Capitulo II: Remando en dulce de leche.
Cuando ella se bajó del auto mi primera reacción fue pensar “que hermosa concha que tiene esta mujer”, sí, así a lo guarro ja, pero era imposible no soltar esa expresión, ya para ese entonces todos los flujos que tenía en la mano estaban secos pero lo más asombroso de todo fue que caí en la cuenta del aroma que pudiera quedarme, mal que me pese, debía regresar a mi casa, y ahí mi sorpresa al llevarme la mano que toco el paraíso a mi nariz y notar que ni siquiera tenía olor a sexo, era un delicioso aroma apenas perceptible, incluso algo dulce, similar al aroma de un perfume al final del día donde ya poco se siente.
Contento obviamente volvía manejando por la ruta, pensando el intenso momento que habíamos tenido y que por primera vez desde que nos conocimos tuvimos un momento de intimidad más notorio pese a que no cogimos. Pero también extrañado, un poco al menos, porque si bien disfrute plenamente, recién caí en que en ningún momento desde que la comencé a masturbar, me toco la pija, ni siquiera rozo su mano por sobre mi pantalón. No porque haya estado mal, o porque haya obligación alguna, o ese famoso y ridículo “corresponder”… Pero éramos dos adultos muy calientes, y claramente ella sintió mi erección en algún momento donde nos apoyábamos, pero si bien en ese momento ni siquiera me intereso, fue un pensamiento que se vino después.
Los días transcurrían igual, mensajes ida y vuelta sin parar, hablándonos, poniendo cada vez las conversaciones más picantes, demostrándonos las ganas que nos teníamos, las ganas de repetir pero culminar con una buena cogida. Era lógico, lo necesitábamos, pero para eso necesitábamos tener más tiempo, más excusas, más coartadas ambos… y no nos era fácil. Siempre que intentábamos algo pasaba y no podíamos concretar el tan ansiado encuentro. Seguí yendo a verla no solo al trabajo, sino que todas las semanas viajaba hasta allá para tener 10 o como mucho, 20 minutos con ella, fue así que entablamos una relación de amantes propiamente dicha, ya era nuestro ritual, nos encontrábamos tales días de la semana, a tal hora, en tal lugar, eran esos pocos minutos, se bajaba y cada cual a su casa. Claro que cada vez que eso pasaba, nuestros momentos eran más intensos, más calientes, ya estábamos desaforados, puro fuego, pero no cogíamos, siempre creímos que el auto no era la manera de coger por primera vez, sentíamos que con todo el tiempo que esperamos nos merecíamos más que coger en un asiento, y ambos lo aceptamos así, tácitamente hoy sabemos que fue así.
Ya cuando volvimos a repetir ese franeleo como el que describí, ella no lo sabía, pero ese día fui decidido a que probaría esa miel. Llegado el momento de mayor calentura quise entrar entre sus piernas para probarla directamente desde su concha, pero ella amablemente y con delicadeza me lo impidió, seguíamos igual, no se daba el momento indicado, todo parecía fluir menos el momento que necesitábamos. No por eso me di por vencido, así como estábamos, masturbándola, haciendo lo mismo pero cada vez más intenso, en cuanto termino de acabar y se repuso, quite mi mano de ahí intentando contener en mis dedos toda la miel posible y me la lleve a la boca… explote, literalmente me exploto la cabeza, tanto la de arriba como la de la pija, el sabor que tenía era algo indescriptible, lo dulce del aroma que había sentido aquella vez no mentía, era así su sabor, dulce, fino, delicado, suave… simplemente una concha exquisita. Recordé sin mentir ni exagerar esas cenas en restaurantes gourmet de muchos pasos, donde la combinación de sabores generaban explosiones en el paladar… eso era ella, una explosión de sabor en mi boca y en mi cabeza.
Así continuó nuestra historia casi por un año más, con encuentros más que frecuentes, pero de apenas minutos, aunque suene mentira, el auto acumulaba varios miles de kilómetros solo por esa razón, besarla, tocarla y volver a casa con la pija dura pero feliz, ya que aún ella pese a todo lo que hacíamos en la vía pública jamás me toco la pija siquiera. Hasta que un día se alinearon los planetas y pudimos arreglar nuestros horarios para tener nuestro primer encuentro con algo más de tiempo, con lugar, nuestra primera cogida, al fin señoras y señores, se iba a dar.
La pase a buscar ese sábado por la tarde y sin mediar palabra, entre su paranoia de estar de trampa y los nervios y ansiedad que ambos teníamos, creo que fue la única vez que se subió al auto y no nos besamos, fuimos casi en silencio hasta el primer telo que teníamos en vista y entramos. Pero como el destino estaba en nuestra contra, ahí vino la noticia que en ese momento uno menos quiere escuchar.
- Estoy indispuesta, me vino esta mañana –me dijo casi con voz de angustia mezclada con bronca.
- Sacando el hecho de que me tiraste todo el techo del telo encima con la noticia, la verdad que no me importa, esperé tres años tenerte acá conmigo, no me voy a morir por que estés indispuesta – le retruque.
- Ya sé que no es impedimento, pero por fin se nos dan las cosas y justo me tiene que venir, con todo lo que esperamos, con todo lo que te hice esperar, quería que fuera como tanto hablamos, no estando así incómodos con esto… –cerró.
Ahí entendí un poco porque ella se subió tan callada y pensativa quizás al auto, no tan suelta como otras veces.
- Yo lo que quiero es tenerte acá conmigo – empecé diciendo – venimos hace años queriendo estar en un lugar solos, sin tiempo que nos corra más allá de que no podamos quedarnos más que unas horas, al menos no son 20 minutos como siempre.
- Lo sé, por eso no te dije nada antes para que no cancelemos.
- Nadie va a cancelar nada, si vos no te sentís cómoda, no lo haremos, pero al menos nos podemos acariciar, tocar y besar sin estar pendientes de que pasa en la calle y que no.
En ese momento ella esbozó una sonrisa picarona, de aceptación a la propuesta. Era evidente que no se sentía cómoda con la idea de coger así, no porque no le gustara, sino porque era la primera vez que lo hacíamos, así que le demostré que nos podíamos tomar las cosas con calma, nos acostamos y entre risas y besos fuimos aumentando cada vez más la temperatura, era inevitable que pasara. Con el correr de los minutos decidimos quitarnos algo de ropa, sin llegar a quedar desnudos por completo. Ella me pidió apagar las luces por completo, lo cual me descolocó un poco, pero finalmente dejamos lo más tenue posible y seguimos con lo nuestro.
Cada vez el franeleo era más intenso y caliente, las ganas las demostrábamos con algunas palabras, los besos y mis manos que recorrían todo su cuerpo. Así fue que quedamos ambos en ropa interior, ella con un lindo corpiño y una bombachita que si bien no era una tanga como solía usar por estar menstruando, era vistosa y delicada que no evitaba seducirme.
Así fuimos cada vez poniéndonos más calientes, yo encima de ella, frotando por sobre las telas mi pija bien erecta sobre su concha, dándole presión pero sin llegar a lastimar con la tela, fui incrementando el roce para que todo el largo de mi verga pase por el surco de su conchita. No podía pasar mis dedos, eso era algo que tenía ganas y me tuve que aguantar, pero no dejo de ser una buena paja para ambos, mientras fui liberando esas tetas de tamaño ideal, que no sobran pero que tampoco faltan. Sus pezones erectos salieron contentos a encontrarse con mis besos y mi lengua, pude recorrer por primera vez sus aureolas morenas y tocar a modo de caricias y masajes todo el contorno de su pecho mientras su otro pecho seguía siendo víctima de mi boca.
A medida que acelerábamos el ritmo, mis manos y mi boca iban pasando por distintas partes de su cuerpo, opte quitarle el corpiño por completo para que ya nada estorbe en ese lugar, mis manos pasaban firmes por su cuello, su espalda y bajaba por donde comenzaba la separación de esa manzanita firme, dura, de dimensiones perfectas. Al tiempo que seguíamos, cada tanto le decía al oído
- Te quiero coger hermosa.
- Yo quiero que me cojas – me decía totalmente encendida – pero te voy a manchar todo y no quiero que no te guste.
- No hay nada ya que me pueda molestar, necesito entrar y sentirte.
- No me digas así que voy a acabar de solo pensarlo – tiró totalmente desencajada.
Quise quitarle la bombacha, necesitaba cogerla ya mismo, pero no me dejo, me pidió que siguiéramos así. Comencé a pasar mi mano por su culo ya de una manera más que firme, lo agarraba, le hacía sentir que estaba sacado – y no era para menos con esa situación – y que ya no podía más, ahí mismo fui corriendo su bombacha, pasando mis dedos por su raja hasta que hice contacto con su suave anillito, tenía la yema de mi dedo índice justo en la entrada de su culo, mientras yo seguía frotando toda la verga por su conchita sus gemidos callados iban en aumento, y no basto que apenas haga una leve presión con el dedo que su cola se abrió y dejo entrar sin tapujos la primera falange al mismo tiempo que se iba en un orgasmo maravilloso entrelazando sus piernas bien tonificadas a mi cuerpo para evitar que me separe. Seguímos en esa posición hasta que pudo descargar toda su calentura, yo no deje de moverme, tenía la verga chorreando preseminal y dolorida de tanto frote fuerte con las telas, pero nada de eso me importaba, mi dedo aún en su culo sin moverlo, la dejaba recuperar, pero no lo quitaba, quería que sepa que esto no se cortaba acá.
- Cómo me hiciste acabar por dios…
- Te gustó? – le pregunte.
- Sí, mucho, ese dedo juguetón que estaba haciendo ahí?
- Estaba hurgando… algo en algún lado debería entrar no te parece? Al menos él tuvo premio – bromeaba yo – estoy muy caliente Bea, sentís lo duro que me pones?
- Se siente mucho, me gusta que te pongas así por mí.
- Te quiero coger, necesito cogerte –casi que le suplicaba yo.
- No te molesta ensuciarte?
- No, en estos momentos lo único que me molesta es no estar dentro tuyo.
Me hizo apartarme, se levantó de la cama y fue rumbo al baño, yo quede a la expectativa de que saliera y vuelva con las mismas ganas que se levantó y por suerte así fue. Se acercó muy sensualmente, note que ya no tenía su bombacha puesta y pude ver por primera vez toda su conchita depilada, acerque mí mano y la acaricié. Ella se acostó, me acarició la cabeza, acercó sus labios y me dio un beso de los más tiernos que sentí en mi vida, cuando se separó casi con vergüenza quizás, me susurró.
- Cógeme, quiero tenerte adentro…
Mi cara de felicidad según me cuenta ella después fue indescriptible, pero no era para menos… tres años remando en dulce de leche, con todo en contra y sin darme por vencido nunca para por fin tener este momento. Era obvio que iba a tener cara de feliz cumpleaños, a cualquiera le pasaría.
Al oír esas palabras no dude un segundo, ella instintivamente se acomodó boca arriba me tironeó de manera juguetona para que yo me ponga encima suyo y rodeó mi cuello con sus brazos, levanto su cabeza y al momento de besarme sentí sus piernas rodear mi cintura haciéndome notar que era momento de cogerla. Yo no atine a dar resistencia, que más quería que me dé acceso a ese panal tan carnoso y húmedo. De apoco fui acercando mi glande y no quise desperdiciar la oportunidad de jugarle un poco tal como habíamos hecho antes con las prendas puestas, la apoye suavemente sobre su vulva, con un movimiento lento le hice sentir el largo de mi verga, que sus jugos la empaparan de arriba abajo y que sienta la dureza que en breve iba a tener dentro.
En realidad, ese juego duró lo que tuvo que durar, ya era demasiada espera, tampoco soy de hielo y luego de un par de frotes el glande quedo justo en la puerta de entrada de su concha, sus labios ya abrazaban los costados y me invitaban a avanzar como succionándome. Quise que ambos sintiéramos el camino que recorría, más allá de que ella con sus piernas me empujaba con fuerza, yo resistía a entrar de un solo envión, quería disfrutar, reconocer cada milímetro de esa concha que tanto había deseado. Así fue que seguí con calma pero sin pausa, hasta llegar al fondo de todo y tener la verga por completo dentro de la mujer que me voló la cabeza hace poco más de 3 años atrás.
Cuando por fin estuve totalmente dentro de ella, nos separamos por primera vez del beso que nos dábamos y nos miramos fijamente y sonreíamos como no dando crédito de lo que estaba pasando. De a poco fui incrementando los movimientos y ella sus caricias y besos. Nos deseábamos, nos necesitábamos y al fin nos teníamos, empezamos con un vaivén suave pero continuo, movimientos que generaban mucha fricción sobre su clítoris y ni hablar lo que sentía mi verga. Al cabo de unos minutos que no sabemos cuántos fueron, para nosotros fue una eternidad por cómo lo vivimos, comencé a sentir un calor abrumador en mi pija, su conchita estaba hirviendo, estaba a punto, y yo también, a cada momento que pasaba sentía como mi pija se hinchaba cada vez más, se me presionaban las venas dando cuenta de lo que se venía. Sus gemidos que apenas eran perceptibles se aceleraban cada vez más y mi respiración le respondía de igual manera, y fue en ese momento que ambos nos dimos cuenta que una conexión que nunca antes habíamos sentido nos enlazó de una manera especial, nuestras miradas lo dijeron y nosotros así lo aceptamos. Eso nos hizo acabar al mismo tiempo, yo explote dentro suyo con una intensidad que pocas veces sentí, sin furia, sin gritos, sin palabras. Acabamos mientras flotábamos el uno con el otro enganchados por nuestro sexo, con total tranquilidad, casi podría decir algo espiritual, aunque ni yo creo en esas cosas.
Fue en ese momento que no solo era la primera vez que cogíamos, ambos entendimos que era el inicio de algo completamente distinto a lo que –al menos nosotros– conocíamos.
Cuando ella se bajó del auto mi primera reacción fue pensar “que hermosa concha que tiene esta mujer”, sí, así a lo guarro ja, pero era imposible no soltar esa expresión, ya para ese entonces todos los flujos que tenía en la mano estaban secos pero lo más asombroso de todo fue que caí en la cuenta del aroma que pudiera quedarme, mal que me pese, debía regresar a mi casa, y ahí mi sorpresa al llevarme la mano que toco el paraíso a mi nariz y notar que ni siquiera tenía olor a sexo, era un delicioso aroma apenas perceptible, incluso algo dulce, similar al aroma de un perfume al final del día donde ya poco se siente.
Contento obviamente volvía manejando por la ruta, pensando el intenso momento que habíamos tenido y que por primera vez desde que nos conocimos tuvimos un momento de intimidad más notorio pese a que no cogimos. Pero también extrañado, un poco al menos, porque si bien disfrute plenamente, recién caí en que en ningún momento desde que la comencé a masturbar, me toco la pija, ni siquiera rozo su mano por sobre mi pantalón. No porque haya estado mal, o porque haya obligación alguna, o ese famoso y ridículo “corresponder”… Pero éramos dos adultos muy calientes, y claramente ella sintió mi erección en algún momento donde nos apoyábamos, pero si bien en ese momento ni siquiera me intereso, fue un pensamiento que se vino después.
Los días transcurrían igual, mensajes ida y vuelta sin parar, hablándonos, poniendo cada vez las conversaciones más picantes, demostrándonos las ganas que nos teníamos, las ganas de repetir pero culminar con una buena cogida. Era lógico, lo necesitábamos, pero para eso necesitábamos tener más tiempo, más excusas, más coartadas ambos… y no nos era fácil. Siempre que intentábamos algo pasaba y no podíamos concretar el tan ansiado encuentro. Seguí yendo a verla no solo al trabajo, sino que todas las semanas viajaba hasta allá para tener 10 o como mucho, 20 minutos con ella, fue así que entablamos una relación de amantes propiamente dicha, ya era nuestro ritual, nos encontrábamos tales días de la semana, a tal hora, en tal lugar, eran esos pocos minutos, se bajaba y cada cual a su casa. Claro que cada vez que eso pasaba, nuestros momentos eran más intensos, más calientes, ya estábamos desaforados, puro fuego, pero no cogíamos, siempre creímos que el auto no era la manera de coger por primera vez, sentíamos que con todo el tiempo que esperamos nos merecíamos más que coger en un asiento, y ambos lo aceptamos así, tácitamente hoy sabemos que fue así.
Ya cuando volvimos a repetir ese franeleo como el que describí, ella no lo sabía, pero ese día fui decidido a que probaría esa miel. Llegado el momento de mayor calentura quise entrar entre sus piernas para probarla directamente desde su concha, pero ella amablemente y con delicadeza me lo impidió, seguíamos igual, no se daba el momento indicado, todo parecía fluir menos el momento que necesitábamos. No por eso me di por vencido, así como estábamos, masturbándola, haciendo lo mismo pero cada vez más intenso, en cuanto termino de acabar y se repuso, quite mi mano de ahí intentando contener en mis dedos toda la miel posible y me la lleve a la boca… explote, literalmente me exploto la cabeza, tanto la de arriba como la de la pija, el sabor que tenía era algo indescriptible, lo dulce del aroma que había sentido aquella vez no mentía, era así su sabor, dulce, fino, delicado, suave… simplemente una concha exquisita. Recordé sin mentir ni exagerar esas cenas en restaurantes gourmet de muchos pasos, donde la combinación de sabores generaban explosiones en el paladar… eso era ella, una explosión de sabor en mi boca y en mi cabeza.
Así continuó nuestra historia casi por un año más, con encuentros más que frecuentes, pero de apenas minutos, aunque suene mentira, el auto acumulaba varios miles de kilómetros solo por esa razón, besarla, tocarla y volver a casa con la pija dura pero feliz, ya que aún ella pese a todo lo que hacíamos en la vía pública jamás me toco la pija siquiera. Hasta que un día se alinearon los planetas y pudimos arreglar nuestros horarios para tener nuestro primer encuentro con algo más de tiempo, con lugar, nuestra primera cogida, al fin señoras y señores, se iba a dar.
La pase a buscar ese sábado por la tarde y sin mediar palabra, entre su paranoia de estar de trampa y los nervios y ansiedad que ambos teníamos, creo que fue la única vez que se subió al auto y no nos besamos, fuimos casi en silencio hasta el primer telo que teníamos en vista y entramos. Pero como el destino estaba en nuestra contra, ahí vino la noticia que en ese momento uno menos quiere escuchar.
- Estoy indispuesta, me vino esta mañana –me dijo casi con voz de angustia mezclada con bronca.
- Sacando el hecho de que me tiraste todo el techo del telo encima con la noticia, la verdad que no me importa, esperé tres años tenerte acá conmigo, no me voy a morir por que estés indispuesta – le retruque.
- Ya sé que no es impedimento, pero por fin se nos dan las cosas y justo me tiene que venir, con todo lo que esperamos, con todo lo que te hice esperar, quería que fuera como tanto hablamos, no estando así incómodos con esto… –cerró.
Ahí entendí un poco porque ella se subió tan callada y pensativa quizás al auto, no tan suelta como otras veces.
- Yo lo que quiero es tenerte acá conmigo – empecé diciendo – venimos hace años queriendo estar en un lugar solos, sin tiempo que nos corra más allá de que no podamos quedarnos más que unas horas, al menos no son 20 minutos como siempre.
- Lo sé, por eso no te dije nada antes para que no cancelemos.
- Nadie va a cancelar nada, si vos no te sentís cómoda, no lo haremos, pero al menos nos podemos acariciar, tocar y besar sin estar pendientes de que pasa en la calle y que no.
En ese momento ella esbozó una sonrisa picarona, de aceptación a la propuesta. Era evidente que no se sentía cómoda con la idea de coger así, no porque no le gustara, sino porque era la primera vez que lo hacíamos, así que le demostré que nos podíamos tomar las cosas con calma, nos acostamos y entre risas y besos fuimos aumentando cada vez más la temperatura, era inevitable que pasara. Con el correr de los minutos decidimos quitarnos algo de ropa, sin llegar a quedar desnudos por completo. Ella me pidió apagar las luces por completo, lo cual me descolocó un poco, pero finalmente dejamos lo más tenue posible y seguimos con lo nuestro.
Cada vez el franeleo era más intenso y caliente, las ganas las demostrábamos con algunas palabras, los besos y mis manos que recorrían todo su cuerpo. Así fue que quedamos ambos en ropa interior, ella con un lindo corpiño y una bombachita que si bien no era una tanga como solía usar por estar menstruando, era vistosa y delicada que no evitaba seducirme.
Así fuimos cada vez poniéndonos más calientes, yo encima de ella, frotando por sobre las telas mi pija bien erecta sobre su concha, dándole presión pero sin llegar a lastimar con la tela, fui incrementando el roce para que todo el largo de mi verga pase por el surco de su conchita. No podía pasar mis dedos, eso era algo que tenía ganas y me tuve que aguantar, pero no dejo de ser una buena paja para ambos, mientras fui liberando esas tetas de tamaño ideal, que no sobran pero que tampoco faltan. Sus pezones erectos salieron contentos a encontrarse con mis besos y mi lengua, pude recorrer por primera vez sus aureolas morenas y tocar a modo de caricias y masajes todo el contorno de su pecho mientras su otro pecho seguía siendo víctima de mi boca.
A medida que acelerábamos el ritmo, mis manos y mi boca iban pasando por distintas partes de su cuerpo, opte quitarle el corpiño por completo para que ya nada estorbe en ese lugar, mis manos pasaban firmes por su cuello, su espalda y bajaba por donde comenzaba la separación de esa manzanita firme, dura, de dimensiones perfectas. Al tiempo que seguíamos, cada tanto le decía al oído
- Te quiero coger hermosa.
- Yo quiero que me cojas – me decía totalmente encendida – pero te voy a manchar todo y no quiero que no te guste.
- No hay nada ya que me pueda molestar, necesito entrar y sentirte.
- No me digas así que voy a acabar de solo pensarlo – tiró totalmente desencajada.
Quise quitarle la bombacha, necesitaba cogerla ya mismo, pero no me dejo, me pidió que siguiéramos así. Comencé a pasar mi mano por su culo ya de una manera más que firme, lo agarraba, le hacía sentir que estaba sacado – y no era para menos con esa situación – y que ya no podía más, ahí mismo fui corriendo su bombacha, pasando mis dedos por su raja hasta que hice contacto con su suave anillito, tenía la yema de mi dedo índice justo en la entrada de su culo, mientras yo seguía frotando toda la verga por su conchita sus gemidos callados iban en aumento, y no basto que apenas haga una leve presión con el dedo que su cola se abrió y dejo entrar sin tapujos la primera falange al mismo tiempo que se iba en un orgasmo maravilloso entrelazando sus piernas bien tonificadas a mi cuerpo para evitar que me separe. Seguímos en esa posición hasta que pudo descargar toda su calentura, yo no deje de moverme, tenía la verga chorreando preseminal y dolorida de tanto frote fuerte con las telas, pero nada de eso me importaba, mi dedo aún en su culo sin moverlo, la dejaba recuperar, pero no lo quitaba, quería que sepa que esto no se cortaba acá.
- Cómo me hiciste acabar por dios…
- Te gustó? – le pregunte.
- Sí, mucho, ese dedo juguetón que estaba haciendo ahí?
- Estaba hurgando… algo en algún lado debería entrar no te parece? Al menos él tuvo premio – bromeaba yo – estoy muy caliente Bea, sentís lo duro que me pones?
- Se siente mucho, me gusta que te pongas así por mí.
- Te quiero coger, necesito cogerte –casi que le suplicaba yo.
- No te molesta ensuciarte?
- No, en estos momentos lo único que me molesta es no estar dentro tuyo.
Me hizo apartarme, se levantó de la cama y fue rumbo al baño, yo quede a la expectativa de que saliera y vuelva con las mismas ganas que se levantó y por suerte así fue. Se acercó muy sensualmente, note que ya no tenía su bombacha puesta y pude ver por primera vez toda su conchita depilada, acerque mí mano y la acaricié. Ella se acostó, me acarició la cabeza, acercó sus labios y me dio un beso de los más tiernos que sentí en mi vida, cuando se separó casi con vergüenza quizás, me susurró.
- Cógeme, quiero tenerte adentro…
Mi cara de felicidad según me cuenta ella después fue indescriptible, pero no era para menos… tres años remando en dulce de leche, con todo en contra y sin darme por vencido nunca para por fin tener este momento. Era obvio que iba a tener cara de feliz cumpleaños, a cualquiera le pasaría.
Al oír esas palabras no dude un segundo, ella instintivamente se acomodó boca arriba me tironeó de manera juguetona para que yo me ponga encima suyo y rodeó mi cuello con sus brazos, levanto su cabeza y al momento de besarme sentí sus piernas rodear mi cintura haciéndome notar que era momento de cogerla. Yo no atine a dar resistencia, que más quería que me dé acceso a ese panal tan carnoso y húmedo. De apoco fui acercando mi glande y no quise desperdiciar la oportunidad de jugarle un poco tal como habíamos hecho antes con las prendas puestas, la apoye suavemente sobre su vulva, con un movimiento lento le hice sentir el largo de mi verga, que sus jugos la empaparan de arriba abajo y que sienta la dureza que en breve iba a tener dentro.
En realidad, ese juego duró lo que tuvo que durar, ya era demasiada espera, tampoco soy de hielo y luego de un par de frotes el glande quedo justo en la puerta de entrada de su concha, sus labios ya abrazaban los costados y me invitaban a avanzar como succionándome. Quise que ambos sintiéramos el camino que recorría, más allá de que ella con sus piernas me empujaba con fuerza, yo resistía a entrar de un solo envión, quería disfrutar, reconocer cada milímetro de esa concha que tanto había deseado. Así fue que seguí con calma pero sin pausa, hasta llegar al fondo de todo y tener la verga por completo dentro de la mujer que me voló la cabeza hace poco más de 3 años atrás.
Cuando por fin estuve totalmente dentro de ella, nos separamos por primera vez del beso que nos dábamos y nos miramos fijamente y sonreíamos como no dando crédito de lo que estaba pasando. De a poco fui incrementando los movimientos y ella sus caricias y besos. Nos deseábamos, nos necesitábamos y al fin nos teníamos, empezamos con un vaivén suave pero continuo, movimientos que generaban mucha fricción sobre su clítoris y ni hablar lo que sentía mi verga. Al cabo de unos minutos que no sabemos cuántos fueron, para nosotros fue una eternidad por cómo lo vivimos, comencé a sentir un calor abrumador en mi pija, su conchita estaba hirviendo, estaba a punto, y yo también, a cada momento que pasaba sentía como mi pija se hinchaba cada vez más, se me presionaban las venas dando cuenta de lo que se venía. Sus gemidos que apenas eran perceptibles se aceleraban cada vez más y mi respiración le respondía de igual manera, y fue en ese momento que ambos nos dimos cuenta que una conexión que nunca antes habíamos sentido nos enlazó de una manera especial, nuestras miradas lo dijeron y nosotros así lo aceptamos. Eso nos hizo acabar al mismo tiempo, yo explote dentro suyo con una intensidad que pocas veces sentí, sin furia, sin gritos, sin palabras. Acabamos mientras flotábamos el uno con el otro enganchados por nuestro sexo, con total tranquilidad, casi podría decir algo espiritual, aunque ni yo creo en esas cosas.
Fue en ese momento que no solo era la primera vez que cogíamos, ambos entendimos que era el inicio de algo completamente distinto a lo que –al menos nosotros– conocíamos.
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