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Capitulo III: Me había casado con la mujer más bella

Capitulo III: Me había casado con la mujer más bella

Introducción: Eran los días más hermosos de mi vida, hace un par de meses me había casado con la mujer más bella que pudiera existir, dirán que exagero, pero para mí vaya que lo era.


Tenía una carita de niña, con ojos grandes y coquetos, sus labios eran carnosos, con una cabellera castaña oscura, un poco largo y de un cuerpo nada envidiable a cualquier modelo.


Se podría decir que era la mujer perfecta para casarse, ya que su personalidad reservada y servicial enamoraba a cualquiera. Después de 3 años de noviazgo por fin podía estar con la mujer que amaba. Lamentablemente no todo dura para siempre y los hechos nunca pasan como uno lo desea.

Continuación:

―Don chato ―grito mi esposa sorprendida por su presencia sin previo aviso.

―Hola señora ¿cómo está?, aparte de lo evidente ―nuevamente existía un coqueteo en las palabras de Don Chato.
―Bien Don Chato, ¿y usted? ―respondía mi sorprendida esposa.


―Bien señorita, veo que ya se conocen ―decía Don Chato viendo a ambas amigas.


―Si Don Chato, por fin conocí a su nueva inquilina ―respondía la rubia, ―que bueno verlo, esperaba pasar a visitarlo más tarde…


―Su amiga tenía en su voz un tono algo coqueto con Don Chato.


―Si primor, claro que sí, yo estoy disponible cuando quieras o cuando quieran ―respondió Don Chato mirando a ambas, ―siempre firme.


―Bueno amiga paso a retirarme, pero sabes que te apoyo con lo que gustes “mua” ―se despedía la amiga de mi esposa, mirando coquetamente a Don Chato al pasar frente a Él.


―Desde donde me encontraba podía ver la hermosa silueta de mi esposa en la puerta de nuestro departamento.


―Don Chato, ¿a qué debo su visita esta mañana?


―Bueno señora pues aparte de venir a ver su belleza pasaba para tomar medidas de la chapa de su puerta y preguntarle si había algo más en lo que pudiera ayudarle.


―Hay Don Chato que considerado es, gracias, y bueno… ―decía tartamudeando un poco mi esposa, yo creo sorprendida aún por el relato que hace breves instantes había escuchado de su amiga.


―¿Puedo pasar señorita?


―Ah sí, sí, disculpe pase.


―¿Todo bien señorita? ¿La notó algo sonrojada, estaba haciendo ejercicio? ―preguntó Don Chato, supongo que al igual que yo había notado lo acalorada que estaba mi esposa por todo lo sucedido.


―Sí, digo no, no estaba haciendo ejercicio es solo que… oh pero qué desorden lamento que vea desordenada la casa, es que aún es muy temprano.


―Para nada señorita su presencia es suficiente para que uno no ponga atención en otras cosas, además es un placer servirle como su casero y para lo que se le ofrezca.


―Este mmm… gracias ―decía mi esposa algo apenada.


―Oiga ¿y su novio? ―preguntaba Don Chato mientras sonreía.


―Mi… ¿mi novio?


―Si el joven que vive con usted.


―Ah se refiere a mi esposo.


―Perdón su marido entonces, me disculpo hace un momento cuando llegue escuche que su amiga le decía que era su novio, debí escuchar mal.


―Está bien, no se preocupe jeje, Él está dormido en el cuarto.


―Oh vaya ¿quiere que vuelva en otro momento?, no me gustaría causarle problemas.


— No yo no… no. adelante por favor haga lo que tenga que hacer jeje. Yo empezaré a limpiar un poco antes de que mi “esposo se despierte”.


Ella lo dejó trabajando en la puerta y se retiró a la sala, organizaba los cojines del sofá y movía unas cosas de aquí para allá. Parecía que su mente estaba en otro lugar.


Don Chato no perdía ningún movimiento de ella, sabía que su actividad no le demoraría más que unos minutos, sin embargo, permaneció tomando medidas de la puerta como si fuera a construir una casa y no reparar una chapa.


―Disculpe señorita la antigua inquilina comentaba que también tenía problemas con la luz de la cocina. ¿Ha tenido problemas con eso también?


―¡Oh! Si es verdad en ocasiones no quiere encender. ¿Podría revisarlo también?


―¡Claro que sí! Muestre me y yo le reviso lo que usted quiera.


Notaba cierta sensualidad en la voz de mi esposa y picardía en la voz de Don Chato. Mi esposa se dirigió a la cocina y le enseñó el camino a Él, pero este la dejo pasar primero, seguramente para poder disfrutar del vaivén de las nalgas de mi mujer, que con ese vestido floreado se movían sin esfuerzo, dejando bien marcada la cinturita de mi esposa.
Por primera vez vi el rostro de mi esposa que guiaba a Don Chato por el pasillo para dirigirse a la cocina. Se veía radiante, hermosa con rostro de niña recién despertada, aquella belleza natural que la caracterizaba, su nariz respingona y unos labios carnosos que me encantaban, se notaba acalorada y sonrojada de sus mejillas.


La cocina estaba separada del resto de la sala por una pequeña barra, como no habíamos comprado aún muchos muebles solo disponíamos de una pequeña estufa, un microondas y una pequeña alacena, así como una silla de esas pequeñas pero altas tipo bar.


Mi esposa se recargó en una de las paredes quedando frente a la barra donde se encontraba Don Chato, que no perdió oportunidad para seguir admirando su curvilínea figura.


―Ya veo señorita, creo que será en otra ocasión, al parecer el cableado ya está viejo y algo quemado, habrá que cambiarlo completo, pero con gusto le sacaré un presupuesto y le avisó ―dijo Don Chato.


―Claro señor, sin problema.


―Mientras caminaban a la salida, Don Chato colocó una mano en la cintura de mi esposa, la cual no pasó desapercibida ante mi sonrojada esposa que seguía bastante afectada por todo lo que su amiga le había contado.


― Si me permite quiero decirle que me alegra que haya venido a dar a esta vecindad, así que no dude en contar conmigo con lo que necesite ―sonreía Don Chato mientras despegaba su mano de la cintura no sin antes deslizarla un poco más de la cuenta siguiendo la silueta curvilínea de las caderas de mi mujer.


―Gracias Don Chato… por su amabilidad ―respondió mi mujer ―Nos vemos pronto.


Mi mujer se encontraba excitada, no tenía duda, aquella plática matutina y la visita de Don Chato habían provocado algo en ella, sin embargo, me llevaría un poco más de tiempo descubrir lo que aquello causaría en nuestra relación.


Ese mismo día sería el principio de muchas cosas, para empezar el inicio de varios sueños que durante la noche me llevaban a fantasear en aquella rubia que se había entregado al jefe de su esposo y no solo eso sino lo que esto hubiera despertado en mi esposa.


Hasta que una noche cambiaron de protagonista…
Me encontraba deambulando por uno de los pasillos de la vecindad, mi corazón estaba acelerado, a lo lejos de aquel pasillo, escuchaba algunos ruidos, ruidos que conforme avanzaba se convertían en unos finos y delicados gemidos de una dama, parecían dulces y sensuales a la vez, aquella mujer disfrutaba seguramente de una buena herramienta masculina.


Mientras caminaba en la oscuridad, llegué a la puerta de donde procedía aquella música femenina, se encontraba abierta, y los gemidos se hacían cada vez más fuertes.


Entre con mucho cuidado intentando anonimato ante aquella pareja que se mostraba aquel amor, camine en la penumbra hasta la habitación donde provenía un poco de luz tenue color ámbar.


Un hombre estaba recostado en aquella cama blanca podía ver sus piernas velludas acostadas en aquel lecho, mientras que una curvilínea figura lo montaba, unas hermosas piernas cubiertas de medias negras se cruzaban a cada lado de ese cuerpo masculino, unas zapatillas negras cubrían aquellos pies femeninos y un enorme y fabuloso trasero subía y bajaba en compás de aquél pelvis masculino que taladraba a la fémina con fuerza de un toro.


Los gemidos se hacían cada vez más fuertes y los cacheteos entre los muslos y las nalgas de aquella pareja más fuertes, hasta que ambos se tensaron en un hermoso orgasmo mutuo, la melena de aquella dama caía en su espalda negro como la noche y su espalda arqueada seña de un orgasmo satisfactorio se mostraba en su esplendor.


De pronto aquella chica que llevaba un dedo a su boca giraba hacia mí… mientras decía “ahhh Don chato”.


Era mi esposa.


Me desperté impactado, buscando a mi hermosa esposa entre la penumbra de nuestra habitación, allí estaba ella a un costado mío ajena a toda la historia que había soñado, su cuerpo curvilíneo se mostraba bajo aquella delicada sábana.


Mi cabeza por el contrario se encontraba dando vueltas, por un momento pensé que era una locura, sin embargo, mi entrepierna tenía una erección que nunca me hubiera imaginado. Y sin pensar en todo ello un poco me dirigí al baño donde comencé con una frenética masturbación donde mi esposa se entregaba a Don Chato.


Los días siguientes había sido una tortura el remordimiento me estaba matando, sin embargo, me había tocado en varias ocasiones pensando en aquel sueño.


El cansancio del trabajo, mi abrumador horario y un sin fin de cosas habían alejado la posibilidad de tener intimidad con mi esposa, a pesar de los intentos fallidos por parte de mi esposa.


Una semana después mientras entraba a la vecindad me tope con el actor principal de aquel sueño.


―Hola vecino ¿cómo está?


―Don Chato muy bien ¿y usted?


―Bastante bien para ser sincero, por cierto, quiero recordarle que pronto vencerá su renta.


―Claro Don Chato, lo tengo entre mis pendientes.


―Si eso mismo me comentó su esposa.


―¿Ha hablado con ella? — respondí sorprendido
―Si hace unos minutos me encontraba por su departamento así que pase a saludar, pero al parecer tiene visitas.


―¿Visitas dijo?


―Si, su muy buena amiga está con ella ―dijo haciendo énfasis en la palabra “buena”.


―Si… muy buena… amiga.


―Vaya que sí vecino ―respondía Don Chato riéndose de aquello.


Me despedí y caminé apresuradamente para llegar pronto a nuestro departamento. Camine sigilosamente para poder ver o escuchar algo desde el pasillo.


Qué suerte pensé, la puerta se encontraba entre abierta. Mire con mucho cuidado para ver al interior, allí estaban sentadas en la sala de nuestra casa, ambas lucían preciosas, mi mujer con una licra negra muy ajustada y un top deportivo sin sostén, me pregunté si Don Chato la habría encontrado así, y su amiga con una falda ejecutiva muy corta que dejaba ver sus piernas blancas bien trabajadas con una blusa blanca que le marcaba su buena delantera.
Pegué el oído y me dispuse a escuchar todo aquello de lo que podían estar hablando.


―Basta de mí vamos cuéntame ¿qué de nuevo ha ocurrido contigo?


―Que quieres saber amiga la verdad es que por aquí no ha ocurrido mucho.


―¿Qué dices? No me digas… ¿Qué sigues sin entregar tu tesorito?


―Mi mujer se sonrojo inmediatamente al escuchar eso.


―No… bueno… mmm…


―No puedo creerlo ¿de verdad?, tu esposo aún no… ¡vaya! Si que debe ser muy poco hombre o impotente.


―¡No! No digas eso es solo que no hemos tenido tiempo.


―¡Tiempo! Tiempo ¿para qué? Para preguntar “¿oye amor cogemos?”


―No, no es eso, es que no es tan fácil. Es solo que él llega muy cansado o simplemente no se da.
―¡Por favor! ¿De verdad te estás escuchando? Vaya hembra que eres, deberías estar disfrutando de ese maravilloso cuerpo como tu quisieras.


―¡No! Estas loquita jamás podría hacer lo que tú… hiciste.


―El ambiente se cortó por un silencio incómodo.


―Perdón amiga no… no quise decir eso… ―agregaba mi esposa ―la verdad es que amo a mi esposo y no he considerado estar con otro… aún.


―¿Aún?... Pues veo que ya lo empezaste a considerar… y por lo otro no te preocupes, algún día y estoy casi segura que ese día está cada vez más cerca me entenderás y haré que tú misma te retractes de lo que me dijiste jejeje.


―Bueno, pero no creo y no… no… me niego a encontrar a otro hombre además…


―Además… ¿Qué?


— Además… eh… He jugado un poco.


―¿Sí? Háblame de eso…
―Si tu sabes… me he tocado yo misma estos últimos días. Me he sentido muy….


―¿Excitada?


―Si un poco ―dijo mi esposa sonrojada.


―¡Vaya! Bueno pues, te entiendo me alegra escuchar eso, pero tú… eres virgen ¿no?, ¿no me digas que ya la perdiste con un pepino?


―Decía su amiga riéndose un poco por la bochornosa situación entre ella y mi esposa.


―¡No! Tu estas loquita, solo he jugado un poco con mi cuerpo y solo eso… para ser honesta… me deje llevar hace unos días e intente meter mi dedo a mi interior dejándome llevar por el calor del momento, pero no pude, me resultó imposible además de un poco doloroso…


―¡Hay mi cielo! ¡Eres una señorita en toda la extensión! De pensar la fortuna de aquel hombre que te monte por primera vez y rompa tu himen me pone un poco excitada incluso a mí, te puedo presentar a varios ¿si quieres?


―No amiga, yo solo quiero estar con mi esposo.
―Bueno solo decía, tú te lo pierdes. Ves esto… ―decía su amiga con un ademán para que mi mujer viera su silueta.


―Si lo veo.


―Esto me lo puse para el toro que me montará esta noche, por qué mi esposo salió de viaje.


―¿Qué es enserio? ¿Estarás con otro hombre hoy?


―Si mojigata ¿por qué te sorprendes? Si tu lo conocieras sabrías lo que es disfrutar de una buena cogida jajaja.


―No, ni quiero conocerlo, gracias.


―Yo creo que sí lo conoces, pero, en fin, solo digo que deberías tener un macho, un toro.


―¿Lo conozco? ―dijo sorprendida mi esposa.


―Olvídalo tonta, al menos si de verdad quieres conocerlo.


―No, olvídalo tú no debí preguntar. ¿Oye por qué les dices toro?
―Que inocente eres amiga, se les dice toros o corneadores a los hombres que satisfacen a mujeres casadas como nosotros, y el cornudo seria tu esposo.


―Oh ya veo… pues creo que me quedo con mi esposo. ¿Sabes lo intentaré de nuevo? ―dijo mi mujer.


―¿Intentar qué? ―respondía la rubia.


―Intentaré recuperar mi noche de bodas.


―¿Y eso cómo esperas lograrlo?


―Bueno yo… creo que lo que necesita mi esposo es tenerme de la mejor manera, así que preparare todo para un fin de semana, compre una sexy lencería blanca, y bueno todo técnicamente para una noche de bodas nuevamente. Haré todo lo que esté en mis manos para que esta semana el descanse, para que esté al cien para nuestro encuentro.


―Pues… no sé amiga, yo creo que eres mucha hembra para ese hombre, eres mucha sandía para Él, y recuerda que la sandía grande no se come sola. Sería un desperdicio que un cuerpo tan curvilíneo como el tuyo sea solo para un hombre, un hombre que no ha podido satisfacerte en más de un mes, yo creo que necesitas uno o varios toros.
Mi esposa no sabía donde meter el rostro, se veía muy acalorada.


―Quizás hasta le guste compartirte…digo existen muchos así, tal vez tu esposo no te ha cogido porque quiere que alguien más lo haga.


―Estas loquita, enserio ¡eh!, eso es imposible mi esposo jamás permitiría algo así mucho menos disfrutaría viéndome con alguien más jamás.


―Tú dices… Bueno amiga me tengo que ir porque mi toro me está esperando, y si necesitas algo mándame un WhatsApp sabes que estoy para ti, y cuidado con desflorarte tu sola, esa cosita tuya necesita un buen miembro masculino para desvirgarte.


―Mientras se despedían corrí rápidamente a las escaleras para fingir que iba llegando, baje un piso y simule subir de nuevo. El sonido de los tacones me alcanzó justo cuando llegaba al pasillo nuevamente.


―Hola.


―Hola ¿Qué tal?


―Bien, pase a visitar a tu linda esposa.


―Ah gracias que bien.
―Oye quería preguntarte si ella podía salir a correr conmigo, le comenté, pero me dijo que te diría, espero que estés de acuerdo.


―Claro que sí, si me comenta le diré que está muy bien.


―Bueno guapo pues nos vemos pronto.


Continué con mi camino hacia mi departamento, pero me detuve antes de entrar para ver hacia la planta baja y ver hacia dónde se dirigía aquella rubia.


Discretamente mire sobre el barandal para encontrar a la rubia frente al departamento de Don Chato, estiraba su mano para tocar ligeramente su puerta. La luz del departamento salió iluminando parte del patio. La rubia mujer dio un paso y entró discretamente al departamento de aquel viejo casero.


Mis pensamientos me decían que era imposible que aquel hombre pudiera o tuviera a mujeres como ellas a su disposición. Evitando pensar más en cómo es que ese viejo tuviera tanta suerte entre a mi departamento donde mi bella esposa me esperaba.


Los días transcurrieron y mi mujer siguió sin sospechar que yo sabía parte de lo que eran sus planes, comenzó a salir a correr todos los días de aquella semana con su amiga, obteniendo aún mejores resultados de los que ya obtenía con sus ejercicios matutinos en casa. En ocasiones miraba en redes sociales para ver sus fotos de Instagram o Facebook donde ella y la amiga rubia lucían sus cuerpos en algún campo deportivo donde iban a correr en sus tops y lycras muy sexys de seguro muchos caballeros disfrutaban verlas correr.


Esta situación me ocasionaba un poco de celos, pero también me excitaba. En varias ocasiones veía a la mujer que había visto salir del cuarto de Don Chato entrar y salir cuando llegaba del trabajo. Cómo podía tener tanta suerte, la vida de Don Chato era la que muchos quisiéramos tener.


Unos domingos después mientras estaba en casa. Mi mujer había decidido hacer algunas compras de chicas con su amiga, por lo que debido al cansancio me quedé dormido mientras ella se marchaba.


Desperté, pasaba de medio día, apenas recordé que ella había salido, me propuse desayunar algo. Mientras buscaba mis pantuflas miraba bajo la cama cuando encontré varias cajas.


Con cautela y cuidando que no se notará que alguien había husmeado sus interiores la abrí.
Papel celofán cubría todo el interior de la primera caja, con cuidado fui apartándolo para ver lo que se encontraba en su interior, allí acomodado se encontraba un hermoso y delicado negligé blanco de seda con algunas partes transparentes, se veía tan fino y pequeño, pensé rápidamente en mi esposa usando esto, se vería increíblemente buena y muy sexy, pues un pedazo de tela tan pequeño apenas cubriría sus enormes nalgas pues ella era poseedora de unas hermosas piernas largas de modelo, que hacía que cualquier vestido o falta se viera más corto sobre su cuerpo.


Pero no era todo, debajo de aquella pequeña bata un conjunto de lencería blanco lleno de encajes y transparencias se mostraba, un sostén que apenas cubriría aquellos cántaros de miel y un colaless semi transparente que apenas cubriría de su intimidad perfectamente depilada que ella siempre lucía, y dejando prácticamente al descubierto tu su trasero.


Un liguero de encaje blanco y seda también estaba allí, uno que se ajustaría a su estrecha cintura dejando caer los cuatro tirantes de donde se enganchaban unas delicadas medias blancas sobre sus muslos, dejando un hermoso tanto sobre sus piernas.


Después de admirarlas y tomar unas fotos guarde todo rápidamente y lo acomode justo como estaba, decidido tome la última caja con mi miembro erecto por lo erótico que sería verla usar todo eso. Dentro de ella unas zapatillas blancas totalmente cerradas de un tacón fino y alto se encontraban.


Me sentí el hombre más afortunado al tener una mujer tan delicada con su cuidado y belleza para mí. Después de tomarle fotos también las guardé y salí a la cocina a desayunar.


Al parecer tuve suerte, pues no pasaron más que unos minutos cuando la puerta de la casa se abrió. Mi mujer había llegado… pero al parecer no estaba sola.


Don Chato venía detrás de ella con algunas bolsas, al parecer se había separado de su amiga minutos antes y Don Chato había sido tan amable de ayudarle a subir hasta el departamento. Todo sería fabuloso si no fuera por los leggins que mi mujer usaba, que dejaban aquel generoso trasero bien marcado para cualquier persona que volteara a verla, imagine a Don Chato viéndola subir las escaleras hasta nuestro piso, seguramente había disfrutado el recorrido.


―Hola Don Chato ―dije.


―Muy bien, y muy bien acompañado como vera.


―Si ya veo.


―Gracias Don Chato — respondió mi esposa también.


―No de que, ya sabe que la ayuda que necesite yo se la doy… sin pensarlo.


Don chato se retiró no sin antes, comerse con la mirada a mi bella esposa, lo cual no pasó desapercibido por ella.


Mi esposa me pidió que me relajara que tuviera una semana tranquila y que ella se encargaría del resto, así que pasé toda la tarde siendo consentido por ella.


Lunes.
Me desperté temprano y relajado, las cosas iban muy bien, y mi mujer seguía ejercitándose con su amiga rubia amante de Don Chato, el trabajo seguía pesado y muy mal pagado pero la idea de la sorpresa que me guardaba mi esposa me mantenía muy despierto y feliz.


Ese día al llegar a la vecindad Don Chato me invitó a pasar a su departamento, me dijo que quería mostrarme algo. Al pasar descubrí que era un hombre solo, pese a las mujeres que lo visitaban constantemente y además que su departamento necesitaba una buena limpieza. Algunas fotos viejas colgaban de su pared.


Me pregunto si me gustaba el fútbol y me presumió su nueva televisión que había adquirido. Le dije que sí, que era mi deporte favorito. Me pidió que le ayudará a configurarla y me invitó una cerveza para trabajar con más ganas como él decía.


Cuando termine tome lugar en su sofá, que para mi sorpresa tenía un colaless muy sexy color rojo, seguramente alguna de sus acompañantes.


―Oh, has encontrado uno de mis recuerditos no te preocupes déjalo allí, ¿te gustaría venir a ver algunos partidos esta semana?


— Claro que sí, me encantaría.


Martes.


Llegando a la vecindad me dirigí directamente al departamento de Don Chato para ver lo de la renta. Le comenté que me diera tiempo para completar la otra mitad pues los gastos me tenían un poco apretado. Me dijo que no me preocupara que siempre había formas de cubrir una deuda. Pero que por ahora me tomara una cerveza con Él.
Descubrí que Don Chato no era mala persona si no todo lo contrario, era muy carismático, además de un Don Juan con las mujeres y claro un semental también con ellas. Ese día dejándome llevar por la emoción tomé más de una cerveza con él. Por lo que cuando me di cuenta de la hora estaba demasiado tomado como para subir por sí solo.


Por suerte Don Chato estaba más que dispuesto a irme a dejar a mi piso y claro ver a mi esposa. Insistí que no era necesario esperar a que me abrieran la puerta, pero el insistió en esperar para asegurarse a ver que entrar y claro ver a mi hermosa esposa que esa noche había decidido dormir con un bonito neglige negro, que si bien no era tan transparente dejaba sus piernas al descubierto.


Le agradecí a Don Chato y él se marchó no sin despedirse de mi bella esposa.


Miércoles.


Mi esposa me mandó un mensaje que llegaría después de mi al departamento, pues su amiga y ella irían al salón de belleza a darse unos toques. Ese día había un partido así que pensé en salir y pasar a visitar a Don Chato y quizá relajarme un poco.
Al salir del trabajo me dirigí a la vecindad esperando encontrarme con Don Chato, para mi sorpresa aquella mujer de 40 años vestida en traje sastre iba saliendo de Él.


―Hola busca a Don Chato.


―Sí, yo puedo esperar.


―Claro, él sale en un momento.


Quede nuevamente hipnotizado en su cuerpo, mirando sobre todo ese trasero que se movía según los escalones que subía.


Don Chato salió unos minutos después me invito a pasar, dentro de su departamento, existía un olor a sexo. Me dijo sonriendo que me pusiera cómodo y encendiera la TV. Mientras él se encargaba de algo. Al encenderla quedé sorprendido por encontrarme con una película porno.


―Ah olvide quitarla, si gustas puedes dejarla.


Sin pensar mucho decidí dejarla pues pensé que tenía algo de tiempo en que no había visto una.
―Como verás me gustan mucho las mujeres ―dijo riendo Don Chato ―¿te gusta la película?, de vez en cuando disfruto también de una buena película para tener un poco de placer ¿tú no?


―No tengo mucho tiempo últimamente.


―Deberías es agradable darse un poco de placer de cualquier tipo, bueno con la mujer que tienes seguro entiendes lo del placer.


La plática nos llevó de aquí para allá y las bebidas continuaron. Parecía que a Don Chato le interesaba más la vida íntima entre mi esposa y yo.


Había comenzado el partido cuando vi por la ventana que mi esposa iba pasando por el patio. Y salí para avisarle que subiría más tarde. Don Chato también salió conmigo. Mi mujer traía su rostro maquillado muy delicadamente, pero se notaba que se había hecho algunos retoques y su hermosa cabellera negra totalmente alaciada. Nos despedimos y la vimos comenzar a subir las escaleras.


Ella lucía un short de aquellos tipos falda por enfrente y tipo short por detrás dejando su trasero a la vista.


―Su mujer es un bombón ―dijo Don Chato viendo mi reacción.


Al verme callado agregó ―perdón no debí decir eso.


―No para nada Don Chato ambos somos adultos y sé lo que tengo en casa ella es muy guapa.


―Si que lo es. Eres afortunado, de seguro debe cumplirte en la cama muy bien.


―Bueno yo creo que así será cuando pasé… ―Quizás por el calor de las cervezas respondí.


―¿Cuándo pase? ―preguntó Don Chato bastante intrigado.


Me di cuenta de mi descuido, pero aun así me dejé llevar terminando la cerveza que tenía en la mano.


―Es una larga historia Don Chato.


―Adelante muchacho me has llenado de curiosidad además me tienes confianza ¿o no? ¿acaso no has tenido intimidad con ella?


―No, bueno… no — asentí sonrojado.


―Wow no lo puedo creer si tu esposa es una delicia de mujer, dime ¿tienes algún problema con tu miembro?


―No. No es eso es solo que no hemos podido, por una cosa u otra no hemos consumido nuestro matrimonio.


Y de repente allí estaba yo contándole a Don Chato la historia que habíamos vivido desde nuestra boda.


De vez en cuando veía a Don Chato sonreír incrédulo y en ocasiones hasta creí ver que se acomodaba el bulto de su entrepierna.


―Pues que afortunado quien haya estado con ese manjar de mujer antes de casarse contigo.


―No, es que ella no ha estado con nadie… antes incluso de casarnos.


Don Chato se acomodó en su asiento e intentó mantener la compostura.


―Me quieres decir que ese bombón ¿es virgen?


Preguntaba Don Chato mientras se sobaba su miembro al preguntar.


―Si… lo es. ―dije como dejando una carga que me tenía estresado en todos estos días.


Sentía que incluso Don Chato sería un aliado muy bueno, tal vez tenía algunos tips que me ayudaran a ser un semental como él.


Mientras me daba otra cerveza.


―Tu mujer es una hermosura, seguro tiene a más de alguno en espera a que tú le des oportunidad.


Asentí con la cabeza pues sabía que había muchos hombres que estarían encantados de estar con ella.


―Pues apresúrate amigo, por que una mujer como ella necesitara saciar toda esa hambre en algún punto y si tu no estás alguien más ocupara ese lugar… uff no me imagino lo apretadita que debe estar.


Soltó tanteando el terreno con sus palabras para saber mi reacción.


―Pues supongo que sí.


Me pare e intente despedirme para dirigirme a descansar.
―Don Chato como siempre un placer, gracias por escucharme ojala pueda me pueda ayudar ―mala elección de palabras creo pronuncie.


―Claro que te voy ayudar dalo por hecho.


Jueves.


Llegué a la vecindad y mi mujer iba subiendo las escaleras, estaba por gritarle para que me esperara cuando vi que Don Chato salió de un costado y comenzó a subir detrás de ella.


Ella lucía una falda negra con vuelo muy corta, una linda blusa de ACDC y unas botas negras al tobillo, parecía una rockera muy sexy.


Mi mujer subía sin titubear y sin conocer que la mirada de Don Chato estaba perdida debajo de su falda, yo lo seguí. Me excito ver a Don Chato viendo las redondas nalgas de mi esposa debajo de aquella falda. Tanto que preferí dejarlos y subir unos minutos después.


Cuando comencé a subir me topé a Don Chato que bajaba feliz seguramente había disfrutado de aquella vista.


Viernes
Me sentía aún excitado por ver a Don Chato viéndole las nalgas a mi esposa. Me encontraba en el trabajo y no pude evitar pensar en la visión de aquel sueño donde él y mi esposa se entregaban con mucha pasión, tanto que corrí al baño a masturbarme pensando en ellos.


Al llegar a la vecindad me acerqué a tocar la puerta de Don Chato para pedirle que guardara nuestro secreto, quizás había llegado demasiado lejos con decirle que mi esposa era virgen.


Pero justo cuando estaba por golpear la puerta unos duros gemidos salieron de allí. Como pude me acerque cuidadosamente a una de las ventanas y mire hacia adentro. Unas nalgas velludas se movían frenéticamente y unas piernas blancas descansaban en sus hombros.


―¡Ahh! Don Chato ¡más fuerte!


―¡Te daré lo que tu esposo no te da!


―Si Don Chato usted es una bestia.


―Cuéntame qué sabes de la nueva inquilina tu amiga y el maricon de su esposo. Escuché que ella aún es virgen.


―Si Don Chato ella es virgen, su esposo no ha logrado desvirgarla, le tiene preparado una sorpresa el día de mañana.


―Cuéntame sobre la sorpresa.


―Ella le tiene preparado para el día de mañana una noche de boda donde espera recibirlo lista para tener intimidad. Si gusta también puede ayudar.


―Claro que puedo ayudar.


―Necesitamos que lo distraiga toda la tarde para que ella pueda arreglarse, yo estaré con ella para eso.


―Muy bien, yo me encargo de eso mamacita.


Sábado.


Mi mente estaba disparada al mil, imaginaba a mi mujer esperándome en aquella lencería tan sexy y en la noche tan esperada y ansiada que tendríamos. Me sentí afortunado de que su amiga le ayudará tanto y que Don Chato también fuera partícipe de la sorpresa.


Las horas en el trabajo pasaron rápido, imaginándome la silueta de mi esposa y si…en ocasiones pensaba en aquel sueño y solo me excitaba aún más. Acudí una vez más al baño a saciar un poco las ganas que tenía.


Cuando me preparaba para salir, corrí apresurado para dirigirme a nuestra casa.


―Estimado ¿A dónde va?


Era don Chato que alegre se acercó a mí para explicarme que mi esposa le había pedido que me acompañara a comprar las cosas para reparar la luz de la cocina. Después de pensarlo un poco sospeche que era parte de la sorpresa que mi mujer había preparado para mí.


Así que sin más, acepté, supuse que ese tiempo mi esposa lo aprovecharía para ponerse más hermosa de lo que era.


Cooperé con Don Chato lo más que pude. Mi hora de salida es a las 7 p.m. y habíamos pasado ya casi más de dos horas visitando algunas tiendas próximas a cerrar.


Los pies me mataban y el sueño también, además del hambre pues ese día había olvidado mi comida en casa. Por ello cuando Don Chato me propuso entrar a una pequeña cantidad para tomar una cerveza y descansar un poco acepte.


Don Chato parecía conocer a las personas de aquel lugar. Pensé que tomaríamos una cerveza sin embargo la mesera había puesto una jarra de cerveza de muy mala calidad, hasta creí que era de esas adulteradas de bajo costo que en aquellos lugares se acostumbraban a servir.


Tome a insistencia de mi acompañante, el que me servía constantemente cada que mi vaso se vaciaba. El cansancio y no comer hicieron su parte y pronto me sentía más que mariado.


―Cuéntame estimado ¿cómo es tu mujer?


―¿En qué sentido?


―Bueno como es ella, se ve que tiene un cuerpo muy trabajado.


―Si a ella le gusta hacer mucho ejercicio.


―Si se nota, tiene una cinturita muy estrecha.


―Si mucho tiene 61 cm de cintura.


―Uff debe ser una delicia tomarla de allí.


Cada vez respondía sin pensar realmente en las respuestas.


―¿Qué talla es de busto? Se ve que tiene mucho — agregó Don Chato.


―34DD como Scarlette Johanson bueno antes de operarse ―respondí ―92 de cadera.


Dije orgulloso.


―Imagino que es una Diosa en lencería.


―Si vaya que lo es ―respondí cada vez más mareado.


Mire el reloj pasaban de las 10:30 p.m. y Don Chato seguía sirviéndome, después de una negociación con él, me dijo que me tomará la última y nos iríamos a casa.


Al terminarla mi visión estaba más que mareada. Recuerdo que de repente estaba en la parada recargado en Don Chato que, hacía señas a un taxi, para después despertar en el mismo taxi recostado en el asiento trasero.
Cuando abrí los ojos me encontraba subiendo las escaleras de la vecindad.


Hasta que por fin los volví a abrir para encontrarme con la puerta de mi departamento.


Fin del capítulo III.


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4 comentarios - Capitulo III: Me había casado con la mujer más bella

Williamsan1982 +1
Sin ninguna duda este es el mejor relato...que grato será conocer la cuarta entrega...felicitaciones
abraxas1605 +1
Gracias estamos con ello
Alojos1
uuuuffff que buen relato esperando la continuación
lalomty2
Y la continuacion para cuando?
abraxas1605
Ya está disponible a la venta
Alojos1
@abraxas1605 donde se compra?