En esta pequeña serie relataré algunas de las experiencias que viví en mi viaje de egresados, hace ya un par de años. La identidad de los personajes obviamente será reservada por lógicas cuestiones de privacidad, por lo que usaré nombres ficticios. Todos los personajes son mayores de 18 años.
Espero que les guste, se valora el apoyo y se aceptan sugerencias!
Son las 7 de la mañana, con todos los nervios y expectativas me encuentro subiendo a uno de los 3 micros que parten desde mi colegio hacia la ciudad de San Carlos de Bariloche.
Al instante de subir, con mi compañero de secuencias Manuel, rápidamente divisamos nuestro spot para el largo viaje que nos espera: los asientos del fondo, dónde esperamos poder armar nuestros tragos y algún que otro porro para hacer más llevadera la situación. Junto con nosotros vienen otros amigos y además viene Mayra, una morocha de 1,60, flaca, con unas pequeñas tetas pero con linda forma, un hermoso culo bien carnoso y una cara hermosa con unos labios capaces de volver loco a cualquier hombre heterosexual. Para contextualizar la situación, Mayra es una de esas amigas típicas de la secundaria con la que siempre tuve onda, una relación muy cariñosa y muy física, con muchos mimos, abrazos y esas cosas de adolescentes hormonales, pero que por alguna extraña razón nunca había estado con ella, por lo que este viaje podía ser una oportunidad de oro para cumplir ese deseo que ya llevaba años.
Al instante de ubicarnos en los asientos, Manuel en la ventana y yo en el pasillo para ir charlando también con Mayra que estaba ubicada en el asiento que daba al pasillo pero del otro lado del micro, pensando que a partir de ese momento todo iba a ser color de rosas levanté la cabeza y la realidad me pegó como un baldazo de agua fría: de frente a mi venían caminando las últimas dos personas que hubiera deseado tener cerca mío: Julieta, una chica con la que había estado hace poco tiempo y que todavía me tenía loco y su novio, con el cuál había cortado justo en el tiempito que ella salió conmigo y había vuelto en la semana previa a este viaje. Cómo si lo hicieran a propósito, se ubicaron delante nuestro, por lo cuál no solo debería soportar compartir micro con el energúmeno ese que me echaba la culpa por su tóxica relación sino que además debería ver cómo la hermosa chica que me venía volviendo loco hace tiempo se dejaba manosear en el micro por ese hijo de puta.
En el momento en el que la bronca comenzó a apoderarse de mi, como un ángel salvador Mayra inventó alguna excusa para pedirle a su amiga que cambie de lugar conmigo, por lo que, luego de armar un cigarro de marihuana me pase de asiento con mi salvadora, con complicidad de Manuel que también estaba interesado en la amiga de Mayra, por lo que no hubo problema en el intercambio. Además, con un viaje de 20 horas en frente, era de esperarse que ocurrieran cambios de lugares y movimientos en el micro.
Ya sentados juntos, Mayra comenzó a contarme boludeces acerca de sus vestimentas para las diferentes noches, a lo cuál le replique que algunas de ellas debería modelarmelas, para ayudarla a elegir que utilizar (guiño guiño). Ella siempre reía de mis chistes con doble sentido, pero nunca pasaba de esa risa. Sin embargo, en esta ocasión ella se acercó y me susurró al oído que tenía preparado un disfraz para una noche pero que no podía ser utilizado en ninguna fiesta. Sorprendido le dije que esperaba ansioso poder ver ese dichoso disfraz y luego de terminada la charla abrí mi brazo para ofrecerle acostarse sobre mi, no sin antes programar una sesión de Jam conjunta de Spotify con ella (te permite escuchar la misma música en simultáneo con otras cuentas) y reproducir algunos temas de Arctic Monkeys y The Neighborhood, sus bandas favoritas.
Al rato de estar acostados, haciéndole mimos en el pelo, lo cuál era muy normal entre nosotros, siento como su mano que estaba en mi panza quieta comienza lentamente a moverse para abajo de mi remera y amagar con bajar hacia mi pantalón. Todos los movimientos leves que ella realizaba, sumado a la calentura que me había generado imaginandola con el disfraz que me había nombrado antes hizo que mi erección sea incontrolable, por lo que a pesar de estar vestido con una bermuda de jean, mi dura pija sea imposible de disimular, por lo que simplemente recé que a ella no le molestara y que sus intenciones al hacerme esos mimos no sean inocentes, para no ofenderla y arruinar el momento. Sin embargo, a ella parecía no importarle, ya que no solo siguió, sino que agarró una campera y la ubico de forma tal que el resto del micro no viera sus manos.
Unos minutos después, que para mí se sintieron como tortuosas horas de calentura, ella se levantó, me guiñó un ojo y pasando su mano por encima de mi bulto y sintiendo toda mi pija fue hasta el bolsillo donde yo guardaba el porro que había armado antes, lo sacó, se lo puso en la boca y nuevamente me susurró: "que grande que está", y luego de un silencio agregó riendose: "el porro que armaste".
Luego de esto, Manuel, su amiga y algunos otros sogas de la comitiva se sumaron a fumar con nosotros, armamos algunos tragos y el viaje transcurrió con tranquilidad y risas, hasta que se hizo de noche y arribamos al lugar en el cuál íbamos a cenar: una especie de boliche en un pueblo medio recondito, en el que nos iban a dar una pizza e iba a pasar música un DJ por al menos una hora.
Cuando bajamos del micro, fui contándole la situación a Manuel que no podía creer lo que le relataba y me retrucaba que él no había podido tener nada de suerte con la amiga. Luego de comer, sin tener ganas de bailar decidimos salir los dos al patio del local para fumar uno, dónde nos encontramos con un grupo de 3 chicas muy lindas que nos miraba y se reía. Sin nada que perder, ya desinhibidos por el alcohol de arriba del micro y el porro decidimos acercamos e invitar a las chicas a fumar, a lo cual ellas agradecieron y se unieron a nosotros. De estas tres chicas, yo pegue onda especialmente con una, una rubia bastante enana con unas hermosas tetas muy grandes, medianamente rellenita pero sin dudas muy linda y además de todo muy copada. Llamemosla Emilia. Emi me contó que eran de otra ciudad y que viajaban con otra empresa, por lo cual no íbamos a compartir hotel, a lo cuál me lamente por lo bajo. Ella, percatandose de mi lamento me dijo que entonces íbamos a tener que aprovechar esa parada técnica, agarrándome de la mano y arrastrandome hacia adentro del local bailable. Una vez dentro, aprovechando el reggaetón que estaba sonando, nos pusimos a bailar y me perreó y me apoyó todo el culo hermoso que tenía, para luego irnos a una esquinita a chapar, hasta que fuimos interrumpidos por Manuel que me decía que el micro se nos iba. Luego de pasarle mi número me despedí de la rubia y emprendí camino hacia mi asiento, con más calentura de la que lo dejé.
Una vez arriba, me encontré con una imagen que me volvió loco, Mayra estaba con una camiseta mía puesta (yo siempre guardo las camisetas de mi club en mi mochila de mano para no sufrir perdidas dolorosas ja) mirándome haciendo puchero con esos labios hermosos que tiene explicándome que tenía sueño y su top no le permitía sacarse el corpiño para dormir. Con los ratones completamente alterados le dije que no pasaba nada y que le quedaba hermosa (realmente era así, creo que todos podemos confirmar que existen pocas cosas más lindas que ver a la chica que nos gusta con una camiseta del club que amamos) a lo que ella me sonrió y me golpeó el asiento para que me siente y la abrace como habíamos hecho al inicio del viaje. Luego de un rato abrazados mirando la ventana y haciéndonos caricias, decidí jugarmela y meter mi mano debajo de su remera por el cuello y lentamente fui bajando hasta que mi mano cubrió en su totalidad una de sus tetas. La suavidad de su piel, su respiración más profunda y la adrenalina de estar avanzando por primera vez con ella son sensaciones que jamás me voy a olvidar. Acto seguido ella se levantó, me miró fijo a los ojos, y luego de esbozar una hermosa sonrisa acercó mis labios a los míos, sellando así nuestro primer beso.
Espero que les guste, se valora el apoyo y se aceptan sugerencias!
Son las 7 de la mañana, con todos los nervios y expectativas me encuentro subiendo a uno de los 3 micros que parten desde mi colegio hacia la ciudad de San Carlos de Bariloche.
Al instante de subir, con mi compañero de secuencias Manuel, rápidamente divisamos nuestro spot para el largo viaje que nos espera: los asientos del fondo, dónde esperamos poder armar nuestros tragos y algún que otro porro para hacer más llevadera la situación. Junto con nosotros vienen otros amigos y además viene Mayra, una morocha de 1,60, flaca, con unas pequeñas tetas pero con linda forma, un hermoso culo bien carnoso y una cara hermosa con unos labios capaces de volver loco a cualquier hombre heterosexual. Para contextualizar la situación, Mayra es una de esas amigas típicas de la secundaria con la que siempre tuve onda, una relación muy cariñosa y muy física, con muchos mimos, abrazos y esas cosas de adolescentes hormonales, pero que por alguna extraña razón nunca había estado con ella, por lo que este viaje podía ser una oportunidad de oro para cumplir ese deseo que ya llevaba años.
Al instante de ubicarnos en los asientos, Manuel en la ventana y yo en el pasillo para ir charlando también con Mayra que estaba ubicada en el asiento que daba al pasillo pero del otro lado del micro, pensando que a partir de ese momento todo iba a ser color de rosas levanté la cabeza y la realidad me pegó como un baldazo de agua fría: de frente a mi venían caminando las últimas dos personas que hubiera deseado tener cerca mío: Julieta, una chica con la que había estado hace poco tiempo y que todavía me tenía loco y su novio, con el cuál había cortado justo en el tiempito que ella salió conmigo y había vuelto en la semana previa a este viaje. Cómo si lo hicieran a propósito, se ubicaron delante nuestro, por lo cuál no solo debería soportar compartir micro con el energúmeno ese que me echaba la culpa por su tóxica relación sino que además debería ver cómo la hermosa chica que me venía volviendo loco hace tiempo se dejaba manosear en el micro por ese hijo de puta.
En el momento en el que la bronca comenzó a apoderarse de mi, como un ángel salvador Mayra inventó alguna excusa para pedirle a su amiga que cambie de lugar conmigo, por lo que, luego de armar un cigarro de marihuana me pase de asiento con mi salvadora, con complicidad de Manuel que también estaba interesado en la amiga de Mayra, por lo que no hubo problema en el intercambio. Además, con un viaje de 20 horas en frente, era de esperarse que ocurrieran cambios de lugares y movimientos en el micro.
Ya sentados juntos, Mayra comenzó a contarme boludeces acerca de sus vestimentas para las diferentes noches, a lo cuál le replique que algunas de ellas debería modelarmelas, para ayudarla a elegir que utilizar (guiño guiño). Ella siempre reía de mis chistes con doble sentido, pero nunca pasaba de esa risa. Sin embargo, en esta ocasión ella se acercó y me susurró al oído que tenía preparado un disfraz para una noche pero que no podía ser utilizado en ninguna fiesta. Sorprendido le dije que esperaba ansioso poder ver ese dichoso disfraz y luego de terminada la charla abrí mi brazo para ofrecerle acostarse sobre mi, no sin antes programar una sesión de Jam conjunta de Spotify con ella (te permite escuchar la misma música en simultáneo con otras cuentas) y reproducir algunos temas de Arctic Monkeys y The Neighborhood, sus bandas favoritas.
Al rato de estar acostados, haciéndole mimos en el pelo, lo cuál era muy normal entre nosotros, siento como su mano que estaba en mi panza quieta comienza lentamente a moverse para abajo de mi remera y amagar con bajar hacia mi pantalón. Todos los movimientos leves que ella realizaba, sumado a la calentura que me había generado imaginandola con el disfraz que me había nombrado antes hizo que mi erección sea incontrolable, por lo que a pesar de estar vestido con una bermuda de jean, mi dura pija sea imposible de disimular, por lo que simplemente recé que a ella no le molestara y que sus intenciones al hacerme esos mimos no sean inocentes, para no ofenderla y arruinar el momento. Sin embargo, a ella parecía no importarle, ya que no solo siguió, sino que agarró una campera y la ubico de forma tal que el resto del micro no viera sus manos.
Unos minutos después, que para mí se sintieron como tortuosas horas de calentura, ella se levantó, me guiñó un ojo y pasando su mano por encima de mi bulto y sintiendo toda mi pija fue hasta el bolsillo donde yo guardaba el porro que había armado antes, lo sacó, se lo puso en la boca y nuevamente me susurró: "que grande que está", y luego de un silencio agregó riendose: "el porro que armaste".
Luego de esto, Manuel, su amiga y algunos otros sogas de la comitiva se sumaron a fumar con nosotros, armamos algunos tragos y el viaje transcurrió con tranquilidad y risas, hasta que se hizo de noche y arribamos al lugar en el cuál íbamos a cenar: una especie de boliche en un pueblo medio recondito, en el que nos iban a dar una pizza e iba a pasar música un DJ por al menos una hora.
Cuando bajamos del micro, fui contándole la situación a Manuel que no podía creer lo que le relataba y me retrucaba que él no había podido tener nada de suerte con la amiga. Luego de comer, sin tener ganas de bailar decidimos salir los dos al patio del local para fumar uno, dónde nos encontramos con un grupo de 3 chicas muy lindas que nos miraba y se reía. Sin nada que perder, ya desinhibidos por el alcohol de arriba del micro y el porro decidimos acercamos e invitar a las chicas a fumar, a lo cual ellas agradecieron y se unieron a nosotros. De estas tres chicas, yo pegue onda especialmente con una, una rubia bastante enana con unas hermosas tetas muy grandes, medianamente rellenita pero sin dudas muy linda y además de todo muy copada. Llamemosla Emilia. Emi me contó que eran de otra ciudad y que viajaban con otra empresa, por lo cual no íbamos a compartir hotel, a lo cuál me lamente por lo bajo. Ella, percatandose de mi lamento me dijo que entonces íbamos a tener que aprovechar esa parada técnica, agarrándome de la mano y arrastrandome hacia adentro del local bailable. Una vez dentro, aprovechando el reggaetón que estaba sonando, nos pusimos a bailar y me perreó y me apoyó todo el culo hermoso que tenía, para luego irnos a una esquinita a chapar, hasta que fuimos interrumpidos por Manuel que me decía que el micro se nos iba. Luego de pasarle mi número me despedí de la rubia y emprendí camino hacia mi asiento, con más calentura de la que lo dejé.
Una vez arriba, me encontré con una imagen que me volvió loco, Mayra estaba con una camiseta mía puesta (yo siempre guardo las camisetas de mi club en mi mochila de mano para no sufrir perdidas dolorosas ja) mirándome haciendo puchero con esos labios hermosos que tiene explicándome que tenía sueño y su top no le permitía sacarse el corpiño para dormir. Con los ratones completamente alterados le dije que no pasaba nada y que le quedaba hermosa (realmente era así, creo que todos podemos confirmar que existen pocas cosas más lindas que ver a la chica que nos gusta con una camiseta del club que amamos) a lo que ella me sonrió y me golpeó el asiento para que me siente y la abrace como habíamos hecho al inicio del viaje. Luego de un rato abrazados mirando la ventana y haciéndonos caricias, decidí jugarmela y meter mi mano debajo de su remera por el cuello y lentamente fui bajando hasta que mi mano cubrió en su totalidad una de sus tetas. La suavidad de su piel, su respiración más profunda y la adrenalina de estar avanzando por primera vez con ella son sensaciones que jamás me voy a olvidar. Acto seguido ella se levantó, me miró fijo a los ojos, y luego de esbozar una hermosa sonrisa acercó mis labios a los míos, sellando así nuestro primer beso.
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