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Viejos los trapos...

Hace algunos días, mi vecino del quinto piso, Armando, sufrió un accidente doméstico. Nada grave, aunque tuvo que permanecer internado un par de días. Se había resbalado en la ducha, y a sus 73 años, los huesos del cuerpo ya no son tan resistentes como antes, por lo que le tuvieron que hacer una pequeña operación en la rodilla.
Cuando volvió fui a visitarlo. Estaba una de sus hijas, la mayor, que me preguntó si me podía quedar hasta que llegue la enfermera que habría de apoyarlo, ya que ella tenía que volver al trabajo. Por supuesto le dije que sí, que ningún problema. Así que se despidió de su papá y me quedé a solas con Armando.
Recién cuando ella se va, me acerco para darle un beso en los labios. Antes tan solo lo había saludado con un gesto, desde lejos, para guardar las apariencias.
-Me parece que desde ahora voy a tener que venir a ducharme con vos- le digo, medio en serio, medio en broma.
-Nada me gustaría más...- se ríe mientras se incorpora un poquito para olerme las tetas cuando me agacho.
-¡Mmmhhh... Que rico, te huelen a leche de mamá!- exclama con un gesto lascivo.
-Estaba dándole el pecho a Romi cuando llegaste...- le explico y mirándolo igual de lasciva, le pregunto -¿Querés un poco?- 
Abre grandes los ojos, como diciendo, obvio que sí.
Me levanto la blusa, me bajo las copas del corpiño e inclinándome, le ofrezco toda mi delantera para que se despache a gusto.
Siempre después de amamantar, suelo sacar lo que me queda con el "sacaleche", pero como en esa oportunidad salí a recibir a mi vecino, estaba con los pechos cargados, por lo que cuando el bueno de Armando se pone a chuparme los pezones, la leche me sale a borbotones.
Mientras él se da un atracón lácteo, le acaricio la entrepierna por encima de la sábana. Pese al accidente, la cirugía y los remedios, la pija se le pone dura igual.
-Ahora te toca chupar a vos...- me dice, la voz cargada de morbo y lujuria.
Faltaba más...
Hago a un lado la sábana, descubriendo la carpa que ya se le había formado, y bajándole el calzoncillo le hago primero una paja, sin sacarle los pechos de la cara.
La pija se desliza entre mis dedos con fluidez, poniéndose cada vez más dura. Cuando ya está bien armada, me hago a un lado.
-¿Sabés si la enfermera va a tardar en llegar?- le pregunto.
-Ni idea...- responde ahora meneándosela él mismo -Pero si llega, que espere-
Me saco entonces lo que tengo puesto de la cintura para abajo, y me pongo a chuparle la pija, la cola apuntando hacia él, para que me la toque y meta los dedos en dónde quiera. Primero alterna entre ambos orificios, hasta que decide meter el pulgar en el ano y el índice y el del medio en la concha, complaciéndome a diestra y siniestra.
Cuando ya tiene la pija en modo trepanador, me subo a la cama, siempre teniendo el máximo cuidado con su rodilla recién operada, me pongo encima, y agarrándosela me la meto yo misma en la concha. Me voy sentando despacio, ensartándome lenta, pausadamente, disfrutando cada pedazo, cada centímetro, suspirando cada vez más a medida que la penetración se hace más y más profunda. Más a mi gusto.
Suelto un gemido cuándo está todo dentro de mí, llenándome con una dureza privilegiada para sus más de setenta pirulos. Lo único que queda afuera son los huevos y un manojo de pelos.
-¡Ésta es la mejor terapia...!- exclama alegremente, cuando empiezo a subir y bajar, haciendo oscilar mis caderas en torno a su añeja aunque eficiente maquinaria.
Soy yo la que se mueve, meneando el culito, arriba y abajo, ya que él está limitado en sus movimientos...
PLAP PLAP PLAP PLAP PLAP PLAP...!!!
...asegurándome un placer que, aunque acotado, me resulta sumamente satisfactorio.
Siento un cariño especial por Armando, incluso desde antes que cogiéramos por primera vez. Para cualquier que lo vea, es un abuelo tierno, simpático, afectuoso, claro que cuando está conmigo se le desata la lujuria y se convierte en un viejo pervertido cuyo único anhelo es garcharme a morir.
Ya es habitual que le cumpla sus deseos. Me encanta coger con él, más allá de que yo también tenga mi dosis de perversión y el sexo con alguien mucho más grande me resulte especialmente morboso.
Bien instalada encima suyo, me deslizo en torno a su verga sin pausa ni interrupciones, acelerando un poquito cada vez, ensartándomela toda entera, trozo a trozo, jadeando con mayor profusión a cada instante. 
Me siento llena, rebalsada, infinitamente complacida. El placer es todo mío. Un goce único, indescriptible, que no admite parangón alguno. 
No sé cuánto tiempo estuve así, subiendo y bajando, pudieron ser varios minutos, pero aún sí me resulta poco. Si por mí hubiera sido, habría seguido toda la tarde, pero la enfermera está al caer, y además, sentía que ya estábamos a punto de explotar.
Me bajo de la cama, y poniéndome a un lado, le empuño la pija con mano firme y segura. Le vuelvo a poner los pechos en la cara mientras lo pajeo. 
Que hermosura sentirla así, dura, caliente, embrutecida...
Me agacho y se la chupo. La lubricación de mi sexo había formado algo así como una espumita alrededor de su verga, mojándole los pendejos y los huevos, así que primero doy cuenta de todo ese pegote, para luego chuparle bien la poronga hasta hacerlo acabar.
Los lechazos me atraviesan la garganta, un torrente vivo y salvaje que me ahoga, pero aún así me trago todo, extasiándome con ese sabor íntimo, natural, la simiente de todas las cosas, ese otro manjar lácteo con el cual nunca llegaré a saciarme.
Tragué la leche de muchos hombres, muchísimos, y aunque es cierto que a veces difieren en el sabor, nunca he renegado de ninguno, todos me han gustado. 
-¿Que te hicieron en el hospital? ¿Una transfusión de esperma?- le digo, ya que se había eyaculado lo de nunca.
-Estuve pensamdo en vos, vecina, así que imaginate la leche que junté- me dice.
Voy al baño, y vuelvo con una toalla y jabón, para lavar sus partes íntimas, ya que no iba a dejarlo así, todo enchastrado y oliendo a sexo.
Cuando termino de asearlo, lo vuelvo a tapar con la sábana, y aquí no ha pasado nada.
La enfermera llega unos minutos después, una señora mayor, de unos sesenta años, seguramente ya jubilada que se dedica a atender pacientes de forma privada.
-Bueno, me voy a seguir dándole el pecho a Romi, que si no después se pone de mal humor...- le digo a Armando, mientras ella guarda sus cosas en la que será su habitación hasta que él pueda volver a valerse por sí mismo.
-Gracias por hacerle el favor a éste viejo...- me dice cuando me acerco para despedirme.
-No digas eso, para mí no sos ningún viejo, y además el favor me lo hacés vos a mí...- 
Le doy un piquito en los labios, y camino hacia la puerta, pero antes de salir, me volteo y le digo:
-Ah, y acordate que lo de ducharnos juntos sigue en pie...-
Se sonríe, y entonces sí me voy, convencida de que pese a su edad, Armando no es ningún viejo, para viejo los trapos...




Viejos los trapos...
putita


 





 

12 comentarios - Viejos los trapos...

metalchono
Se te echaba de menos. Pero sigo esperando por el de la 2nda vuelta. Decías que era un amor de joven. Lo has vuelto a ver? Te ha llenado "las urnas" con "votos"?
gerardoriker
como lo envidoo a tu vecino, me hace soñar con conocerte desde hace años
portugalo3
ufffff,,,, qué calentura, por favor....
Sute41
Que hermoso par de tetas... cómo me encantaría ser uno de tus amantes ocasionales. Van puntos reina
kellcito
como no volverse loco con esta mujer tan trola y hermosa?
como siempre, +10 y la chota durisima
Haker_1598
Siempre lo mismo Marita... Me la dejas como una roca... Sos mi sueño ojalá algún día lo pueda cumplir...
santi392
Que suerte de ese viejo
Sexypareja
Marita dónde vas a seguir publicando? Va a cerrar Poringa
chikabisex
NO CIERRA PORINGA. CIERRA TARINGA!!!!!
Sexypareja
@chikabisex poringa también, son los mismos dueños
Alecuckold2023
Que hermosa la actitud que tuvistes para con él, a veces la mejor terapia sos vos.
fleca1000 +1
marita terrible relato segui escribiendo no te borres van 10
Diegodi35
Hace mucho que te leo y me dejas caliente siempre!!!! Me encantaría conocerte