Cuando Lautaro sintió mi beso en su boca dejó salir un suspiro y empezó a acariciarme casi frenéticamente. Lo único malo de tener sexo con chicos más jóvenes es que, por lo general, pasan estas cosas; pero no es nada que no se pueda solucionar con práctica y enseñanza. Así que, con una paciencia maternal, empecé a enseñarle a Lautaro como me gustaba que me tocaran.
Le puse sus manos en mis tetas y le fui enseñando, poco a poco, como era el movimiento correcto para excitar a una mujer mayor, como yo. Mientras lo besaba iba guiandolo por mi cuerpo y yo gemía al sentir como ese muchacho empezaba a explorar su propia sexualidad.
—Para no tener mucha experiencia besas muy rico —gemí en sus labios.
—Porque vos me estás besando muy rico —me dijo sin dejar de besarme—. Y más considerando que te estabas tocando para mí... Pensar que te excito... Hace que se me explote la verga.
—Hace mucho tiempo que te tengo ganas —le confesé, llevando su mano a mi culo—. Te tengo unas ganas terribles, y aproveché ese día para empezar a calentarte.
—Te me hubieses tirado encima, con todo el estrés que tengo lo que ando necesitando es un buen polvo.
—¿Vamos a la cama, entonces? —le pregunté.
—Sí, mami —respondió.
Lo llevé a mi dormitorio, dónde lo fui desnudando poco a poco mientras recorría con mi boca ese cuerpo joven, tonificado y fornido. Sin duda el rugby le sentaba muy bien a este pendejo. Me mataba escucharlo gemir, sentir como su pija se ponía dura debajo del pantalón, como palpitaba cada vez que gemía.
—¿Alguna vez te chuparon la pija? —le pregunté mientras me arrodillaba.
—Una sola vez —me confesó—. Cuando tenía trece.
—Los chicos de hoy en día inician más temprano en el sexo —me reí. Le bajé el elástico de la bermuda y luego el bóxer.
Su pija apareció y se movió sola cuando la tuve enfrente. Nunca había tenido una pija tan grande: era ancha, larga y lo mejor era que se curvaba hacia arriba. La tomé con la mano y me la metí a la boca. Automáticamente Lautaro empezó a gemir y a mover las caderas cada vez que movia la cabeza hacia él. Mi lengua lo acariciaba entero. Hacia mi mejor esfuerzo ya que tengo la boca chiquita y me dolía la mandíbula por falta de práctica.
—Ay, sí... —gimió Lautaro mientras me seguía cogiendo la boca con esa enorme pija—. Es mil veces mejor que la primera vez.
Yo gemía y me ahogaba en su verga, los hilos de baba caían al suelo y Lautaro seguía moviendo la cadera mientras me sujetaba firmemente de la cabeza.
Se contuvo un poco, porque se notaba que iba a acabarme en la boca si seguía así. Me puso de pie y me dió un beso en la boca.
—Quiero que te sientes en mi cara —me dijo, mientras se terminaba de desnudar—. Quiero chuparte el culo y meter mi lengua dentro tuyo.
—Entonces acostate en el medio —le dije.
Mientras Lau seguía pajeándose, yo le quité la ropa quedando completamente desnuda.
—Me encantan tus tetas —me dijo mientras me observaba desnuda.
—Las chicas de tu edad las tienen mejores —mascullé.
—Las de mi edad apenas tienen tetas y culo, pero una mujer como vos tiene todo lo que me gusta —me dijo mientras ponía mi culo en su cara. Sentí su lengua acariciando mi ano suavemente, empecé a masturbarme mientras me lo lamía y chupaba—. Después de esto te juro que me voy a hacer adicto a las maduritas como vos.
No pude evitar reírme por lo que dijo, pero al mismo tiempo gemía, imaginando lo que diría Micaela si mi viese cogiendo con su hijo en vez de darle clases.
Luego de un rato así, en el que usé su boca para estimular mi clítoris y mi ano, era momento de hacerlo entrar en mi.
—Aguantáme que busco un forro —le dije mientras revisaba en mi cajón de ropa interior z dónde ocultaba los preservativos que usaba en mis cuernos.
—¿Algún día me vas a dejar hacerte el orto? —me preguntó mientras me ponía el forro y me subía encima de él.
—¿Vas a seguir cogiendome? —le pregunté mientras gemía al sentir en esa pija tan rica dentro mío.
—Cambio la Play por tu conchita —gimió mientras empezaba a moverme.
¿Tercera parte?
8 comentarios - Por fin me cogí a mi vecinito - Parte 2