Es un fin de semana, despierto relajado por el canto de los pájaros, con un rayo de sol traspasando sutilmente las cortinas y atravesando toda la habitación. Me desperté igual que siempre en un fin de semana, relativamente tarde. Noto que no hay nadie en la cama por lo que supongo que mi madre se levantó antes que yo.
Me paro y voy al baño a hacer mis primeras necesidades del día, momento que recuerdo que antes de dormirme ella pidió permiso para ir a bañarse. Verdaderamente está siguiendo las reglas al pie de la letra. Eso me excita, pensar en su sumisión absoluta y que eso además le gusta, o al menos eso parece.
Inmediatamente al salir del baño voy a la cocina, donde la encuentro con sus hermosos senos al aire, su trasero añejado con la edad pero todavía firme. Está ahí parada desnuda frente a la cocina, haciendo unos huevos revueltos.
—Buenos días, madre —anuncio para denotar mi presencia.
—Hola, amo. ¿Cómo dormiste? Parece que bastante bien viendo la hora que es —me contesta para luego seguir cocinando.
—Tienes razón. Dormí bastante bien anoche, uno duerme bien cuando la pasó bien en el día.
—Que bueno. Siéntate si quieres, estoy haciendo huevo revuelto para comer con pan.
Hago caso y me siento en la mesa esperando que esté lista la comida. Pasan unos cuantos minutos y ella sirve lo que preparó, para así empezar a comer. Los hizo tal cual como me gustan, el pan tostado sin estar demasiado blanco ni dorado, al huevo le echó tocino y no los cocinó demasiado como para estar secos ni muy poco como para estar crudos.
—Te quedó muy bueno el desayuno —le digo después de terminar la comida.
—Gracias, que bueno que te haya gustado —responde ella—. ¿Qué vamos a hacer hoy?
—Vamos a jugar algo ahora, espérame —contesto sádicamente.
Voy al patio, donde tenemos un pequeño almacén. Agarro un par de cuerdas que tenemos ahí las cuales voy a necesitar para el juego y luego vuelvo a la casa.
—Vamos a la habitación —ordeno inmediatamente después de entrar, con las cuerdas en la mano dando a entender un poco mis planes.
—De acuerdo —replica ella.
Al estar en la habitación, le ordeno que se acueste e inmediatamente empiezo a atar sus extremidades a la cama. Ella no pone resistencia, acepta plenamente lo que pueda venir. Cuando termino de atarla, saco un vibrador que compré una de las veces que fui a la sexshop el cual tenía guardado en mi mesa de noche.
—¿Sabes cuál va a ser el juego? —pregunto sin miramientos.
—Supongo que vas a "torturarme" con el vibrador, ¿no? —dice ella.
—Técnicamente sí, pero el juego va a ser este: quiero que trates de no venirte lo más posible y si lo haces, recibirás un castigo. Tienes que durar al menos 40 minutos.
—De acuerdo, ¿cuál va a ser el castigo?
—Te voy a dar un latigazo por cada minuto faltante para lograr el reto —exclamo y procedo a sacar un látigo que tenía guardado en la mesa de noche.
—Ok, de acuerdo. Me gusta la idea.
Al aceptar, enciendo inmediatamente el vibrador y lo acerco a su clítoris. Ella primero no tiene reacciones, pero poco a poco empieza a gemir más y más. Pasamos un largo rato en el que ella trata de no venirse, aguantando con toda su fuerza para no hacerlo. Tarde o temprano tenía que alcanzar su límite, el cual llegó después de unos 32 minutos. Empieza a tener fuertes espasmos en todo su cuerpo y libera un gran chorro que moja la cama con sus jugos mientras gime casi gritando del placer y dolor que contenía.
—Parece que no lo lograste —declaro con una gran sonrisa en mi boca.
—Sí, creo que perdí. Parece que me tocaran unos cuantos latigazos —manifiesta ella, todavía sobresaltada de la fuerte corrida que tuvo.
—Van a ser exactamente ocho. Prepárate, no voy a ser suave —anuncio mientras al mismo tiempo hago sonidos con el látigo.
La desato y coloco de espaldas, para ahora atar sus manos y piernas. Al estar inmovilizada doy el primero en su trasero el cual se pone rojo marcando donde estuvo el látigo. Ella da un pequeño grito, para el que respondo con otro azote ahora en su espalda y libera un grito aún mayor. Los otros seis latigazos se los doy por todo su cuerpo, senos, abdomen y espalda; cada uno conllevaba un grito de ella, pero en ningún momento pidió que parara.
Cuando termino mi juego con ella, estoy tan excitado que mi pene por si solo sale de la ropa interior que tengo puesta. Mi madre al ver mi erección, atada como está, se mueve con intención de hacerme una felación. Lame poco a poco mi miembro viril, haciéndolo ponerse más empinado todavía. Yo la coloco a ella boca arriba en la cama, en posición para que mi pene pueda entrar con total libertad en su boca, aprovechando que está atada y empiezo a hacerle una garganta profunda.
Su saliva chorrea por su cara mientras comienza a hacer fuertes sonidos lascivos. Siento a mi pene llegar profundo en toda su garganta, su lengua juguetea con mi falo incluso cuando ella está peleando por obtener aire en los pocos momentos donde saco mi miembro. Al estar tan excitado del juego anterior que hicimos no logro durar mucho, corriéndome así por toda su cara, para lograr percibir como mi semen se combina con la saliva que anteriormente liberó ella misma.
Terminado el momento de nuestro juego que concluyó con mi corrida, la libero de sus ataduras para seguir con mis planes del resto del día. Ahora tengo planeado ir a la sexshop para comprar un par de cosas. Me arreglo para salir, me baño y me pongo ropa decente.
—Ma, ahora me voy un rato. No demoro mucho.
—De acuerdo, amo. Que te vaya bien —verbaliza mientras sigue en su sobresalto por el éxtasis que vivió hace poco.
Salgo y voy caminando hacia la sexshop. De camino hacia la tienda, me doy cuenta que hay bastantes chicas en la calle. "Si logré hacer que mi madre me aceptara como su macho, ¿no lo podría hacer con otras mujeres?" me planteo mientras sigo de camino a mi destino. Cuando llego, compro un collar de perro junto a su correa. Posteriormente, voy a una tienda de mascotas; me llevo un saco pequeño de comida para perro y un plato.
Al terminar mis compras regreso a mi casa. Sigo con mis pensamientos: "¿Qué tan factible sería en un mundo como el mío armar un pequeño harem?", lo seguiré pensando otro día ya que llego a la casa. Cuando abro la puerta veo a mi madre dirigiéndose a la cocina, aprovecho y voy detrás de ella sigilosamente para colocarle el collar que compré, cuando lo hago da un grito del susto ya que no sabía que estaba en la casa.
—Hola, madre. Ya volví —enuncio mientras me río.
—Ah, eres tú. Me había asustado —dice seriamente—. ¿Esto qué es?
—Es un collar de perro, para que sepas lo que eres, mi perra. Eso fui a comprar
—Ah, ok. Entiendo.
—Viene con su correa y todo, vamos al patio a probarla —planteo mientras le coloco la correa.
Salimos al patio, el cual es privado ya que está cerrado con un muro de cemento. Es un poco grande, de hecho estaba diseñado para dejar a los perros ahí, aunque nunca tuvimos uno... hasta ahora. Le ordeno que camine en 4 patas, a lo cual obedece sin rechistar. Caminamos por todo el patio con ella amarrada como si de verdad fuera una perra.
—Quiero que orines el muro —le ordeno.
—Lo haré si eso quieres, amo —responde ella.
Empieza mojar la pared con su líquido amarillo, orinando con una pierna arriba como lo hacen los caminos, liberando todo su fluido en el muro.
—Abre la boca —exijo mientras saco mi pene.
Ella destapa su orificio, yo escupo adentro y se traga toda mi saliva. Con mi pene ya afuera, empiezo a mear dentro de su boca lentamente para que pueda tragar, mi orina la degluta poco a poco, sin apuro. Acabando de orinar, sin nada más que hacer afuera, ya habiendo cumplido la intención de dejarla como una perra; determino que regresemos a la casa.
Pasamos el resto del día sin hacer mucho más, ella limpia la casa y yo simplemente paso el rato jugando videojuegos y con el celular. Pero, cuando llega la noche, antes de irnos a dormir, quiero hacer un último juego. Ella se mete a la habitación a dormir y se lo propongo.
—Vamos a jugar a algo similar a lo de la tarde —decreto con las cuerdas en la mano.
—Ok. ¿Ahora qué? —cuestiona ella.
—Va a ser mucho más sencillo ahora, ya verás.
La ato a la cama nuevamente y saco el vibrador. Hago lo mismo que la última vez, pero ahora el juego es hacerla venir la mayor cantidad de veces posible. Pongo especialmente énfasis en su clítoris para llevarla al orgasmo más rápido. A lo largo de solo unos 20 minutos mientras le meto los dedos al mismo tiempo que el vibrador está en su punto g, se viene 2 veces.
—Amo, ¡me vas a volver loca! —exclama mientras gime alocadamente.
—Es el punto —le respondo mientras aumento aún más la potencia.
Transcurren otros 30 minutos, hasta que estoy tan excitado de ver su éxtasis que saco mi miembro y sin consultar empiezo a penetrarla fervientemente. Está tan húmeda que mi pene más que entrar, resbaló dentro de ella. Empiezo a moverme bruscamente mientras sigo molestando su clítoris con el vibrador.
Cuando siento que nuevamente se va a venir, que su vagina empieza a apretar, ya no puedo aguantar más y me corro lo más en el fondo posible. Terminados los dos, llenos de sudor y líquidos resultados de la lujuria, la desato y nos vamos a bañar. Dentro del baño seguimos jugueteando un rato pero sin pasar de eso, jugueteos. Al acabar de bañarnos, nos vamos a acostar para así finalizar un día bastante enajenado.
Recordar nuevamente que, lo que me motiva a seguir creando relatos son los puntos que me dejan; es lo que determina si sigo o no con una saga. Hablando de eso, no creo que esta saga dure mucho más, quedé en un bloqueo creativo con ella. La verdad no quiero verme obligado a traer nuevos personajes, pero creo que es la mejor forma de alargar la saga, ¿o prefieren que la termine? No sé, pueden dar ideas, aunque aseguro que al menos 2 relatos más de esta saga van a haber.
Me paro y voy al baño a hacer mis primeras necesidades del día, momento que recuerdo que antes de dormirme ella pidió permiso para ir a bañarse. Verdaderamente está siguiendo las reglas al pie de la letra. Eso me excita, pensar en su sumisión absoluta y que eso además le gusta, o al menos eso parece.
Inmediatamente al salir del baño voy a la cocina, donde la encuentro con sus hermosos senos al aire, su trasero añejado con la edad pero todavía firme. Está ahí parada desnuda frente a la cocina, haciendo unos huevos revueltos.
—Buenos días, madre —anuncio para denotar mi presencia.
—Hola, amo. ¿Cómo dormiste? Parece que bastante bien viendo la hora que es —me contesta para luego seguir cocinando.
—Tienes razón. Dormí bastante bien anoche, uno duerme bien cuando la pasó bien en el día.
—Que bueno. Siéntate si quieres, estoy haciendo huevo revuelto para comer con pan.
Hago caso y me siento en la mesa esperando que esté lista la comida. Pasan unos cuantos minutos y ella sirve lo que preparó, para así empezar a comer. Los hizo tal cual como me gustan, el pan tostado sin estar demasiado blanco ni dorado, al huevo le echó tocino y no los cocinó demasiado como para estar secos ni muy poco como para estar crudos.
—Te quedó muy bueno el desayuno —le digo después de terminar la comida.
—Gracias, que bueno que te haya gustado —responde ella—. ¿Qué vamos a hacer hoy?
—Vamos a jugar algo ahora, espérame —contesto sádicamente.
Voy al patio, donde tenemos un pequeño almacén. Agarro un par de cuerdas que tenemos ahí las cuales voy a necesitar para el juego y luego vuelvo a la casa.
—Vamos a la habitación —ordeno inmediatamente después de entrar, con las cuerdas en la mano dando a entender un poco mis planes.
—De acuerdo —replica ella.
Al estar en la habitación, le ordeno que se acueste e inmediatamente empiezo a atar sus extremidades a la cama. Ella no pone resistencia, acepta plenamente lo que pueda venir. Cuando termino de atarla, saco un vibrador que compré una de las veces que fui a la sexshop el cual tenía guardado en mi mesa de noche.
—¿Sabes cuál va a ser el juego? —pregunto sin miramientos.
—Supongo que vas a "torturarme" con el vibrador, ¿no? —dice ella.
—Técnicamente sí, pero el juego va a ser este: quiero que trates de no venirte lo más posible y si lo haces, recibirás un castigo. Tienes que durar al menos 40 minutos.
—De acuerdo, ¿cuál va a ser el castigo?
—Te voy a dar un latigazo por cada minuto faltante para lograr el reto —exclamo y procedo a sacar un látigo que tenía guardado en la mesa de noche.
—Ok, de acuerdo. Me gusta la idea.
Al aceptar, enciendo inmediatamente el vibrador y lo acerco a su clítoris. Ella primero no tiene reacciones, pero poco a poco empieza a gemir más y más. Pasamos un largo rato en el que ella trata de no venirse, aguantando con toda su fuerza para no hacerlo. Tarde o temprano tenía que alcanzar su límite, el cual llegó después de unos 32 minutos. Empieza a tener fuertes espasmos en todo su cuerpo y libera un gran chorro que moja la cama con sus jugos mientras gime casi gritando del placer y dolor que contenía.
—Parece que no lo lograste —declaro con una gran sonrisa en mi boca.
—Sí, creo que perdí. Parece que me tocaran unos cuantos latigazos —manifiesta ella, todavía sobresaltada de la fuerte corrida que tuvo.
—Van a ser exactamente ocho. Prepárate, no voy a ser suave —anuncio mientras al mismo tiempo hago sonidos con el látigo.
La desato y coloco de espaldas, para ahora atar sus manos y piernas. Al estar inmovilizada doy el primero en su trasero el cual se pone rojo marcando donde estuvo el látigo. Ella da un pequeño grito, para el que respondo con otro azote ahora en su espalda y libera un grito aún mayor. Los otros seis latigazos se los doy por todo su cuerpo, senos, abdomen y espalda; cada uno conllevaba un grito de ella, pero en ningún momento pidió que parara.
Cuando termino mi juego con ella, estoy tan excitado que mi pene por si solo sale de la ropa interior que tengo puesta. Mi madre al ver mi erección, atada como está, se mueve con intención de hacerme una felación. Lame poco a poco mi miembro viril, haciéndolo ponerse más empinado todavía. Yo la coloco a ella boca arriba en la cama, en posición para que mi pene pueda entrar con total libertad en su boca, aprovechando que está atada y empiezo a hacerle una garganta profunda.
Su saliva chorrea por su cara mientras comienza a hacer fuertes sonidos lascivos. Siento a mi pene llegar profundo en toda su garganta, su lengua juguetea con mi falo incluso cuando ella está peleando por obtener aire en los pocos momentos donde saco mi miembro. Al estar tan excitado del juego anterior que hicimos no logro durar mucho, corriéndome así por toda su cara, para lograr percibir como mi semen se combina con la saliva que anteriormente liberó ella misma.
Terminado el momento de nuestro juego que concluyó con mi corrida, la libero de sus ataduras para seguir con mis planes del resto del día. Ahora tengo planeado ir a la sexshop para comprar un par de cosas. Me arreglo para salir, me baño y me pongo ropa decente.
—Ma, ahora me voy un rato. No demoro mucho.
—De acuerdo, amo. Que te vaya bien —verbaliza mientras sigue en su sobresalto por el éxtasis que vivió hace poco.
Salgo y voy caminando hacia la sexshop. De camino hacia la tienda, me doy cuenta que hay bastantes chicas en la calle. "Si logré hacer que mi madre me aceptara como su macho, ¿no lo podría hacer con otras mujeres?" me planteo mientras sigo de camino a mi destino. Cuando llego, compro un collar de perro junto a su correa. Posteriormente, voy a una tienda de mascotas; me llevo un saco pequeño de comida para perro y un plato.
Al terminar mis compras regreso a mi casa. Sigo con mis pensamientos: "¿Qué tan factible sería en un mundo como el mío armar un pequeño harem?", lo seguiré pensando otro día ya que llego a la casa. Cuando abro la puerta veo a mi madre dirigiéndose a la cocina, aprovecho y voy detrás de ella sigilosamente para colocarle el collar que compré, cuando lo hago da un grito del susto ya que no sabía que estaba en la casa.
—Hola, madre. Ya volví —enuncio mientras me río.
—Ah, eres tú. Me había asustado —dice seriamente—. ¿Esto qué es?
—Es un collar de perro, para que sepas lo que eres, mi perra. Eso fui a comprar
—Ah, ok. Entiendo.
—Viene con su correa y todo, vamos al patio a probarla —planteo mientras le coloco la correa.
Salimos al patio, el cual es privado ya que está cerrado con un muro de cemento. Es un poco grande, de hecho estaba diseñado para dejar a los perros ahí, aunque nunca tuvimos uno... hasta ahora. Le ordeno que camine en 4 patas, a lo cual obedece sin rechistar. Caminamos por todo el patio con ella amarrada como si de verdad fuera una perra.
—Quiero que orines el muro —le ordeno.
—Lo haré si eso quieres, amo —responde ella.
Empieza mojar la pared con su líquido amarillo, orinando con una pierna arriba como lo hacen los caminos, liberando todo su fluido en el muro.
—Abre la boca —exijo mientras saco mi pene.
Ella destapa su orificio, yo escupo adentro y se traga toda mi saliva. Con mi pene ya afuera, empiezo a mear dentro de su boca lentamente para que pueda tragar, mi orina la degluta poco a poco, sin apuro. Acabando de orinar, sin nada más que hacer afuera, ya habiendo cumplido la intención de dejarla como una perra; determino que regresemos a la casa.
Pasamos el resto del día sin hacer mucho más, ella limpia la casa y yo simplemente paso el rato jugando videojuegos y con el celular. Pero, cuando llega la noche, antes de irnos a dormir, quiero hacer un último juego. Ella se mete a la habitación a dormir y se lo propongo.
—Vamos a jugar a algo similar a lo de la tarde —decreto con las cuerdas en la mano.
—Ok. ¿Ahora qué? —cuestiona ella.
—Va a ser mucho más sencillo ahora, ya verás.
La ato a la cama nuevamente y saco el vibrador. Hago lo mismo que la última vez, pero ahora el juego es hacerla venir la mayor cantidad de veces posible. Pongo especialmente énfasis en su clítoris para llevarla al orgasmo más rápido. A lo largo de solo unos 20 minutos mientras le meto los dedos al mismo tiempo que el vibrador está en su punto g, se viene 2 veces.
—Amo, ¡me vas a volver loca! —exclama mientras gime alocadamente.
—Es el punto —le respondo mientras aumento aún más la potencia.
Transcurren otros 30 minutos, hasta que estoy tan excitado de ver su éxtasis que saco mi miembro y sin consultar empiezo a penetrarla fervientemente. Está tan húmeda que mi pene más que entrar, resbaló dentro de ella. Empiezo a moverme bruscamente mientras sigo molestando su clítoris con el vibrador.
Cuando siento que nuevamente se va a venir, que su vagina empieza a apretar, ya no puedo aguantar más y me corro lo más en el fondo posible. Terminados los dos, llenos de sudor y líquidos resultados de la lujuria, la desato y nos vamos a bañar. Dentro del baño seguimos jugueteando un rato pero sin pasar de eso, jugueteos. Al acabar de bañarnos, nos vamos a acostar para así finalizar un día bastante enajenado.
Recordar nuevamente que, lo que me motiva a seguir creando relatos son los puntos que me dejan; es lo que determina si sigo o no con una saga. Hablando de eso, no creo que esta saga dure mucho más, quedé en un bloqueo creativo con ella. La verdad no quiero verme obligado a traer nuevos personajes, pero creo que es la mejor forma de alargar la saga, ¿o prefieren que la termine? No sé, pueden dar ideas, aunque aseguro que al menos 2 relatos más de esta saga van a haber.
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