La historia se ubica en Puerto Madryn. En esta ciudad junto al mar, vivían tres almas destinadas a cruzarse en un amor inesperado. L, una artista de espíritu libre que encontraba inspiración en cada ola que besaba la costa. S, una bibliotecaria tranquila y reflexiva, cuyos ojos guardaban secretos profundos como el océano. Y D, un "pescador" apasionado cuya fuerza y ternura rivalizaban con las olas que desafiaba cada día.
El destino los llevó a encontrarse en una tarde de verano, cuando L tropezó con S en la biblioteca del pueblo. Sus miradas chocaron como dos olas en el horizonte, y un vínculo se formó instantáneamente. Comenzaron a pasar tiempo juntas, explorando la belleza de sus cuerpos y compartiendo sus sueños más íntimos.
Mientras tanto, D observaba desde la distancia, cautivado por la elegancia de las dos mujeres que de forma inesperada vio una vez paseando juntas por la playa. Desde ese momento ansiaba poder verlas de nuevo, incluso buscaba como coincidir con ellas aunque fuera solo a la distancia. Habían llegado a su vida de una manera tan sorpresiva. Sin saberlo, su corazón ya había sido atrapado por la complicidad entre ellas, pero la idea de encararlas y perderlas lo llenaba de una angustia que no podía ignorar.
Con el tiempo, las emociones florecieron entre L y S, en una relación muy apasionada no perdían ocasión para las caricias, los besos, desnudarse lentamente, jugar suavemente con sus clítoris, lamer sus pezones y divertirse penetrándose con consoladores. Sin embargo, en su amor, de a poco, también sentían la presencia de D, quien había llegado a significar mucho más de lo que jamás habían imaginado.
Un día, mientras contemplaban el atardecer sobre el mar, L tomó la mano de S y susurró: "Ahí está D de nuevo ¿Qué pensaría si lo invitamos a compartir esta noche con nosotras?". S miró a L con picardía y un deseo sexual salvaje, le encantaba que L siempre trajera ideas nuevas que le pusieran fuego a la relación. S respondió: "Creo que él nos quiere coger hace mucho, tanto como nosotras nos anos gusta cogernos".
Con el coraje que solo el deseo salvaje del sexo puede inspirar, decidieron confrontar a D y compartir sus deseos más profundos. D sorprendido y en cuestión de segundos muy excitado, no dudó. A los 40 minutos de haber conversado ya se encontraba junto a S y L en la casa de ellas.
D no sabía como romper el hielo. ¿Por dónde empezar?
L y S menos inocentes, más experimentadas, no esperaron para empezar a besarse, quitarse la ropa lentamente, tocando sus cuerpos, representando para D un espectáculo superlativamente excitante. D estaba obnubilado, en shock, con su miembro erecto, con la sangre hirviendo listo la llamada a la acción. L y S habían logrado su cometido y se abalanzaron sobre D, le bajaron su pantalón y quitaron su remera. Mientras L le lamía el pene, S lo besaba y acariciaba con sus turgentes tetas su pecho.
Luego de un tiempo de increíble goce D, salió de su estado de shock y comenzó a tener mayor participación. Mientras chupaba la concha de S y sus fluidos le escurrían por su barbilla y su pecho, penetraba con sus dedos por la vagina a L.
L ya ansiosa lo giro a D y se recostó para que la cogiera. D, sin esperar, introdujo si miembro dentro de L que gimió suave pero con una gran intensidad, S también se recostó para que L continuara lamiendo su vagina.
Se convirtió en una orquesta de dulces gemidos. Las dos mujeres bien acompasadas hacían que D se perdiera en un éxtasis sexual que le permitía seguir y seguir.
S cansada de que jugaran con su conchita le pidió a D que la penetrara por el ano. Se puso en cuatro, y como directora de orquesta, dirigió a L debajo suyo para que pudiera penetrarla con sus dedos mientras le chupaba sus pezones y a D por detrás para que la hiciera gozar por su culo.
En esa pose continuaron y con mucho fulgor acabaron.
Este no fue su único encuentro, solo el primero, continuaron así durante años.
Así, en aquel pequeño pueblo junto al mar, tres almas encontraron en el amor una fuerza poderosa que los unió en un vínculo eterno, donde el género y las expectativas se desvanecieron frente a la verdad más simple y poderosa: el sexo y la pasión no conocen límites ni barreras.
El destino los llevó a encontrarse en una tarde de verano, cuando L tropezó con S en la biblioteca del pueblo. Sus miradas chocaron como dos olas en el horizonte, y un vínculo se formó instantáneamente. Comenzaron a pasar tiempo juntas, explorando la belleza de sus cuerpos y compartiendo sus sueños más íntimos.
Mientras tanto, D observaba desde la distancia, cautivado por la elegancia de las dos mujeres que de forma inesperada vio una vez paseando juntas por la playa. Desde ese momento ansiaba poder verlas de nuevo, incluso buscaba como coincidir con ellas aunque fuera solo a la distancia. Habían llegado a su vida de una manera tan sorpresiva. Sin saberlo, su corazón ya había sido atrapado por la complicidad entre ellas, pero la idea de encararlas y perderlas lo llenaba de una angustia que no podía ignorar.
Con el tiempo, las emociones florecieron entre L y S, en una relación muy apasionada no perdían ocasión para las caricias, los besos, desnudarse lentamente, jugar suavemente con sus clítoris, lamer sus pezones y divertirse penetrándose con consoladores. Sin embargo, en su amor, de a poco, también sentían la presencia de D, quien había llegado a significar mucho más de lo que jamás habían imaginado.
Un día, mientras contemplaban el atardecer sobre el mar, L tomó la mano de S y susurró: "Ahí está D de nuevo ¿Qué pensaría si lo invitamos a compartir esta noche con nosotras?". S miró a L con picardía y un deseo sexual salvaje, le encantaba que L siempre trajera ideas nuevas que le pusieran fuego a la relación. S respondió: "Creo que él nos quiere coger hace mucho, tanto como nosotras nos anos gusta cogernos".
Con el coraje que solo el deseo salvaje del sexo puede inspirar, decidieron confrontar a D y compartir sus deseos más profundos. D sorprendido y en cuestión de segundos muy excitado, no dudó. A los 40 minutos de haber conversado ya se encontraba junto a S y L en la casa de ellas.
D no sabía como romper el hielo. ¿Por dónde empezar?
L y S menos inocentes, más experimentadas, no esperaron para empezar a besarse, quitarse la ropa lentamente, tocando sus cuerpos, representando para D un espectáculo superlativamente excitante. D estaba obnubilado, en shock, con su miembro erecto, con la sangre hirviendo listo la llamada a la acción. L y S habían logrado su cometido y se abalanzaron sobre D, le bajaron su pantalón y quitaron su remera. Mientras L le lamía el pene, S lo besaba y acariciaba con sus turgentes tetas su pecho.
Luego de un tiempo de increíble goce D, salió de su estado de shock y comenzó a tener mayor participación. Mientras chupaba la concha de S y sus fluidos le escurrían por su barbilla y su pecho, penetraba con sus dedos por la vagina a L.
L ya ansiosa lo giro a D y se recostó para que la cogiera. D, sin esperar, introdujo si miembro dentro de L que gimió suave pero con una gran intensidad, S también se recostó para que L continuara lamiendo su vagina.
Se convirtió en una orquesta de dulces gemidos. Las dos mujeres bien acompasadas hacían que D se perdiera en un éxtasis sexual que le permitía seguir y seguir.
S cansada de que jugaran con su conchita le pidió a D que la penetrara por el ano. Se puso en cuatro, y como directora de orquesta, dirigió a L debajo suyo para que pudiera penetrarla con sus dedos mientras le chupaba sus pezones y a D por detrás para que la hiciera gozar por su culo.
En esa pose continuaron y con mucho fulgor acabaron.
Este no fue su único encuentro, solo el primero, continuaron así durante años.
Así, en aquel pequeño pueblo junto al mar, tres almas encontraron en el amor una fuerza poderosa que los unió en un vínculo eterno, donde el género y las expectativas se desvanecieron frente a la verdad más simple y poderosa: el sexo y la pasión no conocen límites ni barreras.
2 comentarios - D con L y S