar al arquero, y desde allí pateó… con el arco solo. Completamente solo.
La pelota pasó un metro por encima del travesaño.
Silvana volvió a sentarse y se cubrió la mano con la boca. Él relator y el comentarista le anunciaban al mundo que no podían creer que el senegalés hubiera errado ese tiro tan fácil… el gol del empate. El gol que le hubiera devuelto la vida a Ferro.
El árbitro dio un pitazo, marcando el final del encuentro. En la pantalla apareció Malik en primer plano, respirando de forma agitada y todo transpirado. Tenía los ojos muy abiertos, como si él tampoco pudiera entender qué había ocurrido.
«Ferro Carril Oeste queda fuera de la copa argentina y el Fortín se lleva una victoria histórica…»
«Increíble partido. Siento pena por el senegalés. Los hinchas de Ferro ya lo están abucheando».
«No comparto esas prácticas, pero entiendo el disgusto de la hinchada… tenía el gol hecho. Solo necesitaba empujarla al arco. Darle un empujoncito, nada más…»
«Ahora mismo no quisiera estar en los botines de Malik».
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Minutos después del partido Silvana escuchó un portazo en el departamento de al lado. Supo que Malik había llegado… y de muy mal humor. Esta noche no habría festejo para el senegalés.
Silvana se puso un pequeño short negro y un top blanco que funcionaba más o menos como “corpiño deportivo”, unas cómodas zapatillas y tocó el timbre de su vecino. Tuvo que insistir cuatro veces. Creyó que Malik prefería ignorar las visitas, pero cuando le abrió la puerta, entendió todo. Lo vio completamente desnudo, con el cuerpo mojado y un toallón en una mano. Demoró en atender porque se estaba duchando. Eso significaba que su descontento fue tan grande que ni siquiera se quedó en el club después del partido. Lo imaginó caminando por la calle aún con la camiseta de Ferro puesta y los botines.
—Hola, Silvana… yo…
—No hace falta que expliques nada. Ya vi el partido en la tele.
Malik bajó la mirada. Por lo general, cuando un hombre hace eso frente a Silvana es porque le quiere mirar las tetas… o la entrepierna. Pero Malik no. Él sólo miró el suelo, apenado.
—¿Necesitás alguien con quien conversar? —Le preguntó su vecina.
—Puede ser…
—¿Querés que nos bañemos juntos? —Se atrevió a decir ella—. Pero como amigos…
—Sí, claro. Es una buena idea.
Logró sacar una sonrisa en la cara del senegalés.
Juntos entraron al departamento y mientras se dirigían hacia el baño Silvana se desnudó. Lo hizo sin sentir la menor vergüenza. Se sintió libre. Poderosa. Sus tetas se inflaron de orgullo. Podía estar completamente desnuda frente a ese hombre sin sentirse intimidada. Él la miraba sin esa chispa de lujuria con la que los hombres suelen mirarla.
Se metieron bajo el agua fresca de la ducha y ella, sin dudarlo ni un momento, tomó un jabón y comenzó a pasarlo por todo el miembro de Malik. Estaba segura de que la mayoría de las mujeres no le lavan la verga a sus amigos; pero la amistad que estaba formando con Malik está muy lejos de ser convencional.
—Si te hace sentir mejor, no sos el único que la está pasando mal. Yo me peleé con Renzo.
—¿Por qué eso me haría sentir mejor? Al contrario, ahora me siento peor.
—Oh… es que… no sé, capaz que al saber que hay otra persona pasándola mal, sentís que nos sos el único en el mundo que sufre. Quizás sea egoísta lo que te voy a decir, pero a mí me reconfortó un poco saber que no soy la única que la está pasando mal. Y no es porque quiera que vos la pases mal, eh… no me malinterpretes.
—Me cuesta entender cómo los argentinos ven el mundo. A mí me pone mal saber que vos también estás mal. ¿Por qué te peleaste con Renzo?
La verga del senegalés comenzó a ponerse dura. Él la acarició el cuerpo con sus pesadas manos enjabonadas. Trazó con ella todas las curvas de Silvana, incluyendo las tetas. No tuvo problemas al pasar por la entrepierna. Le acarició la concha haciéndola estremecer.
Silvana no quiso contarle toda la historia. Siguió enjabonándole el cuerpo (principalmente la verga) mientras le contaba que Renzo había encontrado fotos de ella con otros hombres; pero que eran anteriores a su relación. Aunque sí le aclaró que algunas de esas fotos correspondían a los primeros meses en los que estuvieron juntos. Renzo nunca escuchó la palabra “meses”. Él se fue creyendo que Silvana se dejó coger por tres tipos apenas unos pocos días después de que empezaron a salir. Pero en realidad ocurrió tres meses después. Silvana seguía sin verlo como una infidelidad, porque aún no habían formalizado su relación.
A Malik no le mencionó nada de los tres tipos que se la llevaron a la cama. Tampoco mencionó que Renzo había visto las fotos que ella y el senegalés se tomaron juntos. No quería que Malik piense que Renzo está celoso de él.
—¿Cortaron definitivamente?
—No lo sé. Simplemente se fue. No me responde las llamadas.
—Qué pena… hacen muy buena pareja.
—A mí lo que me da pena es que te sientas tan mal por haber errado un gol. Le puede pasar a cualquiera.
—No lo sé. Era un gol decisivo. Era más fácil hacerlo que errarlo. No sé lo que me pasó. Bah, sí sé… me distraje. No me concentré lo suficiente en el partido.
—¿Y qué fue lo que te provocó la distracción? —Preguntó Silvana, acariciándole la pija.
—Nada en particular. Tenía la cabeza en otra cosa. Quizás me pasó por no dormir bien.
—Claro, tantas noches de sexo desenfrenado terminan pasando factura. Pero… no quiero que te sientas así. —Silvana se puso de rodillas y colocó el enorme miembro de Malik entre sus tetas. Las apretó y comenzó a hacerle una paja turca—. Sé que los fanáticos del fútbol pueden ser un poco crueles. Hoy se van a olvidar de todos los goles que hiciste en Ferro y de todos los partidos que ganaron gracias a vos. Pero no te preocupes, con el tiempo se van a olvidar de esto.
—No creo que se olviden. Los clásicos no se olvidan.
—Sos un buen tipo, Malik. No te merecés pasarla tan mal.
Luego de decir esto, Silvana dio una buena lamida a todo el glande, seguida de un intenso chupón.
—Podría haber sido el gol más importante de mi carrera.
—Ya vas a tener otra oportunidad de demostrar lo bueno que sos.
Silvana empezó a chuparle la verga, o al menos lo intentó. Tenía experiencia mamando vergas grandes y en las últimas horas su mente no paró de repetirle la frase: “Será que las pijas grandes te calientan”. Sin embargo con la de Malik no le pasaba lo mismo. Era una sensación distinta, difícil de explicar.
—Seguramente mis compañeros de equipo estarán muy enojados conmigo —Malik hablaba como si una hermosa mujer no estuviera intentando tragar su verga.
—Estoy segura de que ellos también habrán cometido un error importante en algún partido. Todos cometemos errores.
«Como cogerte al portero justo después de una discusión con tu novio».
Silvana se puso de pie y le dio la espalda a Malik. Se movió como en un trance. No estaba pensando con claridad. Apuntó la verga del senegalés a su concha y le dijo:
—Dale, entrá… así te sacás un poco la calentura. En todo sentido.
—¿Estás segura, Silvana? ¿No le molestará a Renzo?
—Ni siquiera sé si Renzo sigue siendo mi novio. Digamos que hoy soy casi soltera.
Fue la misma Silvana la que retrocedió, provocando que la verga entrara lentamente. El agua fresca le caía de la ducha y ella apoyó las manos contra la pared contraria. Malik la tomó de la cintura y comenzó a moverse. Lo hizo con sumo cuidado, recordando que su vecina necesitaba tiempo para dilatar bien.
Silvana sintió el glande entrando y cuando una ola de placer recorrió todo su cuerpo, comenzaron las dudas. ¿Por qué estaba haciendo esto? Si ella ni siquiera se siente atraída hacia Malik. ¿Esta era la forma de “hacer las paces” con Renzo? ¿Por qué de pronto se volvió tan autodestructiva? Su cabeza era un desastre. No podía controlar sus impulsos sexuales. Se estaban volviendo mucho más fuertes que antes.
Malik, por la experiencia que tiene en el sexo, se dio cuenta de que algo no marchaba bien. Casi como si pudiera leer la mente de su vecina. Se apartó de ella y dijo:
—Te agradezco mucho el gesto, Silvana; pero sé que no estás haciendo esto porque querés disfrutar. Es más, me da la impresión de que lo hacés para castigarte.
Silvana se dio vuelta, se cruzó de brazos y miró fijamente la verga erecta. Las palabras de Malik fueron tan certeras que casi se larga a llorar. ¿Estaba usando el sexo como una forma de autoflagelación? Le parecía ridículo, pero…
—No lo estás disfrutando —dijo Malik—. Puedo notar que no hay un genuino interés en vos. Agradezco que intentes hacerme sentir mejor; pero no es necesario recurrir a esto. Si se tratase de otra mujer, no tendría problemas. Pero ya te considero mi amiga.
Ella se conmovió con estas palabras. Le dio un fuerte abrazo, apoyándole las tetas en el pecho. Sintió toda la extensión de la verga apoyada en su vientre. Fue una sensación extraña.
—Entonces se me ocurre otra cosa para que te sientas mejor… y no tiene nada que ver con el sexo.
—Me interesa. ¿Qué tenés en mente?
—Ahogar las penas en azúcar. Mucha azúcar.
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—¡Pelotudo de mierda!
—¡Negro, la concha de tu madre! ¡Volvé a Nigeria!
—¡Hasta mi vieja hubiera metido ese gol! ¡Y está en silla de ruedas!
Silvana se quedó impresionada con los gritos de los hinchas de Ferro. No creyó que fuera a cruzar tantos en un trayecto tan corto. Hasta el local de las reposteras había solo doscientos metros.
—¡Negro puto!
Ese último pasó en una moto de baja cilindrada, y por insultar a Malik estuvo a punto de chocar contra un poste de luz. Maniobró rápido y salió zigzagueando. Aceleró la motito haciendo un ruido estridente.
Con cada insulto Silvana miraba de reojo a Malik. Notó que él estaba haciendo un gran esfuerzo por mantener la calma. Lo mejor era que se mantuviera tranquilo, no solo por su bien, sino por el de los hinchas. Silvana estaba segura de que un tipo con el porte físico de Malik podría darle una fuerte paliza a cualquiera de los idiotas que lo insultó. En especial al flaquito de la moto. Y el que habló de su madre en silla de ruedas pasó peligrosamente cerca del senegalés. Por suerte Malik logró contenerse.
Entraron a la repostería y ambos sintieron un gran alivio al ver que no había clientes. Las dueñas estaban sentadas detrás del mostrador, con su natural sonrisa.
—Oh, Silvana. ¿Cómo estás? —La saludó Rocío. Parecía de buen humor—. Justo te estaba por llamar. Tengo un paquete para vos.
—¿Para mí?
—Sí, sí… hace un rato me llamó un tal Renzo. Me dijo que era tu novio… —el corazón de Silvana se encogió—. Encargó un cheesecake completo para vos. Para “hacer las paces”.
—Ah… y… ¿lo pagó? —La pregunta fue instintiva. Estaba acostumbrada a que Renzo nunca tuviera dinero.
—Sí, si… ya está todo pago. Te lo reservé, vení. Lo tengo en la heladera del depósito.
—Hola Malik —saludó Karina con una sonrisa muy simpática—. ¿Buscás algo en especial?
—Algo con mucho dulce de leche —dijo el senegalés.
Silvana acompañó a Rocío a través de la puerta que estaba detrás del mostrador. Entraron en el depósito y antes de seguir la rubia la detuvo y comenzó a bajarle la calza con ropa interior y todo. Silvana ni siquiera atinó a detenerla. La dejó hacerlo y miró divertida. De pronto Rocío se lanzó a chuparle la concha. Lo hizo con fervor y maestría. Algo digno de una mujer que lleva siendo lesbiana toda su vida.
—Ufff… ¿y esto? ¿A qué se debe?
—Son órdenes de Karina —dijo Rocío mientras metía la lengua entre los labios vaginales.
—Pensé que vos eras la que daba las órdenes.
—No es tan así. Ella me dijo: “tenés que probar la concha de Silvana, porque yo ya la probé y es muy rica”.
—Oh… es un amor. ¿Y qué tal te está pareciendo?
Sintió una descarga de placer, la rubia encontró una zona muy sensible cerca de su clítoris. Después le dio un chupón al botoncito.
—Me encanta. Sos preciosa, Silvana. Con razón a mi esposa le gustó tanto tu concha. Espero que a tu novio no le moleste.
—Por Renzo no te preocupes. Yo me encargo de eso.
A pesar de sus palabras, sintió el amargo remordimiento. Renzo tuvo un gesto muy romántico con ella, seguramente le había costado comprar todo un cheesecake. Y ella le devolvía el gesto dejándose chupar la concha por la repostera. Pero… lo estaba haciendo tan bien.
Podía escuchar como Karina entablaba una amable conversación con Malik. Debía estar distrayéndolo. Ella sabía muy bien lo que estaba ocurriendo en el depósito. Silvana no pudo evitar soltar algunos gemidos. Suplicó que ningún cliente entrara. Sabía que se podían escuchar del otro lado.
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Cuando escuchó el timbre creyó que podría tratarse de Renzo. Silvana se limitó a agradecerle el cheesecake por un mensaje de texto porque sabía que él no atendería su llamada. Sabe que él leyó el mensaje, pero no respondió. Lo mejor era darle espacio para que se tranquilice. Ella tendría que buscar una buena forma de disculparse. Se acercó a la puerta sin saber qué decir. Abrió completamente desnuda y se encontró con una cara conocida; pero no era la de Renzo.
—¡Hey! Karina ¿cómo andás? ¿Pasó algo?
—¿Qué tal estaba el cheesecake?
—Buenísimo. Aunque solo comí media porción. Tengo el estómago un poquito cerrado.
—Por la pelea con tu novio, ¿cierto?
—Así es. ¿Viniste porque creías que había un problema con el cheesecake?
La repostera no llevaba puesto su clásico delantal. Tenía una minifalda negra muy corta y un top turquesa. Era bajita y de curvas bien definidas. Sus grandes ojos no dejaban de recorrer toda la anatomía de Silvana.
—En realidad pasaba a saludarte. ¿Te molesta si entro?
—No, para nada.
Silvana entendió perfectamente cuáles eran las intenciones de Karina. No pasaron ni dos minutos hasta que estuvieron las dos en la cama, completamente desnudas, comiéndose la boca. Se metieron los dedos en la concha mutuamente. Una vez más Renzo se borró de la mente de Silvana. Ni siquiera la asaltaron sus típicas dudas sobre el sexo lésbico. Simplemente se lanzó a hacerlo. Incluso fue ella la que empezó con el sexo oral. Bajó la cabeza, la metió entre las piernas de Karina y comenzó a comerle la concha.
Se dio cuenta de que, a diferencia de lo ocurrido en la ducha con Malik, ahora sí estaba sintiendo genuina excitación. Estaba caliente como una pava y quería revolcarse en la cama con esa hermosa mujer. Karina le demostró que en realidad no es tan sumisa. La agarró fuerte de los pelos y le restregó toda la concha en la cara. Ahí fue cuando Silvana se preguntó qué le estaba ocurriendo con el sexo lésbico que de pronto le resultaba tan… atractivo.
Pero en lugar de detenerse, redobló la apuesta:
—Nos vamos a comer la concha entre las dos.
A Karina le encantó la propuesta. Formaron un 69, quedando Silvana arriba, y se lanzaron a brindarle placer a la otra. Silvana aprovechó la experiencia lésbica de Karina para ir aprendiendo algunos trucos. No era lo mismo que hacerlo con Paulina. Con ella tenía el encanto de que las dos estaban en proceso de descubrimiento. Ahora sentía que estaba cursando “sexo lésbico avanzado” con una auténtica maestra. Karina era extraordinaria. Su lengua se movía con una seguridad que no parecía propia de su forma de ser. Encontró puntos sensibles en toda la concha de Silvana y le chupó el clítoris como nunca antes alguien lo había hecho.
Después de unos minutos, cuando pusieron fin a esta peculiar pose, Karina le dijo:
—Me quedé muy caliente con vos, Silvana. Te juro que desde que te chupé la concha, no puedo dejar de pensar en vos. Te quiero coger todos los días.
—Si a tu esposa no le molesta…
—Tenemos nuestros propios códigos. Quedate tranquila.
La besó en la boca y después iniciaron una enérgica tijereta. Silvana intentó seguir el sensual meneo de caderas de su nueva amante; pero una vez más quedó demostrado que la experiencia importa. Sintió que su concha ardía por rozar tanto contra la de Karina y que en realidad era ella la que hacía casi todo el trabajo.
Después comenzaron a lamerse la una a la otra todo el sudor del cuerpo. Silvana encontró esto extrañamente embriagador. En especial cuando lamió los pezones de Karina. No pudo aguantarlo más, chupó con fuerza las dos tetas y bajó hasta la concha otra vez. Necesitaba comérsela toda.
Minutos antes Malik devoró tres grandes porciones de una torta de chocolate con mucho dulce de leche. Silvana no entendió cómo era capaz de comer algo así sin empalagarse. Ahora lo entendía. Lo hizo por pura angustia oral. Comió y comió sin parar, para olvidarse de sus problemas. A ella el cheesecake no le funcionó de la misma manera. Sin embargo, la concha de Karina estaba funcionando a la perfección. Estaba dando rienda suelta a toda su angustia oral. ¿Por qué tenía que ser a través del sexo lésbico? Eso no lo entendió ni quiso analizarlo. Se limitó a darle chupones a los labios vaginales de Karina. Se llenó la boca con sus jugos sexuales.
—Uf… sí, seguí así. Me moría de ganas de tener nuevas experiencias —dijo Karina—. A veces la vida de casada puede ser un poquito dura.
—Mmmm… si estás buscando “nuevas experiencias”, se me ocurre algo que podrías probar. ¿Querés?
—Con esta calentura, estoy dispuesta a probar lo que sea.
A Silvana le encantó que esa mujer, con apariencia tan inocente, fuera tan morbosa. Salió al balcón desnuda y cruzó al de su vecino. Vio a Malik acostado en la cama, mirando televisión. El titular del programa deportivo decía: «Malik D'abbaye dejó a Ferro fuera de la copa». A Silvana le irritó cómo los periodistas podían ser tan crueles. Malik incluso había marcado un gol.
—¡Hey, vecino! —dio golpecitos en el vidrio del ventanal—. ¡Hola! —Malik la saludó con una sonrisa. Estaba completamente desnudo—. ¿Querés venir a mi casa? Tengo que presentarte a alguien… bueno, al menos que quieras quedarte sufriendo frente al televisor.
Malik no dudó. Apagó ese aparato inmundo y salió al balcón. Silvana le dio un fuerte abrazo, apoyando la cabeza en su pecho.
—Ya pasó, amigo. No te preocupes. En unos días nadie va a hablar de esto. Y además encontré a alguien con quien podés descargarte —le guiñó un ojo—. Esa sí que está bien dispuesta. Ya la tengo desnudita y toda mojada en mi cama. ¿La querés?
Cruzaron al otro balcón y Malik vio que se trataba de una de las reposteras. Ella estaba toda despatarrada, manteniendo abierta su concha con los dedos.
—Rompeme toda con esa pija enorme.
La que más se entusiasmó con esa frase fue la propia Silvana. Le encantó ver a la dulce Karina en “modo puta”. Pensó que por su condición de lesbiana tardaría más en convencerla de acostarse con Malik; pero ahora le queda claro que es exactamente lo que vino a buscar. La usó para llegar hasta el enorme miembro del senegalés. A Silvana no le importó eso, porque, en cierta forma, ella también había usado a Karina para olvidarse de la discusión con Renzo.
Entre las dos le chuparon la verga a Malik hasta que se puso completamente dura. Karina hizo varios comentarios mostrando lo sorprendida que estaba por el tamaño. Obviamente ella fue la que más chupó. Lo hizo con calma, como si quisiera saborear cada centímetro de esa anaconda negra. Pasó la lengua por todo el largo y luego intentó tragar. Silvana la alentó a meter más y más dentro de su boca; pero era muy difícil. No pudo tragar ni la mitad. Eso, en lugar de frustrarla, la fascinó.
Cuando la verga ya estuvo dura, Karina se acostó boca arriba y entregó su sexo para que el senegalés hiciera lo que le diera la gana. Le pidió a Silvana que se sentara sobre su cara. Quería disfrutar de esta enorme pija mientras se comía una buena concha. «Y nada mejor que tu concha», le dijo. Silvana se sintió halagada. Supuso que Karina solo estaba siendo cortés, porque seguramente la concha de su esposa le parecía mucho mejor.
—Dale, disfrutá —le dijo a Malik mientras sostenía las piernas de Karina en alto—. Hoy tu vecina no se va a quejar por el ruido.
Malik sonrió.
—Perdón por todas las noches en las que no te dejé dormir.
—No seas sonso. Ya estamos en confianza. Y ahora… dale a esta putita lo que vino a buscar.
La concha de Karina se abrió como una flor cuando la verga del negro comenzó a entrar. Sus gemidos quedaron opacados contra Silvana. Se tomó en serio eso de disfrutar las dos cosas, porque chupó la concha con creciente fervor. Mientras más se la metían, más fuerte chupaba.
Malik se tomó su tiempo para penetrarla. Silvana lo agradeció, en parte porque le daba un poco de miedo que ese miembro tan grande pudiera lastimar a Karina. También porque estaba disfrutando mucho del sexo oral y no tenía necesidad de apurarse.
Poco a poco la verga fue entrando y con eso Malik fue ganando ritmo.
—Ay, mamita querida… ¡qué bueno está esto! ¡Es una delicia, por dios!
A Silvana le encantó que Karina estuviera disfrutando tanto. Por alguna razón le calentaba mucho verla disfrutar. Quizás porque la encontraba muy atractiva. «La morocha te calienta, Silvana. Admitilo».
—Es cierto. Me calienta.
—¿Eh? ¿Qué cosa? —Preguntó Malik, confundido.
—Ah… qué boluda. Hablaba conmigo misma. ¡Qué vergüenza!
—¿Y a qué te referías? —Preguntó Karina, mientras le lamía en el centro de los labios vaginales.
—A vos. Me calentás vos. Lo admito. No sé qué tenés que me calienta tanto. Quizás sea tu actitud.
—Oh, gracias. Vos también me calentás mucho.
—Y es mucho decir, porque ni siquiera me considero lesbiana.
—Nena, todas somos lesbianas. Solo que algunas tardan un poco más en descubrirlo.
Le dio un fuerte chupón en el clítoris.
Silvana no estaba de acuerdo con esa afirmación; pero tampoco la contradijo. Le pareció graciosa, en especial porque venía de una lesbiana consumada. Una que incluso estaba casada con una mujer.
—Puede que esto me esté gustando más de la cuenta —dijo Silvana—. Ahora quiero chupar concha yo también.
—Eso se puede arreglar —dijo Karina.
Luego se puso en cuatro patas, con el culo al borde. Se le pusieron los ojos en blanco de puro placer. Silvana se colocó debajo de ella, en sentido contrario. Así quedaron haciendo un 69. Se mandaron las dos a comer concha como si no hubiera un mañana. Silvana pegó su boca a los labios vaginales y lamió el interior de la concha sin despegarse ni un milímetro, como si quisiera meter toda su lengua dentro del agujero. Del otro lado Karina hizo lo mismo, para enseñarle un par de truquitos. Cosas muy sutiles que Silvana replicó rápidamente, como dejar salir mucha saliva, para generar una lubricación extraordinaria.
Malik volvió a penetrarla y se llevó unos cuantos lengüetazos en la verga por parte de Silvana.
Mientras Malik le daba pijazos a Karina, perdieron la noción del tiempo. Cuando sonó el timbre Silvana se alertó. Miró por la ventana, ya había oscurecido.
Tuvo que interrumpir esta hermosa sesión de sexo en contra de su voluntad. Se acercó temerosa a la puerta. ¿Quién podría ser a esa hora? ¿Quizás su vecina que se había desvelado? Suplicó para que no fuera Renzo.
¿Cómo le explicaría que estaba en la cama con una mujer? ¡Y además con Malik! Técnicamente ella no estaba cogiendo con el senegalés; pero su novio no entendería eso.
Cuando espió por la mirilla el alma le volvió al cuerpo. Era Rocío. Abrió la puerta y la recibió completamente desnuda.
—¡Ay, sos vos! ¡Qué bueno que hayas decidido venir! Pasá… pasá… esto se va a poner bueno —le dijo, guiñando un ojo.
Rocío la siguió hasta el dormitorio. Allí se encontró a Karina en cuatro patas, recibiendo una brutal cogida por parte de Malik.
—Hola, mi amor —saludó la rubia.
Silvana notó que el senegalés estaba acabando. Era su momento de actuar. Se arrodilló detrás de Karina y cuando el negro sacó su imponente verga, ella se lanzó a chupar la concha. Todo el semen le fue cayendo en la cara en grandes cantidades. De reojo pudo ver que Rocío decidió grabar la escena con su celular, y esto la entusiasmó todavía más. Quería darle un lindo recuerdo a sus amigas, para que compartieran cuando estuvieran solas en su cama. Chupó con muchas ganas y permitió que el semen y los flujos vaginales le enchastraran toda la cara. Lamió leche y tragó a montones como si fuera una actriz porno profesional. De paso le dio unas cuantas chupadas al glande de Malik, bebiéndose lo que quedaba de la eyaculación. Escuchó a Karina diciendo “Ay, no… no…” mientras le daba golpes al colchón. No le resultó extraño en absoluto. Creyó que ésta era la forma en la que Karina reaccionaba a un orgasmo. Porque lo estaba teniendo. Sin lugar a dudas. De su concha salían pequeños chorros de líquido transparente que iban a dar en la cara de Silvana, que ya estaba completamente cubierta de flujos sexuales.
Silvana sonrió a la cámara con sensualidad y le pasó la lengua a la punta del glande, recolectando unas últimas gotas de leche. Las tragó para dar fin a ese maravilloso espectáculo pornográfico.
Y ahí entendió que todo estaba mal. Muy mal.
Rocío tenía los ojos cubiertos de lágrimas. La rubia bajó el celular y miró hacia su esposa.
—No puedo creer que me hayas hecho esto, Karina. Sos una hija de mil putas. Teníamos un acuerdo. ¡Nada de hombres! Lo dijimos mil veces. Me lo prometiste en el altar. ¡Nada de hombres! ¡Hija de puta!
—Perdón… perdón… perdón.
Silvana notó que Karina también estaba llorando y se cubría la cara con una almohada, como si no quisiera ser vista.
—Y vos… Silvana, no creí que fueras a traicionarme de esa manera. Te hicimos participar de nuestros jueguitos, pero me parece que nunca entendiste nada. Eso solo cuenta si estamos las dos, Karina y yo. ¿Ella no te explicó los límites? Me parece que no.
Silvana se quedó boquiabierta. No supo qué decir.
—Son unos hijos de puta. Vos también, Malik. Te cogés a todas las minas que se te cruzan, sin pensar en las consecuencias. Hoy destruiste una hermosa pareja. Te felicito. ¿Cuántas más habrás destruído? Pero esto no se va a quedar así. Ya mismo le mando este video a tu novio, para que sepa la clase de puta que sos, Silvana. Es más, lo voy a publicar en internet, así todo el mundo se entera que Karina también es una puta… y una hija de puta.
Dijo esas últimas palabras con la voz quebrada. Salió de la habitación caminando con furia y escucharon un portazo cuando ella dejó el departamento.
Silvana se quedó de rodillas, con la cara toda enchastrada, intentando asimilar qué carajo había pasado.
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Capítulo 20.
Casi Soltera.
Silvana no tenía ganas de nada. Ni siquiera salió a trotar por el parque Rivadavia. Se quedó tirada en la cama hasta que ya no aguantó más. Se levantó, completamente desnuda, y se puso a mirar televisión, como si allí pudiera encontrar algo que le quite la depresión.
Escuchó un murmullo de lejos, que fue haciéndose cada vez más fuerte. Enseguida entendió de qué se trataba, lo había escuchado muchas veces. Estaba jugando Ferro en su cancha y habían metido un gol. Estaba lo suficientemente cerca del estadio para intuir los resultados sin siquiera ver el partido. Recordó que Malik juega precisamente este equipo y fue hasta el canal de deportes.
Ferro se enfrentaba a Vélez Sarsfield. Su clásico rival. Esto le resultó extraño a Silvana, porque Vélez está en primera división y Ferro en segunda. ¿Por qué se enfrentaban?
El comentarista del partido la sacó de la duda. «Ferro está ganando este importantísimo partido de Copa Argentina por uno a cero, con este resultado se enfrentarían a…»
Silvana no entendía mucho de fútbol pero sabía que la Copa Argentina enfrenta equipos de todas las divisiones. Por alguna casualidad del destino, a Ferro le tocó cruzarse con su máximo rival.
Vio a Malik en pantalla, todo sudado y marcado por dos rivales. Estaba esperando un saque de lateral. En pantalla se anunciaba que él había sido el autor del único tanto del partido. Silvana sonrió, al menos a su vecino le estaban yendo bien las cosas. Se quedó mirando el partido porque no tenía nada mejor que hacer.
Mientras veía al senegalés corriendo de un lado a otro se preguntó si las mujeres de la tribuna fantasearían con él. ¿Sospecharían que tiene una verga descomunal? A Silvana le resultó excitante imaginar a Malik celebrando la victoria con un par de fanáticas de Ferro. Ya casi podía escuchar el rítmico traqueteo de su cama contra la pared.
«Esta noche se lo va a pasar en grande. Seguramente le va a romper el culo a un par de putitas».
Sin embargo no lo tendría tan fácil. Vélez empató el partido con un gol de contragolpe, a pocos minutos del final. Eso complicó las cosas para Ferro, pero la verdadera tragedia ocurrió cuando le cedieron a Vélez un peligroso tiro libre, en la puerta del área. Malik, por su estatura, se colocó en la barrera. Cubrió sus genitales con ambas manos y se preparó para la ejecución.
El tiro fue potente. Toda la barrera saltó y la pelota impactó en el costado derecho de la cabeza de Malik, desviándose. El arquero intentó corregir su trayectoria, pero fue demasiado tarde. La pelota se le cambió de palo y entró en el arco. El lamento de los hinchas de Ferro fue tal, que los gritos se escucharon hasta el departamento de Silvana.
«¡El Fortín lo dio vuelta a tan solo dos minutos del final!», anunció el relator. «Un clásico que quedará para la historia», remató el comentarista.
Silvana se sintió ofuscada. Si bien ella nunca se consideró hincha de Ferro, por la cercanía le tiene cariño a ese club. Además no quiere que el clásico se pierda por un gol que vino de un desvío provocado por Malik. Es algo fortuito, que le puede pasar a cualquiera, pero sabe lo idiotas que pueden ser algunos fanáticos del fútbol.
Malik no se rendiría tan fácil. Estaba determinado a ganar. Quería llevar a su equipo a la próxima instancia de la copa. Vélez presionó y Ferro empezó a buscar un espacio. Por la imprecisión de un pase, el Fortín recuperó la pelota y atacó. Silvana miró la pantalla con los nervios de punta. Por suerte la jugada no prosperó. El arquero consiguió atrapar la pelota y sacó rápido. Ferro armó la contra, el relator bramaba que Vélez había cometido un gran error al descuidar el fondo justo sobre el final. La pelota le cayó a Malik…
«¡Está habilitado, está habilitado!», gritaba el relato.
Silvana se puso de pie y vio al senegalés corriendo solo, con el arco de frente. Podía notar la desesperación en el arquero de Velez. Éste, se la jugó toda. Salió a achicar…
Silvana supo qué había ocurrido incluso antes de verlo en pantalla. El estridente murmullo llegó desde el estadio. Pero… no era un grito de gol. Era un quejido de bronca y dolor.
Apenas un segundo más tarde vio que Malik se desvió hacia la derecha, para esquivar al arquero, y desde allí pateó… con el arco solo. Completamente solo.
La pelota pasó un metro por encima del travesaño.
Silvana volvió a sentarse y se cubrió la mano con la boca. Él relator y el comentarista le anunciaban al mundo que no podían creer que el senegalés hubiera errado ese tiro tan fácil… el gol del empate. El gol que le hubiera devuelto la vida a Ferro.
El árbitro dio un pitazo, marcando el final del encuentro. En la pantalla apareció Malik en primer plano, respirando de forma agitada y todo transpirado. Tenía los ojos muy abiertos, como si él tampoco pudiera entender qué había ocurrido.
«Ferro Carril Oeste queda fuera de la copa argentina y el Fortín se lleva una victoria histórica…»
«Increíble partido. Siento pena por el senegalés. Los hinchas de Ferro ya lo están abucheando».
«No comparto esas prácticas, pero entiendo el disgusto de la hinchada… tenía el gol hecho. Solo necesitaba empujarla al arco. Darle un empujoncito, nada más…»
«Ahora mismo no quisiera estar en los botines de Malik».
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Minutos después del partido Silvana escuchó un portazo en el departamento de al lado. Supo que Malik había llegado… y de muy mal humor. Esta noche no habría festejo para el senegalés.
Silvana se puso un pequeño short negro y un top blanco que funcionaba más o menos como “corpiño deportivo”, unas cómodas zapatillas y tocó el timbre de su vecino. Tuvo que insistir cuatro veces. Creyó que Malik prefería ignorar las visitas, pero cuando le abrió la puerta, entendió todo. Lo vio completamente desnudo, con el cuerpo mojado y un toallón en una mano. Demoró en atender porque se estaba duchando. Eso significaba que su descontento fue tan grande que ni siquiera se quedó en el club después del partido. Lo imaginó caminando por la calle aún con la camiseta de Ferro puesta y los botines.
—Hola, Silvana… yo…
—No hace falta que expliques nada. Ya vi el partido en la tele.
Malik bajó la mirada. Por lo general, cuando un hombre hace eso frente a Silvana es porque le quiere mirar las tetas… o la entrepierna. Pero Malik no. Él sólo miró el suelo, apenado.
—¿Necesitás alguien con quien conversar? —Le preguntó su vecina.
—Puede ser…
—¿Querés que nos bañemos juntos? —Se atrevió a decir ella—. Pero como amigos…
—Sí, claro. Es una buena idea.
Logró sacar una sonrisa en la cara del senegalés.
Juntos entraron al departamento y mientras se dirigían hacia el baño Silvana se desnudó. Lo hizo sin sentir la menor vergüenza. Se sintió libre. Poderosa. Sus tetas se inflaron de orgullo. Podía estar completamente desnuda frente a ese hombre sin sentirse intimidada. Él la miraba sin esa chispa de lujuria con la que los hombres suelen mirarla.
Se metieron bajo el agua fresca de la ducha y ella, sin dudarlo ni un momento, tomó un jabón y comenzó a pasarlo por todo el miembro de Malik. Estaba segura de que la mayoría de las mujeres no le lavan la verga a sus amigos; pero la amistad que estaba formando con Malik está muy lejos de ser convencional.
—Si te hace sentir mejor, no sos el único que la está pasando mal. Yo me peleé con Renzo.
—¿Por qué eso me haría sentir mejor? Al contrario, ahora me siento peor.
—Oh… es que… no sé, capaz que al saber que hay otra persona pasándola mal, sentís que nos sos el único en el mundo que sufre. Quizás sea egoísta lo que te voy a decir, pero a mí me reconfortó un poco saber que no soy la única que la está pasando mal. Y no es porque quiera que vos la pases mal, eh… no me malinterpretes.
—Me cuesta entender cómo los argentinos ven el mundo. A mí me pone mal saber que vos también estás mal. ¿Por qué te peleaste con Renzo?
La verga del senegalés comenzó a ponerse dura. Él la acarició el cuerpo con sus pesadas manos enjabonadas. Trazó con ella todas las curvas de Silvana, incluyendo las tetas. No tuvo problemas al pasar por la entrepierna. Le acarició la concha haciéndola estremecer.
Silvana no quiso contarle toda la historia. Siguió enjabonándole el cuerpo (principalmente la verga) mientras le contaba que Renzo había encontrado fotos de ella con otros hombres; pero que eran anteriores a su relación. Aunque sí le aclaró que algunas de esas fotos correspondían a los primeros meses en los que estuvieron juntos. Renzo nunca escuchó la palabra “meses”. Él se fue creyendo que Silvana se dejó coger por tres tipos apenas unos pocos días después de que empezaron a salir. Pero en realidad ocurrió tres meses después. Silvana seguía sin verlo como una infidelidad, porque aún no habían formalizado su relación.
A Malik no le mencionó nada de los tres tipos que se la llevaron a la cama. Tampoco mencionó que Renzo había visto las fotos que ella y el senegalés se tomaron juntos. No quería que Malik piense que Renzo está celoso de él.
—¿Cortaron definitivamente?
—No lo sé. Simplemente se fue. No me responde las llamadas.
—Qué pena… hacen muy buena pareja.
—A mí lo que me da pena es que te sientas tan mal por haber errado un gol. Le puede pasar a cualquiera.
—No lo sé. Era un gol decisivo. Era más fácil hacerlo que errarlo. No sé lo que me pasó. Bah, sí sé… me distraje. No me concentré lo suficiente en el partido.
—¿Y qué fue lo que te provocó la distracción? —Preguntó Silvana, acariciándole la pija.
—Nada en particular. Tenía la cabeza en otra cosa. Quizás me pasó por no dormir bien.
—Claro, tantas noches de sexo desenfrenado terminan pasando factura. Pero… no quiero que te sientas así. —Silvana se puso de rodillas y colocó el enorme miembro de Malik entre sus tetas. Las apretó y comenzó a hacerle una paja turca—. Sé que los fanáticos del fútbol pueden ser un poco crueles. Hoy se van a olvidar de todos los goles que hiciste en Ferro y de todos los partidos que ganaron gracias a vos. Pero no te preocupes, con el tiempo se van a olvidar de esto.
—No creo que se olviden. Los clásicos no se olvidan.
—Sos un buen tipo, Malik. No te merecés pasarla tan mal.
Luego de decir esto, Silvana dio una buena lamida a todo el glande, seguida de un intenso chupón.
—Podría haber sido el gol más importante de mi carrera.
—Ya vas a tener otra oportunidad de demostrar lo bueno que sos.
Silvana empezó a chuparle la verga, o al menos lo intentó. Tenía experiencia mamando vergas grandes y en las últimas horas su mente no paró de repetirle la frase: “Será que las pijas grandes te calientan”. Sin embargo con la de Malik no le pasaba lo mismo. Era una sensación distinta, difícil de explicar.
—Seguramente mis compañeros de equipo estarán muy enojados conmigo —Malik hablaba como si una hermosa mujer no estuviera intentando tragar su verga.
—Estoy segura de que ellos también habrán cometido un error importante en algún partido. Todos cometemos errores.
«Como cogerte al portero justo después de una discusión con tu novio».
Silvana se puso de pie y le dio la espalda a Malik. Se movió como en un trance. No estaba pensando con claridad. Apuntó la verga del senegalés a su concha y le dijo:
—Dale, entrá… así te sacás un poco la calentura. En todo sentido.
—¿Estás segura, Silvana? ¿No le molestará a Renzo?
—Ni siquiera sé si Renzo sigue siendo mi novio. Digamos que hoy soy casi soltera.
Fue la misma Silvana la que retrocedió, provocando que la verga entrara lentamente. El agua fresca le caía de la ducha y ella apoyó las manos contra la pared contraria. Malik la tomó de la cintura y comenzó a moverse. Lo hizo con sumo cuidado, recordando que su vecina necesitaba tiempo para dilatar bien.
Silvana sintió el glande entrando y cuando una ola de placer recorrió todo su cuerpo, comenzaron las dudas. ¿Por qué estaba haciendo esto? Si ella ni siquiera se siente atraída hacia Malik. ¿Esta era la forma de “hacer las paces” con Renzo? ¿Por qué de pronto se volvió tan autodestructiva? Su cabeza era un desastre. No podía controlar sus impulsos sexuales. Se estaban volviendo mucho más fuertes que antes.
Malik, por la experiencia que tiene en el sexo, se dio cuenta de que algo no marchaba bien. Casi como si pudiera leer la mente de su vecina. Se apartó de ella y dijo:
—Te agradezco mucho el gesto, Silvana; pero sé que no estás haciendo esto porque querés disfrutar. Es más, me da la impresión de que lo hacés para castigarte.
Silvana se dio vuelta, se cruzó de brazos y miró fijamente la verga erecta. Las palabras de Malik fueron tan certeras que casi se larga a llorar. ¿Estaba usando el sexo como una forma de autoflagelación? Le parecía ridículo, pero…
—No lo estás disfrutando —dijo Malik—. Puedo notar que no hay un genuino interés en vos. Agradezco que intentes hacerme sentir mejor; pero no es necesario recurrir a esto. Si se tratase de otra mujer, no tendría problemas. Pero ya te considero mi amiga.
Ella se conmovió con estas palabras. Le dio un fuerte abrazo, apoyándole las tetas en el pecho. Sintió toda la extensión de la verga apoyada en su vientre. Fue una sensación extraña.
—Entonces se me ocurre otra cosa para que te sientas mejor… y no tiene nada que ver con el sexo.
—Me interesa. ¿Qué tenés en mente?
—Ahogar las penas en azúcar. Mucha azúcar.
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—¡Pelotudo de mierda!
—¡Negro, la concha de tu madre! ¡Volvé a Nigeria!
—¡Hasta mi vieja hubiera metido ese gol! ¡Y está en silla de ruedas!
Silvana se quedó impresionada con los gritos de los hinchas de Ferro. No creyó que fuera a cruzar tantos en un trayecto tan corto. Hasta el local de las reposteras había solo doscientos metros.
—¡Negro puto!
Ese último pasó en una moto de baja cilindrada, y por insultar a Malik estuvo a punto de chocar contra un poste de luz. Maniobró rápido y salió zigzagueando. Aceleró la motito haciendo un ruido estridente.
Con cada insulto Silvana miraba de reojo a Malik. Notó que él estaba haciendo un gran esfuerzo por mantener la calma. Lo mejor era que se mantuviera tranquilo, no solo por su bien, sino por el de los hinchas. Silvana estaba segura de que un tipo con el porte físico de Malik podría darle una fuerte paliza a cualquiera de los idiotas que lo insultó. En especial al flaquito de la moto. Y el que habló de su madre en silla de ruedas pasó peligrosamente cerca del senegalés. Por suerte Malik logró contenerse.
Entraron a la repostería y ambos sintieron un gran alivio al ver que no había clientes. Las dueñas estaban sentadas detrás del mostrador, con su natural sonrisa.
—Oh, Silvana. ¿Cómo estás? —La saludó Rocío. Parecía de buen humor—. Justo te estaba por llamar. Tengo un paquete para vos.
—¿Para mí?
—Sí, sí… hace un rato me llamó un tal Renzo. Me dijo que era tu novio… —el corazón de Silvana se encogió—. Encargó un cheesecake completo para vos. Para “hacer las paces”.
—Ah… y… ¿lo pagó? —La pregunta fue instintiva. Estaba acostumbrada a que Renzo nunca tuviera dinero.
—Sí, si… ya está todo pago. Te lo reservé, vení. Lo tengo en la heladera del depósito.
—Hola Malik —saludó Karina con una sonrisa muy simpática—. ¿Buscás algo en especial?
—Algo con mucho dulce de leche —dijo el senegalés.
Silvana acompañó a Rocío a través de la puerta que estaba detrás del mostrador. Entraron en el depósito y antes de seguir la rubia la detuvo y comenzó a bajarle la calza con ropa interior y todo. Silvana ni siquiera atinó a detenerla. La dejó hacerlo y miró divertida. De pronto Rocío se lanzó a chuparle la concha. Lo hizo con fervor y maestría. Algo digno de una mujer que lleva siendo lesbiana toda su vida.
—Ufff… ¿y esto? ¿A qué se debe?
—Son órdenes de Karina —dijo Rocío mientras metía la lengua entre los labios vaginales.
—Pensé que vos eras la que daba las órdenes.
—No es tan así. Ella me dijo: “tenés que probar la concha de Silvana, porque yo ya la probé y es muy rica”.
—Oh… es un amor. ¿Y qué tal te está pareciendo?
Sintió una descarga de placer, la rubia encontró una zona muy sensible cerca de su clítoris. Después le dio un chupón al botoncito.
—Me encanta. Sos preciosa, Silvana. Con razón a mi esposa le gustó tanto tu concha. Espero que a tu novio no le moleste.
—Por Renzo no te preocupes. Yo me encargo de eso.
A pesar de sus palabras, sintió el amargo remordimiento. Renzo tuvo un gesto muy romántico con ella, seguramente le había costado comprar todo un cheesecake. Y ella le devolvía el gesto dejándose chupar la concha por la repostera. Pero… lo estaba haciendo tan bien.
Podía escuchar como Karina entablaba una amable conversación con Malik. Debía estar distrayéndolo. Ella sabía muy bien lo que estaba ocurriendo en el depósito. Silvana no pudo evitar soltar algunos gemidos. Suplicó que ningún cliente entrara. Sabía que se podían escuchar del otro lado.
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Cuando escuchó el timbre creyó que podría tratarse de Renzo. Silvana se limitó a agradecerle el cheesecake por un mensaje de texto porque sabía que él no atendería su llamada. Sabe que él leyó el mensaje, pero no respondió. Lo mejor era darle espacio para que se tranquilice. Ella tendría que buscar una buena forma de disculparse. Se acercó a la puerta sin saber qué decir. Abrió completamente desnuda y se encontró con una cara conocida; pero no era la de Renzo.
—¡Hey! Karina ¿cómo andás? ¿Pasó algo?
—¿Qué tal estaba el cheesecake?
—Buenísimo. Aunque solo comí media porción. Tengo el estómago un poquito cerrado.
—Por la pelea con tu novio, ¿cierto?
—Así es. ¿Viniste porque creías que había un problema con el cheesecake?
La repostera no llevaba puesto su clásico delantal. Tenía una minifalda negra muy corta y un top turquesa. Era bajita y de curvas bien definidas. Sus grandes ojos no dejaban de recorrer toda la anatomía de Silvana.
—En realidad pasaba a saludarte. ¿Te molesta si entro?
—No, para nada.
Silvana entendió perfectamente cuáles eran las intenciones de Karina. No pasaron ni dos minutos hasta que estuvieron las dos en la cama, completamente desnudas, comiéndose la boca. Se metieron los dedos en la concha mutuamente. Una vez más Renzo se borró de la mente de Silvana. Ni siquiera la asaltaron sus típicas dudas sobre el sexo lésbico. Simplemente se lanzó a hacerlo. Incluso fue ella la que empezó con el sexo oral. Bajó la cabeza, la metió entre las piernas de Karina y comenzó a comerle la concha.
Se dio cuenta de que, a diferencia de lo ocurrido en la ducha con Malik, ahora sí estaba sintiendo genuina excitación. Estaba caliente como una pava y quería revolcarse en la cama con esa hermosa mujer. Karina le demostró que en realidad no es tan sumisa. La agarró fuerte de los pelos y le restregó toda la concha en la cara. Ahí fue cuando Silvana se preguntó qué le estaba ocurriendo con el sexo lésbico que de pronto le resultaba tan… atractivo.
Pero en lugar de detenerse, redobló la apuesta:
—Nos vamos a comer la concha entre las dos.
A Karina le encantó la propuesta. Formaron un 69, quedando Silvana arriba, y se lanzaron a brindarle placer a la otra. Silvana aprovechó la experiencia lésbica de Karina para ir aprendiendo algunos trucos. No era lo mismo que hacerlo con Paulina. Con ella tenía el encanto de que las dos estaban en proceso de descubrimiento. Ahora sentía que estaba cursando “sexo lésbico avanzado” con una auténtica maestra. Karina era extraordinaria. Su lengua se movía con una seguridad que no parecía propia de su forma de ser. Encontró puntos sensibles en toda la concha de Silvana y le chupó el clítoris como nunca antes alguien lo había hecho.
Después de unos minutos, cuando pusieron fin a esta peculiar pose, Karina le dijo:
—Me quedé muy caliente con vos, Silvana. Te juro que desde que te chupé la concha, no puedo dejar de pensar en vos. Te quiero coger todos los días.
—Si a tu esposa no le molesta…
—Tenemos nuestros propios códigos. Quedate tranquila.
La besó en la boca y después iniciaron una enérgica tijereta. Silvana intentó seguir el sensual meneo de caderas de su nueva amante; pero una vez más quedó demostrado que la experiencia importa. Sintió que su concha ardía por rozar tanto contra la de Karina y que en realidad era ella la que hacía casi todo el trabajo.
Después comenzaron a lamerse la una a la otra todo el sudor del cuerpo. Silvana encontró esto extrañamente embriagador. En especial cuando lamió los pezones de Karina. No pudo aguantarlo más, chupó con fuerza las dos tetas y bajó hasta la concha otra vez. Necesitaba comérsela toda.
Minutos antes Malik devoró tres grandes porciones de una torta de chocolate con mucho dulce de leche. Silvana no entendió cómo era capaz de comer algo así sin empalagarse. Ahora lo entendía. Lo hizo por pura angustia oral. Comió y comió sin parar, para olvidarse de sus problemas. A ella el cheesecake no le funcionó de la misma manera. Sin embargo, la concha de Karina estaba funcionando a la perfección. Estaba dando rienda suelta a toda su angustia oral. ¿Por qué tenía que ser a través del sexo lésbico? Eso no lo entendió ni quiso analizarlo. Se limitó a darle chupones a los labios vaginales de Karina. Se llenó la boca con sus jugos sexuales.
—Uf… sí, seguí así. Me moría de ganas de tener nuevas experiencias —dijo Karina—. A veces la vida de casada puede ser un poquito dura.
—Mmmm… si estás buscando “nuevas experiencias”, se me ocurre algo que podrías probar. ¿Querés?
—Con esta calentura, estoy dispuesta a probar lo que sea.
A Silvana le encantó que esa mujer, con apariencia tan inocente, fuera tan morbosa. Salió al balcón desnuda y cruzó al de su vecino. Vio a Malik acostado en la cama, mirando televisión. El titular del programa deportivo decía: «Malik D'abbaye dejó a Ferro fuera de la copa». A Silvana le irritó cómo los periodistas podían ser tan crueles. Malik incluso había marcado un gol.
—¡Hey, vecino! —dio golpecitos en el vidrio del ventanal—. ¡Hola! —Malik la saludó con una sonrisa. Estaba completamente desnudo—. ¿Querés venir a mi casa? Tengo que presentarte a alguien… bueno, al menos que quieras quedarte sufriendo frente al televisor.
Malik no dudó. Apagó ese aparato inmundo y salió al balcón. Silvana le dio un fuerte abrazo, apoyando la cabeza en su pecho.
—Ya pasó, amigo. No te preocupes. En unos días nadie va a hablar de esto. Y además encontré a alguien con quien podés descargarte —le guiñó un ojo—. Esa sí que está bien dispuesta. Ya la tengo desnudita y toda mojada en mi cama. ¿La querés?
Cruzaron al otro balcón y Malik vio que se trataba de una de las reposteras. Ella estaba toda despatarrada, manteniendo abierta su concha con los dedos.
—Rompeme toda con esa pija enorme.
La que más se entusiasmó con esa frase fue la propia Silvana. Le encantó ver a la dulce Karina en “modo puta”. Pensó que por su condición de lesbiana tardaría más en convencerla de acostarse con Malik; pero ahora le queda claro que es exactamente lo que vino a buscar. La usó para llegar hasta el enorme miembro del senegalés. A Silvana no le importó eso, porque, en cierta forma, ella también había usado a Karina para olvidarse de la discusión con Renzo.
Entre las dos le chuparon la verga a Malik hasta que se puso completamente dura. Karina hizo varios comentarios mostrando lo sorprendida que estaba por el tamaño. Obviamente ella fue la que más chupó. Lo hizo con calma, como si quisiera saborear cada centímetro de esa anaconda negra. Pasó la lengua por todo el largo y luego intentó tragar. Silvana la alentó a meter más y más dentro de su boca; pero era muy difícil. No pudo tragar ni la mitad. Eso, en lugar de frustrarla, la fascinó.
Cuando la verga ya estuvo dura, Karina se acostó boca arriba y entregó su sexo para que el senegalés hiciera lo que le diera la gana. Le pidió a Silvana que se sentara sobre su cara. Quería disfrutar de esta enorme pija mientras se comía una buena concha. «Y nada mejor que tu concha», le dijo. Silvana se sintió halagada. Supuso que Karina solo estaba siendo cortés, porque seguramente la concha de su esposa le parecía mucho mejor.
—Dale, disfrutá —le dijo a Malik mientras sostenía las piernas de Karina en alto—. Hoy tu vecina no se va a quejar por el ruido.
Malik sonrió.
—Perdón por todas las noches en las que no te dejé dormir.
—No seas sonso. Ya estamos en confianza. Y ahora… dale a esta putita lo que vino a buscar.
La concha de Karina se abrió como una flor cuando la verga del negro comenzó a entrar. Sus gemidos quedaron opacados contra Silvana. Se tomó en serio eso de disfrutar las dos cosas, porque chupó la concha con creciente fervor. Mientras más se la metían, más fuerte chupaba.
Malik se tomó su tiempo para penetrarla. Silvana lo agradeció, en parte porque le daba un poco de miedo que ese miembro tan grande pudiera lastimar a Karina. También porque estaba disfrutando mucho del sexo oral y no tenía necesidad de apurarse.
Poco a poco la verga fue entrando y con eso Malik fue ganando ritmo.
—Ay, mamita querida… ¡qué bueno está esto! ¡Es una delicia, por dios!
A Silvana le encantó que Karina estuviera disfrutando tanto. Por alguna razón le calentaba mucho verla disfrutar. Quizás porque la encontraba muy atractiva. «La morocha te calienta, Silvana. Admitilo».
—Es cierto. Me calienta.
—¿Eh? ¿Qué cosa? —Preguntó Malik, confundido.
—Ah… qué boluda. Hablaba conmigo misma. ¡Qué vergüenza!
—¿Y a qué te referías? —Preguntó Karina, mientras le lamía en el centro de los labios vaginales.
—A vos. Me calentás vos. Lo admito. No sé qué tenés que me calienta tanto. Quizás sea tu actitud.
—Oh, gracias. Vos también me calentás mucho.
—Y es mucho decir, porque ni siquiera me considero lesbiana.
—Nena, todas somos lesbianas. Solo que algunas tardan un poco más en descubrirlo.
Le dio un fuerte chupón en el clítoris.
Silvana no estaba de acuerdo con esa afirmación; pero tampoco la contradijo. Le pareció graciosa, en especial porque venía de una lesbiana consumada. Una que incluso estaba casada con una mujer.
—Puede que esto me esté gustando más de la cuenta —dijo Silvana—. Ahora quiero chupar concha yo también.
—Eso se puede arreglar —dijo Karina.
Luego se puso en cuatro patas, con el culo al borde. Se le pusieron los ojos en blanco de puro placer. Silvana se colocó debajo de ella, en sentido contrario. Así quedaron haciendo un 69. Se mandaron las dos a comer concha como si no hubiera un mañana. Silvana pegó su boca a los labios vaginales y lamió el interior de la concha sin despegarse ni un milímetro, como si quisiera meter toda su lengua dentro del agujero. Del otro lado Karina hizo lo mismo, para enseñarle un par de truquitos. Cosas muy sutiles que Silvana replicó rápidamente, como dejar salir mucha saliva, para generar una lubricación extraordinaria.
Malik volvió a penetrarla y se llevó unos cuantos lengüetazos en la verga por parte de Silvana.
Mientras Malik le daba pijazos a Karina, perdieron la noción del tiempo. Cuando sonó el timbre Silvana se alertó. Miró por la ventana, ya había oscurecido.
Tuvo que interrumpir esta hermosa sesión de sexo en contra de su voluntad. Se acercó temerosa a la puerta. ¿Quién podría ser a esa hora? ¿Quizás su vecina que se había desvelado? Suplicó para que no fuera Renzo.
¿Cómo le explicaría que estaba en la cama con una mujer? ¡Y además con Malik! Técnicamente ella no estaba cogiendo con el senegalés; pero su novio no entendería eso.
Cuando espió por la mirilla el alma le volvió al cuerpo. Era Rocío. Abrió la puerta y la recibió completamente desnuda.
—¡Ay, sos vos! ¡Qué bueno que hayas decidido venir! Pasá… pasá… esto se va a poner bueno —le dijo, guiñando un ojo.
Rocío la siguió hasta el dormitorio. Allí se encontró a Karina en cuatro patas, recibiendo una brutal cogida por parte de Malik.
—Hola, mi amor —saludó la rubia.
Silvana notó que el senegalés estaba acabando. Era su momento de actuar. Se arrodilló detrás de Karina y cuando el negro sacó su imponente verga, ella se lanzó a chupar la concha. Todo el semen le fue cayendo en la cara en grandes cantidades. De reojo pudo ver que Rocío decidió grabar la escena con su celular, y esto la entusiasmó todavía más. Quería darle un lindo recuerdo a sus amigas, para que compartieran cuando estuvieran solas en su cama. Chupó con muchas ganas y permitió que el semen y los flujos vaginales le enchastraran toda la cara. Lamió leche y tragó a montones como si fuera una actriz porno profesional. De paso le dio unas cuantas chupadas al glande de Malik, bebiéndose lo que quedaba de la eyaculación. Escuchó a Karina diciendo “Ay, no… no…” mientras le daba golpes al colchón. No le resultó extraño en absoluto. Creyó que ésta era la forma en la que Karina reaccionaba a un orgasmo. Porque lo estaba teniendo. Sin lugar a dudas. De su concha salían pequeños chorros de líquido transparente que iban a dar en la cara de Silvana, que ya estaba completamente cubierta de flujos sexuales.
Silvana sonrió a la cámara con sensualidad y le pasó la lengua a la punta del glande, recolectando unas últimas gotas de leche. Las tragó para dar fin a ese maravilloso espectáculo pornográfico.
Y ahí entendió que todo estaba mal. Muy mal.
Rocío tenía los ojos cubiertos de lágrimas. La rubia bajó el celular y miró hacia su esposa.
—No puedo creer que me hayas hecho esto, Karina. Sos una hija de mil putas. Teníamos un acuerdo. ¡Nada de hombres! Lo dijimos mil veces. Me lo prometiste en el altar. ¡Nada de hombres! ¡Hija de puta!
—Perdón… perdón… perdón.
Silvana notó que Karina también estaba llorando y se cubría la cara con una almohada, como si no quisiera ser vista.
—Y vos… Silvana, no creí que fueras a traicionarme de esa manera. Te hicimos participar de nuestros jueguitos, pero me parece que nunca entendiste nada. Eso solo cuenta si estamos las dos, Karina y yo. ¿Ella no te explicó los límites? Me parece que no.
Silvana se quedó boquiabierta. No supo qué decir.
—Son unos hijos de puta. Vos también, Malik. Te cogés a todas las minas que se te cruzan, sin pensar en las consecuencias. Hoy destruiste una hermosa pareja. Te felicito. ¿Cuántas más habrás destruído? Pero esto no se va a quedar así. Ya mismo le mando este video a tu novio, para que sepa la clase de puta que sos, Silvana. Es más, lo voy a publicar en internet, así todo el mundo se entera que Karina también es una puta… y una hija de puta.
Dijo esas últimas palabras con la voz quebrada. Salió de la habitación caminando con furia y escucharon un portazo cuando ella dejó el departamento.
Silvana se quedó de rodillas, con la cara toda enchastrada, intentando asimilar qué carajo había pasado.
Todos mis links:
https://magic.ly/Nokomi
3 comentarios - Mi Vecino Superdotado [20].
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