Si leyeron "Me masturbé mientras mi vecino me miraba", recordarán que tengo un vecino adolescente que se llama Lautaro. Bueno, por fin le hinqué el diente al pendejo.
Pasó ayer sábado a la tarde, cuando estaba sola en casa, como siempre estoy. Hace varias semanas que vengo hablando con su mamá, Micaela, y me confesó que está desbordada: su exmarido, el padre de Lautaro, no le pasa la cuota alimentaria desde hace varios meses, y ahora se vino a enterar que va a ser padre nuevamente y que seguramente le va a pedir una reducción de la cuota alimentaria por más carga familiar. Micaela trabaja de sol a sol, Lautaro no le hace caso, no llega a fin de mes y tiene que andar pidiendo para poder aguantar todas las cargas de un hijo adolescente. Pero lo que no me cuenta, y yo lo veo, es que mientras Lautaro usa ropa de segunda mano, de marcas pirateadas y se mueve a pie o en colectivo, su mamá siempre anda estrenando par de zapatos nuevos, sale de joda y viste ropa cara. Entonces, no es que no tenga plata: se la gasta en ella, que es diferente.
La cuestión es que Micaela me comentó que Lautaro anda mal en el colegio, que no estaba sacando buenas notas en lengua, literatura, historia e inglés, y que, encima que ya no podía con todos los gastos de su hijo, ahora tenía que conseguirle una maestra particular para cada una de esas materias. Yo, como buena vecina que soy, le dije que yo siempre fui excelente en esas materias, es más, hablo tres idiomas, entre ellos inglés, y que no me molestaría ayudarla con el Lautaro dándole clases.
Micaela al principio no estaba segura porque no tenía como pagarme, pero le dije que sabía lo que era estar sola, saturada y colapsada manteniendo una casa por tu propia cuenta, y que si bien hijos no tengo, me ponía en sus zapatos y era terrible todo lo que estaba pasando. Le dije que no se preocupe por el pago, que ya el universo me devolvería mi buena acción.
Así es que Lautaro empezó a estudiar conmigo tres veces a la semana, durante dos horas. Al comienzo estaba bastante reacio a hacer caso, pero me lo gané de otra manera: hicimos un trato. Si él hacía toda la tarea bien, y la hacía rápido, le dejaba jugar en mi PS4. Estaba algo sorprendido porque no sabía que tenía consola, pero así empezó a prestar más atención, porque entendió que si hacía las cosas bien desde el principio iba a tener más tiempo para jugar.
El día de ayer, sábado, Lautaro no estaba con todas las luces prendidas. De hecho apenas llegó me dijo que no quería estudiar, que quería hablar conmigo de un tema que le molestaba mucho: su mamá. Me dijo que estaba harto de la actitud de mierda de su vieja, que siempre que llegaba comienzo de mes ella hablaba mal de su papá, se descargaba emocionalmente con él y que él sabía que la plata que su viejo le daba se lo gastaba en ella.
—Ella anda vestida de marca y yo tengo que usar ropa de la feria... —me dijo mientras estaba re enojado. Le serví un vaso de gaseosa para que se calme mientras se desahogaba—. Ella se piensa que soy boludo, pero tengo ojos en la cara. Mi papá tendrá sus errores como padre, pero sigue siendo mi papá. Si ella no se gastara la plata que mi viejo le da para mantenerme, no tendríamos que estar como estamos. El único que nos ayuda es mi abuelo. Si no fuese por él yo estaría en una escuela pública y no podría ir a rugby. Bueno... Él y vos, que me estás ayudando con mis estudios.
Le tomé la mano con delicadeza y suspiré.
—Mirá, Lau... Tu mamá no tiene a nadie más con quién descargar lo que siente. Es muy difícil ser adulto, pero eso no quiere decir que lo tenga que hacer con vos —le expliqué con amor—. En los problemas de adultos no tienen por qué meterse los chicos. Cuando ella te venga con esas cosas vos ponete en piloto automático y simplemente escuchala y decile lo que quiere escuchar, pero que tus palabras no te afecten. Después podés venir y contarme lo que pasó. Deberías ir a un psicólogo, pero sé que opinas del tema.
—Gracias, Sophie... Ojalá vos fueses mi mamá, con vos sí se puede hablar...
«Puedo ser tu mami, si vos queres», pensé.
—Puedo ser tu amiga y tu confidente —me ofrecí—. No tenes por qué pasar por estás cosas solo.
—¿Qué quiere decir confidente? —preguntó.
—Que confías en la otra persona persona ciegamente, al punto que le podes revelar secretos e intimidades que a otras personas no.
Lautaro se quedó callado y bajó la mirada.
—Lo que decís me hace sentir mal...
—¿Por qué?
—Porque... Eh... Bueno, seguro vas a pensar mal de mí.
—Contáme, ¿que te pasó?
Lauta se puso rojo en dos segundos.
—Pues vos sos tan buena conmigo y yo... Yo soy un pajero —me confesó—. Hace unos meses vos estabas tomando sol en el patio y... empezaste a tocarte, pensando que vos estabas sola, y... Yo empecé a pajearme también.
Dejé salir una risita llena de seducción.
—Lau. Yo también tengo que contarte algo —le dije con una sonrisa llena de seducción y mirándolo a los ojos. Me le acerqué con cuidado y le susurré al oído—: Me toqué para vos.
Lautaro tragó saliva y me miró.
—¿Para mí?
—Sí. Me toqué porque sabía que estabas ahí —le respondí mientras me acercaba más a él, salvando distancias y pegando mi cuerpo al suyo—. Me toqué porque me excitas...
—¿Yo te excito? —me preguntó— ¿A vos?
—Sí. Y mucho.
—Pero, ¿y tu marido? Pensé que estabas felizmente casada.
—Lo estaría si el estuviese en casa. Pero estoy todo el día sola, y pueden pasar meses sin que me toque un pelo, mucho menos que me haga el amor.
—No debería ser así. Vos deberías estar con alguien que te haga sentir mujer todo el tiempo.
—¿Te estás ofreciendo para el puesto? —le pregunté con una sonrisa. Lautaro tragó saliva de nuevo.
—No tengo mucha experiencia...
—Eso se arregla fácil —susurré y lo besé en la boca.
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