Revisando mi presentación note que cometí un error, dije que tengo 30 años cuando en realidad tengo 34. Fue un error involuntario, ya que quiero contar todo tal cual lo recuerdo, por eso la edad es importante que la sepan y bien.
Hay algunas cosas, que por el paso del tiempo, casi no las recuerdo, y es por ello que lo que no recuerde claramente lo omitiré.
Habíamos quedado en qué Martín me llevó a su casa y me desvirgó. Así de simple.
Solo habían pasado dos días cuando mandó a un amigo en común, Iván, al que todos creíamos gay, a decirme que esa noche me esperaba en la esquina de la plaza que estaba cerca de mi casa. Que pidiera permiso a mis viejos para ir a quedarme a casa de Amy.
Mis viejos, pobres mis viejos, me creyeron. Pero no iba a salir todo redondo, ya que mi hermana mayor también quiso ir. A las 23 los tres estábamos camino a la casa de Amy, pero cuando llegamos a la plaza Iván le pidió a mi hermana un momento para hablar conmigo de un supuesto problema de pareja que él estaba teniendo, y como lo creíamos gay, mi hermana no tuvo problema en dejarnos solos y siguió camino a lo de Amy (2 cuadras había entre su casa y la plaza). En este punto vale aclarar que el pueblo donde vivíamos era muy chico, todo está cerca de todo.
A penas se fue mi hermana Martín hizo su aparición. Cumplida su tarea, Iván desapareció, no sin antes decirme que en media hora me esperaba en la misma esquina para continuar el viaje a casa de Amy.
Martín me llevó a su casa, estaba a la vuelta de la plaza. Está vez su madre estaba ahí, por lo que me hizo entrar por una puerta que daba al patio.
Fuimos a su habitación a escondidas y recuerdo que esa noche dejó la luz encendida, cosa que me ocasionó mucha vergüenza, pero intuyo que quería ver cómo me cogía.
No podíamos hacer ruido, su vieja estaba en algún lugar de la casa. Me quitó la ropa rápido, sin vueltas y sin besos. Solo era un trámite para él. Me puso en cuatro y alcancé a ver de reojo que se ponía un preservativo que tomó de la mesa de luz.
Sin ningún miramiento me la puso toda y hasta el fondo. Tuve que ahogar un grito con la almohada para que su vieja no me escuche. Me bombeó a lo bestia hasta que sentí que empezó a temblar. Se detuvo con su verga adentro mío y me sostuvo de las caderas un rato más. Después salió, se sacó el preservativo y encendió un cigarrillo. Acabaste? Me preguntó.
Yo no tenía idea de lo que era un orgasmo. Creo que por vergüenza le dije que sí, a lo que él no le dió mucha importancia y me pidió que me vista. Así, como a un objeto, me dejó de nuevo en la esquina de la plaza donde me había encontrado.
Había sido mi segundo polvo y me sentía como una puta, re usada.
Martin era un flaco de 1,80 metros, ojos marrones, pelo castaño claro, casi como el cobre. Era divertido,el centro de atención del grupo de amigos y muy amigo de mi hermano mayor. Después supe, hablando con él, que no tenía mucha experiencia con las minas. Pero hay algo que no le faltaba, era imaginación y con el tiempo pude comprobarlo.
Después de mi segundo polvo, un martes, el último martes de febrero del 2003, lo recuerdo tan claro, vino Iván, que era nuestro mensajero, ya que tener teléfono era algo muy raro y nosotros no lo teníamos. Había uno en casa y era de mamá, y me dijo que Martin quería verme esa noche a las 12 en el mismo lugar, la esquina de la plaza.
Mis viejos cayeron otra vez en mis mentiras. De nuevo el cuento de ir a casa de Amy, etc etc. Terminé con Martín en una casa abandonada que estaba en la misma cuadra de la mía. Recuerdo que las personas que ahí vivían se habían mudado y que los pibes del pueblo habían roto una ventana y se juntaban a fumar y tomar cerveza ahí. Esa noche por suerte no estaban en la casa abandonada.
Martin me hizo entrar por la ventana, me llevó de la mano hasta lo que era el comedor de la casa, recuerdo una gran ventana por la que entraba la luz de la calle y unas cortinas rotas. Tenía un colchón viejo en el piso, seguramente ya había estado preparando todo, o no éramos los únicos que habíamos ido a cojer en ese lugar.
Está vez si se tomó su tiempo, me besó los labios, el cuello, me fue desnudando de a poco hasta dejarme solo con un short de jean que traía puesto esa noche. Lo había desprendido y metía sus dedos en mi concha mojada. Era la primera vez que me pajeaba y me estaba volviendo loca. Sentir sus dedos adentro mío y sus labios en mis pezones era una completa locura a mis 13 años!
En un momento me tiró sobre el colchón, me hizo poner boca abajo y bajo mi short, con bombacha y todo, hasta la mitad de mis piernas. Se acostó al lado mío, me besaba y con su mano derecha jugaba con mi concha. De vez en cuando me separaba los cachetes del culo y rozaba mi agujero como sin querer. Yo ya no daba más, estaba muy mojada. Quería que me coja ya. En un momento se subió sobre mi de rodillas, mis piernas quedaron entre las suyas, sentí algo húmedo y en el agujero de la cola. Después supe que me había puesto gel esa noche, del que viene con los preservativos. En esa posición agarró mis brazos y me hizo ponerlos sobre mi espalda, el hijo de puta me estaba inmobilizando. Con su mano izquierda sostuvo mis muñecas contra mi espalda y con la derecha guío su verga, que era enorme, a mi agujero lubricado. Aún puedo recordar aquel dolor. Era cómo si mi cuerpo se partiera al medio lentamente, mi mente se nublaba cada vez que Martín empujaba la verga por mi intestino. Le imploraba que se detuviera, pero estaba como ido, no respondía solo presionaba más su cuerpo sobre el mío y esa verga cada vez se introducía más. Fue muy lento, pero también doloroso. Traté de zafarme y me di cuenta rápidamente que cuando más me movía más me entraba. Solo deseaba que parara y me dejara ir. Lloré, grité sin miedo a que alguien que pasará por la vereda me escuchará. No me importaba nada, pero no hubo forma de que se detenga.
Martín la metió toda en mi cola, y toda eran 25 centímetros de verga (con el tiempo se la medi). Pero no eran los 25 centímetros los que me dolían era lo gruesa que la tenía. Después vino lo típico de todos los tipos, te la dejan un rato adentro hasta que tú esfinter se acostumbre y empiezan a bombear. Con el paso del tiempo fui aprendiendo. Me rompió la cola hasta dejarme casi desmayada, no acababa más.
Cuando terminó sentí como me corría algo caliente por la entrepierna, supuse que era su semen y algo de mi sangre, porque esa noche me rompió muy mal la cola y pasaron años para que vuelva a entregársela.
Cuando me dejó en la esquina de la plaza me dió un beso y me dijo que ya estaba lista para una fiesta. No entendí de que hablaba, para mí en ese momento, habían dos tipos de fiestas, las de cumpleaños y las de fin de año.
Esperaba que al menos se disculpara por lo bestia que había sido, pero solo se fue y por un tiempo no nos volvimos a ver. Yo en unos días empezaba el secundario y el se volvía a la ciudad donde estudiaba en la universidad.
Pero antes de que se fuera me tenía una sorpresa que más adelante se las contaré.
Hay algunas cosas, que por el paso del tiempo, casi no las recuerdo, y es por ello que lo que no recuerde claramente lo omitiré.
Habíamos quedado en qué Martín me llevó a su casa y me desvirgó. Así de simple.
Solo habían pasado dos días cuando mandó a un amigo en común, Iván, al que todos creíamos gay, a decirme que esa noche me esperaba en la esquina de la plaza que estaba cerca de mi casa. Que pidiera permiso a mis viejos para ir a quedarme a casa de Amy.
Mis viejos, pobres mis viejos, me creyeron. Pero no iba a salir todo redondo, ya que mi hermana mayor también quiso ir. A las 23 los tres estábamos camino a la casa de Amy, pero cuando llegamos a la plaza Iván le pidió a mi hermana un momento para hablar conmigo de un supuesto problema de pareja que él estaba teniendo, y como lo creíamos gay, mi hermana no tuvo problema en dejarnos solos y siguió camino a lo de Amy (2 cuadras había entre su casa y la plaza). En este punto vale aclarar que el pueblo donde vivíamos era muy chico, todo está cerca de todo.
A penas se fue mi hermana Martín hizo su aparición. Cumplida su tarea, Iván desapareció, no sin antes decirme que en media hora me esperaba en la misma esquina para continuar el viaje a casa de Amy.
Martín me llevó a su casa, estaba a la vuelta de la plaza. Está vez su madre estaba ahí, por lo que me hizo entrar por una puerta que daba al patio.
Fuimos a su habitación a escondidas y recuerdo que esa noche dejó la luz encendida, cosa que me ocasionó mucha vergüenza, pero intuyo que quería ver cómo me cogía.
No podíamos hacer ruido, su vieja estaba en algún lugar de la casa. Me quitó la ropa rápido, sin vueltas y sin besos. Solo era un trámite para él. Me puso en cuatro y alcancé a ver de reojo que se ponía un preservativo que tomó de la mesa de luz.
Sin ningún miramiento me la puso toda y hasta el fondo. Tuve que ahogar un grito con la almohada para que su vieja no me escuche. Me bombeó a lo bestia hasta que sentí que empezó a temblar. Se detuvo con su verga adentro mío y me sostuvo de las caderas un rato más. Después salió, se sacó el preservativo y encendió un cigarrillo. Acabaste? Me preguntó.
Yo no tenía idea de lo que era un orgasmo. Creo que por vergüenza le dije que sí, a lo que él no le dió mucha importancia y me pidió que me vista. Así, como a un objeto, me dejó de nuevo en la esquina de la plaza donde me había encontrado.
Había sido mi segundo polvo y me sentía como una puta, re usada.
Martin era un flaco de 1,80 metros, ojos marrones, pelo castaño claro, casi como el cobre. Era divertido,el centro de atención del grupo de amigos y muy amigo de mi hermano mayor. Después supe, hablando con él, que no tenía mucha experiencia con las minas. Pero hay algo que no le faltaba, era imaginación y con el tiempo pude comprobarlo.
Después de mi segundo polvo, un martes, el último martes de febrero del 2003, lo recuerdo tan claro, vino Iván, que era nuestro mensajero, ya que tener teléfono era algo muy raro y nosotros no lo teníamos. Había uno en casa y era de mamá, y me dijo que Martin quería verme esa noche a las 12 en el mismo lugar, la esquina de la plaza.
Mis viejos cayeron otra vez en mis mentiras. De nuevo el cuento de ir a casa de Amy, etc etc. Terminé con Martín en una casa abandonada que estaba en la misma cuadra de la mía. Recuerdo que las personas que ahí vivían se habían mudado y que los pibes del pueblo habían roto una ventana y se juntaban a fumar y tomar cerveza ahí. Esa noche por suerte no estaban en la casa abandonada.
Martin me hizo entrar por la ventana, me llevó de la mano hasta lo que era el comedor de la casa, recuerdo una gran ventana por la que entraba la luz de la calle y unas cortinas rotas. Tenía un colchón viejo en el piso, seguramente ya había estado preparando todo, o no éramos los únicos que habíamos ido a cojer en ese lugar.
Está vez si se tomó su tiempo, me besó los labios, el cuello, me fue desnudando de a poco hasta dejarme solo con un short de jean que traía puesto esa noche. Lo había desprendido y metía sus dedos en mi concha mojada. Era la primera vez que me pajeaba y me estaba volviendo loca. Sentir sus dedos adentro mío y sus labios en mis pezones era una completa locura a mis 13 años!
En un momento me tiró sobre el colchón, me hizo poner boca abajo y bajo mi short, con bombacha y todo, hasta la mitad de mis piernas. Se acostó al lado mío, me besaba y con su mano derecha jugaba con mi concha. De vez en cuando me separaba los cachetes del culo y rozaba mi agujero como sin querer. Yo ya no daba más, estaba muy mojada. Quería que me coja ya. En un momento se subió sobre mi de rodillas, mis piernas quedaron entre las suyas, sentí algo húmedo y en el agujero de la cola. Después supe que me había puesto gel esa noche, del que viene con los preservativos. En esa posición agarró mis brazos y me hizo ponerlos sobre mi espalda, el hijo de puta me estaba inmobilizando. Con su mano izquierda sostuvo mis muñecas contra mi espalda y con la derecha guío su verga, que era enorme, a mi agujero lubricado. Aún puedo recordar aquel dolor. Era cómo si mi cuerpo se partiera al medio lentamente, mi mente se nublaba cada vez que Martín empujaba la verga por mi intestino. Le imploraba que se detuviera, pero estaba como ido, no respondía solo presionaba más su cuerpo sobre el mío y esa verga cada vez se introducía más. Fue muy lento, pero también doloroso. Traté de zafarme y me di cuenta rápidamente que cuando más me movía más me entraba. Solo deseaba que parara y me dejara ir. Lloré, grité sin miedo a que alguien que pasará por la vereda me escuchará. No me importaba nada, pero no hubo forma de que se detenga.
Martín la metió toda en mi cola, y toda eran 25 centímetros de verga (con el tiempo se la medi). Pero no eran los 25 centímetros los que me dolían era lo gruesa que la tenía. Después vino lo típico de todos los tipos, te la dejan un rato adentro hasta que tú esfinter se acostumbre y empiezan a bombear. Con el paso del tiempo fui aprendiendo. Me rompió la cola hasta dejarme casi desmayada, no acababa más.
Cuando terminó sentí como me corría algo caliente por la entrepierna, supuse que era su semen y algo de mi sangre, porque esa noche me rompió muy mal la cola y pasaron años para que vuelva a entregársela.
Cuando me dejó en la esquina de la plaza me dió un beso y me dijo que ya estaba lista para una fiesta. No entendí de que hablaba, para mí en ese momento, habían dos tipos de fiestas, las de cumpleaños y las de fin de año.
Esperaba que al menos se disculpara por lo bestia que había sido, pero solo se fue y por un tiempo no nos volvimos a ver. Yo en unos días empezaba el secundario y el se volvía a la ciudad donde estudiaba en la universidad.
Pero antes de que se fuera me tenía una sorpresa que más adelante se las contaré.
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