"Hola, mi nombre es David. Soy un joven de 23 años cuya ocupación es estudiar. Actualmente, estoy cursando la carrera de arquitectura en la universidad. Según muchos docentes, tengo un gran potencial que aún necesita ser pulido, como un diamante en bruto. Mi apariencia física no es de gran importancia para mí, pero puedo decir que tengo una estatura promedio de 170 cm. No tengo mucha corpulencia ni un cuerpo atlético para presumir, pero tampoco estoy pasado de peso; diría que tengo un físico normal.
En estos días, he estado reflexionando sobre si debería compartir esta historia. Tenía algunas dudas al respecto, pero siento que podría ser necesario para comprender mi relación tan peculiar con mi madre. Creo que contarla será una forma de "desahogarme" por decirlo de alguna manera.
Como contexto, a principios de este año, mi padre falleció en un accidente de coche. Los detalles no están muy claros y no me gusta recordarlo, pero fue un accidente de carretera en el que perdieron la vida todos los involucrados: mi padre y la otra persona que no sobrevivió. El accidente nos tomó por sorpresa a mi madre y a mí, tanto que ella quiso buscar un juicio con la familia de la otra víctima. Sin embargo, los abogados y el juez dictaminaron que ninguno debía pagar nada ni rendir cuentas al otro. Solo dejarían esto como un accidente y ninguno de nosotros volvería a cruzar palabra.
Fue algo que dejó a mi madre completamente destrozada y a mí tampoco me sorprendería sentir lo mismo. Por suerte, si se le puede llamar así, mi padre tenía un buen capital acumulado en el banco. Según sus condiciones, estableció que el dinero sería para mí. Además, nos dejó la casa en la que vivíamos a nombre de ambos. Por lo tanto, mi madre y yo teníamos un lugar donde vivir y no teníamos que preocuparnos demasiado por el dinero.
La verdad es que la muerte de mi padre nos dejó una marca muy profunda. Durante los días siguientes al funeral, no me sentía animado en absoluto, a pesar de las buenas palabras y el apoyo de mi madre. Ella era una mujer muy cariñosa y empática conmigo, pero yo sabía que también estaba lidiando con su propio duelo.
Mi madre se llama Teresa, es una mujer adulta de 40 años que me tuvo a una edad temprana. No podría decir que es particularmente inteligente, ya que nunca se destacó en los estudios ni tuvo la oportunidad de asistir a la universidad. Sin embargo, tanto ella como mi padre asumieron la responsabilidad de criarme desde jóvenes, y afortunadamente pudieron salir adelante. Mi madre es lo que podríamos llamar una ama de casa tradicional: sabe cocinar, lavar, barrer y manejar las finanzas del hogar. Realmente encaja en el rol típico de una mujer con sus características
Algo que no concuerda mucho con su apariencia es que ella está muy bien conservada. Tiene el cabello liso de color castaño, unos ojos marrones que reflejan claridad en sus pupilas, y una cara con labios, nariz y boca bastante delicados y atractivos, incluso en sus 40 años. A pesar de ser mayor de edad, su cuerpo luce muy tonificado y se conserva muy bien, algo que envidiarían muchas adolescentes. Midiendo unos 160 cm , algo que la pone a merced de los hombres grandes. Tiene caderas anchas y pechos de 100 cm que no me queda claro si son naturales o no. Su trasero también es bastante grande y prominente, lo que sugiere que trabaja en el gimnasio. Todo esto se complementa con su piel bronceada, lo que la hace atractiva para cualquier hombre.
Durante toda mi vida, creí que mi madre sería como un ángel que me consolaría y ayudaría en mis momentos difíciles. Sin embargo, en aquellos días, me comportaba de manera inmadura, discutiendo y gritándole, sin tener en cuenta sus propios sentimientos y su estado de duelo. No estoy seguro si debería sentirme agradecido o arrepentido por eso, pero debido a esas circunstancias, ocurrió un evento que transformó nuestras vidas de manera drástica.
Era un lunes, el inicio de la semana, y me encontraba de mal humor. Me desperté sin entusiasmo alguno, pero mi madre abrió la puerta de mi habitación y me dijo
- Levántate, cariño, hoy es un gran día-
A pesar de haber enviudado hace unos días, su ánimo era evidente. Aunque me sentía molesto, no pasó mucho tiempo antes de que el problema se intensificara.
Durante la mañana, mi madre actuó con normalidad. Me preparó el desayuno y conversamos sobre temas cotidianos.
- Hijo, quiero contarte algo - dijo mientras se sentaba a desayunar.
- ¿Qué? - respondí estoicamente. Explicó que uno de los vecinos nos había invitado a un asado comunitario y esperaba que me preparara para ir después de mis clases.Ella estaba emocionada, pero yo reaccioné negativamente preguntando por la persona que invitó a mi madre.
- ¿Enrique? - pregunté.
- Sí, el vecino de enfrente - contestó. Mi respuesta fue agresiva
- Ese gordo, mamá,¿de verdad quieres ir?¿sabes cómo te ve?- respondí de manera tosca.
- No le veo el problema, es un hombre bueno. Tal vez se haya divorciado varias veces, pero es gentil - mi madre estaba defendiendo a ese hombre y yo exploté de rabia.
- ¡¿QUÉ?! ¡YA ME BUSCASTE UN PADRASTRO! - grité sin pensar.
- Hijo, no me hables en ese tono - me respondió con paciencia y calma, pero en ese momento mi paciencia se agotó.
- ¿QUÉ? ¿AHORA VAMOS A FINGIR QUE PAPÁ NUNCA EXISTIÓ? ¡¿TAN RÁPIDO TE OLVIDASTE DE ÉL?! - al responder de esa manera, toqué el nervio de mi madre y ella estalló en cólera.
- TU PADRE NO ESTÁ AQUÍ DAVID, PERO NO DUDES DE QUE LO AMABA, LO SIGO AMANDO, PERO NO ESTÁ. ¿CREES QUE ERES EL ÚNICO QUE ESTÁ CON UN DUELO? - fue en ese momento cuando tanto mi madre como yo comenzamos a gritarnos e insultarnos de manera poco agraciada, pero la pelea finalizó de manera muy hiriente.
- SI QUIERES QUE OTRO HOMBRE ESTÉ CONTIGO, ADELANTE, NO ERES MÁS QUE UNA FRACASADA - y mi madre respondió con una cachetada en mi cara y dijo.
- Y SI NO TE HUBIERA TENIDO, JOVEN, HUBIERA DISFRUTADO MÁS TIEMPO CON TU PADRE - en ese momento ambos nos dimos cuenta de lo que habíamos dicho, y yo con voz baja, casi llorosa, me despedí de mi madre.
- Me voy, no te molestes en esperarme - dije de manera sollozante.
- Hijo, por Dios, lo siento, yo... por favor solo... - no terminé de escuchar a mi madre cuando cerré la puerta en su cara y me fui.
Ese día me sentía tan mal que decidí no ir a clases. Paseé sin rumbo fijo por la ciudad, sumido en el dolor provocado por las palabras de mi madre. Imaginaba que ella también estaba destrozada y llorando por lo ocurrido. Me costó mucho reunir el valor necesario para volver a casa, pero finalmente lo hice. Sabía que tenía que arreglar las cosas con mi madre, pero lo que sucedió a continuación me llevó a descubrir un secreto mucho más profundo, algo que no me arrepentiría de haber descubierto.
Eran casi las 20:00 Hrs cuando llegué a mi casa, la verdad es que no quería entrar por ningún motivo, las luces de la parte baja estaban encendidas y no quería encontrarme a mi mamá de frente, por lo que fui por lo que entre por el garaje. Siendo honesto esperaba que mi madre me hubiera traído la cena, ya que no pude comer nada en todo el día y me estaba muriendo de hambre, pero no podía contar con ello. Pero note algo raro al entrar, el auto de papá tenía las luces de parqueo encendidas y el motor estaba funcionando, pensé que mi madre lo habría usado, pero ella no sabe conducir, así que fue otra persona.
Después de apagar el auto por completo decidí entrar a la casa con algo de incertidumbre, tal vez uno de los vecinos la llevó a ese evento que menciono, pero no estaba seguro. Al entrar al salón pude ver que habían prendas de vestir desperdigadas por toda la sala, una camisa, tacones, unos pantalones totalmente anchos, y sobre todo ropa interior, pude reconocer las bragas y los sostenes de mi madre en el suelo. Era algo obvio, ¡ eran suyos! No había otra mujer que tuviera esa talla.
Durante unos segundos pensé que era imposible, se me pasaron por la cabeza muchas cosas, mi madre encamada con alguien era la primera opción ¿En serio la dañe tanto? ¿Quién es el hombre que la sedujo? ¿Lo habrá hecho con alguien además de mi padre? Fueron preguntas que se acumularon todas de golpe, pero solo había una manera de resolver mis dudas.
Mis pasos me llevaron a seguir el rastro de prendas hasta las escaleras. A medida que subía, verificaba la ropa tirada. Un nudo de inquietud se formaba en mi estómago. Primero era una camisa, era alguien grande, tal vez fuerte. Después el brasier de mi madre ¿Acaso paseo con los pecho al aire?. Luego pantalones y bragas, que fue primero, el hombre se lo quitó primero o mi madre lo sedujo¿ Mi madre lo sedujo quitándose las bragas?.
Subí las escaleras con pasos pesados, mi mente todavía tratando de procesar lo que acababa de ver. La puerta de la habitación de mi madre seguía entreabierta, como una invitación involuntaria a seguir observando lo que ocurría adentro. Una mezcla de curiosidad y aprensión me impulsó a mirar de reojo.
Mis ojos se posaron en la escena que se desarrollaba en la habitación. Una sensación extraña me recorrió de pies a cabeza al ver a mi madre, Teresa, arrodillada frente a un hombre que ahora identifique como el hijo de puta de Enrique. ¡ESTABA RECIBIENDO UN ORAL DE MI MADRE!.
No lo podía creer la mujer que tanto cariño le dio a mi vida, le está chupando el pene a un hombre que no es mi padre ¡Y TENIA QUE SER ENRIQUE! en esos momentos me sentí destrosado. Mis mejillas ardieron con la vergüenza y el desconcierto mientras observaba esta escena íntima que no debería haber presenciado. Mi mente no podía creerlo, por poco y me pongo a llorar ahí mismo.
Pero algo paso, cuando baje la mirada vi que mi polla estaba totalmente dura ¿Acaso me excité por ver a mi madre así? ¿Que pasa conmigo? No podía negar que la escena era muy bizarra pero decidí seguirle el juego a esta nueva sensación, me baje los pantalones y empezé a masturbarme, no quería que la acción acabará así que mire de reojo para que no se dieran cuenta que estaba ahí.
Volviendo a ver, mi madre estaba de rodillas, completamente desnuda, sólo podía ver su figura de costado, las curvas de mi madre eran resaltantes, su larga cabellera, sus pechos enormes y su gran culo, hacia contraste con el sujeto al cual estaba chupando el pene.
Enrique era un hombre gordo, lleno de vellos por todo su cuerpo y más en alrededor de su pene, se notaba que no se duchaba muy seguido y hasta podría decir que es un pederasta en potencia, pero nadie podía negar que tenía genital muy prominente y generoso por su grosor.
Un hombre así estaba recibiendo una mamada de una mujer muy fuera de su liga, y el cabrón está disfrutando de la boca de mi madre.
– OHh Teresa, sabes cómo mamar mi polla, sigue perra, SIIGUEE– Enrique sólo podía disfrutar de la mamada de mi madre.
–Gghhhh Aghh MMM Gjoo Gggh– mi madre no podía hablar solo podía generar sonidos por su saliva y sus arcadas por su violento acto oral.
Mi madre no podía respirar, sólo podía concentrado en el miembro de Enrique, sólo podía parar para tomar aire, chupar sus bolas como si fuera caramelos, y volver a atragantarse con la tremenda verga que tenía en frente, Ella solo lo hacía así, como mierda le puede gustar un pene tan sucio y maloliente, hasta yo que estaba a pocos metros de ellos, Sólo podía pensar en el hedor de Enrique, si él olía tan fuerte, cómo estará su verga.
Sólo Enrique estuvo disfrutando de la boca de mi madre hasta que de un momento a otro, se levanta de la cama y agarró la cabeza de mi madre para chocar la con su pelvis, metiendo toda la polla por la garganta de mi madre.
–ME CORRO TERESA, AHHH , COME TODO PUTA, COME MI SEMEN– fue lo que atino a decir, mi madre no podía escapar, sólo veía como ella aguantaba la respiración y se tragaba hasta la base toda la carne de Enrique, solo vi a mi madre con lágrimas en los ojos por semejante acto, mi madre solo podía mirar el techo en señal de éxtasis y con una mano masturbándose su zona completamente mojada.
Mis ojos no podían procesar la escena, la garganta de mi madre estaba siendo violada por un hombre asqueroso, él sólo veía a mi madre como un juguete sexual y con eso en mente, mi masturbación se aceleró.
–TRAGATE TODO, PERRAAAAA– eso fue lo único que alcanze a escuchar cuando Enrique jalo a mi madre de manera violenta contra su polla y correrse en su boca, mi madre no pudo reaccionar y solamente se resignó a tragar la gran carga de su amante, solo podía ver su cara perturbada y excitada a la vez. La cara de mi madre está chocando el pene de un hombre horrible ¿pero mi madre lo disfruta?. Enserio es excitante chocar con las pelotas de un hombre que ni siquiera tiene la decencia de depilarse antes de tener sexo. No podía creerlo y menos lo creería al ver que por tal escena me corrí en la puerta. Me masturbe por eso, por ver a mi madre vulnerable, me doy asco.
Pero no podía parar ya que mi madre se separó de su macho y solo trago por completo la semilla de su hombre.
–GUAU, TERESA ERES UNA PERRA SIN REMEDIO, ESO FUE INCREÍBLE–Hablo Enrique como si mi madre fuera una prostituta de por ahí, aunque con lo que acababa de pasar no me extraña en lo absoluto.
–Yoo….. mierda, acabo de hacer algo horrible *sollozo* mi hijo… no puede hacer esto, lo siento Enrique– fue lo que mi madre respondió con una culpa que la carcomía, ella aún en esta situación, sólo piensa en mí, en su hijo, mi madre es muy buena.
Pero el momento fue completamente interrumpido por Enrique al agarrarla de sus piernas y elevar a mi madre por encima del suelo.
– EHH ENRIQUE ¿QUEE? – Fue lo único que mi madre alcanzó a responder en el momento.
– Teresa sólo quédate quieta, quiero probar tu vagina de mujer viuda– Enrique respondió a la pregunta, pero con una erección que afianzaba su respuesta anterior.
–¡¡SUÉLTAME, PERVERSO INFELIZ, VOY A DEMANDARTE POR ESTO!! –mi madre intentaba de todas las maneras zafarse de su amante sin tener ningún éxito, intenté ayudarla pero me quedé quieto cuando vi que Enrique estaba recuperado y con el pene totalmente erecto.
En medio de su confusión y angustia, mi madre intentó protestar, amenazando con una demanda por violación mientras pataleaba y trataba de liberarse de la fuerza de Enrique. Sus palabras salían entrecortadas y llenas de temor, pero antes de que pudiera hacer algo más, sintió el pene de Enrique abriéndose paso por su vagina.
Un gemido escapó de los labios de mi madre cuando la penetración comenzó. Su cuerpo, a pesar de sus protestas iniciales, reaccionó de inmediato al estímulo, y sintió una oleada de placer y deseo recorriendo todo su ser. Sus pechos se balancearon con el movimiento, y su vagina se estiró y se llenó por completo con la erección de Enrique.
Las sensaciones la abrumaron por completo. El placer y la lujuria se apoderaron de su cuerpo, y todos sus pensamientos se desvanecieron. Se quedó totalmente fuera de si, su rostro mostraba un éxtasis que hizo a mi masturbación acelerarse y sus gemidos se mezclaron con mis sonidos de autoplacer.
Enrique movía sus caderas con intensidad dentro de ella. Sus labios temblaban y un gemido ininteligible escapaba de su garganta en respuesta a cada embestida. Sus ojos, llenos de lágrimas, parecían perdidos en el techo, su mirada vidriosa y su lengua asomándose, una expresión de pura entrega y éxtasis.
Las lágrimas seguían surcando su rostro, y en su estado de confusión y deseo abrumador, no estaba claro si eran lágrimas de tristeza o de éxtasis. El cuerpo de mi madre, sin embargo, no podía negar la intensidad del placer que estaba sintiendo. Sus pechos se movían con cada embestida, sus pezones endurecidos y su vagina apretaba y se aferraba a la polla de Enrique con fuerza.
Enrique, ansioso por prolongar la experiencia, intentó hablar con ella, utilizando un lenguaje vulgar y desafiante.
–Hey puta, ¿no te gusta que te violen? –Sus palabras resonaron en la habitación, pero mi madre no respondió con palabras coherentes. En su lugar, emitía gemidos y suspiros entrecortados, su mente sumida en un torbellino de sensaciones.
–Ighh OHHH gggh ahhhhh– Sus caderas chocaban rítmicamente con las de Enrique, creando un sonido erótico y sensual en la habitación. El placer recorría ambos cuerpos y parecía que Enrique tenía planeado embarazar a mi madre.
Pero en un momento se detuvo. de repente, Enrique detuvo el acto dejando caer a mi madre al suelo para sentarse en el borde de la cama. Mi madre, con una mezcla de enojo y cansancio aparente, lo miró y preguntó con voz entrecortada:
–¿Por qué te detuviste? ¿Por qué no me dejaste terminar? –Enrique la miró fijamente y le dijo con voz dominante.
–Si tú quieres, sé mi perra. Ven y cógeme con tu vagina– mi madre se quedó paralizada por la proporción.
–Enrique, vamos cariño, sólo ven y termina de violarme ¿No? – preguntaría mi madre dejándole ver su enorme culo a Enrique para provocarlo, ¿mi madre se rebaja a eso para correrse? Que decepción.
Pero Enrique también lo noto así y le dijo
–Mira cariño, yo ya disfruté, me puedo vestir y salir satisfecho, pero si quieres terminar, ven y usa tu culo para satisfacerme ¿DE ACUERDO? –
Mi madre se sintió dudosa por un momento, pero la lujuria que la consumía habló más fuerte. Se puso de pie frente a Enrique, dándole la espalda de manera provocativa. Luego, con un movimiento audaz, le dio un fuerte sentón y continuó el acto con ferocidad.
Las caderas de mi madre se agitaban como las de un perro en celo, sólo podía pensar en aparearse y estaba dispuesta a satisfacer los deseos de su "macho". La conversación que siguieron teniendo parecía sacada de una escena de dominación y sumisión, con mi madre actuando como una ninfómana insaciable que solo buscaba la satisfacción de su "amo".
–Soy tu puta, Enrique…– grito mi madre con voz lasciva.
–Hazme tuya– Enrique asumió su papel de dominante y la tomó con firmeza, llevándolos a un frenesí de lujuria desenfrenada. Los gemidos y los sonidos de su encuentro sexual llenaron la habitación mientras se entregaban al placer carnal sin restricciones. No podía parar de masturbarme, mí mano no se detenía
El acto carnal entre mi madre y Enrique continuaba con una ferocidad incontenible. Cada sentón de mi madre hacía que sus pechos bailaran salvajemente, la piel sudorosa de su amante. Su rostro estaba retorcido en una expresión de éxtasis, y sus gemidos llenaban la habitación, crudos y vulgares.
Enrique, dominante y entregado al placer, disfrutaba de los sentones de su hembra con cada embestida. La pasión los tenía sudados y extasiados, entregados al deseo más primitivo y lujurioso.
–Sí, puta…–gruñó Enrique entre dientes. –Cabálgame como la zorra que eres. – Enrique sólo veia a mi madre como una simple puta, que estaba y vivía para complacerlo.
El éxtasis los tenía atrapados en una danza de lujuria desenfrenada. Enrique gruñó con deseo, anunciando que se correría dentro de mi madre. Ella, en pleno clímax, asintió con la cabeza, sus gemidos llenando la habitación.
–¡SÍ, CÓRRETE DENTRO DE MÍ, AHHHHHG! – Mi madre respondió con voz eufórica lasciva y Enrique le correspondió.
En la última embestida, ambos alcanzaron su punto máximo de placer. Enrique se corrió dentro de mi madre, llenándola con su semen caliente y espeso. Mientras tanto, mi madre, en el clímax de su éxtasis, experimentó un reflejo incontrolable y orinó, liberando un chorro de líquido que se mezcló con la pasión del momento manchando todo el suelo.
Mi madre se separó de Enrique, su cuerpo exhausto y tembloroso. El semen de Enrique y su propio fluido se esparcieron por el suelo, creando un testimonio del placer desenfrenado que habían compartido.
Ambos estaban jadeantes y completamente saciados. Sus cuerpos estaban empapados de sudor, y sus mentes nubladas por el éxtasis. El encuentro sexual había sido crudo, pero eso en mi mente hizo que no viera a mi madre como tal, sino como una actriz porno que deseaba que siguiera cojiendo, era algo repugnante, pero deseaba ver a mi madre en ese estado y mi cuerpo me correspondía,debido a mi masturbación violenta había manchado la puerta de mi madre con mi semen, un testimonio de mi deseos más oscuros y primitivos.
Todos los presentes quedamos exhaustos y satisfechos, Enrique se acomodó en la cama, aún recuperándose del acto carnal que acababan de protagonizar. Miró a mi madre con una mirada cargada de deseo y susurros lascivos.
–Eso fue increíble, mi puta. ¿Quieres seguir? –Teresa, con un tono de berrinche como si fuera una niña engreída, respondió molesta: –No sé, quizás deberíamos... oh, ¡déjame en paz! –
Enrique sólo alcanzó a reír por el comentario y le dijo a mi madre.
– y bien Teresa, vamos a seguir, ¿qué te parece? Antes de que llegue tu hijo– pero de un momento mi madre lo interrumpió
–¿David? – mi madre solo se quedó paralizada por el miedo de verme en la puerta, al cruzar miradas con mi madre nos quedamos paralizados.
El miedo, la vergüenza y el terror se reflejaban en los ojos de mi madre, y el mismo torbellino de emociones me invadió a mí. Ninguno de los dos sabía qué decir ni cómo reaccionar en ese momento, y nos quedamos paralizados, atrapados en una situación vergonzosa y devastadora. La imagen de mi madre, tan vulnerable y perdida, era una imagen que jamás olvidaría, y la vergüenza se apoderó de mí por haber sido testigo de algo tan íntimo y personal.
Sin embargo, la situación dio un giro inesperado cuando mi madre, en un acto reflejo, se levantó del suelo y comenzó a gritar a Enrique. Sus palabras fueron cortantes y llenas de acusaciones.
–¡Eres un violador! ¡Vete de aquí! –gritó mi madre, su voz llena de furia y desesperación. La vergüenza que había sentido inicialmente había dado paso a la ira, y mi madre estaba expulsando a Enrique de la habitación a patadas, desnudo y humillado.
Me quedé en el umbral, aún en estado de shock por lo que había presenciado. La escena se había vuelto caótica y perturbadora, y mi madre había pasado de la sumisión y la lujuria a la furia y la acusación en cuestión de segundos. El corazón me latía con fuerza, y sentía una profunda confusión y exitacion por lo que había ocurrido.
Me encontré en una situación completamente inesperada y desgarradora. Mi mente estaba en un caos de emociones, mientras observaba a mi madre enfrentando la situación con un abrumador arrepentimiento. No sabía qué pensar ni cómo reaccionar ante lo que acababa de presenciar.
Las lágrimas que corrían por el rostro de mi madre eran como un torrente de remordimiento, un torrente que dejaba al descubierto la profundidad de su angustia. Su voz temblorosa se esforzaba por encontrar las palabras adecuadas, mientras intentaba explicar lo que había sucedido en esa habitación. En ese momento, la confusión y la sorpresa se mezclaban en mi mente, dejándome sin palabras.
–David, yo... no sé cómo explicarlo... Fue un error terrible, una locura... –sus palabras salían entrecortadas, y su voz estaba llena de pesar.
Era evidente que mi madre se encontraba en un estado de conmoción emocional, luchando por encontrar una forma de comunicar la magnitud de lo que había sucedido. A medida que hablaba, sus lágrimas continuaban fluyendo, como si fuera incapaz de contener la marea de emociones que la abrumaba.
–¡Perdóname, David! ¡Por favor, perdóname! –suplicó, sus palabras resonando con desesperación en la habitación.
Vi cómo mi madre corría hacia el baño, sus pasos apresurados resonando en el suelo de la casa. La puerta se cerró con un golpe sordo, dejándome solo y perplejo en medio de un mar de emociones. La imagen de mi madre quebrándose en lágrimas y pidiendo perdón se quedó grabada en mi mente, y me dejó con un nudo en el estómago y una sensación de confusión abrumadora.
Pero una cosa era segura, desde ahí mi madre y yo ya no tuvimos una relación normal.
Continuará…
En estos días, he estado reflexionando sobre si debería compartir esta historia. Tenía algunas dudas al respecto, pero siento que podría ser necesario para comprender mi relación tan peculiar con mi madre. Creo que contarla será una forma de "desahogarme" por decirlo de alguna manera.
Como contexto, a principios de este año, mi padre falleció en un accidente de coche. Los detalles no están muy claros y no me gusta recordarlo, pero fue un accidente de carretera en el que perdieron la vida todos los involucrados: mi padre y la otra persona que no sobrevivió. El accidente nos tomó por sorpresa a mi madre y a mí, tanto que ella quiso buscar un juicio con la familia de la otra víctima. Sin embargo, los abogados y el juez dictaminaron que ninguno debía pagar nada ni rendir cuentas al otro. Solo dejarían esto como un accidente y ninguno de nosotros volvería a cruzar palabra.
Fue algo que dejó a mi madre completamente destrozada y a mí tampoco me sorprendería sentir lo mismo. Por suerte, si se le puede llamar así, mi padre tenía un buen capital acumulado en el banco. Según sus condiciones, estableció que el dinero sería para mí. Además, nos dejó la casa en la que vivíamos a nombre de ambos. Por lo tanto, mi madre y yo teníamos un lugar donde vivir y no teníamos que preocuparnos demasiado por el dinero.
La verdad es que la muerte de mi padre nos dejó una marca muy profunda. Durante los días siguientes al funeral, no me sentía animado en absoluto, a pesar de las buenas palabras y el apoyo de mi madre. Ella era una mujer muy cariñosa y empática conmigo, pero yo sabía que también estaba lidiando con su propio duelo.
Mi madre se llama Teresa, es una mujer adulta de 40 años que me tuvo a una edad temprana. No podría decir que es particularmente inteligente, ya que nunca se destacó en los estudios ni tuvo la oportunidad de asistir a la universidad. Sin embargo, tanto ella como mi padre asumieron la responsabilidad de criarme desde jóvenes, y afortunadamente pudieron salir adelante. Mi madre es lo que podríamos llamar una ama de casa tradicional: sabe cocinar, lavar, barrer y manejar las finanzas del hogar. Realmente encaja en el rol típico de una mujer con sus características
Algo que no concuerda mucho con su apariencia es que ella está muy bien conservada. Tiene el cabello liso de color castaño, unos ojos marrones que reflejan claridad en sus pupilas, y una cara con labios, nariz y boca bastante delicados y atractivos, incluso en sus 40 años. A pesar de ser mayor de edad, su cuerpo luce muy tonificado y se conserva muy bien, algo que envidiarían muchas adolescentes. Midiendo unos 160 cm , algo que la pone a merced de los hombres grandes. Tiene caderas anchas y pechos de 100 cm que no me queda claro si son naturales o no. Su trasero también es bastante grande y prominente, lo que sugiere que trabaja en el gimnasio. Todo esto se complementa con su piel bronceada, lo que la hace atractiva para cualquier hombre.
Durante toda mi vida, creí que mi madre sería como un ángel que me consolaría y ayudaría en mis momentos difíciles. Sin embargo, en aquellos días, me comportaba de manera inmadura, discutiendo y gritándole, sin tener en cuenta sus propios sentimientos y su estado de duelo. No estoy seguro si debería sentirme agradecido o arrepentido por eso, pero debido a esas circunstancias, ocurrió un evento que transformó nuestras vidas de manera drástica.
Era un lunes, el inicio de la semana, y me encontraba de mal humor. Me desperté sin entusiasmo alguno, pero mi madre abrió la puerta de mi habitación y me dijo
- Levántate, cariño, hoy es un gran día-
A pesar de haber enviudado hace unos días, su ánimo era evidente. Aunque me sentía molesto, no pasó mucho tiempo antes de que el problema se intensificara.
Durante la mañana, mi madre actuó con normalidad. Me preparó el desayuno y conversamos sobre temas cotidianos.
- Hijo, quiero contarte algo - dijo mientras se sentaba a desayunar.
- ¿Qué? - respondí estoicamente. Explicó que uno de los vecinos nos había invitado a un asado comunitario y esperaba que me preparara para ir después de mis clases.Ella estaba emocionada, pero yo reaccioné negativamente preguntando por la persona que invitó a mi madre.
- ¿Enrique? - pregunté.
- Sí, el vecino de enfrente - contestó. Mi respuesta fue agresiva
- Ese gordo, mamá,¿de verdad quieres ir?¿sabes cómo te ve?- respondí de manera tosca.
- No le veo el problema, es un hombre bueno. Tal vez se haya divorciado varias veces, pero es gentil - mi madre estaba defendiendo a ese hombre y yo exploté de rabia.
- ¡¿QUÉ?! ¡YA ME BUSCASTE UN PADRASTRO! - grité sin pensar.
- Hijo, no me hables en ese tono - me respondió con paciencia y calma, pero en ese momento mi paciencia se agotó.
- ¿QUÉ? ¿AHORA VAMOS A FINGIR QUE PAPÁ NUNCA EXISTIÓ? ¡¿TAN RÁPIDO TE OLVIDASTE DE ÉL?! - al responder de esa manera, toqué el nervio de mi madre y ella estalló en cólera.
- TU PADRE NO ESTÁ AQUÍ DAVID, PERO NO DUDES DE QUE LO AMABA, LO SIGO AMANDO, PERO NO ESTÁ. ¿CREES QUE ERES EL ÚNICO QUE ESTÁ CON UN DUELO? - fue en ese momento cuando tanto mi madre como yo comenzamos a gritarnos e insultarnos de manera poco agraciada, pero la pelea finalizó de manera muy hiriente.
- SI QUIERES QUE OTRO HOMBRE ESTÉ CONTIGO, ADELANTE, NO ERES MÁS QUE UNA FRACASADA - y mi madre respondió con una cachetada en mi cara y dijo.
- Y SI NO TE HUBIERA TENIDO, JOVEN, HUBIERA DISFRUTADO MÁS TIEMPO CON TU PADRE - en ese momento ambos nos dimos cuenta de lo que habíamos dicho, y yo con voz baja, casi llorosa, me despedí de mi madre.
- Me voy, no te molestes en esperarme - dije de manera sollozante.
- Hijo, por Dios, lo siento, yo... por favor solo... - no terminé de escuchar a mi madre cuando cerré la puerta en su cara y me fui.
Ese día me sentía tan mal que decidí no ir a clases. Paseé sin rumbo fijo por la ciudad, sumido en el dolor provocado por las palabras de mi madre. Imaginaba que ella también estaba destrozada y llorando por lo ocurrido. Me costó mucho reunir el valor necesario para volver a casa, pero finalmente lo hice. Sabía que tenía que arreglar las cosas con mi madre, pero lo que sucedió a continuación me llevó a descubrir un secreto mucho más profundo, algo que no me arrepentiría de haber descubierto.
Eran casi las 20:00 Hrs cuando llegué a mi casa, la verdad es que no quería entrar por ningún motivo, las luces de la parte baja estaban encendidas y no quería encontrarme a mi mamá de frente, por lo que fui por lo que entre por el garaje. Siendo honesto esperaba que mi madre me hubiera traído la cena, ya que no pude comer nada en todo el día y me estaba muriendo de hambre, pero no podía contar con ello. Pero note algo raro al entrar, el auto de papá tenía las luces de parqueo encendidas y el motor estaba funcionando, pensé que mi madre lo habría usado, pero ella no sabe conducir, así que fue otra persona.
Después de apagar el auto por completo decidí entrar a la casa con algo de incertidumbre, tal vez uno de los vecinos la llevó a ese evento que menciono, pero no estaba seguro. Al entrar al salón pude ver que habían prendas de vestir desperdigadas por toda la sala, una camisa, tacones, unos pantalones totalmente anchos, y sobre todo ropa interior, pude reconocer las bragas y los sostenes de mi madre en el suelo. Era algo obvio, ¡ eran suyos! No había otra mujer que tuviera esa talla.
Durante unos segundos pensé que era imposible, se me pasaron por la cabeza muchas cosas, mi madre encamada con alguien era la primera opción ¿En serio la dañe tanto? ¿Quién es el hombre que la sedujo? ¿Lo habrá hecho con alguien además de mi padre? Fueron preguntas que se acumularon todas de golpe, pero solo había una manera de resolver mis dudas.
Mis pasos me llevaron a seguir el rastro de prendas hasta las escaleras. A medida que subía, verificaba la ropa tirada. Un nudo de inquietud se formaba en mi estómago. Primero era una camisa, era alguien grande, tal vez fuerte. Después el brasier de mi madre ¿Acaso paseo con los pecho al aire?. Luego pantalones y bragas, que fue primero, el hombre se lo quitó primero o mi madre lo sedujo¿ Mi madre lo sedujo quitándose las bragas?.
Subí las escaleras con pasos pesados, mi mente todavía tratando de procesar lo que acababa de ver. La puerta de la habitación de mi madre seguía entreabierta, como una invitación involuntaria a seguir observando lo que ocurría adentro. Una mezcla de curiosidad y aprensión me impulsó a mirar de reojo.
Mis ojos se posaron en la escena que se desarrollaba en la habitación. Una sensación extraña me recorrió de pies a cabeza al ver a mi madre, Teresa, arrodillada frente a un hombre que ahora identifique como el hijo de puta de Enrique. ¡ESTABA RECIBIENDO UN ORAL DE MI MADRE!.
No lo podía creer la mujer que tanto cariño le dio a mi vida, le está chupando el pene a un hombre que no es mi padre ¡Y TENIA QUE SER ENRIQUE! en esos momentos me sentí destrosado. Mis mejillas ardieron con la vergüenza y el desconcierto mientras observaba esta escena íntima que no debería haber presenciado. Mi mente no podía creerlo, por poco y me pongo a llorar ahí mismo.
Pero algo paso, cuando baje la mirada vi que mi polla estaba totalmente dura ¿Acaso me excité por ver a mi madre así? ¿Que pasa conmigo? No podía negar que la escena era muy bizarra pero decidí seguirle el juego a esta nueva sensación, me baje los pantalones y empezé a masturbarme, no quería que la acción acabará así que mire de reojo para que no se dieran cuenta que estaba ahí.
Volviendo a ver, mi madre estaba de rodillas, completamente desnuda, sólo podía ver su figura de costado, las curvas de mi madre eran resaltantes, su larga cabellera, sus pechos enormes y su gran culo, hacia contraste con el sujeto al cual estaba chupando el pene.
Enrique era un hombre gordo, lleno de vellos por todo su cuerpo y más en alrededor de su pene, se notaba que no se duchaba muy seguido y hasta podría decir que es un pederasta en potencia, pero nadie podía negar que tenía genital muy prominente y generoso por su grosor.
Un hombre así estaba recibiendo una mamada de una mujer muy fuera de su liga, y el cabrón está disfrutando de la boca de mi madre.
– OHh Teresa, sabes cómo mamar mi polla, sigue perra, SIIGUEE– Enrique sólo podía disfrutar de la mamada de mi madre.
–Gghhhh Aghh MMM Gjoo Gggh– mi madre no podía hablar solo podía generar sonidos por su saliva y sus arcadas por su violento acto oral.
Mi madre no podía respirar, sólo podía concentrado en el miembro de Enrique, sólo podía parar para tomar aire, chupar sus bolas como si fuera caramelos, y volver a atragantarse con la tremenda verga que tenía en frente, Ella solo lo hacía así, como mierda le puede gustar un pene tan sucio y maloliente, hasta yo que estaba a pocos metros de ellos, Sólo podía pensar en el hedor de Enrique, si él olía tan fuerte, cómo estará su verga.
Sólo Enrique estuvo disfrutando de la boca de mi madre hasta que de un momento a otro, se levanta de la cama y agarró la cabeza de mi madre para chocar la con su pelvis, metiendo toda la polla por la garganta de mi madre.
–ME CORRO TERESA, AHHH , COME TODO PUTA, COME MI SEMEN– fue lo que atino a decir, mi madre no podía escapar, sólo veía como ella aguantaba la respiración y se tragaba hasta la base toda la carne de Enrique, solo vi a mi madre con lágrimas en los ojos por semejante acto, mi madre solo podía mirar el techo en señal de éxtasis y con una mano masturbándose su zona completamente mojada.
Mis ojos no podían procesar la escena, la garganta de mi madre estaba siendo violada por un hombre asqueroso, él sólo veía a mi madre como un juguete sexual y con eso en mente, mi masturbación se aceleró.
–TRAGATE TODO, PERRAAAAA– eso fue lo único que alcanze a escuchar cuando Enrique jalo a mi madre de manera violenta contra su polla y correrse en su boca, mi madre no pudo reaccionar y solamente se resignó a tragar la gran carga de su amante, solo podía ver su cara perturbada y excitada a la vez. La cara de mi madre está chocando el pene de un hombre horrible ¿pero mi madre lo disfruta?. Enserio es excitante chocar con las pelotas de un hombre que ni siquiera tiene la decencia de depilarse antes de tener sexo. No podía creerlo y menos lo creería al ver que por tal escena me corrí en la puerta. Me masturbe por eso, por ver a mi madre vulnerable, me doy asco.
Pero no podía parar ya que mi madre se separó de su macho y solo trago por completo la semilla de su hombre.
–GUAU, TERESA ERES UNA PERRA SIN REMEDIO, ESO FUE INCREÍBLE–Hablo Enrique como si mi madre fuera una prostituta de por ahí, aunque con lo que acababa de pasar no me extraña en lo absoluto.
–Yoo….. mierda, acabo de hacer algo horrible *sollozo* mi hijo… no puede hacer esto, lo siento Enrique– fue lo que mi madre respondió con una culpa que la carcomía, ella aún en esta situación, sólo piensa en mí, en su hijo, mi madre es muy buena.
Pero el momento fue completamente interrumpido por Enrique al agarrarla de sus piernas y elevar a mi madre por encima del suelo.
– EHH ENRIQUE ¿QUEE? – Fue lo único que mi madre alcanzó a responder en el momento.
– Teresa sólo quédate quieta, quiero probar tu vagina de mujer viuda– Enrique respondió a la pregunta, pero con una erección que afianzaba su respuesta anterior.
–¡¡SUÉLTAME, PERVERSO INFELIZ, VOY A DEMANDARTE POR ESTO!! –mi madre intentaba de todas las maneras zafarse de su amante sin tener ningún éxito, intenté ayudarla pero me quedé quieto cuando vi que Enrique estaba recuperado y con el pene totalmente erecto.
En medio de su confusión y angustia, mi madre intentó protestar, amenazando con una demanda por violación mientras pataleaba y trataba de liberarse de la fuerza de Enrique. Sus palabras salían entrecortadas y llenas de temor, pero antes de que pudiera hacer algo más, sintió el pene de Enrique abriéndose paso por su vagina.
Un gemido escapó de los labios de mi madre cuando la penetración comenzó. Su cuerpo, a pesar de sus protestas iniciales, reaccionó de inmediato al estímulo, y sintió una oleada de placer y deseo recorriendo todo su ser. Sus pechos se balancearon con el movimiento, y su vagina se estiró y se llenó por completo con la erección de Enrique.
Las sensaciones la abrumaron por completo. El placer y la lujuria se apoderaron de su cuerpo, y todos sus pensamientos se desvanecieron. Se quedó totalmente fuera de si, su rostro mostraba un éxtasis que hizo a mi masturbación acelerarse y sus gemidos se mezclaron con mis sonidos de autoplacer.
Enrique movía sus caderas con intensidad dentro de ella. Sus labios temblaban y un gemido ininteligible escapaba de su garganta en respuesta a cada embestida. Sus ojos, llenos de lágrimas, parecían perdidos en el techo, su mirada vidriosa y su lengua asomándose, una expresión de pura entrega y éxtasis.
Las lágrimas seguían surcando su rostro, y en su estado de confusión y deseo abrumador, no estaba claro si eran lágrimas de tristeza o de éxtasis. El cuerpo de mi madre, sin embargo, no podía negar la intensidad del placer que estaba sintiendo. Sus pechos se movían con cada embestida, sus pezones endurecidos y su vagina apretaba y se aferraba a la polla de Enrique con fuerza.
Enrique, ansioso por prolongar la experiencia, intentó hablar con ella, utilizando un lenguaje vulgar y desafiante.
–Hey puta, ¿no te gusta que te violen? –Sus palabras resonaron en la habitación, pero mi madre no respondió con palabras coherentes. En su lugar, emitía gemidos y suspiros entrecortados, su mente sumida en un torbellino de sensaciones.
–Ighh OHHH gggh ahhhhh– Sus caderas chocaban rítmicamente con las de Enrique, creando un sonido erótico y sensual en la habitación. El placer recorría ambos cuerpos y parecía que Enrique tenía planeado embarazar a mi madre.
Pero en un momento se detuvo. de repente, Enrique detuvo el acto dejando caer a mi madre al suelo para sentarse en el borde de la cama. Mi madre, con una mezcla de enojo y cansancio aparente, lo miró y preguntó con voz entrecortada:
–¿Por qué te detuviste? ¿Por qué no me dejaste terminar? –Enrique la miró fijamente y le dijo con voz dominante.
–Si tú quieres, sé mi perra. Ven y cógeme con tu vagina– mi madre se quedó paralizada por la proporción.
–Enrique, vamos cariño, sólo ven y termina de violarme ¿No? – preguntaría mi madre dejándole ver su enorme culo a Enrique para provocarlo, ¿mi madre se rebaja a eso para correrse? Que decepción.
Pero Enrique también lo noto así y le dijo
–Mira cariño, yo ya disfruté, me puedo vestir y salir satisfecho, pero si quieres terminar, ven y usa tu culo para satisfacerme ¿DE ACUERDO? –
Mi madre se sintió dudosa por un momento, pero la lujuria que la consumía habló más fuerte. Se puso de pie frente a Enrique, dándole la espalda de manera provocativa. Luego, con un movimiento audaz, le dio un fuerte sentón y continuó el acto con ferocidad.
Las caderas de mi madre se agitaban como las de un perro en celo, sólo podía pensar en aparearse y estaba dispuesta a satisfacer los deseos de su "macho". La conversación que siguieron teniendo parecía sacada de una escena de dominación y sumisión, con mi madre actuando como una ninfómana insaciable que solo buscaba la satisfacción de su "amo".
–Soy tu puta, Enrique…– grito mi madre con voz lasciva.
–Hazme tuya– Enrique asumió su papel de dominante y la tomó con firmeza, llevándolos a un frenesí de lujuria desenfrenada. Los gemidos y los sonidos de su encuentro sexual llenaron la habitación mientras se entregaban al placer carnal sin restricciones. No podía parar de masturbarme, mí mano no se detenía
El acto carnal entre mi madre y Enrique continuaba con una ferocidad incontenible. Cada sentón de mi madre hacía que sus pechos bailaran salvajemente, la piel sudorosa de su amante. Su rostro estaba retorcido en una expresión de éxtasis, y sus gemidos llenaban la habitación, crudos y vulgares.
Enrique, dominante y entregado al placer, disfrutaba de los sentones de su hembra con cada embestida. La pasión los tenía sudados y extasiados, entregados al deseo más primitivo y lujurioso.
–Sí, puta…–gruñó Enrique entre dientes. –Cabálgame como la zorra que eres. – Enrique sólo veia a mi madre como una simple puta, que estaba y vivía para complacerlo.
El éxtasis los tenía atrapados en una danza de lujuria desenfrenada. Enrique gruñó con deseo, anunciando que se correría dentro de mi madre. Ella, en pleno clímax, asintió con la cabeza, sus gemidos llenando la habitación.
–¡SÍ, CÓRRETE DENTRO DE MÍ, AHHHHHG! – Mi madre respondió con voz eufórica lasciva y Enrique le correspondió.
En la última embestida, ambos alcanzaron su punto máximo de placer. Enrique se corrió dentro de mi madre, llenándola con su semen caliente y espeso. Mientras tanto, mi madre, en el clímax de su éxtasis, experimentó un reflejo incontrolable y orinó, liberando un chorro de líquido que se mezcló con la pasión del momento manchando todo el suelo.
Mi madre se separó de Enrique, su cuerpo exhausto y tembloroso. El semen de Enrique y su propio fluido se esparcieron por el suelo, creando un testimonio del placer desenfrenado que habían compartido.
Ambos estaban jadeantes y completamente saciados. Sus cuerpos estaban empapados de sudor, y sus mentes nubladas por el éxtasis. El encuentro sexual había sido crudo, pero eso en mi mente hizo que no viera a mi madre como tal, sino como una actriz porno que deseaba que siguiera cojiendo, era algo repugnante, pero deseaba ver a mi madre en ese estado y mi cuerpo me correspondía,debido a mi masturbación violenta había manchado la puerta de mi madre con mi semen, un testimonio de mi deseos más oscuros y primitivos.
Todos los presentes quedamos exhaustos y satisfechos, Enrique se acomodó en la cama, aún recuperándose del acto carnal que acababan de protagonizar. Miró a mi madre con una mirada cargada de deseo y susurros lascivos.
–Eso fue increíble, mi puta. ¿Quieres seguir? –Teresa, con un tono de berrinche como si fuera una niña engreída, respondió molesta: –No sé, quizás deberíamos... oh, ¡déjame en paz! –
Enrique sólo alcanzó a reír por el comentario y le dijo a mi madre.
– y bien Teresa, vamos a seguir, ¿qué te parece? Antes de que llegue tu hijo– pero de un momento mi madre lo interrumpió
–¿David? – mi madre solo se quedó paralizada por el miedo de verme en la puerta, al cruzar miradas con mi madre nos quedamos paralizados.
El miedo, la vergüenza y el terror se reflejaban en los ojos de mi madre, y el mismo torbellino de emociones me invadió a mí. Ninguno de los dos sabía qué decir ni cómo reaccionar en ese momento, y nos quedamos paralizados, atrapados en una situación vergonzosa y devastadora. La imagen de mi madre, tan vulnerable y perdida, era una imagen que jamás olvidaría, y la vergüenza se apoderó de mí por haber sido testigo de algo tan íntimo y personal.
Sin embargo, la situación dio un giro inesperado cuando mi madre, en un acto reflejo, se levantó del suelo y comenzó a gritar a Enrique. Sus palabras fueron cortantes y llenas de acusaciones.
–¡Eres un violador! ¡Vete de aquí! –gritó mi madre, su voz llena de furia y desesperación. La vergüenza que había sentido inicialmente había dado paso a la ira, y mi madre estaba expulsando a Enrique de la habitación a patadas, desnudo y humillado.
Me quedé en el umbral, aún en estado de shock por lo que había presenciado. La escena se había vuelto caótica y perturbadora, y mi madre había pasado de la sumisión y la lujuria a la furia y la acusación en cuestión de segundos. El corazón me latía con fuerza, y sentía una profunda confusión y exitacion por lo que había ocurrido.
Me encontré en una situación completamente inesperada y desgarradora. Mi mente estaba en un caos de emociones, mientras observaba a mi madre enfrentando la situación con un abrumador arrepentimiento. No sabía qué pensar ni cómo reaccionar ante lo que acababa de presenciar.
Las lágrimas que corrían por el rostro de mi madre eran como un torrente de remordimiento, un torrente que dejaba al descubierto la profundidad de su angustia. Su voz temblorosa se esforzaba por encontrar las palabras adecuadas, mientras intentaba explicar lo que había sucedido en esa habitación. En ese momento, la confusión y la sorpresa se mezclaban en mi mente, dejándome sin palabras.
–David, yo... no sé cómo explicarlo... Fue un error terrible, una locura... –sus palabras salían entrecortadas, y su voz estaba llena de pesar.
Era evidente que mi madre se encontraba en un estado de conmoción emocional, luchando por encontrar una forma de comunicar la magnitud de lo que había sucedido. A medida que hablaba, sus lágrimas continuaban fluyendo, como si fuera incapaz de contener la marea de emociones que la abrumaba.
–¡Perdóname, David! ¡Por favor, perdóname! –suplicó, sus palabras resonando con desesperación en la habitación.
Vi cómo mi madre corría hacia el baño, sus pasos apresurados resonando en el suelo de la casa. La puerta se cerró con un golpe sordo, dejándome solo y perplejo en medio de un mar de emociones. La imagen de mi madre quebrándose en lágrimas y pidiendo perdón se quedó grabada en mi mente, y me dejó con un nudo en el estómago y una sensación de confusión abrumadora.
Pero una cosa era segura, desde ahí mi madre y yo ya no tuvimos una relación normal.
Continuará…
5 comentarios - Descubrí que mi madre coge con el vecino
Me llama la atención ver cómo sigue la historia. Una o dos fotos de referencia no estarian mal y llamaría más la atención.
Y cómo se llama el otro relato?