Hacía calor ese jueves por la tarde. Estaba atascada en el tráfico de camino a casa. Conocía algunos caminos rurales que podía tomar. Sería más largo, pero el paisaje sería mejor y no padecería el tráfico desesperante de la autopista.
La siguiente salida dejé la autopista y en diez minutos estaba en un camino de grava con la capota de mi descapotable bajada. Podía sentir el estrés abandonando mi cuerpo mientras el viento y el sol relajaban mi cuerpo.
Un poco sobre mí. Me llamo Carolina, tengo cincuenta y pico años de edad. Me mantengo joven porque me siento joven y hago ejercicio regularmente. Soy alta y tengo piernas largas y delgadas. Trabajo como orientadora de estudiantes. Mi marido viaja mucho, así que no hay mucho sexo en nuestra relación. Eso me deja fantaseando con los jóvenes a los que ayudo. Tengo una buena cantidad de juguetes sexuales en el cajón al lado de mi cama que uso mientras fantaseo con tener una Pija joven, dura y caliente en mi Conchita.
Mientras conduzco por ese camino, mi mente se desvía hacia el joven David a quien estaba ayudando hoy. Tenía un aspecto juvenil encantador, pero noté sus brazos fuertes. Me preguntaba qué sentiría si me abrazara y me besara profundamente.
De repente un ruido me sobresaltó. Me detengo y salgo del auto para ver que tengo un neumático pinchado, allí en medio de saber dónde.
Saco mi teléfono para llamar a asistencia en ruta pero no había señal.
A regañadientes abro el maletero y veo una rueda de repuesto y un gato― ¡Dios! ojalá hubiera prestado atención cuando nos enseñaron a cambiar un neumático.
Voy a la guantera y saco el manual del auto y empiezo a hojearlo para averiguar cómo cambiar el neumático. Finalmente encuentro la página y miro hacia arriba y entonces puedo ver un rastro de polvo viniendo hacia mí.
― Gracias a Dios por enviar a alguien a ayudarme ―Digo en voz alta.
Cuando el coche se detiene, veo que se trata de un joven de unos veintidós años. Es muy guapo. Sale del coche y veo que lleva unos vaqueros descoloridos y una camiseta blanca ajustada que muestra un pecho musculoso. Me sonríe con perfectos dientes blancos y me dice― Parece que te vendría bien un poco de ayuda, señora.
―Hola, sí, me vendría bien un poco de ayuda. Me llamo Carolina, prefiero Carolina, señora me hace parecer vieja.
―Mi nombre es Jose ―Extiende la mano y me da un apretón.
Jose saca el neumático y el gato del coche. Veo que ya está empezando a sudar y se quita la camiseta ― Espero que no te importe, no quiero ensuciarme la camiseta al sudar ― Dice.
Vaya, creo que fue entonces cuando me di cuenta de que tenía un torso liso, fuerte y delgado.
― Debes hacer mucho ejercicio ―Dije.
―Sí, practico remo.
― ¿Estudias? ― Pregunté muy interesada.
― Si, acabo de terminar la secundaria y empezaré la universidad ― Contestó.
―Vaya, me imaginé que tenías al menos veintidós años, bueno, bien. Soy orientadora de estudiantes universitarios, si necesitas ayuda, te daré mi número y no dudes en llamarme.
―No, sólo tengo dieciocho años, y aún no sé qué carrera estudiaré. Pero será genial tener ayuda ― Respondió el chico.
Mientras el joven trabajaba en la rueda, fui a buscar un bolígrafo y un papel para darle mi número de teléfono. Pensar en este semental, tan joven y sexy, que sólo tenía dieciocho años estaba haciendo que mi Conchita se mojara y me doliera pensando en una buena cogida.
Cuando llegué a la puerta del coche decidí que iba a seducir a ese joven semental que estaba agachado del otro lado del coche trabajando en el neumático. Yo llevaba una falda corta negra, una blusa blanca semitransparente y un sostén de encaje blanco. No llevaba bombacha y rara vez las llevo ya que cuando estoy aburrida me gusta meterme el dedo en la Conchita para tener un orgasmo rápido. ― ¿He mencionado que me encanta el sexo?― Sólo me llevó unos segundos desengancharme el sostén, quitármelo y ponértelo en la guantera donde encontré una hoja de papel y un bolígrafo para poner mi nombre y número.
Antes de regresar con él, me miré en el espejo lateral y pude ver un contorno claro de mis pezones de color rosa pálido. Ya se estaban endureciendo de excitación por lo que estaba a punto de hacer. Desabroché un botón más de mi blusa para asegurarme de que hubiera una buena vista de mi escote.
Cuando me acerqué, José me miró y pude verlo tragar saliva cuando notó mi cambio.
Me incliné y dije― Aquí está mi número de teléfono si decides que quieres mi ayuda.
Cuando le di el papel, vi sus ojos mirando por dentro de mi blusa. Por el bulto en crecimiento en sus pantalones estaba segura de que le gustaba la vista.
Varias veces más me incliné para darle las tuercas mientras él volvía a poner el neumático. Cada vez que miraba por debajo de mi blusa podía ver cómo su Pija se hacía cada vez más grande. Entre el calor y su excitante sudor se formaban gotas de sudor en su torso desnudo.
José terminó de poner el neumático y se puso de pie y dijo ― ¡Ya está! Pondré el neumático averiado en tu maletero y asegúrate de comprar uno nuevo de inmediato.
Después de poner el neumático en el maletero y cerrarlo, le dije ―Muchas gracias, necesito pagarte.
―Gracias, pero no necesitas pagarme nada de dinero, estoy feliz de ayudar a una bella mujer en apuros. ―Dijo.
Me acerqué y puse mi mano derecha sobre su musculoso pecho y dije― No estaba pensando en dinero ―Luego le lamí el pezón y probé su sudor salado. Seguí bajando la mano hasta su entrepierna y apretando su enorme y gorda Pija y le dije― Creo que alguien necesita un poco de atención.
― ¡Oh, Si! ― Respondió el joven con un susurro.
Me apretó y me besó profundamente. Mientras nos besábamos pude desabrocharle el cinturón, el botón de los jeans y la cremallera y le metí la mano en los pantalones sacándole la Pija. Rompí el beso y miré su hermosa Pija en mi mano. Tenía unos buenos veintipocos centímetros y el grosor acorde.
Poco a poco empecé a acariciar su Pija mientras él desabrochaba los botones de mi blusa. Estaba nervioso, ha luchado con cada botón. Finalmente todos mis botones fueron desabrochados y mis pechos fueron suyos.
El tomo con delicadeza mi pecho izquierdo y enrolló mi sensible pezón entre sus dedos mientras su boca atraía mi pezón derecho a su boca y lo lamió y lo mordisqueó. Eso disparó una sacudida de electricidad hacia mi Conchita mojada que me causó un pequeño orgasmo. No podía esperar más.
Le dije que se bajara los pantalones y se sentara en la parte superior de mi baúl. José estaba sentado con su gran Pija apuntando hacia arriba. Me metí la cabeza de su Pija en la boca. Pude saborear su encantador pre semen. Lentamente me lo fui introduciendo todo por mi garganta hasta que mi nariz tocó su pelvis. Sostenía su Pija en mi garganta mientras jugaba suavemente con sus pelotas. Mientras retrocedía, me agarró la cabeza y empezó a cogerme la boca. Empujó sus caderas con fuerza y gruñó. Sentí su semen caliente llenando mi garganta y mi boca. Intenté tragarlo pero no pude seguirle el ritmo. El semen goteó de mi boca y cayó en el maletero de mi auto.
Finalmente me soltó la cabeza y pude liberarme de su Pija que seguía latiendo y con un poco de semen aun saliendo. Una de las razones por las que me gustan tanto las Pijas jóvenes es que necesitan poco o nada de tiempo de recuperación y por lo general tienen mucho semen que darme. Me encanta la sensación de leche caliente llenándome el Conchita.
― Bájate del auto y cógeme por detrás, ¡cogeme por mi Conchita José! ―Le ordené mientras me levantaba la falda mostrándole mi apretado culo.
Me incliné sobre el maletero de mi coche y abrí las piernas. José se puso detrás de mí y guio su enorme Pija en mi Conchita húmedo y caliente. Entró fácilmente porque ya estaba mojada. Entró tan dentro que lo sentí golpear en mi cérvix y eso solo casi me hace tener un orgasmo.
Hago mis ejercicios de fortalecimiento pélvico de forma regular y le sujeté la Pija con fuerza mientras me cogia lentamente
― Cógeme más y más rápido, sos joven, mostrame lo que tenes ―Le dije.
Me agarró de las caderas y empezó a golpearme la Conchita. Me cogió fuerte durante 20 minutos dándome dos orgasmos. Me di cuenta de que se estaba acercando a medida que aumentaba el ritmo aún más rápido y con más fuerza. "Oh, si, oh, si, voy a acabar." Gritó.
Note varios chorros de semen caliente llenar mi conchita y luego otros chorros más pequeños. Le apreté la Pija tan fuerte como pude, como si le estuviera sacado hasta la última gota de su semen. Luego solté mi agarre de su Pija y José se separó.
― ¡Dios mío, Carolina! sos increíble, nunca estuve con nadie la mitad de bueno que vos ― Dijo el chico.
Me volví y le dije― Aún no he terminado con vos.
Lo besé profundamente y nuestras lenguas exploraron la boca del otro. Lentamente le acaricié la Pija mientras nos besábamos, devolviéndola lentamente a la vida. José me acarició los pechos. Ahora estaba duro y listo para más.
Me levantó y me puso en el borde del coche. Yo abrí mis piernas mientras él se colocaba entre ellas y guiaba su verga dentro de mi conchita que estaba rogando por otra cogida como la de antes.
Le envolví mis piernas alrededor de su cintura y mis brazos alrededor de su cuello mientras me cogia lentamente. Dejé que me cogiera así por un tiempo. Luego me incliné hacia atrás en el baúl para poder ver su pija deslizarse dentro y fuera de mi conchita mojada.
José se estiró y empezó a masajearme las tetas y a hacerme rodar los pezones entre sus dedos. Olas de placer recorrieron mi cuerpo de nuevo y llegué. José estaba haciéndolo bien y leyendo las señales de mi cuerpo. Suavemente me tomó los pezones entre los dedos y empezó a tirar y los mantuvo estirados sin superar esa fina línea entre el dolor y el placer.
No pude evitarlo y empecé a empujar con mis caderas con fuerza mientras una ola tras otra de orgasmos que me bañaban. Mi conchita se estrechó en su pija con la esperanza de que se corriera conmigo.
Mi cuerpo estaba agotado. Estaba satisfecha pero no había terminado. José levantó mis piernas sobre sus hombros. Me sujetó las caderas y empezó a cogerme fuerte y rápido. Yo era una muñeca de trapo mientras él me cogía y con mi conchita empecé a apretarle la pija.
― ¡Oh Dios, oh Dios! voy a acabar de nuevo ―Grité.
Entonces sucedió y José explotó dentro de mí justo cuando llegué. Sentí su pija palpitando lentamente dentro de mí antes de que se retirara.
Ambos estábamos sudorosos y respirábamos con dificultad. Cuando me bajé del coche, dije― Espero que haya sido suficiente pago por sus servicios.
―Dios mío, Carolina, ni en un millón de años creería que esto me hubiera pasado a mí, cuando te vi me pareciste una madurita sexy y muy cogible, pero esto ha sido increíble.
Nos vestimos y me dejé el sostén en la guantera. Mi marido estaba fuera, así que a quién le importa cómo luzco cuando llegue a casa.
Nos besamos por última vez. A lo lejos vimos otro coche que venía por la ruta. Me fui cuando él regresó a su auto.
Un par de minutos más adelante en el camino, me levanté un poco la falda porque sentía que me resbalaba líquido. El semen de José se me estaba saliendo de la conchita. Tomé con mis dedos y me lo metí en la boca. Mmm... nuestro amor sabía bien.
Fin
La siguiente salida dejé la autopista y en diez minutos estaba en un camino de grava con la capota de mi descapotable bajada. Podía sentir el estrés abandonando mi cuerpo mientras el viento y el sol relajaban mi cuerpo.
Un poco sobre mí. Me llamo Carolina, tengo cincuenta y pico años de edad. Me mantengo joven porque me siento joven y hago ejercicio regularmente. Soy alta y tengo piernas largas y delgadas. Trabajo como orientadora de estudiantes. Mi marido viaja mucho, así que no hay mucho sexo en nuestra relación. Eso me deja fantaseando con los jóvenes a los que ayudo. Tengo una buena cantidad de juguetes sexuales en el cajón al lado de mi cama que uso mientras fantaseo con tener una Pija joven, dura y caliente en mi Conchita.
Mientras conduzco por ese camino, mi mente se desvía hacia el joven David a quien estaba ayudando hoy. Tenía un aspecto juvenil encantador, pero noté sus brazos fuertes. Me preguntaba qué sentiría si me abrazara y me besara profundamente.
De repente un ruido me sobresaltó. Me detengo y salgo del auto para ver que tengo un neumático pinchado, allí en medio de saber dónde.
Saco mi teléfono para llamar a asistencia en ruta pero no había señal.
A regañadientes abro el maletero y veo una rueda de repuesto y un gato― ¡Dios! ojalá hubiera prestado atención cuando nos enseñaron a cambiar un neumático.
Voy a la guantera y saco el manual del auto y empiezo a hojearlo para averiguar cómo cambiar el neumático. Finalmente encuentro la página y miro hacia arriba y entonces puedo ver un rastro de polvo viniendo hacia mí.
― Gracias a Dios por enviar a alguien a ayudarme ―Digo en voz alta.
Cuando el coche se detiene, veo que se trata de un joven de unos veintidós años. Es muy guapo. Sale del coche y veo que lleva unos vaqueros descoloridos y una camiseta blanca ajustada que muestra un pecho musculoso. Me sonríe con perfectos dientes blancos y me dice― Parece que te vendría bien un poco de ayuda, señora.
―Hola, sí, me vendría bien un poco de ayuda. Me llamo Carolina, prefiero Carolina, señora me hace parecer vieja.
―Mi nombre es Jose ―Extiende la mano y me da un apretón.
Jose saca el neumático y el gato del coche. Veo que ya está empezando a sudar y se quita la camiseta ― Espero que no te importe, no quiero ensuciarme la camiseta al sudar ― Dice.
Vaya, creo que fue entonces cuando me di cuenta de que tenía un torso liso, fuerte y delgado.
― Debes hacer mucho ejercicio ―Dije.
―Sí, practico remo.
― ¿Estudias? ― Pregunté muy interesada.
― Si, acabo de terminar la secundaria y empezaré la universidad ― Contestó.
―Vaya, me imaginé que tenías al menos veintidós años, bueno, bien. Soy orientadora de estudiantes universitarios, si necesitas ayuda, te daré mi número y no dudes en llamarme.
―No, sólo tengo dieciocho años, y aún no sé qué carrera estudiaré. Pero será genial tener ayuda ― Respondió el chico.
Mientras el joven trabajaba en la rueda, fui a buscar un bolígrafo y un papel para darle mi número de teléfono. Pensar en este semental, tan joven y sexy, que sólo tenía dieciocho años estaba haciendo que mi Conchita se mojara y me doliera pensando en una buena cogida.
Cuando llegué a la puerta del coche decidí que iba a seducir a ese joven semental que estaba agachado del otro lado del coche trabajando en el neumático. Yo llevaba una falda corta negra, una blusa blanca semitransparente y un sostén de encaje blanco. No llevaba bombacha y rara vez las llevo ya que cuando estoy aburrida me gusta meterme el dedo en la Conchita para tener un orgasmo rápido. ― ¿He mencionado que me encanta el sexo?― Sólo me llevó unos segundos desengancharme el sostén, quitármelo y ponértelo en la guantera donde encontré una hoja de papel y un bolígrafo para poner mi nombre y número.
Antes de regresar con él, me miré en el espejo lateral y pude ver un contorno claro de mis pezones de color rosa pálido. Ya se estaban endureciendo de excitación por lo que estaba a punto de hacer. Desabroché un botón más de mi blusa para asegurarme de que hubiera una buena vista de mi escote.
Cuando me acerqué, José me miró y pude verlo tragar saliva cuando notó mi cambio.
Me incliné y dije― Aquí está mi número de teléfono si decides que quieres mi ayuda.
Cuando le di el papel, vi sus ojos mirando por dentro de mi blusa. Por el bulto en crecimiento en sus pantalones estaba segura de que le gustaba la vista.
Varias veces más me incliné para darle las tuercas mientras él volvía a poner el neumático. Cada vez que miraba por debajo de mi blusa podía ver cómo su Pija se hacía cada vez más grande. Entre el calor y su excitante sudor se formaban gotas de sudor en su torso desnudo.
José terminó de poner el neumático y se puso de pie y dijo ― ¡Ya está! Pondré el neumático averiado en tu maletero y asegúrate de comprar uno nuevo de inmediato.
Después de poner el neumático en el maletero y cerrarlo, le dije ―Muchas gracias, necesito pagarte.
―Gracias, pero no necesitas pagarme nada de dinero, estoy feliz de ayudar a una bella mujer en apuros. ―Dijo.
Me acerqué y puse mi mano derecha sobre su musculoso pecho y dije― No estaba pensando en dinero ―Luego le lamí el pezón y probé su sudor salado. Seguí bajando la mano hasta su entrepierna y apretando su enorme y gorda Pija y le dije― Creo que alguien necesita un poco de atención.
― ¡Oh, Si! ― Respondió el joven con un susurro.
Me apretó y me besó profundamente. Mientras nos besábamos pude desabrocharle el cinturón, el botón de los jeans y la cremallera y le metí la mano en los pantalones sacándole la Pija. Rompí el beso y miré su hermosa Pija en mi mano. Tenía unos buenos veintipocos centímetros y el grosor acorde.
Poco a poco empecé a acariciar su Pija mientras él desabrochaba los botones de mi blusa. Estaba nervioso, ha luchado con cada botón. Finalmente todos mis botones fueron desabrochados y mis pechos fueron suyos.
El tomo con delicadeza mi pecho izquierdo y enrolló mi sensible pezón entre sus dedos mientras su boca atraía mi pezón derecho a su boca y lo lamió y lo mordisqueó. Eso disparó una sacudida de electricidad hacia mi Conchita mojada que me causó un pequeño orgasmo. No podía esperar más.
Le dije que se bajara los pantalones y se sentara en la parte superior de mi baúl. José estaba sentado con su gran Pija apuntando hacia arriba. Me metí la cabeza de su Pija en la boca. Pude saborear su encantador pre semen. Lentamente me lo fui introduciendo todo por mi garganta hasta que mi nariz tocó su pelvis. Sostenía su Pija en mi garganta mientras jugaba suavemente con sus pelotas. Mientras retrocedía, me agarró la cabeza y empezó a cogerme la boca. Empujó sus caderas con fuerza y gruñó. Sentí su semen caliente llenando mi garganta y mi boca. Intenté tragarlo pero no pude seguirle el ritmo. El semen goteó de mi boca y cayó en el maletero de mi auto.
Finalmente me soltó la cabeza y pude liberarme de su Pija que seguía latiendo y con un poco de semen aun saliendo. Una de las razones por las que me gustan tanto las Pijas jóvenes es que necesitan poco o nada de tiempo de recuperación y por lo general tienen mucho semen que darme. Me encanta la sensación de leche caliente llenándome el Conchita.
― Bájate del auto y cógeme por detrás, ¡cogeme por mi Conchita José! ―Le ordené mientras me levantaba la falda mostrándole mi apretado culo.
Me incliné sobre el maletero de mi coche y abrí las piernas. José se puso detrás de mí y guio su enorme Pija en mi Conchita húmedo y caliente. Entró fácilmente porque ya estaba mojada. Entró tan dentro que lo sentí golpear en mi cérvix y eso solo casi me hace tener un orgasmo.
Hago mis ejercicios de fortalecimiento pélvico de forma regular y le sujeté la Pija con fuerza mientras me cogia lentamente
― Cógeme más y más rápido, sos joven, mostrame lo que tenes ―Le dije.
Me agarró de las caderas y empezó a golpearme la Conchita. Me cogió fuerte durante 20 minutos dándome dos orgasmos. Me di cuenta de que se estaba acercando a medida que aumentaba el ritmo aún más rápido y con más fuerza. "Oh, si, oh, si, voy a acabar." Gritó.
Note varios chorros de semen caliente llenar mi conchita y luego otros chorros más pequeños. Le apreté la Pija tan fuerte como pude, como si le estuviera sacado hasta la última gota de su semen. Luego solté mi agarre de su Pija y José se separó.
― ¡Dios mío, Carolina! sos increíble, nunca estuve con nadie la mitad de bueno que vos ― Dijo el chico.
Me volví y le dije― Aún no he terminado con vos.
Lo besé profundamente y nuestras lenguas exploraron la boca del otro. Lentamente le acaricié la Pija mientras nos besábamos, devolviéndola lentamente a la vida. José me acarició los pechos. Ahora estaba duro y listo para más.
Me levantó y me puso en el borde del coche. Yo abrí mis piernas mientras él se colocaba entre ellas y guiaba su verga dentro de mi conchita que estaba rogando por otra cogida como la de antes.
Le envolví mis piernas alrededor de su cintura y mis brazos alrededor de su cuello mientras me cogia lentamente. Dejé que me cogiera así por un tiempo. Luego me incliné hacia atrás en el baúl para poder ver su pija deslizarse dentro y fuera de mi conchita mojada.
José se estiró y empezó a masajearme las tetas y a hacerme rodar los pezones entre sus dedos. Olas de placer recorrieron mi cuerpo de nuevo y llegué. José estaba haciéndolo bien y leyendo las señales de mi cuerpo. Suavemente me tomó los pezones entre los dedos y empezó a tirar y los mantuvo estirados sin superar esa fina línea entre el dolor y el placer.
No pude evitarlo y empecé a empujar con mis caderas con fuerza mientras una ola tras otra de orgasmos que me bañaban. Mi conchita se estrechó en su pija con la esperanza de que se corriera conmigo.
Mi cuerpo estaba agotado. Estaba satisfecha pero no había terminado. José levantó mis piernas sobre sus hombros. Me sujetó las caderas y empezó a cogerme fuerte y rápido. Yo era una muñeca de trapo mientras él me cogía y con mi conchita empecé a apretarle la pija.
― ¡Oh Dios, oh Dios! voy a acabar de nuevo ―Grité.
Entonces sucedió y José explotó dentro de mí justo cuando llegué. Sentí su pija palpitando lentamente dentro de mí antes de que se retirara.
Ambos estábamos sudorosos y respirábamos con dificultad. Cuando me bajé del coche, dije― Espero que haya sido suficiente pago por sus servicios.
―Dios mío, Carolina, ni en un millón de años creería que esto me hubiera pasado a mí, cuando te vi me pareciste una madurita sexy y muy cogible, pero esto ha sido increíble.
Nos vestimos y me dejé el sostén en la guantera. Mi marido estaba fuera, así que a quién le importa cómo luzco cuando llegue a casa.
Nos besamos por última vez. A lo lejos vimos otro coche que venía por la ruta. Me fui cuando él regresó a su auto.
Un par de minutos más adelante en el camino, me levanté un poco la falda porque sentía que me resbalaba líquido. El semen de José se me estaba saliendo de la conchita. Tomé con mis dedos y me lo metí en la boca. Mmm... nuestro amor sabía bien.
Fin
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