Era un sábado como cualquier otro, un fin de semana corriente. Mateo acababa de salir de la escuela hace apenas un mes, a sus 16 años, la edad normal en la que se termina la escuela en Colombia.
Su madre es la única persona importante en su vida; le crió sola ya que el padre desapareció y no tienen más familiares cercanos. Ella salió a trabajar a pesar de ser fin de semana, para suplir la ausencia de un compañero.
Mateo es un chico normal. Lo definen quienes lo conocen como carismático, pero aparenta más ser tímido; que contrasta sin embargo con su envergadura ya que a pesar de no ser muy alto, es bastante prominente en cuanto a corpulencia. Sin ser extraordinariamente guapo, "está por encima del promedio" en cuanto a belleza. Esto sin embargo, tampoco le trajo nunca fortuna en el amor, ya que no ha tenido ni una sola novia en su vida.
Se despidió de su madre ese día de manera totalmente normal, con un "hasta luego". A mitad del día llaman a Mateo, al contestar, escucha la voz de una chica explicando que llama desde el hospital; su primer pensamiento es que se debe haber equivocado de número, pero rápidamente se descoloca al escuchar el nombre de su madre.
Explica que su progenitora, la única persona en su vida, fue atropellada cruzando un paso peatonal, muriendo ipso facto. Queda en shock, su mente está completamente en blanco, sin decir ni una palabra durante al menos un minuto; solo sale de este shock cuando la persona al otro lado del teléfono dice "lamento mucho su perdida". Inmediatamente, se desploma en el piso, llorando desconsoladamente.
Se le pide que vaya al hospital para testificar que la mujer efectivamente es su madre, él va todavía esperanzado de que la mujer no sea ella, estando en una fase de negación. Al llegar, efectivamente era su progenitora quien reposaba sobre la camilla.
La policía le explica que el asesino se dió a la fuga y que no había cámaras que grabaran la placa, sin embargo, sí hubo vecinos que dijeron cómo era el auto; dicen que eventualmente encontrarán al culpable.
Al volver a casa, empiezan a venir a su cabeza todos los recuerdos de su madre. Pensar que esa mañana salió pensando que sería un día normal, lo hace explotar en lágrimas; que se pudo haber evitado fácilmente si un compañero suyo hubiese ido a trabajar. Que esa mujer tan cariñosa, que lo crió con tanto amor, ya no está.
"¿Por qué a ella?", ese es el pensamiento que más le duele, que haya sido justamente a una mujer como ella.
En un momento todos estos pensamientos se ven absorbidos por la puerta de su casa sonando. Al abrirla, es su vecina, Valeria. Era una gran amiga de su madre. Es una mujer de 34 años pero que todavía se mantiene bastante bien, que no se le nota la edad. Es una mujer caucásica, bastante atractiva incluso sin tener un cuerpo exuberante, por su personalidad y sobretodo, por su atractivo facial.
—Hola, Mateo. Me enteré de lo que pasó con tu mamá —dice entre lágrimas.
Mateo se queda callado, debido a un gran nudo en la garganta que le impedía verbalizar cualquier cosa.
—Mira, no sé qué decirte, sabes que ella era mi mejor amiga. Puedes venirte a vivir conmigo durante el tiempo que quieras hasta que logres estabilizarte —propone Valeria deteniendo su llanto.
Mateo, sin todavía poder decir algo, simplemente asiente. Inmediatamente busca un par de cosas de su casa para así salir, dando señal de que se va a ir con ella en ese momento. De esa manera, empiezan a vivir juntos. Ya en la casa de ella, le da una habitación para que pueda quedarse ahí.
—Bueno, Mateo. Cualquier cosa que necesites me puedes decir, estoy aquí para ti —exclama con una calidez que denota su madurez, incluso con el dolor de haber perdido a su mejor amiga.
Sale de la habitación y así, Mateo, se queda sentado en el borde de la cama en silencio. Sus voces internas no se detienen, el ruido es insoportable. Miles hablan ahí dentro diciendo cosas diferentes, cada una pero con el mismo significado: tristeza absoluta, frustración e ira.
Apaga la luz y se recuesta sobre la cama. Boca arriba queda con los ojos abiertos sin poder controlar el ruido, hasta que poco a poco, después de un tiempo, logra conciliar el sueño.
La mañana siguiente despierta temprano pero no quiere levantarse, simplemente se queda en la cama, moviéndose de vez en cuando. Valeria escucha los movimientos y toca la puerta, él da permiso de entrar y ella lo hace.
—Hice el desayuno, si no quieres comer no pasa nada.
—Ya voy, dame un rato —responde Mateo.
Se viste (ya que Mateo duerme solo en boxers) y va a la mesa. Están solo Valeria y él, ya que ella a pesar de tener 34 años, vive sola. Hizo huevos fritos con pan, los cuales desayunan lentamente, claramente sin apetito pensando en lo que ocurrió el día anterior. Charlan de cosas triviales mientras comen, hasta que terminan, y así, Valeria, se va a trabajar.
Mateo pasa el día solo en la casa, sin hacer nada, ni siquiera ver televisión. Acostado en su cama con siestas intermitentes, pasa así su día. Llega Valeria a las 6 de la tarde. Ella le saluda cuando entra y luego va a cambiarse en su habitación. Un rato después, le llama a cenar, repitiendo el ciclo del desayuno. Al terminar la cena, agradece a Valeria y se va a dormir.
Y así, con esa rutina, pasan los días de Mateo. Despertar, desayunar con Valeria, dormir todo el día y cenar para luego irse a dormir. Repitiendo esto durante al menos un mes, hasta que Valeria se da cuenta de que Mateo no logra levantar cabeza.
Poco a poco va tratando de conectar con él para ayudarlo a sobrellevar su duelo. Mateo no cambia al principio, la pérdida ha sido tan dolorosa que solo piensa en ello, sin lograr levantar cabeza. Valeria no se rinde a pesar de no ver cambios y a lo largo de las semanas Mateo se va abriendo. Cambia un poco la rutina, ahora en lugar de dormir todo el día, veía televisión, lo cual ya es un cambio a pesar de no ser muy grande. Algunos días incluso cocinaba para Valeria. Además, cosa que antes no hacía tan seguido, ahora se baña a diario.
Una noche cenando, tienen una plática particularmente más profunda. Mateo se empieza a abrir sobre sus sentimientos, sobre su dolor.
—No le encuentro sentido a nada. Estas semanas noté cómo querías mejorar mi estado de ánimo. Me ha ayudado un poco, pero no sé hasta qué punto. Solo me siento un poco menos mal, lo suficiente para que haga más cosas además de dormir todo el día —explica Mateo.
—Mateo, tu vida no debe acabar por lo que te ha pasado. Es una perdida dura, eso no significa que todo haya acabado —razona Valeria.
—¿Y cuál es el sentido? Ahora estoy solo. No sé ni siquiera qué hacer con mi vida ni cuál es el sentido de ella.
—Eso depende de ti. El sentido de la vida son los objetivos que te planteas en ella. Busca tus objetivos, ¿qué es lo que quieres hacer?
—Nada, no quiero hacer nada.
—¿Has pensado por ejemplo, ir a la universidad?
—No tengo dinero para hacerlo.
—Pues ahí puedes tener un objetivo. Trabaja y ahorra para obtener ese dinero, todavía eres muy joven.
Mateo se queda callado, la conversación le hizo reflexionar. Se despide de Valeria y se va a dormir a su habitación. Piensa toda la noche de la plática que tuvo, para al final razonar que ella tiene la razón. Inmediatamente al día siguiente busca trabajo de lo que sea y en una semana buscando, consigue trabajo de mesero en un restaurante caro, donde la paga no es mucha, pero que le da para ahorrar dinero y aportarle un poco a Valeria en sus gastos.
Pasan los meses y gracias a que ahora está enfocado en algo, Mateo mejora su estado de ánimo considerablemente. Vuelve a ser parcialmente el chico que era antes de la tragedia. Esto además se ve bastante influenciado por la ayuda que le da Valeria, teniendo pláticas cada vez más profundas a medida que pasa el tiempo. Un día, gracias a esta cercanía, se desencadena una conversación sobre el amor.
—¿Te puedo preguntar algo? —propone Mateo
—Ya lo hiciste —responde sarcásticamente Valeria.
—No, pero, tú me entiendes.
—Claro, claro. Pregúntame lo que quieras.
—¿Por qué siendo que eres tan bonita, nunca te casaste? Es más, te conozco desde que soy pequeño, ni siquiera te he visto viviendo con alguien.
Valeria se queda callada un momento, haciendo dudar a Mateo sobre la pertinencia de su pregunta.
—No valen la pena. He conocido muchos chicos, ninguno vale la pena. No me rindo todavía, salgo a citas de vez en cuando, pero no encuentro a ese alguien.
—Entiendo. ¿Por qué crees que sea eso?
—La verdad, no sé. Supongo que quiero más que algo básico y no todos lo pueden ofrecer. Y a ti, ¿cómo te va en el amor?
—La verdad no sé. He tenido experiencias, pero nada serio.
Terminada la plática ambos deciden ir a dormirse, pero Mateo no puede; se queda pensando un largo rato sobre lo que hablaron, llegando a la conclusión de que le gusta esta mujer. Es la única persona que le ayudó en este evento tan traumático, le ofreció su casa, le dió su calidez. Sin embargo, no tiene la valentía para enfrentar sus sentimientos y declararse, después de todo no quiere arruinar una relación como la que tiene ahora con esta chica que además es el sustento de su vida.
Llega el fin de semana, Valeria a raíz de la conversación que tuvo con Mateo, decide aceptarle una cita a un chico del trabajo que le parecía atractivo e interesante. Al terminar la cita, incluso antes de la hora que dijo que iba a llegar, ya estaba en la casa. Entra llorando pero sin hacer drama, se mete a su habitación sin decir nada. Mateo, sin embargo, se percata y va a tocar su puerta.
—Valeria, ¿puedo entrar?
—No es un buen momento, Mateo.
—Por favor, déjame ayudarte.
—De acuerdo, pasa.
Al entrar, estaba esa chica de actitud serena y amable, con el maquillaje completamente corrido por las lágrimas.
—Dime, ¿qué pasó, Valeria?
—Nada, nada. De verdad.
—Entonces, ¿por qué estás llorando?
—Es que... Ya no aguanto. Cada cita que he tenido a lo largo de mi vida siempre termina mal. Todos son unos tarados. No quiero vivir así, Mateo. No quiero morir sola y ya estoy acercándome a una edad donde probablemente sea así.
—Ya encontrarás al indicado, podría aparecer en cualquier momento —exclama mientras la abraza haciéndole reposar su cabeza sobre su pecho.
Pasan minutos en los que Valeria está pegada a Mateo, llorando sobre la calidad de los hombres que han aparecido en su vida, hasta que se da cuenta de la situación en la que está. Levanta la mirada a Mateo y lo ve con sus ojos cristalinos, que en una acción impulsiva, sin pensarlo, lo besa.
—¡Lo siento, Mateo! Fue inadecuado, lo lamento mucho.
Mateo, sin decir nada, la mira fijamente y la besa. Nunca había tenido tanta valentía como en ese momento, sus instintos tomaron control de él para poder hacerlo. Ante esa acción gallarda, ella no se aleja, no dice nada y le sigue el beso; él, a pesar de no tener experiencia, logra hacerlo bastante bien.
Se va intensificando poco a poco, sus labios pasan a ser solamente la vía para transmitir el fuego que empieza a arder entre los dos. Comienzan así una noche apasionada. Ella toca la entrepierna de mateo mientras él juguetea con sus senos.
—¡Quítate la ropa! —exclama Valeria mientras se quita la suya.
Al verse desnudos, Mateo empieza a lamer los pechos de ella. Ella se arrodilla y empieza a chupar el pene de Mateo desde la base hasta la punta, con una habilidad que ni siquiera ella consciente que tenía; dejando húmedo completamente el miembro del chico. Es así durante unos 4 minutos, hasta que Mateo no puede aguantar más y se corre sobre la cara de Valeria.
Aquí no se detiene la noche, puesto que animado se pone de nuevo el pene de Mateo. Valeria se recuesta sobre la cama ahora con intención de ir al evento principal. Él, sin querer hacerla esperar, va directamente a penetrarla. Su vagina, húmeda por todo el jugueteo previo, absorbe el duro fierro ardiendo de Mateo que a pesar de haberse corrido hace poco logra mantenerse en pie plenamente.
El acto dura un largo tiempo, hasta que Mateo se corre en el fondo de la vagina de Valeria, liberando ella un gemido final en señal de que está en la misma situación. Así, finalizada la noche corriendose los dos al mismo tiempo, se quedan acostados sobre la cama y sin decir ni una sola palabra más, se quedan dormidos.
Al día siguiente, despierta Mateo con Valeria desnuda al lado viéndole.
—Buenos días, campeón —dice Valeria con una sonrisa tierna.
—Buenos días —responde Mateo.
—Voy a hacer el desayuno, ¿vienes? —pregunta ella con su típica voz cálida.
—Claro, me baño y te acompaño.
Mateo mientras se baña piensa en todo lo que pasó la noche anterior, tiene miedo. "¿Y si todo fue un error?", "Tal vez me tuve que detener", "No pensé bien", todos esos pensamientos pasan por su cabeza, hasta que termina de bañarse y le toca afrontar lo que hizo e ir a desayunar con esa mujer de la que hace poco se dió cuenta que está enamorado.
Cuando llega, ya la mesa está servida. Hizo unos panqueques. Él se sienta al frente de ella en la mesa.
—Vaya noche, ¿no? —expresa juguetonamente.
—Sí... —contesta tímido Mateo.
—Te noto nervioso, ¿qué pasa?
—Nada, nada.
—¿Estás pensando en lo de anoche? ¿Acaso no te gustó?
—No, claro que me gustó. De hecho, justamente me da miedo que a ti no te haya gustado, por eso estoy así.
—Mateo, fue espectacular. Probablemente la noche más apasionante de mi vida.
—¿Y qué va a pasar de ahora en adelante?
—Lo que tú quieras que pase, Mateo.
—¿Y si lo que quiero es formalizar una relación contigo, Valeria?
Hay un breve silencio en la cocina, hasta que Valeria se levanta, va hacia Mateo y le da un beso en la boca.
—Si tú quieres, yo quiero —responde de forma pícara, contrastando con su tono amable habitual.
—Entonces así será.
Vuelven a comer los dos después de haber aclarado ese tema. Mateo tranquilo, consciente de que ya no puede pasar nada malo, disfruta de la comida que le preparó su ahora amada Valeria. Ella se va a trabajar, al regresar se mantiene su rutina, pero con el cambio de que esa noche repiten el sexo del día anterior.
Así pasan los días, los meses. Su relación a pesar de la diferencia de edad, es muy estable. Mateo a pesar de su corta experiencia amorosa tiene una madurez que le permite mantener la relación sana.
Gracias al apoyo que se dan, él logra salir completamente de su depresión. Mantiene su trabajo de mesero en el restaurante, con el mismo objetivo, lograr pagar la universidad; a la vez que aporta económicamente en la casa.
Pasan un par de años, Mateo cumple sus 18 y por esas fechas con el dinero suficiente para pagar unos cuantos semestres de universidad, postula para algunas. Valeria por su parte, sin contarle a Mateo, postuló para un trabajo en el extranjero en el que le pagan una cantidad de dinero que no puede rechazar. Ambos son aceptados, viéndose obligados a cortar la relación, con la esperanza de un día quizás poder retomarla.
Pasan unos 5 años y Mateo termina la universidad, ese mismo día pública una foto con el titulo; Valeria ve la foto y decide llamarlo, después de una breve plática ofrece pagarle un viaje para que vaya a visitarla, oferta que Mateo acepta.
Ahora, con la libertad de estar juntos sin que nada los separe, hablan sobre la posibilidad de que Mateo se vaya a vivir al extranjero con ella y así volver a estar juntos; esto se vuelve una realidad. Así, pudiendo tener esa relación soñada que una vez tuvieron.
Sé que este relato es muy diferente a cualquiera que haya subido antes, esto es principalmente por una influencia que tuve, ya que ví un relato de @ChicoAmericano tipo "romance" que me gustó mucho y dije "¿Por qué no hacer uno yo también?". Si les gustó y les gustaría más relatos así, recuerdo que siempre la mejor forma de apoyarme es dejando puntos.
Además, quiero disculparme con quienes me vienen siguiendo porque les había prometido un relato semanal mínimo y estuve dos semanas sin publicar, pero es que me salí de vacaciones y quería relajarme completamente. Ya volveré a ese ritmo, así que no se preocupen.
Cabe aclarar que este relato es ficticio y además, es único, no se convertirá en saga. Muchas gracias a todos por leer. Como no he tenido la oportunidad hasta ahora, les deseo a todos feliz año nuevo.
Su madre es la única persona importante en su vida; le crió sola ya que el padre desapareció y no tienen más familiares cercanos. Ella salió a trabajar a pesar de ser fin de semana, para suplir la ausencia de un compañero.
Mateo es un chico normal. Lo definen quienes lo conocen como carismático, pero aparenta más ser tímido; que contrasta sin embargo con su envergadura ya que a pesar de no ser muy alto, es bastante prominente en cuanto a corpulencia. Sin ser extraordinariamente guapo, "está por encima del promedio" en cuanto a belleza. Esto sin embargo, tampoco le trajo nunca fortuna en el amor, ya que no ha tenido ni una sola novia en su vida.
Se despidió de su madre ese día de manera totalmente normal, con un "hasta luego". A mitad del día llaman a Mateo, al contestar, escucha la voz de una chica explicando que llama desde el hospital; su primer pensamiento es que se debe haber equivocado de número, pero rápidamente se descoloca al escuchar el nombre de su madre.
Explica que su progenitora, la única persona en su vida, fue atropellada cruzando un paso peatonal, muriendo ipso facto. Queda en shock, su mente está completamente en blanco, sin decir ni una palabra durante al menos un minuto; solo sale de este shock cuando la persona al otro lado del teléfono dice "lamento mucho su perdida". Inmediatamente, se desploma en el piso, llorando desconsoladamente.
Se le pide que vaya al hospital para testificar que la mujer efectivamente es su madre, él va todavía esperanzado de que la mujer no sea ella, estando en una fase de negación. Al llegar, efectivamente era su progenitora quien reposaba sobre la camilla.
La policía le explica que el asesino se dió a la fuga y que no había cámaras que grabaran la placa, sin embargo, sí hubo vecinos que dijeron cómo era el auto; dicen que eventualmente encontrarán al culpable.
Al volver a casa, empiezan a venir a su cabeza todos los recuerdos de su madre. Pensar que esa mañana salió pensando que sería un día normal, lo hace explotar en lágrimas; que se pudo haber evitado fácilmente si un compañero suyo hubiese ido a trabajar. Que esa mujer tan cariñosa, que lo crió con tanto amor, ya no está.
"¿Por qué a ella?", ese es el pensamiento que más le duele, que haya sido justamente a una mujer como ella.
En un momento todos estos pensamientos se ven absorbidos por la puerta de su casa sonando. Al abrirla, es su vecina, Valeria. Era una gran amiga de su madre. Es una mujer de 34 años pero que todavía se mantiene bastante bien, que no se le nota la edad. Es una mujer caucásica, bastante atractiva incluso sin tener un cuerpo exuberante, por su personalidad y sobretodo, por su atractivo facial.
—Hola, Mateo. Me enteré de lo que pasó con tu mamá —dice entre lágrimas.
Mateo se queda callado, debido a un gran nudo en la garganta que le impedía verbalizar cualquier cosa.
—Mira, no sé qué decirte, sabes que ella era mi mejor amiga. Puedes venirte a vivir conmigo durante el tiempo que quieras hasta que logres estabilizarte —propone Valeria deteniendo su llanto.
Mateo, sin todavía poder decir algo, simplemente asiente. Inmediatamente busca un par de cosas de su casa para así salir, dando señal de que se va a ir con ella en ese momento. De esa manera, empiezan a vivir juntos. Ya en la casa de ella, le da una habitación para que pueda quedarse ahí.
—Bueno, Mateo. Cualquier cosa que necesites me puedes decir, estoy aquí para ti —exclama con una calidez que denota su madurez, incluso con el dolor de haber perdido a su mejor amiga.
Sale de la habitación y así, Mateo, se queda sentado en el borde de la cama en silencio. Sus voces internas no se detienen, el ruido es insoportable. Miles hablan ahí dentro diciendo cosas diferentes, cada una pero con el mismo significado: tristeza absoluta, frustración e ira.
Apaga la luz y se recuesta sobre la cama. Boca arriba queda con los ojos abiertos sin poder controlar el ruido, hasta que poco a poco, después de un tiempo, logra conciliar el sueño.
La mañana siguiente despierta temprano pero no quiere levantarse, simplemente se queda en la cama, moviéndose de vez en cuando. Valeria escucha los movimientos y toca la puerta, él da permiso de entrar y ella lo hace.
—Hice el desayuno, si no quieres comer no pasa nada.
—Ya voy, dame un rato —responde Mateo.
Se viste (ya que Mateo duerme solo en boxers) y va a la mesa. Están solo Valeria y él, ya que ella a pesar de tener 34 años, vive sola. Hizo huevos fritos con pan, los cuales desayunan lentamente, claramente sin apetito pensando en lo que ocurrió el día anterior. Charlan de cosas triviales mientras comen, hasta que terminan, y así, Valeria, se va a trabajar.
Mateo pasa el día solo en la casa, sin hacer nada, ni siquiera ver televisión. Acostado en su cama con siestas intermitentes, pasa así su día. Llega Valeria a las 6 de la tarde. Ella le saluda cuando entra y luego va a cambiarse en su habitación. Un rato después, le llama a cenar, repitiendo el ciclo del desayuno. Al terminar la cena, agradece a Valeria y se va a dormir.
Y así, con esa rutina, pasan los días de Mateo. Despertar, desayunar con Valeria, dormir todo el día y cenar para luego irse a dormir. Repitiendo esto durante al menos un mes, hasta que Valeria se da cuenta de que Mateo no logra levantar cabeza.
Poco a poco va tratando de conectar con él para ayudarlo a sobrellevar su duelo. Mateo no cambia al principio, la pérdida ha sido tan dolorosa que solo piensa en ello, sin lograr levantar cabeza. Valeria no se rinde a pesar de no ver cambios y a lo largo de las semanas Mateo se va abriendo. Cambia un poco la rutina, ahora en lugar de dormir todo el día, veía televisión, lo cual ya es un cambio a pesar de no ser muy grande. Algunos días incluso cocinaba para Valeria. Además, cosa que antes no hacía tan seguido, ahora se baña a diario.
Una noche cenando, tienen una plática particularmente más profunda. Mateo se empieza a abrir sobre sus sentimientos, sobre su dolor.
—No le encuentro sentido a nada. Estas semanas noté cómo querías mejorar mi estado de ánimo. Me ha ayudado un poco, pero no sé hasta qué punto. Solo me siento un poco menos mal, lo suficiente para que haga más cosas además de dormir todo el día —explica Mateo.
—Mateo, tu vida no debe acabar por lo que te ha pasado. Es una perdida dura, eso no significa que todo haya acabado —razona Valeria.
—¿Y cuál es el sentido? Ahora estoy solo. No sé ni siquiera qué hacer con mi vida ni cuál es el sentido de ella.
—Eso depende de ti. El sentido de la vida son los objetivos que te planteas en ella. Busca tus objetivos, ¿qué es lo que quieres hacer?
—Nada, no quiero hacer nada.
—¿Has pensado por ejemplo, ir a la universidad?
—No tengo dinero para hacerlo.
—Pues ahí puedes tener un objetivo. Trabaja y ahorra para obtener ese dinero, todavía eres muy joven.
Mateo se queda callado, la conversación le hizo reflexionar. Se despide de Valeria y se va a dormir a su habitación. Piensa toda la noche de la plática que tuvo, para al final razonar que ella tiene la razón. Inmediatamente al día siguiente busca trabajo de lo que sea y en una semana buscando, consigue trabajo de mesero en un restaurante caro, donde la paga no es mucha, pero que le da para ahorrar dinero y aportarle un poco a Valeria en sus gastos.
Pasan los meses y gracias a que ahora está enfocado en algo, Mateo mejora su estado de ánimo considerablemente. Vuelve a ser parcialmente el chico que era antes de la tragedia. Esto además se ve bastante influenciado por la ayuda que le da Valeria, teniendo pláticas cada vez más profundas a medida que pasa el tiempo. Un día, gracias a esta cercanía, se desencadena una conversación sobre el amor.
—¿Te puedo preguntar algo? —propone Mateo
—Ya lo hiciste —responde sarcásticamente Valeria.
—No, pero, tú me entiendes.
—Claro, claro. Pregúntame lo que quieras.
—¿Por qué siendo que eres tan bonita, nunca te casaste? Es más, te conozco desde que soy pequeño, ni siquiera te he visto viviendo con alguien.
Valeria se queda callada un momento, haciendo dudar a Mateo sobre la pertinencia de su pregunta.
—No valen la pena. He conocido muchos chicos, ninguno vale la pena. No me rindo todavía, salgo a citas de vez en cuando, pero no encuentro a ese alguien.
—Entiendo. ¿Por qué crees que sea eso?
—La verdad, no sé. Supongo que quiero más que algo básico y no todos lo pueden ofrecer. Y a ti, ¿cómo te va en el amor?
—La verdad no sé. He tenido experiencias, pero nada serio.
Terminada la plática ambos deciden ir a dormirse, pero Mateo no puede; se queda pensando un largo rato sobre lo que hablaron, llegando a la conclusión de que le gusta esta mujer. Es la única persona que le ayudó en este evento tan traumático, le ofreció su casa, le dió su calidez. Sin embargo, no tiene la valentía para enfrentar sus sentimientos y declararse, después de todo no quiere arruinar una relación como la que tiene ahora con esta chica que además es el sustento de su vida.
Llega el fin de semana, Valeria a raíz de la conversación que tuvo con Mateo, decide aceptarle una cita a un chico del trabajo que le parecía atractivo e interesante. Al terminar la cita, incluso antes de la hora que dijo que iba a llegar, ya estaba en la casa. Entra llorando pero sin hacer drama, se mete a su habitación sin decir nada. Mateo, sin embargo, se percata y va a tocar su puerta.
—Valeria, ¿puedo entrar?
—No es un buen momento, Mateo.
—Por favor, déjame ayudarte.
—De acuerdo, pasa.
Al entrar, estaba esa chica de actitud serena y amable, con el maquillaje completamente corrido por las lágrimas.
—Dime, ¿qué pasó, Valeria?
—Nada, nada. De verdad.
—Entonces, ¿por qué estás llorando?
—Es que... Ya no aguanto. Cada cita que he tenido a lo largo de mi vida siempre termina mal. Todos son unos tarados. No quiero vivir así, Mateo. No quiero morir sola y ya estoy acercándome a una edad donde probablemente sea así.
—Ya encontrarás al indicado, podría aparecer en cualquier momento —exclama mientras la abraza haciéndole reposar su cabeza sobre su pecho.
Pasan minutos en los que Valeria está pegada a Mateo, llorando sobre la calidad de los hombres que han aparecido en su vida, hasta que se da cuenta de la situación en la que está. Levanta la mirada a Mateo y lo ve con sus ojos cristalinos, que en una acción impulsiva, sin pensarlo, lo besa.
—¡Lo siento, Mateo! Fue inadecuado, lo lamento mucho.
Mateo, sin decir nada, la mira fijamente y la besa. Nunca había tenido tanta valentía como en ese momento, sus instintos tomaron control de él para poder hacerlo. Ante esa acción gallarda, ella no se aleja, no dice nada y le sigue el beso; él, a pesar de no tener experiencia, logra hacerlo bastante bien.
Se va intensificando poco a poco, sus labios pasan a ser solamente la vía para transmitir el fuego que empieza a arder entre los dos. Comienzan así una noche apasionada. Ella toca la entrepierna de mateo mientras él juguetea con sus senos.
—¡Quítate la ropa! —exclama Valeria mientras se quita la suya.
Al verse desnudos, Mateo empieza a lamer los pechos de ella. Ella se arrodilla y empieza a chupar el pene de Mateo desde la base hasta la punta, con una habilidad que ni siquiera ella consciente que tenía; dejando húmedo completamente el miembro del chico. Es así durante unos 4 minutos, hasta que Mateo no puede aguantar más y se corre sobre la cara de Valeria.
Aquí no se detiene la noche, puesto que animado se pone de nuevo el pene de Mateo. Valeria se recuesta sobre la cama ahora con intención de ir al evento principal. Él, sin querer hacerla esperar, va directamente a penetrarla. Su vagina, húmeda por todo el jugueteo previo, absorbe el duro fierro ardiendo de Mateo que a pesar de haberse corrido hace poco logra mantenerse en pie plenamente.
El acto dura un largo tiempo, hasta que Mateo se corre en el fondo de la vagina de Valeria, liberando ella un gemido final en señal de que está en la misma situación. Así, finalizada la noche corriendose los dos al mismo tiempo, se quedan acostados sobre la cama y sin decir ni una sola palabra más, se quedan dormidos.
Al día siguiente, despierta Mateo con Valeria desnuda al lado viéndole.
—Buenos días, campeón —dice Valeria con una sonrisa tierna.
—Buenos días —responde Mateo.
—Voy a hacer el desayuno, ¿vienes? —pregunta ella con su típica voz cálida.
—Claro, me baño y te acompaño.
Mateo mientras se baña piensa en todo lo que pasó la noche anterior, tiene miedo. "¿Y si todo fue un error?", "Tal vez me tuve que detener", "No pensé bien", todos esos pensamientos pasan por su cabeza, hasta que termina de bañarse y le toca afrontar lo que hizo e ir a desayunar con esa mujer de la que hace poco se dió cuenta que está enamorado.
Cuando llega, ya la mesa está servida. Hizo unos panqueques. Él se sienta al frente de ella en la mesa.
—Vaya noche, ¿no? —expresa juguetonamente.
—Sí... —contesta tímido Mateo.
—Te noto nervioso, ¿qué pasa?
—Nada, nada.
—¿Estás pensando en lo de anoche? ¿Acaso no te gustó?
—No, claro que me gustó. De hecho, justamente me da miedo que a ti no te haya gustado, por eso estoy así.
—Mateo, fue espectacular. Probablemente la noche más apasionante de mi vida.
—¿Y qué va a pasar de ahora en adelante?
—Lo que tú quieras que pase, Mateo.
—¿Y si lo que quiero es formalizar una relación contigo, Valeria?
Hay un breve silencio en la cocina, hasta que Valeria se levanta, va hacia Mateo y le da un beso en la boca.
—Si tú quieres, yo quiero —responde de forma pícara, contrastando con su tono amable habitual.
—Entonces así será.
Vuelven a comer los dos después de haber aclarado ese tema. Mateo tranquilo, consciente de que ya no puede pasar nada malo, disfruta de la comida que le preparó su ahora amada Valeria. Ella se va a trabajar, al regresar se mantiene su rutina, pero con el cambio de que esa noche repiten el sexo del día anterior.
Así pasan los días, los meses. Su relación a pesar de la diferencia de edad, es muy estable. Mateo a pesar de su corta experiencia amorosa tiene una madurez que le permite mantener la relación sana.
Gracias al apoyo que se dan, él logra salir completamente de su depresión. Mantiene su trabajo de mesero en el restaurante, con el mismo objetivo, lograr pagar la universidad; a la vez que aporta económicamente en la casa.
Pasan un par de años, Mateo cumple sus 18 y por esas fechas con el dinero suficiente para pagar unos cuantos semestres de universidad, postula para algunas. Valeria por su parte, sin contarle a Mateo, postuló para un trabajo en el extranjero en el que le pagan una cantidad de dinero que no puede rechazar. Ambos son aceptados, viéndose obligados a cortar la relación, con la esperanza de un día quizás poder retomarla.
Pasan unos 5 años y Mateo termina la universidad, ese mismo día pública una foto con el titulo; Valeria ve la foto y decide llamarlo, después de una breve plática ofrece pagarle un viaje para que vaya a visitarla, oferta que Mateo acepta.
Ahora, con la libertad de estar juntos sin que nada los separe, hablan sobre la posibilidad de que Mateo se vaya a vivir al extranjero con ella y así volver a estar juntos; esto se vuelve una realidad. Así, pudiendo tener esa relación soñada que una vez tuvieron.
Sé que este relato es muy diferente a cualquiera que haya subido antes, esto es principalmente por una influencia que tuve, ya que ví un relato de @ChicoAmericano tipo "romance" que me gustó mucho y dije "¿Por qué no hacer uno yo también?". Si les gustó y les gustaría más relatos así, recuerdo que siempre la mejor forma de apoyarme es dejando puntos.
Además, quiero disculparme con quienes me vienen siguiendo porque les había prometido un relato semanal mínimo y estuve dos semanas sin publicar, pero es que me salí de vacaciones y quería relajarme completamente. Ya volveré a ese ritmo, así que no se preocupen.
Cabe aclarar que este relato es ficticio y además, es único, no se convertirá en saga. Muchas gracias a todos por leer. Como no he tenido la oportunidad hasta ahora, les deseo a todos feliz año nuevo.
2 comentarios - La vecina, el amor platónico.