Los estímulosestán en el aire. Es cuestión de dejarse penetrar en la primera envestida.Pasar en el momento indicado, al salir de la cocina y dejarse atropellar.Escuchar ese minúsculo gemido del otro lado. Frenarse y respirar el contenido.Suspirar. Aspirar. Acariciar la pared como piel de cuarentena. Saberla la otra persona.El otro mundo cercano. Me pegué a ella. Buscaba el nuevo impacto. La señal devida. Mis manos acariciaban la aspereza y mi pecho se dejaba besar por loslabios agitados del otro lado. Mi pija se daba punzadas de cemento frío ycontenía la hinchazón. Una correntada seducía a mi nuca y la arrimaba a lapared. La pegaba. El aliento y los cuerpos la hacían traspirar. Se escuchó elrechinar de una cama. Sentí que me buscaban y el calor del cemento me delataba.Su respiración saboreaba a mi oído derecho. Rodeó mi cuello y se quedó en laoreja izquierda. Lo templado de la pared ya no funcionó como refrigerante. Mi cuerpoempezó a mutarse a la rigidez de la pared que me haría distanciarme. Pero nuncaalejarme. Aquel espacio de aire se llenaba desde el otro lado. De unos muslosque se pegaban a mí. De una concha que se fregaba suave contra la base de mipija que hacía cueva en su entrepierna. Sus manos se agarraban de los pelos demi nuca para quedarse de este lado. Para que la realidad no la sepulte en losescombros de la soledad. Los labios se empapaban de la pared que goteaba. La lamíamosdesesperados. Las lenguas lubricarían la porosidad para hacerlas sábanas deseda. Para moldear en el concreto nuestras figuras. A mordidas. Hacíamosnuestro propio contacto alimentándonos de eso que nos distanciaba. Sus talonesse clavaban en mis pantorrillas y mi pija se aprisionaba contra la pared queahora era carne y clítoris caliente. La escuchaba respirar. Sentía sus dedosrecorrerse queriendo recorrerme. La adivinaba de espaldas contra la pared,quizás sentada en la cerámica y con sus piernas estiradas. Su cabeza seperdería entre pelo y la claridad de una pared inexistente. Parecía que almismo tiempo que se montaba a mi pija, con esa cabeza intangible absorbía mishuevos. Los masticaba y saboreaba como a libertad. Su lengua recorrería eltronco, mordería mis bolas y centraría su degustación en la zona perineal. Miculo era absorbido con la tensión de tantas ganas. De tanto no hecho. La sentíafrotarse. La sentía gemir. La sentía. La piel tenía el sudor contenido. Lospezones absorbieron la piedra que antes nos separaba. Las piernas se abrían. Setensionaban y se cerraban para darnos más tiempo. Mi pija era el martillo. Laapretaba para sentir la presión de su cuerpo. Para ahorcarla con la fuerzaalbañil que lo haría su vulva. Sus piernas. Las pieles se estiraban para lograrel contacto. Las venas se me hinchaban excitadas. La circulación de la sangrebombeaba bajo mi mano simulando fluidos. No podía contenerme y la agarraba delpelo. Sus ojos se cerraban y ya estaba enteramente de este lado. Pero sinseparar la espalda de la pared. Sin tocar siquiera el piso. La penetraba conintensidad desesperada. El orgasmo era el anhelo de pan para un muerto dehambre. Con su mano recorrería mis huevos. El tronco. Se quedaría en la cabezay su lengua secaría las lágrimas. La escuché gemir con una afonía desgarrada.Con la descompresión con que se desploma un muro. Era inevitable que todo sedevolviera a su origen. La pared recibió los fluidos que nos había prestadopara empaparnos. La pude oír volviendo a la cama. Yo me quedé rendido contra lapared y me dormí. El cemento volvió a absorber la humedad y a quedar ensilencio. Hasta la próxima vez en que quiera decirnos algo.
Pared mediante
Los estímulosestán en el aire. Es cuestión de dejarse penetrar en la primera envestida.Pasar en el momento indicado, al salir de la cocina y dejarse atropellar.Escuchar ese minúsculo gemido del otro lado. Frenarse y respirar el contenido.Suspirar. Aspirar. Acariciar la pared como piel de cuarentena. Saberla la otra persona.El otro mundo cercano. Me pegué a ella. Buscaba el nuevo impacto. La señal devida. Mis manos acariciaban la aspereza y mi pecho se dejaba besar por loslabios agitados del otro lado. Mi pija se daba punzadas de cemento frío ycontenía la hinchazón. Una correntada seducía a mi nuca y la arrimaba a lapared. La pegaba. El aliento y los cuerpos la hacían traspirar. Se escuchó elrechinar de una cama. Sentí que me buscaban y el calor del cemento me delataba.Su respiración saboreaba a mi oído derecho. Rodeó mi cuello y se quedó en laoreja izquierda. Lo templado de la pared ya no funcionó como refrigerante. Mi cuerpoempezó a mutarse a la rigidez de la pared que me haría distanciarme. Pero nuncaalejarme. Aquel espacio de aire se llenaba desde el otro lado. De unos muslosque se pegaban a mí. De una concha que se fregaba suave contra la base de mipija que hacía cueva en su entrepierna. Sus manos se agarraban de los pelos demi nuca para quedarse de este lado. Para que la realidad no la sepulte en losescombros de la soledad. Los labios se empapaban de la pared que goteaba. La lamíamosdesesperados. Las lenguas lubricarían la porosidad para hacerlas sábanas deseda. Para moldear en el concreto nuestras figuras. A mordidas. Hacíamosnuestro propio contacto alimentándonos de eso que nos distanciaba. Sus talonesse clavaban en mis pantorrillas y mi pija se aprisionaba contra la pared queahora era carne y clítoris caliente. La escuchaba respirar. Sentía sus dedosrecorrerse queriendo recorrerme. La adivinaba de espaldas contra la pared,quizás sentada en la cerámica y con sus piernas estiradas. Su cabeza seperdería entre pelo y la claridad de una pared inexistente. Parecía que almismo tiempo que se montaba a mi pija, con esa cabeza intangible absorbía mishuevos. Los masticaba y saboreaba como a libertad. Su lengua recorrería eltronco, mordería mis bolas y centraría su degustación en la zona perineal. Miculo era absorbido con la tensión de tantas ganas. De tanto no hecho. La sentíafrotarse. La sentía gemir. La sentía. La piel tenía el sudor contenido. Lospezones absorbieron la piedra que antes nos separaba. Las piernas se abrían. Setensionaban y se cerraban para darnos más tiempo. Mi pija era el martillo. Laapretaba para sentir la presión de su cuerpo. Para ahorcarla con la fuerzaalbañil que lo haría su vulva. Sus piernas. Las pieles se estiraban para lograrel contacto. Las venas se me hinchaban excitadas. La circulación de la sangrebombeaba bajo mi mano simulando fluidos. No podía contenerme y la agarraba delpelo. Sus ojos se cerraban y ya estaba enteramente de este lado. Pero sinseparar la espalda de la pared. Sin tocar siquiera el piso. La penetraba conintensidad desesperada. El orgasmo era el anhelo de pan para un muerto dehambre. Con su mano recorrería mis huevos. El tronco. Se quedaría en la cabezay su lengua secaría las lágrimas. La escuché gemir con una afonía desgarrada.Con la descompresión con que se desploma un muro. Era inevitable que todo sedevolviera a su origen. La pared recibió los fluidos que nos había prestadopara empaparnos. La pude oír volviendo a la cama. Yo me quedé rendido contra lapared y me dormí. El cemento volvió a absorber la humedad y a quedar ensilencio. Hasta la próxima vez en que quiera decirnos algo.
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