Muchas veces las personas cercanas a nosotros influyen en nuestras decisiones y en las acciones que llevamos a cabo. En mi caso, podría decir que parte de mis dilemas mentales y morales se debían a mi círculo familiar y amistoso, pero eso fue cuando tenía 16. Y no es que sea alguien bastante influenciable, pero cuando te topas con gente que tienen unas maneras poco ortodoxas para mostrarte cosas que nunca antes viste, pues... dudo mucho que alguien se mantenga en sus cabales.
Creo que en ese rango entran esos dos, a quienes llamaré de la manera más genérica posible, María y Juan. Ambos jóvenes, que en ese entonces tenían 19 y 20 respectivamente. Se hallaban cerca de mí nuevo círculo de amigos porque eran conocidos de uno de ellos. Así fue como los conocí, precisamente una tarde en donde estábamos reunidos en la casa de uno de nosotros y ahí llegaron ellos a buscar a ese amigo.
Y puede que los demás no lo sintieran así, pero en cuanto los vi, juro que la atmosfera cambió completamente para mí. Puede que haya sido porque ella iba vestida de forma bastante atractiva, remarcando las curvas de su cuerpo, sobre todo del culo, o porque él tenía una mirada que te hacía ceder sin siquiera esforzarse. Más allá de eso, esa tarde no sucedió mucho que se diga, salvo que nos presentaron y ella se rió de forma coqueta conmigo, él lo vio e imitó el gesto. Fruncí el ceño y no le presté más atención que eso. Intercambiamos números y no volví a verlos hasta otra ocasión casi dos meses después.
Para entonces ya me habían comentado algunas cosas sobre ellos, la más relevante de todas era que les gustaba hacer intercambio de parejas o que les gustaba incluir a alguien más en sus actos sexuales. Algo bastante fuerte para mí, y no porque no supiera de ello, sino porque no esperaba que gente a la que conocía en persona lo hiciera. Y cuando me llamaron esa tarde a ir a su casa, créanme que no supe que pensar, pero después de casi dos meses interactuando con ellos, creo que me sentía con la confianza de hacer algo. Sin embargo, sin muchas cosas en la mente, decidí ir y ver lo que podía pasar. De todas formas, era alguien normal, ¿No?
Me presenté, y desde que ella abrió la puerta las cosas se volvieron intensas. Para empezar, estaba vestida solo con una tanga y un sostén translucido que dejaba ver la hermosura de sus pechos. La tipa era una belleza, sensual por donde se le mirase. Y cuando tuve esos pensamientos, creí que a lo mejor tanto tiempo lejos de lo otro me había corregido. Me hizo pasar, conmigo yendo detrás de ella, viendo como meneaba el culo de un lado a otro con ese andar tan sexy que habría despertado a cualquiera, la pija se me puso dura.
Me llevó hasta la habitación y ahí estaba Juan, vestido casualmente, viendo la televisión, ella se le acercó y él le acarició el culo.
Incluso le dio una nalgada. Aquello fue un pistoletazo de emociones encontradas en mi interior que solo me quedé de pie en el lugar, sin poder hablar. En eso el tipo me habla y me pregunta sobre mí y cómo andan las cosas, mientras le sigue acariciando el culo, balbuceo y respondo que todo bien, que las cosas andan bien. Se da cuenta que le veo el culo a María y sonríe.
—¡Qué buen culo tiene esta perra! ¿Verdad? —me mira y ella también, solo asiento—. Vieras, las cogidas que pegamos con ella son riquísimas. Antes de que vinieras estábamos pensando en coger otra vez...
—Oh, pero... me puedo ir, si gustan —contesto con nervios.
Ella me ve, se vuelve a reír, no entiendo por qué lo hace.
—Yo no tengo problemas en que me mirés —dice ella—. ¿Y vos? —le pregunta a Juan.
—Yo tampoco, ¿Y vos? —me pregunta éste a mí.
Una gota de sudor frío rueda por mí sien hasta mi mejilla, creo que me pongo rojo, me sudan las manos, miro hacia abajo y la música, que hasta ese momento la noto, suena fuerte en mis oídos, aunque está a bajo volumen, como sonido ambiental. ¿Es real lo que me están pidiendo? ¿De verdad quieren que vea esto? ¿Entonces si era cierto lo que dijeron? Y sin objeción alguna asiento.
—Podés sentarte donde querás, hermano...
—Bien —respondo. Me siento en un sofá que está en la habitación y desde ahí me acomodo para verlos.
Pronto comienzan lo suyo y actúan como si yo no estuviera ahí. Él sigue sentado, la mira a los ojos desde abajo, ella acaricia su rostro, él asiente y aquello es como un código sin palabras. Enseguida la veo inclinarse y darle un beso y luego procede a besarlo en el cuello, le quita la camisa con rapidez. Baja por su pecho dejando un camino de besos y saliva al lamerlo. Se arrodilla y justo cuando creo que no se puede poner más intenso, le desabrocha el pantalón y se lo quita, y una tremenda pija emerge a la superficie.
Ella me mira, yo estoy congelado, observando. Sonríe, no digo nada, la toma y comienza a mamar.
Pero lejos de comenzar por el falo, arranca por la base y le pega una chupada a los huevos, los besa y los lame. El pene reacciona y se erecta más. Juan no me ve, pero María sí, ella solo sonríe. Con su izquierda toma la verga y la masturba sin dejar de chupar esos huevos, produciendo el sonido de cuando algo es succionado y después liberado. Mira a los ojos a Juan, este le dice algo, no alcanzo a oír y ella lame su pene como si fuera un helado. Pasa su lengua desde la base hasta la punta, donde le da un beso, y después de compartir una mirada conmigo, se mete la cabeza y comienza a chupar.
Para ese momento, la pija la tengo muy dura y no sé cómo acomodarme en la silla para que no se me note. Tampoco me quiero inclinar al frente para ver bien lo que está pasando, porque no quiero parecer desesperado. Pero desde donde estoy, veo como Juan disfruta de aquella chupada de pija que una pregunta aparece en mi mente, y creo que saben cuál. La aparto de mi mente y sigo viendo, esa chica lo está pasando genial.
Es entonces que Juan le dice algo y ella se pone de pie, él hace lo mismo y ella se acuesta en la cama, dejando sus nalgas en la orilla. Está de frente a él, con la raja al aire y las piernas abiertas, él tiene su pija a su disposición para penetrarla, pero lejos de hacer eso, se inclina y le pasa la lengua por los labios. Ella suspira y gime, se aprieta los pechos, hace la cabeza hacia atrás y él le mete un dedo, le lame y le chupa el clítoris, ella cierra un poco las piernas, le aprieta la cabeza, pero él no deja de comerle el coño, ella gime más y más fuerte. Me excita, lo hace tanto que me froto la pija sobre el pantalón. Nadie lo ve, pero aquello me ha prendido tanto que hasta he manchado el pantalón.
El sexo oral está tan interesante como bueno que ella lo toma del pelo y le grita que no pare, que siga así. Juan no para, sigue así y ella gime de placer. Mueve el culo, creo que hasta le ha metido un dedo, desde donde estoy no lo puedo ver. Lo que sí sé es que ella lo está disfrutando y esa pregunta aparece nuevamente en mi cabeza, ¿Y por qué no puedo disfrutarlo así? Meneo la cabeza y cuando acuerdo, ella ya está en cuatro en la cama, con la pija de Juan lista para penetrarla.
En ese momento Juan me mira y alza una ceja y aquel gesto me electrifica al punto que siento un escalofrío en el cuerpo que termina justo detrás. Mira el culo de María una vez más y la clava.
María gime de placer y, para ese punto, ya no aguanto más y comienzo a masturbarme por encima de la ropa. Ninguno de los dos repara en mí, mejor así, porque desde donde estoy tengo una vista espectacular, aunque cierro los ojos y me lamento estar pensando en lo bien que se ve Juan de pie, piernas tonificadas, fuertes, un culo redondo y sus movimientos tan sensuales como él. Meneo la cabeza y escucho los gemidos de María resonar en todo el cuarto, más fuerte que la música.
Juan la embiste con fuerza y a un ritmo considerable, pronto se escuchan los aplausos del choque de su cintura con las nalgas de ella, de tanto en tanto la nalguea, ella suspira y se deja caer de pecho, manteniendo el culo paradito, Juan la agarra por la cintura y la penetra con fuerza y rapidez, las nalgas de ella crean olas y solo agarra la sábana para soportar el placer que exuda su cuerpo mediante el sudor y los gemidos.
De nuevo, bajando la velocidad, Juan se detiene y le pide a ella que se quite un poco, se acuesta boca arriba, con aquella pija de pie, y le pide que se suba y lo cabalgue. Ni zonza ni perezosa, María hace caso y se sienta, dejando su cabeza a la altura de Juan.
Y comienza a subir y abajar por su erección y los pensamientos siguen inundando mi cabeza, no sé qué hacer, no sé cómo reaccionar. Aquello es tan excitante que solo suspiro con fuerza, la respiración se me acelera, el corazón también. Me prende tanto que ya no sé ni lo que estoy pensando. Ya no sé si el cuerpo de María siendo follado así es lo que me prende o que Juan sabe coger tan rico que...
De pronto para, ambos me miran y viene aquella pregunta que jamás esperé: ¿Te querés unir? Y lejos de contestar con una negativa, aunque en mi mente estoy teniendo una batalla mental, accedo asintiendo y ella me indica con su dedo que me acerque. Me desvisto, quedando desnudo como Juan, como María, siendo un trío de personas sin ropa. Me paro junto a la cama y ella sonríe al verme.
—Qué joven tan bonito —me dice viéndome de pies a cabeza, y no sé si lo menciona por mi tono suave de piel, que soy delgado, pero tengo rasgos finos o porque solo quiere que me les una—. Sube, quiero mamar esa verga —agrega y yo accedo.
Pronto somos dos hombres dándole pija a una misma chica. Y algo que me hace preguntarme qué pasa conmigo es ver todo aquello y mientras esa chica me devora la verga, preguntarme a qué sabrá o qué se sentirá hacer lo mismo que ella. Estar en su lugar y disfrutar de dos pijas a placer. Cierro los ojos y la dejo que siga, me gusta la sensación, pero en mi mente están apareciendo otras imágenes, no me gustan y los abro de nuevo. Ella está haciendo cuclillas sobre la pija de Juan. Lo miro a él y este se ríe.
—¿No se la querés meter vos? —me pregunta de pronto y no sé qué responder.
—Dale, me gusta la forma que tiene, no es... lo que uno espera, pero quiero sentirla —dice ella viéndome con esa cara de puta que se carga. Y entiendo por qué lo dice, no es tan grande ni gruesa como la de Juan, pero supongo que tiene lo suyo.
Cambiamos de posición y ahora soy yo el que tiene ese culo a disposición.
Y sin pensarlo tanto, la penetro. Se siente bien, pero en mi mente hay algo que no termina de convencerme y entonces me siento como esos días en los que me acostaba con las chicas, antes del suceso de la "Chica Follada". Veo que Juan se monta a la cama, se arrodilla delante de ella y le da de mamar. La veo disfrutar de esa pija y algo en mí me hace sentirme extraño. Continúo bombeando y entonces cedo a mi mente y me imagino que soy ella y aquello me prende tanto, me llena de mucho placer que exploto. Le saco la pija y le baño de semen la espalda.
—¡Así, papi! —suelta ella.
—Eso, muñeco —comenta él.
Jadeo al ver su espalda llena de mi leche, miró a María y sonríe, comparto una mirada con Juan y asiente, sonriendo también.
—Creo que debería irme —digo apartándome de ambos.
—¿No te gustó? —me pregunta María frunciendo el ceño.
—¿Qué pasa, flaco? ¿No lo disfrutaste?
Y antes de responder, me visto con rapidez y salgo de la habitación. Y mientras salgo a la puerta, ella me sigue y me toma de la mano.
—¿Qué te pasa?
Veo su cuerpo, es tan hermoso, tan rico y follable. Suspiro.
—Nada, estuvo rico, solo me tengo que ir —digo sin más y me voy.
Vago por la ciudad, me pierdo totalmente y regreso a casa a las dos horas. Al llegar, me encierro en mi cuarto y divago sobre todo lo que pasó en las últimas horas y cierro los ojos. Suspiro. Y pienso que, contrario a lo que muchos han tenido que vivieron sus primeros "acercamientos" mirando porno y vistiéndose con la ropa de sus madres, lo mío fue diferente, no vino de la mano con algo que me hubiese pasado de pequeño, sino que mi mente accionó diferente.
En ese momento recibo un mensaje. Tomo el celular y veo que es un mensaje de María, no le respondo. A los segundos me escribe Juan.
—Flaco, necesito hablar con vos de lo que pasó...
—De acuerdo —respondo.
Y quizás esa plática fue la que lo cambió todo.
Creo que en ese rango entran esos dos, a quienes llamaré de la manera más genérica posible, María y Juan. Ambos jóvenes, que en ese entonces tenían 19 y 20 respectivamente. Se hallaban cerca de mí nuevo círculo de amigos porque eran conocidos de uno de ellos. Así fue como los conocí, precisamente una tarde en donde estábamos reunidos en la casa de uno de nosotros y ahí llegaron ellos a buscar a ese amigo.
Y puede que los demás no lo sintieran así, pero en cuanto los vi, juro que la atmosfera cambió completamente para mí. Puede que haya sido porque ella iba vestida de forma bastante atractiva, remarcando las curvas de su cuerpo, sobre todo del culo, o porque él tenía una mirada que te hacía ceder sin siquiera esforzarse. Más allá de eso, esa tarde no sucedió mucho que se diga, salvo que nos presentaron y ella se rió de forma coqueta conmigo, él lo vio e imitó el gesto. Fruncí el ceño y no le presté más atención que eso. Intercambiamos números y no volví a verlos hasta otra ocasión casi dos meses después.
Para entonces ya me habían comentado algunas cosas sobre ellos, la más relevante de todas era que les gustaba hacer intercambio de parejas o que les gustaba incluir a alguien más en sus actos sexuales. Algo bastante fuerte para mí, y no porque no supiera de ello, sino porque no esperaba que gente a la que conocía en persona lo hiciera. Y cuando me llamaron esa tarde a ir a su casa, créanme que no supe que pensar, pero después de casi dos meses interactuando con ellos, creo que me sentía con la confianza de hacer algo. Sin embargo, sin muchas cosas en la mente, decidí ir y ver lo que podía pasar. De todas formas, era alguien normal, ¿No?
Me presenté, y desde que ella abrió la puerta las cosas se volvieron intensas. Para empezar, estaba vestida solo con una tanga y un sostén translucido que dejaba ver la hermosura de sus pechos. La tipa era una belleza, sensual por donde se le mirase. Y cuando tuve esos pensamientos, creí que a lo mejor tanto tiempo lejos de lo otro me había corregido. Me hizo pasar, conmigo yendo detrás de ella, viendo como meneaba el culo de un lado a otro con ese andar tan sexy que habría despertado a cualquiera, la pija se me puso dura.
Me llevó hasta la habitación y ahí estaba Juan, vestido casualmente, viendo la televisión, ella se le acercó y él le acarició el culo.
Incluso le dio una nalgada. Aquello fue un pistoletazo de emociones encontradas en mi interior que solo me quedé de pie en el lugar, sin poder hablar. En eso el tipo me habla y me pregunta sobre mí y cómo andan las cosas, mientras le sigue acariciando el culo, balbuceo y respondo que todo bien, que las cosas andan bien. Se da cuenta que le veo el culo a María y sonríe.
—¡Qué buen culo tiene esta perra! ¿Verdad? —me mira y ella también, solo asiento—. Vieras, las cogidas que pegamos con ella son riquísimas. Antes de que vinieras estábamos pensando en coger otra vez...
—Oh, pero... me puedo ir, si gustan —contesto con nervios.
Ella me ve, se vuelve a reír, no entiendo por qué lo hace.
—Yo no tengo problemas en que me mirés —dice ella—. ¿Y vos? —le pregunta a Juan.
—Yo tampoco, ¿Y vos? —me pregunta éste a mí.
Una gota de sudor frío rueda por mí sien hasta mi mejilla, creo que me pongo rojo, me sudan las manos, miro hacia abajo y la música, que hasta ese momento la noto, suena fuerte en mis oídos, aunque está a bajo volumen, como sonido ambiental. ¿Es real lo que me están pidiendo? ¿De verdad quieren que vea esto? ¿Entonces si era cierto lo que dijeron? Y sin objeción alguna asiento.
—Podés sentarte donde querás, hermano...
—Bien —respondo. Me siento en un sofá que está en la habitación y desde ahí me acomodo para verlos.
Pronto comienzan lo suyo y actúan como si yo no estuviera ahí. Él sigue sentado, la mira a los ojos desde abajo, ella acaricia su rostro, él asiente y aquello es como un código sin palabras. Enseguida la veo inclinarse y darle un beso y luego procede a besarlo en el cuello, le quita la camisa con rapidez. Baja por su pecho dejando un camino de besos y saliva al lamerlo. Se arrodilla y justo cuando creo que no se puede poner más intenso, le desabrocha el pantalón y se lo quita, y una tremenda pija emerge a la superficie.
Ella me mira, yo estoy congelado, observando. Sonríe, no digo nada, la toma y comienza a mamar.
Pero lejos de comenzar por el falo, arranca por la base y le pega una chupada a los huevos, los besa y los lame. El pene reacciona y se erecta más. Juan no me ve, pero María sí, ella solo sonríe. Con su izquierda toma la verga y la masturba sin dejar de chupar esos huevos, produciendo el sonido de cuando algo es succionado y después liberado. Mira a los ojos a Juan, este le dice algo, no alcanzo a oír y ella lame su pene como si fuera un helado. Pasa su lengua desde la base hasta la punta, donde le da un beso, y después de compartir una mirada conmigo, se mete la cabeza y comienza a chupar.
Para ese momento, la pija la tengo muy dura y no sé cómo acomodarme en la silla para que no se me note. Tampoco me quiero inclinar al frente para ver bien lo que está pasando, porque no quiero parecer desesperado. Pero desde donde estoy, veo como Juan disfruta de aquella chupada de pija que una pregunta aparece en mi mente, y creo que saben cuál. La aparto de mi mente y sigo viendo, esa chica lo está pasando genial.
Es entonces que Juan le dice algo y ella se pone de pie, él hace lo mismo y ella se acuesta en la cama, dejando sus nalgas en la orilla. Está de frente a él, con la raja al aire y las piernas abiertas, él tiene su pija a su disposición para penetrarla, pero lejos de hacer eso, se inclina y le pasa la lengua por los labios. Ella suspira y gime, se aprieta los pechos, hace la cabeza hacia atrás y él le mete un dedo, le lame y le chupa el clítoris, ella cierra un poco las piernas, le aprieta la cabeza, pero él no deja de comerle el coño, ella gime más y más fuerte. Me excita, lo hace tanto que me froto la pija sobre el pantalón. Nadie lo ve, pero aquello me ha prendido tanto que hasta he manchado el pantalón.
El sexo oral está tan interesante como bueno que ella lo toma del pelo y le grita que no pare, que siga así. Juan no para, sigue así y ella gime de placer. Mueve el culo, creo que hasta le ha metido un dedo, desde donde estoy no lo puedo ver. Lo que sí sé es que ella lo está disfrutando y esa pregunta aparece nuevamente en mi cabeza, ¿Y por qué no puedo disfrutarlo así? Meneo la cabeza y cuando acuerdo, ella ya está en cuatro en la cama, con la pija de Juan lista para penetrarla.
En ese momento Juan me mira y alza una ceja y aquel gesto me electrifica al punto que siento un escalofrío en el cuerpo que termina justo detrás. Mira el culo de María una vez más y la clava.
María gime de placer y, para ese punto, ya no aguanto más y comienzo a masturbarme por encima de la ropa. Ninguno de los dos repara en mí, mejor así, porque desde donde estoy tengo una vista espectacular, aunque cierro los ojos y me lamento estar pensando en lo bien que se ve Juan de pie, piernas tonificadas, fuertes, un culo redondo y sus movimientos tan sensuales como él. Meneo la cabeza y escucho los gemidos de María resonar en todo el cuarto, más fuerte que la música.
Juan la embiste con fuerza y a un ritmo considerable, pronto se escuchan los aplausos del choque de su cintura con las nalgas de ella, de tanto en tanto la nalguea, ella suspira y se deja caer de pecho, manteniendo el culo paradito, Juan la agarra por la cintura y la penetra con fuerza y rapidez, las nalgas de ella crean olas y solo agarra la sábana para soportar el placer que exuda su cuerpo mediante el sudor y los gemidos.
De nuevo, bajando la velocidad, Juan se detiene y le pide a ella que se quite un poco, se acuesta boca arriba, con aquella pija de pie, y le pide que se suba y lo cabalgue. Ni zonza ni perezosa, María hace caso y se sienta, dejando su cabeza a la altura de Juan.
Y comienza a subir y abajar por su erección y los pensamientos siguen inundando mi cabeza, no sé qué hacer, no sé cómo reaccionar. Aquello es tan excitante que solo suspiro con fuerza, la respiración se me acelera, el corazón también. Me prende tanto que ya no sé ni lo que estoy pensando. Ya no sé si el cuerpo de María siendo follado así es lo que me prende o que Juan sabe coger tan rico que...
De pronto para, ambos me miran y viene aquella pregunta que jamás esperé: ¿Te querés unir? Y lejos de contestar con una negativa, aunque en mi mente estoy teniendo una batalla mental, accedo asintiendo y ella me indica con su dedo que me acerque. Me desvisto, quedando desnudo como Juan, como María, siendo un trío de personas sin ropa. Me paro junto a la cama y ella sonríe al verme.
—Qué joven tan bonito —me dice viéndome de pies a cabeza, y no sé si lo menciona por mi tono suave de piel, que soy delgado, pero tengo rasgos finos o porque solo quiere que me les una—. Sube, quiero mamar esa verga —agrega y yo accedo.
Pronto somos dos hombres dándole pija a una misma chica. Y algo que me hace preguntarme qué pasa conmigo es ver todo aquello y mientras esa chica me devora la verga, preguntarme a qué sabrá o qué se sentirá hacer lo mismo que ella. Estar en su lugar y disfrutar de dos pijas a placer. Cierro los ojos y la dejo que siga, me gusta la sensación, pero en mi mente están apareciendo otras imágenes, no me gustan y los abro de nuevo. Ella está haciendo cuclillas sobre la pija de Juan. Lo miro a él y este se ríe.
—¿No se la querés meter vos? —me pregunta de pronto y no sé qué responder.
—Dale, me gusta la forma que tiene, no es... lo que uno espera, pero quiero sentirla —dice ella viéndome con esa cara de puta que se carga. Y entiendo por qué lo dice, no es tan grande ni gruesa como la de Juan, pero supongo que tiene lo suyo.
Cambiamos de posición y ahora soy yo el que tiene ese culo a disposición.
Y sin pensarlo tanto, la penetro. Se siente bien, pero en mi mente hay algo que no termina de convencerme y entonces me siento como esos días en los que me acostaba con las chicas, antes del suceso de la "Chica Follada". Veo que Juan se monta a la cama, se arrodilla delante de ella y le da de mamar. La veo disfrutar de esa pija y algo en mí me hace sentirme extraño. Continúo bombeando y entonces cedo a mi mente y me imagino que soy ella y aquello me prende tanto, me llena de mucho placer que exploto. Le saco la pija y le baño de semen la espalda.
—¡Así, papi! —suelta ella.
—Eso, muñeco —comenta él.
Jadeo al ver su espalda llena de mi leche, miró a María y sonríe, comparto una mirada con Juan y asiente, sonriendo también.
—Creo que debería irme —digo apartándome de ambos.
—¿No te gustó? —me pregunta María frunciendo el ceño.
—¿Qué pasa, flaco? ¿No lo disfrutaste?
Y antes de responder, me visto con rapidez y salgo de la habitación. Y mientras salgo a la puerta, ella me sigue y me toma de la mano.
—¿Qué te pasa?
Veo su cuerpo, es tan hermoso, tan rico y follable. Suspiro.
—Nada, estuvo rico, solo me tengo que ir —digo sin más y me voy.
Vago por la ciudad, me pierdo totalmente y regreso a casa a las dos horas. Al llegar, me encierro en mi cuarto y divago sobre todo lo que pasó en las últimas horas y cierro los ojos. Suspiro. Y pienso que, contrario a lo que muchos han tenido que vivieron sus primeros "acercamientos" mirando porno y vistiéndose con la ropa de sus madres, lo mío fue diferente, no vino de la mano con algo que me hubiese pasado de pequeño, sino que mi mente accionó diferente.
En ese momento recibo un mensaje. Tomo el celular y veo que es un mensaje de María, no le respondo. A los segundos me escribe Juan.
—Flaco, necesito hablar con vos de lo que pasó...
—De acuerdo —respondo.
Y quizás esa plática fue la que lo cambió todo.
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