Mi marido me propuso seguir cogiendo el, con la condición de que le contará con lujo y detalle todo. Y que le hiciera creer al vecino que le ponía los cuernos a escondídas a mi esposo, para hacerlo más moroso. Durante aquellas semanas follamos el vecino y yo casi a diario, muchas veces en el recibidor, alguna en la cocina, también en el salón, y un par de veces en el dormitorio, pero solo unidos por las pelvis, mi barriga era un estorbo. Después del parto, follamos también mucho, pero ya con condón, y tengo que confesar que no era lo mismo. Cuando se lo confesé, que me gustaba más a pelo, él me dijo que le pasaba lo mismo. Durante un segundo pensé no usar condón pese al riego de embarazo. Él también lo hizo pero no me lo dijo hasta un tiempo después. Ahora, que estoy pensando en quedarme embarazada otra vez, puede que lo reclame para follar a pelo sin protección. No me disgustaría que fuera él.
La primera vez que follamos después del parto, fue de visita a casa estando mi marido, yo estaba bañando al niño y después me puse a darle de comer. mi marido se puso a explicarle que mis tetas habían crecido mucho y que las tenía muy sensibles. ¡Cómo si nuestro vecino no lo supiera! Los dos nos mirábamos con expresión entre cómplice y como queriendo decir que mi marido era un cornudo. Y lo es. Pero mi marido recibió una llamada del trabajo y tuvo que irse― ¡Quédate si quieres! ―le dijo al vecino, que claro quería quedarse― Y ayúdala si necesita algo, que yo tendré para unas tres o cuatro horas. Afortunadamente fueron cinco
Nos quedamos los dos a solas, y cuando me tocaba cambiar al niño de teta, para que mamara de la otra, dejé caer los hombros del vestido y me quedé con las tetas al aire. Mientras mi hijo se alimentaba de una, la otra estaba a la vista de mi vecinito que me miraba a los ojos con tanto deseo que me lo contagió. Cuando el niño acabó de comer, lo preparé y lo acosté, siempre con las tetas al aire. Luego me lavé y desinfecté bien los pezones y las areolas. Me quité el pantalón y las bragas, y me coloqué con los brazos apoyados sobre la mesa del comedor. Levante el culo, lo miré, le alargué un condón, y ya no necesitó ninguna otra indicación. Se puso detrás de mí, se colocó el preservativo, pasó la cabeza de la polla por toda la raja de mi culo hasta dejarla enfrente de la entrada a mi vagina. Tenía tangas ganas de joder que no le di tiempo ni ocasión para que me la metiera. Empujé hacia atrás tan decidida que mi coño se abrió y se tragó toda la polla de una sola vez.
Empezó a moverse con tanta energía que nos corrimos los dos al poco de empezar a follar. Me encantó que nos corriéramos al tiempo. Yo estaba salidísma y el llevaba sin follar desde un par de días antes de ponerme de parto. Yo un día menos.
Fue todo tan rápido que no le dio tiempo a amasarme las tetas. A cambio, me hizo girar, me sentó sobre el borde de la mesa, me dio unos besitos en los labios y luego comenzó a besarme los pezones. Algo noté y alarmada le dije que parara. Me palpé las tetas y las noté mojadas, aunque solo me las había besado. Me llevé las manos a la nariz y olían a leche. Sin quererlo me estaba ordeñando a besos.― Mejor lo dejamos para otro momento que la leche es para mi niño.
Después de unos minutos, oímos un coche, dio un salto, se visitó a toda prisa los pantalones y se fue corriendo con la camiseta empapada con mi leche. No se cruzó con mi marido por segundos. Yo estaba en el baño aseándome rápidamente y excusando el empape de sábanas con un escape de mi leche― Me he vuelto muy vaca ―dije como toda excusa. Y sirvió. Más tarde, ya en la cama, mi marido decidió que ya era el momento de joder. No necesito recalcar que me corrí como nunca después de toda la estimulación anterior.
2 comentarios - Los antojos de la puta embarazada de mi esposa ( parte III)