Mientras disfrutaba recostada en esas finas telas, pude escuchar sonido tras la puerta. Pronto se abrió y entró el hombre al que esperaba ansiosamente
Vestía con pantalón formal y saco, creo que esperaba compartir una charla y un vino antes de la acción. Al parecer no se había dado cuenta de lo caliente que me encontraba.
Le saludé desde la cama, agitando mi mano, mientras me mordía los labios y le invitaba a acompañarme.
- Por dios, Josefina hmm... sí que no te pudiste esperar ¿tanto deseas entregarme ese cuerpo? - preguntó mientras comenzaba a sacarse el saco, mostrando su camisa, que dejaba ver su delgada figura.
Me sonrojé mucho por su pregunta, pero era la verdad. Aquello era lo que llevaba deseando desde que me abrí de piernas para él en la zapatería.
- Sí Julián... tengo demasiadas ganas, quiero entregarme a ti, que me hagas delirar de placer como en la zapatería. - al parecer el viejo no esperaba una respuesta tan sincera, porque luego de oírlo, comenzó a desnudarse con gran rapidez.
Pronto se encontraba únicamente en bóxer, dejándome ver su escuálida y delgada figura blanca. Contrastaba mucho con el cuerpo musculoso y negro de Jean.
Se acercó a la cama, jaló las sábanas desde los pies, dejando descubierta mi sensual figura.
- ¡Mamasota! - se quedaba extasiado viendo mis grandes pechos y sensuales curvas.
Se abalanzó sobre la cama. Pronto me estaba dando jugosos y deliciosos besos con lengua, mientras sus manos recorrían mis senos, masajeándolos y haciendo endurecer mis pezones.
Mi cuerpo se rendía ante el macho. Me dejaba llevar, mis labios seguían el ritmo de sus besos. Ese hombre infiel estaba domándome a placer.
Su mano huesuda bajó a mi entrepierna, sus dedos expertos comenzaron a frotar mi vagina, específicamente mi clit.
- ¡HMM Ufff! - comencé a gemir entre besos y caricias.
Julián, al ver que me gustaba, comenzó a deslizar sus dedos dentro de mi intimidad. Atacando hábilmente a mis puntos débiles.
Estaba delirando de placer, aquel viejo sabía como tocar mi cuerpo. Por mi propia cuenta, no podía alcanzar aquella sensación al masturbarme.
- Mmm dios... - sólo podía gemir entre besos y separar más las piernas para que él pudiera masturbarme a gusto.
Dejó de besarme, me miró con satisfacción.
- Así te quería tener, reina. - fue besando mi cuello, mis pechos, mi vientre... hasta llegar a mi vagina.
Separó aún más mis piernas, empujando mis muslos. Me abrí de par en par para él. Llevo su rostro a mi vagina. Comenzó a besar con intensidad
- Hmmm ¡Aah Julián! ¡qué rico! - chillé de placer de solamente sentir sus labios besando mi intimidad.
Prosiguió dando lamidas, en cosa de segundos su lengua estaba dentro de mí, invadiendo cada rincón y explotando los puntos débiles de mi vagina.
Yo únicamente podía agarrarlo de la cabeza y abrirme más de piernas para que me proporcionara más placer.
- Julián... que bien lo haces mmm... ¡Dios! - mis gemidos lo incentivaban, me empezó a lamer y chupar más rápido. Con sus dedos daba suaves caricias a mi clit. Me tenía delirando por él.
Estaba enamorada de la experiencia de ese viejo maduro. Me tenía en el paraíso, sabía como explotar a una hembra como yo.
Ya me tenía al borde del orgasmo, me preparaba para sentir ese gran placer, pero se detuvo en seco antes de alcanzarlo.
Me quede viéndolo. Se tomó unos segundos mientras reía, luego continuó la faena.
Me tuvo al borde del orgasmo 5 veces, yo chillaba fuerte, ya quería sentirlo. Ese viejo zorro me tenía como quería.
Cuando se detuvo para ponerse condón, mi corazón se llenó de alegría y expectación. Su miembro no tenía nada de especial, pero el viejo me tenía deseosa de sexo.
- Tranquila reina... ya te daré lo tuyo. - dijo enseñándome su pene, listo para penetrarme al fin.
Se comenzó a acomodar entre mis piernas, agarrando mis tobillos y abriéndome de patas.
- Así me gusta, bien entregadita y sumisa. - dijo riéndose, mientras yo me dejaba manejar a su total gusto.
- Tú me pones así... - respondí sonrojada, ronroneando por lo bien que me estaba tratando.
Llevó mis piernotas hasta sus huesudos hombros, mientras frotaba su verga contra mi jugosa conchita. Ya me tenía deseosa de sexo.
Admiré su flacucho cuerpo, mientras se acababa de acomodar y comenzaba a empujar sus caderas. Pude ver como su pene ingresaba dentro de mí.
Lo hice de nuevo, otra vez me estaba dejando penetrar por un hombre... y era exquisito. Me convencía a mi misma que todo estaba bajo control, que lo hacía por experimentar y ya, que mi hombría seguiría intacta y que algún día recuperaría mi cuerpo.
- ¡Por dios reina! - el hombre puso una cara de extremo placer una vez me la tuvo toda metida.
Luego de tanto oral, me tenía toda mojada y lista para su verga. Tiré mi cabeza hacia atrás al sentirla toda dentro.
- ¡Hmmm dios, que rico! - gozaba mucho, el viejo comenzó a sacudir sus caderas con mucha habilidad.
Mis pechos se sacudían por sus embestidas. El viejo se deleitaba por como me rebotaban. Podía verlo relamiéndose.
- ¡Esto querías! ¡Por eso me provocaste desde que te conocí! - lo deseaba, pero era mentira de que lo quería desde que lo vi por primera vez.
Poco me importaba ahora, solo le seguía el juego. Su pene duro me atravesaba como si nada, como si esa vagina le perteneciera y ya.
- ¡Sí, quería que me la metieras! - le gritaba al viejo. Pude sentir como su verga se sacudió al oír esas palabras.
Siguió doblando mi flexible cuerpo. Quedo con todo su peso sobre mí. Mis piernas se estiraron, hasta quedar a los costados de mi cabeza. Me asombraba lo moldeable de mi nueva figura, era muy elástica.
Quedamos cara a cara, podía ver su rostro satisfecho.
- Esto querías putita, siente como te la meto. - murmuraba, yo sólo me podía estremecer de placer.
Me penetraba con una facilidad increíble, cadereaba contra mi vagina con mucha habilidad, sentía como me hacía delirar de placer con cada metida.
Sonreía embobada, veía su rostro orgulloso de estar domando a tremenda hembra como lo era yo. Me bombeaba verga sin parar, como sabiendo que una oportunidad como esa no se le volvería a repetir en la vida.
Decidió abrirme de piernas, quedé con mis piernas en el aire, a los costados de su cuerpo. Mis pies se sacudían con cada penetrada. Ahora aplastaba mis tetotas con su huesudo pecho.
Él siguió metiéndomela, mientras me miraba satisfecho por su gran conquista, me sacó orgasmo tras orgasmo. Ese toro maduro sabía controlar el ritmo, se movía de manera tal, que podía controlar su corrida y prevenirla. Se daba un total festín conmigo, demostrándome su superioridad como hombre. Llevaba más de media hora dándome de misionero.
- ¡Ah! ¿Acaso no acabarás nunca? - le pregunté entre mis chillidos y el crujir de la cama, que creaba una atmosfera totalmente sexual.
- Una hembra como tú, hay que gozarla como es debido. Así que anda preparándote, que no te soltaré en un buen rato - dijo con una mirada dominante. Sólo pude asentir a sus deseos. Me usaba como si fuese una prostituta.
Al rato me tenía de perrito, me la metía con la fuerza suficiente para sacudir mi par de enormes senos. Me mantenía sostenida de codos y rodillas. Podía escuchar los aplausos que generaban el rebote de mis nalgas contra su huesuda pelvis con cada metida.
- ¡Hmmm que nalgotas! - el viejo se deleitaba con la vista, mientras mantenía sus arrugados y ásperos dedos en mi cinturita. Me tenía bien sujeta, como si me fuese a escapar si no me sostenía.
Ese viejo era muchísimo mejor que yo en la cama. A pesar de que era joven y mi pene era más grande que el suyo, nunca pude domar a una hembra como él hacía ahora conmigo.
Moría de vergüenza al recordar mi pasado, me hacía notar lo aberrante que era dejarme coger. A pesar de ser una mujer por fuera, seguía siendo un chico en el interior.
- ¡Julián, ya fue suficiente! - chillé tirándome hacia adelante, haciendo que su pene saliera de mi interior.
- PLAF - me puso una fuerte nalgada. Sentí como mis carnes seguían rebotando luego del golpe.
- ¡Yo mando aquí, yo decido cuando es suficiente! ¿Entendido? - ese viejo se puso como loco ante la idea de perder a la tremenda hembra que se estaba cogiendo. No me quedó más que dejar que me la siguiera metiendo.
- ¡¿Entendido?! - repitió poniéndome una nueva y sonora nalgada.
- ¡Sí, entendido! - chillé y el río satisfecho.
- Ahora mantén bien parado ese culo ¿no ves que te la quiero meter? - elevé más mi trasero para su total placer, no esperó mucho para volver a colocarla dentro de mí. Pude sentir su verga latir al darse cuenta de lo sometida que me tenía.
Me clavó sus huesudos dedos, dio fuertes impulsos durante 10 minutos hasta que al fin acabó, pude sentir como mi vagina daba contracciones y deseaba deslechar esa verga. Mis fluidos cayeron. No podía creer que me había sacado un nuevo orgasmo. Era tan humillante, al perder la calentura, me daba cuenta de lo vergonzoso de toda la situación.
Nuevamente me dejé usar por un hombre, otra vez fui domada. Y cogida como toda una hembra.
El viejo jadeo, me la sacó y se desplomó al costado de la cama con el forro lleno de semen producto de las metidas de verga que me dio. Yo también jadeaba, toda roja de la vergüenza. Me levanté con las piernas temblorosas por la tremenda cogida que me puso el vejatorio.
- Te ganaste un nuevo par de tacones - se reía el viejo, mientras yo buscaba mi ropa para quedar vestida nuevamente. Pude ver una bolsa, donde había un hermoso par de tacones rojos. Me quede admirándolos, hasta que me libré de esos pensamientos femeninos.
Mi mente estaba cambiando, debía buscar la forma de recuperar mi cuerpo. Ese brazalete me estaba emputeciendo.
Me llevé la bolsa conmigo, me fui de allí a gran velocidad. El viejo se quedó acostado, recordándome que si quería más zapatos, ya sabía como encontrarlo.
Al llegar a mi depa, el negro Jean me esperaba. Me miraba ansioso, como si yo fuese a querer repetir lo de la noche anterior.
- Hola veci... - pasé a su lado ignorándolo, me daba vergüenza verle a la cara luego de lo que sucedió. Entré a mi depa y cerré la puerta
- Ya vendrás tu solita cuando quieras - lo escuche decir para luego irse.
Nadie me obligó, fui yo solita a dejarme coger por Julián. No entendía que pasaba en mi cabeza. Lo disfruté mucho, pero de vez en cuando tenía arranques de cordura, que me recordaban mi pasado y que lo que hacía no era natural.
Agarré mi teléfono, llamé a esa médium que guardé por la mañana, jamás creí en esas cosas, pero después de todo lo vivido, cualquier cosa era posible.
Me habló amablemente, me dio sus tarifas, las cuales no eran tan elevadas. Me dijo que sentía algo extraño en mí, que sin dudas podría ayudarme.
Lo vi como una respuesta genérica, siempre dicen algo así para parecer misteriosas. Acordamos una cita para el día siguiente. Me fui a bañar, intentando alejar de mi mente los pensamientos sexuales.
13 comentarios - De hombre simplón a hembrón de fantasía (Cuarta parte)