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Esa vez en el auto... (Parte 2)

Esa vez en el auto... (Parte 2)
Lo que pasó por mi mente en aquel momento fueron pensamientos negativos, como que se burlaría de mí, que intentaría humillarme y cosas de ese estilo. Sin embargo, era un extraño en una fiesta, alguien a quien nunca volvería a ver y quien tampoco me vería en su vida, estábamos casi a oscuras y hacía algo de frío, y el suéter salió de mí, dejándome con el brasiere deportivo.

Y puede que no tenga grandes tetas, tampoco lo busco, me siento bien con lo poco que tengo, sin embargo, son notables, y en aquel momento me sentí observada, porque tan pronto dejé mi piel desnuda y solo con el sostén apretando mis pechos, su mirada se clavó en ellos y después en mis ojos, con una sonrisa pícara en sus labios.

—Wow... —suspiró volteando hacia la calle, llevándose la mano a la boca y viendo como con su diestra se tocaba la entrepierna, jalando el pantalón, como queriendo ocultar su erección.
—¿Qué pasa? —pregunté con curiosidad, quizás algo de morbo, pero también con nervios, porque no sabía qué estaba pasando y quería entenderlo.

La música sonaba bajo, me distraía, al menos no había un silencio inoportuno.

—Nada, solo... me sorprendiste —me dijo mirándome a los ojos, alzando una ceja y mordiéndose un labio. De pronto me sentí apenada y sonreí.
—¿Me puedo vestir ya? —pregunté sintiendo algo de frío y quizás pudor por lo que estaba pasando.
—En realidad... quería saber algo...
—¿Qué? —pregunté tapándome con el suéter. No entendía por qué no podía vestirme sin necesidad de tener su autorización, era como si ejerciera alguna especie de control sobre mí, o quizás me estaba dejando llevar por aquella situación.
—¿Lo de abajo hace juego con lo de arriba? —preguntó con una sonrisa.
—¿Te refieres a si llevo...?
—Una tanga.
De pronto la picardía me prendió por un instante. ¿Quién era este sujeto y qué pretendía? Aunque sabía claramente lo que estaba buscando.
—Sí, llevo una.
—¿Entonces... eres chico o chica? —y aquella pregunta me hizo caer a tierra, pero en vista de que la situación se prestaba para muchas cosas y que mi voz, mi ropa exterior y algunas otras cosas más no calzaban con lo que estaba viendo en ese momento, quise jugar un poco.
—¿Por qué no lo descubres?
Sus ojos se abrieron como platos y sus mejillas se pusieron rojas, pero su sonrisa me encendió y sentí un pulso abajo.
—¿Y cómo puedo descubrirlo? ¿Meto la mano o...?
—¿Por qué no comienzas con algo más suave?
—¿Cómo qué?
—No lo sé, quizás un beso —y no podía creer que le dijera eso. ¿Qué me estaba pasando? Hasta hacía unos días yo era un intento de hombre caminando por la sociedad, siendo varonil frente a todos y una putita sumisa en mi habitación. Y ahora, con él ahí, por alguna extraña razón, me sentía fuera de mí.
—¿Quieres que te bese?
Alcé los hombros ante su pregunta.
Se lamió los labios, me miró los pechos, después mis labios, por último mis ojos y mientras en la radio sonaba música suave, se abalanzó sobre mí y me besó. Y vaya que fue una experiencia nueva y satisfactoria. El roce de sus labios y la forma en cómo me agarró del rostro para degustar mi boca, hizo que gimiera y suspirara en su aliento. Sonrió y se separó un poco, mirándome a los ojos.
—¿Y eso qué fue? —pregunté sorprendida.
Se mordió el labio.
—Vamos al asiento de atrás, apúrate.
Y entonces entendí qué sucedería en ese momento. Ni sonsa ni perezosa, me moví al asiento de atrás, pasando entre los asientos del frente, levantando mi culo intencionadamente, y sentí como su mirada se clavaba en mí. No creía lo que estaba haciendo y mucho menos entendía por qué lo estaba haciendo, solo sabía que me estaba gustando.

Pronto, hizo ambos asientos adelante, dejó la emergencia puesta y el aire encendido y se pasó conmigo atrás. Y sin dejar de verme, me tomó del rostro y después bajó por mi cuello, apretándolo, y siguió hasta mis pechos, donde se detuvo y metió la mano, y el tacto frío me hizo cosquillas, me los pellizcó y gemí. Me miró a los ojos y me cacheteó.
—¿Te gusta, putita? —y aunque aquello me tendría que haber ofendido, supongo que por las circunstancias, no hizo sino excitarme más.
Asentí con la cabeza y entonces lo vi desabrochar su pantalón, bajar la cremallera y después alzar a ceja, señalando esa zona de ahí. Me mordí el labio.
—Adelante —fue todo lo que dijo, recostándose en el asiento.
¿Y qué me quedaba por hacer? Estaba a medio vestir, en sostén, en el asiento trasero con un extraño, excitada y con él pidiéndome que le chupara la pija. Digo, ¿Todos los días se tiene tanta suerte? Fue entonces que me acerqué a él y lo besé en la boca, luego bajé por su cuello, y sentí el apretón suyo en mis nalgas por debajo del pantalón, me estaba poniendo duro. No dudé ni un segundo en seguir bajando por su abdomen hasta que aterricé en su cintura.

Agarré el tirante de su bóxer y junto con el pantalón, los bajé hasta sus rodillas. Y la visión que tuve hizo que me palpitara el culo. Lo miré a los ojos, como preguntándole con la mirada si aquello era real, solo sonrió y se movió hacia arriba, para acercarlo a mi cara. Comprendí lo que tenía que hacer. Me bajé del asiento y me arrodillé ante él, desabroché mi pantalón y mis nalgas quedaron al aire, solo con la tanga entre ellas. Pero aunque todo eso estaba pasando, yo no despegaba la vista de su pija.

Hizo movimientos con su cintura de arriba abajo y entonces la tomé con mi mano. Era grande, gruesa, maciza, la pija más dura que había visto en persona en mi vida, y vaya que había visto algunas antes, aunque no así tan cerca y mucho menos en esa situación.

—Chupala —me dijo frunciendo el ceño. Y como toda buena niña, la agarré y le pasé la lengua por la puntita.

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Y después le puse los labios y su sabor me atrapó. Cuando menos acordé, ya estaba chupándolo como a un helado, pasando mi lengua desde abajo hacia arriba y después haciendo pequeños círculos en la puntita. Me agarró de la cabeza y cuando me hallaba en esa posición de estar chupando solo la punta, me penetró la boca y la metió hasta el fondo. Me atraganté, pero lejos de ofenderme, me gustó.

La sacó y la saliva brotó de mi boca, su pija brillaba por mi saliva y sus ojos brillaban de deseo, entonces puse mi boca a su disposición y él me tomó de la cabeza y empezó a meterla y sacarla de mi boca. Suspiró y gimió, jadeó con deseo y pasión, mientras yo disfrutaba del sabor y de la experiencia de por fin mamar un pene de verdad, y uno como los que siempre vi en el porno.

Me mantuvo así por unos minutos hasta que se detuvo despacio y me levantó del suelo para tirarme contra el asiento, con el culo paradito. Gemí en cuanto sentí que me quitaba el pantalón. Me nalgueó y solté un quejido de dolor placentero. Me nalgueó de nuevo y me quitó la tanga.

—Qué rica estás... —fue lo primero que escuché—. Y ahora sé lo que eres, y me gusta —fue lo último que escuché antes de que empezara a sentir algo helado y húmedo en mi ano. En seguida me di cuenta que eran sus dedos con saliva intentando penetrarme y abrirme.

Y vaya que lo hizo, minutos después mi ano se cerraba y se dilataba en torno a sus dedos. Arqueé la espalda para levantar más el culo y recibí dos nalgadas más. Gemí y casi suelto un pequeño grito de placer, pero en ese momento pasó algo más, sentí algo que no era un dedo en mi entrada. Sus manos me tomaron de la cintura, me puse más duro y abrí más las nalgas y más temprano que tarde, deslizó su verga dentro de mí.

Entró suave y salió de la misma manera, repitiendo el movimiento mientras me agarraba de las manos y me las ponía en la espalda, dejando que solo me sostuviera con la cabeza en el asiento. Y entonces liberó a la bestia, sus embestidas subieron de ritmo y de fuerza y su cuerpo chocaba contra mis nalgas. El sonido me prendió más que no hice más que jadear y decirle con mi voz más aguda que no se detuviera, que siguiera.

Me nalgueó y me apretó las nalgas, me agarró fuerte de la cintura y no me soltó las manos por ningún motivo. Siguió dándome hasta que sentí las gotas de sudor caer sobre mi espalda. Y de pronto algo en mí hizo que me temblaran las piernas, solté un gran gemido de placer y sentí algo derramándose de mi pene. Me corrí con solo sus penetraciones, y creo que lo supo en cuánto escuchó mis gritos porque me soltó que el también estaba a punto de hacerlo.

Y un gran suspiro de placer y toda su descarga en mi interior me lo confirmaron. Me embistió dos veces con fuerza y después con suavidad, mientras sentía las pulsaciones de su verga en mi ano y el cómo liberaba su leche en mí. Fue entonces que me soltó de las manos y me tomó de la cintura, y como quien ha terminado de hacer un gran trabajo, sacó su pene con cuidado y se sentó a mi lado.

Yo me tiré en el asiento, con las piernas temblando y con espamos en el cuerpo. Lo miré al rostro, me devolvió la mirada y se acercó solo para darme un beso en los labios.

—¿Te dejo en tu casa entonces o...?

Y aunque entendí lo que quería, con lo que había hecho me bastaba. No me imaginaba hacer algo más además de todo eso. Pero, la carne es débil...

—Déjame en la puerta, entraré y la dejaré entreabierta, cinco segundos es todo lo que necesito para cerrarla del todo.

Sonrió. Se subió el bóxer y el pantalón y se los abrochó, pasó al asiento de adelante, arreglándolo y arrancó el carro. La noche era oscura y las calles también. Llegamos hasta la puerta de mi casa, yo ya tenía puesto el suéter y el pantalón, aunque el culo lo tenía lleno de leche.

Espero unos segundos a que bajara. Lo hice, cerré la puerta y pasé hasta mi entrada, busqué la llave y entré, haciendo lo que dije. Cuatro segundos después, la puerta se abrió y se cerró del todo, pero eso ya no sería esa vez en el auto...

1 comentarios - Esa vez en el auto... (Parte 2)

Titoli969
Que flor de paja por el relato, mándame una foto en lencería BB 💋💋💋

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