Esa noche le dieron su cena en un plato de perro!!!!
Y ella comió como si lo fuera!
Acabó lo que le sirvieron y lamió el plato durante un rato.
Luego vino uno y la puso en una tina de loza que había en un rincón.
Conectó una manguera, y la bañó, usando un cepillo de cerdas blandas.
Ella se dejó hacer sumisamente.
Luego de bañarla, le metió la manguera en el culo y le hizo una enema.
Llenó su colon con agua, y le hizo poner la cola en el borde y despedir el líquido en un balde.
Repitió la operación varias veces.
Luego le trajo un cepillo de dientes con dentífrico y un cepillo para pelo.
La secó como si fuese una perra, ella en 4 dándole total acceso a su cuerpo.
Después trajo el gancho anal, que lo habían atado a una soga, y lo habían pasado por una argolla sujeta a un real collar de perro.
Supuse que era uno de los que usaban con los gran daneses que se la habían cogido el día anterior.
Con el gancho en su culo y el collar en su cuello, la llevó caminando en 4 patas.
Al rato escuché gritos, aplausos y alboroto que provenían de la cabaña.
Imaginé que todo el preparativo era parte de un juego sádico con el que volverían a abusar de ella.
Me revolvía tratando de soltarme. Mi intención no era escapar.
Yo quería ir a ver qué le estaban haciendo!
Luché y luché, pero esta vez las ataduras estaban muy ajustadas.
De pronto llegó corriendo uno de los maleantes. Me desató apurado y me dijo, “vení, lagarto! Así ves lo que le hacemos a tu perra!”
Y me llevó a los empujones hacia la cabaña.
Me sentía famélico y sucio. Pero la excitación me daba fuerzas para casi correr a ver qué nueva tortura le estaban haciendo a mi perra.
Entramos y vi que habían hecho un círculo con sillas.
Estaban sentados desnudos, y ella gateando en medio, sujetada por la cadena de su adiestrador.
Él llevaba la temida fusta, y tenía la soga corta envuelta en su mano.
Le daba un fustazo suave, pero sonoro, en una nalga y tironeaba de la soga.
Así la iba llevando entre las piernas de uno y otro, para que les lamiera las bolas y les chupara la pija.
Pero no la dejaba usar las manos.
Si ella intentaba hacerlo, le daba un fustazo, y tironeaba de la soga.
Aunque daba la impresión de que cada tirón presionaba en el collar en su cuello, en realidad, la presión la recibía su ano, por el gancho. Ya que la soga pasaba por la argolla del collar, pero ésta era grande y la soga simplemente se deslizaba dentro de ella.
Recorrió todas las sillas, lamió y mamó las bolas y las vergas de todos.
Luego la llevó hasta un caballete que habían puesto en un costado.
Era de madera, pesado.
El travesaño era un caño oscuro que tenía un diámetro de unos 15 cm.
La subieron con el travesaño entre sus piernas y ataron sus tobillos a las patas.
También ataron sus manos y sus antebrazos al travesaño, y le pusieron un bozal, con una bola roja en su boca (otro de nuestros juguetes)
Ella quedaba con su concha sobre el caño.
El sádico la hizo levantar la pelvis, y separó los labios de su vagina, de manera que al apoyar su peso sobre la viga, la concha quedara abierta y el clítoris frotara el metal en cada movimiento.
Estando recostada hacia adelante, su culo quedaba expuesto.
Volvió a aparecer el dildo en la vara. Iban a jugar con su culo!
La embadurnaron con una especie de grasa blanca en el culo e hicieron lo mismo con el dildo.
El primero en jugar fue el que le había metido el puño hasta la garganta más temprano.
Le dijeron, “Despacio, no seas bruto! No la rompas que queremos jugar todos!”
Él sonrió avergonzado, puso la punta del dildo en el ano, y empujó con suavidad.
El consolador era uno que usábamos cuando ella estaba ya muy dilatada.
Era grueso –unos 7 cms de diámetro- y largo–casi 30 cms.
Color negro y con forma de un pene muy cabezón, venoso.
Era duro y pesado. Tenía un hueco en el medio, para meter la vara, que le daba una dureza que obligaba a que el recto o la vagina se abrieran mucho.
Lo metió despacio, pero muy profundo.
“No tan a fondo!”, le dijeron.
Pero ya tenía más de 20 cms adentro.
Ella gemía, pero la mordaza en su boca era como una sordina.
Yo la escuchaba porque le prestaba atención.
Pero ellos se reían y hablaban a los gritos.
Uno tomó la fusta y se entretuvo marcándole las nalgas mientras el otro la penetraba.
Cada vez que sacaba el dildo, el ano se daba vuelta y se presentía un inevitable prolapso.
Pero no llegaba a sacarlo del todo. Volvía a empujar metiéndolo cada vez más profundo.
Jugaron así durante casi una hora.
La vara cambiaba de manos, pero el dildo seguía adentro.
Ella se removía, porque le estaban destrozando el culo, y porque su cuerpo ya estaba cansado por la posición y la dureza del caño entre sus piernas.
Entonces vino uno, agarró la vara y le sacó de un tirón el dildo del culo, dejando su ano muy afuera, estirado y latiendo,como si quisiera respirar.
Se podía ver el rojo de su recto maltratado, brillando por la lubricación que le habían puesto.
Pensé que la iba a coger por el culo o le iba a hacer fisting.
Pero no.
Fue hasta la mesa y tomó una de las botellas de vino que habían vaciado durante la cena.
La limpió con un trapo, y la embadurnó con la grasa.
Ella intentaba mirar hacia atrás, para saber qué era lo que provocaba las risas y exclamaciones de todos.
Pero no lograba ver nada.
Se habían amontonado para ver de cerca el espectáculo y le tapaban toda la visión de su parte trasera.
Era una botella con forma de cono. Más angosta en la base, y se iba ensanchando hacia el pico, para luego angostarse hasta el diámetro del cuello.
El sádico, levantó la botella y se las mostró a todos, sujetándola del pico, con la base hacia arriba.
Todos gritaban y aplaudían.
- “Vamos a dilatar ala puta!” “El culo le va a reventar!”
Ella tenia los ojos grandes y respiraba agitada.
Se notaba que su corazón latía a mil!
Le apoyó la base en el ano y el frío del vidrio la hizo saltar.
Instintivamente el ano se cerró.
Recibió una nalgada brutal, “No me cierres el culo, puta!” “No lo cierres, que te va a doler más!”
Metió los primeros centímetros.
La base entró fácil. El dildo era más gordo.
Pero a medida que la metía más, el ancho se incrementaba horriblemente.
Y su culo se estiraba, dando la impresión de que en cualquier momento se rajaría.
La metía y la sacaba, y la volvía a meter.
Cada vez más profundo. Más abierto su culo.
Me sorprendía y me excitaba.
En la parte más gorda, la botella tendría unos12 cms de diámetro!
Ella respiraba muy agitadamente y se movía como si estuviese cabalgando el caballete.
Empujaba con sus manos y su espalda se arqueaba,se tensaba y caía llevando su cara hacia sus manos inmovilizadas contra la viga.
El rostro de su torturador estaba rojo y sudado.
Ni él podía creer lo que se abría el culo de mi puta!
Sacó la botella y era un espectáculo psicótico ver cómo estaba dilatada.
Se podía ver profundo en sus intestinos, rojos, brillantes y mojados.
La volvió a engrasar a ella y a la botella.
Eso significaba que estaba decidido a meterla toda!
Le volvió a dar una nalgada que ladeó su cuerpito y dejó una marca blanca en su cola roja, en la que se dibujaba su mano. Se podía ver cada dedo marcado en su piel.
“Quedate quieta y no te resistas, puta! O te va a doler más!”, la amenazó.
Y lento, muy lento, empezó a meter la botella.
Llegó hasta donde había llegado en la última penetración.
Se detuvo.
Respiró hondo, como si el esfuerzo tuviera que hacerlo él.
Y empujó muy lento, llevando su cuerpo hacia adelante.
Y el culo se abrió!
Tragándose el envase en su mayor grosor!
Me recordó las imágenes de las serpientes,cuando se tragan un huevo, y sus cuerpos se estiran cubriéndolo.
Entró toda!
El ano se replegó sobre el pico cerrándose peligrosamente!
Ella gritaba, pero nadie la escuchaba!
La baba caía de su boca, y las lágrimas empapaban su cara.
Para empeorar su dolor, el animal de la fusta le daba crueles azotes en sus nalgas y sus piernas sin parar!
El criminal sacó la botella y la levantó riendo, enarbolándola como si fuese un trofeo!
Y empezaron a tirarle billetes contra la cara, que caían al piso o se pegaban a su piel transpirada.
Había ganado la apuesta!
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