Franco era un talentoso jugador de básquet. Solía jugar con sus amigos recurrentemente y también participaba en torneos. Un sábado como cualquier otro, se dirigía a la cancha de la plaza para jugar unos partidos con sus amigos quienes ya lo esperaban ahí. Todo iba bien, hasta que, a causa de un desafortunado choque contra un jugador del equipo contrario, Franco se precipitó directo hacia el suelo de frente, por lo que tuvo que aterrizar sobre sus manos. Apenas tocó el suelo, sintió un terrible dolor en ambas muñecas. Se retorcía en el piso, no podía mover sus manos sin sentir un horrible dolor. Sus amigos le ayudaron a pararse y se dirigieron al hospital de la ciudad. el médico lo examinó y se le tomaron las radiografías, el resultado: ambas muñecas y manos fracturadas. Se le colocó yeso en ambos antebrazos, sus amigos llamaron a sus padres y lo vinieron a buscar en el auto. Sus dos amigos más cercanos lo acompañaron hasta su casa para darle ánimos. Luego de un rato tuvieron que irse, y Franco se quedó solo, tumbado sobre su cama mirando al techo, sin poder utilizar sus manos ni siquiera para rascarse la cabeza. Fue entonces que alguien tocó a la puerta, era su hermana, Romina, quien se acercó a la cama.
-Hola Fran, como estas? - le preguntó ella -
-Bien, pero todavía con algo de dolor. - no tenía muchas ganas de hablar
-Te dijeron los médicos cuanto tiempo vas a llevar yesos?
-Por lo menos 90 días me dijeron.
-Que cagada, cómo pasó?
-Iba corriendo con la pelota y un boludo se me atravesó. caí de frente y si no caía con las manos me rompía la cabeza. Por suerte ya no tengo que lavar más los platos.
Hablaron un rato más hasta que Romina también se retiró, dejándolo sólo. Ella era un año menor que Franco, 17 años, pelo castaño, 1.60 cm, pelo castaño y tenía buenos atributos. Ella y franco siempre tuvieron una buena relación.
Pensando que no podía sentirse peor, llegó la hora de la cena. La madre de franco tuvo que ayudarle a comer como si tuviera 2 años mientras hermana se reía y le sacaba fotos para publicarla en sus historias de Instagram. También tuvo que ayudarle a cepillarse los dientes y a acostarse. Ya ahí, en la soledad y oscuridad de su habitación, Franco se dió cuenta de lo peor: no se podía hacer la paja. Obviamente no podía usar sus manos, tampoco podía frotarse contra una almohada porque haría un desastre que luego no podría limpiar. Tampoco podría limpiarse así mismo. Franco no lo podía creer, no podía ser que estaría así por los próximos tres meses, como si fuera poco que su madre tuviese que ayudarle a hacer todo, tampoco podría autocomplacerse. Para peor, no tenía novia que lo ayudase. Esa noche Franco se durmió sin poder aliviar su estrés. Y la siguiente. Y la siguiente. Pasaron 3 semanas y todo seguía igual. Casi no tenía dolor, pero no podía hacer nada por cuenta propia. Estaba todo el tiempo estresado y se moría de ganas de hacerse una buena paja. Un día en el living, mientras miraban televisión, Romina notó el malhumor de Franco.
-Qué pasa que estás tan enojado Fran?
-No te diste cuenta de cómo estoy boluda. - le dijo él - no puedo hacer nada, ya lo viste.
-Ya va a pasar, tenés que aguantar un poco. Tres meses se pasan rápido.
Franco sentía que iba a estallar.
-Mirá - dijo, mirándola directamente a los ojos -, no puedo comer, no puedo usar la computadora, no puedo jugar básquet, no me puedo cepillar los dientes sólo -bajó la voz- no me puedo masturbar - dijo, furioso, susurrando entre dientes, sin importar si eso incomodaba a su hermana o no - no puedo hacer nada yo solo.
Romina se quedó callada, visiblemente dolida por la actitud de Franco.
-Disculpame. No debí hablarte así. - se disculpó él -
-No, está bien. Es entendible que estés tan estresado. Debe ser horrible.
-Si, no me gusta que mamá tenga que ayudarme para todo. No me quejaria si tuviera novia para lo otro, pero bueno...
Romina se quedó mirando a Franco, como decidiendo si decir lo que estaba pensando. Se acercó un poco más hacia él y habló en voz baja:
-capaz yo te puedo ayudar.
Franco no entendía nada
- ayudarme? a qué? a lavarme los dientes?
-no, boludo. con lo otro.
-qué decís!
-enserio. no tengo problema. no quiero que estés enojado todos los días como venís hace tres semanas. te quiero ayudar.
Franco no daba crédito a lo que oía.
-Pero Romina, vos y yo somos...
-Dale Franco, dale. - no le dejó terminar - la verdad es que ya no te aguanto. Si te puedo ayudar a que estés de mejor humor, lo voy a hacer. Esperame despierto a la noche, cuando los viejos se hayan ido a dormir. - dijo Romina, para luego levantarse y marcharse para dar fin a la conversación -.
Se escuchó cerrarse la puerta de la habitacion de Romina. Franco permaneció en el living, pensando en lo que acababa de pasar. Su hermana se había propuesto a aliviar sus necesidades sexuales, o es que acaso ya estaba alucinando?
La cena transcurrió con normalidad. Una hora más tarde ya habían ido todos a acostarse. Franco seguía despierto en la oscuridad de su habitación, tendido en la cama y mirando al techo. No sabía qué esperar. Romina parecía bien dispuesta a hacerle ese favor, pero quizás se habría arrepentido. Esperó y esperó hasta que los ronquidos de sus padres le avisaron que ya estaban dormidos. Pasaron aproximadamente cinco minutos, cuando notó como la manija de su puerta giraba lentamente y la puerta se abría con cuidado de no hacer ruido. En el umbral de la puerta distinguió la silueta de su hermana con su pijama. Una vez que entró, cuidadosamente cerró la puerta, y de puntillas pero con cierta rapidez se dirigió hacia Franco y se sentó sobre la cama.
-Romina -susurró Franco- qué haces acá?
Ella puso los ojos en blanco
-Ya sabes -dijo, también susurrando-. Quiero ayudarte. No quiero que estés estresado.
Romina había puesto su mano en la rodilla de Franco por sobre el cubrecamas. Franco sentía que algo crecía entre sus piernas. Esto era malo. Romina comenzó a acariciarle la pierna mientras lo miraba.
-Romi enserio, no tenés porqué hacer esto. Puedo aguantar hasta que pueda usar mis ma..
-Callate, Fran -lo interrumpió ella-. Yo te quiero ayudar con tu problema -a pesar de la oscuridad de la habitación, se miraban a los ojos-. Te puedo ayudar? - le susurró ella -
Franco no dijo nada. Su corazón latía a mil y su pija estaba a full. Romina no dejaba de acariciarle la pierna por encima del cubrecamas. Una parte de él no quería que su hermana menor le hiciera la paja, pero otra parte de él se moría de ganas.
-Me dejas verla? - le preguntó Romina con un seductor, pero a la vez inocente susurro -
-Sí -respondió él-.
Romina buscó la pija por sobre el cubrecamas. Cuando por fin la encontró comenzó a tocarla suavemente desde los huevos hasta la punta.
-Ya la tenés lista -dijo soltando una risita-.
Acto seguido comenzó a bajar poco a poco el cubrecamas hasta destapar a Franco. Se le dibujaba la pija debajo del boxer. Romina sólo tenía ojos para la pija de su hermano. Le agarró el pene por encima del boxer y comenzó a frotarlo y a subir y bajar su mano. Una mancha de líquido preseminal apareció en el boxer. Finalmente la sacó por el agujero del boxer. Ahí estaba la pija de su hermano, dura y caliente. Comenzó a pajearlo, gotas de líquido preseminal marchaban la pequeña mano de Romina, que hacía ver a esta pija más grande de lo que era.
-la tenés linda - Romina no pudo evitar hacer ese comentario -.
Ella siguió pajeando a su hermano. Ni lento ni rápido, ni suave ni brusco, con técnica. Él se sentía en el paraíso, hacía mucho que no sentía algo así, y el hecho de que fuese su propia hermana quien le estaba haciendo la paja, secretamente le calentaba más. Romina miraba durante cinco segundos la pija, cinco segundos los ojos de su hermano.
-Te gusta? - le preguntó ella-.
-Me encanta.
Romina no pudo evitar sonreír. Estaba ayudando a su hermano a sentirse mejor. Eso le gustaba, así que siguió exprimiendo el miembro venoso disfrutandolo ella también. Lo pajeaba y escuchaba los apenas audibles sonidos de placer de su hermano.
-Que linda pija... -pensaba ella-. Me gusta... La quiero en la boca...
Romina comenzaba a mojarse. Esta no era la pija de su hermano, era la pija de un hombre ya desarrollado, y quería jugar más con ella, quería probarla.
- ¿Se la chupo?...pero es mi hermano... Solo lo estoy tocando porque él no puede hacerlo por sí mismo... -pensaba Romina-. No está justificado que le haga un pete a mi propio hermano... Pero quiero.. quiero chupar pija y tengo una en frente mío...
Romina se debatía internamente si chuparle la pija a su hermano mientras lo pajeaba. Ciertamente eso no era parte del trato, pero se veía que ambos lo estaban disfrutando, y ya estaban ahí, no?
Romina soltó la pija de su hermano.
- ¿Por qué paraste? - preguntó Fran -
Romina se acercó y le susurró al oído:
-Te quiero chupar la pija.
Acto seguido, se puso en cuatro, apoyada sobre sus rodillas y antebrazos, justo encima de las piernas de Franco. Ella puso sus dos dedos sobre sus labios diciéndole que no haga ruido, y sonriente, se abalanzó sobre la pija y se la metió en la boca. La empezó a chupar como si ese fuera su alimento y no hubiese comido en dos días. Le chupaba la pija a su hermano con los ojos cerrados, gimiendo suave y casi imperceptiblemente, con los ojos cerrados. Babeaba y saboreaba la pija de su hermano mayor, su cabeza bajaba y subía, se la sacaba de la boca, la lamía, besaba y volvía a chuparla. Franco veía la silueta de su cabeza bajando y subiendo comiéndole la pija, y también alcanzaba a verle la silueta de la cola porque tenía la espalda arqueada. Su propia hermana estaba propinandole el mejor pete de su vida. A Romina le encantaba el sabor y la sensación de la pija de su hermano en la boca. En la oscuridad de la habitación, sólo podía verse la silueta de Romina chupando la pija, y sólo podían oírse los sonidos de succión y de los besos que Romina le daba a ese pene que tanto le gustaba.
-Me encanta tu pija - susurró ella -. No la puedo parar de chupar.
Él se sentía en la gloria, pensando que debía tener a la mejor hermana del mundo.
Romina siguió chupando y saboreando la pija de su hermano durante unos 7 minutos, en parte para él, en parte para ella, que le encantaba chuparle el pene.
-Romi... Ya voy a acabar - dijo Franco -.
Romina se sacó la pija toda babeada de la boca y mirándolo le dijo:
-Dame la lechita. La quiero en la boca. Ahora.
Sin esperar respuesta, le empezó a succionar la cabecita de la pija hasta que notó como las piernas de su hermano se contarían. De pronto, mientras mamaba, sintió como la lechita salía a borbotones de la puntita de la pija de su hermano, mientras que seguía chupandola para sacar toda la lechita posible. No se la sacó de la boca en ningún momento. Se tomó toda la lechita (que era bastante) y siguió chupando la pija embadurnada en leche. Le encantaba el sabor y quería seguir jugando un ratito más. Franco se retorcía del placer. Ella siguió mamando hasta que, poco a poco, la pija fue perdiendo su vigor, hasta ponerse finalmente flácida. Le dio un último beso de despedida en la cabecita y la dejó descansar sobre el abdomen de su dueño.
Franco estaba en un éxtasis. Romina se levantó de la cama y volvió a tapar a Franco.
-Gracias, hermanita -dijo él-. Sos la mejor.
Ella se agachó al lado de la cama y le susurró a Franco al oído.
-Cuando lo necesites podemos seguir jugando... Que descanses hermanito.
Romina se levantó, le pasó la mano a Franco por el pecho como despedida y salió de la habitación.
Esa noche algo había cambiado en la relación entre Romina y Franco. A menudo se buscaban el uno al otro para repetir lo que había pasado aquella noche, cosa que ambos disfrutaban. Cuando mamá y papá dormian, o cuando no estaban, o en viajes familiares, porque esta costumbre permaneció en ellos incluso luego de que Franco se haya curado. A veces incluso dormían juntos, y arreglaban que, el invitado, a eso de las cinco o seis de la mañana, volviese a su respectiva cama antes de que sus papás se levantaran.
Para terminar, a ojos de sus padres, los hermanos se habían vuelto aún más cercanos de lo que ya eran, por alguna razón que desconocían.
-Hola Fran, como estas? - le preguntó ella -
-Bien, pero todavía con algo de dolor. - no tenía muchas ganas de hablar
-Te dijeron los médicos cuanto tiempo vas a llevar yesos?
-Por lo menos 90 días me dijeron.
-Que cagada, cómo pasó?
-Iba corriendo con la pelota y un boludo se me atravesó. caí de frente y si no caía con las manos me rompía la cabeza. Por suerte ya no tengo que lavar más los platos.
Hablaron un rato más hasta que Romina también se retiró, dejándolo sólo. Ella era un año menor que Franco, 17 años, pelo castaño, 1.60 cm, pelo castaño y tenía buenos atributos. Ella y franco siempre tuvieron una buena relación.
Pensando que no podía sentirse peor, llegó la hora de la cena. La madre de franco tuvo que ayudarle a comer como si tuviera 2 años mientras hermana se reía y le sacaba fotos para publicarla en sus historias de Instagram. También tuvo que ayudarle a cepillarse los dientes y a acostarse. Ya ahí, en la soledad y oscuridad de su habitación, Franco se dió cuenta de lo peor: no se podía hacer la paja. Obviamente no podía usar sus manos, tampoco podía frotarse contra una almohada porque haría un desastre que luego no podría limpiar. Tampoco podría limpiarse así mismo. Franco no lo podía creer, no podía ser que estaría así por los próximos tres meses, como si fuera poco que su madre tuviese que ayudarle a hacer todo, tampoco podría autocomplacerse. Para peor, no tenía novia que lo ayudase. Esa noche Franco se durmió sin poder aliviar su estrés. Y la siguiente. Y la siguiente. Pasaron 3 semanas y todo seguía igual. Casi no tenía dolor, pero no podía hacer nada por cuenta propia. Estaba todo el tiempo estresado y se moría de ganas de hacerse una buena paja. Un día en el living, mientras miraban televisión, Romina notó el malhumor de Franco.
-Qué pasa que estás tan enojado Fran?
-No te diste cuenta de cómo estoy boluda. - le dijo él - no puedo hacer nada, ya lo viste.
-Ya va a pasar, tenés que aguantar un poco. Tres meses se pasan rápido.
Franco sentía que iba a estallar.
-Mirá - dijo, mirándola directamente a los ojos -, no puedo comer, no puedo usar la computadora, no puedo jugar básquet, no me puedo cepillar los dientes sólo -bajó la voz- no me puedo masturbar - dijo, furioso, susurrando entre dientes, sin importar si eso incomodaba a su hermana o no - no puedo hacer nada yo solo.
Romina se quedó callada, visiblemente dolida por la actitud de Franco.
-Disculpame. No debí hablarte así. - se disculpó él -
-No, está bien. Es entendible que estés tan estresado. Debe ser horrible.
-Si, no me gusta que mamá tenga que ayudarme para todo. No me quejaria si tuviera novia para lo otro, pero bueno...
Romina se quedó mirando a Franco, como decidiendo si decir lo que estaba pensando. Se acercó un poco más hacia él y habló en voz baja:
-capaz yo te puedo ayudar.
Franco no entendía nada
- ayudarme? a qué? a lavarme los dientes?
-no, boludo. con lo otro.
-qué decís!
-enserio. no tengo problema. no quiero que estés enojado todos los días como venís hace tres semanas. te quiero ayudar.
Franco no daba crédito a lo que oía.
-Pero Romina, vos y yo somos...
-Dale Franco, dale. - no le dejó terminar - la verdad es que ya no te aguanto. Si te puedo ayudar a que estés de mejor humor, lo voy a hacer. Esperame despierto a la noche, cuando los viejos se hayan ido a dormir. - dijo Romina, para luego levantarse y marcharse para dar fin a la conversación -.
Se escuchó cerrarse la puerta de la habitacion de Romina. Franco permaneció en el living, pensando en lo que acababa de pasar. Su hermana se había propuesto a aliviar sus necesidades sexuales, o es que acaso ya estaba alucinando?
La cena transcurrió con normalidad. Una hora más tarde ya habían ido todos a acostarse. Franco seguía despierto en la oscuridad de su habitación, tendido en la cama y mirando al techo. No sabía qué esperar. Romina parecía bien dispuesta a hacerle ese favor, pero quizás se habría arrepentido. Esperó y esperó hasta que los ronquidos de sus padres le avisaron que ya estaban dormidos. Pasaron aproximadamente cinco minutos, cuando notó como la manija de su puerta giraba lentamente y la puerta se abría con cuidado de no hacer ruido. En el umbral de la puerta distinguió la silueta de su hermana con su pijama. Una vez que entró, cuidadosamente cerró la puerta, y de puntillas pero con cierta rapidez se dirigió hacia Franco y se sentó sobre la cama.
-Romina -susurró Franco- qué haces acá?
Ella puso los ojos en blanco
-Ya sabes -dijo, también susurrando-. Quiero ayudarte. No quiero que estés estresado.
Romina había puesto su mano en la rodilla de Franco por sobre el cubrecamas. Franco sentía que algo crecía entre sus piernas. Esto era malo. Romina comenzó a acariciarle la pierna mientras lo miraba.
-Romi enserio, no tenés porqué hacer esto. Puedo aguantar hasta que pueda usar mis ma..
-Callate, Fran -lo interrumpió ella-. Yo te quiero ayudar con tu problema -a pesar de la oscuridad de la habitación, se miraban a los ojos-. Te puedo ayudar? - le susurró ella -
Franco no dijo nada. Su corazón latía a mil y su pija estaba a full. Romina no dejaba de acariciarle la pierna por encima del cubrecamas. Una parte de él no quería que su hermana menor le hiciera la paja, pero otra parte de él se moría de ganas.
-Me dejas verla? - le preguntó Romina con un seductor, pero a la vez inocente susurro -
-Sí -respondió él-.
Romina buscó la pija por sobre el cubrecamas. Cuando por fin la encontró comenzó a tocarla suavemente desde los huevos hasta la punta.
-Ya la tenés lista -dijo soltando una risita-.
Acto seguido comenzó a bajar poco a poco el cubrecamas hasta destapar a Franco. Se le dibujaba la pija debajo del boxer. Romina sólo tenía ojos para la pija de su hermano. Le agarró el pene por encima del boxer y comenzó a frotarlo y a subir y bajar su mano. Una mancha de líquido preseminal apareció en el boxer. Finalmente la sacó por el agujero del boxer. Ahí estaba la pija de su hermano, dura y caliente. Comenzó a pajearlo, gotas de líquido preseminal marchaban la pequeña mano de Romina, que hacía ver a esta pija más grande de lo que era.
-la tenés linda - Romina no pudo evitar hacer ese comentario -.
Ella siguió pajeando a su hermano. Ni lento ni rápido, ni suave ni brusco, con técnica. Él se sentía en el paraíso, hacía mucho que no sentía algo así, y el hecho de que fuese su propia hermana quien le estaba haciendo la paja, secretamente le calentaba más. Romina miraba durante cinco segundos la pija, cinco segundos los ojos de su hermano.
-Te gusta? - le preguntó ella-.
-Me encanta.
Romina no pudo evitar sonreír. Estaba ayudando a su hermano a sentirse mejor. Eso le gustaba, así que siguió exprimiendo el miembro venoso disfrutandolo ella también. Lo pajeaba y escuchaba los apenas audibles sonidos de placer de su hermano.
-Que linda pija... -pensaba ella-. Me gusta... La quiero en la boca...
Romina comenzaba a mojarse. Esta no era la pija de su hermano, era la pija de un hombre ya desarrollado, y quería jugar más con ella, quería probarla.
- ¿Se la chupo?...pero es mi hermano... Solo lo estoy tocando porque él no puede hacerlo por sí mismo... -pensaba Romina-. No está justificado que le haga un pete a mi propio hermano... Pero quiero.. quiero chupar pija y tengo una en frente mío...
Romina se debatía internamente si chuparle la pija a su hermano mientras lo pajeaba. Ciertamente eso no era parte del trato, pero se veía que ambos lo estaban disfrutando, y ya estaban ahí, no?
Romina soltó la pija de su hermano.
- ¿Por qué paraste? - preguntó Fran -
Romina se acercó y le susurró al oído:
-Te quiero chupar la pija.
Acto seguido, se puso en cuatro, apoyada sobre sus rodillas y antebrazos, justo encima de las piernas de Franco. Ella puso sus dos dedos sobre sus labios diciéndole que no haga ruido, y sonriente, se abalanzó sobre la pija y se la metió en la boca. La empezó a chupar como si ese fuera su alimento y no hubiese comido en dos días. Le chupaba la pija a su hermano con los ojos cerrados, gimiendo suave y casi imperceptiblemente, con los ojos cerrados. Babeaba y saboreaba la pija de su hermano mayor, su cabeza bajaba y subía, se la sacaba de la boca, la lamía, besaba y volvía a chuparla. Franco veía la silueta de su cabeza bajando y subiendo comiéndole la pija, y también alcanzaba a verle la silueta de la cola porque tenía la espalda arqueada. Su propia hermana estaba propinandole el mejor pete de su vida. A Romina le encantaba el sabor y la sensación de la pija de su hermano en la boca. En la oscuridad de la habitación, sólo podía verse la silueta de Romina chupando la pija, y sólo podían oírse los sonidos de succión y de los besos que Romina le daba a ese pene que tanto le gustaba.
-Me encanta tu pija - susurró ella -. No la puedo parar de chupar.
Él se sentía en la gloria, pensando que debía tener a la mejor hermana del mundo.
Romina siguió chupando y saboreando la pija de su hermano durante unos 7 minutos, en parte para él, en parte para ella, que le encantaba chuparle el pene.
-Romi... Ya voy a acabar - dijo Franco -.
Romina se sacó la pija toda babeada de la boca y mirándolo le dijo:
-Dame la lechita. La quiero en la boca. Ahora.
Sin esperar respuesta, le empezó a succionar la cabecita de la pija hasta que notó como las piernas de su hermano se contarían. De pronto, mientras mamaba, sintió como la lechita salía a borbotones de la puntita de la pija de su hermano, mientras que seguía chupandola para sacar toda la lechita posible. No se la sacó de la boca en ningún momento. Se tomó toda la lechita (que era bastante) y siguió chupando la pija embadurnada en leche. Le encantaba el sabor y quería seguir jugando un ratito más. Franco se retorcía del placer. Ella siguió mamando hasta que, poco a poco, la pija fue perdiendo su vigor, hasta ponerse finalmente flácida. Le dio un último beso de despedida en la cabecita y la dejó descansar sobre el abdomen de su dueño.
Franco estaba en un éxtasis. Romina se levantó de la cama y volvió a tapar a Franco.
-Gracias, hermanita -dijo él-. Sos la mejor.
Ella se agachó al lado de la cama y le susurró a Franco al oído.
-Cuando lo necesites podemos seguir jugando... Que descanses hermanito.
Romina se levantó, le pasó la mano a Franco por el pecho como despedida y salió de la habitación.
Esa noche algo había cambiado en la relación entre Romina y Franco. A menudo se buscaban el uno al otro para repetir lo que había pasado aquella noche, cosa que ambos disfrutaban. Cuando mamá y papá dormian, o cuando no estaban, o en viajes familiares, porque esta costumbre permaneció en ellos incluso luego de que Franco se haya curado. A veces incluso dormían juntos, y arreglaban que, el invitado, a eso de las cinco o seis de la mañana, volviese a su respectiva cama antes de que sus papás se levantaran.
Para terminar, a ojos de sus padres, los hermanos se habían vuelto aún más cercanos de lo que ya eran, por alguna razón que desconocían.
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