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Gracias por los puntos y comentarios
TRES DIAS EN EL PARAISO
Parte 3 de 3
Decidimos improvisar de escaladores de montañas, en verdad eran solo unos cerros de poca altura, pero nos habían comentado que el pueblo se veía muy bonito desde arriba y ahí fuimos.
La aventura no resultaría del todo bien, a medio camino nos dimos cuenta de que nos habíamos embarcado en un proyecto demasiado ambicioso, en especial para mí, que arrastraba una lesión de por vida de mis días de jugadora amateur de jockey en mi rodilla izquierda, así que solo decidimos parar y conformarnos con lo que habíamos conseguido, nos sentamos a descansar en un paraje, sacamos unas fotos de recuerdo y bajamos más rápido de lo que subimos.
Volvimos al departamento, descartamos la opción de pasear en bicicleta, mi rodilla no lo permitiría, así que fuimos otra vez por un plan B, nos cambiamos, sacamos el coche y fuimos nuevamente a recorrer el pequeño casco céntrico, vimos vidrieras, compré algunas cosas que se me antojaron y terminamos sin querer en las puertas del restaurante que nos habían recomendado el primer día.
El destino nos llevó a almorzar, Arturo pidió unas carnes asadas a la parrilla y yo fui por un plato de arroz y vegetales, se nos agotaba el tiempo. Un flan con dulce por mi parte y una torta helada por la suya oficiaron de postres, y cerca de las tres de la tarde con un café concluíamos con la panza llena y el corazón contento
Le sugerí a mi esposo volver al complejo, a tomar sol y meternos en la piscina, el día estaba hermoso a pesar del viento que había crecido en intensidad, pero yo, entre tantas cosas, me había comprado un nuevo traje de baño bastante audaz para mi edad, quería que él me viera, aunque con honestidad diré que, por algún tonto motivo al comprarlo, había pensado en esa chica y en las fantasías que me despertaba.
Llegamos, Arturo me observaba a la distancia mientras me ponía lo que me había comprado, demasiado cavado, demasiado pequeño, demasiado llamativo, mi marido se había excitado con solo verme, pero yo pensaba en Clara
Bajamos, esta vez sí me zambullí y nadamos juntos, nos hicimos unos mimos con discreción y salimos a tomar un poco de sol y nos sentamos lado a lado.
El viento sobre mi piel mojada provocaba que mis pezones se marcaran como dos llamativos botones, y en forma consciente buscaba la atención de esa chiquilla, pero en esa tarde, donde yo buscaba placer, ella tenía su cabeza metida en su trabajo y casi pasé desapercibida a sus ojos.
La caída del sol por el horizonte marcaba para nosotros el principio del fin, mi esposo había dejado para esa última noche hacer alguna carne asada en la parrilla de la planta baja, algo que era siempre muy rico y que él hacía para mi
Mi turno era el de preparar la guarnición, y mientras pelaba unos vegetales en la cocina, sentía el incipiente crepitar de los leños al fuego junto a esa humareda característica con ese aroma dulzón que entraba por la ventana que daba al sur.
Al mismo tiempo, mi atención estaba sobre el celular que descansaba corta distancia, sobre la mesa principal, y en ese celular recordaba haber agendado por la mañana el número de Clara, y eso me despertaba muchas ganas de llamarla.
Era curioso, pero naturalmente mi esposo debería haber sido el de proponer jugar con esa jovencita, pero a él se le hacía un tanto indiferente, según sus palabras era un tanto insolente, un tanto irrespetuosa y solo veía en ella un par de tetas, pero mi curiosidad por estar una vez en la vida con otra mujer se me hacía terriblemente excitante y me mojaba toda de solo pensarlo.
Sin que él lo supiera, me animé a llamarla, hablamos en privado y le dejé saber en forma indirecta lo intrigante que me resultaba, palabras fueron, palabras vinieron, complicidad femenina y todo fue como había imaginado.
Hora después, teníamos la última cena romántica antes del regreso, a media luz, un rico vino, carnes asadas, una mezcla de verduras y la intimidad de una pareja adulta que habían compartido demasiados años de su vida.
Terminada la cena, Arturo se había puesto romántico, pero yo tenía otros planes, le dije de un último paseo, el tiempo había cambiado nuevamente y ya no había amenaza de lluvias, era momento de compartir un último helado en 'Pingüino', el accedió y me cambié para él, bastante coqueta y un tanto provocativa.
Se sorprendió cuando tomé las llaves del coche y le dije que yo conduciría, era parte de mi plan.
El destino era otro, el departamento de Clara, y el no entendía nada, solo detuve el auto en su dirección, le dije que me acompañara, y cuando ella abrió la puerta al otro lado, todo quedó demasiado claro
Clara estaba demasiado llamativa, con sus cabellos recogidos en un gran rodete, mirándonos a través del marco de unos lentes de aumento de gruesos marcos negros, donde sus ojos celestes se hacían intrigantes en un rostro demasiado bonito, más abajo un enorme escote para mostrar sus enormes tetas, y era cierto, no tenía muchas caderas ni un trasero llamativo, pero tampoco le hacía falta.
Arturo meneó la cabeza riendo, por mis locuras, por mi sorpresa, y ella nos invitó a pasar y a sentarnos a una mesa redonda un tanto antigua que era centro del pequeño ambiente principal
Entonces fue al refrigerador y trajo un pote de helado, sirvió tres copas abundantes, dejó una donde estaba mi esposo, otra para mí y luego se sentó con la suya a mi derecha, a mi lado dejándome al medio
Todo iba según lo habíamos planeado, le helado se derretía en mi boca y nuestras miradas decían demasiado, ella lo degustaba en una forma un tanto provocativa, jugando con la cuchara entre sus labios y su lengua, en algún momento me dijo
Mirá! te manchaste, permiso...
Me alcanzó son su mano y me pasó un dedo delicadamente por la comisura de mis labios, pasaron unos segundos, nos miramos a los ojos, le lamí el dedo, me gustó hacerlo, estaba nerviosa, ansiosa, excitada, caliente, todo al mismo tiempo
Dejé pasar unos segundos y le dije
Que tonta, vos también te manchaste...
Pero me acerqué y en lugar de un dedo pasé mis labios cerca de los suyos, y un poquito más y otro poco, para terminar, fundiéndonos en un beso caliente, prolongado y apasionado en el cual mi marido era solo un espectador vip de lo que ocurría. Nos separamos, fuimos por otra cucharada, entonces ella dijo
Ups! que tonta soy! volví a mancharme!!!
Esta vez, había dejado caer crema en sus pechos, y poco a poco se derretía y corría por su piel. Me sentí mojada, respiré con cadencia, dejé lo que estaba haciendo para arrodillarme entre sus piernas, sus enormes senos estaban a centímetros de mi rostro, solo cerré los ojos para pasar mi lengua por donde estaban manchados, y otra vez, y otra más, poco tiempo después estaban ya limpios, poro yo solo se los besaba y se los lamía con devoción, eran tan grandes, tan envidiablemente perfectos, bajé la remera escotada que tenía, no llevaba sostén, y sus pezones puntiagudos lastimaban como daga
Ella respiraba agitada, lo notaba en su pecho, aspirando, exhalando, me llenaba las manos con ella, la boca, la acariciaba y la besaba como a mí me gustaba que me lo hicieran.
Abrí los ojos, para mi sorpresa, mi esposo estaba a su lado, desnudo, y ella le chupaba le hermosa verga, me gustó, y solo seguí en mi juego.
Después, empecé a subir con mis besos por su pecho alto por su cuello, por su rostro, busqué sus labios, pero una rica pija se interponía en nuestros besos, pero no en nuestras miradas.
Tomé una de las copas de helado semi derretido que había quedado sobre la mesa y le metí la verga en él, para después compartirlo entre nosotras, fue muy caliente y muy frío al mismo tiempo, lo mejor de un hombre, lo mejor de una mujer, testículos, glande, labios, lenguas, oídos, miradas, todo fundido en uno, hasta que ella sentenció
Sandra, Arturo, vallamos al dormitorio, quiero ver como cogen
Ella tomó la delantera indicándonos el camino, yo al medio, dejando caer mi vestido en el camino y Arturo cerrando el trío por detrás
Y ya estábamos tirados sobre un amplio colchón, yo acostada con mis piernas abiertas, él por arriba, entre las mías, penetrándome muy rico, haciéndome gemir, todo dentro, una y otra vez, llenándome los ojos con el amor de mi vida y la jovencita que a un lado se terminaba de desnudar y empezaba a masturbase lentamente con lo que veía.
Pero Clara no estaría mucho tiempo como espectadora, ella vino a la cama, y se recostó de lado, invertida a mi posición y noté su rostro demasiado cerca de nuestra intimidad, entonces, mi esposo sacó la pija de mi conchita y se la metió en la boca, se la chupaba muy rico, yo miraba y le acariciaba los cabellos, y volvió a cogerme, y a su boca, una vez, otra vez.
Ella fue cambiando de posición, como con disimulo, de estar a mi lado, pasó una pierna sobre mí y se puso en cuatro, sus intenciones eran obvias, su conchita estaba muy cerca de mi boca, su clítoris inflamado se mostraba empapado por sus jugos y era demasiado sugestivo
Arturo, que hasta el momento solo parecía hacer lo que a nosotras se nos antojaba tomó un rol activo y dijo
Pendeja puta, quiero cogerte...
Entonces vino por todo, se acomodó y se la metió hasta el fondo arrancándole un grito de gata, un maullido de placer, y solo vi como la enorme pija de mi marido se perdía en el interior del sexo de esa chica
Seguramente no tendría otra oportunidad como esa, y no me moriría con el arrepentimiento de no haberlo intentado, fui por todo, pasé lentamente la lengua por su pubis, por sus labios, por su clítoris, seguí por el tronco que entraba y salía y hasta por sus testículos, una vez, otra vez, y otra más
Clara acalló sus gemidos entre mis piernas y empezó a darme sexo oral, y yo respondí en consecuencia, solo me concentré en su clítoris, me prendí a él y llegaron nuestros orgasmos, todo en uno, al mismo tiempo que el semen caliente de Arturo rebalsaba de su interior y llegaba a mi rostro y a mi boca, donde nuevamente, se mezclaba lo mejor de un hombre y de una mujer.
El se retiró exhausto, a su edad le costaba mantener una erección, pero en esos tres días se había portado como un toro, nos dijo que era su turno de observar, pero en verdad nosotras también estábamos en una meseta de post orgasmos, solo nos besamos en la boca, una vez otra vez, ella acariciaba mis pequeños pechos con la enormidad de los suyos e intentaba sin éxito entrecruzar las piernas para refregar su vulva contra la mía, estaba demasiado sensible y solo no hubiera sido placentero
A un lado, mi esposo volvía a ponerse duro como piedra, y otra vez, tomando la iniciativa dijo
Pendeja, quiero dártela por el culo
A lo que ella respondió
Mmmm.... si vos me rompes el culo a mí, yo se lo rompo a tu mujer, que te parece? creo que es justo, no?
Yo no entendí en esa proposición, pero ella fue a un lado a un cajón dónde entre su ropa interior sacó unos lubricantes íntimos y un arnés con una enorme verga blanca, tan grande que hacía ver hasta ridícula a la de mi marido.
Por alguna extraña razón que no puedo explicar, en esos tres días parecía tener el 'no' prohibido, y ella misma pareció dar las directivas, mientras se lubricaba la verga de juguete mi esposo hacía lo propio con la suya.
El se sentó, ella fue sobre él, y bastaron un par de intentos para que el pequeño culito de Clara se rindiera ante la imponente verga de Arturo.
Era mi turno, fui sobre ambos, y con mucho esfuerzo traté de meterla, pero era demasiado grande
La experiencia resultaría bien solo para cumplir una fantasía, en verdad estábamos incómodos y parecíamos más acróbatas de circo que amantes de motel, recordé esas tontas películas condicionadas que alguna vez había mirado y solo decidimos cambiar, y esta vez sería yo la que quería cumplir una última fantasía
Le dije a ella que se recostara y yo fui a montarla, esta vez sí, en mi conchita golosa el juguete entró con mayor facilidad, tomé con mis manos sus muñecas y llevé sus brazos hacia atrás, como su estuviera sometiéndola, empecé a moverme, miraba sus ojos, era sexual
Arturo vino por detrás, la otra parte de mi fantasía, y como tantas veces me lo había hecho, me la metió toda por el culo.
La tenía a ella por delante, a él por detrás, gritaba, era demasiado, demasiado dolor, demasiado placer, la besaba a ella, lo besaba el, todo era morir, naufragar
Mi esposo salió de donde estaba cuando ya no podía más, vino con su sexo a punto de explotar para interrumpir un beso de mujeres, para impregnar nuestros labios con semen, para que nos diéramos un beso compartido, para entrecruzar nuestras lenguas pegotas y blancuzcas con sabor a hombre, para tocar las puertas del cielo, sin dudas, íbamos a coger toda la noche
Al abrir los ojos, noté por la fuerza de la luz que entraba por la ventana que el sol estaba demasiado alto ya, hice un par de pestañeos para que mis pupilas se acomodaran, traté de ubicarme en tiempo y lugar, mi brazo derecho estaba dormido por la mala posición con ese hormigueo tan molesto, traté de volteármele de lado, pero descubrí que Clara tenía sus piernas entrecruzadas con las mías, y en ese movimiento sentí la opulencia de sus pechos en mi espalda.
Con un par de movimientos más logre que ella también abriera los ojos, al notar mi presencia me regalaría una sonrisa, esas sonrisas que se regalan luego de una noche de fiesta.
Me senté, estaba completamente desnuda y ella también, y lo gracioso es que yo no tenía idea donde estaban cada una de las prendas con las que había llegado a su departamento la noche anterior.
Me estiré, tratando de recuperar la normalidad de mi brazo que parecía anestesiado, y en eso mi esposo llegó al cuarto, él ya estaba vestido, traía una bandeja con un par de tazas de café negro para nosotros, con una sonrisa sentenció
Se despertaron las princesas?
Y al acercarse a nuestro lado, dirigiéndose a mí en un tono ya más adusto continuó
Sandra, amor, se hace tarde, tenemos que pasar por el complejo a retirar las cosas, y nos queda por delante el viaje
Nos despedimos de Clara, con un tono amistoso, sin preguntas, de la misma manera que se había colado entre nosotros ahora ella debía desaparecer, quedamos en un futuro abierto, tal vez el siguiente año, o el otro, quien podía decirlo.
Volvimos, fuimos al departamento y preparamos en un abrir y cerrar de ojos nuestras pertenencias, entregamos las llaves, cruzamos las últimas palabras con doña Rosa, nos dirigimos al coche y Arturo emprendió el lento regreso
Mi vista, se pegó al espejo retrovisor de mi lado, donde tendría las últimas imágenes, incluso el cartel con la leyenda 'Cabañas el Paraíso' espejadas de derecha a izquierda.
Antes de tomar la carretera, paramos en una estación de servicios a cargar combustible, sería la última imagen de ese pueblito alejado de todo
Y solo sucedió, solo pasó, nuestra familia, nuestros amigos, conocen parte de la historia, la historia de matrimonio, pero nos guardamos la imagen de Clara solo para nuestra intimidad, para nuestras fantasías de pareja, y aunque pase el tiempo, cada tanto, en mi mente, y en la de Arturo, la chica de rostro angelical y pechos enormes se hace presente, nos da morbo hablar de ella, él se excita con mi lado de mujer a mujer, y solo es bueno
Volveremos a verla, no sé, lo dudo, pero la puerta siempre queda abierta
FIN
Si te gustó la historia puedes escribirme con título ‘TRES DÍAS EN EL PARAISO’ a dulces.placeres@live.com
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Decidimos improvisar de escaladores de montañas, en verdad eran solo unos cerros de poca altura, pero nos habían comentado que el pueblo se veía muy bonito desde arriba y ahí fuimos.
La aventura no resultaría del todo bien, a medio camino nos dimos cuenta de que nos habíamos embarcado en un proyecto demasiado ambicioso, en especial para mí, que arrastraba una lesión de por vida de mis días de jugadora amateur de jockey en mi rodilla izquierda, así que solo decidimos parar y conformarnos con lo que habíamos conseguido, nos sentamos a descansar en un paraje, sacamos unas fotos de recuerdo y bajamos más rápido de lo que subimos.
Volvimos al departamento, descartamos la opción de pasear en bicicleta, mi rodilla no lo permitiría, así que fuimos otra vez por un plan B, nos cambiamos, sacamos el coche y fuimos nuevamente a recorrer el pequeño casco céntrico, vimos vidrieras, compré algunas cosas que se me antojaron y terminamos sin querer en las puertas del restaurante que nos habían recomendado el primer día.
El destino nos llevó a almorzar, Arturo pidió unas carnes asadas a la parrilla y yo fui por un plato de arroz y vegetales, se nos agotaba el tiempo. Un flan con dulce por mi parte y una torta helada por la suya oficiaron de postres, y cerca de las tres de la tarde con un café concluíamos con la panza llena y el corazón contento
Le sugerí a mi esposo volver al complejo, a tomar sol y meternos en la piscina, el día estaba hermoso a pesar del viento que había crecido en intensidad, pero yo, entre tantas cosas, me había comprado un nuevo traje de baño bastante audaz para mi edad, quería que él me viera, aunque con honestidad diré que, por algún tonto motivo al comprarlo, había pensado en esa chica y en las fantasías que me despertaba.
Llegamos, Arturo me observaba a la distancia mientras me ponía lo que me había comprado, demasiado cavado, demasiado pequeño, demasiado llamativo, mi marido se había excitado con solo verme, pero yo pensaba en Clara
Bajamos, esta vez sí me zambullí y nadamos juntos, nos hicimos unos mimos con discreción y salimos a tomar un poco de sol y nos sentamos lado a lado.
El viento sobre mi piel mojada provocaba que mis pezones se marcaran como dos llamativos botones, y en forma consciente buscaba la atención de esa chiquilla, pero en esa tarde, donde yo buscaba placer, ella tenía su cabeza metida en su trabajo y casi pasé desapercibida a sus ojos.
La caída del sol por el horizonte marcaba para nosotros el principio del fin, mi esposo había dejado para esa última noche hacer alguna carne asada en la parrilla de la planta baja, algo que era siempre muy rico y que él hacía para mi
Mi turno era el de preparar la guarnición, y mientras pelaba unos vegetales en la cocina, sentía el incipiente crepitar de los leños al fuego junto a esa humareda característica con ese aroma dulzón que entraba por la ventana que daba al sur.
Al mismo tiempo, mi atención estaba sobre el celular que descansaba corta distancia, sobre la mesa principal, y en ese celular recordaba haber agendado por la mañana el número de Clara, y eso me despertaba muchas ganas de llamarla.
Era curioso, pero naturalmente mi esposo debería haber sido el de proponer jugar con esa jovencita, pero a él se le hacía un tanto indiferente, según sus palabras era un tanto insolente, un tanto irrespetuosa y solo veía en ella un par de tetas, pero mi curiosidad por estar una vez en la vida con otra mujer se me hacía terriblemente excitante y me mojaba toda de solo pensarlo.
Sin que él lo supiera, me animé a llamarla, hablamos en privado y le dejé saber en forma indirecta lo intrigante que me resultaba, palabras fueron, palabras vinieron, complicidad femenina y todo fue como había imaginado.
Hora después, teníamos la última cena romántica antes del regreso, a media luz, un rico vino, carnes asadas, una mezcla de verduras y la intimidad de una pareja adulta que habían compartido demasiados años de su vida.
Terminada la cena, Arturo se había puesto romántico, pero yo tenía otros planes, le dije de un último paseo, el tiempo había cambiado nuevamente y ya no había amenaza de lluvias, era momento de compartir un último helado en 'Pingüino', el accedió y me cambié para él, bastante coqueta y un tanto provocativa.
Se sorprendió cuando tomé las llaves del coche y le dije que yo conduciría, era parte de mi plan.
El destino era otro, el departamento de Clara, y el no entendía nada, solo detuve el auto en su dirección, le dije que me acompañara, y cuando ella abrió la puerta al otro lado, todo quedó demasiado claro
Clara estaba demasiado llamativa, con sus cabellos recogidos en un gran rodete, mirándonos a través del marco de unos lentes de aumento de gruesos marcos negros, donde sus ojos celestes se hacían intrigantes en un rostro demasiado bonito, más abajo un enorme escote para mostrar sus enormes tetas, y era cierto, no tenía muchas caderas ni un trasero llamativo, pero tampoco le hacía falta.
Arturo meneó la cabeza riendo, por mis locuras, por mi sorpresa, y ella nos invitó a pasar y a sentarnos a una mesa redonda un tanto antigua que era centro del pequeño ambiente principal
Entonces fue al refrigerador y trajo un pote de helado, sirvió tres copas abundantes, dejó una donde estaba mi esposo, otra para mí y luego se sentó con la suya a mi derecha, a mi lado dejándome al medio
Todo iba según lo habíamos planeado, le helado se derretía en mi boca y nuestras miradas decían demasiado, ella lo degustaba en una forma un tanto provocativa, jugando con la cuchara entre sus labios y su lengua, en algún momento me dijo
Mirá! te manchaste, permiso...
Me alcanzó son su mano y me pasó un dedo delicadamente por la comisura de mis labios, pasaron unos segundos, nos miramos a los ojos, le lamí el dedo, me gustó hacerlo, estaba nerviosa, ansiosa, excitada, caliente, todo al mismo tiempo
Dejé pasar unos segundos y le dije
Que tonta, vos también te manchaste...
Pero me acerqué y en lugar de un dedo pasé mis labios cerca de los suyos, y un poquito más y otro poco, para terminar, fundiéndonos en un beso caliente, prolongado y apasionado en el cual mi marido era solo un espectador vip de lo que ocurría. Nos separamos, fuimos por otra cucharada, entonces ella dijo
Ups! que tonta soy! volví a mancharme!!!
Esta vez, había dejado caer crema en sus pechos, y poco a poco se derretía y corría por su piel. Me sentí mojada, respiré con cadencia, dejé lo que estaba haciendo para arrodillarme entre sus piernas, sus enormes senos estaban a centímetros de mi rostro, solo cerré los ojos para pasar mi lengua por donde estaban manchados, y otra vez, y otra más, poco tiempo después estaban ya limpios, poro yo solo se los besaba y se los lamía con devoción, eran tan grandes, tan envidiablemente perfectos, bajé la remera escotada que tenía, no llevaba sostén, y sus pezones puntiagudos lastimaban como daga
Ella respiraba agitada, lo notaba en su pecho, aspirando, exhalando, me llenaba las manos con ella, la boca, la acariciaba y la besaba como a mí me gustaba que me lo hicieran.
Abrí los ojos, para mi sorpresa, mi esposo estaba a su lado, desnudo, y ella le chupaba le hermosa verga, me gustó, y solo seguí en mi juego.
Después, empecé a subir con mis besos por su pecho alto por su cuello, por su rostro, busqué sus labios, pero una rica pija se interponía en nuestros besos, pero no en nuestras miradas.
Tomé una de las copas de helado semi derretido que había quedado sobre la mesa y le metí la verga en él, para después compartirlo entre nosotras, fue muy caliente y muy frío al mismo tiempo, lo mejor de un hombre, lo mejor de una mujer, testículos, glande, labios, lenguas, oídos, miradas, todo fundido en uno, hasta que ella sentenció
Sandra, Arturo, vallamos al dormitorio, quiero ver como cogen
Ella tomó la delantera indicándonos el camino, yo al medio, dejando caer mi vestido en el camino y Arturo cerrando el trío por detrás
Y ya estábamos tirados sobre un amplio colchón, yo acostada con mis piernas abiertas, él por arriba, entre las mías, penetrándome muy rico, haciéndome gemir, todo dentro, una y otra vez, llenándome los ojos con el amor de mi vida y la jovencita que a un lado se terminaba de desnudar y empezaba a masturbase lentamente con lo que veía.
Pero Clara no estaría mucho tiempo como espectadora, ella vino a la cama, y se recostó de lado, invertida a mi posición y noté su rostro demasiado cerca de nuestra intimidad, entonces, mi esposo sacó la pija de mi conchita y se la metió en la boca, se la chupaba muy rico, yo miraba y le acariciaba los cabellos, y volvió a cogerme, y a su boca, una vez, otra vez.
Ella fue cambiando de posición, como con disimulo, de estar a mi lado, pasó una pierna sobre mí y se puso en cuatro, sus intenciones eran obvias, su conchita estaba muy cerca de mi boca, su clítoris inflamado se mostraba empapado por sus jugos y era demasiado sugestivo
Arturo, que hasta el momento solo parecía hacer lo que a nosotras se nos antojaba tomó un rol activo y dijo
Pendeja puta, quiero cogerte...
Entonces vino por todo, se acomodó y se la metió hasta el fondo arrancándole un grito de gata, un maullido de placer, y solo vi como la enorme pija de mi marido se perdía en el interior del sexo de esa chica
Seguramente no tendría otra oportunidad como esa, y no me moriría con el arrepentimiento de no haberlo intentado, fui por todo, pasé lentamente la lengua por su pubis, por sus labios, por su clítoris, seguí por el tronco que entraba y salía y hasta por sus testículos, una vez, otra vez, y otra más
Clara acalló sus gemidos entre mis piernas y empezó a darme sexo oral, y yo respondí en consecuencia, solo me concentré en su clítoris, me prendí a él y llegaron nuestros orgasmos, todo en uno, al mismo tiempo que el semen caliente de Arturo rebalsaba de su interior y llegaba a mi rostro y a mi boca, donde nuevamente, se mezclaba lo mejor de un hombre y de una mujer.
El se retiró exhausto, a su edad le costaba mantener una erección, pero en esos tres días se había portado como un toro, nos dijo que era su turno de observar, pero en verdad nosotras también estábamos en una meseta de post orgasmos, solo nos besamos en la boca, una vez otra vez, ella acariciaba mis pequeños pechos con la enormidad de los suyos e intentaba sin éxito entrecruzar las piernas para refregar su vulva contra la mía, estaba demasiado sensible y solo no hubiera sido placentero
A un lado, mi esposo volvía a ponerse duro como piedra, y otra vez, tomando la iniciativa dijo
Pendeja, quiero dártela por el culo
A lo que ella respondió
Mmmm.... si vos me rompes el culo a mí, yo se lo rompo a tu mujer, que te parece? creo que es justo, no?
Yo no entendí en esa proposición, pero ella fue a un lado a un cajón dónde entre su ropa interior sacó unos lubricantes íntimos y un arnés con una enorme verga blanca, tan grande que hacía ver hasta ridícula a la de mi marido.
Por alguna extraña razón que no puedo explicar, en esos tres días parecía tener el 'no' prohibido, y ella misma pareció dar las directivas, mientras se lubricaba la verga de juguete mi esposo hacía lo propio con la suya.
El se sentó, ella fue sobre él, y bastaron un par de intentos para que el pequeño culito de Clara se rindiera ante la imponente verga de Arturo.
Era mi turno, fui sobre ambos, y con mucho esfuerzo traté de meterla, pero era demasiado grande
La experiencia resultaría bien solo para cumplir una fantasía, en verdad estábamos incómodos y parecíamos más acróbatas de circo que amantes de motel, recordé esas tontas películas condicionadas que alguna vez había mirado y solo decidimos cambiar, y esta vez sería yo la que quería cumplir una última fantasía
Le dije a ella que se recostara y yo fui a montarla, esta vez sí, en mi conchita golosa el juguete entró con mayor facilidad, tomé con mis manos sus muñecas y llevé sus brazos hacia atrás, como su estuviera sometiéndola, empecé a moverme, miraba sus ojos, era sexual
Arturo vino por detrás, la otra parte de mi fantasía, y como tantas veces me lo había hecho, me la metió toda por el culo.
La tenía a ella por delante, a él por detrás, gritaba, era demasiado, demasiado dolor, demasiado placer, la besaba a ella, lo besaba el, todo era morir, naufragar
Mi esposo salió de donde estaba cuando ya no podía más, vino con su sexo a punto de explotar para interrumpir un beso de mujeres, para impregnar nuestros labios con semen, para que nos diéramos un beso compartido, para entrecruzar nuestras lenguas pegotas y blancuzcas con sabor a hombre, para tocar las puertas del cielo, sin dudas, íbamos a coger toda la noche
Al abrir los ojos, noté por la fuerza de la luz que entraba por la ventana que el sol estaba demasiado alto ya, hice un par de pestañeos para que mis pupilas se acomodaran, traté de ubicarme en tiempo y lugar, mi brazo derecho estaba dormido por la mala posición con ese hormigueo tan molesto, traté de volteármele de lado, pero descubrí que Clara tenía sus piernas entrecruzadas con las mías, y en ese movimiento sentí la opulencia de sus pechos en mi espalda.
Con un par de movimientos más logre que ella también abriera los ojos, al notar mi presencia me regalaría una sonrisa, esas sonrisas que se regalan luego de una noche de fiesta.
Me senté, estaba completamente desnuda y ella también, y lo gracioso es que yo no tenía idea donde estaban cada una de las prendas con las que había llegado a su departamento la noche anterior.
Me estiré, tratando de recuperar la normalidad de mi brazo que parecía anestesiado, y en eso mi esposo llegó al cuarto, él ya estaba vestido, traía una bandeja con un par de tazas de café negro para nosotros, con una sonrisa sentenció
Se despertaron las princesas?
Y al acercarse a nuestro lado, dirigiéndose a mí en un tono ya más adusto continuó
Sandra, amor, se hace tarde, tenemos que pasar por el complejo a retirar las cosas, y nos queda por delante el viaje
Nos despedimos de Clara, con un tono amistoso, sin preguntas, de la misma manera que se había colado entre nosotros ahora ella debía desaparecer, quedamos en un futuro abierto, tal vez el siguiente año, o el otro, quien podía decirlo.
Volvimos, fuimos al departamento y preparamos en un abrir y cerrar de ojos nuestras pertenencias, entregamos las llaves, cruzamos las últimas palabras con doña Rosa, nos dirigimos al coche y Arturo emprendió el lento regreso
Mi vista, se pegó al espejo retrovisor de mi lado, donde tendría las últimas imágenes, incluso el cartel con la leyenda 'Cabañas el Paraíso' espejadas de derecha a izquierda.
Antes de tomar la carretera, paramos en una estación de servicios a cargar combustible, sería la última imagen de ese pueblito alejado de todo
Y solo sucedió, solo pasó, nuestra familia, nuestros amigos, conocen parte de la historia, la historia de matrimonio, pero nos guardamos la imagen de Clara solo para nuestra intimidad, para nuestras fantasías de pareja, y aunque pase el tiempo, cada tanto, en mi mente, y en la de Arturo, la chica de rostro angelical y pechos enormes se hace presente, nos da morbo hablar de ella, él se excita con mi lado de mujer a mujer, y solo es bueno
Volveremos a verla, no sé, lo dudo, pero la puerta siempre queda abierta
FIN
Si te gustó la historia puedes escribirme con título ‘TRES DÍAS EN EL PARAISO’ a dulces.placeres@live.com
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