Yo queria pasar la Navidad con mi marido y para ello tenía que viajar hasta su trabajo, a unos 600 km hacia el sur en una empresa minera que lo habia contratado. A pesar de la series de consejos adversos, incluido el de mi esposo, decidi viajar igual llevando conmigo a los chicos.
Salimos en hora de la mañana, pensando que a media tarde ya habría llegado sin grandes sobresaltos, y así podría haber sido sino fuera porque le erré en un cruce de rutas, para cuando me di cuenta ya estaba ante un nuevo cruce por lo que me detuve a un costado a leer con detenimiento el mapa carretero.
Un lugareño que acertaba pasar, no bien le describí mi situación no pudo evitar sonreirse, entonces me dio unas nuevas indicaciones para que cortara por unos caminos de tierra a fin de volver sobre la ruta sin tener que regresar por donde había venido.
Sin hacerme demasiado problemas acepté el consejo, no me costó encontrar la huella indicada y ya más confiada comencé a disfrutar del viaje en tanto trataba de calmar a mis hijos que no dejaban de jugar y pelear a la vez. Iba de los más tranquila cuando sonó mi teléfono móvil, atendí y era la voz de mi marido preguntándome por dónde andaba, como pude evadí la respueta, no quería reconocerle que estaba perdida y que trataba de volver a la ruta principal para ir a su encuentro, luego habló con los chicos y antes de despedirse remarcó que mi idea era una locura, que la ruta era un peligro y todas esas cosas, yo le agradecí el llamado y para tranquilizarlo le dije que en unas horas mas estaría con él y en la noche le daria la mejor noche del año, lo escuché reir después hizo un comentario al respecto y finalmente corto.
El camino por donde íbamos era angosto, a duras penas podían pasar dos vehículos a la vez pero por el estado y lo que se podía ver era evidentre que rara vez se cruzarían por esos parajes dos autos a la vez. Fue así que sentí de pronto, que el coche tiraba fuerte hacia un costado, me detuve para mirar descubriendo que se trataba del pinchazo de un neumático delantero.
En otro lugar y circunstancia o hubiera dudado en llamar al auxilio mecánico, pero ahí, en medio de la nada no me quedaba otra alternativa que hacer yo misma la tarea, que por cierto no tenía la menor idea de como hacerlo pero como no quería quedarme barada ahí con los niños lo mejor que podía hacer era poner manos a la obra.
En el baúl del auto llevabamos los bolsos con nuestras cosas, debajo de estos estaban la rueda de auxilio y las herramientas necesarias. Para poder trabajar mejor permití que los chicos se bajaran y jugaran sin alejarse demasiado.
Esa mañana decidí viajar comoda, por lo tanto deseché un jean que eligiera para reemplazarlo por una calza de lycra y una chomba pique haciendo juego. En mis dos primeros intentos fueron un fiasco, no lograba levantar el auto, comencé a sentir calor y bronca, y para colmo no podía pedir ayuda a nadie, pues no sólo no había un alma dando vuelta por ahí sino que no sabía cuan lejos podía estar de algún lugar donde pudieran socorrerme.
Cuando estaba de rodillas, culo para arriba, mirando donde encajar el maldito gato mecánico escuche dos voces, al enderezarme ví a dos jovenes que dudo que tuvieran mas de 17 años. Los dos se estaban entreteniendo en mirar mi culo, no los había escuchado venir porque ambos andaban en desvensijadas bicicletas y lo peor era que tenían cara de pocos amigos.
Los saludé, en tanto trataba de mirar donde podían estar mis hijos, con sorna me devolvieron el saludo para ironizar con la pinchadura de la rueda y mi apariencia en la cual resaltaban que yo también estaba para pinchar y al decir esto los dos se rieron mirandose entre sí.
Les pregunté si podian ayudarme, me dijeron que no; quise saber si podían decirme dónde estaba, cometí el error de mostrarles el mapa que se quedaron sin hacer ningun escándalo. Hice el reclamo, claro, los dos se miraron entre sí, se encogieron de hombros, saltaron a sus bicicletas con intensión de emprender su camino.
Si bien aún no era el mediodía yo comenzaba a preocuparme con la sola idea de quedarme en ese lugar, les pedí por favor que me dieran un dato antes de marcharse pero lo único que conseguí fue que volvieran a reirse en tanto se alejaban. Mis hijos hicieron algunas preguntas y para no despertarles temores absurdos les mentí teniendo en cuenta que despues le contarían al padre sus aventuras con respecto al viaje que una temeraria mamá organizó pensando que todo iba a salir bien.
Apenas me puse de nuevo con la rueda los vi regresar, esta vez los encare más decidida preguntándoles que querían. Me ofrecían, para mi sorpresa, su ayuda pero a cambio de algo; les dije que tenía poca plata encima, dijero que no importaba, que querían otra cosa. Les pregunte qué y el más joven, también más audaz, dijo que sólo les interesaba lo que yo tenia entre mi piernas.
Los traté de locos, y eso fue lo mínimo, pero sin molestarse demasiado me escucharon en silencio cuando terminé de hacer las ricriminaciones insistieron con lo mismo sino no habría ayuda y que bien podia hacerme la idea de quedarme no sólo esa noche ahí sino también toda la semana pues ese camino no lo usaba casi nadie por el estado lamentable en que se encontraba. Sin demostrarlo no pude evitar asustarme, fue cuando mis niños se acercaron a ellos quienes se mostraron muy amables en tanto me echaban lujuriosas miradas.
Si había algo que no quería era que mis hijos se acercaran a ese par de sujetos depravados, al alejar los niños pude sentir la intesidad de su mirada haciendo que sintiera verdadero terror. Estaban decidido hacer de mí lo que quisieran ya sea por las buenas o por las malas, los dos jovenes dejaron caer sus bicicletas a un costado y caminaron hacia mi ya resueltos a hacer lo que fuera conmigo. Alcance a balbucear que no quería que fuera delante de mis hijos, por ellos estaba bien pero que no hiciera dificil la cosa.
Uno de ellos hizo que los chicos subieran al auto con una inocente excusa, el otro me tomo del antebrazo con fuerza empujándome hacia la parte de atrás de vehículo donde la tapa del baúl estaba abierta,de esa forma me tranquilicé pues desde el interior no podrían ver que estaba sucediendo con su madre. Aquel que estaba conmigo metió sus manos entre mis piernas, con sus dedos apreto los labios de mi vagina por encima de la calza ya que se me hacia un rico bollito según mi marido. Apretando con el indice y el pulgar tironeaba hacia abajo, el otro vino por atrás y me agarró de las tetas, apenas si me quejé a pesar del dolor, no queríia que mis hijos contaran al padre que unos señores hicieron gritar a su madre. Furiosa y entre dientes les pedí que nos alejáramos del auto, que iba a hacer lo que fuera con tal que se perdieran de una buena vez y para siempre.
Fingiendo calma y con la mejor voz que pude impostar les dije a mis hijos que mami ya venia, que iba con los chicos a buscar algo para levantar el auto; los dos, pobrecitos, me sonrieron. El lugar era semidesértico, algunos yuyos se levantaban no más de medio metro del suelo, a unos diez o quince metros del auto nos detuvimos, los dos ya tenían sendas erecciones y se jactaban uno con otro en tanto me juraban que íbamos a pasarla bien ya que ellos sabían como atender a señoras putas como yo, reían entre sí ante las promesas de lo que iban a hacerme sentir ese par de hijos de putas.
Los dos me miraron con sorna, el más chico fue mas claro, me dijo que había dos formas de hacer lo que iban a hacer, si yo colaboraba nadie saldría lastimados, ahora si me resistía otros "culitos más tiernos" podían reemplazar el mio... Un frío temor recorrió mi espalda, sin que me lo pidieran me saqué la chomba quedando en corpiño y antes que me lo dijeran me baje las calzas hasta los tobillos junto con mis bragas.
No se cuanto tardé en quedar por completo desnuda ante ellos, entonces salieron sus erecciones a la luz y de inmediato me intimaron a que se las chupara, cosa que hice con todo el asco del mundo. Mientras se las mamaba a uno al otro lo masturbaba y así un buen rato hasta que uno de ellos se tumbo en el piso boca arriba haciendo que me sentara en su endurecido sexo, cuando lo hice comencé a moverme pero ahí nomás el otro metió el suyo en mi boca con lo cual hacia dificultosa la tarea pues uno me pedía que me moviera y el otro que no dejara de chuparsela pero con más ganas.
Ayudada por los músculos vaginales hice que el de abajo acabara de manera inevitable, al momento me pido que me saliera de encima en tanto su compañero se mofaba de lo poco que había durado. El ofendido me tomo de los cabellos para exigirme que se lo limpiara con la lengua, cundo me agache para hacerlo quede culo parado que el otro aprovechó para acomodarse detras mio y penetrarme sin atender a ruegos ni suplicas pues en ambos casos las penetraciones habían sido sin lubricar ni mucho menos dilatar.
El dolor era tan intenso que en la desesperacion de mis movimientos al que le limpiaba su sexo lo confundio con lujuria, "mira como se mueve esta puta, se ve que le gusta" le decía a su amigo en tanto el otro me tomaba de las caderas afirmándose mejor para darme unas terribles, dolorosas y humillantes embestidas. Con ese ritmo se sabíia que no iba a durar mucho, y asi fue, pero antes de acabar la saco y de inmediato me la metióo en la boca para llenarmela de su inmundo esperma mientras me sujetaba del cabello y tiraba de el de una manera cruel y salvaje.
Hecha un guiñapo quede tirada a los pies de ambos, les pedí que se fuera, que ya se habían dado el gusto pero se sabe como son los adolescentes. Ellos estaban dispuesto no sólo a echarse esos polvos sino todos los necesario hasta secar bien sus testiculos o no lograr que su sexos se erguieran por mucho tiempo.
De nuevo hicieron que me tendiera en el suelo, esta vez boca arriba, el más chico se ubicó como pudo sobre mi pecho haciendo que su glande se metiera y saliera en mi boca mientras se movia, en cambio el otro lo hizo entre mis piernas, levantandome de las nalgas, donde volvió a penetrarme alternando entre mi vagina y el culo según cada una de sus embestidas. Aquel infierno parecía no tener fin, los dos soltaban una y otra vez chorros de su esperma a borbotones. Mi cuerpo era una inmundicia de restos, restos de sus leches, de la tierra que se pegaba en ella, de mi asco, de mis lagrimas. Eran incansables, cuando uno sentía que iba a agotarse le daba lugar al otro y asi iban relevándose, sin importar las veces que acababan cada uno.
Me pusieron boca abajo para sodomizarme a gusto, uno de ellos tuvo la idea de meterse abajo y el otro arriba pero los dos, si los dos, me daban por el culo a la vez. Mis ruegos pidiéndoles que me soltaran, que se marcharan de una caían en oidos sordos, tapados por la lujuria y el desenfreno de una adolescencia que desconocia el cansancio. Se desafiaban uno al otro, rendían exámen mutuamente acerca de su virilidad en tanto yo no solo me sentia sucia y humillada sino que la tierra del suelo se metia en mis partes intimas, se pegaba en las manchas de espermas esparcidas en mi piel, mis cabellos, mi cara.
Lloraba en silencio, no tenía sentido hacerlo pero igual lo hacía. Cuando uno de ellos no logró finalmente su erección cortó una pequeña rama y con ella me azotó la espalda, el otro se interpuso primero por las buenas y luego con más firmeza. Ahora sentía la intensidad del fuego luego de aquel latigazo cruzandome la espalda y eso fue, por suerte, el punto final de aquel terrible encuentro. Se vistieron rapidamente, fueron por sus bicicletas y se marcharon, los vi irse porque temía que les hicieran algo a mis hijos pero ni siquiera se detuvieron a mirarlos, como pude y en medio de tanta confusión y dolor me puse la ropa sin darme cuenta que la chomba estaba al reves. Llegué hasta el auto, de unos de los bolsos de viaje saqué una toalla de mano, la mojé con lo que quedaba de un botellon de agua que llevabamos y con ella improvisé algo parecido a un lavado.
La irritación, el escozor, el dolor de mi humillado cuerpo era tan grande como la desolación y el oscuro sentimiento de ultraje que me embargaba en ese momento, por más que intentaba enjuagarme la boca no podia sacarme del todo el sabor a esperma y tierra que había en ella. Después de eso, luego de tomarme un tiempo en tanto respondía a las preguntas de los chicos cuando intentaban saber donde había estado y haciendo qué con los señores, porque los veían como señores a esos dos adolescentes, tuve que mentir no sólo para ellos sino también para que lo hicieran ante su padre.
Con la idea de no despertar una excesiva curiosidad decidí quedarme con la misma ropa, como pude puse la maldita rueda y después de haber recorrido menos de media hora encontré la dichosa ruta y unos minutos más una estación de servicio donde pude lavarme mejor y si lo hubiera querido hasta podría haberle dicho a los dos policias que estaban en una patrulla lo que había pasado, pero tenía la certeza que apenas lo hiciera el daño que eso podía provocar en mi familia, en especial mi marido, sería mayor que lo que yo había vivido entre unas matas, revolcada de pies y cabeza entre dos jovenes delincuentes.
Cuando llegamos a destino mi esposo nos esperaba, puse la mejor cara que pude y después, en la noche, tuve que cumplir con lo que le había prometido en tanto desfilaban, como ahora, las caras de aquellos dos malditos haciendo de mi lo que les viniera en ganas.
Salimos en hora de la mañana, pensando que a media tarde ya habría llegado sin grandes sobresaltos, y así podría haber sido sino fuera porque le erré en un cruce de rutas, para cuando me di cuenta ya estaba ante un nuevo cruce por lo que me detuve a un costado a leer con detenimiento el mapa carretero.
Un lugareño que acertaba pasar, no bien le describí mi situación no pudo evitar sonreirse, entonces me dio unas nuevas indicaciones para que cortara por unos caminos de tierra a fin de volver sobre la ruta sin tener que regresar por donde había venido.
Sin hacerme demasiado problemas acepté el consejo, no me costó encontrar la huella indicada y ya más confiada comencé a disfrutar del viaje en tanto trataba de calmar a mis hijos que no dejaban de jugar y pelear a la vez. Iba de los más tranquila cuando sonó mi teléfono móvil, atendí y era la voz de mi marido preguntándome por dónde andaba, como pude evadí la respueta, no quería reconocerle que estaba perdida y que trataba de volver a la ruta principal para ir a su encuentro, luego habló con los chicos y antes de despedirse remarcó que mi idea era una locura, que la ruta era un peligro y todas esas cosas, yo le agradecí el llamado y para tranquilizarlo le dije que en unas horas mas estaría con él y en la noche le daria la mejor noche del año, lo escuché reir después hizo un comentario al respecto y finalmente corto.
El camino por donde íbamos era angosto, a duras penas podían pasar dos vehículos a la vez pero por el estado y lo que se podía ver era evidentre que rara vez se cruzarían por esos parajes dos autos a la vez. Fue así que sentí de pronto, que el coche tiraba fuerte hacia un costado, me detuve para mirar descubriendo que se trataba del pinchazo de un neumático delantero.
En otro lugar y circunstancia o hubiera dudado en llamar al auxilio mecánico, pero ahí, en medio de la nada no me quedaba otra alternativa que hacer yo misma la tarea, que por cierto no tenía la menor idea de como hacerlo pero como no quería quedarme barada ahí con los niños lo mejor que podía hacer era poner manos a la obra.
En el baúl del auto llevabamos los bolsos con nuestras cosas, debajo de estos estaban la rueda de auxilio y las herramientas necesarias. Para poder trabajar mejor permití que los chicos se bajaran y jugaran sin alejarse demasiado.
Esa mañana decidí viajar comoda, por lo tanto deseché un jean que eligiera para reemplazarlo por una calza de lycra y una chomba pique haciendo juego. En mis dos primeros intentos fueron un fiasco, no lograba levantar el auto, comencé a sentir calor y bronca, y para colmo no podía pedir ayuda a nadie, pues no sólo no había un alma dando vuelta por ahí sino que no sabía cuan lejos podía estar de algún lugar donde pudieran socorrerme.
Cuando estaba de rodillas, culo para arriba, mirando donde encajar el maldito gato mecánico escuche dos voces, al enderezarme ví a dos jovenes que dudo que tuvieran mas de 17 años. Los dos se estaban entreteniendo en mirar mi culo, no los había escuchado venir porque ambos andaban en desvensijadas bicicletas y lo peor era que tenían cara de pocos amigos.
Los saludé, en tanto trataba de mirar donde podían estar mis hijos, con sorna me devolvieron el saludo para ironizar con la pinchadura de la rueda y mi apariencia en la cual resaltaban que yo también estaba para pinchar y al decir esto los dos se rieron mirandose entre sí.
Les pregunté si podian ayudarme, me dijeron que no; quise saber si podían decirme dónde estaba, cometí el error de mostrarles el mapa que se quedaron sin hacer ningun escándalo. Hice el reclamo, claro, los dos se miraron entre sí, se encogieron de hombros, saltaron a sus bicicletas con intensión de emprender su camino.
Si bien aún no era el mediodía yo comenzaba a preocuparme con la sola idea de quedarme en ese lugar, les pedí por favor que me dieran un dato antes de marcharse pero lo único que conseguí fue que volvieran a reirse en tanto se alejaban. Mis hijos hicieron algunas preguntas y para no despertarles temores absurdos les mentí teniendo en cuenta que despues le contarían al padre sus aventuras con respecto al viaje que una temeraria mamá organizó pensando que todo iba a salir bien.
Apenas me puse de nuevo con la rueda los vi regresar, esta vez los encare más decidida preguntándoles que querían. Me ofrecían, para mi sorpresa, su ayuda pero a cambio de algo; les dije que tenía poca plata encima, dijero que no importaba, que querían otra cosa. Les pregunte qué y el más joven, también más audaz, dijo que sólo les interesaba lo que yo tenia entre mi piernas.
Los traté de locos, y eso fue lo mínimo, pero sin molestarse demasiado me escucharon en silencio cuando terminé de hacer las ricriminaciones insistieron con lo mismo sino no habría ayuda y que bien podia hacerme la idea de quedarme no sólo esa noche ahí sino también toda la semana pues ese camino no lo usaba casi nadie por el estado lamentable en que se encontraba. Sin demostrarlo no pude evitar asustarme, fue cuando mis niños se acercaron a ellos quienes se mostraron muy amables en tanto me echaban lujuriosas miradas.
Si había algo que no quería era que mis hijos se acercaran a ese par de sujetos depravados, al alejar los niños pude sentir la intesidad de su mirada haciendo que sintiera verdadero terror. Estaban decidido hacer de mí lo que quisieran ya sea por las buenas o por las malas, los dos jovenes dejaron caer sus bicicletas a un costado y caminaron hacia mi ya resueltos a hacer lo que fuera conmigo. Alcance a balbucear que no quería que fuera delante de mis hijos, por ellos estaba bien pero que no hiciera dificil la cosa.
Uno de ellos hizo que los chicos subieran al auto con una inocente excusa, el otro me tomo del antebrazo con fuerza empujándome hacia la parte de atrás de vehículo donde la tapa del baúl estaba abierta,de esa forma me tranquilicé pues desde el interior no podrían ver que estaba sucediendo con su madre. Aquel que estaba conmigo metió sus manos entre mis piernas, con sus dedos apreto los labios de mi vagina por encima de la calza ya que se me hacia un rico bollito según mi marido. Apretando con el indice y el pulgar tironeaba hacia abajo, el otro vino por atrás y me agarró de las tetas, apenas si me quejé a pesar del dolor, no queríia que mis hijos contaran al padre que unos señores hicieron gritar a su madre. Furiosa y entre dientes les pedí que nos alejáramos del auto, que iba a hacer lo que fuera con tal que se perdieran de una buena vez y para siempre.
Fingiendo calma y con la mejor voz que pude impostar les dije a mis hijos que mami ya venia, que iba con los chicos a buscar algo para levantar el auto; los dos, pobrecitos, me sonrieron. El lugar era semidesértico, algunos yuyos se levantaban no más de medio metro del suelo, a unos diez o quince metros del auto nos detuvimos, los dos ya tenían sendas erecciones y se jactaban uno con otro en tanto me juraban que íbamos a pasarla bien ya que ellos sabían como atender a señoras putas como yo, reían entre sí ante las promesas de lo que iban a hacerme sentir ese par de hijos de putas.
Los dos me miraron con sorna, el más chico fue mas claro, me dijo que había dos formas de hacer lo que iban a hacer, si yo colaboraba nadie saldría lastimados, ahora si me resistía otros "culitos más tiernos" podían reemplazar el mio... Un frío temor recorrió mi espalda, sin que me lo pidieran me saqué la chomba quedando en corpiño y antes que me lo dijeran me baje las calzas hasta los tobillos junto con mis bragas.
No se cuanto tardé en quedar por completo desnuda ante ellos, entonces salieron sus erecciones a la luz y de inmediato me intimaron a que se las chupara, cosa que hice con todo el asco del mundo. Mientras se las mamaba a uno al otro lo masturbaba y así un buen rato hasta que uno de ellos se tumbo en el piso boca arriba haciendo que me sentara en su endurecido sexo, cuando lo hice comencé a moverme pero ahí nomás el otro metió el suyo en mi boca con lo cual hacia dificultosa la tarea pues uno me pedía que me moviera y el otro que no dejara de chuparsela pero con más ganas.
Ayudada por los músculos vaginales hice que el de abajo acabara de manera inevitable, al momento me pido que me saliera de encima en tanto su compañero se mofaba de lo poco que había durado. El ofendido me tomo de los cabellos para exigirme que se lo limpiara con la lengua, cundo me agache para hacerlo quede culo parado que el otro aprovechó para acomodarse detras mio y penetrarme sin atender a ruegos ni suplicas pues en ambos casos las penetraciones habían sido sin lubricar ni mucho menos dilatar.
El dolor era tan intenso que en la desesperacion de mis movimientos al que le limpiaba su sexo lo confundio con lujuria, "mira como se mueve esta puta, se ve que le gusta" le decía a su amigo en tanto el otro me tomaba de las caderas afirmándose mejor para darme unas terribles, dolorosas y humillantes embestidas. Con ese ritmo se sabíia que no iba a durar mucho, y asi fue, pero antes de acabar la saco y de inmediato me la metióo en la boca para llenarmela de su inmundo esperma mientras me sujetaba del cabello y tiraba de el de una manera cruel y salvaje.
Hecha un guiñapo quede tirada a los pies de ambos, les pedí que se fuera, que ya se habían dado el gusto pero se sabe como son los adolescentes. Ellos estaban dispuesto no sólo a echarse esos polvos sino todos los necesario hasta secar bien sus testiculos o no lograr que su sexos se erguieran por mucho tiempo.
De nuevo hicieron que me tendiera en el suelo, esta vez boca arriba, el más chico se ubicó como pudo sobre mi pecho haciendo que su glande se metiera y saliera en mi boca mientras se movia, en cambio el otro lo hizo entre mis piernas, levantandome de las nalgas, donde volvió a penetrarme alternando entre mi vagina y el culo según cada una de sus embestidas. Aquel infierno parecía no tener fin, los dos soltaban una y otra vez chorros de su esperma a borbotones. Mi cuerpo era una inmundicia de restos, restos de sus leches, de la tierra que se pegaba en ella, de mi asco, de mis lagrimas. Eran incansables, cuando uno sentía que iba a agotarse le daba lugar al otro y asi iban relevándose, sin importar las veces que acababan cada uno.
Me pusieron boca abajo para sodomizarme a gusto, uno de ellos tuvo la idea de meterse abajo y el otro arriba pero los dos, si los dos, me daban por el culo a la vez. Mis ruegos pidiéndoles que me soltaran, que se marcharan de una caían en oidos sordos, tapados por la lujuria y el desenfreno de una adolescencia que desconocia el cansancio. Se desafiaban uno al otro, rendían exámen mutuamente acerca de su virilidad en tanto yo no solo me sentia sucia y humillada sino que la tierra del suelo se metia en mis partes intimas, se pegaba en las manchas de espermas esparcidas en mi piel, mis cabellos, mi cara.
Lloraba en silencio, no tenía sentido hacerlo pero igual lo hacía. Cuando uno de ellos no logró finalmente su erección cortó una pequeña rama y con ella me azotó la espalda, el otro se interpuso primero por las buenas y luego con más firmeza. Ahora sentía la intensidad del fuego luego de aquel latigazo cruzandome la espalda y eso fue, por suerte, el punto final de aquel terrible encuentro. Se vistieron rapidamente, fueron por sus bicicletas y se marcharon, los vi irse porque temía que les hicieran algo a mis hijos pero ni siquiera se detuvieron a mirarlos, como pude y en medio de tanta confusión y dolor me puse la ropa sin darme cuenta que la chomba estaba al reves. Llegué hasta el auto, de unos de los bolsos de viaje saqué una toalla de mano, la mojé con lo que quedaba de un botellon de agua que llevabamos y con ella improvisé algo parecido a un lavado.
La irritación, el escozor, el dolor de mi humillado cuerpo era tan grande como la desolación y el oscuro sentimiento de ultraje que me embargaba en ese momento, por más que intentaba enjuagarme la boca no podia sacarme del todo el sabor a esperma y tierra que había en ella. Después de eso, luego de tomarme un tiempo en tanto respondía a las preguntas de los chicos cuando intentaban saber donde había estado y haciendo qué con los señores, porque los veían como señores a esos dos adolescentes, tuve que mentir no sólo para ellos sino también para que lo hicieran ante su padre.
Con la idea de no despertar una excesiva curiosidad decidí quedarme con la misma ropa, como pude puse la maldita rueda y después de haber recorrido menos de media hora encontré la dichosa ruta y unos minutos más una estación de servicio donde pude lavarme mejor y si lo hubiera querido hasta podría haberle dicho a los dos policias que estaban en una patrulla lo que había pasado, pero tenía la certeza que apenas lo hiciera el daño que eso podía provocar en mi familia, en especial mi marido, sería mayor que lo que yo había vivido entre unas matas, revolcada de pies y cabeza entre dos jovenes delincuentes.
Cuando llegamos a destino mi esposo nos esperaba, puse la mejor cara que pude y después, en la noche, tuve que cumplir con lo que le había prometido en tanto desfilaban, como ahora, las caras de aquellos dos malditos haciendo de mi lo que les viniera en ganas.
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