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Compendio III
o ¿Podrías parar de mirarme así? – me preguntó ella con un poco de vergüenza.
- ¿Por qué? ¿Acaso no lo disfrutaste? – pregunté de vuelta, disfrutando del rubor en sus mejillas.
o ¡Claro que lo hice! – exclamó enérgica, aunque avergonzada, en sus ojos se sentía su reproche. -Solo que tu sonrisa me incomoda.
- ¡Lo siento! ¡No puedo evitarlo!
De alguna manera, con las chicas llegamos a un acuerdo: los martes, iría a dejar a Emma a su casa; los miércoles, iría a la casa de Aisha a desayunar; y los jueves, se supone que debo enseñar a Izzie a manejar (curioso detalle que narraré más a fondo cuando corresponda).
Los lunes por la mañana debo ir a la oficina administrativa a las reuniones semanales con la junta, razón por la que Bastián me disculpa para dejarle más temprano; y los viernes por la tarde, luego de ir al gimnasio, voy con su madre y mi jefa, Sonia, para informarle los avances que he desarrollado por la semana. Y los sábados, sigo visitando a Cheryl para “probar su sushi”.
Pero esta semana, fue nuestra marcha blanca. Y aunque era la segunda vez que Emma y yo íbamos a un hotel, seguía sintiéndose incómoda conmigo.
o ¡Es solo que siento que te aprovechas de la situación! – se quejó ella, cubriéndose el pecho con la sábana. – Pienso que le das más importancia a lo que es.
- Entonces…¿Quieres que la saque? – le pregunté.
o ¡Ni se te ocurra! – protestó ella, riéndose con su coquetería acostumbrada.
Estábamos pegados por nuestros sexos, como suele ocurrirnos a menudo. Aun lo hacemos con preservativos, pero tengo la impresión de que será por poco tiempo.
Luego de entrar en nuestra humilde habitación del hotel, nos habíamos empezado a besar y a desnudar, disfrutando de la tranquilidad que nos brindaba nuestro refugio para la privacidad. El apartamento está diseñado para proveer comodidad sin grandes excesos, ofreciendo un segundo hogar para parejas furtivas como nosotros, o en otros casos, viajeros en busca de descanso a través de su viaje.
Ignoramos la sala de estar, con su cómodo sofá y sus suaves cojines, invitando a los huéspedes a deleitarse con su abrazo, dado que nuestra sed mutua podía más. Atrás quedó la mesa de centro en medio de ella, donde me imaginaba a la gente dejar una taza de té caliente o su novela de lectura favorita, al igual que la televisión pantalla plana ubicada para el entretenimiento, dado que nuestro disfrute y hambre era superior, cuyo poder radicaba en llevar a los huéspedes a mundos lejanos con su control remoto.
A la altura de la modesta cocina quedaron mi camisa y su blusa, la cual está equipada con lo esencial para preparar una comida tibia y reconfortante. Una cocina compacta y un refrigerador permanecían a nuestra espera para saciar nuestros apetitos estomacales, pero no los carnales. Y aunque me habría gustado agradar a Emma con un plato preparado por mí, el tiempo, siempre implacable, se cernía contra nosotros sin señales de dar piedad.
En la puerta del baño quedó mi cinturón y su falda. Aunque simple en diseño, exuda un sentimiento de limpieza y serenidad. El impecable excusado, al igual que la prístina ducha permanecían en alerta, sabiendo que les daríamos uso para asear nuestros cuerpos, antes de retirarnos.
Y a la entrada del dormitorio, yacían su sostén, mis pantalones junto con el resto de la envoltura del condón, sus pantaletas y mi bóxer, mancillando ese santuario de paz y relajación. La enorme cama tamaño reina protestaba levemente al sentir nuestros infatigables cuerpos buscando nuestros labios y la cercanía mutua. Descubrimos las suaves sábanas y las esponjosas almohadas, aunque nuestra intención nunca fue dormir. Los veladores a los costados, con sus simples lámparas, protestaban a dispar,mientras que yo embestía sin descanso en el cálido, apretado y húmedo interior de Emma, vibrando con cada seca sacudida que le brindaba a mi agradada compañera.
El vestidor con el espejo y las ventanas polarizadas fueron los únicos testigos mudos de los crecientes gemidos de placer que salían de los agradecidos labios de Emma, los que nos permitían apreciar el agobiante mundo fuera de nuestra humilde y temporal hogar, hasta el momento donde compartimos nuestro orgasmo.
o Me molesta que no lo veas como “buen sexo”. – sentenció seria, finalmente al poder mirarme de vuelta a los ojos.
- ¡Pero es que contigo, yo no tengo sexo! – Insistí enérgicamente. – ¡Emma, contigo, yo hago el amor!
Y una vez más, se volvió a enfadar.
o ¿Lo ves? ¡Sigues con eso! ¡Dios! – comentó irritada. – Si el sexo no fuese tan bueno, te aseguro que no te volvería a ver.
- Pero ¿Qué tiene de malo que te haga el amor?
Me miró indignada.
o “¿Qué tiene de malo?”, “¿Qué tiene de malo?” ¿Estás bromeando conmigo? ¡Ok! Para empezar, estás casado; eres el padre del crush de mi hija; te acuestas no solo conmigo, sino con la profesora de tu hijo y dos madres más, aparte de yo, sin contar a tu esposa, por supuesto. ¿Y me preguntas “Qué tiene de malo”? –comentó exasperada, enumerando con sus dedos. - ¡Dios! A veces pienso que todos los hombres son igual de inmaduros como Tom Sawyer.
- ¿Tom Sawyer? – pregunté, extrañado por la comparación.
o ¡Sí!¡Siempre llamando la atención de las chicas, haciendo locuras!
Le di unos segundos de silencio, sonriendo, para que ella saborease su victoria enfadada. Sin embargo…
- Bueno, de alguna manera tenemos que impresionar a la hija de un juez, ¿No? – repliqué, haciendo que me mirase absorta. – Siempre tenemos que hacer travesuras y cosas llamativas, para atraer la atención de Becky Thatcher, o en tu caso, una rubia tan linda como tú.
Completamente abochornada porque la sorprendí en sus palabras, replicó:
o Por favor, no discutamos de personajes literarios en estos momentos. – en un vago esfuerzo por escapar de la trampa que ella misma se tendió.
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Uno de los motivos por los que Marisol y yo nos conectamos con tanta profundidad cuando nos conocimos fue parcialmente por mi destacable memoria escrita. Gracias a ella, pudimos compartir divertidas experiencias de comics, mangas, y libros que leímos en el pasado, lo que nos hizo volvernos mucho más cercanos. Sin embargo, a diferencia de Sonia, cuya memoria fotográfica es impecable, mi memoria no distingue entre recuerdos mundanos y significativos. Mientras que Marisol me admira por esta habilidad, todavía no comprende completamente su defecto: la constante marea de recuerdos de lecturas, tanto buenas como malas, que inundan mi mente sin discriminar. No se da cuenta del enorme esfuerzo que requiero para bloquear y olvidar dolorosos y malos recuerdos leídos, por encima de los más preciados.
Y en este caso, “Las aventuras de Tom Sawyer” fue una de mis novelas favoritas en mis años jóvenes, texto que leí en varios veranos, donde el aburrimiento y la soledad no ofrecían mejores prospectos de diversión.
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- ¿Por qué te molesta tanto que te diga que te hago el amor? – le pregunté, acariciando suavemente su mejilla, en busca de su ternura.
Aun hostil, pero complaciente, me respondió mucho más suave.
o ¿Por qué es tan importante para ti que yo lo diga? – preguntó ella con mayor dulzura.
Aproveché la oportunidad de probar sus labios y arrebatarle un suspiro.
- En realidad, no me importa que lo digas. – le confesé. – Más me interesa que lo sientas. No lo sé. Pienso que es mejor decirse a uno mismo “Hoy haré el amor con la chica que me gusta” a “Hoy tendré sexo con mi amigo con beneficios”.
Emma se rió.
o Sería más fácil creerte si no te acostaras también con Aisha y con Isabella. –replicó pícara, acariciando mi rostro y engatusándome con su mirada.
- ¡Pero tú sabes que lo que tenemos es distinto! – exclamé, disfrutando de su caricia y haciéndole que enrojeciera.
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Al principio, me fue difícil admitirlo.
No sé si será válido también en las relaciones con cornudos varones, porque me parece que el riesgo está en que la mujer disfrute más con otro macho y termine olvidando a la pareja original, pero en el caso de Marisol, su temor yace en que yo me termine enamorando profundamente de otra mujer.
Por ese motivo, me fue difícil revelarle lo especial que encuentro a Emma, dado que es mucho más activa: puede tomar decisiones con anticipación, no se deja llevar por los sentimientos del momento y sabe mucho más de lo que aparenta.
Pero sorpresivamente para mí, Marisol lo tomó de buena manera. Le expliqué que si bien, tenemos muchos aspectos en común, tampoco son tan fuertes como los que yo comparto con mi esposa, dado que todavía no puedo visualizarme pasando la vida entera con Emma.
Y lo que más ayuda es la naturaleza honesta y responsable de Emma.
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o Es que me preocupa que confundas las cosas. – explicó ella, apartando la mirada. –No me gustaría que dejaras a tu esposa por querer estar conmigo y ser el padre de Karen.
Le tomé su mano y la besé.
- ¡Tranquila!¡Eso no va a pasar! – le respondí, mirándola a los ojos. - ¡Créeme, estoy muy enamorado de mi esposa! Y si bien es cierto que siento algo por ti, ni siquiera se compara con lo que siento por ella. Además, tú y yo sabemos que esto es algo temporal: todo terminará cuando encuentres a alguien más o digas que tienes suficiente.
o ¡Claro!¡Aunque el sexo sea el mejor que he tenido en años! – señaló estupenda con su chispa habitual.
Me reí, la acaricié y la volví a besar.
- Y no sé… si quieres que sea un “padre temporal” para Karen, podría intentarlo…
Ese comentario la hizo sonreír y mirarme con mayor ternura.
o ¿Son todos en tu país de esa manera? ¿Es muy caro para que yo viaje de visita? –consultó cariñosa, mientras me besaba, empezando a mecerse sobre mí.
- ¡No lo sé! – le respondí, disfrutando de sus movimientos. – Solo sé que crecí con ambos padres.
o ¡Rayos!– exclamó exquisita, meneándose con más fuerzas. - ¿Tienes más hermanos?
- ¡Uno más! ¡Mayor que yo! ¡Ya casado!
o ¡Terrible!¡Terrible! – comentó ella, llevando un ritmo vertiginoso. - ¡No tengo más opción que coger contigo hasta el cansancio, entonces!
La besé y la di vuelta.
- ¡Te digo que te hago el amor! – exclamé, antes de enterrársela con fuerza.
Su cuerpo se replegó en gozo. Su interior sigue exquisitamente apretado. Sus pechos se sentían tremendamente tibios, suaves y moldeables al tacto. Sus labios eran maravillosos, succionando con ansiedad los míos.
Me llamaba la atención que sus manos explorasen mi vientre, mi pecho y mi trasero, aspecto que Marisol también considera atractivos.
Pero eran sus piernas las que me envolvían suavemente, marcando el paso de mis embestidas. Tener una hermosa mujer como ella, deseándome de esa manera me hacía sentir fabuloso, dado que nunca me creí capaz de gustarle a una mujer australiana tan atractiva como ella. Es decir, me siento satisfecho con Marisol y amo a mi esposa. Pero Emma está en un concepto intercultural completamente distinto.
Besé sus excitados pezones y los lamí con vehemencia, mientras ella se quejaba placenteramente con suavidad.
o ¡Dios!¡Sigue así! ¡Me encantan tus labios!
Tomé su mano y la besé con dulzura.
- ¡Lo malo de cómo te embarazaste fue que nunca sentiste el placer de pasar leche a través de tus pezones, mientras un adulto te los chupa! ¡Creo que lo habrías disfrutado mucho!
Emma enrojeció su rostro y sus labios me recibieron afectuosamente, con nuestras lenguas danzando armónicamente.
Repentinamente, mientras mis movimientos se iban haciendo cada vez más profundos y ágiles, me tomó del rostro y me obligó a mirarla.
o ¡Marco, dime la verdad! ...- me dijo con un leve temor de dejar sus palabras fluir. –No me vas a dejar, ¿Cierto?
Le sonreí y la besé una vez más.
- ¡Emma, aunque quisiera, no podría! ¡Soy el padre de Bastián!
Ella solo sonrió y se entregó a mí.
Volví a probar sus pechos, con ternura. Estábamos haciendo el amor suavemente, sin preocuparnos en esos momentos por el tiempo que nos quedaba o por los otros. Succionaba su pezón con suavidad y respeto, relamiendo la tetilla hasta deleitarme.
- ¿Sabes qué es lo que más me gusta de hacerte el amor? – le pregunté, acariciando sus cabellos.
Ella sonrió.
o ¡No lo sé! – respondió con su picardía habitual. - ¿Qué te gusta del sexo conmigo?
Me reí, al ver que todavía no cedía.
- Que puedo comer tus pechos sin preocuparme que tengas un esposo que los revise.
Y mientras le daba mordidas a su pecho y unos cuantos chupones, Emma también se sinceró conmigo.
o ¿Sabes algo? Cuando era niña, mi primer crush de libro fue Tom Sawyer. – confesó, soltando un suspiro.
- ¿En serio? – pregunté, probando sus riquísimos labios de nuevo. - ¿Qué te gustaba de él?
o ¡No lo sé! -me respondió tierna, mirándome con ojitos brillantes. – Lo encontraba tan listo y valiente… y lo que más me gustaba era que Becky era rubia como yo.
Me reí.
- ¡Es curioso! – le confesé, viéndola hermosa, besando su cuello y acariciando su trasero. – Yo siempre me identifiqué con Huck.
Ella volvió a reír.
o ¡No!¡No! -me tomó de las mejillas y me obligó ella a perderme en sus ojos. – Yo siempre lo imaginé con cabello negro… alto… fuerte… inteligente… alguien como tú.
Mis caderas se cernían sobre ella con ansiedad. La penetraba sintiendo hambre por ella.
o Y mi parte favorita… es cuando se comprometen…- exclamó preciosa, entrecerrando los ojos, disfrutando cómo la iba metiendo con mayor cadencia.
Mientras me mecía sobre ella, le acaricié sus cabellos dorados, robándole un beso para que me obligase a mirarme.
- ¿Quieres decir… que aceptas hacer el amor conmigo?
Ella rió de manera explosiva.
o ¡No lo sé! Si lo hacemos un par de veces más… tal vez, acepte.
Y al igual que Tom cuando recibió el primer beso de Becky, me volví loco.
Empecé a metérselo con un ímpetu impresionante, al saber que la chica que me gustaba también me aceptaba.
Era tan fuerte, que ella misma se quejaba, sin poder contenerme con sus labios, profesando a la habitación entera cuanto lo estaba disfrutando.
o ¡Sí,Marco! ¡Sí, Marco! ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! ¡Más fuerte! ¡Más fuerte! ¡Ahhh!¡Hazme acabar! ¡Hazme acabar! ¡Dios! ¡Estás tan profundo! ¡Tan profundo! ¡Ahhh!¡Ahhh! ¡Más! ¡Más! ¡Ahhh! ¡Te amo! ¡Mmh! ¡Te amo! ¡Vente en mí! ¡Vente en mí!¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! ¡Aaghh! ¡Aaghh! ¡Aaghhh!
Nos vinimos intensamente. Ella me enroscó con sus piernas y yo me aferré de sus deliciosas nalgas, eyaculando sin poder controlarme.
o ¡Dios!¡Es el mejor sexo que he tenido en toda mi vida! – exclamó Emma, todavía resoplando.
- ¡Te digo que te hago el amor! – insistí, colapsando a su lado.
Me dio un manotazo en el vientre, sonriendo ella con locura.
o ¿Sigues con eso? ¿De verdad, quieres que me enamore de ti? - me preguntó ella, mirándome con una gran sonrisa y con un tono desafiante.
La acaricié de los cabellos y la besé de nuevo.
- ¡No!– respondí, perdido en su rostro. - ¡Creo que ya lo estás!
Nos metimos a la ducha sin contener nuestras manos. Mis manos se prendían de su pegajosa y húmeda vagina, mientras que ella estrujaba mi falo hinchado.
o ¿Sabes? Estaba pensando que me gustaría sentir a este grandote sin condón. – exclamó, arrodillándose para probarla con sus labios, mirándome a los ojos para hacerme saber cuánto lo disfrutaba ella. – Siento que tiras tanta leche, que tengo curiosidad de sentirla en mí.
Mientras que ella se "abocaba” a su labor y yo me contenía con todo, pensando que volveríamos a la escuela extremadamente justos de tiempo, me daba cuenta de que Emma ya era mi chica.
Y a pesar de que ella se bebió todos mis jugos y que después, como si fuéramos chiquillos, recorrimos todo el apartamento recogiendo nuestra ropa para vestirnos, me di cuenta de que empecé a sentir esa incontrolable ansiedad por compartir unas cuantas horas más junto con ella.
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