Era el mes de mayo. Ese día era especialmente caluroso y mami e Isa, como no podía ser de otra manera, ya tenían todo planeado. Para abreviar, dijeron que iríamos a la playa y me montaron totalmente desnuda en el coche. Llevaban un par de mochilas con comida y un pequeño bikini.
— La playa es nudista — me reveló Isa, traviesa.
Yo tragué saliva. No había podido orinar aquella mañana y sentía la vejiga hinchada y deseosa de explotar. Si me meaba, me darían muchas patadas en los huevitos. Isa me pasó un biberón con orina de ella y de mami.
— Bebe.
Ordenó. El trayecto en coche comenzó. Estábamos a una hora de camino de la playa.
El pis olía mal y estaba caliente. Sabía a rayos, pero tuve que tragarlo todo. Aquello hizo que mis ganas de orinar aumentasen. Isa iba de copiloto junto a mamá. Ambas llevaban pantalón corto y camiseta. Debajo el bikini.
Durante lo que duró el trayecto, mami e Isa, con maldad, pararon en una gasolinera. Mientras una se quedaba conmigo, la otra iba a orinar. Pero aunque fueron al baño, mearon en el biberón. Y así, cuando retomaron el viaje, tuve que beber nuevamente.
Por fin, llegamos a la playa. Aunque era mayo y especialmente caluroso, era Lunes, así que mucha gente no había en la playa. De todas formas no importaba si iba desnuda. Aquella era una playa nudista. Salí del vehículo y bajamos a la playa, donde colocaron tres toallas en una zona tranquila, donde no había nadie.
La toalla de Isa era verde, mientras que la de mami roja. Obviamente la mía era rosa.
Ellas se quitaron la ropa, menos el bikini. Yo aún iba desnuda. Sin embargo, mami decidió que sería divertido dejar libre mi penecito.
— Estás de enhorabuena, princesa. Todos van a ver tu cosita. Pero no te puedes tocar.
Dicho esto, me retiró la jaula. Tras meses en castidad ¡la tenía libre! Pero tenía una calentura brutal, a pesar de haber tenido anoche un orgasmo arruinado. La calentura no hacía sino aumentar. Más y más. Tragué saliva mientras ambas mujeres se reían de mí sin parar. Luego, Isa de desabrochó el bikini y quedó totalmente desnuda, con sus grandes tetas copa C y sus pezones duros. Estaba loca por morderlas, meter mi penecito ahí, lamerlas. Pero lo único que podía tener de ella era su orina y excremento. Su saliva quizás.
Ambas mujeres decidieron ponerse crema. Yo obviamente no podía tocarlas, así que me tocó mirar.
— Como se te ocurra tocarte… — amenazó Isa.
— Si te tocas te corto la colita y te dejó los huevos — amenazó mamá.
Aquello me convenció de no tocarme. Ambas se echaron crema solar de untar. Yo tuve que untarles la espalda, pero nada más. Luego de eso, Isa y mami untaron las tetas de la otra. Las movían en círculos mientras me miraban picaronas. Tras echarse por los brazos, piernas y vientre, también se echaron en el cuello y cara. Entonces me tocó a mí. Fue mami la encargada de untarme crema.
Tras untar brazos y piernas, así como espalda, untó mi culito suavemente, mientras giraba en círculos. Al acabar, tocó mi penecito.
— Allá vamos — avisó mami, divertida.
Lentamente, extendió la crema solar por mi cosita, que era muy diminuta. Con apenas tres dedos, a mami le bastó. También untó, ya usando mano completa, mis huevitos y masajeó mi colita unos segundos. Yo gemí e Isa rio.
— Demos un paseo, María —dijo Isa agarrándome de la mano.
Mami se quedó a cuidar las cosas mientras Isa y yo dábamos un paseo en la playa.
La mano de Isa era cálida y suave. Me agarraba mi mano derecha con dulzura y ella sonreía de felicidad. Su vagina estaba perfectamente depilada y tenía un cuerpo de escándalo. Su pelo cayendo en cascada por la espalda. Caminábamos por la orilla.
— Estás loca por follarme ¿a que sí?
Yo asentí. Era inútil negarlo. Tenía que hacer un esfuerzo titánico por no tocar mi pitito. Aunque intentara hacerlo disimuladamente, ella se acabaría dando cuenta, porque yo estaba tan cachonda que querría masturbarme hasta correrme. Por un momento, pensé en echar a correr. Si corría lo bastante, quizás pudiera escapar… pero lo deseché. Isa me alcanzaría o si no, antes de poder salir de la playa, ellas me habrían alcanzado con el coche. O quien sabe. Tenía mucho miedo como para intentarlo. Así que seguí caminando. Ella rio y dijo:
— Me encanta. Nunca tendrás sexo conmigo. Ni con una chica, claro. Siempre chicos. Ya sabes que eres gay.
Ella me miró y supe que quería una respuesta así que dije:
— Si, ama. Soy gay.
Ella rio.
— Tendríamos que haber hecho esto mucho antes.
Hecho eso me abrazó. Sentí sus tetas en mi cara y su vagina pegada a mi cosita. Me sentí estupefacta y no pude hacer nada más que aspirar su perfume y rodear su espalda con mis brazos mientras mi pitito se ponía durito, aunque seguía diminuto. Apenas un cacahuete. Ella me acarició y dijo:
— Sé que te estás muriendo de calentura. Pero quiero que sepas que irá a más cada día.
Rio con fuerza. Nos separamos y dimos media vuelta. Durante el trayecto, tanto de ida como de regreso, nos cruzábamos con muchas personas. Mujeres entre veinte y cuarenta años. Muchas de ellas eran muy sexys y me dieron ganas de tener sexo con ellas. A pesar de todo, mi pitito era muy pequeño y pude escuchar, disgustada, risas mal disimuladas tanto de hombres como de mujeres, que se me quedaban mirando.
— Todos pueden ver ahora lo pito chico que eres — me susurró Isa —. ¿De verdad crees que podrías follarte a una chica, bebé? Es mejor que sigas siendo gay.
Ella rio y llegamos con mamá. Tras contarle Isa el viaje, mami dijo:
— Pues ahora te toca conmigo, princesa.
Dicho eso, mami me cogió de la mano y partimos. Durante el trayecto, pude ver las enormes tetas de mamá ondear al paso que caminábamos. Estaba tan cachonda que habría tenido sexo con ella misma. Aunque era papi quien me follaba. Podía oler el perfume a channel de mamá y ver sus preciosos pendientes redondos de la oreja, color plata. Llevaba al cuello un colgante con forma de corazón. De nuevo, la gente se me quedó mirando. Un par de chicas, una rubia de pelo largo y una chica de pelo castaño corto, cruzaron desnudas y miraron mi penecito. La morena no hizo gesto, pero la rubia sonrió burlona y ambas chicas empezaron a cotillear. Mis mejillas se sonrojaron.
— Me encanta que seas tan sumisa, bebé — me confesó mami.
Habíamos llegado a una parte de la playa donde no había nadie. Se veía el final de la playa. Había caminado más con ella que con Isa. Mami me abrazó y sentí los suaves pechos de ella en mi cabeza y mi pitito rozar su vagina, que tenía algo de vello. Entonces, mami me besó. Si ¡me besó! Un beso suave y dulce, sin lengua. Sus labios se pegaron a los míos y pude oler más intensamente el perfume de mamá, al tiempo que ella me apretujaba contra ella. Ella me acarició el pelo y luego, el beso terminó.
La miré estupefacta y ella dijo, burlona:
— Un regalito de mami. No te acostumbres.
Dicho eso regresamos con Isa.
Ambas decidieron era hora de darnos un baño. Cerca había más personas. Nos metimos en el agua, que estaba fría. Los pezones de Isa y de mamá se pusieron duros. Cruzando una mirada de complicidad, ambas me apretujaron entre sus tetas y se dieron un beso con lengua. Sus lenguas jugaban de forma muy erótica ante mi impotente vista, que notaba mi penecito durito y deseando tocarme y correrme de una vez. Isa besó el cuello de mami.
— Que buena estás, Carmen — dijo Isa.
Ambas se separaron.
Tras las risas, ambas jugaron a echarse agua. El agua salpicaba en sus tetas. Sus pezones estaban durísimos. Mami e Isa también me salpicaron. Nadaron alrededor mía y luego, por fin, me dejaron orinar.
Agradecida, oriné en el mar, como mucha gente hacía, pero solo me dejaron descargar la mitad más o menos. Y aunque todavía tenía ganas de orinar, al menos era más soportable. Entonces salimos del agua, tras haber permanecido como media hora ahí. Era la hora de almorzar, así que nos sentamos en las toallas. Como siempre hacía mami, me dio la teta. Como si aún fuera un bebé. Acurruqué mi cabecita en sus pechos y empecé a chupar su pezón izquierdo mientras mami rodeaba un brazo en mi cuello y acariciaba con dulzura mi pitito. Estaba loca de calentura.
Mientras lamía, besaba y succionaba su pezón, Isa comía un bocadillo de queso. Cuando terminé de ser amamantado, mami me dio de comer un bocadillo de salchichón y luego de ella comer otro bocadillo de queso, mami e Isa me dieron su biberón, con sus meados. Obviamente, tuve que beberlo entero.
— Mira que sed tenía la bebita — dijo mamá, burlona.
— Le encanta su “agua” — rio Isa.
Ambas mujeres estallaron en carcajadas.
Pero las cosas no habían terminado todavía.
Mamá e Isa recogieron las cosas y dijeron que iban a cambiar de ubicación en la playa.
— Vamos a una zona más tranquila — dijo mamá.
Dicho eso, con ambas mujeres con las mochilas a cuestas, pero todavía desnudas, me agarraron de las manos y dimos un lindo paseo por la playa. Había pocas personas en aquel lugar, y sin duda mamá e Isa buscaban un sitio discreto. Algo querían hacer.
El paseo continuaba. Isa tarareó una canción. Mami sonreía. Finalmente, encontraron el lugar que buscaban. Estaba casi al final de la playa y algo lejos del coche, pero no había nadie, salvo una pareja al fondo de la playa. Colocamos las toallas allí y entonces, Isa dijo:
— De rodillas perra. Tenemos ganas de orinar.
— Y tu eres un excelente baño portátil — añadió mami.
Ambas rieron mientras yo abría bien grande la boca y me ponía de rodillas, con la arena rozando mis rodillas. Aunque ya no quemaba. Primero fue Isa, quien colocó muy cerca de mí su vagina y empezó a soltar su lluvia dorada. Parte de ella fue a parar a mi rostro. Sabía caliente, salada y asquerosa pero llenó mi boca igual. Antes de tragar, le tocó el turno a mamá, quien primero mojó mi rostro y mi pelo y luego, procedió a llenar más mi boca. Parte de la orina resbaló por la barbilla y acabó en mi vientre y en la arena.
Terminada la función, mamá hizo fotos y luego, tuve permiso para tragar. Tosí un poco. Mamá e Isa rieron y empezaron a acariciarse la una a la otra. Ambas se dieron un tierno beso. Primero sin lengua. Luego, se dieron otro con lengua. Sus lenguas jugaban la una con la otra, en una excitante escena lésbica. Hice ademán de tocar mi penecito, pero entonces mamá se detuvo y me dio una patada en mis huevitos. Me doblé sobre mi misma y luego recibí otra patada de Isa. Ambas mujeres rieron.
— Nada de tocarse, viciosa — dijo mamá.
Acto seguido sacó el cinturón de castidad y volvió a colocármelo.
— Así ya no te tocarás.
Yo tragué saliva, apenada porque otra vez estaba encerrada y porque nunca jamás volvería a masturbarme.
Resuelto mi asunto, Isa se tumbó en la toalla roja de mamá y mamá se posó encima suya. Ambas volvieron a besarse con lengua. Saliva se veía salir de sus lenguas. Me ordenaron ponerme de rodillas y entonces ambas mujeres escupieron sobre mi boca. Abrí bien mi boca y tragué sus escupitajos. Tras escupirme varias veces, mamá empezó a meter mano a Isa en su coño. Le metía dedos y los sacaba suavemente al tiempo que ambas seguían besándose.
Isa gemía de placer. Mamá la besó en el cuello y luego fue descendiendo por sus hermosas tetas, mordiéndolas, chupándolas. Lo que yo nunca jamás podría hacer.
Mamá besó su vientre y llegó a su vagina. Empezó a lamerla y besarla. Metía y sacaba su lengua como si fuera una verga. Y luego de eso, mamá sacó de una mochila un arnés que tenía una polla color negra. Ambas me miraron y mamá me guiñó el ojo. Yo tragué saliva.
Mamá empezó a penetrar a Isa. Para ello, introdujo el miembro en su coño, Isa puso el culo en pompa y se puso a cuatro patas en la toalla. Adentro, afuera, mientras ella gemía. Mamá era una experta en ese juguete erótico. Ambas mujeres me miraban burlonas. Mami embistió a Isa unos minutos más, y luego le tocó el turno a mamá. Mami fue penetrada salvajemente por Isa y eso me recordó a cuando ella misma me cogió en su casa.
Mami gemía y la pareja del fondo no parecía darse cuenta. Cierto que nosotros debíamos ser un punto a lo lejos, igual que ellos. Nos verían movernos, pero a menos que usaran prismáticos, no sabrían qué ocurría. Tampoco se veía a nadie desde el otro lado.
Entonces me tocó el turno a mí. Isa sacó otro arnés, esa vez color blanco, de la mochila que llevaban. Me tumbé a cuatro patas en la toalla y, mientras mamá e Isa reían, mami se puso detrás de mí e Isa delante. Y empezó la función.
Adentro, afuera. Mami e Isa estaban perfectamente sincronizadas y ambas metían y sacaban las pollas a la vez, mientras yo apenas sí podía respirar y notaba la polla de mamá entrar y salir de mi culito a toda velocidad. Notaba cierto vacío cuando lo sacaba.
— ¿Te gusta puta? — susurró Isa.
Yo gemí que sí, como pude, ya que no paraba de ser follada por su verga. Mami e Isa cambiaron posiciones. Ahora podía ver las tetas de mamá bambolearse adelante y hacia atrás, con cada embestida.
Ninguna de las dos se detenía, al igual que continuaban sus insultos. Al rato, cuando ya tragué suficiente polla, mamá se tumbó en la toalla y yo me subí a su polla. Toda su verga se metió dentro de mi culito, recorriendo el glande, tronco y hasta llegar a los huevos. Una vez ahí, mami me dio otro besito en los labios y luego empecé a cabalgar mientras besaba a mi mami. Arriba, abajo. A toda velocidad mientras gemía. No me dejó tocarle las tetas y en su lugar, las apoyé a su lado. Seguía dando suaves besos a mami. Su lengua jugando con la mía e Isa grabando todo con su teléfono mientras reía. Luego hizo un gesto y nos detuvimos. Isa me colocó una toalla encima y mami una camiseta blanca. Vimos pasar a la pareja que estaba al fondo al cabo de un minuto, pues ya se iban. Al parecer, no se percataron de lo que ocurría.
— Ha estado cerca — susurró Isa conteniendo la emoción.
Ambas mujeres rieron.
— Bueno, creo que ya nos hemos arriesgado suficiente por hoy — dijo mamá para mi alivio.
No obstante, antes de irnos, tuve que ponerme de rodillas y hacerle una mamada a mami e Isa. Con mi lengua, lamí el tronco de sus pollas, les di suaves besitos y chupé sus miembros arriba y abajo mientras las miraba firmemente a los ojos. Ellas rieron. Luego, regresamos al coche.
— La playa es nudista — me reveló Isa, traviesa.
Yo tragué saliva. No había podido orinar aquella mañana y sentía la vejiga hinchada y deseosa de explotar. Si me meaba, me darían muchas patadas en los huevitos. Isa me pasó un biberón con orina de ella y de mami.
— Bebe.
Ordenó. El trayecto en coche comenzó. Estábamos a una hora de camino de la playa.
El pis olía mal y estaba caliente. Sabía a rayos, pero tuve que tragarlo todo. Aquello hizo que mis ganas de orinar aumentasen. Isa iba de copiloto junto a mamá. Ambas llevaban pantalón corto y camiseta. Debajo el bikini.
Durante lo que duró el trayecto, mami e Isa, con maldad, pararon en una gasolinera. Mientras una se quedaba conmigo, la otra iba a orinar. Pero aunque fueron al baño, mearon en el biberón. Y así, cuando retomaron el viaje, tuve que beber nuevamente.
Por fin, llegamos a la playa. Aunque era mayo y especialmente caluroso, era Lunes, así que mucha gente no había en la playa. De todas formas no importaba si iba desnuda. Aquella era una playa nudista. Salí del vehículo y bajamos a la playa, donde colocaron tres toallas en una zona tranquila, donde no había nadie.
La toalla de Isa era verde, mientras que la de mami roja. Obviamente la mía era rosa.
Ellas se quitaron la ropa, menos el bikini. Yo aún iba desnuda. Sin embargo, mami decidió que sería divertido dejar libre mi penecito.
— Estás de enhorabuena, princesa. Todos van a ver tu cosita. Pero no te puedes tocar.
Dicho esto, me retiró la jaula. Tras meses en castidad ¡la tenía libre! Pero tenía una calentura brutal, a pesar de haber tenido anoche un orgasmo arruinado. La calentura no hacía sino aumentar. Más y más. Tragué saliva mientras ambas mujeres se reían de mí sin parar. Luego, Isa de desabrochó el bikini y quedó totalmente desnuda, con sus grandes tetas copa C y sus pezones duros. Estaba loca por morderlas, meter mi penecito ahí, lamerlas. Pero lo único que podía tener de ella era su orina y excremento. Su saliva quizás.
Ambas mujeres decidieron ponerse crema. Yo obviamente no podía tocarlas, así que me tocó mirar.
— Como se te ocurra tocarte… — amenazó Isa.
— Si te tocas te corto la colita y te dejó los huevos — amenazó mamá.
Aquello me convenció de no tocarme. Ambas se echaron crema solar de untar. Yo tuve que untarles la espalda, pero nada más. Luego de eso, Isa y mami untaron las tetas de la otra. Las movían en círculos mientras me miraban picaronas. Tras echarse por los brazos, piernas y vientre, también se echaron en el cuello y cara. Entonces me tocó a mí. Fue mami la encargada de untarme crema.
Tras untar brazos y piernas, así como espalda, untó mi culito suavemente, mientras giraba en círculos. Al acabar, tocó mi penecito.
— Allá vamos — avisó mami, divertida.
Lentamente, extendió la crema solar por mi cosita, que era muy diminuta. Con apenas tres dedos, a mami le bastó. También untó, ya usando mano completa, mis huevitos y masajeó mi colita unos segundos. Yo gemí e Isa rio.
— Demos un paseo, María —dijo Isa agarrándome de la mano.
Mami se quedó a cuidar las cosas mientras Isa y yo dábamos un paseo en la playa.
La mano de Isa era cálida y suave. Me agarraba mi mano derecha con dulzura y ella sonreía de felicidad. Su vagina estaba perfectamente depilada y tenía un cuerpo de escándalo. Su pelo cayendo en cascada por la espalda. Caminábamos por la orilla.
— Estás loca por follarme ¿a que sí?
Yo asentí. Era inútil negarlo. Tenía que hacer un esfuerzo titánico por no tocar mi pitito. Aunque intentara hacerlo disimuladamente, ella se acabaría dando cuenta, porque yo estaba tan cachonda que querría masturbarme hasta correrme. Por un momento, pensé en echar a correr. Si corría lo bastante, quizás pudiera escapar… pero lo deseché. Isa me alcanzaría o si no, antes de poder salir de la playa, ellas me habrían alcanzado con el coche. O quien sabe. Tenía mucho miedo como para intentarlo. Así que seguí caminando. Ella rio y dijo:
— Me encanta. Nunca tendrás sexo conmigo. Ni con una chica, claro. Siempre chicos. Ya sabes que eres gay.
Ella me miró y supe que quería una respuesta así que dije:
— Si, ama. Soy gay.
Ella rio.
— Tendríamos que haber hecho esto mucho antes.
Hecho eso me abrazó. Sentí sus tetas en mi cara y su vagina pegada a mi cosita. Me sentí estupefacta y no pude hacer nada más que aspirar su perfume y rodear su espalda con mis brazos mientras mi pitito se ponía durito, aunque seguía diminuto. Apenas un cacahuete. Ella me acarició y dijo:
— Sé que te estás muriendo de calentura. Pero quiero que sepas que irá a más cada día.
Rio con fuerza. Nos separamos y dimos media vuelta. Durante el trayecto, tanto de ida como de regreso, nos cruzábamos con muchas personas. Mujeres entre veinte y cuarenta años. Muchas de ellas eran muy sexys y me dieron ganas de tener sexo con ellas. A pesar de todo, mi pitito era muy pequeño y pude escuchar, disgustada, risas mal disimuladas tanto de hombres como de mujeres, que se me quedaban mirando.
— Todos pueden ver ahora lo pito chico que eres — me susurró Isa —. ¿De verdad crees que podrías follarte a una chica, bebé? Es mejor que sigas siendo gay.
Ella rio y llegamos con mamá. Tras contarle Isa el viaje, mami dijo:
— Pues ahora te toca conmigo, princesa.
Dicho eso, mami me cogió de la mano y partimos. Durante el trayecto, pude ver las enormes tetas de mamá ondear al paso que caminábamos. Estaba tan cachonda que habría tenido sexo con ella misma. Aunque era papi quien me follaba. Podía oler el perfume a channel de mamá y ver sus preciosos pendientes redondos de la oreja, color plata. Llevaba al cuello un colgante con forma de corazón. De nuevo, la gente se me quedó mirando. Un par de chicas, una rubia de pelo largo y una chica de pelo castaño corto, cruzaron desnudas y miraron mi penecito. La morena no hizo gesto, pero la rubia sonrió burlona y ambas chicas empezaron a cotillear. Mis mejillas se sonrojaron.
— Me encanta que seas tan sumisa, bebé — me confesó mami.
Habíamos llegado a una parte de la playa donde no había nadie. Se veía el final de la playa. Había caminado más con ella que con Isa. Mami me abrazó y sentí los suaves pechos de ella en mi cabeza y mi pitito rozar su vagina, que tenía algo de vello. Entonces, mami me besó. Si ¡me besó! Un beso suave y dulce, sin lengua. Sus labios se pegaron a los míos y pude oler más intensamente el perfume de mamá, al tiempo que ella me apretujaba contra ella. Ella me acarició el pelo y luego, el beso terminó.
La miré estupefacta y ella dijo, burlona:
— Un regalito de mami. No te acostumbres.
Dicho eso regresamos con Isa.
Ambas decidieron era hora de darnos un baño. Cerca había más personas. Nos metimos en el agua, que estaba fría. Los pezones de Isa y de mamá se pusieron duros. Cruzando una mirada de complicidad, ambas me apretujaron entre sus tetas y se dieron un beso con lengua. Sus lenguas jugaban de forma muy erótica ante mi impotente vista, que notaba mi penecito durito y deseando tocarme y correrme de una vez. Isa besó el cuello de mami.
— Que buena estás, Carmen — dijo Isa.
Ambas se separaron.
Tras las risas, ambas jugaron a echarse agua. El agua salpicaba en sus tetas. Sus pezones estaban durísimos. Mami e Isa también me salpicaron. Nadaron alrededor mía y luego, por fin, me dejaron orinar.
Agradecida, oriné en el mar, como mucha gente hacía, pero solo me dejaron descargar la mitad más o menos. Y aunque todavía tenía ganas de orinar, al menos era más soportable. Entonces salimos del agua, tras haber permanecido como media hora ahí. Era la hora de almorzar, así que nos sentamos en las toallas. Como siempre hacía mami, me dio la teta. Como si aún fuera un bebé. Acurruqué mi cabecita en sus pechos y empecé a chupar su pezón izquierdo mientras mami rodeaba un brazo en mi cuello y acariciaba con dulzura mi pitito. Estaba loca de calentura.
Mientras lamía, besaba y succionaba su pezón, Isa comía un bocadillo de queso. Cuando terminé de ser amamantado, mami me dio de comer un bocadillo de salchichón y luego de ella comer otro bocadillo de queso, mami e Isa me dieron su biberón, con sus meados. Obviamente, tuve que beberlo entero.
— Mira que sed tenía la bebita — dijo mamá, burlona.
— Le encanta su “agua” — rio Isa.
Ambas mujeres estallaron en carcajadas.
Pero las cosas no habían terminado todavía.
Mamá e Isa recogieron las cosas y dijeron que iban a cambiar de ubicación en la playa.
— Vamos a una zona más tranquila — dijo mamá.
Dicho eso, con ambas mujeres con las mochilas a cuestas, pero todavía desnudas, me agarraron de las manos y dimos un lindo paseo por la playa. Había pocas personas en aquel lugar, y sin duda mamá e Isa buscaban un sitio discreto. Algo querían hacer.
El paseo continuaba. Isa tarareó una canción. Mami sonreía. Finalmente, encontraron el lugar que buscaban. Estaba casi al final de la playa y algo lejos del coche, pero no había nadie, salvo una pareja al fondo de la playa. Colocamos las toallas allí y entonces, Isa dijo:
— De rodillas perra. Tenemos ganas de orinar.
— Y tu eres un excelente baño portátil — añadió mami.
Ambas rieron mientras yo abría bien grande la boca y me ponía de rodillas, con la arena rozando mis rodillas. Aunque ya no quemaba. Primero fue Isa, quien colocó muy cerca de mí su vagina y empezó a soltar su lluvia dorada. Parte de ella fue a parar a mi rostro. Sabía caliente, salada y asquerosa pero llenó mi boca igual. Antes de tragar, le tocó el turno a mamá, quien primero mojó mi rostro y mi pelo y luego, procedió a llenar más mi boca. Parte de la orina resbaló por la barbilla y acabó en mi vientre y en la arena.
Terminada la función, mamá hizo fotos y luego, tuve permiso para tragar. Tosí un poco. Mamá e Isa rieron y empezaron a acariciarse la una a la otra. Ambas se dieron un tierno beso. Primero sin lengua. Luego, se dieron otro con lengua. Sus lenguas jugaban la una con la otra, en una excitante escena lésbica. Hice ademán de tocar mi penecito, pero entonces mamá se detuvo y me dio una patada en mis huevitos. Me doblé sobre mi misma y luego recibí otra patada de Isa. Ambas mujeres rieron.
— Nada de tocarse, viciosa — dijo mamá.
Acto seguido sacó el cinturón de castidad y volvió a colocármelo.
— Así ya no te tocarás.
Yo tragué saliva, apenada porque otra vez estaba encerrada y porque nunca jamás volvería a masturbarme.
Resuelto mi asunto, Isa se tumbó en la toalla roja de mamá y mamá se posó encima suya. Ambas volvieron a besarse con lengua. Saliva se veía salir de sus lenguas. Me ordenaron ponerme de rodillas y entonces ambas mujeres escupieron sobre mi boca. Abrí bien mi boca y tragué sus escupitajos. Tras escupirme varias veces, mamá empezó a meter mano a Isa en su coño. Le metía dedos y los sacaba suavemente al tiempo que ambas seguían besándose.
Isa gemía de placer. Mamá la besó en el cuello y luego fue descendiendo por sus hermosas tetas, mordiéndolas, chupándolas. Lo que yo nunca jamás podría hacer.
Mamá besó su vientre y llegó a su vagina. Empezó a lamerla y besarla. Metía y sacaba su lengua como si fuera una verga. Y luego de eso, mamá sacó de una mochila un arnés que tenía una polla color negra. Ambas me miraron y mamá me guiñó el ojo. Yo tragué saliva.
Mamá empezó a penetrar a Isa. Para ello, introdujo el miembro en su coño, Isa puso el culo en pompa y se puso a cuatro patas en la toalla. Adentro, afuera, mientras ella gemía. Mamá era una experta en ese juguete erótico. Ambas mujeres me miraban burlonas. Mami embistió a Isa unos minutos más, y luego le tocó el turno a mamá. Mami fue penetrada salvajemente por Isa y eso me recordó a cuando ella misma me cogió en su casa.
Mami gemía y la pareja del fondo no parecía darse cuenta. Cierto que nosotros debíamos ser un punto a lo lejos, igual que ellos. Nos verían movernos, pero a menos que usaran prismáticos, no sabrían qué ocurría. Tampoco se veía a nadie desde el otro lado.
Entonces me tocó el turno a mí. Isa sacó otro arnés, esa vez color blanco, de la mochila que llevaban. Me tumbé a cuatro patas en la toalla y, mientras mamá e Isa reían, mami se puso detrás de mí e Isa delante. Y empezó la función.
Adentro, afuera. Mami e Isa estaban perfectamente sincronizadas y ambas metían y sacaban las pollas a la vez, mientras yo apenas sí podía respirar y notaba la polla de mamá entrar y salir de mi culito a toda velocidad. Notaba cierto vacío cuando lo sacaba.
— ¿Te gusta puta? — susurró Isa.
Yo gemí que sí, como pude, ya que no paraba de ser follada por su verga. Mami e Isa cambiaron posiciones. Ahora podía ver las tetas de mamá bambolearse adelante y hacia atrás, con cada embestida.
Ninguna de las dos se detenía, al igual que continuaban sus insultos. Al rato, cuando ya tragué suficiente polla, mamá se tumbó en la toalla y yo me subí a su polla. Toda su verga se metió dentro de mi culito, recorriendo el glande, tronco y hasta llegar a los huevos. Una vez ahí, mami me dio otro besito en los labios y luego empecé a cabalgar mientras besaba a mi mami. Arriba, abajo. A toda velocidad mientras gemía. No me dejó tocarle las tetas y en su lugar, las apoyé a su lado. Seguía dando suaves besos a mami. Su lengua jugando con la mía e Isa grabando todo con su teléfono mientras reía. Luego hizo un gesto y nos detuvimos. Isa me colocó una toalla encima y mami una camiseta blanca. Vimos pasar a la pareja que estaba al fondo al cabo de un minuto, pues ya se iban. Al parecer, no se percataron de lo que ocurría.
— Ha estado cerca — susurró Isa conteniendo la emoción.
Ambas mujeres rieron.
— Bueno, creo que ya nos hemos arriesgado suficiente por hoy — dijo mamá para mi alivio.
No obstante, antes de irnos, tuve que ponerme de rodillas y hacerle una mamada a mami e Isa. Con mi lengua, lamí el tronco de sus pollas, les di suaves besitos y chupé sus miembros arriba y abajo mientras las miraba firmemente a los ojos. Ellas rieron. Luego, regresamos al coche.
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