Conocí a mi esposa María en clases de música; ella era muy sociable y siempre andaba de novio en novio, pero seguía conservando su virginidad. A mi amigo Roberto lo conocí un par de años después en el trabajo; él era el supervisor, y yo acababa de entrar a la compañía como vendedor.
Fue en una fiesta del trabajo donde María me acompañó, y estaba Roberto. Cuando María vio a Roberto, me dijo que él había sido su compañero en la secundaria. Roberto la reconoció, y pasaron un tiempo platicando, mientras yo conversaba con otros compañeros.
Pasaron unos meses de aquella fiesta, y yo me había vuelto muy amigo de Roberto, tanto que lo invitaba varias veces a mi casa a beber. Roberto y mi esposa María igualmente se llevaban bien. Hubo algunas noches en las que en la fiesta me quedé dormido, y fue cuando Roberto aprovechó para relacionarse con María. Me enteré después por mi mujer, quien me dijo que no fue solo una ocasión, sino que fueron varias veces mientras yo estaba en la sala.
María también contó que incluso Roberto la llevó al hotel en una tarde que yo estaba trabajando, y él faltó al trabajo. María creía que en esa ocasión fue cuando quedó embarazada.
María estaba arrepentida y aseguró que ya había terminado con Roberto. Intenté entenderla y mantuve cierta distancia en mi amistad con Roberto sin revelar que sabía lo que había sucedido.
Pasaron unos meses, y María dio a luz a un niño con un gran parecido a Roberto. A pesar de eso, decidí darle mi apellido al niño como si fuera mío, ya que amaba a María y quería tener una familia con ella.
En la oficina, todos se enteraron de que ya era padre, y me felicitaron con gusto. Pero no estaba seguro de presentar a mi hijo, ya que tenía más parecido a Roberto que a mí, así que traté de posponerlo lo más que pude. Sin embargo, Roberto se adelantó y buscó a María cuando sabía que yo no estaba, descubriendo la verdad.
Roberto pidió disculpas y se comprometió a apoyar con la manutención del niño, algo que María aceptó, y yo no me opuse, ya que él la había embarazado. Con el tiempo, me di cuenta de que esa no fue la mejor decisión, ya que Roberto visitaba a María cada semana con el pretexto de ver a su hijo.
Como era de esperar, volvió a suceder, y María quedó embarazada de nuevo. Molesto con ambos, acordamos que esta vez Roberto le daría su apellido al hijo.
Con dos hijos, Roberto se acercó más y pasaba noches en la sala para estar pendiente del pequeño. Como no me gustaba tanto eso, decidí alquilarle un cuarto en el sótano.
Pasaron meses, y sus hijos crecían reconociéndolo como su padre y a mí como su padrastro. Pero María y Roberto pasaban más tiempo juntos que antes, y antes de que se repitiera la historia, decidí darle permiso a María de pasar una noche en el cuarto con Roberto.
Maria pareció encantarse con la idea y no la desaprovechaba. Tuvieron encuentros ruidosos, e incluso propusieron que fueran dos noches a la semana, una por cada hijo. Aunque me costó aceptarlo, acabé permitiéndolo.
Pero al poco tiempo, María volvió a quedar embarazada. Parecía que todo seguiría como las veces anteriores, pero de la noche a la mañana, Roberto se marchó sin avisar, abandonando a su hijo mayor, al que ya reconocía, al otro que siempre fue suyo, y al que estaba en camino.
A pesar de buscar a Roberto, no supimos a dónde se fue. Me quedé criando a su familia, embarazada y con dos hijos que no eran míos.
Fue en una fiesta del trabajo donde María me acompañó, y estaba Roberto. Cuando María vio a Roberto, me dijo que él había sido su compañero en la secundaria. Roberto la reconoció, y pasaron un tiempo platicando, mientras yo conversaba con otros compañeros.
Pasaron unos meses de aquella fiesta, y yo me había vuelto muy amigo de Roberto, tanto que lo invitaba varias veces a mi casa a beber. Roberto y mi esposa María igualmente se llevaban bien. Hubo algunas noches en las que en la fiesta me quedé dormido, y fue cuando Roberto aprovechó para relacionarse con María. Me enteré después por mi mujer, quien me dijo que no fue solo una ocasión, sino que fueron varias veces mientras yo estaba en la sala.
María también contó que incluso Roberto la llevó al hotel en una tarde que yo estaba trabajando, y él faltó al trabajo. María creía que en esa ocasión fue cuando quedó embarazada.
María estaba arrepentida y aseguró que ya había terminado con Roberto. Intenté entenderla y mantuve cierta distancia en mi amistad con Roberto sin revelar que sabía lo que había sucedido.
Pasaron unos meses, y María dio a luz a un niño con un gran parecido a Roberto. A pesar de eso, decidí darle mi apellido al niño como si fuera mío, ya que amaba a María y quería tener una familia con ella.
En la oficina, todos se enteraron de que ya era padre, y me felicitaron con gusto. Pero no estaba seguro de presentar a mi hijo, ya que tenía más parecido a Roberto que a mí, así que traté de posponerlo lo más que pude. Sin embargo, Roberto se adelantó y buscó a María cuando sabía que yo no estaba, descubriendo la verdad.
Roberto pidió disculpas y se comprometió a apoyar con la manutención del niño, algo que María aceptó, y yo no me opuse, ya que él la había embarazado. Con el tiempo, me di cuenta de que esa no fue la mejor decisión, ya que Roberto visitaba a María cada semana con el pretexto de ver a su hijo.
Como era de esperar, volvió a suceder, y María quedó embarazada de nuevo. Molesto con ambos, acordamos que esta vez Roberto le daría su apellido al hijo.
Con dos hijos, Roberto se acercó más y pasaba noches en la sala para estar pendiente del pequeño. Como no me gustaba tanto eso, decidí alquilarle un cuarto en el sótano.
Pasaron meses, y sus hijos crecían reconociéndolo como su padre y a mí como su padrastro. Pero María y Roberto pasaban más tiempo juntos que antes, y antes de que se repitiera la historia, decidí darle permiso a María de pasar una noche en el cuarto con Roberto.
Maria pareció encantarse con la idea y no la desaprovechaba. Tuvieron encuentros ruidosos, e incluso propusieron que fueran dos noches a la semana, una por cada hijo. Aunque me costó aceptarlo, acabé permitiéndolo.
Pero al poco tiempo, María volvió a quedar embarazada. Parecía que todo seguiría como las veces anteriores, pero de la noche a la mañana, Roberto se marchó sin avisar, abandonando a su hijo mayor, al que ya reconocía, al otro que siempre fue suyo, y al que estaba en camino.
A pesar de buscar a Roberto, no supimos a dónde se fue. Me quedé criando a su familia, embarazada y con dos hijos que no eran míos.
2 comentarios - Mi amigo se cogió a mi esposa