You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Mi Suegro Era Un Viejito Enfermo

Al principio me tragué el cuento de que Don Antonio mi suegro, estaba casi ciego, por lo que como me quedaba sola en casa, con él, acostumbrada a la mayor parte del tiempo a nada más usar alguna panti y ponerme una corta bata casera, sin más nada abajo. 

Hasta que un día después de darle el desayuno, justo cuando estaba por salir de la habitación, encontré en el piso un billete, que sin cuidado alguno me incliné hacia adelante para recogerlo del piso. De momento escuché la voz de mi suegro diciéndome. 

Esas pantis amarillas se te ven muy bien… yo me sorprendí al escuchar su comentario, pero decidí no prestarle atención, ya me disponía a continuar caminando cuando nuevamente escuché a Don Antonio, decirme. Rebeca, acércate un momento, quiero que me hagas un favor. Yo cortésmente me le acerqué, y al tiempo que él sacaba unos cuantos billetes debajo de su almohada me dijo. Te los doy si te quitas esa bata cada y cualquier otra prenda, vez que estés aquí. 

Mi primera reacción fue pensar en mandarlo pal carajo al vejete, pero casualmente mi esposo llevaba tiempo que no me daba nada de dinero, por lo que decidí que no le haría ningún mal al viejito el verme caminando desnuda ocasionalmente. Así que sin decirle ni que sí ni que no, con toda mi calma dejé que la bata fuera a dar al piso de su habitación, y a los pocos segundos también dejé que mis pantis se deslizasen hasta el piso. 

Al principio me sentí algo incomoda, no se los voy a negar, pero después de un tiempo, para mí era de lo más normal o natural el andar completamente desnuda por toda la casa. Aun cuando mi esposo llegaba a casa, en ocasiones lo más que me podía poner era una panti, ya que según él su padre estaba casi ciego. 

Pasaron unas cuantas semanas, cuando Don Antonio un día en que le arreglaba su cama, él condenado viejo, trató de agarrarme una de mis nalgas. Ya lo iba a insultar, cuando nuevamente saco varios billetes y enseñándomelos, me dijo. Sí me dejas que te toque de cuando en cuando, son todo tuyo. Lo cierto que era mucho más, que lo que mi esposo me daba mensualmente para cubrir mis gustos personales. Así que pensé que mal le podía hacer al viejito tocarme ocasionalmente, así que acercándome a la cama, retiré los billetes de su mano, al tiempo que él comenzó acariciarme los senos, el vientre, y una de sus manos continuó bajando hasta agarrarme descaradamente mi coño, pero de una forma o manera tan particular, que me quedé quieta nada más por sentir el placer que sus dedos me producían. 

Desde ese día, casi a diario sin que Don Antonio me lo pidiera, yo estaba de pie al lado de su cama, completamente denuda y dispuesta a recibir sus sabrosas caricias, incluso dentro de mis nalgas. Hasta que como al cuarto o quinto día de ese jueguito, cuando me paré al lado de su cama, y él deliciosamente comenzó a agarrar mi coño, de momento él mismo se quitó la sabana que lo cubría, dejando por completo todo su erecto y venoso miembro descubierto. Realmente no fue necesario que dijera nada, al verlo supe cual era su deseo, así que a medida que mi suegro continuó agarrando deliciosamente todo mi coño, me incliné lo suficiente hasta que su verga estuvo al alcance de mis labios. Sin perder tiempo me dediqué a mamar su erecta verga, a medida que sus dedos continuaban produciéndome gran placer al apretar mi clítoris entre su dedo índice y el pulgar. 

Al poco rato sentí su otra mano sobre mi cabeza, y a medida que yo seguía mama que mama, el viejo continuaba introduciendo casi toda su mano dentro de mi coño salvajemente, hasta que él por su parte acabó dentro de mi boca, y yo como de costumbre, cuando él toqueteaba todo mi coño terminé disfrutando de un salvaje orgasmo, y tragándome todo su semen. 

Esa tarde, después de disfrutar de las caricias que me hizo mi suegro, apenas iba saliendo de su habitación, me comentó que vendría un conocido suyo a visitarlo, que apenas llegase después de pasarlo a su habitación, le sirviera un café. En efecto al poco rato tocaron el timbre de la casa, y como me pidió Don Antonio, después de que llevé a su visita a la habitación preparé café y se lo llevé. El detalle particular fue que acostumbrada a andar semidesnuda en la casa, no me di cuenta que mi bata se había abierto, y al servir e café prácticamente le mostré todo al visitante, y me di cuenta por la manera en que se me quedó viendo. De inmediato salí de la habitación, bastante turbada, y avergonzada, procurando desaparecer lo más pronto posible, de la vista del invitado que visitaba a mi suegro, que quizás por eso mismo, mis pies se enredaron con algo y terminé tirada en el piso en cuatro patas, para colmo la bata quedó recogida sobre mí cintura, quedando yo con todo mi culo bien abierto apuntando al invitado, quien caballerosamente después de observarme por unos instantes, sin hacer comentario alguno me ayudó a levantarme. Tras lo cual más avergonzada aun, le di las gracias y salí corriendo para la cocina. 

Al rato escuché a mi suegro que me llamaba, y al presentarme en su habitación, me pidió que por favor acompañase a ese hombre hasta la puerta, y esperase que él fuera a su auto a recoger unos papeles, que era para Don Antonio. Lo cierto es que me sentía aun bastante avergonzada, por lo sucedido, pensando qué pensaría él de mi, que sería una loca por andar así medio desnuda por toda la casa, máxime cuando el tipo me había llamado la atención, por su elegancia tan varonil, su voz, y hasta las canas de su cien me impresionaron. Él fue al auto y de inmediato regresó con un gran sobre para Don Antonio, pero antes de que yo cerrase la puerta, me solicitó permiso para ir al baño. 

Le indiqué donde quedaba el baño, mientras subí a la habitación de mi suegro a entregarle el sobre. Don Antonio lo agarró y me comentó que deseaba dormir un buen rato que no lo fuera a despertar a menos que se quemase la casa. Cuando regresé a la sala, el visitante salía del baño, secándose las manos, pero al verme se me acercó y me dijo, sin que yo diera motivo para que hiciera eso, la verdad es que el viejo tiene mucha suerte de tener a una mujer tan hermosa como tu cuidándolo. No sé que me pasó, pero cuando lo escuché decirme eso, los colores se me subieron a la cara, las rodillas me temblaron, el pulso se me aceleró, y en fracciones de segundo, sentí todo mi coño mojado. No bien él había terminado de decirme eso, que continuó diciéndome lo llamativa que le resultaba, lo hermosa que era, y un sinfín de cosas lindas. Cuando me vine a dar cuenta yo estaba entre sus brazos, mi bata se encontraba en el piso de la sala, y sus labios estrujándose contra los míos. 

Casi de inmediato sentí una de sus manos acariciando por fuera mi coño. Así que lo único que hice fue, recostarme en el sofá de la sala, abrir mis piernas y esperar deseosa que él me penetrase. En cosa de segundos se bajó el pantalón y casi de inmediato se colocó sobre mí. Sentí su cálido miembro penetrándome divinamente. Y sin demora alguna comencé a mover mis caderas, restregando mi coño contra su cuerpo. Yo amo a William mi esposo, pero en ocasiones se comporta de manera tan seca, que he fantaseado en serle infiel con otro hombre, ya que lo que pasaba entre su padre y yo no cuenta. Si por breves segundos, sentí algo de remordimiento al serle infiel a mi marido, cuando continué sintiendo todo el miembro de ese tipo entrando y saliendo de mi coño, se me olvidó William. 

Yo estaba moviéndome como una loca, seguramente le parecería a él una perra en celo, gemía de placer, y hasta unas cuantas lagrimas corrieron por mi cara de alegría. En el mismo sofá cambiamos de posición, mientras que él sin cansancio alguno continuaba una y otra vez clavándome toda su verga, hasta que tanto él como yo disfrutamos de un tremendo clímax. 

Él se separó de mi cuerpo, y con un pañuelo se limpió o secó su miembro, cerró el pantalón y dejándome tremendamente satisfecha se retiró, mientras que yo me quedé tirada en el sofá con mis piernas bien abiertas y muy agradecida del placer que me había hecho sentir. 

A los pocos días, mi suegro después de los jueguitos de costumbre, me dijo. Rebeca deseo clavarte mi verga dentro de tu coño. Yo como se habrán dado cuenta, como que no se cómo decirle que no a mi suegro, por lo que sin más ni más me trepé sobre su cama y agarrando entre mis dedos su verga, la dirigí directamente a mi coño. Esa tarde estuve cabalgando sobre la verga de mi suegro por un largo rato, hasta que eventualmente él se vino, momentos después de que yo disfruté de tremendo orgasmo. No sé si sería lo morbosa de la situación, al serle infiel a mi marido con su propio padre, o lo bien que me el viejo me lo metía. Pero aun después de que terminamos, y mientras me lavaba mi coño en el bidet, nada más de recordar lo sucedido, al tiempo que enjabonaba mí como, disfruté de otra explosión de placer entre mis piernas. 

Las relaciones entre mi suegro y yo, pasaron a ser algo del diario vivir para nosotros, incluso el día que William nos descubrió, tanto Don Antonio y yo continuamos disfrutando, el de mí y yo de él, ante los ojos de mi esposo. Quien cuando salí de la habitación de su padre, no dijo nada, en lo absoluto. Ni me recriminó, ni me exigió explicación alguna, siguió actuando como si nada hubiera sucedido, incluso continuamos teniendo sexo como si nada. 

A los pocos meses, mi suegro falleció de un ataque masivo al corazón, pensé que mi marido en esos momentos me pondría de patitas en la calle, pero no fue así, después me enteré que Don Antonio me nombró al igual que a sus hijos, heredera no tan solo de algunas acciones del taller, sino que de la casa completa y de una buena cantidad de dinero. Además su abogado o sea el tipo con que me acosté en aquella ocasión, y con quien ocasionalmente he continuado haciéndolo después del entierro de mi suegro, es el albacea de la herencia y mi representante legal. 

1 comentarios - Mi Suegro Era Un Viejito Enfermo

Tartanico
Como me calientan tus relatos