El calor en la playa era insoportable pero, mi flamante esposa decidió que era un ritual de pareja el ir a correr todas las mañanas, sin importar el día de la semana que fuera o si era mi descanso después de tanto trabajar, ella quería correr y yo, como era un esposo al que le encantaba que otros vieran a su mujer en diminutas piezas de ropa, no podía negarme.
Para ser honesto, me calentaba mucho ver el deseo por mi mujer en los ojos de cualquier otra persona pero, es que era imposible no desearla.
Gina, mi esposa, era de estatura mediana, con pechos grandes, sus pezones eran rositas y la areola era del tamaño de una tapadera de botella, una cintura de reloj de arena, piernas kilométricas, labios gruesos, ideales para cuando le metes toda la verga hasta la garganta porque se forman en una perfecta “o”, su vagina también estaba rosadita y depilada, de esas que si les pasas la lengua es como si lamieras terciopelo, el clítoris lo tenía hinchado por naturaleza y era el botón de mi felicidad. Perderme entre sus piernas era mi condena y beberme sus fluidos era como beber ambrosía, la bebida de los dioses.
Por eso, verla correr mientras sus senos rebotaban ganándose la atención de hombres y mujeres por igual, me llenaba de orgullo y me engrosaba la verga de tan solo imaginar sus caras si nos vieran tener sexo rudo como a ella le gustaba.
Ya llevábamos una hora recorriendo la orilla del mar cuando mi atención se vio atraída por una mujer de cabello negro pero no fue eso lo que realmente me interesó, lo que en realidad me tenía cautivado y detuvo mi caminar fue su cuerpo. La chica no era como Gina, no, ella tenía más, mucho más en los lugares correctos.
Los senos eran al menos una talla y media más grande que los de mi esposa y por su color de piel, estaba seguro que sus pezones eran color café claro y quizá sus areolas eran un poco más grandes que tenías que abrir mas la boca para que te cupiera todo en la boca. Su estómago no era plano pero era más real que el de otras mujeres.
Llevaba un bikini de dos piezas color azul marino, la parte de arriba dejaba ver mucha piel pero la de abajo estaba cubierta con un velo negro amarrado en la cintura, aún así se podía distinguir su vagina gordita y jugosa.
«Me pregunto si chillará de placer al morder ese monte pecaminoso».
Sus piernas tampoco eran delgadas como las de Gina pero eran perfectas para ponerlas en mis hombros mientras le chupaba todos los fluidos.
Por mi mente pasaron un montón de imágenes muy vividas. Yo, lamiendo y penetrando con los dedos la vagina de la desconocida como si se me fuera la vida en ello y mi preciosa Gina sentada en la cara de la chica dejando que le chupe hasta el alma mientras acaricia y pellizca sus perfectos pezones y me mira directo a los ojos mientras sigo disfrutando del sabor de la pelinegra.
Sentí mi verga endurecerse ante esos pensamientos. Dios, se me marcaba bastante y no tenía como justificarme.
—¿Pasa algo, querido? —pregunta mi esposa al ver qué me he detenido.
—Nada, es solo que… —miro su rostro y se que ella se a dado cuenta de la carpa en mis pantalones cortos.
—Algo ha llamado tu atención, ¿Es eso? —se acerca a mi con coquetería y pone su mano en mi pecho.
—Sí —respondo con la voz un octavo más gruesa de lo normal. Sus uñas rasguñan mi piel y tengo que inclinar un poco la cabeza hacia atrás para no ver sus ojos negros llenos de lujuria. Mi mujer tiene una mente muy pervertida y eso hace que la desee en lugares donde no debería. Esta playa, por ejemplo.
—¿Y se puede saber que es? —la voz tranquila y melodiosa de Gina hace que esa imagen vuelva a mi cabeza. Estoy tan jodido.
—¿Cuál de todas? —su mano empieza a bajar hasta llegar al dobladillo en mi cintura.
—¿Y como te la imaginaste? —su mano no cierra por completo en el falo caliente que me cargo. Lo acaricia suavemente embarrando el líquido pre seminal en toda mi verga. Su cuerpo pegado al mío impide que alguien pueda ver lo que estamos haciendo.
—Ella, acostada mientras yo me pierdo en su vagina y tú montas su cara —respondo casi sin aliento—. Joder nena, no…, no pares.
—Entonces quieres que nos follemos a esa chica —ella lo sabe y se que también le calienta porque su mano se aprieta en mi verga y se mueve más rápido. Asiento con la cabeza porque si abro la boca seguramente voy a gemir. Ese es el efecto de mi esposa sobre mí—. Deberíamos acercarnos a ella y tantear el terreno —saca la mano de mis pantalones cortos y al instante quiero que la regrese pero me lo pienso mejor, ella ya dijo que nos acerquemos a esa chica y eso es lo que hacemos.
Caminamos hasta donde está la bella pelinegra tomando el sol. Tengo que posicionarme detrás de mi esposa para ocultar la erección descomunal que Gina me a dejado. La castigaré más noche cuando estemos en casa por esto.
—Hola —saluda mi esposa cuando “pechos grandes” nota nuestra presencia.
—Hola —responde sonriendo. Sus labios son gruesos, ideales para una buena mamada.
—Si, sobre eso, es que me acabo de mudar hace poco a la casa que está casi en la última fila cerca de la playa, así que aún no conozco a nadie.
—Que coincidencia —dice Gina y si que lo es—. Nosotros vivimos a un lado de tu casa —chilla de emoción—. Entonces, ¿Aceptas correr con nosotros?, así podemos irnos conociendo un poco más.
—Claro —acepta—. Pero primero debo llevar esto a mi casa.
—No te preocupes —intercedo—. Esta playa es muy segura ya que por aquí viven personas de élite y les gusta tener mucha seguridad a los alrededores.
—De acuerdo, pero no tengo ropa para correr —nuevamente otra excusa.
Una vez adentro, mi esposa sube a nuestra habitación para ponerse algo más cómodo y me pide que atienda a nuestra invitada mientras ella regresa, eso sin olvidar guiñarme un ojo antes de desaparecer escaleras arriba.
Guio a Fernanda hasta la cocina y le sirvo un vaso de jugo de manzana, el favorito de mi esposa.
—Muchas gracias —sus mejillas están sonrojadas por el sol— me encanta el jugo de manzana.
—A Gina también le gusta, ya tienen algo en común.
Le doy un pequeño recorrido por la casa y terminamos en la terraza de atrás donde somos dueños de una pequeña parte de playa, de hecho, todas las casas la tienen pero no es suficiente para los recorridos que a mí hermosa esposa le encanta hacer por las mañanas.
Nos sentamos en las tumbonas para descansar. Fer me sigue preguntando por la distribución de la casa ya que al parecer la suya es diferente a la nuestra.
—¿Faltará mucho para que regrese tu esposa? —pregunta un poco incómoda.
—Seguramente se está refrescando, ya teníamos una hora corriendo cuando te vimos.
—Oh —su boca forma una excitante “o” y me imagino metiendo mi verga entre sus carnosos labios. Los envuelve el la pajilla para beber su jugo y yo me remuevo un poco en mi lugar para tratar de esconder mi erección que nuevamente se me a despertado.
—¿Por qué decidiste comprar la casa de alado? —pregunto tratando de sacar un tema de conversación en lo que llega mi esposa.
—Soy escritora y quería vivir en un lugar tranquilo, lejos del ruido de la ciudad para poder concentrarme.
—Si.
—¿Y son experiencias propias o inventadas? —levanto una ceja con picardía mientras recorro su cuerpo y veo como aprieta un poco las piernas.
—La mayoría son inventadas —su pecho sube y baja por los nervios.
—Me gustaría leer los que sean tuyos, si no es mucho pedir —ella sonríe de lado y se le forma un hoyuelo en su mejilla.
Seguimos charlando ya con un poco más de confianza hasta que llega mi flamante esposa con una pequeña licra que no deja nada a la imaginación y una blusa pegada a su cuerpo, se que no trae sostén porque puedo ver cómo se le marcan los pezones sobre la tela.
—¿De que hablan? —pregunta sentándose sobre mis piernas con su culo apretando mi verga.
—Fernanda es escritora de erótico —respondo poniendo las manos en su cintura para acomodarla mejor—. Tiene relatos de sus vivencias.
—¿De verdad? —pregunta nuevamente pero su atención está en la chica. Fer asiente y mi esposa chilla de emoción y pone una mano sobre la rodilla de Fer—. A mí me encanta leer ese tipo de relatos, cuando quieras inspiración me dices, yo podría contarte algunos que tengo con Álvaro o… —hace una pausa. Se recarga sobre mi pecho y lleva su mano a mi cuello acariciando mi nuca. Pega sus labios en mi oreja y mete su lengua en el oído, gruño ante la sensación y aprieto su cadera. Mis ojos están fijos en los de Fer y ella aprieta las piernas, puedo notar como se van endureciendo sus pezones porque también se le marcan sobre la tela azul de su biquini—. Podemos crear algo nuevo para ti —termina la oración después de soltar mi oreja.
—Yo… —Fer balbucea y Gina se levanta de mis piernas para acercarse a ella. Los ojos de la pelinegra van de mi esposa a mi entre pierna donde una carpa de circo es quien los recibe, ya no tengo porque ocultar lo dura que tengo la verga.
Mi esposa empuja con delicadeza a Fer hasta que su espalda choca con el respaldo de la tumbona, se sienta frente a ella abierta de piernas sobre sus muslos. Las manos de Gina acarician sus hombros, no deja de hacer contacto visual con Fer, desliza sus manos hasta llegar a sus enormes pechos y con sus pulgares hace círculos sobre la tela donde se marcan sus pezones. Baja la cabeza a la altura del nacimiento de esos globos de cantoya y saca la lengua para dejar un recorrido de baba sobre ambos montículos.
Pongo mi mano sobre mi verga, ver a mi mujer ahorcajadas sobre otra chica me calienta en gran medida. Acaricio despacio mi falo sobre mi pantalón corto que ya muere por salir de su cautiverio.
Fer echa la cabeza hacia atrás mientras mi esposa sigue chupando el valle de sus pechos, dando la misma atención a cada una y pellizca sus pezones.
—Entonces, ¿Hacemos una nueva experiencia para ti? —pregunta Gina pasando la punta de la lengua sobre el labio inferior de la pelinegra.
—S…sí —responde Fer con la respiración agitada, mi esposa voltea a verme y esa es mi señal para acercarme a ellas.
Me pongo a un lado de ellas, liberando mi verga en toda su plenitud. Dura, erguida, cabeza de mantecada brillosa por el pre seminal y con las venas marcadas.
Los ojos de Fer se abren con asombro al igual que su boquita, mi esposa se muerde el labio inferior y se la ofrezco cuál paleta a un niño en Halloween. Se la mete a la boca y echo la cabeza hacia atrás disfrutando de la calidez de su lengua. Pongo una mano sobre su cabeza y recojo su cabello en mi puño marcando el ritmo. La saliva se le escurre por los lados y me encanta el que no tenga reflejo para tragársela entera.
Volteo a ver a Fer que se le hace agua la boca, le doy palmaditas en la cabeza a Gina para que comparta la verga de su marido con nuestra invitada. Ella la suelta con un “plop”, un hilo de baba escurre entre su boca y mi glande, sonrió satisfecho al ver su barbilla llena de saliva, tan caliente que me dan ganas de comerle la boca.
Mi atención pasa de mi mujer a mi nueva vecina. Sonrío mientras le hago un asentamiento con la cabeza en dirección a mi verga. Ella abre la boca un poco dudosa porque Gina la está mirando, con lujuria, con deseo y con el anhelo de ver a otra mujer chuparme el miembro.
Hay algo retorcido en mi matrimonio, pero muy pocas personas lo entenderían y es que, a mi esposa le llena de placer y satisfacción compartir a su marido, saber que otras mujeres solo tienen una pequeña porción de mi pero ella me tiene por completo.
Tampoco voy a negar que me excita en un nivel muy alto verla ser una perra con otros hombres y más aún con mujeres. Cómo en estos momentos, donde lleva una de sus manos a la nuca de Fer y con la otra sostiene mi espada en dirección a la boca de la pelinegra.
—Abre —dice sensualmente mientras su mano sube y baja en mi erección. Mi vecina abre sus carnosos labios y ni siquiera tengo que empujar mi pelvis porque Gina lo hace pero con la cabeza de Fer. Mi verga desaparece en su boca y su frente golpea la parte baja de mi abdomen. Tiene reflejo de arcada pero mi esposa la sostiene en su lugar—. Tranquila, sostenlo y respira por la nariz. Relájate, deja que tú garganta se adapte al tamaño. Mueve tu lengua a los lados para que lamas la parte de abajo y sientas su sabor —le da instrucciones que poco a poco van surgiendo efecto porque la pelinegra lo hace tal cual le indican.
Siento que los labios de Fer se mueven de arriba abajo sobre mi verga a un ritmo que conozco a la perfección. Libero la boca de Gina para ver como su mano marca el ritmo de la cabeza de Fer justo a la velocidad que me gusta.
«Mi esposa me conoce y sabe lo que se necesita para mantenerme al borde del colapso sin soltar mi descendencia».
Libero la boca de Gina al mismo tiempo que Fer suelta mi verga. La deja llena de saliva y mis ojos se encuentran con los de ella. Dilatados.
Me quito la ropa mientras las veo. Cambian de posición ya que Fer está completamente acostada sobre la tumbona y mi esposa sobre ella haciendo un sesenta y nueve. Se prueban entre ellas. Gemidos que me llegan hasta los oídos y muero por unirme a la diversión pero aún no es el momento.
Hay algo muy erótico en observar a dos chicas dándose placer mutuamente. Sostengo mi verga y me acaricio lentamente, arriba y abajo, arriba y abajo.
Desde mi posición puedo ver cómo la pelinegra abre los labios de la vagina de mi esposa para tener un mayor acceso. El coño de Gina está brillando con sus jugos y Fer se está dando un festín con eso. Se me hace agua la boca de tan solo recordar su sabor.
Me pongo de pie y me acerco a la cabeza de Fer. Ella libera el clítoris de mi esposa y yo le sonrió. Mi verga apunta en su dirección y sin preguntarle se la meto a la boca mientras juego con el culo de Gina.
La pelinegra se la traga toda y quiero correrme en su garganta pero lo controlo, aún no es el momento. La saco de su boca y empujo su cabeza nuevamente en el coño de mi esposa para que nos pruebe a ambos mientras yo meto mi lengua entre las nalgas de Gina para darme un festín con su ano lo cual se que le encanta porque grita mi nombre cuando mi lengua hace contacto su el agujero arrugado.
Le meto los dedos en la vagina mientras Fer sigue succionando su clítoris y yo lamo su culo. Mi esposa grita más fuerte y sus paredes aprietan mis dedos a causa del orgasmo.
Lentamente abro las piernas de Fer y acaricio el interior de sus muslos mientras hago contacto visual con mi mujer. Ella me regala una sonrisa de medio lado y se pellizca los pezones. La piel de Fer se eriza y abre más las piernas para darme acceso total. Su vagina está húmeda por la saliva de Gina y por su misma excitación. La boca se me hace agua y paso mi lengua por toda su raja recogiendo sus jugos. Su sabor es adictivo. Me pongo de rodillas para estar más cómodo y poder comérmela como un muerto de hambre que no a probado bocado en días.
Fer mueve sus caderas pero la detengo, quiero saborearla a mi ritmo y de paso torturarla un poco. Muerdo sus labios y su clítoris hinchado y succiono sus jugos, la penetro con mi lengua y me masturbo al mismo tiempo.
—¿Es como en tu imaginación, cariño? —pregunta Gina mientras monta la cara de mi vecina.
—Mmmm —levanto la cara de entre las piernas de Fer. Sus jugos están escurriendo de mi barbilla—. Es aún mejor. Te miras como una diosa desde mi posición —los ojos de mi esposa se abren un poco más y su boca forma una perfecta “o” mientras disfruta de la boca sucia de Fer.
Me levanto y de una le meto la verga a mi vecina. Su coño se siente apretado pero está tan excitada que no es difícil hacer que mi pelvis choque contra la suya. Ella gime sobre la vagina de Gina pero no deja de chuparla. La penetro un poco más hasta que todo el miembro está empapado y lo saco. Está brilloso y cremoso. Mi esposa se inclina para chuparlo y yo muevo su cabeza para follarle la boca como si fuera su coño.
Fer me monta como una experta. Se sostiene de mis hombros para mantener el equilibrio y sus tetas quedan en mi cara. No lo pienso dos veces cuando me llevo una a la boca succionando su pezón.
—Iré por uno de mis juguetes —mi esposa se para detrás de mi y me susurra al oído. Asiento con la cabeza y ella desaparece por la puerta que da a la casa.
Sigo mamando las tetas de mi vecina mientras ella se recarga sobre mi pecho. Su mirada cristalina y excitada se encuentra con la mía y le sonrío.
—Va por un juguete —bajo la velocidad de mis embestidas a la espera de ver qué juguete va a traer mi esposa—. ¿Te está gustando? —pregunto pasando mis manos por su espalda. Ella se arquea un poco y después se acerca a mi oreja para susurrarme.
—Me gusta mucho pero…
—¿Pero qué?
—Quisiera que me hablaran sucio y me maltrataran un poco —mi verga se pone aún más dura con esa confesión. Me detengo y la empujo para encararla. No me mira a los ojos y sus mejillas se tiñen de un tono más profundo. Se mira adorable. Sonrió como el pervertido que soy y recojo su cabello en mi mano para tirar de el haciendo que Fer incline la cabeza hacia atrás.
—¿Quieres ser nuestra sucia putita? —ella asiente lo mejor que puede con la cabeza—. ¿Quieres que te penetre el culo mientras te comes el coño de mi esposa? —gime y asiente otra vez. Abofeteo una de sus tetas y ella da un brinco sobre mi verga—. Contéstame putita, ¿Quieres que te ahorque mientras te meto la verga por todos tus agujeros?, ¿Quieres que te dé nalgadas hasta que el culo se te ponga rojo y después te haga tragarte mi semen?, ¿Es eso lo que quieres?
—S…sí, ¡Oh Dios! —el coño de Fer se aprieta sobre mi verga y ella jadea. Puedo sentir como su excitación se escurre sobre mi falo.
Suelto su cabello y sostengo sus tetas en mis manos, llevo un pezón a mi boca y pellizco el otro entre mis dedos.
Siento unas manos en mis hombros y suelto con un “plop” el pezón de Fer. Levanto la cabeza y me encuentro con la mirada de mi esposa quien me sonríe y me enseña el juguete que a traído. Niego con la cabeza mientras me río. Mi mujer es una golosa.
—Gi…Gina yo… —Fer tartamudea entre jadeos.
—Shhh —mi esposa pone un dedo en la boca de una Fer muy nerviosa—. He disfrutado mucho del espectáculo —con una mano sostiene mi barbilla y aprieta mis mejillas para que abra la boca, escupe en mi lengua y me pega al pezón de Fer. No lo pienso dos veces antes de succionar con fuerza el guijarro endurecido y pongo mis manos en sus nalgas para apretarla sobre mi verga. Su coño sigue palpitando y me pongo duro nuevamente.
Gina mete el dildo de doble cabeza en la boca de Fer, hace que chupe un extremo mientras ella chupa el otro. Las arcadas de Fer suenan en mis oídos y empiezo a chocar mi pelvis contra la suya.
—Suficiente —mi esposa tira de mi cabello para separarme de la teta de nuestra vecina—. Ahora dale la vuelta y fóllale el culo —el lado dominante de mi esposa me encanta.
Ayudo a Fer a ponerse de pie, sus piernas tiemblan y me río por lo bajo, le doy la vuelta para que su culo me quede en la cara y chupo sus nalgas, las separo y acaricio su agujero apretado. Ella se estremece pero no se queja ni me lo impide, todo lo contrario, se empuja más sobre mi dedo para que la penetre. Sostengo sus caderas para que se siente pero antes de que mi verga logre tocar el nudo arrugado mi esposa me detiene, escupe una gran cantidad de saliva sobre mi glande y sonríe.
—Para que resbale mejor —Gina coloca sus manos sobre los hombros de Fer y la sienta de una sobre mi falo, la pelinegra gime y yo gruño por lo apretado que se siente, estrangula mi verga y tengo que contenerme para no correrme como un puberto.
«Los agujeros apretados son mi debilidad».
Mi esposa ayuda a Fer a poner sus pies sobre mis rodillas, le abre bien las piernas y le toca el clítoris provocando jadeos y gemidos a la pelinegra.
—Mi esposa te a ha hecho una pregunta —gruño en su oído. Aunque no tengo idea de que está hablando mi esposa, claramente quiere una respuesta y me aseguraré de que la tenga—. Más te vale que contestes putita o te voy a reventar el culo —ella jadea y se le corta la respiración, como puede asiente con la cabeza y yo muerdo el lóbulo de su oreja—. Palabras, putita, usa tus palabras.
—S…sí, oh joder si.
—Dile a mi marido cuál es tu fantasía —Gina se acerca al mismo oído donde yo le estoy hablando a Fer y me mira a los ojos sin dejar de torturar el clítoris de nuestra vecina.
—Quiero… oh Dios, quiero… —jadea y se le cortan las palabras, tiro más de su cabello en señal de que de una respuesta clara—. Quiero que una mujer… comparta un dildo de doble cabeza… conmigo mientras… mientras un hombre me penetra el culo… oh mierda —miro a mi esposa buscando una explicación del porque ella sabe eso y yo no.
—Encontré su página sucia —me giña un ojo y mete sin piedad un extremo del dildo en la vagina de Fer.
Eso lo explica todo, el motivo por el cual mi esposa se tardó en bajar cuando llegamos, también el porque demoró en regresar con el juguete. Gina ya sabía los sucios secretos de Fer y quería complacerla tanto como yo quiero complacerla a ella al hacer un trío con nuestra vecina.
Sostengo una teta de Gina y aplico presión en el pezón, ella chilla y se mueve más rápido. Fer aprovecha para chupar el otro pezón y mi esposa inclina la cabeza hacia atrás. Sus rodillas se doblan un poco en señal de que está a punto de correrse.
Me pongo de pie frente a ellas, las dos se frotan el clítoris mojando el suelo, levantan la cabeza, abren la boca y sacan la lengua. Bombeo mi verga un par de veces frente a sus caras, echo la cabeza hacia atrás y gruño como un animal cuando los chorros de semen caliente salen disparados a sus caras bañándolas de lluvia blanca en la frente, el cabello, las mejillas, la boca, la lengua y escurriendo hasta sus tetas.
—Mmmm —dicen al mismo tiempo para después lamerse mutuamente el rastro de mi semen de sus cuerpos para finalizar con un beso blanco.
Las ayudo a ponerse de pie, beso los labios de Fer para después comerle la boca a mi esposa. Jadea cuando nos separamos y después sonríe.
—Feliz aniversario, mi amor —dice mi esposa. Se mira preciosa sonrojada, satisfecha y con rastros de semen, mi semen, en su cabello.
—Feliz aniversario, mi reina —beso su nariz y la pego a mi cuerpo. Ambos estamos sudados y necesitamos con urgencia una ducha. Volteo a ver a Fer que también está sonriendo y nos guiña un ojo.
—Es correcto —responde Fer cuando termina de ponerse el biquini azul que traía cuando llegamos—. El dijo que los trajes de baño azul provocaban cosas en ti así que me recomendó usarlo para vivir la experiencia —levanta su cabello en un moño alto para poder controlarlo—. También dijo que sería de utilidad para mejorar mis relatos —se acerca a nosotros y deja un casto beso en los labios de ambos—. Por favor invítenme la próxima vez que quieran divertirse —se da la vuelta y camina hacia la salida de atrás que conecta su pedazo de playa con el nuestro—. Me voy, tengo bastante inspiración para escribir —se despide con la mano y desaparece por la puerta.
—Elías te conoce demasiado —Gina se da la vuelta entre mis brazos para quedar frente a mi.
—Por supuesto que me conoce, el cabrón a sido mi mejor amigo por veinte años —levanto a mi esposa por la cintura, ella me rodea con sus piernas y sus brazos en mi cuello.
—La próxima vez deberíamos invitar a Elías a divertirse con nosotros y con Fer —ella besa mi cuello y muerde mi pulso.
Amo a mi esposa más que nada en el mundo y compartir con ella todo tipo de experiencias es lo más hermoso que me a pasado. Conocerla fue el mejor regalo que me mandó la vida. No me imagino compartiendo mi cama con ninguna otra mujer porque, a pesar de que cogemos con otras personas, siempre me aseguro de hacerle el amor una vez que estamos solos para que recuerde que le pertenezco y me pertenece, aún cuando permitimos que terceros participen en nuestros juegos.
Para ser honesto, me calentaba mucho ver el deseo por mi mujer en los ojos de cualquier otra persona pero, es que era imposible no desearla.
Gina, mi esposa, era de estatura mediana, con pechos grandes, sus pezones eran rositas y la areola era del tamaño de una tapadera de botella, una cintura de reloj de arena, piernas kilométricas, labios gruesos, ideales para cuando le metes toda la verga hasta la garganta porque se forman en una perfecta “o”, su vagina también estaba rosadita y depilada, de esas que si les pasas la lengua es como si lamieras terciopelo, el clítoris lo tenía hinchado por naturaleza y era el botón de mi felicidad. Perderme entre sus piernas era mi condena y beberme sus fluidos era como beber ambrosía, la bebida de los dioses.
Por eso, verla correr mientras sus senos rebotaban ganándose la atención de hombres y mujeres por igual, me llenaba de orgullo y me engrosaba la verga de tan solo imaginar sus caras si nos vieran tener sexo rudo como a ella le gustaba.
Ya llevábamos una hora recorriendo la orilla del mar cuando mi atención se vio atraída por una mujer de cabello negro pero no fue eso lo que realmente me interesó, lo que en realidad me tenía cautivado y detuvo mi caminar fue su cuerpo. La chica no era como Gina, no, ella tenía más, mucho más en los lugares correctos.
Los senos eran al menos una talla y media más grande que los de mi esposa y por su color de piel, estaba seguro que sus pezones eran color café claro y quizá sus areolas eran un poco más grandes que tenías que abrir mas la boca para que te cupiera todo en la boca. Su estómago no era plano pero era más real que el de otras mujeres.
Llevaba un bikini de dos piezas color azul marino, la parte de arriba dejaba ver mucha piel pero la de abajo estaba cubierta con un velo negro amarrado en la cintura, aún así se podía distinguir su vagina gordita y jugosa.
«Me pregunto si chillará de placer al morder ese monte pecaminoso».
Sus piernas tampoco eran delgadas como las de Gina pero eran perfectas para ponerlas en mis hombros mientras le chupaba todos los fluidos.
Por mi mente pasaron un montón de imágenes muy vividas. Yo, lamiendo y penetrando con los dedos la vagina de la desconocida como si se me fuera la vida en ello y mi preciosa Gina sentada en la cara de la chica dejando que le chupe hasta el alma mientras acaricia y pellizca sus perfectos pezones y me mira directo a los ojos mientras sigo disfrutando del sabor de la pelinegra.
Sentí mi verga endurecerse ante esos pensamientos. Dios, se me marcaba bastante y no tenía como justificarme.
—¿Pasa algo, querido? —pregunta mi esposa al ver qué me he detenido.
—Nada, es solo que… —miro su rostro y se que ella se a dado cuenta de la carpa en mis pantalones cortos.
—Algo ha llamado tu atención, ¿Es eso? —se acerca a mi con coquetería y pone su mano en mi pecho.
—Sí —respondo con la voz un octavo más gruesa de lo normal. Sus uñas rasguñan mi piel y tengo que inclinar un poco la cabeza hacia atrás para no ver sus ojos negros llenos de lujuria. Mi mujer tiene una mente muy pervertida y eso hace que la desee en lugares donde no debería. Esta playa, por ejemplo.
—¿Y se puede saber que es? —la voz tranquila y melodiosa de Gina hace que esa imagen vuelva a mi cabeza. Estoy tan jodido.
—¿Cuál de todas? —su mano empieza a bajar hasta llegar al dobladillo en mi cintura.
—¿Y como te la imaginaste? —su mano no cierra por completo en el falo caliente que me cargo. Lo acaricia suavemente embarrando el líquido pre seminal en toda mi verga. Su cuerpo pegado al mío impide que alguien pueda ver lo que estamos haciendo.
—Ella, acostada mientras yo me pierdo en su vagina y tú montas su cara —respondo casi sin aliento—. Joder nena, no…, no pares.
—Entonces quieres que nos follemos a esa chica —ella lo sabe y se que también le calienta porque su mano se aprieta en mi verga y se mueve más rápido. Asiento con la cabeza porque si abro la boca seguramente voy a gemir. Ese es el efecto de mi esposa sobre mí—. Deberíamos acercarnos a ella y tantear el terreno —saca la mano de mis pantalones cortos y al instante quiero que la regrese pero me lo pienso mejor, ella ya dijo que nos acerquemos a esa chica y eso es lo que hacemos.
Caminamos hasta donde está la bella pelinegra tomando el sol. Tengo que posicionarme detrás de mi esposa para ocultar la erección descomunal que Gina me a dejado. La castigaré más noche cuando estemos en casa por esto.
—Hola —saluda mi esposa cuando “pechos grandes” nota nuestra presencia.
—Hola —responde sonriendo. Sus labios son gruesos, ideales para una buena mamada.
—Si, sobre eso, es que me acabo de mudar hace poco a la casa que está casi en la última fila cerca de la playa, así que aún no conozco a nadie.
—Que coincidencia —dice Gina y si que lo es—. Nosotros vivimos a un lado de tu casa —chilla de emoción—. Entonces, ¿Aceptas correr con nosotros?, así podemos irnos conociendo un poco más.
—Claro —acepta—. Pero primero debo llevar esto a mi casa.
—No te preocupes —intercedo—. Esta playa es muy segura ya que por aquí viven personas de élite y les gusta tener mucha seguridad a los alrededores.
—De acuerdo, pero no tengo ropa para correr —nuevamente otra excusa.
Una vez adentro, mi esposa sube a nuestra habitación para ponerse algo más cómodo y me pide que atienda a nuestra invitada mientras ella regresa, eso sin olvidar guiñarme un ojo antes de desaparecer escaleras arriba.
Guio a Fernanda hasta la cocina y le sirvo un vaso de jugo de manzana, el favorito de mi esposa.
—Muchas gracias —sus mejillas están sonrojadas por el sol— me encanta el jugo de manzana.
—A Gina también le gusta, ya tienen algo en común.
Le doy un pequeño recorrido por la casa y terminamos en la terraza de atrás donde somos dueños de una pequeña parte de playa, de hecho, todas las casas la tienen pero no es suficiente para los recorridos que a mí hermosa esposa le encanta hacer por las mañanas.
Nos sentamos en las tumbonas para descansar. Fer me sigue preguntando por la distribución de la casa ya que al parecer la suya es diferente a la nuestra.
—¿Faltará mucho para que regrese tu esposa? —pregunta un poco incómoda.
—Seguramente se está refrescando, ya teníamos una hora corriendo cuando te vimos.
—Oh —su boca forma una excitante “o” y me imagino metiendo mi verga entre sus carnosos labios. Los envuelve el la pajilla para beber su jugo y yo me remuevo un poco en mi lugar para tratar de esconder mi erección que nuevamente se me a despertado.
—¿Por qué decidiste comprar la casa de alado? —pregunto tratando de sacar un tema de conversación en lo que llega mi esposa.
—Soy escritora y quería vivir en un lugar tranquilo, lejos del ruido de la ciudad para poder concentrarme.
—Si.
—¿Y son experiencias propias o inventadas? —levanto una ceja con picardía mientras recorro su cuerpo y veo como aprieta un poco las piernas.
—La mayoría son inventadas —su pecho sube y baja por los nervios.
—Me gustaría leer los que sean tuyos, si no es mucho pedir —ella sonríe de lado y se le forma un hoyuelo en su mejilla.
Seguimos charlando ya con un poco más de confianza hasta que llega mi flamante esposa con una pequeña licra que no deja nada a la imaginación y una blusa pegada a su cuerpo, se que no trae sostén porque puedo ver cómo se le marcan los pezones sobre la tela.
—¿De que hablan? —pregunta sentándose sobre mis piernas con su culo apretando mi verga.
—Fernanda es escritora de erótico —respondo poniendo las manos en su cintura para acomodarla mejor—. Tiene relatos de sus vivencias.
—¿De verdad? —pregunta nuevamente pero su atención está en la chica. Fer asiente y mi esposa chilla de emoción y pone una mano sobre la rodilla de Fer—. A mí me encanta leer ese tipo de relatos, cuando quieras inspiración me dices, yo podría contarte algunos que tengo con Álvaro o… —hace una pausa. Se recarga sobre mi pecho y lleva su mano a mi cuello acariciando mi nuca. Pega sus labios en mi oreja y mete su lengua en el oído, gruño ante la sensación y aprieto su cadera. Mis ojos están fijos en los de Fer y ella aprieta las piernas, puedo notar como se van endureciendo sus pezones porque también se le marcan sobre la tela azul de su biquini—. Podemos crear algo nuevo para ti —termina la oración después de soltar mi oreja.
—Yo… —Fer balbucea y Gina se levanta de mis piernas para acercarse a ella. Los ojos de la pelinegra van de mi esposa a mi entre pierna donde una carpa de circo es quien los recibe, ya no tengo porque ocultar lo dura que tengo la verga.
Mi esposa empuja con delicadeza a Fer hasta que su espalda choca con el respaldo de la tumbona, se sienta frente a ella abierta de piernas sobre sus muslos. Las manos de Gina acarician sus hombros, no deja de hacer contacto visual con Fer, desliza sus manos hasta llegar a sus enormes pechos y con sus pulgares hace círculos sobre la tela donde se marcan sus pezones. Baja la cabeza a la altura del nacimiento de esos globos de cantoya y saca la lengua para dejar un recorrido de baba sobre ambos montículos.
Pongo mi mano sobre mi verga, ver a mi mujer ahorcajadas sobre otra chica me calienta en gran medida. Acaricio despacio mi falo sobre mi pantalón corto que ya muere por salir de su cautiverio.
Fer echa la cabeza hacia atrás mientras mi esposa sigue chupando el valle de sus pechos, dando la misma atención a cada una y pellizca sus pezones.
—Entonces, ¿Hacemos una nueva experiencia para ti? —pregunta Gina pasando la punta de la lengua sobre el labio inferior de la pelinegra.
—S…sí —responde Fer con la respiración agitada, mi esposa voltea a verme y esa es mi señal para acercarme a ellas.
Me pongo a un lado de ellas, liberando mi verga en toda su plenitud. Dura, erguida, cabeza de mantecada brillosa por el pre seminal y con las venas marcadas.
Los ojos de Fer se abren con asombro al igual que su boquita, mi esposa se muerde el labio inferior y se la ofrezco cuál paleta a un niño en Halloween. Se la mete a la boca y echo la cabeza hacia atrás disfrutando de la calidez de su lengua. Pongo una mano sobre su cabeza y recojo su cabello en mi puño marcando el ritmo. La saliva se le escurre por los lados y me encanta el que no tenga reflejo para tragársela entera.
Volteo a ver a Fer que se le hace agua la boca, le doy palmaditas en la cabeza a Gina para que comparta la verga de su marido con nuestra invitada. Ella la suelta con un “plop”, un hilo de baba escurre entre su boca y mi glande, sonrió satisfecho al ver su barbilla llena de saliva, tan caliente que me dan ganas de comerle la boca.
Mi atención pasa de mi mujer a mi nueva vecina. Sonrío mientras le hago un asentamiento con la cabeza en dirección a mi verga. Ella abre la boca un poco dudosa porque Gina la está mirando, con lujuria, con deseo y con el anhelo de ver a otra mujer chuparme el miembro.
Hay algo retorcido en mi matrimonio, pero muy pocas personas lo entenderían y es que, a mi esposa le llena de placer y satisfacción compartir a su marido, saber que otras mujeres solo tienen una pequeña porción de mi pero ella me tiene por completo.
Tampoco voy a negar que me excita en un nivel muy alto verla ser una perra con otros hombres y más aún con mujeres. Cómo en estos momentos, donde lleva una de sus manos a la nuca de Fer y con la otra sostiene mi espada en dirección a la boca de la pelinegra.
—Abre —dice sensualmente mientras su mano sube y baja en mi erección. Mi vecina abre sus carnosos labios y ni siquiera tengo que empujar mi pelvis porque Gina lo hace pero con la cabeza de Fer. Mi verga desaparece en su boca y su frente golpea la parte baja de mi abdomen. Tiene reflejo de arcada pero mi esposa la sostiene en su lugar—. Tranquila, sostenlo y respira por la nariz. Relájate, deja que tú garganta se adapte al tamaño. Mueve tu lengua a los lados para que lamas la parte de abajo y sientas su sabor —le da instrucciones que poco a poco van surgiendo efecto porque la pelinegra lo hace tal cual le indican.
Siento que los labios de Fer se mueven de arriba abajo sobre mi verga a un ritmo que conozco a la perfección. Libero la boca de Gina para ver como su mano marca el ritmo de la cabeza de Fer justo a la velocidad que me gusta.
«Mi esposa me conoce y sabe lo que se necesita para mantenerme al borde del colapso sin soltar mi descendencia».
Libero la boca de Gina al mismo tiempo que Fer suelta mi verga. La deja llena de saliva y mis ojos se encuentran con los de ella. Dilatados.
Me quito la ropa mientras las veo. Cambian de posición ya que Fer está completamente acostada sobre la tumbona y mi esposa sobre ella haciendo un sesenta y nueve. Se prueban entre ellas. Gemidos que me llegan hasta los oídos y muero por unirme a la diversión pero aún no es el momento.
Hay algo muy erótico en observar a dos chicas dándose placer mutuamente. Sostengo mi verga y me acaricio lentamente, arriba y abajo, arriba y abajo.
Desde mi posición puedo ver cómo la pelinegra abre los labios de la vagina de mi esposa para tener un mayor acceso. El coño de Gina está brillando con sus jugos y Fer se está dando un festín con eso. Se me hace agua la boca de tan solo recordar su sabor.
Me pongo de pie y me acerco a la cabeza de Fer. Ella libera el clítoris de mi esposa y yo le sonrió. Mi verga apunta en su dirección y sin preguntarle se la meto a la boca mientras juego con el culo de Gina.
La pelinegra se la traga toda y quiero correrme en su garganta pero lo controlo, aún no es el momento. La saco de su boca y empujo su cabeza nuevamente en el coño de mi esposa para que nos pruebe a ambos mientras yo meto mi lengua entre las nalgas de Gina para darme un festín con su ano lo cual se que le encanta porque grita mi nombre cuando mi lengua hace contacto su el agujero arrugado.
Le meto los dedos en la vagina mientras Fer sigue succionando su clítoris y yo lamo su culo. Mi esposa grita más fuerte y sus paredes aprietan mis dedos a causa del orgasmo.
Lentamente abro las piernas de Fer y acaricio el interior de sus muslos mientras hago contacto visual con mi mujer. Ella me regala una sonrisa de medio lado y se pellizca los pezones. La piel de Fer se eriza y abre más las piernas para darme acceso total. Su vagina está húmeda por la saliva de Gina y por su misma excitación. La boca se me hace agua y paso mi lengua por toda su raja recogiendo sus jugos. Su sabor es adictivo. Me pongo de rodillas para estar más cómodo y poder comérmela como un muerto de hambre que no a probado bocado en días.
Fer mueve sus caderas pero la detengo, quiero saborearla a mi ritmo y de paso torturarla un poco. Muerdo sus labios y su clítoris hinchado y succiono sus jugos, la penetro con mi lengua y me masturbo al mismo tiempo.
—¿Es como en tu imaginación, cariño? —pregunta Gina mientras monta la cara de mi vecina.
—Mmmm —levanto la cara de entre las piernas de Fer. Sus jugos están escurriendo de mi barbilla—. Es aún mejor. Te miras como una diosa desde mi posición —los ojos de mi esposa se abren un poco más y su boca forma una perfecta “o” mientras disfruta de la boca sucia de Fer.
Me levanto y de una le meto la verga a mi vecina. Su coño se siente apretado pero está tan excitada que no es difícil hacer que mi pelvis choque contra la suya. Ella gime sobre la vagina de Gina pero no deja de chuparla. La penetro un poco más hasta que todo el miembro está empapado y lo saco. Está brilloso y cremoso. Mi esposa se inclina para chuparlo y yo muevo su cabeza para follarle la boca como si fuera su coño.
Fer me monta como una experta. Se sostiene de mis hombros para mantener el equilibrio y sus tetas quedan en mi cara. No lo pienso dos veces cuando me llevo una a la boca succionando su pezón.
—Iré por uno de mis juguetes —mi esposa se para detrás de mi y me susurra al oído. Asiento con la cabeza y ella desaparece por la puerta que da a la casa.
Sigo mamando las tetas de mi vecina mientras ella se recarga sobre mi pecho. Su mirada cristalina y excitada se encuentra con la mía y le sonrío.
—Va por un juguete —bajo la velocidad de mis embestidas a la espera de ver qué juguete va a traer mi esposa—. ¿Te está gustando? —pregunto pasando mis manos por su espalda. Ella se arquea un poco y después se acerca a mi oreja para susurrarme.
—Me gusta mucho pero…
—¿Pero qué?
—Quisiera que me hablaran sucio y me maltrataran un poco —mi verga se pone aún más dura con esa confesión. Me detengo y la empujo para encararla. No me mira a los ojos y sus mejillas se tiñen de un tono más profundo. Se mira adorable. Sonrió como el pervertido que soy y recojo su cabello en mi mano para tirar de el haciendo que Fer incline la cabeza hacia atrás.
—¿Quieres ser nuestra sucia putita? —ella asiente lo mejor que puede con la cabeza—. ¿Quieres que te penetre el culo mientras te comes el coño de mi esposa? —gime y asiente otra vez. Abofeteo una de sus tetas y ella da un brinco sobre mi verga—. Contéstame putita, ¿Quieres que te ahorque mientras te meto la verga por todos tus agujeros?, ¿Quieres que te dé nalgadas hasta que el culo se te ponga rojo y después te haga tragarte mi semen?, ¿Es eso lo que quieres?
—S…sí, ¡Oh Dios! —el coño de Fer se aprieta sobre mi verga y ella jadea. Puedo sentir como su excitación se escurre sobre mi falo.
Suelto su cabello y sostengo sus tetas en mis manos, llevo un pezón a mi boca y pellizco el otro entre mis dedos.
Siento unas manos en mis hombros y suelto con un “plop” el pezón de Fer. Levanto la cabeza y me encuentro con la mirada de mi esposa quien me sonríe y me enseña el juguete que a traído. Niego con la cabeza mientras me río. Mi mujer es una golosa.
—Gi…Gina yo… —Fer tartamudea entre jadeos.
—Shhh —mi esposa pone un dedo en la boca de una Fer muy nerviosa—. He disfrutado mucho del espectáculo —con una mano sostiene mi barbilla y aprieta mis mejillas para que abra la boca, escupe en mi lengua y me pega al pezón de Fer. No lo pienso dos veces antes de succionar con fuerza el guijarro endurecido y pongo mis manos en sus nalgas para apretarla sobre mi verga. Su coño sigue palpitando y me pongo duro nuevamente.
Gina mete el dildo de doble cabeza en la boca de Fer, hace que chupe un extremo mientras ella chupa el otro. Las arcadas de Fer suenan en mis oídos y empiezo a chocar mi pelvis contra la suya.
—Suficiente —mi esposa tira de mi cabello para separarme de la teta de nuestra vecina—. Ahora dale la vuelta y fóllale el culo —el lado dominante de mi esposa me encanta.
Ayudo a Fer a ponerse de pie, sus piernas tiemblan y me río por lo bajo, le doy la vuelta para que su culo me quede en la cara y chupo sus nalgas, las separo y acaricio su agujero apretado. Ella se estremece pero no se queja ni me lo impide, todo lo contrario, se empuja más sobre mi dedo para que la penetre. Sostengo sus caderas para que se siente pero antes de que mi verga logre tocar el nudo arrugado mi esposa me detiene, escupe una gran cantidad de saliva sobre mi glande y sonríe.
—Para que resbale mejor —Gina coloca sus manos sobre los hombros de Fer y la sienta de una sobre mi falo, la pelinegra gime y yo gruño por lo apretado que se siente, estrangula mi verga y tengo que contenerme para no correrme como un puberto.
«Los agujeros apretados son mi debilidad».
Mi esposa ayuda a Fer a poner sus pies sobre mis rodillas, le abre bien las piernas y le toca el clítoris provocando jadeos y gemidos a la pelinegra.
—Mi esposa te a ha hecho una pregunta —gruño en su oído. Aunque no tengo idea de que está hablando mi esposa, claramente quiere una respuesta y me aseguraré de que la tenga—. Más te vale que contestes putita o te voy a reventar el culo —ella jadea y se le corta la respiración, como puede asiente con la cabeza y yo muerdo el lóbulo de su oreja—. Palabras, putita, usa tus palabras.
—S…sí, oh joder si.
—Dile a mi marido cuál es tu fantasía —Gina se acerca al mismo oído donde yo le estoy hablando a Fer y me mira a los ojos sin dejar de torturar el clítoris de nuestra vecina.
—Quiero… oh Dios, quiero… —jadea y se le cortan las palabras, tiro más de su cabello en señal de que de una respuesta clara—. Quiero que una mujer… comparta un dildo de doble cabeza… conmigo mientras… mientras un hombre me penetra el culo… oh mierda —miro a mi esposa buscando una explicación del porque ella sabe eso y yo no.
—Encontré su página sucia —me giña un ojo y mete sin piedad un extremo del dildo en la vagina de Fer.
Eso lo explica todo, el motivo por el cual mi esposa se tardó en bajar cuando llegamos, también el porque demoró en regresar con el juguete. Gina ya sabía los sucios secretos de Fer y quería complacerla tanto como yo quiero complacerla a ella al hacer un trío con nuestra vecina.
Sostengo una teta de Gina y aplico presión en el pezón, ella chilla y se mueve más rápido. Fer aprovecha para chupar el otro pezón y mi esposa inclina la cabeza hacia atrás. Sus rodillas se doblan un poco en señal de que está a punto de correrse.
Me pongo de pie frente a ellas, las dos se frotan el clítoris mojando el suelo, levantan la cabeza, abren la boca y sacan la lengua. Bombeo mi verga un par de veces frente a sus caras, echo la cabeza hacia atrás y gruño como un animal cuando los chorros de semen caliente salen disparados a sus caras bañándolas de lluvia blanca en la frente, el cabello, las mejillas, la boca, la lengua y escurriendo hasta sus tetas.
—Mmmm —dicen al mismo tiempo para después lamerse mutuamente el rastro de mi semen de sus cuerpos para finalizar con un beso blanco.
Las ayudo a ponerse de pie, beso los labios de Fer para después comerle la boca a mi esposa. Jadea cuando nos separamos y después sonríe.
—Feliz aniversario, mi amor —dice mi esposa. Se mira preciosa sonrojada, satisfecha y con rastros de semen, mi semen, en su cabello.
—Feliz aniversario, mi reina —beso su nariz y la pego a mi cuerpo. Ambos estamos sudados y necesitamos con urgencia una ducha. Volteo a ver a Fer que también está sonriendo y nos guiña un ojo.
—Es correcto —responde Fer cuando termina de ponerse el biquini azul que traía cuando llegamos—. El dijo que los trajes de baño azul provocaban cosas en ti así que me recomendó usarlo para vivir la experiencia —levanta su cabello en un moño alto para poder controlarlo—. También dijo que sería de utilidad para mejorar mis relatos —se acerca a nosotros y deja un casto beso en los labios de ambos—. Por favor invítenme la próxima vez que quieran divertirse —se da la vuelta y camina hacia la salida de atrás que conecta su pedazo de playa con el nuestro—. Me voy, tengo bastante inspiración para escribir —se despide con la mano y desaparece por la puerta.
—Elías te conoce demasiado —Gina se da la vuelta entre mis brazos para quedar frente a mi.
—Por supuesto que me conoce, el cabrón a sido mi mejor amigo por veinte años —levanto a mi esposa por la cintura, ella me rodea con sus piernas y sus brazos en mi cuello.
—La próxima vez deberíamos invitar a Elías a divertirse con nosotros y con Fer —ella besa mi cuello y muerde mi pulso.
Amo a mi esposa más que nada en el mundo y compartir con ella todo tipo de experiencias es lo más hermoso que me a pasado. Conocerla fue el mejor regalo que me mandó la vida. No me imagino compartiendo mi cama con ninguna otra mujer porque, a pesar de que cogemos con otras personas, siempre me aseguro de hacerle el amor una vez que estamos solos para que recuerde que le pertenezco y me pertenece, aún cuando permitimos que terceros participen en nuestros juegos.
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