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DOS CUBANOS PARA MI COLA - PARTE 1 DE 2
Dios mío!… esta vez creo que se me fue la mano con el vicio… me rompieron el culo para toda la vida!!! ja! ja!
En parte fue culpa de mi marido, al escribir me da risa recordar que el siempre suele decirme que prefiero culparlo a él de mis pecados para mantener limpia mi conciencia, y asumo que en parte es cierto, pero si mi Walter, mi esposo, no se hubiera enceguecido con ese viaje, nada de esto hubiera ocurrido.
Vamos un poco para atrás en el tiempo, asumo que soy lo que soy, entre santas y pecadoras siempre estuve de parte de las pecadoras, bastante putona, para no decir muy putona, me gusta la vida fácil, exhibirme, mostrarme, me encanta el sexo y no creo en la fidelidad, me han cogido muchos y como suele decirme un viejo amigo, tengo la sucia moral de un hombre.
Tenía casi veinticinco cuando me casé con Walter, me había cansado de las fiestas, del alcohol y del sexo en forma desmedida, necesitaba sentar cabeza, necesitaba un poco de paz, de tranquilidad, un bienestar económico y por qué no, pensar en tener hijos en un futuro no muy lejano.
Pero tampoco fui honesta conmigo misma, Walter fue mitad amor, mitad dinero, no estaba dispuesta a unirme a un tipo que fuera puro amor y no tener donde caerme muerta, no señor, por eso busqué un hombre acaudalado, un empresario quien pudiera solventar todos mis gustos de fina puta cara, busqué a alguien priorizando el dinero, por sobre la belleza, sobre la pasión.
Y nada es gratis en esta vida, como suponen que pasé los últimos cinco años con mi esposo? obviamente en una relación abierta de mutuos engaños, una convivencia por conveniencia, él pone dinero, yo pongo sexo. Y solo fingimos, finjo que soy la única para él, él finge que es el único para mí.
Todo empezó cuando mi marido me vino con la noticia que se iría un mes a Europa, a navegar por el Mediterráneo, con un grupo de amigos habían alquilado un yate y cuando yo me enteré estaba todo encaminado.
Sugerí viajar con él, obviamente se negó, era un viaje para ‘hombres’, y me dijo que no lo molestara, que tomara un viaje por mi cuenta, que hiciera lo que se me diera ganas, hasta me dijo que me fuera a coger por ahí si es lo que quería, pero que no me metiera en sus proyectos personales.
Concluí entonces que yo no tendría lugar a su lado en ese fastuoso viaje, seguramente hasta las putas para llevar a bordo ya tendrían pagas y me enojé dado que a quien no le gustaría navegar por las aguas del Mediterráneo?
Di vuelta la página, con treinta años recién cumplidos no sabía cuánto más duraría mi relación con mi esposo, así que si había algún momento para gastar su dinero, sin dudas, ‘este’ era el momento.
Contacté nuevamente a mi vieja y querida amiga Samanta, o la negra, como le decimos cariñosamente, una chica tan puta como yo, ella seguro no tendría problemas, no trabajaba, no estudiaba, no tenía compromisos, solo vivía de fiesta en fiesta con hombres de ocasión.
Confieso que siempre le tuve un poquitín de envidia, era la más bonita de las dos, la más alta, la más estilizada, la de mejor piel, la líder natural, la primera a la que miraban los hombres, hasta diría que más puta que yo, nunca pensó en una relación duradera, su concepto era que para que tendría que atarse a un hombre si ella podría tener a todos los hombres, siempre viví a su sombra y siempre la admiré en alguna forma.
Pocas semanas después la negra y yo levantábamos vuelo hacia las playas del norte de Brasil, con dos premisas fundamentales, ‘coger de día y coger de noche’.
Ese ambiente de sol, blancas arenas, aguas cálidas, preciosas palmeras y mar cristalino nos vino como anillo al dedo, mi amiga y yo usábamos diminutas tangas que habíamos comprado en el lugar, donde eran muy comunes estos trajes de baño, y nos mostrábamos regaladas para quien quisiera recoger el guante.
Así fue que mientas nos tomábamos algunas fotografías, el destino nos cruzó con Maikel y Ernesto, quienes se presentaron como dos empresarios cubanos que hacía años se habían radicado en Brasil, y estaban de paso por el lugar.
La negra y yo nos miramos y de inmediato supimos que era lo que necesitábamos, los muchachos aparentaban entre cuarenta y cincuenta años, espigados y delgados, de piel negra, Maikel tenía algunos tatuajes que llamaron mi atención, como así también uno de sus dientes en color plata, de cabello corto, perfectamente afeitado y con un rico acento cubano en sus palabras que se me hacía un tanto cómico e irresistible al mismo tiempo. Ernesto, un tanto más bajo, rapado y con una barba candado que rodeaban unos labios carnosos y sobresalientes como solo los negros pueden tener, un tanto más callado y retraído, secundando a su amigo quien llevaba adelante la conquista.
Nuestro castellano hizo más propicia la relación, lejos del portugués nativo que nos costaba entender.
Hablamos de algunas cosas triviales y sin mucha importancia como para entendernos, hasta que nos invitaron a su yate, para navegar un rato y ver el atardecer.
Ambas sabíamos que implicaba eso, sabíamos que si subíamos íbamos a coger ahí arriba, así que nos miramos cómplices y sonreímos, con la negra nos entendíamos con solo mirarnos, con una sonrisa, con un gesto, aceptamos la invitación.
Y acá hay algo que quiero comentar haciendo un paréntesis, siempre, pero siempre había querido coger con un negro, tenía demasiadas fantasías y dudas, sabrán que hay muchas famas e historias acerca de los hombres de piel oscura y les aseguro que estaba decidida a quitarme todas esas dudas de encima.
Gustosas subimos a su imponente embarcación, solo los cuatro. Hacía demasiado calor, así que permanecimos en todo momento con nuestros diminutos trajes de baño, cosa que no hacía más que enloquecer a los cubanos.
El mar estaba tranquilo, estábamos en la nada misma, con el sol cayendo por el horizonte, había música suave y melosa, jugábamos y bebíamos, era el momento justo, adiviné que por un tema de alturas Ernesto sería mi hombre y estaba tan excitada por toda la situación que creo que en todo momento mis pezones duros se marcaban bajo el sostén de mi traje de baño, y me sentía toda húmeda, con un extraño deseo, y los tragos que tomábamos uno tras otro no hacía más que llevarme a la locura, realmente quería coger en ese lugar, en ese momento, con esa postal de fondo…
Entonces solté la parte de arriba de mi traje de baño y me quedé haciendo topless, que rico! el sol acariciando mis pechos ante las miradas lascivas de los morenos y la risa de mi amiga que curiosamente no me siguió en el juego.
Sin embargo, aunque no lo crean, no sucedería nada sobre el lujoso yate, mi amiga y yo nos quedamos con las ganas, se portaron como dos caballeros, al punto que nuestras provocaciones de putas terminaron en fracasos, la negra me preguntaba cada tanto por lo bajo si no nos habíamos topado con dos estúpidos, pero sea como sea, nos quedamos con un sabor agridulce en la boca, porque si bien nada pasó, nos invitaron a cenar por la noche, a un lugar típico de la playa, y dado que no teníamos nada mejor que hacer, no tuvimos muchos reparos es aceptar, asumiendo que seguramente luego si nos cogerían…
Así que volvimos al hotel cuando el sol ya se había ocultado, nos dimos una ducha para sacarnos la arena y el cansancio de encima y nos vestimos para matar.
Mi amiga se puso unas calzas negras brillantes y un corto top del mismo color por el cual resaltaban el nacimiento de sus pechos, haciendo esa forma tan particular que tanto enloquece a los hombres, estaba preciosa, con su piel morena y sus largos cabellos sueltos parecía una pantera en la noche, y con sus zapatos de tacos altos estaba lista para matar. Yo preferí una pollera tableada, bien corta, aún estoy en edad para lucir mis muslos, suelta, color té con leche haciendo juego con mis botas a la rodilla, arriba una blusa de hombro caído, con escote asimétrico y tipo lentejuelas dibujando en el frente la torre Eiffel, era un tanto cómico porque no me puse sostén y la punta de la torre parecía perderse al medio de mis nenas…
Ellos pasaron por nosotras puntualmente, se mostraban vestidos en forma simple, pero sin dudas sus prendas eran muy costosas y nos dirigimos en un auto de alquiler a un lugar típico de la zona tal cual habían dicho, no hicimos muchas preguntas.
Nos atendieron cortésmente, y el mesero habló de una forma a los cubanos que dejó en evidencia que ya eran clientes del lugar, en un claro castellano dejando notar apenas el portugués, nos sentamos en una pequeña mesa redonda, Maikel a mi derecha, Ernesto a mi izquierda y mi amiga la frente.
Pedimos algunas comidas autóctonas y un par de botellas de vino tinto, todo fue muy bonito, hablamos de Cuba, de Brasil, de Argentina, y las palabras se mezclaron con más copas de vino y con el correr de las horas empecé a sentir un calor que salía de mi interior que se me hacía incontrolable.
A la madrugada una banda local comenzó a tocar música caliente de toda la zona centroamericana y del mismo Brasil y fuimos a bailar, y si bien estábamos los cuatro juntos, como era previsible, Ernesto estaba conmigo y Samanta, mi amiga con Maikel.
Y seguimos bebiendo, algunos tragos, mojitos, casi sin límites y otras cosas que ellos pedían y nos convidaban, cada vez todo más loco, ese baile caliente nos estaba matando, refregar mi cuerpo contra el sexo de Ernesto, toques sugestivos, miradas cómplices, él me apoyaba su verga dura cada vez que podía, sobre mi bajo vientre, sobre mi cola, y más tragos, y más risas, y más calor, y más excitación.
La transpiración corría por mí frente a grandes gotas, la vista de Enrique se perdía en mi busto, ya que mis pechos libres de sostén bailaban de un lado a otro al compás de la música, y esa mirada penetrante me excitaba de tal manera que hacía que mis duros pezones se marcaran bajo la blusa que de por sí, ya estaba transpirada de tal forma que insinuaba demasiado todo al pegarse en mi piel.
Fuimos a sentarnos, estaba al borde de una borrachera, sentí una de las manos de Maikel apretar fugazmente uno de mis muslos desnudos al límite de la pollera, muy cerca de mi sexo, esto me extrañó un tanto dado que él estaba con mi amiga, pero dadas las circunstancias, poco me importó, a esas alturas de la noche, solo quería que me cogieran.
Y hablando de mi amiga, la negra estaba al borde del colapso, ella si estaba ebria, los cubanos pidieron una botella de ron y al poco tiempo la tomaba entre sus manos y bebía directamente del pico, perdida, descontrolada.
Y de repente, toda esa jornada perfecta que había comenzado en la playa, empezaba a complicarse, la negra estaba totalmente perdida, inconexa, hablando pavadas, riéndose sin motivo, no podía sacarle la botella de ron de sus manos, intentó pararse y se cayó sentada de culo sobre la silla, doblándose uno de sus pies y rompiendo el taco de su zapato, casi termina en el suelo, la estúpida no tiene control cuando bebe.
Eran cerca de las cuatro de la mañana cuando emprendimos el retorno, yo iba por delante con mi cartera y la de mi amiga, atrás ellos tres, llevándola a ella casi a la rastra, entre ambos, totalmente perdida, sin poder mantener el equilibrio, los cubanos parecían disfrutar la situación y yo empecé a maldecir a la negra, podía ser tan boluda?
Así llegamos al hotel, fue vergonzante para mí que las personas de recepción, botones, y demás, nos vieran llegar en ese estado. Subimos a mi habitación, y ellos prácticamente tiraron a mi amiga sobre la cama, como si fuera una bolsa de residuos, ella estaba inconsciente, totalmente dormida por la borrachera, la maldita parecía haber arruinado nuestra noche de sexo, y los muchachos entendieron lo mismo, las parejas estaban desparejas, por lo que parecía no haber otra salida que postergarlo para el día siguiente, y así me lo hicieron saber, me propusieron que ‘mañana, cuando tu amiga este bien, iremos a navegar nuevamente’….
Pero el problema es que yo ya no estaba dispuesta a esperar…
CONTINUARA
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En parte fue culpa de mi marido, al escribir me da risa recordar que el siempre suele decirme que prefiero culparlo a él de mis pecados para mantener limpia mi conciencia, y asumo que en parte es cierto, pero si mi Walter, mi esposo, no se hubiera enceguecido con ese viaje, nada de esto hubiera ocurrido.
Vamos un poco para atrás en el tiempo, asumo que soy lo que soy, entre santas y pecadoras siempre estuve de parte de las pecadoras, bastante putona, para no decir muy putona, me gusta la vida fácil, exhibirme, mostrarme, me encanta el sexo y no creo en la fidelidad, me han cogido muchos y como suele decirme un viejo amigo, tengo la sucia moral de un hombre.
Tenía casi veinticinco cuando me casé con Walter, me había cansado de las fiestas, del alcohol y del sexo en forma desmedida, necesitaba sentar cabeza, necesitaba un poco de paz, de tranquilidad, un bienestar económico y por qué no, pensar en tener hijos en un futuro no muy lejano.
Pero tampoco fui honesta conmigo misma, Walter fue mitad amor, mitad dinero, no estaba dispuesta a unirme a un tipo que fuera puro amor y no tener donde caerme muerta, no señor, por eso busqué un hombre acaudalado, un empresario quien pudiera solventar todos mis gustos de fina puta cara, busqué a alguien priorizando el dinero, por sobre la belleza, sobre la pasión.
Y nada es gratis en esta vida, como suponen que pasé los últimos cinco años con mi esposo? obviamente en una relación abierta de mutuos engaños, una convivencia por conveniencia, él pone dinero, yo pongo sexo. Y solo fingimos, finjo que soy la única para él, él finge que es el único para mí.
Todo empezó cuando mi marido me vino con la noticia que se iría un mes a Europa, a navegar por el Mediterráneo, con un grupo de amigos habían alquilado un yate y cuando yo me enteré estaba todo encaminado.
Sugerí viajar con él, obviamente se negó, era un viaje para ‘hombres’, y me dijo que no lo molestara, que tomara un viaje por mi cuenta, que hiciera lo que se me diera ganas, hasta me dijo que me fuera a coger por ahí si es lo que quería, pero que no me metiera en sus proyectos personales.
Concluí entonces que yo no tendría lugar a su lado en ese fastuoso viaje, seguramente hasta las putas para llevar a bordo ya tendrían pagas y me enojé dado que a quien no le gustaría navegar por las aguas del Mediterráneo?
Di vuelta la página, con treinta años recién cumplidos no sabía cuánto más duraría mi relación con mi esposo, así que si había algún momento para gastar su dinero, sin dudas, ‘este’ era el momento.
Contacté nuevamente a mi vieja y querida amiga Samanta, o la negra, como le decimos cariñosamente, una chica tan puta como yo, ella seguro no tendría problemas, no trabajaba, no estudiaba, no tenía compromisos, solo vivía de fiesta en fiesta con hombres de ocasión.
Confieso que siempre le tuve un poquitín de envidia, era la más bonita de las dos, la más alta, la más estilizada, la de mejor piel, la líder natural, la primera a la que miraban los hombres, hasta diría que más puta que yo, nunca pensó en una relación duradera, su concepto era que para que tendría que atarse a un hombre si ella podría tener a todos los hombres, siempre viví a su sombra y siempre la admiré en alguna forma.
Pocas semanas después la negra y yo levantábamos vuelo hacia las playas del norte de Brasil, con dos premisas fundamentales, ‘coger de día y coger de noche’.
Ese ambiente de sol, blancas arenas, aguas cálidas, preciosas palmeras y mar cristalino nos vino como anillo al dedo, mi amiga y yo usábamos diminutas tangas que habíamos comprado en el lugar, donde eran muy comunes estos trajes de baño, y nos mostrábamos regaladas para quien quisiera recoger el guante.
Así fue que mientas nos tomábamos algunas fotografías, el destino nos cruzó con Maikel y Ernesto, quienes se presentaron como dos empresarios cubanos que hacía años se habían radicado en Brasil, y estaban de paso por el lugar.
La negra y yo nos miramos y de inmediato supimos que era lo que necesitábamos, los muchachos aparentaban entre cuarenta y cincuenta años, espigados y delgados, de piel negra, Maikel tenía algunos tatuajes que llamaron mi atención, como así también uno de sus dientes en color plata, de cabello corto, perfectamente afeitado y con un rico acento cubano en sus palabras que se me hacía un tanto cómico e irresistible al mismo tiempo. Ernesto, un tanto más bajo, rapado y con una barba candado que rodeaban unos labios carnosos y sobresalientes como solo los negros pueden tener, un tanto más callado y retraído, secundando a su amigo quien llevaba adelante la conquista.
Nuestro castellano hizo más propicia la relación, lejos del portugués nativo que nos costaba entender.
Hablamos de algunas cosas triviales y sin mucha importancia como para entendernos, hasta que nos invitaron a su yate, para navegar un rato y ver el atardecer.
Ambas sabíamos que implicaba eso, sabíamos que si subíamos íbamos a coger ahí arriba, así que nos miramos cómplices y sonreímos, con la negra nos entendíamos con solo mirarnos, con una sonrisa, con un gesto, aceptamos la invitación.
Y acá hay algo que quiero comentar haciendo un paréntesis, siempre, pero siempre había querido coger con un negro, tenía demasiadas fantasías y dudas, sabrán que hay muchas famas e historias acerca de los hombres de piel oscura y les aseguro que estaba decidida a quitarme todas esas dudas de encima.
Gustosas subimos a su imponente embarcación, solo los cuatro. Hacía demasiado calor, así que permanecimos en todo momento con nuestros diminutos trajes de baño, cosa que no hacía más que enloquecer a los cubanos.
El mar estaba tranquilo, estábamos en la nada misma, con el sol cayendo por el horizonte, había música suave y melosa, jugábamos y bebíamos, era el momento justo, adiviné que por un tema de alturas Ernesto sería mi hombre y estaba tan excitada por toda la situación que creo que en todo momento mis pezones duros se marcaban bajo el sostén de mi traje de baño, y me sentía toda húmeda, con un extraño deseo, y los tragos que tomábamos uno tras otro no hacía más que llevarme a la locura, realmente quería coger en ese lugar, en ese momento, con esa postal de fondo…
Entonces solté la parte de arriba de mi traje de baño y me quedé haciendo topless, que rico! el sol acariciando mis pechos ante las miradas lascivas de los morenos y la risa de mi amiga que curiosamente no me siguió en el juego.
Sin embargo, aunque no lo crean, no sucedería nada sobre el lujoso yate, mi amiga y yo nos quedamos con las ganas, se portaron como dos caballeros, al punto que nuestras provocaciones de putas terminaron en fracasos, la negra me preguntaba cada tanto por lo bajo si no nos habíamos topado con dos estúpidos, pero sea como sea, nos quedamos con un sabor agridulce en la boca, porque si bien nada pasó, nos invitaron a cenar por la noche, a un lugar típico de la playa, y dado que no teníamos nada mejor que hacer, no tuvimos muchos reparos es aceptar, asumiendo que seguramente luego si nos cogerían…
Así que volvimos al hotel cuando el sol ya se había ocultado, nos dimos una ducha para sacarnos la arena y el cansancio de encima y nos vestimos para matar.
Mi amiga se puso unas calzas negras brillantes y un corto top del mismo color por el cual resaltaban el nacimiento de sus pechos, haciendo esa forma tan particular que tanto enloquece a los hombres, estaba preciosa, con su piel morena y sus largos cabellos sueltos parecía una pantera en la noche, y con sus zapatos de tacos altos estaba lista para matar. Yo preferí una pollera tableada, bien corta, aún estoy en edad para lucir mis muslos, suelta, color té con leche haciendo juego con mis botas a la rodilla, arriba una blusa de hombro caído, con escote asimétrico y tipo lentejuelas dibujando en el frente la torre Eiffel, era un tanto cómico porque no me puse sostén y la punta de la torre parecía perderse al medio de mis nenas…
Ellos pasaron por nosotras puntualmente, se mostraban vestidos en forma simple, pero sin dudas sus prendas eran muy costosas y nos dirigimos en un auto de alquiler a un lugar típico de la zona tal cual habían dicho, no hicimos muchas preguntas.
Nos atendieron cortésmente, y el mesero habló de una forma a los cubanos que dejó en evidencia que ya eran clientes del lugar, en un claro castellano dejando notar apenas el portugués, nos sentamos en una pequeña mesa redonda, Maikel a mi derecha, Ernesto a mi izquierda y mi amiga la frente.
Pedimos algunas comidas autóctonas y un par de botellas de vino tinto, todo fue muy bonito, hablamos de Cuba, de Brasil, de Argentina, y las palabras se mezclaron con más copas de vino y con el correr de las horas empecé a sentir un calor que salía de mi interior que se me hacía incontrolable.
A la madrugada una banda local comenzó a tocar música caliente de toda la zona centroamericana y del mismo Brasil y fuimos a bailar, y si bien estábamos los cuatro juntos, como era previsible, Ernesto estaba conmigo y Samanta, mi amiga con Maikel.
Y seguimos bebiendo, algunos tragos, mojitos, casi sin límites y otras cosas que ellos pedían y nos convidaban, cada vez todo más loco, ese baile caliente nos estaba matando, refregar mi cuerpo contra el sexo de Ernesto, toques sugestivos, miradas cómplices, él me apoyaba su verga dura cada vez que podía, sobre mi bajo vientre, sobre mi cola, y más tragos, y más risas, y más calor, y más excitación.
La transpiración corría por mí frente a grandes gotas, la vista de Enrique se perdía en mi busto, ya que mis pechos libres de sostén bailaban de un lado a otro al compás de la música, y esa mirada penetrante me excitaba de tal manera que hacía que mis duros pezones se marcaran bajo la blusa que de por sí, ya estaba transpirada de tal forma que insinuaba demasiado todo al pegarse en mi piel.
Fuimos a sentarnos, estaba al borde de una borrachera, sentí una de las manos de Maikel apretar fugazmente uno de mis muslos desnudos al límite de la pollera, muy cerca de mi sexo, esto me extrañó un tanto dado que él estaba con mi amiga, pero dadas las circunstancias, poco me importó, a esas alturas de la noche, solo quería que me cogieran.
Y hablando de mi amiga, la negra estaba al borde del colapso, ella si estaba ebria, los cubanos pidieron una botella de ron y al poco tiempo la tomaba entre sus manos y bebía directamente del pico, perdida, descontrolada.
Y de repente, toda esa jornada perfecta que había comenzado en la playa, empezaba a complicarse, la negra estaba totalmente perdida, inconexa, hablando pavadas, riéndose sin motivo, no podía sacarle la botella de ron de sus manos, intentó pararse y se cayó sentada de culo sobre la silla, doblándose uno de sus pies y rompiendo el taco de su zapato, casi termina en el suelo, la estúpida no tiene control cuando bebe.
Eran cerca de las cuatro de la mañana cuando emprendimos el retorno, yo iba por delante con mi cartera y la de mi amiga, atrás ellos tres, llevándola a ella casi a la rastra, entre ambos, totalmente perdida, sin poder mantener el equilibrio, los cubanos parecían disfrutar la situación y yo empecé a maldecir a la negra, podía ser tan boluda?
Así llegamos al hotel, fue vergonzante para mí que las personas de recepción, botones, y demás, nos vieran llegar en ese estado. Subimos a mi habitación, y ellos prácticamente tiraron a mi amiga sobre la cama, como si fuera una bolsa de residuos, ella estaba inconsciente, totalmente dormida por la borrachera, la maldita parecía haber arruinado nuestra noche de sexo, y los muchachos entendieron lo mismo, las parejas estaban desparejas, por lo que parecía no haber otra salida que postergarlo para el día siguiente, y así me lo hicieron saber, me propusieron que ‘mañana, cuando tu amiga este bien, iremos a navegar nuevamente’….
Pero el problema es que yo ya no estaba dispuesta a esperar…
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