Evelyn se acercaba a la cama apretando el mango del cuchillo con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos. Encaramándose a la cama, levantó la mano y, cuando iba a dar el golpe, un ladrido de Baxter, el bóxer de Elías, la asustó. Elías se despertó sobresaltado por el ladrido y apenas tuvo tiempo de apartarse de la trayectoria del cuchillo. Este le rozó el hombro, haciéndole un pequeño corte.
- ¡Ah! ¡¿Pero qué...?! - gritó Elías del dolor y la sorpresa.
Evelyn volvió a levantar el cuchillo para dar otro golpe. Elías le dio un empujón en el estómago con ambos pies para separarla de él. Evelyn cayó hacia atrás, al suelo, soltando un gruñido por el golpe. Ambos se levantaron casi al mismo tiempo. Ella intentó apuñalarlo en el estómago, pero Elías le sujetó la muñeca a tiempo.
Evelyn tiró el cuchillo al suelo y, agarrando a Elías con ambas manos, le levantó en peso y lo lanzó contra una pared. El golpe lo dejó sin aliento y mareado. Con la vista borrosa, pudo ver como ella cogía de nuevo el cuchillo y se acercaba hacia él.
Baxter saltó hacia ella, mordiendo el antebrazo de la mano que tenía el cuchillo. Evelyn gritó sorprendida por el dolor mientras forcejeaba con el perro para que la soltara. Elías se levantó del suelo, aún recuperando el aliento e intentando enfocar la vista. Se abalanzó hacia Evelyn y la tiró al suelo con una llave y aún llevando a Baxter enganchado al brazo.
Elías buscó por el suelo mientras la inmovilizaba y su mano dio con los pantalones vaqueros que se había puesto esa noche. Cogió el cinturón y, juntando ambas manos de Evelyn, se lo ató en las muñecas.
- Baxter, suelta.
El bóxer soltó el brazo obedientemente, pero se quedó cerca de Evelyn, aún enseñando los dientes y gruñendo. Elías fue al baño y sacó un pequeño botiquín de primeros auxilios. Se echó un buen chorro de alcohol en el corte del hombro y se puso una gasa tapando la herida.
- ¿Qué coño pasa contigo? ¿A qué ha venido esto?
Elías se agacho a su lado y le cogió el brazo, observando la herida que le había provocado Baxter. Empezó a limpiar la herida con una gasa empapada en alcohol mientras la miraba preocupado. Un mar de sensaciones recorría el cuerpo de Evelyn. El agudo dolor de la herida, un sentimiento de vulnerabilidad ante ese hombre, una sensación de vergüenza por lo que había hecho. Nada de esto lo había sentido antes. Por fin, Evelyn estaba segura, este hombre era un nephilim que no tenía ni idea de lo que era ni de la guerra que se libraba en la tierra entre el cielo y el infierno.
- Yo, lo siento.
Elías la miró a los ojos y la creyó. Le costaba creer, esta chica le había abandonado y ahora le había intentado matar, pero vio sinceridad en sus ojos y quizá algo más. Siguió limpiando su herida y desinfectándola. Por suerte, el mordisco de Baxter no había causado muchos daños en el brazo y la herida era bastante superficial.
- Estaba asustada. No veía otra salida, pero me equivocaba.
- ¿Asustada de qué?
- Da igual, no me ibas a creer de todos modos. Déjame ir y te juro que no volverás a verme nunca.
- El otro día me dejaste tirado, ahora me atacas y me dices que es porque estás asustada. ¿De qué? ¿Qué es lo que te asusta?
- Estaba asustada de ti. De lo que eres.
Elías terminó de vendar su brazo y se echó hacia atrás, sentándose en el suelo delante de ella y apoyando la espalda en la cama.
- ¿De lo que soy?
- Sí. Tu eres un nephilim y yo una súcubo. Nuestras razas son enemigas.
- Tienes razón, no te creo. - dijo Elías pasándose una mano por la cara. - Nephilim, súcubos, esas cosas no existen. Joder, si ya prácticamente nadie cree en Dios.
- Puedo probarlo.
- ¿Qué...?
Elías se quedó a media frase cuando Evelyn comenzó a cambiar. Lentamente, sus uñas fueron creciendo hasta convertirse en garras. Se podía apreciar como algo se movía debajo de sus labios. Sus ojos pasaron del verde esmeralda hasta una tonalidad rojiza oscura. Entre su pelo surgieron dos cuernos que se enroscaban sobre si mismos. Evelyn se removió en el sitio, quedando sentada casi de lado, y una pequeña cola de color carne apareció ante la vista de Elías. Esta cola llegaba hasta la mitad del muslo de Evelyn.
- Así soy realmente. - dijo Evelyn y al hablar, Elías pudo apreciar como sus dientes se habían convertido en colmillos puntiagudos.
- ¿Cómo es esto posible?
- Nada es imposible. Gran parte de lo que farfullan esos necios con alzacuellos es cierto. No todo, desde luego, pero si bastante. Ángeles y demonios llevamos en guerra desde nuestra creación, desde que ese cabrón castigó a Lucifer por daros la capacidad de distinguir el bien del mal.
- ¿Entonces, Dios existe?
- Sí, pero no es tan amable y bondadoso como te han contado. Ni tan omnipotente. Y cuanto más decae la humanidad, menos seguidores tiene y menos fuerte es. Por eso, al final, mi raza vencerá.
- ¿Y eso no sería malo? ¿Fuegos, castigos, dolor?
- Para nada, esa es la publicidad que os han vendido. En el infierno hay libertad, verdadera libertad.
- ¿Y por qué estás aquí entonces y no allí?
Evelyn sonrió durante un instante al oír la pregunta. No estaba mal planteada y era una duda más que razonable.
- Porque la esencia vital de una persona viva es mucho mejor que lo que podría conseguir allí. Además, para nuestra raza, las sensaciones son más intensas aquí. ¿Por qué te crees que existes tú si no?
- ¿Cómo?
- Eres un nephilim, por tus venas corre la sangre de los ángeles. Los muy hipócritas nos tildan de malvados y lujuriosos cuando ellos mismos caen en la tentación de follar con los humanos. Dime, ¿Conociste a tu madre?
- No, me crió mi padre. Siempre me decía que mi madre estaba en el cielo y que era un ángel. Siempre pensé que estaba muerta y esa era una forma de hablar.
- Ya sabes la verdad.
- ¿A qué te refieres con la esencia vital de una persona?
- Los súcubos nos alimentamos de la esencia vital de una persona cuando estamos follando.
- ¿Y eso la mata?
- Sí. - dijo bajando la vista.
- Entonces, ¿Cómo es que no sois los malos si vais matando a gente?
- Porque no es culpa nuestra. Es la maldición que se nos otorgó, no podemos luchar contra ello.
- Pero tú misma has dicho que prefieres estar aquí porque la esencia que consigues de una persona viva es mejor. Tenéis elección y preferís matar a gente. - dijo Elías alzando la voz y levantándose del suelo.
- ¿Alguna vez has tenido hambre? Hambre de verdad, que no tienes energía para nada, hueles la comida desde la distancia, te mareas, no puedes concentrarte en nada. Y entonces alguien te da un pedazo de pan, solo un pedazo. Lo devoras al instante y solo te sirve para recordarte cuán hambriento estás. Así es para nosotros alimentarnos en el infierno, por lo que no, no tenemos mucha elección.
Elías volvió a mirarla y la vio pequeña, frágil, con lágrimas al borde de los ojos. Ya nada quedaba de la esbelta y exuberante mujer que había sido antes. Algo dentro de él se apiadó de ella. Cogió la sábana de la cama y Evelyn se acurrucó aún más cuando él se acercó hacia ella, aunque lo único que hizo fue taparla con la sábana. Elías se puso unos calzoncillos y se sentó en la cama.
- ¿Cómo es que yo no estoy muerto?
- Por ser un nephilim, tu esencia es distinta.
- ¿Cómo de distinta?
- Tienes más, y de mejor calidad. Tras follar contigo dejé de notar esa sensación de necesidad durante un tiempo.
En ese momento, un ruido en la puerta llamó la atención de ambos. La puerta se abrió de un portazo y un hombre negro, muy alto, entró por ella. Al instante los vio y, sin decir ni una palabra, fue hacia ellos. Evelyn dio un pequeño grito y se levantó, alejándose de él hasta que la pared le impidió retroceder más.
- ¿Qué coño haces? - preguntó Elías levantándose de la cama e interponiéndose en su camino.
El hombre le dirigió una ligera mirada, antes de volver a mirar fijamente hacia Evelyn. Ignorándolo por completo, siguió cruzando la sala hacia ella. Elías se adelantó y lanzó un puñetazo directo contra su cara. El golpe fue duro y resintió la muñeca de Elías, pero el hombre ni se inmutó.
Le sujetó el brazo con el que le había golpeado. Elías gritó de dolor por la fuerza de este agarre. El hombre llevó la mano hasta la cabeza de Elías, agarrándosela y poniendo la palma en su frente. Una luz blanca surgió de la mano, cegando momentáneamente a Elías, y, después, nada. Nada pasó. Elías sintió como la fuerza con la que le agarraba el brazo disminuía y abrió los ojos. Vio duda y sorpresa en la cara del hombre.
En ese momento, Baxter, que había estado ladrando, se lanzó hacia el hombre, mordiendo el brazo con el que sujetaba a Elías. Este le soltó, yendo hacia atrás y cogiendo al perro por el cogote para intentar quitárselo de encima. Evelyn salió de su estupor y, corriendo al lado de Elías, le cogió una mano y tiró de él hacia afuera del piso.
- Vamos, ahora. ¡Corre!
Salieron al pasillo corriendo y se dirigieron hacia los ascensores. Por suerte, no había nadie que pudiera haber visto pasar corriendo a él, en calzoncillos, y a ella, completamente desnuda. Cuando llegaron al ascensor, el eco del pasillo les trajo el sonido de un gimoteo lastimero de Baxter. Elías se dio la vuelta y vio salir a Baxter corriendo del piso hacia ellos, apenas unos segundos después, por la misma puerta salió el hombre negro.
Elías se apresuró a darle al botón del parking, mientras mantenía la puerta abierta para que entrara Baxter. El hombre echó a correr hacia ellos, pero, en cuanto Baxter entró en el ascensor, Elías dejó que la puerta se cerrara, justo ante las narices del hombre.
Llegaron al parking y fueron hacia el coche de Elías. Por suerte, este tenía una bolsa con algo de su ropa en el maletero. Siempre la tenía ahí por si sucedía cualquier tipo de incidente y necesitaba ropa. Se puso una camiseta y unos vaqueros y le prestó a Evelyn la ropa interior y la chaqueta. Por desgracia no tenía más, pero con esto debería de bastar para cubrirla un poco.
- Vámonos, tenemos que salir de aquí. - le apresuró Evelyn
- Sí, sube al coche.
Salieron del edificio y, aunque no vieron más rastro del hombre negro, Evelyn seguía intranquila.
- ¿Lo conocías? Parecía que iba a por ti.
- No, específicamente a él no lo conocía, pero era un ángel.
- ¿Un ángel? ¿No tendría que tener alas y ser de los buenos? - dijo sujetándose el antebrazo donde le había agarrado y apretado.
- Ellos también pueden hacerse pasar por humanos. Y, seguramente, te habría ignorado si no le hubieras pegado.
- ¿Eso blanco que ha hecho...?
- Te ha intentado desterrar. No te ha afectado por ser un nephilim. Si hubieras sido humano habrías muerto al instante. A mí, me habría quemado el alma.
- Mierda. ¿Qué hacemos ahora? ¿Crees que seguirá por allí?
- Seguro, habrá pedido refuerzos y no dejarán de vigilar tu casa. Sé adónde podemos ir. Gira por aquí.
Evelyn siguió guiándole a través de la ciudad hasta que llegaron al barrio Eliseo. Elías no se sentía cómodo de estar a esas horas de la noche en ese barrio. Tragando saliva fue siguiendo las indicaciones de Evelyn hasta que llegaron a la puerta de una discoteca que se llamaba X.
Aparcaron cerca y en vez de dirigirse a la puerta principal, Evelyn se internó por un callejón. Llegaron a una puerta con un cartel que ponía: “Solo trabajadores.” y Evelyn la golpeó dos veces. Un hombre alto, completamente vestido de negro y muy musculado, abrió la puerta.
- ¿Sí? ¿Qué quieres? - preguntó con una voz grave.
- Necesito hablar con el jefe.
El hombre los miró a ambos de arriba abajo y señaló con la cabeza hacia Elías.
- Viene conmigo. Es un nephilim.
- Hummm. No le va a gustar.
El hombre se apartó de la puerta dejándoles pasar. Muy amortiguado por las paredes, les llegaba el sonido de la música electrónica de la discoteca. Evelyn conocía el sitio y rápidamente se internó por una puerta y Elías se apresuró a seguirla.
Cruzaron por un pasillo del que salían muchas puertas. Elías miró por una que estaba abierta y vio una sala vacía con un gran artilugio metálico en forma de X, tan grande como una persona y con unas correas colgando de él. Empezó a preguntarse qué sería cuando el sonido de un latigazo y un grito resonó en el pasillo.
- Vamos, no te distraigas. - le apresuró Evelyn.
Por una puerta entornada pudo ver como una mujer estaba en un cepo, quedando su cuerpo en un ángulo de noventa grados, mientras otra mujer detrás le golpeaba el culo con una fusta. De otras puertas, salían los sonidos amortiguados de gemidos, gritos y golpes.
Por el pasillo se cruzaron con un hombre y una mujer que iban en la dirección contraria. La mujer llevaba un collar de cuero rojo con una cadena que terminaba en las manos del hombre. Elías tuvo el impulso de querer pararlos, pero al mirar los ojos de la mujer se detuvo. En ellos solo había lujuria y satisfacción.
El pasillo hacía unos cuantos giros, no era completamente recto y, en uno de esos giros, se internaron por otro tramo de pasillo que tenía una señal de prohibido el paso. Aquí el pasillo ya no tenía puertas a los lados, solamente una al final. Evelyn la cruzó sin siquiera pararse a llamar. Al otro lado de la puerta había una sala acogedora, unos sofás y una mesita a un lado, una barra vacía al otro y un montón de bebidas detrás. La sala estaba completamente vacía.
- Vale, espera aquí, voy a hablar con alguien que puede ayudarnos.
- No tardes mucho. - le dijo agarrándole la mano para pararla.
- No te preocupes, aquí estás a salvo. Pero si viene alguien, intenta pasar desapercibido.
Evelyn le dio un beso obligándole a abrir la boca con su lengua.
- Sírvete lo que quieras.
Evelyn desapareció por la puerta que había al otro lado de la sala. Elías no tenía ganas de tomarse nada, por lo que simplemente se sentó en uno de los sofás. Sacó el móvil y miró la hora. Las cinco de la mañana. En su cabeza daban vueltas los recuerdos de esta noche. Como su mundo y todo lo que conocía se podía poner patas arriba en menos de una hora. El sonido de una puerta lo sobresaltó. No era la puerta por la que se había ido Evelyn, sino por la que habían entrado en la sala.
Una mujer entró por ella. Alta, un poco más alta que Elías, con una larga melena rubia que le llegaba hasta los muslos. Llevaba unas botas negras con un tacón de aguja y que le llegaban un poco por encima de las rodillas. La mujer se dirigió tras la barra y cogió una de las botellas. Al darse la vuelta, a Elías le dio un pequeño vuelco el corazón y casi se atraganta con su propia saliva. La mujer solo llevaba un corsé que dejaba completamente a la vista sus tetas. No eran excesivamente grandes, pero el efecto del corsé hacía que se levantaran y se apretaran entre sí, formando un canalillo tan apretado que podría haber sostenido una hoja de papel.
- Hola. ¿Eres nuevo por aquí? - preguntó mientras echaba un largo chorro de la botella que había cogido en una coctelera.
- Emmm. Sí.
La mujer cogió otras botellas, echando también parte de su contenido en la coctelera. Cuando terminó, empezó a agitarla, haciendo que sus tetas se movieran al compás. Elías se quedó embobado mirando los patrones hipnotizantes que formaban los pequeños pezones rosas.
- ¿Quieres un poco? - preguntó con un tono divertido, como si le hiciera gracia la situación.
- No. Gracias. - respondió Elías saliendo de su estupor.
Echando el contenido de la coctelera en un vaso con hielo, la mujer salió tras la barra dirigiéndose hacia él. En ese momento, Elías se dio cuenta de que no solo sus tetas las tenía al aire. Debajo del corsé no llevaba nada. Tenía un coño pequeño, en el que se podían apreciar tanto los labios mayores como menores y el capuchón del clítoris, sobre este había una pequeña línea de pelo rubio. La mujer se sentó en el sillón que quedaba a su lado, sin hacer siquiera el intento por cruzar las piernas para dejar a Elías sin aquella maravillosa vista.
- Mmmm. Eres el nuevo juguete de Evelyn, ¿no? - dijo tras inspirar profundamente.
- ¿Qué? - preguntó, aún aturdido por las vistas, Elías.
- Hueles a ella. Yo soy Fanny, por cierto. - dijo dándole un largo trago al vaso.
- Encantado de conocerte.
- No me cabe la menor duda, no me has quitado el ojo de encima desde que he entrado.
- Ejem, sí. Lo siento.
Elías apartó la vista, sonrojado por las palabras de Fanny. Una ligera risa atrajo otra vez su mirada.
- No tienes porqué disculparte, querido. Si no quisiera atraer miradas me pondría algo más de ropa.
Fanny se levantó y fue a sentarse a su lado. Apoyó un brazo en su hombro, dejando caer todo el peso de su teta encima del brazo de Elías. Con la otra mano, giró la cara de Elías hacia ella, haciendo que sus labios quedaran a escasos centímetros.
- Dime. ¿Evelyn te ha dejado aquí solo?
- Sí, ha entrado un momento...
- Shhh... - le cortó Fanny poniéndole un dedo en sus labios. - Yo podría hacerte compañía.
Fanny se acercó lo poco que los distanciaba, haciendo que sus labios se juntaran en un ligero beso que fue ganando intensidad, sacó su lengua, lamiendo los labios de Elías. Él ya sospechaba que ella sería otra súcubo, como Evelyn, pero sus sospechas se confirmaron al sentir el ligero estupor que había sentido cuando se había besado con Evelyn.
Fanny puso la mano en el muslo de él y la fue subiendo hasta llegar a su paquete. Le sujetó la polla por encima de los pantalones. El que no llevara calzoncillos ayudó bastante a que fuera ganando tamaño rápidamente. Prácticamente le estaba haciendo una paja por encima de la ropa cuando se separaron del beso. Elías, sujetándola por los hombros, la apartó ligeramente, pero con firmeza de él.
- Para Fanny.
En su cara se dibujó la sorpresa y la incredulidad. Sin duda, ella pensaba que él era un simple humano y que a estas alturas ya debería de haber caído en su influjo. Antes de que acertara a reaccionar, la puerta por la que se había ido Evelyn se abrió y esta entró en la sala. Se quedó parada, mirando fijamente la escena.
- Lo siento Fanny. Pero esta noche no.
- Qué coño, Evelyn. ¿Sabes acaso lo que es?
- Sí, y por eso nos tenemos que ir. Vamos Elías, levanta.
Elías se levantó rápidamente, intentando colocar la erección de manera que no fuera tan visible, en vano. Dejando a una aturdida Fanny aún sentada en el sofá, Evelyn y Elías salieron de vuelta al largo pasillo.
- Yo... Lo siento... - empezó a disculparse Elías.
- ¿Qué?
- Se me echó encima y...
- Ahh, no te preocupes por eso. Ella y yo hemos compartido a muchos y muchas otras noches. Y si no fuera por las circunstancias de esta noche, quizá hasta estaríamos compartiendo una de estas habitaciones los tres, pero ahora tenemos prisa.
Elías no sabía bien qué decir, por lo que optó por no decir nada y seguirla hacia fuera del edificio. Al salir, fueron hacia su coche, donde Baxter les esperaba tranquilo en el asiento de atrás. Volvieron a ponerse en marcha y Evelyn volvió a guiarle por el laberinto de calles.
- Bueno. ¿Y ahora qué? - preguntó Elías.
- Ahora vamos a recoger unas cosas a mi casa y, después, nos vamos de la ciudad.
- ¿Perdona? ¿Cómo que nos vamos de la ciudad?
- Aquí ya no estamos seguros. Si me encontraron en tu casa, es que ya están sobre mi pista.
- Pero yo no tengo nada que ver con vuestra guerra.
- Aún quitando el hecho de que has defendido a una súcubo de un ángel, si volvieras a tu casa querrán interrogarte. Eso como poco. Y créeme, no te iba a apetecer uno de sus interrogatorios. Además, que ya deben de estar buscándote por toda la ciudad.
- Pero... Toda mi vida está aquí.
- Gira por aquí. - le dijo cuando llegaron a un cruce. - ¿Te has dejado algo imprescindible en casa?
- El ordenador. - dijo Elías tras repasar mentalmente las pocas posesiones que tenía en la vida. - Tengo todo mi trabajo en él.
- ¿No tienes copias de seguridad en algún servidor?
- No de todo, pero sí. Podría valerme con eso.
- Perfecto, porque no vamos a poder volver a tu casa.
- ¿Y a dónde vamos? ¿Cuándo?
- Esta noche, mis amigos de la Guarida van a crear una distracción para nosotros. Voy a recoger unas cosas y nos vamos a la ciudad de Los Ángeles.
- ¿A la ciudad de...? - empezó a preguntar mientras se le enredaba la lengua.
- A Los Ángeles, la ciudad. A pesar de su nombre, no está dominada por ellos. Allí estaremos seguros. Entra en este garaje.
Una puerta de garaje se abrió en un edificio delante de ellos. Elías metió el coche, aparcándolo al lado de un deportivo rojo que encontraba allí. Evelyn se bajó rápidamente y se dirigió hacia la puerta de salida del garaje.
- Espérame aquí, vuelvo en un minuto.
- Muy bien.
Un quejido de Baxter atrajo su atención cuando ella se fue. Acariciando la cabeza del perro, Elías intentaba poner en orden sus pensamientos. Lo que había vivido esa noche le parecía una locura y aún le costaba creerlo. Si no lo hubiera visto con sus propios ojos...
Sorprendentemente, Evelyn tardó poco y enseguida apareció con una maleta. Elías se bajó para abrir el maletero y ayudarla a cargar las cosas, pero Evelyn abrió con el mando el deportivo a su lado.
- Vamos a cambiar de coche. El tuyo puede que lo conozcan ya.
Eso tenía algo de sentido, por lo que Elías no quiso discutirlo y se apresuró a sacar todas sus cosas del coche. Ya en el deportivo de Evelyn, salieron del garaje y se dirigieron a toda prisa hacia las afueras de la ciudad. Sea lo que sea que hicieron los demonios de X como distracción debió funcionar, pues no se encontraron ningún problema en el camino.
La casa en la que residían en Los Ángeles no era muy distinta al piso en el que vivía Elias antes. Tenía una única habitación grande, separada con unos biombos de madera que ellos habían quitado nada más llegar. Ahora tenían un gran salón en una esquina de la habitación, una pequeña cocina en otra y una cama en la tercera. La esquina desocupada simplemente la usaban como pequeño recibidor. La única habitación separada por una puerta era el cuarto de baño.
En la casa resonaban los gemidos de Evelyn. No era algo muy difícil al ser una casa diáfana, sin apenas paredes que contengan el sonido de la carne chocando entre sí. Encima de la cama, Evelyn estaba a cuatro patas mientras Elías tiraba de su pelo, forzándola a mirar hacia arriba y se la metía a una increíble velocidad. Por las piernas de Evelyn caía un río de fluidos, una mezcla entre los suyos propios y el líquido preseminal de él.
- ¡Así, así! ¡Dame fuerte! ¡Más! ¡Más! ¡Más!
Elías empujó su cabeza contra el colchón, haciendo que el pecho de Evelyn se apoyara en este y el culo se quedara completamente levantado. Él se puso de cuclillas encima de ella y se la volvió a meter de un solo golpe. Se la sacó lentamente y volvió a dejarse caer, haciendo que la gravedad le ayudara a que la penetración fuera más dura y fuerte.
Un chorro de flujos salió casi a presión del coño de Evelyn, empapando los huevos de Elías y la cama, que ya estaba encharcada. Elías la sujetó por la mejilla, metiendo dos dedos en su boca. Ella los lamió como si fuera una polla que la invadía.
- Me voy a correr perra.
- No. Un poco más. Dame más. - decía entre balbuceos y aún con los dedos en la boca.
Elías aumentó aún más el ritmo y, con un gemido gutural, se dejó caer por última vez. La cabeza de su polla se incrustó contra su cérvix y empezó a dejar salir todo el semen que habían acumulado sus pelotas. Evelyn sintió ese calor inundándola y volvió a correrse entre espasmos, haciendo que sus piernas fallaran y se quedara tumbada sobre la cama con Elías encima de ella.
Cuando los calambres por el orgasmo cesaron, Elías se levantó. Evelyn estaba aún tumbada, con los ojos en blanco, con la lengua fuera haciendo un charco de babas en las sábanas y un hilito de semen brotando entre los labios de su coño.
Elías miró la hora en su móvil, aún quedaban treinta minutos para que Evelyn tuviera que irse a trabajar y sabía que ella aún no estaría satisfecha. Cogiéndola por un tobillo, le dio la vuelta dejándola boca arriba. Sus ojos idos empezaban a volver y le miró con una sonrisa que volvió a ponerle la polla dura al instante.
Levantándole las piernas desde los tobillos, Elías se situó de rodillas justo detrás de ella. Evelyn cogió sus piernas desde las rodillas, atrayéndolas más hacia sí misma y dejando sus tetas apretadas entre sus muslos. Elías abrió su coño con ambos pulgares, provocando que una cascada de semen saliera de dentro de ella. Pasó la cabeza de su polla a lo largo de su coño, esparciendo el semen por todas partes. Se la sujeto un momento para encararla con la entrada y, de un empujón seco de su cadera, se la incrustó por completo. Los ojos de Evelyn volvieron a ponerse blancos al echar la cabeza hacia atrás.
Elías empezó un bombeo fuerte pero lento, embobado mirando cómo las grandes tetas de Evelyn se mecían adelante y atrás, al compás de los envites que hacía su cadera. Al rato de estar follándosela así, se echó sobre ella, poniendo las manos en sus piernas y llegando hasta su boca. Las lenguas salieron al húmedo encuentro, intercambiando lametazos y saliva en el aire. Elías estiró las piernas, sin haberla sacado de su interior, y sirviéndose del armazón de la cama como apoyo, comenzó a hacer flexiones encima de ella. Se levantaba, sacándola casi por completo, para luego dejarse caer de nuevo, provocando así una penetración muy fuerte que golpeaba con el fondo de su coño. Así estuvieron hasta que Evelyn le rodeó la cintura con las piernas, limitando su margen de movimientos, y abrazándole con ambos brazos mientras sus largas uñas trazaban líneas rojas en su espalda. Sentir cómo las paredes de su coño aplastaban su polla, como queriendo exprimirla, hizo que Elías se volviera a correr otra vez dentro de ella.
- Joder. Cada vez follas mejor. - dijo Evelyn soltando su agarre poco a poco.
- Y cada vez me afecta menos que te alimentes de mí.
- Perfecto, porque cuando vuelva querré un vasito de leche antes de irme a dormir.
Con un ligero beso, Evelyn se levantó de la cama y se metió al baño a limpiarse un poco. Elías se quedó un rato tumbado, pensando en cómo había cambiado su vida en estas dos semanas. Tras el viaje a Los Ángeles, los demonios de X les habían dado un piso seguro, donde estaba ahora mismo, y no había vuelto a tener ningún encontronazo con ningún ángel. Evelyn seguía en contacto con los demonios de X, pero no le había dado muchos detalles al respecto.
Al día siguiente de haber llegado a Los Ángeles, Elías había llamado a Bobby para decirle que había salido de la ciudad y avisarle de que no pasara por su casa. No le había contado nada de demonios ni ángeles y quería mantenerlo al margen de todo. A la semana siguiente le puso al día de su mudanza a Los Ángeles, le puso la excusa de que había encontrado a Evelyn y se había mudado aquí por ella. Que total, tampoco estaban tan lejos y podrían quedar algún que otro día. No le gustaba mentirle, sobre todo a su mejor amigo, pero bueno, estrictamente hablando, tampoco era del todo una mentira.
Si que era verdad que la había encontrado, y que se había mudado por ella. No en vano, ahora mismo vivían juntos y follaban más que una pareja de adolescentes hormonados. Aunque esto tampoco es que se debiera tanto al amor, como al acuerdo al que habían llegado para que ella se alimentara de él y no tuviera que matar a nadie más. La primera semana fue dura para Elías, la pérdida de tanta esencia vital había hecho que estuviera decaído, como si le faltara el ánimo y estuviera deprimido todo el día. Pero ahora, cada vez aguantaba mejor y le afectaba menos los hábitos alimentarios de Evelyn, aunque su apetito sexual no se hubiera reducido lo más mínimo.
Evelyn salió del cuarto de baño completamente arreglada y se despidió de Elías con un ligero beso. Al poco de estar aquí, había encontrado un trabajo como cantante en un local donde un grupo de músicos tocaba en directo y también se les dejaba el escenario a la gente para que tocara allí. Al ir hacia la puerta, Evelyn se detuvo un momento para hacerle unas carantoñas en la cabeza a Baxter. Cada día se encariñaba más con el perro.
Elías se levantó de la cama cuando Evelyn se fue y abrió el portátil, preparándose para trabajar un poco más en la nueva aplicación que estaba desarrollando antes de cenar. No sabía qué le depararía el futuro desde ahora en adelante, pero estaba a gusto con lo que había conseguido allí.
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- ¡Ah! ¡¿Pero qué...?! - gritó Elías del dolor y la sorpresa.
Evelyn volvió a levantar el cuchillo para dar otro golpe. Elías le dio un empujón en el estómago con ambos pies para separarla de él. Evelyn cayó hacia atrás, al suelo, soltando un gruñido por el golpe. Ambos se levantaron casi al mismo tiempo. Ella intentó apuñalarlo en el estómago, pero Elías le sujetó la muñeca a tiempo.
Evelyn tiró el cuchillo al suelo y, agarrando a Elías con ambas manos, le levantó en peso y lo lanzó contra una pared. El golpe lo dejó sin aliento y mareado. Con la vista borrosa, pudo ver como ella cogía de nuevo el cuchillo y se acercaba hacia él.
Baxter saltó hacia ella, mordiendo el antebrazo de la mano que tenía el cuchillo. Evelyn gritó sorprendida por el dolor mientras forcejeaba con el perro para que la soltara. Elías se levantó del suelo, aún recuperando el aliento e intentando enfocar la vista. Se abalanzó hacia Evelyn y la tiró al suelo con una llave y aún llevando a Baxter enganchado al brazo.
Elías buscó por el suelo mientras la inmovilizaba y su mano dio con los pantalones vaqueros que se había puesto esa noche. Cogió el cinturón y, juntando ambas manos de Evelyn, se lo ató en las muñecas.
- Baxter, suelta.
El bóxer soltó el brazo obedientemente, pero se quedó cerca de Evelyn, aún enseñando los dientes y gruñendo. Elías fue al baño y sacó un pequeño botiquín de primeros auxilios. Se echó un buen chorro de alcohol en el corte del hombro y se puso una gasa tapando la herida.
- ¿Qué coño pasa contigo? ¿A qué ha venido esto?
Elías se agacho a su lado y le cogió el brazo, observando la herida que le había provocado Baxter. Empezó a limpiar la herida con una gasa empapada en alcohol mientras la miraba preocupado. Un mar de sensaciones recorría el cuerpo de Evelyn. El agudo dolor de la herida, un sentimiento de vulnerabilidad ante ese hombre, una sensación de vergüenza por lo que había hecho. Nada de esto lo había sentido antes. Por fin, Evelyn estaba segura, este hombre era un nephilim que no tenía ni idea de lo que era ni de la guerra que se libraba en la tierra entre el cielo y el infierno.
- Yo, lo siento.
Elías la miró a los ojos y la creyó. Le costaba creer, esta chica le había abandonado y ahora le había intentado matar, pero vio sinceridad en sus ojos y quizá algo más. Siguió limpiando su herida y desinfectándola. Por suerte, el mordisco de Baxter no había causado muchos daños en el brazo y la herida era bastante superficial.
- Estaba asustada. No veía otra salida, pero me equivocaba.
- ¿Asustada de qué?
- Da igual, no me ibas a creer de todos modos. Déjame ir y te juro que no volverás a verme nunca.
- El otro día me dejaste tirado, ahora me atacas y me dices que es porque estás asustada. ¿De qué? ¿Qué es lo que te asusta?
- Estaba asustada de ti. De lo que eres.
Elías terminó de vendar su brazo y se echó hacia atrás, sentándose en el suelo delante de ella y apoyando la espalda en la cama.
- ¿De lo que soy?
- Sí. Tu eres un nephilim y yo una súcubo. Nuestras razas son enemigas.
- Tienes razón, no te creo. - dijo Elías pasándose una mano por la cara. - Nephilim, súcubos, esas cosas no existen. Joder, si ya prácticamente nadie cree en Dios.
- Puedo probarlo.
- ¿Qué...?
Elías se quedó a media frase cuando Evelyn comenzó a cambiar. Lentamente, sus uñas fueron creciendo hasta convertirse en garras. Se podía apreciar como algo se movía debajo de sus labios. Sus ojos pasaron del verde esmeralda hasta una tonalidad rojiza oscura. Entre su pelo surgieron dos cuernos que se enroscaban sobre si mismos. Evelyn se removió en el sitio, quedando sentada casi de lado, y una pequeña cola de color carne apareció ante la vista de Elías. Esta cola llegaba hasta la mitad del muslo de Evelyn.
- Así soy realmente. - dijo Evelyn y al hablar, Elías pudo apreciar como sus dientes se habían convertido en colmillos puntiagudos.
- ¿Cómo es esto posible?
- Nada es imposible. Gran parte de lo que farfullan esos necios con alzacuellos es cierto. No todo, desde luego, pero si bastante. Ángeles y demonios llevamos en guerra desde nuestra creación, desde que ese cabrón castigó a Lucifer por daros la capacidad de distinguir el bien del mal.
- ¿Entonces, Dios existe?
- Sí, pero no es tan amable y bondadoso como te han contado. Ni tan omnipotente. Y cuanto más decae la humanidad, menos seguidores tiene y menos fuerte es. Por eso, al final, mi raza vencerá.
- ¿Y eso no sería malo? ¿Fuegos, castigos, dolor?
- Para nada, esa es la publicidad que os han vendido. En el infierno hay libertad, verdadera libertad.
- ¿Y por qué estás aquí entonces y no allí?
Evelyn sonrió durante un instante al oír la pregunta. No estaba mal planteada y era una duda más que razonable.
- Porque la esencia vital de una persona viva es mucho mejor que lo que podría conseguir allí. Además, para nuestra raza, las sensaciones son más intensas aquí. ¿Por qué te crees que existes tú si no?
- ¿Cómo?
- Eres un nephilim, por tus venas corre la sangre de los ángeles. Los muy hipócritas nos tildan de malvados y lujuriosos cuando ellos mismos caen en la tentación de follar con los humanos. Dime, ¿Conociste a tu madre?
- No, me crió mi padre. Siempre me decía que mi madre estaba en el cielo y que era un ángel. Siempre pensé que estaba muerta y esa era una forma de hablar.
- Ya sabes la verdad.
- ¿A qué te refieres con la esencia vital de una persona?
- Los súcubos nos alimentamos de la esencia vital de una persona cuando estamos follando.
- ¿Y eso la mata?
- Sí. - dijo bajando la vista.
- Entonces, ¿Cómo es que no sois los malos si vais matando a gente?
- Porque no es culpa nuestra. Es la maldición que se nos otorgó, no podemos luchar contra ello.
- Pero tú misma has dicho que prefieres estar aquí porque la esencia que consigues de una persona viva es mejor. Tenéis elección y preferís matar a gente. - dijo Elías alzando la voz y levantándose del suelo.
- ¿Alguna vez has tenido hambre? Hambre de verdad, que no tienes energía para nada, hueles la comida desde la distancia, te mareas, no puedes concentrarte en nada. Y entonces alguien te da un pedazo de pan, solo un pedazo. Lo devoras al instante y solo te sirve para recordarte cuán hambriento estás. Así es para nosotros alimentarnos en el infierno, por lo que no, no tenemos mucha elección.
Elías volvió a mirarla y la vio pequeña, frágil, con lágrimas al borde de los ojos. Ya nada quedaba de la esbelta y exuberante mujer que había sido antes. Algo dentro de él se apiadó de ella. Cogió la sábana de la cama y Evelyn se acurrucó aún más cuando él se acercó hacia ella, aunque lo único que hizo fue taparla con la sábana. Elías se puso unos calzoncillos y se sentó en la cama.
- ¿Cómo es que yo no estoy muerto?
- Por ser un nephilim, tu esencia es distinta.
- ¿Cómo de distinta?
- Tienes más, y de mejor calidad. Tras follar contigo dejé de notar esa sensación de necesidad durante un tiempo.
En ese momento, un ruido en la puerta llamó la atención de ambos. La puerta se abrió de un portazo y un hombre negro, muy alto, entró por ella. Al instante los vio y, sin decir ni una palabra, fue hacia ellos. Evelyn dio un pequeño grito y se levantó, alejándose de él hasta que la pared le impidió retroceder más.
- ¿Qué coño haces? - preguntó Elías levantándose de la cama e interponiéndose en su camino.
El hombre le dirigió una ligera mirada, antes de volver a mirar fijamente hacia Evelyn. Ignorándolo por completo, siguió cruzando la sala hacia ella. Elías se adelantó y lanzó un puñetazo directo contra su cara. El golpe fue duro y resintió la muñeca de Elías, pero el hombre ni se inmutó.
Le sujetó el brazo con el que le había golpeado. Elías gritó de dolor por la fuerza de este agarre. El hombre llevó la mano hasta la cabeza de Elías, agarrándosela y poniendo la palma en su frente. Una luz blanca surgió de la mano, cegando momentáneamente a Elías, y, después, nada. Nada pasó. Elías sintió como la fuerza con la que le agarraba el brazo disminuía y abrió los ojos. Vio duda y sorpresa en la cara del hombre.
En ese momento, Baxter, que había estado ladrando, se lanzó hacia el hombre, mordiendo el brazo con el que sujetaba a Elías. Este le soltó, yendo hacia atrás y cogiendo al perro por el cogote para intentar quitárselo de encima. Evelyn salió de su estupor y, corriendo al lado de Elías, le cogió una mano y tiró de él hacia afuera del piso.
- Vamos, ahora. ¡Corre!
Salieron al pasillo corriendo y se dirigieron hacia los ascensores. Por suerte, no había nadie que pudiera haber visto pasar corriendo a él, en calzoncillos, y a ella, completamente desnuda. Cuando llegaron al ascensor, el eco del pasillo les trajo el sonido de un gimoteo lastimero de Baxter. Elías se dio la vuelta y vio salir a Baxter corriendo del piso hacia ellos, apenas unos segundos después, por la misma puerta salió el hombre negro.
Elías se apresuró a darle al botón del parking, mientras mantenía la puerta abierta para que entrara Baxter. El hombre echó a correr hacia ellos, pero, en cuanto Baxter entró en el ascensor, Elías dejó que la puerta se cerrara, justo ante las narices del hombre.
Llegaron al parking y fueron hacia el coche de Elías. Por suerte, este tenía una bolsa con algo de su ropa en el maletero. Siempre la tenía ahí por si sucedía cualquier tipo de incidente y necesitaba ropa. Se puso una camiseta y unos vaqueros y le prestó a Evelyn la ropa interior y la chaqueta. Por desgracia no tenía más, pero con esto debería de bastar para cubrirla un poco.
- Vámonos, tenemos que salir de aquí. - le apresuró Evelyn
- Sí, sube al coche.
Salieron del edificio y, aunque no vieron más rastro del hombre negro, Evelyn seguía intranquila.
- ¿Lo conocías? Parecía que iba a por ti.
- No, específicamente a él no lo conocía, pero era un ángel.
- ¿Un ángel? ¿No tendría que tener alas y ser de los buenos? - dijo sujetándose el antebrazo donde le había agarrado y apretado.
- Ellos también pueden hacerse pasar por humanos. Y, seguramente, te habría ignorado si no le hubieras pegado.
- ¿Eso blanco que ha hecho...?
- Te ha intentado desterrar. No te ha afectado por ser un nephilim. Si hubieras sido humano habrías muerto al instante. A mí, me habría quemado el alma.
- Mierda. ¿Qué hacemos ahora? ¿Crees que seguirá por allí?
- Seguro, habrá pedido refuerzos y no dejarán de vigilar tu casa. Sé adónde podemos ir. Gira por aquí.
Evelyn siguió guiándole a través de la ciudad hasta que llegaron al barrio Eliseo. Elías no se sentía cómodo de estar a esas horas de la noche en ese barrio. Tragando saliva fue siguiendo las indicaciones de Evelyn hasta que llegaron a la puerta de una discoteca que se llamaba X.
Aparcaron cerca y en vez de dirigirse a la puerta principal, Evelyn se internó por un callejón. Llegaron a una puerta con un cartel que ponía: “Solo trabajadores.” y Evelyn la golpeó dos veces. Un hombre alto, completamente vestido de negro y muy musculado, abrió la puerta.
- ¿Sí? ¿Qué quieres? - preguntó con una voz grave.
- Necesito hablar con el jefe.
El hombre los miró a ambos de arriba abajo y señaló con la cabeza hacia Elías.
- Viene conmigo. Es un nephilim.
- Hummm. No le va a gustar.
El hombre se apartó de la puerta dejándoles pasar. Muy amortiguado por las paredes, les llegaba el sonido de la música electrónica de la discoteca. Evelyn conocía el sitio y rápidamente se internó por una puerta y Elías se apresuró a seguirla.
Cruzaron por un pasillo del que salían muchas puertas. Elías miró por una que estaba abierta y vio una sala vacía con un gran artilugio metálico en forma de X, tan grande como una persona y con unas correas colgando de él. Empezó a preguntarse qué sería cuando el sonido de un latigazo y un grito resonó en el pasillo.
- Vamos, no te distraigas. - le apresuró Evelyn.
Por una puerta entornada pudo ver como una mujer estaba en un cepo, quedando su cuerpo en un ángulo de noventa grados, mientras otra mujer detrás le golpeaba el culo con una fusta. De otras puertas, salían los sonidos amortiguados de gemidos, gritos y golpes.
Por el pasillo se cruzaron con un hombre y una mujer que iban en la dirección contraria. La mujer llevaba un collar de cuero rojo con una cadena que terminaba en las manos del hombre. Elías tuvo el impulso de querer pararlos, pero al mirar los ojos de la mujer se detuvo. En ellos solo había lujuria y satisfacción.
El pasillo hacía unos cuantos giros, no era completamente recto y, en uno de esos giros, se internaron por otro tramo de pasillo que tenía una señal de prohibido el paso. Aquí el pasillo ya no tenía puertas a los lados, solamente una al final. Evelyn la cruzó sin siquiera pararse a llamar. Al otro lado de la puerta había una sala acogedora, unos sofás y una mesita a un lado, una barra vacía al otro y un montón de bebidas detrás. La sala estaba completamente vacía.
- Vale, espera aquí, voy a hablar con alguien que puede ayudarnos.
- No tardes mucho. - le dijo agarrándole la mano para pararla.
- No te preocupes, aquí estás a salvo. Pero si viene alguien, intenta pasar desapercibido.
Evelyn le dio un beso obligándole a abrir la boca con su lengua.
- Sírvete lo que quieras.
Evelyn desapareció por la puerta que había al otro lado de la sala. Elías no tenía ganas de tomarse nada, por lo que simplemente se sentó en uno de los sofás. Sacó el móvil y miró la hora. Las cinco de la mañana. En su cabeza daban vueltas los recuerdos de esta noche. Como su mundo y todo lo que conocía se podía poner patas arriba en menos de una hora. El sonido de una puerta lo sobresaltó. No era la puerta por la que se había ido Evelyn, sino por la que habían entrado en la sala.
Una mujer entró por ella. Alta, un poco más alta que Elías, con una larga melena rubia que le llegaba hasta los muslos. Llevaba unas botas negras con un tacón de aguja y que le llegaban un poco por encima de las rodillas. La mujer se dirigió tras la barra y cogió una de las botellas. Al darse la vuelta, a Elías le dio un pequeño vuelco el corazón y casi se atraganta con su propia saliva. La mujer solo llevaba un corsé que dejaba completamente a la vista sus tetas. No eran excesivamente grandes, pero el efecto del corsé hacía que se levantaran y se apretaran entre sí, formando un canalillo tan apretado que podría haber sostenido una hoja de papel.
- Hola. ¿Eres nuevo por aquí? - preguntó mientras echaba un largo chorro de la botella que había cogido en una coctelera.
- Emmm. Sí.
La mujer cogió otras botellas, echando también parte de su contenido en la coctelera. Cuando terminó, empezó a agitarla, haciendo que sus tetas se movieran al compás. Elías se quedó embobado mirando los patrones hipnotizantes que formaban los pequeños pezones rosas.
- ¿Quieres un poco? - preguntó con un tono divertido, como si le hiciera gracia la situación.
- No. Gracias. - respondió Elías saliendo de su estupor.
Echando el contenido de la coctelera en un vaso con hielo, la mujer salió tras la barra dirigiéndose hacia él. En ese momento, Elías se dio cuenta de que no solo sus tetas las tenía al aire. Debajo del corsé no llevaba nada. Tenía un coño pequeño, en el que se podían apreciar tanto los labios mayores como menores y el capuchón del clítoris, sobre este había una pequeña línea de pelo rubio. La mujer se sentó en el sillón que quedaba a su lado, sin hacer siquiera el intento por cruzar las piernas para dejar a Elías sin aquella maravillosa vista.
- Mmmm. Eres el nuevo juguete de Evelyn, ¿no? - dijo tras inspirar profundamente.
- ¿Qué? - preguntó, aún aturdido por las vistas, Elías.
- Hueles a ella. Yo soy Fanny, por cierto. - dijo dándole un largo trago al vaso.
- Encantado de conocerte.
- No me cabe la menor duda, no me has quitado el ojo de encima desde que he entrado.
- Ejem, sí. Lo siento.
Elías apartó la vista, sonrojado por las palabras de Fanny. Una ligera risa atrajo otra vez su mirada.
- No tienes porqué disculparte, querido. Si no quisiera atraer miradas me pondría algo más de ropa.
Fanny se levantó y fue a sentarse a su lado. Apoyó un brazo en su hombro, dejando caer todo el peso de su teta encima del brazo de Elías. Con la otra mano, giró la cara de Elías hacia ella, haciendo que sus labios quedaran a escasos centímetros.
- Dime. ¿Evelyn te ha dejado aquí solo?
- Sí, ha entrado un momento...
- Shhh... - le cortó Fanny poniéndole un dedo en sus labios. - Yo podría hacerte compañía.
Fanny se acercó lo poco que los distanciaba, haciendo que sus labios se juntaran en un ligero beso que fue ganando intensidad, sacó su lengua, lamiendo los labios de Elías. Él ya sospechaba que ella sería otra súcubo, como Evelyn, pero sus sospechas se confirmaron al sentir el ligero estupor que había sentido cuando se había besado con Evelyn.
Fanny puso la mano en el muslo de él y la fue subiendo hasta llegar a su paquete. Le sujetó la polla por encima de los pantalones. El que no llevara calzoncillos ayudó bastante a que fuera ganando tamaño rápidamente. Prácticamente le estaba haciendo una paja por encima de la ropa cuando se separaron del beso. Elías, sujetándola por los hombros, la apartó ligeramente, pero con firmeza de él.
- Para Fanny.
En su cara se dibujó la sorpresa y la incredulidad. Sin duda, ella pensaba que él era un simple humano y que a estas alturas ya debería de haber caído en su influjo. Antes de que acertara a reaccionar, la puerta por la que se había ido Evelyn se abrió y esta entró en la sala. Se quedó parada, mirando fijamente la escena.
- Lo siento Fanny. Pero esta noche no.
- Qué coño, Evelyn. ¿Sabes acaso lo que es?
- Sí, y por eso nos tenemos que ir. Vamos Elías, levanta.
Elías se levantó rápidamente, intentando colocar la erección de manera que no fuera tan visible, en vano. Dejando a una aturdida Fanny aún sentada en el sofá, Evelyn y Elías salieron de vuelta al largo pasillo.
- Yo... Lo siento... - empezó a disculparse Elías.
- ¿Qué?
- Se me echó encima y...
- Ahh, no te preocupes por eso. Ella y yo hemos compartido a muchos y muchas otras noches. Y si no fuera por las circunstancias de esta noche, quizá hasta estaríamos compartiendo una de estas habitaciones los tres, pero ahora tenemos prisa.
Elías no sabía bien qué decir, por lo que optó por no decir nada y seguirla hacia fuera del edificio. Al salir, fueron hacia su coche, donde Baxter les esperaba tranquilo en el asiento de atrás. Volvieron a ponerse en marcha y Evelyn volvió a guiarle por el laberinto de calles.
- Bueno. ¿Y ahora qué? - preguntó Elías.
- Ahora vamos a recoger unas cosas a mi casa y, después, nos vamos de la ciudad.
- ¿Perdona? ¿Cómo que nos vamos de la ciudad?
- Aquí ya no estamos seguros. Si me encontraron en tu casa, es que ya están sobre mi pista.
- Pero yo no tengo nada que ver con vuestra guerra.
- Aún quitando el hecho de que has defendido a una súcubo de un ángel, si volvieras a tu casa querrán interrogarte. Eso como poco. Y créeme, no te iba a apetecer uno de sus interrogatorios. Además, que ya deben de estar buscándote por toda la ciudad.
- Pero... Toda mi vida está aquí.
- Gira por aquí. - le dijo cuando llegaron a un cruce. - ¿Te has dejado algo imprescindible en casa?
- El ordenador. - dijo Elías tras repasar mentalmente las pocas posesiones que tenía en la vida. - Tengo todo mi trabajo en él.
- ¿No tienes copias de seguridad en algún servidor?
- No de todo, pero sí. Podría valerme con eso.
- Perfecto, porque no vamos a poder volver a tu casa.
- ¿Y a dónde vamos? ¿Cuándo?
- Esta noche, mis amigos de la Guarida van a crear una distracción para nosotros. Voy a recoger unas cosas y nos vamos a la ciudad de Los Ángeles.
- ¿A la ciudad de...? - empezó a preguntar mientras se le enredaba la lengua.
- A Los Ángeles, la ciudad. A pesar de su nombre, no está dominada por ellos. Allí estaremos seguros. Entra en este garaje.
Una puerta de garaje se abrió en un edificio delante de ellos. Elías metió el coche, aparcándolo al lado de un deportivo rojo que encontraba allí. Evelyn se bajó rápidamente y se dirigió hacia la puerta de salida del garaje.
- Espérame aquí, vuelvo en un minuto.
- Muy bien.
Un quejido de Baxter atrajo su atención cuando ella se fue. Acariciando la cabeza del perro, Elías intentaba poner en orden sus pensamientos. Lo que había vivido esa noche le parecía una locura y aún le costaba creerlo. Si no lo hubiera visto con sus propios ojos...
Sorprendentemente, Evelyn tardó poco y enseguida apareció con una maleta. Elías se bajó para abrir el maletero y ayudarla a cargar las cosas, pero Evelyn abrió con el mando el deportivo a su lado.
- Vamos a cambiar de coche. El tuyo puede que lo conozcan ya.
Eso tenía algo de sentido, por lo que Elías no quiso discutirlo y se apresuró a sacar todas sus cosas del coche. Ya en el deportivo de Evelyn, salieron del garaje y se dirigieron a toda prisa hacia las afueras de la ciudad. Sea lo que sea que hicieron los demonios de X como distracción debió funcionar, pues no se encontraron ningún problema en el camino.
La casa en la que residían en Los Ángeles no era muy distinta al piso en el que vivía Elias antes. Tenía una única habitación grande, separada con unos biombos de madera que ellos habían quitado nada más llegar. Ahora tenían un gran salón en una esquina de la habitación, una pequeña cocina en otra y una cama en la tercera. La esquina desocupada simplemente la usaban como pequeño recibidor. La única habitación separada por una puerta era el cuarto de baño.
En la casa resonaban los gemidos de Evelyn. No era algo muy difícil al ser una casa diáfana, sin apenas paredes que contengan el sonido de la carne chocando entre sí. Encima de la cama, Evelyn estaba a cuatro patas mientras Elías tiraba de su pelo, forzándola a mirar hacia arriba y se la metía a una increíble velocidad. Por las piernas de Evelyn caía un río de fluidos, una mezcla entre los suyos propios y el líquido preseminal de él.
- ¡Así, así! ¡Dame fuerte! ¡Más! ¡Más! ¡Más!
Elías empujó su cabeza contra el colchón, haciendo que el pecho de Evelyn se apoyara en este y el culo se quedara completamente levantado. Él se puso de cuclillas encima de ella y se la volvió a meter de un solo golpe. Se la sacó lentamente y volvió a dejarse caer, haciendo que la gravedad le ayudara a que la penetración fuera más dura y fuerte.
Un chorro de flujos salió casi a presión del coño de Evelyn, empapando los huevos de Elías y la cama, que ya estaba encharcada. Elías la sujetó por la mejilla, metiendo dos dedos en su boca. Ella los lamió como si fuera una polla que la invadía.
- Me voy a correr perra.
- No. Un poco más. Dame más. - decía entre balbuceos y aún con los dedos en la boca.
Elías aumentó aún más el ritmo y, con un gemido gutural, se dejó caer por última vez. La cabeza de su polla se incrustó contra su cérvix y empezó a dejar salir todo el semen que habían acumulado sus pelotas. Evelyn sintió ese calor inundándola y volvió a correrse entre espasmos, haciendo que sus piernas fallaran y se quedara tumbada sobre la cama con Elías encima de ella.
Cuando los calambres por el orgasmo cesaron, Elías se levantó. Evelyn estaba aún tumbada, con los ojos en blanco, con la lengua fuera haciendo un charco de babas en las sábanas y un hilito de semen brotando entre los labios de su coño.
Elías miró la hora en su móvil, aún quedaban treinta minutos para que Evelyn tuviera que irse a trabajar y sabía que ella aún no estaría satisfecha. Cogiéndola por un tobillo, le dio la vuelta dejándola boca arriba. Sus ojos idos empezaban a volver y le miró con una sonrisa que volvió a ponerle la polla dura al instante.
Levantándole las piernas desde los tobillos, Elías se situó de rodillas justo detrás de ella. Evelyn cogió sus piernas desde las rodillas, atrayéndolas más hacia sí misma y dejando sus tetas apretadas entre sus muslos. Elías abrió su coño con ambos pulgares, provocando que una cascada de semen saliera de dentro de ella. Pasó la cabeza de su polla a lo largo de su coño, esparciendo el semen por todas partes. Se la sujeto un momento para encararla con la entrada y, de un empujón seco de su cadera, se la incrustó por completo. Los ojos de Evelyn volvieron a ponerse blancos al echar la cabeza hacia atrás.
Elías empezó un bombeo fuerte pero lento, embobado mirando cómo las grandes tetas de Evelyn se mecían adelante y atrás, al compás de los envites que hacía su cadera. Al rato de estar follándosela así, se echó sobre ella, poniendo las manos en sus piernas y llegando hasta su boca. Las lenguas salieron al húmedo encuentro, intercambiando lametazos y saliva en el aire. Elías estiró las piernas, sin haberla sacado de su interior, y sirviéndose del armazón de la cama como apoyo, comenzó a hacer flexiones encima de ella. Se levantaba, sacándola casi por completo, para luego dejarse caer de nuevo, provocando así una penetración muy fuerte que golpeaba con el fondo de su coño. Así estuvieron hasta que Evelyn le rodeó la cintura con las piernas, limitando su margen de movimientos, y abrazándole con ambos brazos mientras sus largas uñas trazaban líneas rojas en su espalda. Sentir cómo las paredes de su coño aplastaban su polla, como queriendo exprimirla, hizo que Elías se volviera a correr otra vez dentro de ella.
- Joder. Cada vez follas mejor. - dijo Evelyn soltando su agarre poco a poco.
- Y cada vez me afecta menos que te alimentes de mí.
- Perfecto, porque cuando vuelva querré un vasito de leche antes de irme a dormir.
Con un ligero beso, Evelyn se levantó de la cama y se metió al baño a limpiarse un poco. Elías se quedó un rato tumbado, pensando en cómo había cambiado su vida en estas dos semanas. Tras el viaje a Los Ángeles, los demonios de X les habían dado un piso seguro, donde estaba ahora mismo, y no había vuelto a tener ningún encontronazo con ningún ángel. Evelyn seguía en contacto con los demonios de X, pero no le había dado muchos detalles al respecto.
Al día siguiente de haber llegado a Los Ángeles, Elías había llamado a Bobby para decirle que había salido de la ciudad y avisarle de que no pasara por su casa. No le había contado nada de demonios ni ángeles y quería mantenerlo al margen de todo. A la semana siguiente le puso al día de su mudanza a Los Ángeles, le puso la excusa de que había encontrado a Evelyn y se había mudado aquí por ella. Que total, tampoco estaban tan lejos y podrían quedar algún que otro día. No le gustaba mentirle, sobre todo a su mejor amigo, pero bueno, estrictamente hablando, tampoco era del todo una mentira.
Si que era verdad que la había encontrado, y que se había mudado por ella. No en vano, ahora mismo vivían juntos y follaban más que una pareja de adolescentes hormonados. Aunque esto tampoco es que se debiera tanto al amor, como al acuerdo al que habían llegado para que ella se alimentara de él y no tuviera que matar a nadie más. La primera semana fue dura para Elías, la pérdida de tanta esencia vital había hecho que estuviera decaído, como si le faltara el ánimo y estuviera deprimido todo el día. Pero ahora, cada vez aguantaba mejor y le afectaba menos los hábitos alimentarios de Evelyn, aunque su apetito sexual no se hubiera reducido lo más mínimo.
Evelyn salió del cuarto de baño completamente arreglada y se despidió de Elías con un ligero beso. Al poco de estar aquí, había encontrado un trabajo como cantante en un local donde un grupo de músicos tocaba en directo y también se les dejaba el escenario a la gente para que tocara allí. Al ir hacia la puerta, Evelyn se detuvo un momento para hacerle unas carantoñas en la cabeza a Baxter. Cada día se encariñaba más con el perro.
Elías se levantó de la cama cuando Evelyn se fue y abrió el portátil, preparándose para trabajar un poco más en la nueva aplicación que estaba desarrollando antes de cenar. No sabía qué le depararía el futuro desde ahora en adelante, pero estaba a gusto con lo que había conseguido allí.
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1 comentarios - Las noches de Green City - Capítulo final