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Caraculo (parte 1)

Si es la primera vez que me lees, bienvenido. Si ya me habías leído antes, muchas gracias

Cuando entré a la carrera rápidamente me hice amigo de dos chicas, Elia y Ariel. Éramos muy unidos y nos contábamos prácticamente todo.
La primera era una chica soberbia que tenía dinero, tanto así que cuando cumplió 15 años, sus papás le regalaron un viaje a España. Era de tez blanca con bonita figura aunque cuando la conocí tenía el pecho plano porque practicaba ballet. Era bonita y era popular en la generación, además se sentía inalcanzable.
Ariel, por otro lado, era más relajada y no era tan creída como Elia. Estaba gordibuena, caderas curvilíneas, acinturada y como toda gordita tenía buenos pechos, ademas un culo grande y redondo qué presumía en pantalones apretados. Estaba buena, aunque su actitud era muy empalagosa e infantil.
Por azares del destino, y porque los tres reprobamos una materia, compartíamos las últimas horas en la universidad, salíamos ya con la noche entrada y yo acompañaba a Ariel diario a su casa (que no quedaba lejos de la mía). Durante esos días me platicaba de su novio y me pedía consejos.
Todo normal, hasta que un día estaba muy triste y enojada.
—Ya dime que tienes, estás toda rara —le cuestioné mientras esperábamos el bus.
—Es que los hombres son iguales siempre, no les importa tener alguien bien y decente, siempre van tras la primera puta que se les atraviesa —suelta el veneno.
—¡Hala! Hasta a mi me toco —bromeó sorprendido, siempre trataba de no decir malas palabras.
—¡Pues sí! Tu también luego luego te vas cuando ves una falda corta así nos hiciste con la esa tipa —me recrimina, de la temporada que me aleje un poco por salir con una chica que no me correspondió del todo bien.
—Que te digo, somos más animales que hombres.
—Sí claro. Con esa se la quitan siempre.
—¡No inventes! ¿Con qué puta estás tan enojada?
—Ni me recuerdes que se amarga la boca —sentencia mientras nos subimos al camión.
Nos sentamos en silencio por un momento y luego me cuenta la razón del enojo.
Resulta que ella le había encontrado a su novio unos mensajes coquetos sin querer, porque el sujeto había dejado el celular sobre la mesa y se vieron las notificaciones. No era algo que lo inculpara pero si era un tanto sospechoso. Obviamente no le creyó del todo y se dio a la tarea de investigar más al respecto y en su búsqueda encontró el Facebook de la puta en cuestión y me enseñó la foto.
—¡Mira la puta esa! —me dijo mientras me enseñaba en su celular la imagen.
Era obvio, se le notaba a leguas, era igual que Ariel, gordita, aunque no tenía la figura tan definida, solo que la chica de la foto vestía una minifalda de vuelos muy pequeña y la pose dejaba entrever la curva de las nalgas; arriba, sus pechos están apretados y levantados con una blusa qué parece un corset, todo indicaba que le gustaba provocar.
—A ver dime, ¿tú qué harías?
—Bueno, para empezar, borraría la conversación antes de entrar a tu casa, o bloquearía el número momentáneamente, y a la chica, ps quien soy yo para negarle cariño —le comento y se molesta.
—¡No, tonto! —dice mientras me da golpecitos en el brazo —. Qué harías si fueras yo, menso.
—Aaaaah, bueno, yo que tu, lo mandaría a volar rápido y muy lejos.
—No es tan fácil.
—Si deveras que es fácil —le contesté pero ella se vuelve a molestar.
—Es que mira, íbamos bien y todo, con sus problemas, pero bien. Luego veo esto y no se que busca, osea, la neta yo estoy mejor que ella.
—Eso no te lo discuto.
—¿Entonces? Osea mirala se ve bien vulgar, ¿a donde podrían salir si se viste así?
—Bueno, no creo que la quiera para salir también.
—¿Osea que por un acostón le vale arriesgar el tiempo que llevamos juntos?
—Mira todos los hombres tienen una debilidad y a veces es demasiado fuerte, más fuerte que la cabeza y el corazón. Por eso a lo mejor ella le está ofreciendo esa debilidad.
—¿A qué te refieres con debilidad?
—Mira, pueden ser muchas cosas, desde que la chica sepa cocinar o sea cariñosa o, como en esta ocasión, que se anime a alguna cosa íntima. No se si me explico —le digo al ver su cara—. Es que, amm en ocasiones, en la pasión, a veces solo se tiene que dar una cosa y si esa cosa es la debilidad a veces le gana a todo… Y bueno, ¿no se si tu ya le diste eso? O si ya hicieron, ya sabes.
—¿Hicimos que? —dice abriendo los ojos.
—¡Ya sabes! Si ya se acostaron… ¡Si ya cogieron pues!
—¡¿Por qué me preguntas eso?! —me dice totalmente roja.
—Contestame y te explico.
—¡Pues si tonto! Llevamos más de 3 años, es lo que cualquier pareja haría.
—Bueno. Entonces, ¿él te ha propuesto algo que no te agrado?
—¡Qué te importa! ¿Qué son esas preguntas?
—Es que mira, digamos que él te propuso algo que a ti no te parece, lo que sea. Entonces a lo mejor para él es importante y quizás la puta esa, si le ofrece eso. Sé que no es lo correcto y que tendría que valer más lo otro, pero a veces así sucede.
Ella se queda pensativa y en silencio un rato. Luego cambia de tema para romper el silencio, el camino llega a su final, la dejo en su casa y termina el día.

Pasaron dos semanas de eso y nos tocó hacer un trabajo juntos a los tres (Elia, Ariel y yo), como ella vivía prácticamente sola, lo hicimos en su casa. Terminamos rápido, no era la gran cosa y quedamos en tomarnos algo el fin de semana, así que el viernes al salir de la Uni, pasamos a comprar unas cervezas y una botella y fuimos a su casa.
Durante la peda, le contó a Elia lo de su novio y ella coincidió conmigo, que era mejor mandarlo muy lejos, pero ella seguía en que iba a luchar por su relación, como Elia estaba en las mismas con su novio, las dos comenzaron a tomar más rápido y a escuchar canciones corta venas. Elia, que era la que menos tomaba, fue la que cayó primero, vomitó en el baño y la llevamos al cuarto a dormir. Se quedó profundamente dormida.
—¡Odio cuando tienes razón! —me reclama cuando llegamos a la sala.
—¿Y ahora?
—Lo que me dijiste ese día de mi novio, si es cierto.
—¿Cual de todas las cosas?
—Lo que dijiste de que la esa le da algo que yo no.
—Pero, ¿A poco si te pide cosas muy extremas?
—Pues algunas si son cosas muy pervertidas.
Mi cabeza alcoholizada se fue muy lejos, ¿qué es lo que le podría pedir? ¿Una lluvia dorada? ¿Algo de exhibicionismo?
—¿Cómo que cosas a ver? Cuenta, cuenta.
—Pues es que está como obsesionado con mi parte trasera —dice y saca el culo redondo y carnoso en todo su esplendor, atrapado, aprisionado en la mezclilla de su pantalón sin bolsas, qué dejaba ver como le apretaban las bragas.
—¿Te quiere dar por el culo y tienes miedo de que te duela? —le pregunto algo decepcionado, querer un anal era un poco común y ya había muchas chicas en ese entonces que les gustaba o lo permitian.
—Sí pero no solo eso.
—¿Qué más te pide?
—Es que en una ocasión me dijo que quería… que me sentará en su cara o meter su cara así nadamas, aunque sea con ropa… —dice apenada y susurrando.
—Aaaaah ¡Caraculo!
—¡¿Cómo?! —pregunta riéndose.
—Es que así le digo yo, hacer un caraculo.
—¡Enfermo!
—Es más común de lo que te imaginas, hay varias chicas que lo piden.
—¡No, que asco!
—¿Por qué?
—¿Cómo que porqué? Es un lugar sucio, ¡qué asco!
—Bueno tampoco lo haces al final del día ni al salir del baño osea, hay que prepararse.
—¿Y cómo lo haces?
—Bueno pues a mi me gusta ponerlas en cuatro, abrirles las nalgas y comérmelas, a veces ellas de pie y yo me hinco, también un 69 es hermosa la vista —le explicaba y se me empezó a poner dura, estaba imaginando todas esas poses con el culo gordo de mi amiga—en ocasiones si se acomodan derechas en el 69 terminan sentándose en tu cara.
Ella me veía con sus ojos abiertos y se mordía el labio inferior.
—Primero tienes que acostumbrarte a ser manoseada —me dije y con una mano le apreté una nalga.
—¡Qué te pasa! ¡Suéltame! —dijo pero se Estaba riendo.
—Si de verdad quieres convencer al tipo ese tienes que acostumbrarte a que te manoseen el culo —le dije y mande mi otra mano al culos, mientras pretaba e intentaba alzarla desde las nalgas, estrujando ese culo bien dado que mis manos no alcanzaban a cubrir, el alcohol había borrado la delgada línea de la amistad y la atracción, porque soy fiel creyente qué cualquier amistad está basada en la atracción de uno o de otro.
La bese con la lengua, sin pudor, ella respondió por el alcohol. La fui empujando hasta la pared más cercana y cuando su espalda tocó la sólida pared la voltee. Recargé mi erección entre sus nalgas, apreté sus pechos grandes y suaves. Ella no decía nada, solo sacaba más el culo hacia mi reacción. Desabotone su pantalón y metí mis manos debajo de su calzón, una garra directo a su sexo húmedo y la otra a masaje ar sus nalgas.
—Así, debes estar acostumbrada a que te aprieten el culo a todas horas.
Ariel solo gemía y respiraba entre cortado.
Le bajé el pantalón con trabajo, se atoró en sus nalgas y cuando salió por fin, pude verlo en toda su maravilla. Saco aun mas el culo arqueando la espalda, formaba un gran corazón carnoso y en el centro su ano cerradito, virgen (podía apostar), y una vulva carnosa y con un poco de vello.
Primero le di un par de buenas nalgadas para hacer rebotar su carne después abrí sus nalgas para ver su vagina rosa y brillante por lo mojada qué estaba.
Le metí dos dedos en su conchita, mientras besaba, lengueteaba y mordía sus grandes nalgas. Ella comenzó a gemir más fuerte, le saque los dedos, los lamí y me desabotone el pantalón, ella aprovechó para caminar como pingüino (por el pantalón a medio bajar).
En realidad ya no nos importaba el asunto del caraculo, el alcohol y la calentura de ver ese trasero tan grande me hizo pensar únicamente en meter mi verga ahí.
Se puso en cuatro en el sillón, ese culo solo se hizo más grande y más redondo. Saque un condon del bolsillo, me lo puse lo más rápido que pude, me coloque detrás de ella y se la deje ir de un tirón, apretando sus nalgas para llegar al fondo de su sexo. Perdí el control, le di duro, sus nalgotas aplaudían en mi abdomen, mis huevos chocaban contra su clítoris. Le empecé a dar nalgadas, ella solo gemía y decía: “ay, ay, ay… Si, si... Así… MmMm… Ay Ay si… “
Fue rápido, la vista de cómo mi verga se perdía en sus nalgas me hizo terminar.
Cuando terminó el orgasmo, se la saque, me retire el condon lleno de leche y caí medio muerto en el sillón. Ella se acomodó los pantalones, estaba muy callada. La volteé a ver y sonreí, ella me devolvió la sonrisa, se escucharon ruidos en el otro cuarto.
—Eli, ojalá no haya escuchado nada —dijo y salió corriendo a ver a nuestra amiga.
Yo acomodé las cosas y ella regresó.
—¿Te quedas en el sillón? —me pregunta sin verme a los ojos.
—Si no hay problema —le dijo y mientras se va, veo como se mueve el culo qué me acabo de coger.
Me recosté pensando en que tal vez ella solo quería hablar del fetiche de su novio pero el alcohol nos jugó en contra. Todas las amistades parten de una atracción, a mi al principio me atraía Elia pero cuando no se dieron las cosas nos volvimos amigos, siempre pensé que Ariel sentía atracción por mi, creo que lo confirme.

Al día siguiente todo fue normal, o lo más normal posible, los tres estábamos crudos, ayudamos a limpiar y nos fuimos.

El viernes de la siguiente semana, cuando llegamos a su casa me frena con un: debemos hablar.
—Oye… Lo que pasó ese día… Cuando…
—Mira estábamos tomados y no éramos nosotros, es mejor dejarlo atrás —me apresuro a decirle —. De verdad, todo normal.
—¡Sí claro! Osea no fue para tanto, equis, ya pasó —afirma mordiéndose el labio inferior—. Pero hay otra cosita que quiero platicar contigo.
—Pues, tu dime —le contesto un poco nervioso.
—Es que si me anime con mi novio… El domingo va a venir a la casa.
—¿OK? ¿Y por qué me lo cuentas?
—Es que quiero intentar el ese…
—¿Cuál?
—¡Ya sabes! —se exaspera un poco—. El Caraculo —dice susurrando.
De inmediato en mi cabeza retumbaban las imágenes de aquella noche de copas, ese trasero saltando del pantalón apretado, dejándolo como siempre debió estar, libre y sin ropa que estorbe a su carne.
—¡Esos fueron muchos detalles!
—Ahora resulta que te da pena, como si no… —no termina la frase y se hace un pequeño silencio incómodo.
—Entonces… ¿El domingo necesitas que te haga algún favor? ¿Necesitas una coartada o algo?
—No… El domingo no, necesito que me ayudes el sábado.
—¿Cómo que el sábado?
—Quiero que me ayudes a prepararme.
Me quedé sorprendido, mi cabeza comenzó a pensar en cosas perversas y en Guinea de películas porno.
—No se a que te refieres.
—Si, osea que me puedo poner, o qué posición, o cualquier consejo que tengas.
—Claro, te lo escribo mañana si gustas.
—No, ven, mañana temprano, ¿puedes?
—Claro, sabes que siempre que me pidas algo si puedo ayudar, claro que si.
No iba a negarme, pudiera ser que solo habláramos, con suerte pudiera verla en un atuendo provocativo. Tal vez esa fugaz pasión hubiera sido solo una única ocasión, y al final, eso sería mejor que no tener ningún recuerdo de ella.

Parte 2: http://www.poringa.net/posts/relatos/5466331/Caraculo-parte-2.html

Caraculo (parte 1)

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