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Sumiso o esclavo 2

Con cada empuje de su pie en mi boca, sentía cómo mi humillación alcanzaba nuevos niveles de degradación. La textura áspera de su piel contrastaba con la suavidad de mis labios, recordándome mi lugar como su sumiso obediente y servil.
"Más profundo, putito", ordenó, mientras mi lengua luchaba por acatar sus deseos. Cada movimiento era una rendición, un acto de sumisión total a su poderoso dominio.
Mientras tanto, ella seguía humillándome con cada palabra que salía de sus labios. Me llamaba puto de mierda, mariconcito inútil, mientras se regodeaba en mi vergüenza y desesperación. Cada insulto era como un látigo, azotando mi autoestima hasta dejarla hecha pedazos.
Y para empeorar las cosas, sacaba más fotos, capturando cada momento de mi degradación para su disfrute personal. Se reía de mi miseria, encontrando placer en mi humillación, alimentando su ego a expensas de mi dignidad.
En ese momento, me sentí completamente indefenso, atrapado en un ciclo interminable de humillación y sumisión. Pero, en medio de mi desesperación, también sentí un cosquilleo de excitación prohibida, un reconocimiento secreto de la perversa delicia de mi propia humillación
"No puedes esconderte de mí, putito", dijo con una risa burlona mientras observaba mi erección traicionera. "¿Creés que no veo cómo tu verga responde a mi dominio sobre vos?".

Me sentí avergonzado y humillado por mi excitación, tratando desesperadamente de negarlo. "No es lo que pensás", balbuceé, sabiendo que mis palabras caían en oídos sordos.

Ella continuó su cruel juego, sacando fotos de mi vergüenza mientras me inundaba con sus insultos. "Mira cómo este inútil se pone caliente por ser tratado como el putito que es", se burló. "¿No te da vergüenza? ¿No te das cuenta de lo caliente que estás, putito?".

"¡Detente, puto de mierda!" Ordenó con voz ronca, deteniéndome abruptamente en medio de mi adoración a sus pies. "¡No vayas a acabar con solo chuparlos, patético!"

Me obligó a arrodillarme contra la pared, con las manos en la nuca y la frente apoyada en la superficie fría. "Arrodíllate y mira a la pared, ¿crees que mereces mirarme después de esa exhibición lamentable?"

"Maldito inútil", se burló, mientras escuchaba los ruidos plásticos detrás de mí. "Ahora vas a recibir tu merecido, pero no te emociones demasiado, no quiero que manches mi suelo con tu asquerosa excitación".

Bien, putito, es hora de jugar!" Exclamó con entusiasmo, sacando la caja de juguetes que siempre habíamos planeado usar con ella. "¿Recuerdas todas las veces que rogabas por esto? ¡Hoy tus ruegos se hacen realidad!"
Mis ojos se abrieron de par en par al ver el contenido de la caja: consoladores de todos los tamaños y formas, sogas seductoras, un plug anal reluciente, lubricante tentador y varias mordazas esperando ser usadas.
"¿Qué tal si empezamos con esto?" Sugirió con malicia, mostrando el plug anal entre sus dedos. "Creo que serás un buen chico y lo aceptarás sin quejarte, ¿verdad, mariconcito?"
No, por favor, no quiero eso", supliqué con desesperación mientras veía el plug anal brillar ominosamente en su mano.

"¡Silencio, puto de mierda!" Gritó furiosa, dándome un golpe en la mejilla que resonó en toda la habitación. "Ya sabes que lo quieres, así que no hagas más drama y ábrete para mí".

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras sentía la humillación abrumarme. "Lo siento, ama", murmuré débilmente, resignándome a mi destino mientras ella colocaba el plug sobre mi boca abierta, burlándose de mi sumisión.

Chúpalo", ordenó con voz dura, señalando el plug que ahora descansaba sobre mi lengua.

Con un nudo en la garganta, me incliné hacia adelante y comencé a lamerlo con repugnancia, sintiendo el sabor metálico invadir mi boca.

"¿Es eso lo mejor que puedes hacer, putito?", preguntó con desdén, su tono lleno de amenaza. "Si no lo haces bien, todos tus amiguitos verán estas fotos".
Incapaz de soportar la idea de que mis amigos vieran esas imágenes humillantes, cerré los ojos y comencé a chupar el plug con más ganas, tratando de complacerla y evitar el castigo.

"¡Así me gusta, putito!", exclamó con satisfacción, mientras yo seguía con mi tarea, sintiéndome completamente humillado y vulnerable.

gimo mientras me saca el plug de la boca. El aire frío choca contra mi lengua húmeda, dejando un regusto a humillación en mi boca. A continuación, siento el frío metal del collar alrededor de mi cuello, y una sensación de sumisión me invade.

"Desde hoy, serás Naty", declara ella con satisfacción, como si estuviera revelando un nuevo juguete favorito. "Naty, mi pequeña puta sumisa". Su tono es tanto despectivo como dominante, y aunque mi corazón se acelera ante el cambio, sé que debo obedece

Sígueme, perrito", ordena con voz burlona mientras tira de la correa. Me arrastro tras ella por la habitación, sintiendo la mirada de desprecio en su rostro mientras me humilla sin piedad.

"¡Anda, desnúdate!", ordena con tono autoritario. Me quito la ropa con torpeza, sintiéndome expuesto y vulnerable ante su mirada crítica. Una vez desnudo, me ata las manos, dejándome aún más indefenso y a merced de sus caprichos.

"¡Mira lo inútil que eres!", se burla mientras me observa, complacida por mi sumisión. Mis mejillas arden de vergüenza mientras me doy cuenta de lo lejos que estoy dispuesto a llegar para satisfacer sus deseos más oscuros

Abre la puerta ventana del balcón, permitiendo que la suave brisa del exterior entre en la habitación. Con firmeza, me ata al barral de la cortina. Su mirada se posa sobre mí, un brillo malicioso en sus ojos mientras me observa con deleite

"¿Qué tenemos aquí?", su voz suena burlona, llena de desprecio y dominación. Mis manos están atadas en alto, sin posibilidad de escape, mientras ella disfruta de mi indefensión.

"¿No te sientes patético?", pregunta, su tono cargado de malicia. Me siento humillado y avergonzado por mi situación, pero también excitado por el control que ella tiene sobre mí.

"Disfruta de la vista", continúa, su sonrisa despiadada evidenciando su placer en mi sumisión. Me siento expuesto, vulnerable ante su mirada, pero también ansioso por satisfacer sus deseos más oscuros. En este momento, soy suyo para hacer conmigo lo que desee, y eso me llena de una extraña excitación y temor.

Se ríe de mi erección, burlándose de mi excitación ante mi propia humillación. Con un gesto despiadado, toma una fusta del cajón de juguetes, dejando claro que está lista para infligirme un dolor placentero. Sus ojos brillan con anticipación mientras se prepara para castigarme, y yo me estremezco ante la idea de lo que está por venir.
"¿Qué es esto?", pregunta con tono burlón mientras agarra la fusta del cajón de juguetes. Sus ojos brillan con malicia mientras se acerca a mí, quien está atado al barral de la cortina.

"No, por favor, no", suplico, sabiendo lo que viene a continuación. Pero ella solo se ríe, como si mis súplicas fueran música para sus oídos.

Con un movimiento rápido, la fusta desciende sobre mi pene, provocando un dolor agudo que me hace retorcerme de agonía. "¿Te gusta, putito?", pregunta con sorna, mientras el látigo corta el aire una y otra vez.

"No puedo soportarlo más", grito entre lágrimas, pero ella no muestra piedad. "Las putas de verdad no lloran", responde con desprecio, intensificando los golpes con cada palabra.

Mi erección, antes firme, cede ante el castigo implacable. "Lo siento, amo", balbuceo, pero mis disculpas solo parecen alimentar su diversión.

"¿Qué tenemos aquí?", pregunta con un tono burlón, sosteniendo la jaula de castidad frente a mí como si fuera un trofeo. No hay asombro en su mirada, solo un deleite malicioso que me hace temblar.

"Sabía que llegaría el día en que necesitarías esto", continúa, su voz cargada de desprecio mientras examina la jaula con una mirada evaluadora. Con movimientos precisos, comienza a colocarla alrededor de mi pene, asegurándose de que esté ajustada de manera incómoda. Cada clic de la cerradura es como una sentencia de mi sumisión.

Entre mis gemidos de dolor, ella se inclina hacia mí, su aliento cálido rozando mi cuello. "¿Qué, te excita esto, puto?", murmura con una malicia calculada mientras sus dedos encuentran mis pezones. Su tacto es firme y cruel, chupándolos y mordiéndolos con una ferocidad que me hace retorcerme bajo su dominio, cada sensación un recordatorio punzante de mi lugar.

Mira cómo se pone este puto", susurra mientras sus labios se ciernen sobre mi pezón, chupando con una ferocidad que me hace jadear. Su mano se desliza por mi espalda, manoseando mi trasero con una familiaridad que me hace estremecer. Siento cómo sus dedos exploran, abriendo las nalgas con una promesa de lo que está por venir.

El calor se acumula en mi entrepierna, la jaula de castidad apretando cada vez más mientras mi excitación crece. "¡Por favor, para!", suplico, mi voz un susurro roto lleno de desesperación. Pero ella ignora mis súplicas, su mano áspera continúa su exploración, su toque cruel y despiadado.

"Cállate, puta", responde con una risa burlona, su aliento caliente rozando mi oído. "¿No te gusta cómo te trato? ¿No es esto lo que siempre has querido?" Su tono es mordaz, su disfrute evidente mientras juega con mi cuerpo como si fuera su juguete personal.

Mientras su mano sigue explorando, mientras su boca sigue torturando, me doy cuenta de que estoy completamente a su merced, entregado a su voluntad sin esperanza de escape. Y aunque me aferro a mis ruegos, sé en lo más profundo de mi ser que esto es exactamente donde pertenezco

El gemido se escapa de mis labios involuntariamente cuando siento cómo el plug se introduce bruscamente en mi trasero, como un recordatorio de mi sumisión y su control absoluto sobre mí. El dolor punzante irradia desde mi interior, haciéndome retorcerme en su agarre, pero ella no muestra piedad, sino que continúa con su tortura.

Mientras su boca se aferra a mis pezones, su lengua los tortura sin descanso, mis gritos de dolor apenas audibles sobre el sonido de su risa burlona. Cada succión, cada mordisco solo intensifica mi agonía, convirtiendo el placer en tormento en un ciclo interminable de sufrimiento.

"¿Te gusta eso, puto?", pregunta con malicia, disfrutando del espectáculo de mi angustia. No espera una respuesta, ya que su atención está completamente centrada en mi cuerpo, en mi sufrimiento, en su control absoluto sobre mí.

El plug se siente como una presencia intrusiva dentro de mí, recordándome constantemente quién tiene el poder en esta situación. Cada movimiento, cada respiración está marcada por su presencia, una constante recordatoria de mi sumisión.

A pesar del dolor, a pesar de la humillación, no puedo negar la excitación que arde dentro de mí, una mezcla retorcida de placer y sufrimiento que solo ella puede provocar. Y mientras me someto a su voluntad, sé que esta sesión está lejos de terminar, que mi ama tiene mucho más en mente para mí.

Estoy de pie, mis manos firmemente atadas al barral de la cortina con gruesas sogas que cortan mi piel desnuda, dejándome expuesto y vulnerable ante su mirada dominante y despiadada. En ese instante, ella está con su boca cubriendo mis pezones, chupándolos con una ferocidad que mezcla dolor y placer en una deliciosa tormenta de sensaciones.

Sus manos, firmes y seguras, acarician mi torso, explorando cada centímetro de mi piel mientras sus dedos juegan con mi cola, provocando escalofríos de anticipación y humillación. Me siento completamente a su merced, incapaz de resistirme a sus caprichos, entregado por completo a su dominio y control.

El plug en mi culo, insertado a la fuerza, es un recordatorio constante de mi sumisión absoluta y mi falta de control sobre mi propio cuerpo. Cada movimiento, cada gesto suyo, aumenta mi sensación de humillación y excitación, alimentando mi deseo de complacerla y someterme por completo a sus deseos.

La tensión en el aire es palpable, cargada con la promesa de tormento y placer, mientras mi corazón late con fuerza en mi pecho, anticipando lo que está por venir. En ese momento, una sola gota de leche escapa de mi pija encerrada en castidad, un símbolo de mi entrega total y mi sumisión a su voluntad.

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