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PDB 11 Quiero probar tu sushi… (I)




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Compendio III


Thursday, MEL 7:14PM | GMT: 8:14AM

Cheryl (C): Espero no estarle molestando en su trabajo.

PDB 11 Quiero probar tu sushi… (I)

Marco (M): ¡Para nada! ¡Buenas tardes!

C: Míster Marco. ¡Disculpe las molestias! ¡Espero no interrumpirle!

M: Al contrario, le pido disculpas por no haber respondido a sus mensajes. Me encontraba ocupado en estos días.

C: Lo siento. Es que me urgía hablar con usted. Verá, después de la última reunión del centro de padres y apoderados, muchas de las apoderadas me solicitaron su teléfono de contacto. La razón por la que lo estaba buscando es que no me siento con la libertad suficiente para compartir su contacto, porque creo que la elección debería quedar a su criterio.

M: ¿Se ha tomado esa molestia por mí? ¡Le estoy muy agradecido!

C: ¿Lo dice en serio?

M: Por supuesto. Aunque quiero familiarizarme con los apoderados de lcurso, quiero hacerlo a medida que Bastián me vaya presentando a sus amigos. Incluso, quería pedirle si pudiera hacer de intermediaria con los otros padres, para que me los vaya presentando de forma paulatina.

C: ¿De verdad cree eso? ¿Confía usted tanto en mí?

M: Así es. Miss Cheryl, hasta el momento, no me ha mostrado nada que haga desconfiar de su juicio.

C: ¡Me siento conmovida por su confianza! Pero míster, si me permite serle honesta, me hace sentir incómoda cuando me llama “Miss Cheryl”. Tal vez, usted no lo sepa, pero yo estoy ya familiarizada con el resto de los padres y usted, en particular, no necesita ser tan formal conmigo.

M: Le pido mis disculpas si la he ofendido. Pero solamente reflejo la admiración que mi hijo tiene por usted.

C: ¡No estoy segura de merecerlo, míster! En realidad, no sé qué tan fuera de lo normal puedo ser en mi trabajo.

M: Pues mi hijo la respeta tanto como me respeta a mí. Aunque ahora que lo menciona, también me incómoda que sea tan formal conmigo.

C: ¡Pero es que usted es mayor que yo! E inteligente. Y apuesto. Y confiado. Y masculino.

C: ¡Disculpe! ¡Me dejé llevar!

M: Jaja. Me parece bien. Aunque de la misma manera que usted me admira, yo la admiro a usted, porque cuida a mi único hijo. ¿Qué le parece que, como señal de respeto mutuo, dejamos las formalidades y nos dirigimos por nuestros nombres propios?

C: ¡No estoy segura!

M: Cheryl es un nombre muy bonito. Me recuerda a las cerezas.

C: Muchas gracias.

C: Marco.

M: ¿No se siente mejor? Me hace sentir más cercano contigo.

C: Sí. No lo sé muy bien, pero me siento en mayor confianza cuando hablo contigo.

M: ¡Eso está bien! ¡Te encuentro una mujer muy interesante!

C: Gracias. Quería preguntarte, si no te molesta, qué pasó contigo esos días que no pude hablarte. ¿Tenías mucho trabajo?

M: ¡No, para nada! En realidad, estaba planeando la fiesta de cumpleaños y el aniversario de matrimonio junto con mi esposa.

C: Wow. Eso no me lo esperaba. ¿Se casaron el mismo día de su cumpleaños?

M: Así fue. Teníamos 2 años de amistad, casi un año de noviazgo y 2 niñas en su vientre, por lo que no la podía dejar soltera.

C: Sé que no te conozco tan bien, pero por lo que te he visto con Bastián, no me parece impropio de ti.

M: Gracias.

C: ¿Cuántos años cumplieron?

M: Nuestros primeros 10 años. Marisol cumplió 29.

C: Wow. Debió ser difícil para ella. Me falta casi un año para tener su edad y no me imagino teniendo un bebé.

M: Bueno, afortunadamente salió mi oferta de trabajo acá y todo se nos hizo fácil.

C: Imagino que debieron festejar el día entero y por eso, ayer te lo tomaste libre…

M: La verdad, no. El motivo es otro y me da un poco de vergüenza contártelo.

C: ¡Por favor, no seas así! Yo te conté mi “placer culpable” del sushi, ¿Recuerdas?

M: Sí, aunque creo que esto es diferente.

C: ¡Pero vamos! Dijiste que me tenías confianza, ¿No? Me gustaría que fueras capaz de contarme cualquier cosa.

M: Supongo que tienes razón. Además, los 2 somos adultos.

M: Mi esposa estaba ovulando y la traté de fertilizar.

C: ¡Qué vergüenza! ¡Discúlpame por haber insistido!

M: ¡Está bien! Pero como tú dijiste, compartiste tu placer culpable y yo te he compartido el mío.

C: ¡Qué vergüenza! ¡Me siento terrible!

C: ¡Y yo que quería pedirte si me enseñabas a hacer sushi!

M: ¿Qué?

C: Que quería preguntarte si este sábado tenías tiempo libre para enseñarme a preparar sushi.

C: Quería invitarte que vinieras a mi casa y me enseñaras.

M: ¡Está bien! No tengo muchos problemas.

C: ¿De verdad?

M: ¡Claro! Quizás, el único problema sean mis hijas, que se ponen celosas cuando hablo con otras mujeres. Pero no creo que se enojen tanto si les llevo algunas muestras de lo que preparamos.

C: ¿Y qué hay de tu esposa? ¿No se enfadará porque vienes a verme?

M: Si conocieras lo maravillosa que es mi esposa, sabrías que para ella no existen razones para que desconfíe de mí. ¿Te parece juntarnos el sábado, a las 8?

C: sábado a las 8 nos veremos. Estaré esperando con ansias. Gracias por tomarte este tiempo conmigo.

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No es mucho lo que puedo mencionar de lo ocurrido entre la tarde del jueves y el sábado. Marisol todavía se sentía “físicamente resentida” por su“regalo de aniversario” y recién el viernes por la noche, nos atrevimos a manosearnos mutuamente, ya que quería que pasara algo.

Como me lo esperaba, mis gemelas estaban molestas, protestando por qué papá tenía que enseñarle a una desconocida cómo preparar sushi. Aunque su argumento era válido: no podía prestarle las herramientas especializadas que uso en casa. Al principio, creía que con herramientas básicas de cocina serían suficientes, pero al conversar con cocineros experimentados me revelaron que estaba pobremente preparado, especialmente para mis exigentes hijas, por lo que me fui armando conforme dominé la técnica. Como fuese, entre el viernes y el sábado adquirí los elementos de cocina esenciales para la preparación del sushi.

A pesar de su molestia inicial, las gemelas asumieron su rol de “control de calidad”, asegurándose que los productos seleccionados alcanzaran sus estándares. Y, aun así, con una pizca de desconfianza, me permitieron salir, bajo la promesa de traerles “muestras” para verificación de paladar a mi regreso. En contraste, Marisol fue mucho más comprensiva y me deseó que la pasara bien.

Nuestra casa actual se encuentra en Fawkner, unos 12 kilómetros al norte de la ciudad y aunque es pequeña, estamos en mayor contacto con la naturaleza por ser un entorno semirrural. Cheryl, en cambio, vive en Sunshine, al noreste de Melbourne, a unos 6 kilómetros. Y si bien me significaba viajar unos 15 kilómetros, la belleza de Cheryl vale la pena.

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Esa tarde, vestía un vestido largo de verano hasta las rodillas de manga corta, que, en una mujer como ella, incita a los bajos instintos. Se sorprendió viéndome traer la olla arrocera y tantos aparatos y como era de esperarse, por su sumisa naturaleza, me pidió disculpas por las molestias.

Su apartamento es de un solo dormitorio, que hace de sala de estar y dormitorio a la vez. Su deliciosamente estrecha cocina conecta el recibidor del apartamento con su dormitorio y del otro lado de la pared, un walk-in closet con una ducha y un excusado.

Luego de disculparse por 8va vez por el desorden y lo pequeño de su departamento, empezamos a montar los utensilios de cocina. Gracias a que contaba con una pequeña olla, pudimos preparar el arroz tanto de la forma normal, como con mi olla arrocera eléctrica, donde efectivamente, pude confirmar que sus dotes en la cocina son bastante limitados.

Posteriormente, le enseñé a preparar el nori y cómo esparcir el arroz sobre la estera de bambú. Cuando fue su turno, pasé mi brazo alrededor de su cintura y fui guiando delicadamente sus dedos, sintiendo de nuevo su delicioso perfume a jazmín y perdiéndome en ese vibrante escote.

Dada la estrechez del pasillo, tenía la excusa perfecta para manosear su trasero, solicitando el paso, al ir a buscar las semillas de sésamo, las tiras de cangrejo, los avocados y volver a su derecha, quedando doblemente manoseada, sin que ella se quejara. De hecho, tuve algunas oportunidades para puntearla, habiendo veces que ella se detenía en la preparación, esperando para dejarme pasar.

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Incluso, hubo una oportunidad luego de haberle enseñado a armar los rollos en donde el relleno se le desarmó, por lo que me pidió ayuda para armarlo de nuevo, en donde fue ella la que empezó a restregar su trasero sobre mi hinchado paquete.

Eran cerca de las 10 cuando le enseñé a cómo trozar los rollos.

·        ¡No puedo creerlo! ¡Los preparé yo misma! - sonreía contenta y satisfecha. - ¡Muchas gracias! ¡Me muero por probarlos!

En total, preparamos 8 rollos de 7 piezas cada uno, de los cuales, guardé 2 para mis hijas.

Nos sentamos a la mesa y lo que pude presenciar fue simplemente celestial…

Era algo en la ansiedad de sus mascadas. Sus labios carnosos de a poco iban absorbiendo el bocado, como si fuera un bocado exquisito y sin querer, empecé a fantasear cómo sería que me diera una mamada.

-         ¿Me dejas probar tu sushi? – le pregunté, luego de verle devorar el tercero.

·        ¿Qué?

-         Si me dejas probar tu sushi. El tuyo parece exquisito.

Ni siquiera se me pasó por la mente lo que le había dicho el sábado anterior…

·        ¡Marco, no sé si el mío esté tan bueno! – me respondió su inseguridad. - ¡El mío no se ve tan bueno como el tuyo!

-         Si quieres, puedes comer del mío.

·        ¿Qué?

-         Siempre como del mío y ya conozco su sabor. Pero me interesa conocer el tuyo, si no te molesta.

La línea sobre si hablábamos sobre comida o algo más era bastante sutil…

Pero en efecto, accedimos a alimentarnos mutuamente. Tal como lo dijo, a los suyos todavía le faltan refinamiento. Pero para mí, irla viendo comer era lo que me excitaba.

Claramente, el sabor del mío era superior y yo prácticamente, agolpaba mi bandeja por alimentarla.

Cuando se acabó los míos, se limpió la boca y suspiró…

·        ¡dios! ¡Ya no puedo comer más!

A lo que me arrojé alocadamente a sus labios. El beso fue simplemente sublime: los trazos de soya se combinaron con la saliva, brindándole un sabor intoxicante y bastante particular.

Por su parte, ella se dejaba besar, abrazándome por encima del hombro…

Pero entonces, en un momento de cabalidad, logró ponerse de pie…

·        ¡Esto no está bien!... ¡Eres el padre de Bastián!...

Aunque yo volví a la carga. Esta vez, mientras que nuestros labios se enfrascaban en un fiero combate, levanté su falda lo suficiente para exponer esas nalgas carnosas. Encontré un calzón tan casto como los que usa Marisol.

Y aun así, tuve la desfachatez de meter mis manos debajo de ellos.

·        ¡Debemos detenernos! ¡Estás casado!

Pero yo no escuchaba razones y quería solo una cosa…

-         ¡Déjame tratarte como te lo mereces! -  le dije como un enamorado desbocado.

Y la volví a besar. Esa vez, caímos en el sofá cama y ella, se dejó amar. Mis manos acariciaban su humedecida entrepierna y ella se dedicaba a suspirar, en el intervalo que no nos estábamos besando.

Tengan en consideración que a pesar del volumen de sus pechos era lo que más me cautiva, apenas se los había tocado.

Pero mi constante ajetreo entre sus piernas la tenía a punto de desvariar…

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·        ¿Qué estás haciendo? -preguntó, al sentir que sacaba mi mano de su interior.

Probé su miel de mujer y la encontré deliciosa…

-         ¡Nada! – respondí sonriente- Quiero comer tu sushi…

Y me metí a lamer ávidamente su sexo. No estaba depilada y para mi sorpresa, sus pendejos eran rojizos también.

Es decir, había estado años atrás con Rachel, la azafata pelirroja.

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Pero a diferencia de ella, Cheryl sí era una pelirroja natural…

·        ¡No… por favor! – se quejaba Cheryl en palabras, pero en gestos y en actitudes, no hacía nada al respecto.

Pero, por otro lado, sus acciones confirmaban mis sospechas: los australianos no son buenos dando sexo oral a las mujeres.

Recuerdo que restregaba mi mentón sobre su clítoris, de la misma manera que uno lo haría con la cara frente a sus pechos, con la diferencia que podía lamer su vientre.

En particular, le encantaba que succionara y mordiera su clítoris, ya que alzaba su cabeza hacia arriba.

Y aunque degusté sus jugos unas 4 veces y que podría haber pasado gran parte de la noche haciendo eso, tenía que volver a casa.

Nos besamos tiernamente…

·        ¡Eso estuvo bien! - comentó dichosa, con un rostro resplandeciente de satisfecha.

-         ¡Qué bueno que te haya gustado!¿Qué te parece si nos juntamos todos los sábados y te enseño a preparar sushi?

·        ¡Eso me encantaría!

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Y como mis hijas encontraron que los rollitos California que preparó Cheryl no estaban “tan buenos”, también me pidieron que le ayudara a preparar un mejor sushi.


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1 comentarios - PDB 11 Quiero probar tu sushi… (I)

eltrozo896 +1
Tiene que aprender sushi esta chica y te va a costar mucho enseñarle 😂
metalchono +1
Ay, amigo. Al parecer, no va a ser la única que va a pasar por la cocina. Gracias por comentar.
eltrozo896
@metalchono Si, ya lei tu último relato.