Cap.#1: Una chica que no espera
Emilia se metió dos dedos en su joven vagina, no dejó que su mano algo cansada por el continuo movimiento parara de darle un enorme placer.
Ver cómo el señor Gustavo penetraba a aquella mujer la hacía estar en un trance donde su cuerpo solo respondía al placer.
Emilia mientras imaginaba tener el pene de tamaño considerable y grueso del padre de su amiga, también pensaba en que seguirlo fue una de las mejores cosas de su vida hasta el momento.
—¡Dios! ¡Dame más, Gustavo! ¡No me dejes hablar! —decía la mujer que recibía las continuas penetraciones del tipo en la posición de perrito.
Gustavo no era de hablar durante el sexo, se concentraba en hacer venirse primero a su acompañante y luego rematarlo con el orgasmo propio.
“Y se supone que eres uno de los hombres más rectos del vecindario”, decía en su mente de manera irónica Emilia mientras sentía que su vagina palpitaba por dentro.
Gustavo se mantenía perenne con su actividad. La mujer, que Emilia reconoció de manera inmediata, era la hija de la presidenta del comité vecinal. Aquella chica tenía menos de treinta años.
—¡Dame más fuerte! ¡Coges como niña! —le exigía con un rostro llevado por la lujuria.
Gustavo la acostó de lado en la cama, puso su pierna derecha en su hombro izquierdo y, sin perder tiempo, empezó nuevamente el coito, pero esta vez con más energía.
—¡De esto hablaba! —su rostro mostraba que disfrutaba demasiado del momento—¡Ahhhhhhhhhhhh!
Los gemidos fuertes de Mercedes y los pocos gemidos que emitía el señor Gustavo eran suficientes para que Emilia no pasara del minuto y llegara al orgasmo. Hizo como pudo para no abrir su boca y lanzar un gemido.
Erala casa de los Ansorena Pescara donde ocurría aquellos candentes eventos. Unas horas antes, Emilia había ido a visitar a Mercedes para darle el dinero que su madre le tocaba aportar a la junta vecinal. Charlaron un rato y a Mercedes se notaba algo ansiosa. Emilia indagó y se enteró que en media hora iba a ir el señor Gustavo Valestri, padre de Olenka Valestri, su mejor amiga.
Mercedes le dijo que se iba a bañar y que por favor cerrara la puerta al salir. Emilia esperó que ella entrara al baño para abrir y cerrar la puerta sin salir de allí. Caminó de puntitas hasta entrar a una habitación que funcionaba como almacén.
Emilia notaba ciertos comportamientos extraños en el señor Gustavo, pero aquello que le dijo Mercedes le decía internamente que había gato encerrado.
Escuchó a Mercedes salir de la ducha cantando y notó que se hablaba a ella misma mientras obviamente se secaba y cambiaba mirándose al espejo. Se estaba poniendo un vestido rojo que le llegaba a las rodillas, era algo suelto, pero no dejaba de resaltar sus atributos.
“¡Ay, Julián! Si supieras lo puta que realmente es”, decía en su mente lamentándose por su amigo que es novio de Mercedes.
Emilia llevaba el cronómetro desde que Meche entró a bañarse y a cambiarse, habían pasado veinte cinco minutos exactos. A falta de cinco minutos, salió de su habitación con dirección a la sala.
A todo esto, Emilia estaba sudando frío, con el corazón queriendo salir de su pecho. La curiosidad y obvia calentura la llevó a querer espiar, pero ni bien pasaban los minutos aquello la puso con nervios y preguntándose si hizo bien porque esconderse fue fácil y salir… ¿sería igual de sencillo?
Todo lo anterior poco importó cuando el timbre sonó y escuchó la voz más varonil que hasta ese momento de su vida ella apreciaba. La persona que desde que tuvo doce se mantenía en su mente cada vez que su hoyito estaba húmedo y tenía tiempo libre sin nadie a su alrededor.
—Hola Mercedes —decía con una voz amena.
—¡¿Cómo que Mercedes?! —lo decía mientras cerraba la puerta. Se acercó lentamente y le envolvió el cuello con sus brazos— Ya te he dicho que me digas Meche —su voz denotaba sensualidad.
—Prefiero ir al grano —dijo eso sintiéndose acalorado por la lengua de Mercedes humedeciendo su cuello.
Emilia abrió un poco la puerta del almacén que daba a un pasillo donde estaban las demás habitaciones y se podía ver un poco de la parte de la sala. Solo veía al señor Gustavo y los brazos de Mercedes.
De repente notó que se estaban besando de manera efusiva a ambos. Gustavo no perdió tiempo y metió su mano izquierda por debajo del vestido, movió la braga y metió dos dedos con facilidad producto de los fluidos de la argolla de aquella chica de veinticinco años.
—¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! —se mantenía gimiendo en la oreja de él de manera ruidosa.
Emilia se asustó cuando Mercedes de manera impulsiva tomó del brazo izquierdo a su maduro amante y se lo llevó con ansias a su habitación y, sin fijarse, cerró la puerta donde estaba Emilia que estaba junta. La chiquilla sintió que su corazón se salía cuando vio de a ambos amantes.
“Tengo que arriesgarme más”, decía en su mente la chiquilla que abrió la puerta y caminó con sigilo hasta tratar de espiar al padre de su amiga. Estaban tan ansiosos que Emilia no tuvo que hacer tanto porque dejaron la puerta junta y desde ese filo se podía ver cómo Meche desvestía a Gustavo.
Emilia ya había visto al señor Gustavo sin remera cuando iba a la piscina con Olenka, no obstante, ver su miembro erecto, depilado y segregando liquido preseminal le daba otro sentido a la vida de ella.
Se arrodilló mientras su mano se deslizaba dentro de su short, mientras paralelo a ello, Meche masturbaba con mucha fruición. Escupía mientras jalaba y miraba a los ojos a su amante. Gustavo solo puso su mano derecha en la cabeza de Mercedes.
Fueron casi diez minutos de jugueteo de ella con el miembro de Gustavo, luego se incorporó de lo arrodillada que estaba para besarlo y ser lanzada bocarriba a la cama de manera salvaje mientras él se apresuraba en estar encima de ella. Emilia aprovechó para tomarles unas fotos.
Metió su pene de manera rápida por lo mojada que estaba y empezó a bombearla con una intensidad que se acrecentaba conforme los minutos.
Emilia de manera veloz limpió el piso de sus fluidos que se escaparon luego de llegar al orgasmo viendo al padre de su amiga en acción. Se incorporó, aunque seguía teniendo leves espasmos. Retrocedió un poco más para no ser vista y escucharlos.
—Casi una hora, hemos mejorado, Tavo —decía la chica rubia acostada en el brazo derecho.
—Me he esforzado esta vez, Meche —dijo riendo mientras ella se acostaba en su pecho.
—Con tu señora no llegas a estas instancias, supongo… —dijo con algo de timidez.
—Dejemos a Ludmila fuera de esto —lo dijo algo fastidiado.
Mercedes no dijo más y siguió besándose con Gustavo. Hacer aquello los prendió de nuevo y les dio tiempo para unas rondas más.
Aquello era demasiado para Emilia que se dio cuenta que estaba siendo presa de la excitación que le daba el voyeurismo. Salió de allí de manera cautelosa, pero no se fue. Se quedó bebiendo una botella de agua mineral en la bodega de un chino que tenía bancas.
Ella desde los doce lo evoca cuando necesita calmar esa calentura producto de su juventud. Pero ahora era algo más. Siempre buscaba alguna forma para estar con su amiga en su casa y estar cerca de él.
Ella iba a ir a una fiesta con Olenka, pero ella como no era de salir siempre, no sabía bailar. Ella le comenta aquello al señor Gustavo unos días antes de la fiesta mientras esperaba que llegara su amiga de sus clases de guitarra.
Él con buenas intenciones se acercó a ella que se encontraba sentada en el mueble y le mostró su mano para que se levantara. Aquella acción sonrojó levemente a la muchacha pelirroja que tomó con cierto nerviosismo.
Gustavo encendió la radio y puso un caset con música variada para enseñarle a bailar. Emilia le siguió el ritmo y no dejaba de escuchar cada cosa que le recomendaba. Pero lo mejor fue que el señor Gustavo tomaba sus cintura, cadera, hombros y manos con una naturalidad que daba la sensación de que el cuerpo de la chiquilla estaba a sus órdenes. Emilia movía sus caderas de manera torpe y después de una manera casi sensual.
Gustavo veía aquello como un pequeño juego o pequeña enseñanza. Emilia sentía que sus ojos se perdían en el rostro del padre de su amiga, sentía que las manos de él le daban mucho calor y hacían que su vagina se humedeciera.
—Cuando bailes música urbana trata de ser… un poco juguetona… cómo decirlo… un poco coqueta al moverte —trataba de que ella entendiera.
—Ejemplo… —no entendía bien a lo que se refería.
—Así —Gustavo se puso detrás de ella. Tomó su cadera con delicadeza—. Ahora mueve tu cadera de un lado para otro con lentitud y luego la mueve un poco más rápido.
Emilia hizo aquello y, por un momento, sintió la entrepierna del señor Valestri. Lejos de asustarse, aprovechó para pegarse un poco más.
—Así y luego tratas de bailar hasta abajo flexionando tus rodillas sin dejar de moverte, pero ya eso lo haces con tus parejas de baile —lo decía satisfecho con las enseñanzas—. Te darás cuenta que durante el baile vas a hacer movimientos más naturales.
—Creo que ya estoy lista para bailar con cualquiera, Gustavo… —dijo aquello con un notorio sonrojo por sentirse confianzuda.
—No te preocupes, puedes llamarme así —lo decía con ternura.
Llegó Olenka con Ludmila que la había ido a recoger, Gustavo le dijo que el enseñó a bailara la puberta. Olenka notó rara a su amiga, como algo distraída, pensaba que quizás no le gustaba bailar.
Emilia desde ese momento sueña con tener más de cerca al padre de su amiga. En las fiestas, suele bailar con él, Gustavo bromea con que ella es su única pareja de baile. Nadie veía aquello como algo raro.
La pelirroja se levantó de tanto recordar y se percató que el señor Gustavo estaba caminando hacia la dirección donde ella estaba. Se apresuró para toparse con él de manera casual.
Gustavo caminaba con algo de temor, esperaba que no haya tanto chismoso por allí y mencionara que lo vio salir de la casa de los Ansorena después de estar cerca de dos horas. De repente chocó con alguien en el camino.
—Cuidado… ¡Emilia! —se mostró sorprendido al saber quién era la persona que casi derriba al suelo.
—Hola señor Gustavo, ¿qué tal? Es algo extraño verlo por aquí —fingía sorpresa y curiosidad.
—E-Est-toy bien, Emilia —lo decía algo nervioso—. Solo caminaba por mi viejo vecindario —trataba de sonar natural.
Emilia estaba pensando en si debía chantajearlo con las fotos que tomó donde se encuentra recibiendo una felación por parte de Mercedes o esperar y usarlo como último recurso.
—Parecemos almas gemelas —lo decía muy sonriente— porque yo también decidí dar una caminata por aquí.
Emilia lo tomó del brazo y caminó junto a él, trató de que sus senos rozaran con su brazo. Notaba muy nervioso al señor Gustavo e intuía que era por el olor al perfume de Mercedes que se mantenía en él. Era un perfume muy oloroso.
—Algo huele raro —dijo con seriedad mientras hacía un alto.
—N-No s-sé a qué te refieres —estaba algo pálido.
—Sí, es el olor a nostalgia —lo miró con ternura—. ¿No lo siente? —claramente hizo que el rostro de su acompañante se normalizara.
Realmente Emilia estaba por poner en marcha un plan para estar más cerca de lo que se espera. Por lo pronto, solo trataría de fastidiarlo y tratar de seducirlo de una vez por todas…
09/05/2024
Emilia se metió dos dedos en su joven vagina, no dejó que su mano algo cansada por el continuo movimiento parara de darle un enorme placer.
Ver cómo el señor Gustavo penetraba a aquella mujer la hacía estar en un trance donde su cuerpo solo respondía al placer.
Emilia mientras imaginaba tener el pene de tamaño considerable y grueso del padre de su amiga, también pensaba en que seguirlo fue una de las mejores cosas de su vida hasta el momento.
—¡Dios! ¡Dame más, Gustavo! ¡No me dejes hablar! —decía la mujer que recibía las continuas penetraciones del tipo en la posición de perrito.
Gustavo no era de hablar durante el sexo, se concentraba en hacer venirse primero a su acompañante y luego rematarlo con el orgasmo propio.
“Y se supone que eres uno de los hombres más rectos del vecindario”, decía en su mente de manera irónica Emilia mientras sentía que su vagina palpitaba por dentro.
Gustavo se mantenía perenne con su actividad. La mujer, que Emilia reconoció de manera inmediata, era la hija de la presidenta del comité vecinal. Aquella chica tenía menos de treinta años.
—¡Dame más fuerte! ¡Coges como niña! —le exigía con un rostro llevado por la lujuria.
Gustavo la acostó de lado en la cama, puso su pierna derecha en su hombro izquierdo y, sin perder tiempo, empezó nuevamente el coito, pero esta vez con más energía.
—¡De esto hablaba! —su rostro mostraba que disfrutaba demasiado del momento—¡Ahhhhhhhhhhhh!
Los gemidos fuertes de Mercedes y los pocos gemidos que emitía el señor Gustavo eran suficientes para que Emilia no pasara del minuto y llegara al orgasmo. Hizo como pudo para no abrir su boca y lanzar un gemido.
Erala casa de los Ansorena Pescara donde ocurría aquellos candentes eventos. Unas horas antes, Emilia había ido a visitar a Mercedes para darle el dinero que su madre le tocaba aportar a la junta vecinal. Charlaron un rato y a Mercedes se notaba algo ansiosa. Emilia indagó y se enteró que en media hora iba a ir el señor Gustavo Valestri, padre de Olenka Valestri, su mejor amiga.
Mercedes le dijo que se iba a bañar y que por favor cerrara la puerta al salir. Emilia esperó que ella entrara al baño para abrir y cerrar la puerta sin salir de allí. Caminó de puntitas hasta entrar a una habitación que funcionaba como almacén.
Emilia notaba ciertos comportamientos extraños en el señor Gustavo, pero aquello que le dijo Mercedes le decía internamente que había gato encerrado.
Escuchó a Mercedes salir de la ducha cantando y notó que se hablaba a ella misma mientras obviamente se secaba y cambiaba mirándose al espejo. Se estaba poniendo un vestido rojo que le llegaba a las rodillas, era algo suelto, pero no dejaba de resaltar sus atributos.
“¡Ay, Julián! Si supieras lo puta que realmente es”, decía en su mente lamentándose por su amigo que es novio de Mercedes.
Emilia llevaba el cronómetro desde que Meche entró a bañarse y a cambiarse, habían pasado veinte cinco minutos exactos. A falta de cinco minutos, salió de su habitación con dirección a la sala.
A todo esto, Emilia estaba sudando frío, con el corazón queriendo salir de su pecho. La curiosidad y obvia calentura la llevó a querer espiar, pero ni bien pasaban los minutos aquello la puso con nervios y preguntándose si hizo bien porque esconderse fue fácil y salir… ¿sería igual de sencillo?
Todo lo anterior poco importó cuando el timbre sonó y escuchó la voz más varonil que hasta ese momento de su vida ella apreciaba. La persona que desde que tuvo doce se mantenía en su mente cada vez que su hoyito estaba húmedo y tenía tiempo libre sin nadie a su alrededor.
—Hola Mercedes —decía con una voz amena.
—¡¿Cómo que Mercedes?! —lo decía mientras cerraba la puerta. Se acercó lentamente y le envolvió el cuello con sus brazos— Ya te he dicho que me digas Meche —su voz denotaba sensualidad.
—Prefiero ir al grano —dijo eso sintiéndose acalorado por la lengua de Mercedes humedeciendo su cuello.
Emilia abrió un poco la puerta del almacén que daba a un pasillo donde estaban las demás habitaciones y se podía ver un poco de la parte de la sala. Solo veía al señor Gustavo y los brazos de Mercedes.
De repente notó que se estaban besando de manera efusiva a ambos. Gustavo no perdió tiempo y metió su mano izquierda por debajo del vestido, movió la braga y metió dos dedos con facilidad producto de los fluidos de la argolla de aquella chica de veinticinco años.
—¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! —se mantenía gimiendo en la oreja de él de manera ruidosa.
Emilia se asustó cuando Mercedes de manera impulsiva tomó del brazo izquierdo a su maduro amante y se lo llevó con ansias a su habitación y, sin fijarse, cerró la puerta donde estaba Emilia que estaba junta. La chiquilla sintió que su corazón se salía cuando vio de a ambos amantes.
“Tengo que arriesgarme más”, decía en su mente la chiquilla que abrió la puerta y caminó con sigilo hasta tratar de espiar al padre de su amiga. Estaban tan ansiosos que Emilia no tuvo que hacer tanto porque dejaron la puerta junta y desde ese filo se podía ver cómo Meche desvestía a Gustavo.
Emilia ya había visto al señor Gustavo sin remera cuando iba a la piscina con Olenka, no obstante, ver su miembro erecto, depilado y segregando liquido preseminal le daba otro sentido a la vida de ella.
Se arrodilló mientras su mano se deslizaba dentro de su short, mientras paralelo a ello, Meche masturbaba con mucha fruición. Escupía mientras jalaba y miraba a los ojos a su amante. Gustavo solo puso su mano derecha en la cabeza de Mercedes.
Fueron casi diez minutos de jugueteo de ella con el miembro de Gustavo, luego se incorporó de lo arrodillada que estaba para besarlo y ser lanzada bocarriba a la cama de manera salvaje mientras él se apresuraba en estar encima de ella. Emilia aprovechó para tomarles unas fotos.
Metió su pene de manera rápida por lo mojada que estaba y empezó a bombearla con una intensidad que se acrecentaba conforme los minutos.
Emilia de manera veloz limpió el piso de sus fluidos que se escaparon luego de llegar al orgasmo viendo al padre de su amiga en acción. Se incorporó, aunque seguía teniendo leves espasmos. Retrocedió un poco más para no ser vista y escucharlos.
—Casi una hora, hemos mejorado, Tavo —decía la chica rubia acostada en el brazo derecho.
—Me he esforzado esta vez, Meche —dijo riendo mientras ella se acostaba en su pecho.
—Con tu señora no llegas a estas instancias, supongo… —dijo con algo de timidez.
—Dejemos a Ludmila fuera de esto —lo dijo algo fastidiado.
Mercedes no dijo más y siguió besándose con Gustavo. Hacer aquello los prendió de nuevo y les dio tiempo para unas rondas más.
Aquello era demasiado para Emilia que se dio cuenta que estaba siendo presa de la excitación que le daba el voyeurismo. Salió de allí de manera cautelosa, pero no se fue. Se quedó bebiendo una botella de agua mineral en la bodega de un chino que tenía bancas.
Ella desde los doce lo evoca cuando necesita calmar esa calentura producto de su juventud. Pero ahora era algo más. Siempre buscaba alguna forma para estar con su amiga en su casa y estar cerca de él.
Ella iba a ir a una fiesta con Olenka, pero ella como no era de salir siempre, no sabía bailar. Ella le comenta aquello al señor Gustavo unos días antes de la fiesta mientras esperaba que llegara su amiga de sus clases de guitarra.
Él con buenas intenciones se acercó a ella que se encontraba sentada en el mueble y le mostró su mano para que se levantara. Aquella acción sonrojó levemente a la muchacha pelirroja que tomó con cierto nerviosismo.
Gustavo encendió la radio y puso un caset con música variada para enseñarle a bailar. Emilia le siguió el ritmo y no dejaba de escuchar cada cosa que le recomendaba. Pero lo mejor fue que el señor Gustavo tomaba sus cintura, cadera, hombros y manos con una naturalidad que daba la sensación de que el cuerpo de la chiquilla estaba a sus órdenes. Emilia movía sus caderas de manera torpe y después de una manera casi sensual.
Gustavo veía aquello como un pequeño juego o pequeña enseñanza. Emilia sentía que sus ojos se perdían en el rostro del padre de su amiga, sentía que las manos de él le daban mucho calor y hacían que su vagina se humedeciera.
—Cuando bailes música urbana trata de ser… un poco juguetona… cómo decirlo… un poco coqueta al moverte —trataba de que ella entendiera.
—Ejemplo… —no entendía bien a lo que se refería.
—Así —Gustavo se puso detrás de ella. Tomó su cadera con delicadeza—. Ahora mueve tu cadera de un lado para otro con lentitud y luego la mueve un poco más rápido.
Emilia hizo aquello y, por un momento, sintió la entrepierna del señor Valestri. Lejos de asustarse, aprovechó para pegarse un poco más.
—Así y luego tratas de bailar hasta abajo flexionando tus rodillas sin dejar de moverte, pero ya eso lo haces con tus parejas de baile —lo decía satisfecho con las enseñanzas—. Te darás cuenta que durante el baile vas a hacer movimientos más naturales.
—Creo que ya estoy lista para bailar con cualquiera, Gustavo… —dijo aquello con un notorio sonrojo por sentirse confianzuda.
—No te preocupes, puedes llamarme así —lo decía con ternura.
Llegó Olenka con Ludmila que la había ido a recoger, Gustavo le dijo que el enseñó a bailara la puberta. Olenka notó rara a su amiga, como algo distraída, pensaba que quizás no le gustaba bailar.
Emilia desde ese momento sueña con tener más de cerca al padre de su amiga. En las fiestas, suele bailar con él, Gustavo bromea con que ella es su única pareja de baile. Nadie veía aquello como algo raro.
La pelirroja se levantó de tanto recordar y se percató que el señor Gustavo estaba caminando hacia la dirección donde ella estaba. Se apresuró para toparse con él de manera casual.
Gustavo caminaba con algo de temor, esperaba que no haya tanto chismoso por allí y mencionara que lo vio salir de la casa de los Ansorena después de estar cerca de dos horas. De repente chocó con alguien en el camino.
—Cuidado… ¡Emilia! —se mostró sorprendido al saber quién era la persona que casi derriba al suelo.
—Hola señor Gustavo, ¿qué tal? Es algo extraño verlo por aquí —fingía sorpresa y curiosidad.
—E-Est-toy bien, Emilia —lo decía algo nervioso—. Solo caminaba por mi viejo vecindario —trataba de sonar natural.
Emilia estaba pensando en si debía chantajearlo con las fotos que tomó donde se encuentra recibiendo una felación por parte de Mercedes o esperar y usarlo como último recurso.
—Parecemos almas gemelas —lo decía muy sonriente— porque yo también decidí dar una caminata por aquí.
Emilia lo tomó del brazo y caminó junto a él, trató de que sus senos rozaran con su brazo. Notaba muy nervioso al señor Gustavo e intuía que era por el olor al perfume de Mercedes que se mantenía en él. Era un perfume muy oloroso.
—Algo huele raro —dijo con seriedad mientras hacía un alto.
—N-No s-sé a qué te refieres —estaba algo pálido.
—Sí, es el olor a nostalgia —lo miró con ternura—. ¿No lo siente? —claramente hizo que el rostro de su acompañante se normalizara.
Realmente Emilia estaba por poner en marcha un plan para estar más cerca de lo que se espera. Por lo pronto, solo trataría de fastidiarlo y tratar de seducirlo de una vez por todas…
09/05/2024
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