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Como siempre, podes escribirnos a dulces.placeres@live.com, te leemos
Gracias por los puntos y comentarios
SEÑORA ANDERSON
Hace tres años mi vida cambiaba vertiginosamente, estaba terminando mis estudios, mi licenciatura en economía y al mismo tiempo daba mis primeros pasos en Broke y Asociados, una consultora de asesoramientos, que básicamente ganaba dinero administrando el dinero de los demás.
Mis brillantes calificaciones, que en algún momento me valieron el apodo de ‘cerebrito’, me dieron prioridad para hacerme parte de esa consultora, donde solo había mentes brillantes, ejecutivos, que se pasaban de reunión en reunión, con sus laptops, sus celulares, y permanentemente conectados a la web, con presiones, con conferencias, con indicadores, con números, y toda esa locura era algo que sencillamente me fascinaba, siempre había querido ser parte, y tres años atrás, empezaba a serlo.
Fui el principiante del grupo, el chico nuevo, como algunos me llamaron, pero rápidamente mostré las uñas sorprendiendo a propios y extraños y mis ideas innovadoras dejaron con la boca abierta a mas de uno en las reuniones de directorio, claro, no era lógico que el recién llegado tomara la palabra y sobresaliera sin prejuicios, discutiendo de igual a igual, imponiéndose ante el resto, llevándose todo por delante.
Por eso, cuando con solo seis meses de trabajo, el director general me llamó en privado, no me sorprendió. El tipo me aduló un poco, como decimos por acá, me puso vaselina, me endulzó, me dijo que estaba sorprendido por mi desempeño y que tenía un desafío personal para mí, que tenía toda la confianza, y que, de lograrlo, tendría la llave para abrir muchas puertas…
Me puso la mano en el hombro, como si un padre le hablara a un hijo y me dijo que hacía tiempo andaban tras las cuentas de Mike Anderson, un americano que no era trigo limpio pero que amasaba una fortuna y había llegado el momento de atraparlo, el tipo estaba bastante mayor y tenía problemas con la consultora que le manejaba los billetes, le habían hecho perder mucho dinero y estaba realmente molesto, así que esa sería mi tarea, convencer como fuera a este millonario que Broke y Asociados era la mejor opción.
No lo dudé un segundo, me puse manos a la obra y me interioricé del tema, así que empecé a reunirme con Brian, su único hijo, un chico de mi edad con el que me empecé a interiorizar de todos los negocios y a su vez explicarle nuestras opciones, nuestras propuestas. El único inconveniente, fue saber que el señor Anderson y su esposa estaban en un crucero de placer alrededor del mundo y que tardarían dos meses en volver, y que su hijo manejaba todo, pero no tomaba decisiones, y nada se hacía sin la firma de su padre, era a él a quien yo debía convencer…
Por dos largos meses me reuní casi a diario con su hijo, un buen muchacho con el que establecí algún tipo de amistad, y quien día a día a su vez, iba interiorizando a su padre de los pasos que dábamos, la idea era que cuando él arribara, estuviera todo listo para que solo pusiera su firma.
Al fin llegaría ese día, por medio de Brian habíamos pactado una cita en la casa familiar, en uno de los más prestigiosos country del país, y ahí fui de punta en blanco, perfectamente trajeado, afeitado y perfumado, para causar la mejor impresión en lo que yo erróneamente asumí como un mero trámite.
Los Anderson vivían en casi un palacio, uno de sus sirvientes abrió la puerta y me invitó pasar, me hizo poner cómodo y me trajo un rico y humeante café.
El señor Mike se apersonó poco tiempo después, un hombre obeso en demasía, quien se apoyaba en un bastón para disimular una visible cojera, aparentaba unos setenta años, se acercó y me tendió la mano, una mano gorda llena de anillos, apretó con tanta fuerza que hasta me hizo doler…
Se sentó al frente, poniendo el bastón entre sus piernas, apoyando ambas manos en el y empezó a hablar, a contarme historias, de su vida, de sus negocios, de cómo había conseguido su fortuna y tantas cosas que me perdía en palabras, honestamente yo solo quería que estampara su firma…
Y fue cuando las cosas empezaron a cambiar, fue cuando ella apareció, la señora Anderson…
Su marido fue quien nos presentó, aunque ella no pareció muy interesada en mí, bastante indiferente, hasta con soberbia, Noemí era su nombre, su mano derecha, según dijo, quien entre sonrisas me dijo ‘a ella tendrás que convencer si queres que firme todo este papeleo’
Noemí, la madre de Brian supuse que tendría mas de cuarenta y cinco, menos de cincuenta y cinco, varias operaciones evidentes la hacían ver más joven, su edad era solo un juego de adivinanzas, pero esa mujer entraba por los ojos, morena natural con un rubio por elección, sus cabellos lacios apenas pasaban los hombros, de frente ancha y pómulos saltones, tenía un mini vestido blanco adherido a su figura, con sus piernas desnudad, más propio de una adolescente que de una veterana, un escote en ‘v’ bastante profundo insinuaba por demás dos pechos de normal tamaño, visible mente operados, tenía unos aros con piedritas rojas, que hacían juego con una larga gargantilla que se perdía en una forma muy sexi entre sus tetas, además, lucía zapatos finos, tacos altos al mismo tono, parecía vestida para una noche de fiesta que para una tarde de negocios.
Y así empezó mi calvario, el señor Anderson y yo nos sentamos nuevamente y el empezó a monologar como antes, solo que a su espalda y directamente donde yo observaba, sobre un amplio diván, ella se acomodó convenientemente, casi recostada, se puso auriculares para escuchar música y al mismo tiempo empezó a comer uvas de un racimo que había tomado previamente de la decoración del centro de mesa.
Y fue cuando empecé a transpirar, cuando sentí que no solo podía perder ese contrato, sino también el empleo, es que era imposible no mirar a esa mujer, la forma sexual que en comía uva tras uva, y la forma en que estaba sentada, o recostada, acomodó la pierna que daba a mi lado sobra la otra, dejando un muslo espectacular directo a mis ojos, incluso se apoyó un poco de costado, sobre una nalga, dejando la otra provocativamente acomodada para que yo la viera, el vestido naturalmente se había subido un poco llegando justo al límite de lo prohibido.
No podía ni tragar saliva, el señor Anderson hablaba y hablaba y yo ni siquiera sabía que decía, no podía sacarle los ojos de encima a su mujer que obviamente se divertía conmigo, buscó que le vestido se levantara un poco más incluso y ya veía mas de lo que debía ver con una indisimulable erección, trataba de adivinar que es lo que pasaba, tenía una colaless muy pequeña o no tenía ropa interior, pero que mierda…
Con su mano libre comenzó a acariciarse la piedra que colgaba en la cadena de su cuello y casualmente, pasaba sus dedos por la parte desnuda de sus tetas, yo tenía la boca seca, no podía tragar…
-Entonces lo hablo con mi esposa y te contesto, que dices?
Escuché esa pregunta y no me di cuenta que es lo que decía abstraído por la belleza y provocación de esa mujer, fue necesario que el repitiera la pregunta para que yo pusiera los pies sobre la tierra
-Si… si… como diga señor Anderson…
Fue lo único que me salió en ese momento, mientras con un pañuelo me secaba la transpiración de la frente
-Mi señora te acompaña… esta pierna me tiene mal…
Fue lo que dijo mientras me apretaba fuertemente la mano, haciéndome crujir los dedos nuevamente
Noemí se dirigió a la puerta y yo tras ella, al salir me invitó a subir a su coche, em dijo que me llevaba de regreso, cosa que me sorprendió, pero se mostraba una mujer tan independiente que me subí a su coche. Salimos a toda velocidad, me sentí intimidado por esa mujer que podía ser mi madre, pero mis ojos se iban a sus muslos desnudos y me moría en deseos, después de unos minutos ella rompió el silencio y dijo
-Luciano, cierto… ese es tu nombre?
Asentí con la cabeza y ella prosiguió
-Bien, escuchaste que mi esposo dijo que yo cierro los negocios, en verdad yo no entiendo de negocios, pero si te portas bien, es posible que lo convenza…
Un semáforo detuvo nuestro andar, ella me miró entonces fijamente, fue la primera vez que no me sentí ignorado por ella, tomó una de mis manos y metió un par de dedos en su boca, llevándolos bien profundo como si fuera una verga y luego lo llevó entre sus piernas, pude comprobar que realmente no tenía ropa interior, que su sexo estaba suave y rasurado, y sentí su calor de mujer y su húmedo placer, me condujo a que loe metiera en su hueco, unos segundos, la luz verde nos invitaba a avanzar nuevamente.
Detuvo la marcha en un sitio desconocido, me dijo que bajáramos y que la siguiera, subimos por ascensor a un hermoso departamento, no había tiempo que perder, ella tomó mmi mano nuevamente y la llevó a su entrepierna, hizo que la masajeara, muy rico, al tiempo que desnudaba sus pechos para que se los comiera a besos, me tiró fuerte de los cabellos y me besó con fuerza, proponiéndome un juego rudo, luego se acomodó en una silla y se abrió bien de piernas dejando su concha desnuda ante mis ojos y me dijo
-Dale… si querés la firma de mi esposo vení y chupámela toda…
Me arrodillé a sus pies con un dejo de timidez, pero ella me tomó de los pelos y me pegó a su sexo, mi nariz y mi boca quedaron aprisionados contra su enorme concha, porque la vieja era bien conchuda, y solo se la lamí lo mejor que pude, pero ella me abrumaba, gemía, gritaba y me pedía más y más, y esa forma demandante que tenía no era de mi agrado.
Noemí tomo mis manos y las llevó a sus tetas, a esa altura el vestido había quedado enredado en su cintura, había reposado sus pies en mis hombros y sentí sus tacos altos clavarse en mi piel, me hacía doler y parecía disfrutar con eso, hacía que le apretara los pezones y me dejaba notar que el dolor mezclado con sexo era de su agrado, que la excitaba, incluso me apretaba de tal forma contra su concha que parecía asfixiarme, no me daba descanso…
Honestamente no se si tuvo un orgasmo o no, pero la forma en que gritaba, gemía y se retorcía parecía estar fuera de control…
-Cogéme pendejo… cogeme… a ver qué tan hombre sos…
Me empujo hacia atrás y se me echó encima, como una loba hambrienta, con una pierna a cada lado vino a cabalgarme, tomó mi verga entre sus dedos y la metió en su conchita, empezó a saltar sobre mí, poseída, me tomó de la nuca y me forzó hasta sus pechos, para que se los lamiera, derecho, izquierdo, uno, otro, metió mis dedos en su boca, bien profundo y me ordenó llevándolos a su trasero
-Dale mocoso… metelos en mi culo… maricón…
Con mínima resistencia mis dedos índice y anular se incrustaron en su culito, sintiendo al tacto como mi pija entraba y salía por delante, sus uñas afiladas se clavaban en mi pecho y sus tetas ahogaban mi boca, me sentí venir, no pude retenerlo, de pronto mi semen inundó sui sexo en medio de sus gemidos agudos que llenaban mis oídos…
Estaba excitado, y luego de mi orgasmo el corazón parecía querer escapar de mi cuerpo, pero ella no me daba respiro, avanzó sobre mi cuerpo hasta sentarse con sus piernas abiertas sobre mi rostro y en tono de orden sentenció
-Dale… chúpame otra vez, dale…
Yo solo empecé a lamer sus labios subes y depilados, ella se movía convenientemente, buscando que mi lengua recorriera clítoris, conchita y culito, empecé a sentir el sabor de mi leche que chorreaba naturalmente, y sentí un poco de asco, no quería hacerlo, pero ella me haciendo presión nuevamente dijo
-Dale… maricón… queres o no queres la firma de mi marido?
Esta mujer no tenía paz y después de una nueva chupada de concha se puso en cuetro y me pidió que le hiciera el culo…
Fui sobre ella, la tomé por la cintura y se la enterré sin problemas en su trasero, era evidente que la señora Noemi Anderson se había comido sus buenas vergas, su esfínter estaba todo dilatado y me pareció sexi…
Pero ella parecía ninfómana, de hecho, mis movimientos no le gustaron, por lo que ella tomó la iniciativa y reculó una y otra vez contra mi cuerpo, tomando un rol activo y solo me quedó ver su hermoso trasero rebotando una y otra vez contra mi cuerpo, me pidió que le diera nalgadas, fuerte, mas fuerte, hasta hacerle doler…me vine por segunda vez… ahora en su culo…
Noemí me tuvo secuestrado, por decirlo, fui su juguete y me exprimió hasta que no pude más, una maratón de siete orgasmos, en su concha, en su culo, en sus tetas, haciéndome que le chupara la concha, siempre con la amenaza de la firma de su marido.
Saben algo curioso? Jamas me chupó la verga… dijo que eso era de putas y ella no hacía eso…
Antes de despedirnos me dio una copia de la lleve del departamento, para nuevos encuentros, solo para tener sexo…
Y los encuentros a escondidas con la señora Anderson se hicieron habituales, me acostumbré a su forma de coger, a su locura y me vi envuelto en un camino sin retorno, tontamente imaginé situaciones de amores platónicos, algo imposible, que les diría a mis padres ‘te presento mi novia’, una mujer que seguro los superaba en edad, y Brian, que le diría a Brian, si su hijo tenía mi edad, y como caería la noticia en la empresa…
Saben, imaginé un nuevo futuro para ambos, escapar, lejos, donde nadie nos conociera…
Pero mis fantasías pronto serían destruidas por la cruda realidad…
Fui un día como tantos al departamento, quise sorprenderla, pero fui yo el sorprendido…
Al llegar, me encontraría con algo impensado, Noemí estaba cogiendo con otro, como lo hacía conmigo, el estaba acostado y no pudo verme, pero ella lo cabalgaba como me cabalgaba a mi y al verme entrar, lejos de sorprenderse, solo siguió en lo suyo, solo me miró y me regaló una puta sonrisa…
Unos instantes observando como ella me ignoraba y seguía cogiendo como perra, hasta disfrutando como yo miraba incrédulo con la boca abierta…
El que estaba equivocado era yo, cerré la puerta y respiré profundo, comprendí que para la señora Anderson yo solo era un peón mas en su tablero de ajedrez, una pieza sacrificable, la de menor valor, porque ella siempre sería la reina de la partida…
La historia terminó poco después, el señor Mike Anderson firmó todos los papeles, y en Broke y Asociados festejaron el triunfo, el director no cabía en su cuerpo de la alegría, y me aduló como si fuera su hijo…
Pero yo estaba triste, yo vivía en un mundo paralelo, me sentí usado, traicionado, así no eran las cosas… al ascenso laboral propuesto respondí con mi renuncia indeclinable, sorprendiendo a propios y extraños… era hora de empezar de nuevo…
Si eres mayor de edad y te gustó la historia, puedes escribirme con título ‘SEÑORA ANDERSON’ a dulces.placeres@live.com
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SEÑORA ANDERSON
Hace tres años mi vida cambiaba vertiginosamente, estaba terminando mis estudios, mi licenciatura en economía y al mismo tiempo daba mis primeros pasos en Broke y Asociados, una consultora de asesoramientos, que básicamente ganaba dinero administrando el dinero de los demás.
Mis brillantes calificaciones, que en algún momento me valieron el apodo de ‘cerebrito’, me dieron prioridad para hacerme parte de esa consultora, donde solo había mentes brillantes, ejecutivos, que se pasaban de reunión en reunión, con sus laptops, sus celulares, y permanentemente conectados a la web, con presiones, con conferencias, con indicadores, con números, y toda esa locura era algo que sencillamente me fascinaba, siempre había querido ser parte, y tres años atrás, empezaba a serlo.
Fui el principiante del grupo, el chico nuevo, como algunos me llamaron, pero rápidamente mostré las uñas sorprendiendo a propios y extraños y mis ideas innovadoras dejaron con la boca abierta a mas de uno en las reuniones de directorio, claro, no era lógico que el recién llegado tomara la palabra y sobresaliera sin prejuicios, discutiendo de igual a igual, imponiéndose ante el resto, llevándose todo por delante.
Por eso, cuando con solo seis meses de trabajo, el director general me llamó en privado, no me sorprendió. El tipo me aduló un poco, como decimos por acá, me puso vaselina, me endulzó, me dijo que estaba sorprendido por mi desempeño y que tenía un desafío personal para mí, que tenía toda la confianza, y que, de lograrlo, tendría la llave para abrir muchas puertas…
Me puso la mano en el hombro, como si un padre le hablara a un hijo y me dijo que hacía tiempo andaban tras las cuentas de Mike Anderson, un americano que no era trigo limpio pero que amasaba una fortuna y había llegado el momento de atraparlo, el tipo estaba bastante mayor y tenía problemas con la consultora que le manejaba los billetes, le habían hecho perder mucho dinero y estaba realmente molesto, así que esa sería mi tarea, convencer como fuera a este millonario que Broke y Asociados era la mejor opción.
No lo dudé un segundo, me puse manos a la obra y me interioricé del tema, así que empecé a reunirme con Brian, su único hijo, un chico de mi edad con el que me empecé a interiorizar de todos los negocios y a su vez explicarle nuestras opciones, nuestras propuestas. El único inconveniente, fue saber que el señor Anderson y su esposa estaban en un crucero de placer alrededor del mundo y que tardarían dos meses en volver, y que su hijo manejaba todo, pero no tomaba decisiones, y nada se hacía sin la firma de su padre, era a él a quien yo debía convencer…
Por dos largos meses me reuní casi a diario con su hijo, un buen muchacho con el que establecí algún tipo de amistad, y quien día a día a su vez, iba interiorizando a su padre de los pasos que dábamos, la idea era que cuando él arribara, estuviera todo listo para que solo pusiera su firma.
Al fin llegaría ese día, por medio de Brian habíamos pactado una cita en la casa familiar, en uno de los más prestigiosos country del país, y ahí fui de punta en blanco, perfectamente trajeado, afeitado y perfumado, para causar la mejor impresión en lo que yo erróneamente asumí como un mero trámite.
Los Anderson vivían en casi un palacio, uno de sus sirvientes abrió la puerta y me invitó pasar, me hizo poner cómodo y me trajo un rico y humeante café.
El señor Mike se apersonó poco tiempo después, un hombre obeso en demasía, quien se apoyaba en un bastón para disimular una visible cojera, aparentaba unos setenta años, se acercó y me tendió la mano, una mano gorda llena de anillos, apretó con tanta fuerza que hasta me hizo doler…
Se sentó al frente, poniendo el bastón entre sus piernas, apoyando ambas manos en el y empezó a hablar, a contarme historias, de su vida, de sus negocios, de cómo había conseguido su fortuna y tantas cosas que me perdía en palabras, honestamente yo solo quería que estampara su firma…
Y fue cuando las cosas empezaron a cambiar, fue cuando ella apareció, la señora Anderson…
Su marido fue quien nos presentó, aunque ella no pareció muy interesada en mí, bastante indiferente, hasta con soberbia, Noemí era su nombre, su mano derecha, según dijo, quien entre sonrisas me dijo ‘a ella tendrás que convencer si queres que firme todo este papeleo’
Noemí, la madre de Brian supuse que tendría mas de cuarenta y cinco, menos de cincuenta y cinco, varias operaciones evidentes la hacían ver más joven, su edad era solo un juego de adivinanzas, pero esa mujer entraba por los ojos, morena natural con un rubio por elección, sus cabellos lacios apenas pasaban los hombros, de frente ancha y pómulos saltones, tenía un mini vestido blanco adherido a su figura, con sus piernas desnudad, más propio de una adolescente que de una veterana, un escote en ‘v’ bastante profundo insinuaba por demás dos pechos de normal tamaño, visible mente operados, tenía unos aros con piedritas rojas, que hacían juego con una larga gargantilla que se perdía en una forma muy sexi entre sus tetas, además, lucía zapatos finos, tacos altos al mismo tono, parecía vestida para una noche de fiesta que para una tarde de negocios.
Y así empezó mi calvario, el señor Anderson y yo nos sentamos nuevamente y el empezó a monologar como antes, solo que a su espalda y directamente donde yo observaba, sobre un amplio diván, ella se acomodó convenientemente, casi recostada, se puso auriculares para escuchar música y al mismo tiempo empezó a comer uvas de un racimo que había tomado previamente de la decoración del centro de mesa.
Y fue cuando empecé a transpirar, cuando sentí que no solo podía perder ese contrato, sino también el empleo, es que era imposible no mirar a esa mujer, la forma sexual que en comía uva tras uva, y la forma en que estaba sentada, o recostada, acomodó la pierna que daba a mi lado sobra la otra, dejando un muslo espectacular directo a mis ojos, incluso se apoyó un poco de costado, sobre una nalga, dejando la otra provocativamente acomodada para que yo la viera, el vestido naturalmente se había subido un poco llegando justo al límite de lo prohibido.
No podía ni tragar saliva, el señor Anderson hablaba y hablaba y yo ni siquiera sabía que decía, no podía sacarle los ojos de encima a su mujer que obviamente se divertía conmigo, buscó que le vestido se levantara un poco más incluso y ya veía mas de lo que debía ver con una indisimulable erección, trataba de adivinar que es lo que pasaba, tenía una colaless muy pequeña o no tenía ropa interior, pero que mierda…
Con su mano libre comenzó a acariciarse la piedra que colgaba en la cadena de su cuello y casualmente, pasaba sus dedos por la parte desnuda de sus tetas, yo tenía la boca seca, no podía tragar…
-Entonces lo hablo con mi esposa y te contesto, que dices?
Escuché esa pregunta y no me di cuenta que es lo que decía abstraído por la belleza y provocación de esa mujer, fue necesario que el repitiera la pregunta para que yo pusiera los pies sobre la tierra
-Si… si… como diga señor Anderson…
Fue lo único que me salió en ese momento, mientras con un pañuelo me secaba la transpiración de la frente
-Mi señora te acompaña… esta pierna me tiene mal…
Fue lo que dijo mientras me apretaba fuertemente la mano, haciéndome crujir los dedos nuevamente
Noemí se dirigió a la puerta y yo tras ella, al salir me invitó a subir a su coche, em dijo que me llevaba de regreso, cosa que me sorprendió, pero se mostraba una mujer tan independiente que me subí a su coche. Salimos a toda velocidad, me sentí intimidado por esa mujer que podía ser mi madre, pero mis ojos se iban a sus muslos desnudos y me moría en deseos, después de unos minutos ella rompió el silencio y dijo
-Luciano, cierto… ese es tu nombre?
Asentí con la cabeza y ella prosiguió
-Bien, escuchaste que mi esposo dijo que yo cierro los negocios, en verdad yo no entiendo de negocios, pero si te portas bien, es posible que lo convenza…
Un semáforo detuvo nuestro andar, ella me miró entonces fijamente, fue la primera vez que no me sentí ignorado por ella, tomó una de mis manos y metió un par de dedos en su boca, llevándolos bien profundo como si fuera una verga y luego lo llevó entre sus piernas, pude comprobar que realmente no tenía ropa interior, que su sexo estaba suave y rasurado, y sentí su calor de mujer y su húmedo placer, me condujo a que loe metiera en su hueco, unos segundos, la luz verde nos invitaba a avanzar nuevamente.
Detuvo la marcha en un sitio desconocido, me dijo que bajáramos y que la siguiera, subimos por ascensor a un hermoso departamento, no había tiempo que perder, ella tomó mmi mano nuevamente y la llevó a su entrepierna, hizo que la masajeara, muy rico, al tiempo que desnudaba sus pechos para que se los comiera a besos, me tiró fuerte de los cabellos y me besó con fuerza, proponiéndome un juego rudo, luego se acomodó en una silla y se abrió bien de piernas dejando su concha desnuda ante mis ojos y me dijo
-Dale… si querés la firma de mi esposo vení y chupámela toda…
Me arrodillé a sus pies con un dejo de timidez, pero ella me tomó de los pelos y me pegó a su sexo, mi nariz y mi boca quedaron aprisionados contra su enorme concha, porque la vieja era bien conchuda, y solo se la lamí lo mejor que pude, pero ella me abrumaba, gemía, gritaba y me pedía más y más, y esa forma demandante que tenía no era de mi agrado.
Noemí tomo mis manos y las llevó a sus tetas, a esa altura el vestido había quedado enredado en su cintura, había reposado sus pies en mis hombros y sentí sus tacos altos clavarse en mi piel, me hacía doler y parecía disfrutar con eso, hacía que le apretara los pezones y me dejaba notar que el dolor mezclado con sexo era de su agrado, que la excitaba, incluso me apretaba de tal forma contra su concha que parecía asfixiarme, no me daba descanso…
Honestamente no se si tuvo un orgasmo o no, pero la forma en que gritaba, gemía y se retorcía parecía estar fuera de control…
-Cogéme pendejo… cogeme… a ver qué tan hombre sos…
Me empujo hacia atrás y se me echó encima, como una loba hambrienta, con una pierna a cada lado vino a cabalgarme, tomó mi verga entre sus dedos y la metió en su conchita, empezó a saltar sobre mí, poseída, me tomó de la nuca y me forzó hasta sus pechos, para que se los lamiera, derecho, izquierdo, uno, otro, metió mis dedos en su boca, bien profundo y me ordenó llevándolos a su trasero
-Dale mocoso… metelos en mi culo… maricón…
Con mínima resistencia mis dedos índice y anular se incrustaron en su culito, sintiendo al tacto como mi pija entraba y salía por delante, sus uñas afiladas se clavaban en mi pecho y sus tetas ahogaban mi boca, me sentí venir, no pude retenerlo, de pronto mi semen inundó sui sexo en medio de sus gemidos agudos que llenaban mis oídos…
Estaba excitado, y luego de mi orgasmo el corazón parecía querer escapar de mi cuerpo, pero ella no me daba respiro, avanzó sobre mi cuerpo hasta sentarse con sus piernas abiertas sobre mi rostro y en tono de orden sentenció
-Dale… chúpame otra vez, dale…
Yo solo empecé a lamer sus labios subes y depilados, ella se movía convenientemente, buscando que mi lengua recorriera clítoris, conchita y culito, empecé a sentir el sabor de mi leche que chorreaba naturalmente, y sentí un poco de asco, no quería hacerlo, pero ella me haciendo presión nuevamente dijo
-Dale… maricón… queres o no queres la firma de mi marido?
Esta mujer no tenía paz y después de una nueva chupada de concha se puso en cuetro y me pidió que le hiciera el culo…
Fui sobre ella, la tomé por la cintura y se la enterré sin problemas en su trasero, era evidente que la señora Noemi Anderson se había comido sus buenas vergas, su esfínter estaba todo dilatado y me pareció sexi…
Pero ella parecía ninfómana, de hecho, mis movimientos no le gustaron, por lo que ella tomó la iniciativa y reculó una y otra vez contra mi cuerpo, tomando un rol activo y solo me quedó ver su hermoso trasero rebotando una y otra vez contra mi cuerpo, me pidió que le diera nalgadas, fuerte, mas fuerte, hasta hacerle doler…me vine por segunda vez… ahora en su culo…
Noemí me tuvo secuestrado, por decirlo, fui su juguete y me exprimió hasta que no pude más, una maratón de siete orgasmos, en su concha, en su culo, en sus tetas, haciéndome que le chupara la concha, siempre con la amenaza de la firma de su marido.
Saben algo curioso? Jamas me chupó la verga… dijo que eso era de putas y ella no hacía eso…
Antes de despedirnos me dio una copia de la lleve del departamento, para nuevos encuentros, solo para tener sexo…
Y los encuentros a escondidas con la señora Anderson se hicieron habituales, me acostumbré a su forma de coger, a su locura y me vi envuelto en un camino sin retorno, tontamente imaginé situaciones de amores platónicos, algo imposible, que les diría a mis padres ‘te presento mi novia’, una mujer que seguro los superaba en edad, y Brian, que le diría a Brian, si su hijo tenía mi edad, y como caería la noticia en la empresa…
Saben, imaginé un nuevo futuro para ambos, escapar, lejos, donde nadie nos conociera…
Pero mis fantasías pronto serían destruidas por la cruda realidad…
Fui un día como tantos al departamento, quise sorprenderla, pero fui yo el sorprendido…
Al llegar, me encontraría con algo impensado, Noemí estaba cogiendo con otro, como lo hacía conmigo, el estaba acostado y no pudo verme, pero ella lo cabalgaba como me cabalgaba a mi y al verme entrar, lejos de sorprenderse, solo siguió en lo suyo, solo me miró y me regaló una puta sonrisa…
Unos instantes observando como ella me ignoraba y seguía cogiendo como perra, hasta disfrutando como yo miraba incrédulo con la boca abierta…
El que estaba equivocado era yo, cerré la puerta y respiré profundo, comprendí que para la señora Anderson yo solo era un peón mas en su tablero de ajedrez, una pieza sacrificable, la de menor valor, porque ella siempre sería la reina de la partida…
La historia terminó poco después, el señor Mike Anderson firmó todos los papeles, y en Broke y Asociados festejaron el triunfo, el director no cabía en su cuerpo de la alegría, y me aduló como si fuera su hijo…
Pero yo estaba triste, yo vivía en un mundo paralelo, me sentí usado, traicionado, así no eran las cosas… al ascenso laboral propuesto respondí con mi renuncia indeclinable, sorprendiendo a propios y extraños… era hora de empezar de nuevo…
Si eres mayor de edad y te gustó la historia, puedes escribirme con título ‘SEÑORA ANDERSON’ a dulces.placeres@live.com
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