Un sábado por la tarde sonó el móvil de mi mujer. Lo tenía a mi lado mientras veía la televisión. Lo cogí y vi que era "Tam del gimnasio”. Mi esposa se apresuró y me quitó el aparato de la mano. Luego se fue a la cocina para hablar. Yo no conocía a ninguna Tam, así que supuse que sería uno de sus amantes.
Mi esposa habló durante cinco minutos y luego volvió a la sala de estar. Movió sus lindas caderas arriba y abajo para anunciar que iba a tomar una ducha y me advirtió que no le cogiera el teléfono si la volvían a llamar.
Veinte minutos después regresó, envuelta en una bata ligera y con tacones. Le serví un trago y se sentó cerca de mí, para ver la televisión.
Un rato más tarde oímos un coche que se detenía delante. Empecé a levantarme pero mi esposa fue más rápida, abrió la puerta y salió. Traté de ver algo por la ventana delantera, pero ya estaba oscuro y las luces del porche estaban apagadas. Pero pude oír a mi esposa hablando con alguien.
La puerta se abrió de repente y ella entró, seguida por un desconocido. Mi esposa me señaló y le dijo al visitante que yo era el marido cornudo. El desconocido asintió con la cabeza y se sentó en el sofá junto a ella. Le serví un vaso de whisky y me dio las gracias.
Cuando la película terminó, ella se levantó y dejó caer su bata a sus pies. Estaba de pie, justo delante del nuevo chico, llevando un body rosa, Se veía espléndida con aquellos tacones altos que la hacían verse bien puta . Sus pechos redondos y su pubis afeitado quedaban totalmente a la vista.
Mi esposa se arrodilló y comenzó a desabrochar los pantalones del hombre. Se los bajó hasta los tobillos y rápidamente le agarró la suave polla. Mi cachondísima esposa inmediatamente comenzó a hacerle una mamada.
Aquel cabrón se portó como si aquello le pasara todos los días. Se sentó y disfrutó de las habilidades orales de mi sexy esposa. Después de unos pocos minutos el hombre, tenía la polla dura como una roca, y era realmente enorme.
Mi caliente esposa se levantó y me llamó por mi nombre. Cuando respondí, me hizo mirar la enorme polla, preguntándome si me parecía hermosa. Ni siquiera le respondí, así que se sentó a horcajadas sobre la enorme polla, metiéndosela hasta las pelotas, con un solo y rápido movimiento.
Y con las manos por detrás de cuello empezó a mecerse lentamente, hacia atrás y hacia delante. Se podía ver el coño abierto cuando ella subía. Mi esposa lo montó de esa manera durante unos diez minutos. Luego dijo que aquello causaba dolor en las rodillas y se levantó, pidiéndole que la cogiera por detrás.
Mi esposa se levantó y dobló su cintura sobre mí, poniendo sus pequeñas manos sobre mis rodillas. La muy perra me miraba fijamente a los ojos, mientras su nuevo amante se acercaba por detrás de ella. Le metió la polla con mucha facilidad en el coño empapado, empujando la cara de mi esposa hacia mí. Ella gruñó, mientras me miraba directamente.
De repente, mi esposa me preguntó si me estaba divirtiendo. Yo asentí con la cabeza, entonces ella levantó las manos y se puso de pie. El otro nunca perdió el ritmo, siguió cogiéndola mientras ella se ponía recta.
Ella tenía las piernas juntas y se tocaba las tetas con sus dedos. De repente, se adelantó, sacándose la polla. Se sentó justo en el borde del sofá, se recostó y levanto las piernas separándolas en el aire. El otro se arrodilló y metió su polla en el coño húmedo y resbaladizo de mi esposa.
Aquel cabrón, desconocido para mí, se cogió a mi esposa durante casi una hora completa. No hizo ni un solo sonido cuando descargó sus bolas en su vagina. Sólo dejó de empujar sus caderas contra la entrepierna de mi esposa que quitó abrió los pies de su cintura y le dio una patada en el pecho, diciendo que era el turno de su querido maridito cornudo.
Ella se levantó y llevó al hombre arriba, diciendo que ambos necesitaban una buena ducha caliente. Un rato después, oí a mi cachonda esposa gritando fuertemente, notando por estos gritos salvajes, que el otro la estaba tomando por el culo bajo la ducha.
Cuando salió del baño, anunció que su amigo se quedaría toda la noche. Añadió que yo había sido un buen chico lamiendo su coño, así que me permitiría verlos follar, si quería.
Me quedé en la sala de estar, viendo algo de porno; pero también oyendo los salvajes gruñidos de mi esposa mientras era disfrutada y jodida por el para mi extraño. Nuestra cama matrimonial se mecía con fuerza; así que supuse que el otro cabrón estaba siendo un poco duro con mi esposa.
Un rato después el tipo bajó a tomar una cerveza conmigo. Me dijo que su nombre y que era la primera vez que se había tirado a mi esposa, pero que no sería la última. Añadió que algunos de sus amigos estaban tan bien dotados como él y les encantaría hacer de mi esposa su perra. Yo sabía que mi guarra mujer estaría de acuerdo con eso.
Subió otra vez y lo seguí. Mi esposa estaba en la cama a cuatro patas, untando un poco de lubricante alrededor de su apretado agujero del culo. Me miró, diciendo que no se me permitía mirar, ya que quería que el nuevo se la cogiera por el culo.
Me senté abajo otra vez, frente a la pantalla del salón para ver más porno. Oí gruñidos salvajes y gritos apagados de mi esposa durante toda la noche.
El nuevo se fue justo antes de que saliera el sol. Subí las escaleras y encontré a mi esposa que estaba atada a los postes de la cama. Su pequeño y diminuto trasero estaba muy abierto. Pude meterle el dedo en el culo con facilidad. Estaba lleno de semen pegajoso.
Ella se movió intentando liberarse cuando sintió que le tocaba el ano, pero el otro la había atado muy bien. Mi esposa protestó, llamándome pervertido y ordenándome que la liberara. Pero le puse su tanga húmeda en la boca y la monté entre sus bonitas y redondas nalgas. Metí mi polla en su ya aflojado culo y la follé con largos y lentos movimientos, hasta que me corrí en sus intestinos. Mi esposa se desmayó, así que le desaté las muñecas y los tobillos. Luego me acosté junto a su suave cuerpo desnudo. Ella olía a sexo, semen y sudor.
Mi esposa se despertó antes que yo. Se encerró en el baño para disfrutar de una ducha y la oí gemir mientras se masturbaba bajo el agua. Luego la vi vistiéndose con un traje muy sexy. Me dijo que tenía una cita y que no sería extraño que llegase tarde a casa. Me besó, sonriendo y diciendo que me traería algo bonito.
2 comentarios - Los gemidos de mi puta esposa