Recién salida de la secundaria, empezando a cursar la universidad, empecé a trabajar de niñera para granar algo de plata y solventarme algunos gastos. Después de haber cuidado a varios chicos chiquitos, me tocó cuidar a Thiago. Era rara la situación, porque era un chico grande, ya había empezado la secundaria. Pero sus padres no querían dejarlo solo todavía, así que me contrataron para que cuando ellos salían o se iban de viaje por un fin de semana yo me quedara con él.
No hacía falta hacer demasiado, nomás hacerle la comida, y hacer cada uno su vida, pero nos caímos bien mutuamente, y empezamos a pasar tiempo divertido juntos cada vez que me tocaba “cuidarlo”.
Thiago es un chico muy educado, un poco tímido, muy dulce y respetuoso conmigo. Pero está entrando en la adolescencia, así que es esperable que la revolución hormonal haga lo suyo. En general pasábamos tiempo en el living, pero con el correr de los días (sus padres estaban viajando por negocios todos los fines de semana) me relajé y empecé a aceptar las invitaciones a su cuarto. Era todo bastante inocente, pero cada vez teníamos más confianza y estábamos teniendo una relación más física, nada fuera de lo común, pero sí abrazos, empujones y eso.
Hasta que un día, tirados en su pieza escuchando música, los dos en su cama de una plaza, uno al lado del otro, riéndonos, boludeando, por momentos abrazándonos, o empujándonos, estábamos escuchando trap. Todas las canciones son medio sexuales ahora, pero no sé por qué le tocó la fibra una que decía “a todas las guachas les gusta que les bajen la bombacha”. Yo no estaba prestando tanta atención, estaba ahí boca arriba, y sentí su aliento tibio, girando la cara y diciéndome con picardía “¿Y a vos también te gusta que te hagan eso?”. “¿Eso qué?” pregunté. “Eso que dice la canción” y con timidez agregó “que te bajen la bombacha”. Me reí y le di un tirón en el cachete. “No sé, a las chicas les gusta que vos les bajes la bombacha?” repregunté, con un poco de maldad, no costaba mucho imaginarse que era re virgen. “Nunca lo hice” me dijo, como recobrando la seriedad, “pero a vos seguro ya te lo hicieron”.
Sí, me lo habían hecho varias veces, ya hacía un par de años que había tenido mi debut sexual, con un amigo, y después había tenido un noviecito durante un mes, con el que habíamos cogido varias veces, pero después esa relación se terminó, y solamente tuve dos cogiditas ocasionales. Es decir, no tenía tanta experiencia, pero al lado de Thiago era una mujer experta, lo cual me envalentonaba a contarle y me hacía sentir importante. “Bueno, a ver…, sí, bastantes veces jajajaja” respondí. Me preguntó cuando había sido la primera vez, y cuando la última. Le conté que la primera vez había sido chapando un chico me la había bajado hasta abajo de las nalgas, que la segunda vez me la había bajado otro hasta la mitad de la cola, y que al principio con el noviecito que tuve directamente me la había sacado un par de veces, aún un par de semanas antes de que empezáramos a coger.
Me preguntó para qué me la había sacado sino cogíamos. Le dije que no siempre que te sacas la bombacha es para coger, que lo hacíamos para masturbarnos, que yo le sacaba los calzones a él, nos pajeábamos el uno al otro sin calzones y acabábamos juntos. Thiago había dejado un poco el tono pícaro y risueño y me preguntaba las cosas con gravedad, como muy consciente de que estaba hablando de cosas de adulto. Me preguntó si no manchábamos todo haciendo eso, le dije que sí, que a veces la leche saltaba para cualquier lado, que otras (me calentó contárselo) había acabado en mi boca, pero que en general la leche caía sobre su propia panza y pecho y después se limpiaba con pañuelitos y se iba a bañar.
“Yo nunca lo hice, debe estar re bueno”, me dijo muy serio. “Bueno, te vas a cansar de bajar bombachas cuando seas grande, si sos re bonito” le dije despeinándolo un poco. “Sí, pero falta un montón”. Medio ternura, y me calentó también ser yo, una piba de poca experiencia, la mujer experta de la situación. Se me ocurrió una idea. “Nenito, mirá, si no le decís a nadie, podemos hacer algo” le dije. Sus mejillas se pusieron coloradas, puso cara de entusiasmo y miedo al mismo tiempo. “¿Hacer qué?” “Nada, adelantar un poco” respondí yo. “Te dejo que me la saques, que me la saques nada más, escuchaste. Y después me la pongo de nuevo”. Vi la felicidad total en sus ojos. “¿En serio? Sí, Kiara, te juro que no te toco de más”. Medio mucha ternura su aclaración. Me paré. Estaba con la pollera tipo de uniforme de colegio (en realidad lo era, la había reciclado de cuando iba al cole).“Vení, acercate” le dije. Se puso en frente mío. “Estás seguro de que querés hacer esto? Yo lo hago por vos, no por mi. Es para que te guste a vos, si no te gusta, si no querés, no hacemos nada”. “Síque quiero, Ki” me dijo.
“Bueno, dale, agachate, meté las manos por abajo de la pollera, y tirá con cuidado de la bombacha, sacámela”. Sentí como sus manitos un poco frías se metían por debajo de mi pollera y buscaban el elástico, como lo encontraban y tiraban suavemente para abajo. Se me escapó un suspiro. Me dio miedo de que la bombacha saliera muy húmeda y me delatara, yo quería hacer el papel de adulta desinteresada. Levanté los pies y me la sacó. La miró sin poder creerlo. Era una bombacha bastante común, blanca con unos voladitos rosa muy chiquitos. La primera bombacha que sacaba. “Bueno, dame” le dije, y me la volví aponer. “Le podés contar a tus amiguitos, no sé si te van a creer, jajaja”. “Sí, hoy viene Bauti, obvio que le voy a contar y obvio que no me va a creer ajja”.
En ese momento se me cruzó una idea que se me hizo tierna y perversa al mismo tiempo.“Mirá, tengo otra bombacha en la mochila, te la doy, y cuando venga se la mostrás como prueba. Es linda, tiene un voladito violeta”. “Bueno, dale”! me dijo entusiasmado, y a mi me hizo sentir muy bien verlo tan contento de tener una bombacha mía, me sentí potrísima, además de amiga grande piola. Pero después agregó “aunque me gustaría que fuera la que te saqué, yaparte si no está usada Bauti se va a dar cuenta”. Medio risa y calentura al mismo tiempo. Sonriendo y haciéndomela tonta le dije “y como se va a dar cuenta Bauti de que es real?”. Thiago sonrió. “Y, es obvio, no me hagas decirlo”. Empezaba a calentarme mucho la imagen de los dos pendejos, más tarde, encerraditos en la pieza oliendo mi bombacha.
Me hice la que dudaba hasta que finalmente le dije“ Bueno, dale. Pero quiero ver antes que olor tiene, no te voy a dar la bombacha para que después se anden riendo de que tengo un olor horrible”. Me la saqué y la olí. “Zafa”. “A ver” me dijo. Se la alcancé y él la olió también. Otra vez me estremecí de morbo. “Si, está re bien” me dijo. “Bueno, me voy a poner la otra bombacha” dije. “Naa, quedate un rato más conmigo, Kiara, quién va a saber que no tenés bombacha, si estamos solos en la casa ”me dijo. Se ve que le gustaba mucho tenerme cerca en pollerita y sin bombacha. Nos volvimos a acostar uno al lado del otro, hombro con hombro, en la cama de una plaza. Hicimos un esfuerzo por hablar un poco de otras cosas, pero el sexo volvió. Me contó que el año anterior le había tocado las tetas a una amiguita, y que le había querido ver la conchita y la piba no se había animado a mostrársela.
Estábamos casi frente con frente. Le toqué el pelo transpirado de las sienes y le dije “que amarreta esa piba, que le costaba”. “Sí, no le costaba nada, yo quería ver nomás, nada más” me dijo. Lo miré a los ojos y le dije “y que picardía tener una tan cerca, no? Ahora, digo. Y no poder verla”. Sonrió y me dijo “ni bombacha tiene, la cubre la tela de la pollera nomás, pero no se puede ver. Losé porque la bombachita la tengo yo en el bolsillo”. Me reí. “Bueno, no sé, quien te dijo que no se puede. Si hay ganas, y hay respeto, por ahí se puede”. Lo vi paralizarse y al mismo tiempo excitarse muchísimo. Esa pija debía estar a mil.“¿Querés? ¿Te gustaría ese favorazo de la tía Ki?”le pregunté. Asintió con la cabeza. “Bueno, pero con respeto, y además, con consciencia de que me debés una, pibito”. Su sonrisa se hizo más grande.
“Bueno, mirá”. Me levanté la pollera del uniforme del colegio y dejé mi concha al descubierto. Mi vello púbico cortito y prolijo dejaba todo a la vista. El pibito miraba embobado. “Querés mirar más de cerca? Aprovechá”. Se hincó en la cama y miró demás cerca. Me miró como para pedirme algo y no se animó. “Qué me querías pedir?” le dije con una sonrisa. “No, nada” dijo, y agregó “que abras un poquito las piernas”. Lo hice. Me abrí de piernas frente a él. Su cara era impagable. “Una cosita más, la última” me dijo. “Qué?” pregunté.“ La cola” me dijo. “No creas que no me di cuenta que me la mirabas desde el primer día jaja, o no?”. Se rió y me dijo “que tenías un jogging blanco”. Riendome, me di vuelta en la cama, me levanté la pollera. Lo dejé mirar unos segundos. “Es lindísima” me dijo. “Mirá bien” dije, me abrí los cachetes dos segundos y los solté para que se cerraran. En eso sonó el timbre. Era el amiguito. “Andá a abrirle, yo me voy a ver una peli al living, que se diviertan. Y decile lo que quieras, le podes mentir que me cogiste "dije guiñandole el ojo con picardía. Se encerraron en la pieza y no salieron por varias horas. Yo me quedé mirando algo en Netflix, sin poder dejar de pensar en lo que estarían haciendo esos dos con mi bombacha.
No hacía falta hacer demasiado, nomás hacerle la comida, y hacer cada uno su vida, pero nos caímos bien mutuamente, y empezamos a pasar tiempo divertido juntos cada vez que me tocaba “cuidarlo”.
Thiago es un chico muy educado, un poco tímido, muy dulce y respetuoso conmigo. Pero está entrando en la adolescencia, así que es esperable que la revolución hormonal haga lo suyo. En general pasábamos tiempo en el living, pero con el correr de los días (sus padres estaban viajando por negocios todos los fines de semana) me relajé y empecé a aceptar las invitaciones a su cuarto. Era todo bastante inocente, pero cada vez teníamos más confianza y estábamos teniendo una relación más física, nada fuera de lo común, pero sí abrazos, empujones y eso.
Hasta que un día, tirados en su pieza escuchando música, los dos en su cama de una plaza, uno al lado del otro, riéndonos, boludeando, por momentos abrazándonos, o empujándonos, estábamos escuchando trap. Todas las canciones son medio sexuales ahora, pero no sé por qué le tocó la fibra una que decía “a todas las guachas les gusta que les bajen la bombacha”. Yo no estaba prestando tanta atención, estaba ahí boca arriba, y sentí su aliento tibio, girando la cara y diciéndome con picardía “¿Y a vos también te gusta que te hagan eso?”. “¿Eso qué?” pregunté. “Eso que dice la canción” y con timidez agregó “que te bajen la bombacha”. Me reí y le di un tirón en el cachete. “No sé, a las chicas les gusta que vos les bajes la bombacha?” repregunté, con un poco de maldad, no costaba mucho imaginarse que era re virgen. “Nunca lo hice” me dijo, como recobrando la seriedad, “pero a vos seguro ya te lo hicieron”.
Sí, me lo habían hecho varias veces, ya hacía un par de años que había tenido mi debut sexual, con un amigo, y después había tenido un noviecito durante un mes, con el que habíamos cogido varias veces, pero después esa relación se terminó, y solamente tuve dos cogiditas ocasionales. Es decir, no tenía tanta experiencia, pero al lado de Thiago era una mujer experta, lo cual me envalentonaba a contarle y me hacía sentir importante. “Bueno, a ver…, sí, bastantes veces jajajaja” respondí. Me preguntó cuando había sido la primera vez, y cuando la última. Le conté que la primera vez había sido chapando un chico me la había bajado hasta abajo de las nalgas, que la segunda vez me la había bajado otro hasta la mitad de la cola, y que al principio con el noviecito que tuve directamente me la había sacado un par de veces, aún un par de semanas antes de que empezáramos a coger.
Me preguntó para qué me la había sacado sino cogíamos. Le dije que no siempre que te sacas la bombacha es para coger, que lo hacíamos para masturbarnos, que yo le sacaba los calzones a él, nos pajeábamos el uno al otro sin calzones y acabábamos juntos. Thiago había dejado un poco el tono pícaro y risueño y me preguntaba las cosas con gravedad, como muy consciente de que estaba hablando de cosas de adulto. Me preguntó si no manchábamos todo haciendo eso, le dije que sí, que a veces la leche saltaba para cualquier lado, que otras (me calentó contárselo) había acabado en mi boca, pero que en general la leche caía sobre su propia panza y pecho y después se limpiaba con pañuelitos y se iba a bañar.
“Yo nunca lo hice, debe estar re bueno”, me dijo muy serio. “Bueno, te vas a cansar de bajar bombachas cuando seas grande, si sos re bonito” le dije despeinándolo un poco. “Sí, pero falta un montón”. Medio ternura, y me calentó también ser yo, una piba de poca experiencia, la mujer experta de la situación. Se me ocurrió una idea. “Nenito, mirá, si no le decís a nadie, podemos hacer algo” le dije. Sus mejillas se pusieron coloradas, puso cara de entusiasmo y miedo al mismo tiempo. “¿Hacer qué?” “Nada, adelantar un poco” respondí yo. “Te dejo que me la saques, que me la saques nada más, escuchaste. Y después me la pongo de nuevo”. Vi la felicidad total en sus ojos. “¿En serio? Sí, Kiara, te juro que no te toco de más”. Medio mucha ternura su aclaración. Me paré. Estaba con la pollera tipo de uniforme de colegio (en realidad lo era, la había reciclado de cuando iba al cole).“Vení, acercate” le dije. Se puso en frente mío. “Estás seguro de que querés hacer esto? Yo lo hago por vos, no por mi. Es para que te guste a vos, si no te gusta, si no querés, no hacemos nada”. “Síque quiero, Ki” me dijo.
“Bueno, dale, agachate, meté las manos por abajo de la pollera, y tirá con cuidado de la bombacha, sacámela”. Sentí como sus manitos un poco frías se metían por debajo de mi pollera y buscaban el elástico, como lo encontraban y tiraban suavemente para abajo. Se me escapó un suspiro. Me dio miedo de que la bombacha saliera muy húmeda y me delatara, yo quería hacer el papel de adulta desinteresada. Levanté los pies y me la sacó. La miró sin poder creerlo. Era una bombacha bastante común, blanca con unos voladitos rosa muy chiquitos. La primera bombacha que sacaba. “Bueno, dame” le dije, y me la volví aponer. “Le podés contar a tus amiguitos, no sé si te van a creer, jajaja”. “Sí, hoy viene Bauti, obvio que le voy a contar y obvio que no me va a creer ajja”.
En ese momento se me cruzó una idea que se me hizo tierna y perversa al mismo tiempo.“Mirá, tengo otra bombacha en la mochila, te la doy, y cuando venga se la mostrás como prueba. Es linda, tiene un voladito violeta”. “Bueno, dale”! me dijo entusiasmado, y a mi me hizo sentir muy bien verlo tan contento de tener una bombacha mía, me sentí potrísima, además de amiga grande piola. Pero después agregó “aunque me gustaría que fuera la que te saqué, yaparte si no está usada Bauti se va a dar cuenta”. Medio risa y calentura al mismo tiempo. Sonriendo y haciéndomela tonta le dije “y como se va a dar cuenta Bauti de que es real?”. Thiago sonrió. “Y, es obvio, no me hagas decirlo”. Empezaba a calentarme mucho la imagen de los dos pendejos, más tarde, encerraditos en la pieza oliendo mi bombacha.
Me hice la que dudaba hasta que finalmente le dije“ Bueno, dale. Pero quiero ver antes que olor tiene, no te voy a dar la bombacha para que después se anden riendo de que tengo un olor horrible”. Me la saqué y la olí. “Zafa”. “A ver” me dijo. Se la alcancé y él la olió también. Otra vez me estremecí de morbo. “Si, está re bien” me dijo. “Bueno, me voy a poner la otra bombacha” dije. “Naa, quedate un rato más conmigo, Kiara, quién va a saber que no tenés bombacha, si estamos solos en la casa ”me dijo. Se ve que le gustaba mucho tenerme cerca en pollerita y sin bombacha. Nos volvimos a acostar uno al lado del otro, hombro con hombro, en la cama de una plaza. Hicimos un esfuerzo por hablar un poco de otras cosas, pero el sexo volvió. Me contó que el año anterior le había tocado las tetas a una amiguita, y que le había querido ver la conchita y la piba no se había animado a mostrársela.
Estábamos casi frente con frente. Le toqué el pelo transpirado de las sienes y le dije “que amarreta esa piba, que le costaba”. “Sí, no le costaba nada, yo quería ver nomás, nada más” me dijo. Lo miré a los ojos y le dije “y que picardía tener una tan cerca, no? Ahora, digo. Y no poder verla”. Sonrió y me dijo “ni bombacha tiene, la cubre la tela de la pollera nomás, pero no se puede ver. Losé porque la bombachita la tengo yo en el bolsillo”. Me reí. “Bueno, no sé, quien te dijo que no se puede. Si hay ganas, y hay respeto, por ahí se puede”. Lo vi paralizarse y al mismo tiempo excitarse muchísimo. Esa pija debía estar a mil.“¿Querés? ¿Te gustaría ese favorazo de la tía Ki?”le pregunté. Asintió con la cabeza. “Bueno, pero con respeto, y además, con consciencia de que me debés una, pibito”. Su sonrisa se hizo más grande.
“Bueno, mirá”. Me levanté la pollera del uniforme del colegio y dejé mi concha al descubierto. Mi vello púbico cortito y prolijo dejaba todo a la vista. El pibito miraba embobado. “Querés mirar más de cerca? Aprovechá”. Se hincó en la cama y miró demás cerca. Me miró como para pedirme algo y no se animó. “Qué me querías pedir?” le dije con una sonrisa. “No, nada” dijo, y agregó “que abras un poquito las piernas”. Lo hice. Me abrí de piernas frente a él. Su cara era impagable. “Una cosita más, la última” me dijo. “Qué?” pregunté.“ La cola” me dijo. “No creas que no me di cuenta que me la mirabas desde el primer día jaja, o no?”. Se rió y me dijo “que tenías un jogging blanco”. Riendome, me di vuelta en la cama, me levanté la pollera. Lo dejé mirar unos segundos. “Es lindísima” me dijo. “Mirá bien” dije, me abrí los cachetes dos segundos y los solté para que se cerraran. En eso sonó el timbre. Era el amiguito. “Andá a abrirle, yo me voy a ver una peli al living, que se diviertan. Y decile lo que quieras, le podes mentir que me cogiste "dije guiñandole el ojo con picardía. Se encerraron en la pieza y no salieron por varias horas. Yo me quedé mirando algo en Netflix, sin poder dejar de pensar en lo que estarían haciendo esos dos con mi bombacha.
18 comentarios - Niñera de un adolescente (1)
Otro relato excelente con una sola falla: el tiempo de espera entre actualizaciones.