Siempre he sido alguien de rasgos "finos". No es que sea delgado, tengo algo de musculatura, misma que mantengo con lo poco que me ejercito, sin embargo, al quedarme desnudo frente al espejo, puedo ver la delicadeza que adquiere mi cuerpo en ciertos ángulos, casi como si fuera una chica, creo que el ser lampiño y que mi cabello sea largo ayuda bastante a eso.
Durante mucho tiempo en mi mente he tenido ideas sobre cómo sería si me vistiese de mujer y saliera así a la calle, si pasaría inadvertido o definitivamente lo notarían. Y no es que tenga ganas de hacerlo, eso lo dejo para cuando estoy en mi habitación, sin nadie que me vea. Sin embargo, lo que pensamos no es lo que parece.
Como dije, he tenido pensamientos de cómo me vería si me vistiera con ropa femenina, duda que he resuelto al comprarme unas cuantas tanguitas y brasieres, porque, cabe la casualidad que también mi pecho es algo notable, aunque lo oculto con camisetas holgadas. Pero cuando no hay nadie y la puerta se cierra, de pronto soy ella...
Y me encanta. Es una de las mejores sensaciones y emociones que existen, es como despojarse de aquello una careta y dejar solo aquello que es realmente tuyo. Pero cuando tocaba salir de ahí, debía ser de nuevo el "yo" que todos conocían.
Una noche fui invitado a una fiesta en un barrio vecino. Fui vestido lo más casual posible, vans, pantalones holgados y un suéter y con el cabello recogido a una cola, pero también llevaba algo más debajo, un brasier deportivo y una de mis más suaves tangas. Esa noche solo quería sentirme cómoda, y no es como que fuera la primera vez que lo hacía.
Me presenté a las ocho y estuve ahí hasta como a eso de las once o doce. Durante todo el tiempo disfruté de unas cuantas cervezas y quizás de algunos tragos de alcohol. Bailé y traté de llevarla bien, sin embargo, durante todo el rato sentí siempre unas miradas sobre mí, y no del tipo casual.
Eran castaño claro y su cabello oscuro, su cutis limpio y su rostro atractivo. Sus labios carnosos y tenía unas manos fuertes, o eso aparentaba. Bailaba con una chica unos metros más allá, acariciaba su cintura y sus nalgas y, en mitad de todo eso, conectaba miradas conmigo y, para ser sincero, sentí algo de calor al ver eso, tanto así que, por algunos instantes imaginé que yo era la chica y que esas manos bajaban por mi cintura hasta mis piernas y que luego subían por mis nalgas. Pero traté de apartar esos pensamientos, porque no era normal. Una cosa era ser una niña en mi habitación, y otra pensar que un chico me viera como tal.
Total, que es tiempo de volver a casa, pero es tarde, no tengo cómo volver de manera segura y no quiero arriesgarme a caminar solo a esas horas de la noche, no cuando llevo ropa suave y delicada bajo mi careta de hombre. Y mientras espero afuera y pienso cómo regresar, un automóvil enciende las luces y arranca, pasando muy despacio frente a mí, deteniéndose. ¿Y quién resulta ser? Ojos castaños y labios carnosos.
--¿Ya te vas? --pregunta con voz varonil.
--Sí, pero no hay problema, puedo irme solo...
--¿Seguro? Estas calles son peligrosas a estas horas.
--Sí, pero no pasa nada, yo vuelvo tranquilo --respondo eso con pesar, porque en realidad no quiero volver solo, y aunque ese chico ocasionaba algo raro en mí, a la vez no quería estar solo con él en un mismo lugar, no después de las miradas que nos compartimos.
--¿Dónde vivís? Si me queda de camino a casa, te paso dejando cerca. No perdés nada, peor será si te vas solo.
Suspiro, ¿Qué le puedo hacer? Solo me queda responder.
--Está bien, vamos.
Subo al auto y arranca. Durante los próximos minutos no decimos nada, salvo mi dirección y él un asentimiento. Suena la música, algo relajante, saxofón. Miro atrás y el auto está a oscuras, miró al frente y la calle está igual, salvo por los faroles del carro. Volteo a mi izquierda y veo su rostro perfilado y sus labios y me contengo y vuelvo al frente.
--¿Y qué te pareció la fiesta? --pregunta como para romper el hielo.
--Bien, pero ya fue suficiente, mañana hay que levantarse temprano.
--Entiendo, sí, por eso me fui también.
--¿Seguro?
--Y por otras cosas, pero normal, tranquilo.
--¿Y la muchacha con la que bailabas?
--Ella se quedó allá, yo ya no tenía energías para eso.
--Cierto...
--Porque mañana hay que levantarse temprano.
--Entiendo.
--¿Y la muchacha con la que bailaste?
--Ah, ella, pues... se quedó allá también.
--Vaya cosa, ¿no? Ellas si tienen muchas energías.
--Sí, algo así.
--Fíjate que estaba pensando en que, me parecías conocido de algún lado --suelta tranquilo sin despegar la vista del camino, desinteresado.
--¿En serio? ¿De dónde?
--No lo sé, creo que te he visto en algún lado.
--¿Dónde?
--No lo sé --se ríe--. Pero sí, me pareciste conocido. Me gusta tu pelo largo.
No sé cómo reaccionar a eso, pero me gusta el comentario.
--Gracias.
--Te luce así amarrado, pero... ¿Cómo se te vería suelto?
Sigo sin entender lo que pasa.
--Pues... se me ve bien, pero me lo amarro por comodidad.
--Bueno, ¿Puedo verlo suelto?
Y cuando me dice eso, me mira a los ojos y en medio de las penumbras, solo iluminados por la luz del radio, aquella mirada parecen chispas que encienden algo en mi interior. Me remuevo en el asiento y siento la caricia de la ropa sobre mi ropa interior. Respiro y me calmo, quizás no sea nada de lo que estoy pensando.
--De acuerdo --digo para salir del paso y me suelto el pelo, meneándolo para un lado y otro, después me lo acomodo para el lado contrario a él y dejo mi perfil descubierto.
--Se te ve muy bien, ya me imagino cómo te ha de quedar sin camisa.
Siento que el corazón se me dispara. Eso no me lo esperaba, es raro y puedo ver en sus ojos cierta picardía, o quizás es mi imaginación.
--¿Sin camisa? ¿Por qué sin camisa?
--No lo sé, algunas personas se ven bien de pelo largo y cuando se quitan la camisa, no sé por qué, pero les resalta algo en su belleza que se ven bastante bien.
--Ah, bueno, sí, quizás... --digo intentando cerrar la conversación, quedarme solo con eso y seguir callado hasta llegar a casa.
Pero mientras estoy meditando esas cosas, lo escucho carraspear y lo miro.
--¿Puedo verte así? --me dice y a mí la sangre se me congela en el cuerpo.
--¿Qué?
--Qué si te puedo ver sin camisa --alza una ceja y sonríe. Y siento y veo como el auto se detiene.
Meneo la cabeza nervioso.
--Tranquilo, no es algo malo, solo quiero verte sin camisa, es... es algo que he estado pensando desde hace un rato.
--¿Verme sin camisa?
--Sí, bueno, también un par de cosas, pero sí, parte de eso es verte sin camisa, como te dije, me gusta tu aspecto, es tan interesante que llama mucho la atención.
Puedo sentir que dice sus palabras casi al tacto, ni muy directo, ni muy alejado de lo que quiere. Por mi parte, no sé qué decir ni cómo reaccionar, en mi mente todo es un hervidero. Jamás había estado en una situación así y mucho menos con alguien a quien no conocía de nada. Pero más que eso, lo me tenía con el corazón a mil, era que lo estaba considerando y solo recordaba que llevaba un brasier por debajo. Definitivamente no podía acceder a eso, ¿Verdad? No era algo obligado.
--Tranquilo, si no quieres, no hay problema, pero... solo un momento, solo será un momento y ya, prometo que no pasará nada más...
Sonrío. ¿Es en serio lo que me está pidiendo? Y juro que si no fuera porque esos ojos y ese rostro me llamaron la atención, habría sido más fácil para mí decidirme. Pero, la manera en la que me miraba, la forma en la que hablaba y lo que decía, me hacían considerarlo bastante, casi al punto de acceder de inmediato, sin importarme lo que andaba debajo.
--Por favor... --me dice en un susurro, inclinado hacia a mí, lo suficiente como para quedar a unos treinta centímetros de mi rostro y con su mano en mi pierna, apoyándose.
Trago en seco y tras un suspiro, accedo. Asiento y me quito la camisa...
Durante mucho tiempo en mi mente he tenido ideas sobre cómo sería si me vistiese de mujer y saliera así a la calle, si pasaría inadvertido o definitivamente lo notarían. Y no es que tenga ganas de hacerlo, eso lo dejo para cuando estoy en mi habitación, sin nadie que me vea. Sin embargo, lo que pensamos no es lo que parece.
Como dije, he tenido pensamientos de cómo me vería si me vistiera con ropa femenina, duda que he resuelto al comprarme unas cuantas tanguitas y brasieres, porque, cabe la casualidad que también mi pecho es algo notable, aunque lo oculto con camisetas holgadas. Pero cuando no hay nadie y la puerta se cierra, de pronto soy ella...
Y me encanta. Es una de las mejores sensaciones y emociones que existen, es como despojarse de aquello una careta y dejar solo aquello que es realmente tuyo. Pero cuando tocaba salir de ahí, debía ser de nuevo el "yo" que todos conocían.
Una noche fui invitado a una fiesta en un barrio vecino. Fui vestido lo más casual posible, vans, pantalones holgados y un suéter y con el cabello recogido a una cola, pero también llevaba algo más debajo, un brasier deportivo y una de mis más suaves tangas. Esa noche solo quería sentirme cómoda, y no es como que fuera la primera vez que lo hacía.
Me presenté a las ocho y estuve ahí hasta como a eso de las once o doce. Durante todo el tiempo disfruté de unas cuantas cervezas y quizás de algunos tragos de alcohol. Bailé y traté de llevarla bien, sin embargo, durante todo el rato sentí siempre unas miradas sobre mí, y no del tipo casual.
Eran castaño claro y su cabello oscuro, su cutis limpio y su rostro atractivo. Sus labios carnosos y tenía unas manos fuertes, o eso aparentaba. Bailaba con una chica unos metros más allá, acariciaba su cintura y sus nalgas y, en mitad de todo eso, conectaba miradas conmigo y, para ser sincero, sentí algo de calor al ver eso, tanto así que, por algunos instantes imaginé que yo era la chica y que esas manos bajaban por mi cintura hasta mis piernas y que luego subían por mis nalgas. Pero traté de apartar esos pensamientos, porque no era normal. Una cosa era ser una niña en mi habitación, y otra pensar que un chico me viera como tal.
Total, que es tiempo de volver a casa, pero es tarde, no tengo cómo volver de manera segura y no quiero arriesgarme a caminar solo a esas horas de la noche, no cuando llevo ropa suave y delicada bajo mi careta de hombre. Y mientras espero afuera y pienso cómo regresar, un automóvil enciende las luces y arranca, pasando muy despacio frente a mí, deteniéndose. ¿Y quién resulta ser? Ojos castaños y labios carnosos.
--¿Ya te vas? --pregunta con voz varonil.
--Sí, pero no hay problema, puedo irme solo...
--¿Seguro? Estas calles son peligrosas a estas horas.
--Sí, pero no pasa nada, yo vuelvo tranquilo --respondo eso con pesar, porque en realidad no quiero volver solo, y aunque ese chico ocasionaba algo raro en mí, a la vez no quería estar solo con él en un mismo lugar, no después de las miradas que nos compartimos.
--¿Dónde vivís? Si me queda de camino a casa, te paso dejando cerca. No perdés nada, peor será si te vas solo.
Suspiro, ¿Qué le puedo hacer? Solo me queda responder.
--Está bien, vamos.
Subo al auto y arranca. Durante los próximos minutos no decimos nada, salvo mi dirección y él un asentimiento. Suena la música, algo relajante, saxofón. Miro atrás y el auto está a oscuras, miró al frente y la calle está igual, salvo por los faroles del carro. Volteo a mi izquierda y veo su rostro perfilado y sus labios y me contengo y vuelvo al frente.
--¿Y qué te pareció la fiesta? --pregunta como para romper el hielo.
--Bien, pero ya fue suficiente, mañana hay que levantarse temprano.
--Entiendo, sí, por eso me fui también.
--¿Seguro?
--Y por otras cosas, pero normal, tranquilo.
--¿Y la muchacha con la que bailabas?
--Ella se quedó allá, yo ya no tenía energías para eso.
--Cierto...
--Porque mañana hay que levantarse temprano.
--Entiendo.
--¿Y la muchacha con la que bailaste?
--Ah, ella, pues... se quedó allá también.
--Vaya cosa, ¿no? Ellas si tienen muchas energías.
--Sí, algo así.
--Fíjate que estaba pensando en que, me parecías conocido de algún lado --suelta tranquilo sin despegar la vista del camino, desinteresado.
--¿En serio? ¿De dónde?
--No lo sé, creo que te he visto en algún lado.
--¿Dónde?
--No lo sé --se ríe--. Pero sí, me pareciste conocido. Me gusta tu pelo largo.
No sé cómo reaccionar a eso, pero me gusta el comentario.
--Gracias.
--Te luce así amarrado, pero... ¿Cómo se te vería suelto?
Sigo sin entender lo que pasa.
--Pues... se me ve bien, pero me lo amarro por comodidad.
--Bueno, ¿Puedo verlo suelto?
Y cuando me dice eso, me mira a los ojos y en medio de las penumbras, solo iluminados por la luz del radio, aquella mirada parecen chispas que encienden algo en mi interior. Me remuevo en el asiento y siento la caricia de la ropa sobre mi ropa interior. Respiro y me calmo, quizás no sea nada de lo que estoy pensando.
--De acuerdo --digo para salir del paso y me suelto el pelo, meneándolo para un lado y otro, después me lo acomodo para el lado contrario a él y dejo mi perfil descubierto.
--Se te ve muy bien, ya me imagino cómo te ha de quedar sin camisa.
Siento que el corazón se me dispara. Eso no me lo esperaba, es raro y puedo ver en sus ojos cierta picardía, o quizás es mi imaginación.
--¿Sin camisa? ¿Por qué sin camisa?
--No lo sé, algunas personas se ven bien de pelo largo y cuando se quitan la camisa, no sé por qué, pero les resalta algo en su belleza que se ven bastante bien.
--Ah, bueno, sí, quizás... --digo intentando cerrar la conversación, quedarme solo con eso y seguir callado hasta llegar a casa.
Pero mientras estoy meditando esas cosas, lo escucho carraspear y lo miro.
--¿Puedo verte así? --me dice y a mí la sangre se me congela en el cuerpo.
--¿Qué?
--Qué si te puedo ver sin camisa --alza una ceja y sonríe. Y siento y veo como el auto se detiene.
Meneo la cabeza nervioso.
--Tranquilo, no es algo malo, solo quiero verte sin camisa, es... es algo que he estado pensando desde hace un rato.
--¿Verme sin camisa?
--Sí, bueno, también un par de cosas, pero sí, parte de eso es verte sin camisa, como te dije, me gusta tu aspecto, es tan interesante que llama mucho la atención.
Puedo sentir que dice sus palabras casi al tacto, ni muy directo, ni muy alejado de lo que quiere. Por mi parte, no sé qué decir ni cómo reaccionar, en mi mente todo es un hervidero. Jamás había estado en una situación así y mucho menos con alguien a quien no conocía de nada. Pero más que eso, lo me tenía con el corazón a mil, era que lo estaba considerando y solo recordaba que llevaba un brasier por debajo. Definitivamente no podía acceder a eso, ¿Verdad? No era algo obligado.
--Tranquilo, si no quieres, no hay problema, pero... solo un momento, solo será un momento y ya, prometo que no pasará nada más...
Sonrío. ¿Es en serio lo que me está pidiendo? Y juro que si no fuera porque esos ojos y ese rostro me llamaron la atención, habría sido más fácil para mí decidirme. Pero, la manera en la que me miraba, la forma en la que hablaba y lo que decía, me hacían considerarlo bastante, casi al punto de acceder de inmediato, sin importarme lo que andaba debajo.
--Por favor... --me dice en un susurro, inclinado hacia a mí, lo suficiente como para quedar a unos treinta centímetros de mi rostro y con su mano en mi pierna, apoyándose.
Trago en seco y tras un suspiro, accedo. Asiento y me quito la camisa...
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