“Princesa”
Capítulo 1: http://www.poringa.net/posts/relatos/5026790/Terapia-Especial-Capitulo-I.html
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Mis hijos salieron a recibirme con un gran abrazo, detrás de ellos, venía mi Princesa, con su melena rubia suelta, la cual el viento se encargaba de balancearlo tiernamente. Para mi sorpresa, ella vestía de manera más casual, con una calza negra, zapatillas blancas y una sudadera holgada con capucha de color rosa pastel. Sus ojos puros se clavaron en los míos y tal como la primera vez que la vi, sentí que el tiempo se ralentizó y que en esa área, no había nadie más que ella y yo.
Mi exasperante corazón se tranquilizaba, cada paso que ella daba hacía que en mi rostro una suave sonrisa se embozada. La distancia entre los dos era pequeña, pero aun así quería salir corriendo hasta donde estaba ella, abrazarla y besarla. Sin embargo, saldría de ese mundo, por un fuerte grito que pegó mi padre. Mi atención se desvió hacía lo que ocurría a metros de nosotros, todo daba a entender que quien originó el grito de mi padre, fue mi sobrino Félix, que se encontraba frente de él, con una sensual mujer.
–“Lo… ¿Lorena?”- balbuceé, recordando vagamente, que Romina me había dicho que su madre y Félix habían comenzado a salir hace un tiempo. Por un momento pensé que mi sobrino le había presentado a mi padre, a Lorena como su novia y eso no le gusto al vejestorio, que siempre fanfarroneaba por ser un hombre correcto. No obstante, a medida que veía a los demás presentes, comprendí que Félix había soltado una bomba más grande que revelar su noviazgo.
¿Qué podía haber dicho para lograr semejante reacción en los demás?, me preguntaba, aunque al mismo tiempo imaginaba que debía ser una tontería que todo los demás había exagerado, menos mis hijos, cuñadas y mujer. Rostros serios y estupefactos, rodeaban a mi sobrino que parecía colocarse nervioso y arrepentirse por haber dicho lo que dijo. La única que tenía un rostro jocoso era su hermana Lily, la cual desvió ligeramente su mirada hacía mí y me saludó levantando su mano.
Hice lo propio, para no dejarla colgada con el saludo, la hija menor de mi hermano, se había vuelto toda una mujer hermosa y vulgar a la vez. A diferencia de Chloe, ella no buscaba parar vergas con su despampanante figura, sino directamente, ser el centro de atención con prendas que no dejaban nada a la imaginación. En ese instante, ella vestía con una faldita roja que con suerte le cubría los muslos, unas medias blancas que le llegaban hasta las rodillas y una musculosa negra en donde sus desorbitantes senos colgaban sin que nada lo sujete y de hecho se podían ver a través de su escote.
En otro momento, habría llamado más que mi atención, pero en ese instante, mis focos eran dos, mi esposa y lo que ocurría con Félix. –“Papá, ¿desde cuándo sabes andar en moto?”- consulto Axel, de manera inesperada, pero me di cuenta que tanto Benjamín como Vanessa, también tenían intriga sobre eso. Lo que era normal, porque jamás les había hablado de mi pasión por las motocicletas. –“Uuufff… Desde antes que nacieras, hijo”- respondió April, parándose frente de mí, con una sonrisa nerviosa.
Ella debía estar feliz de verme bien y nerviosa por tener que enfrentarme, al saber su secreto. Aun así, el ambiente entre ambos era armonioso y para nada incómodo, quizás se debía a que ya estábamos mentalizados que debíamos hablar con sinceridad. Todo ese ambiente de paz y alegría que había en nuestro círculo, se esfumo por culpa de mi padre. –“Responde Félix de una puta vez, ¿en verdad piensas casarte con esta señora?, porque perfectamente ella podría ser tu madre”- dijo el viejo con rostro serio, pero descaradamente miraba de forma lasciva a Lorena.
–“Tampoco exageres tanto, abuelo. Lorena es solo mayor de mí por 14 años”- dijo mi sobrino, tratando de obtener la aprobación del hipócrita de mi padre. –“¿14 años a ti te parece poco? Como novia te la puedo aceptar, incluso como amante, pero como esposa no, Félix”- manifestó el viejo de manera tajante. –“Jamás pensé en colocarlo como ejemplo, pero por qué no sigues los pasos del bastardo de Tomás. Que se casó con una chica linda y de su edad”- añadió con desprecio y cierto tono de burla.
Oír que se mofaba y se refería de esa manera a mi hijo, me hizo hervir la sangre. Era consciente que a Axel, ya no le afectaba los insultos y burlas de mi padre, pero yo cada vez que lo escuchaba mofarse de esa forma de él, sentía que me clavaban un par de puñales en el corazón. Me tenía harto la hipocresía y ego de aquel hombre. Apartándome de mis niños, di un paso hacia adelante, tratando de ir a encararlo, no obstante, April me detuvo, al sujetarme de la mano.
–“Princesa”- murmure sorprendido, al sentir su sedosa mano deteniéndome. Ella movió la cabeza de lado a lado, tenía razón al detenerme porque no valía la pena perder el tiempo con ese tipo, pues por más que discutiera, él jamás iba a cambiar. Me relaje un poco y suspiré, mientras observaba como mi esposa dirigía una mirada fulminante a mi padre, el cual debió notarla, porque tras unos segundos de decir aquello, empezó a reír y paró justo cuando ella lo miró.
Ver a mi Princesa con el ceño fruncido y sus ojos asesinos, me hizo temblar a mí también, aunque al mismo tiempo, sentí orgullo y alegría que ella detuviera la risa del viejo. Acariciando tiernamente su mejilla derecha, hice que su mirada se desviara hacía mí y volviera a la normalidad. Había tantas cosas que debíamos decirnos, pero en ese instante lo único que quería era abrazarla. Y eso hice, la envolví entre mis brazos, ni tan fuerte ni tan suave, lo suficiente para percibir su calidez.
April acomodó su cabeza en mi hombro y con sus delgados brazos me rodeó con ternura. Notaba su aliento pasar por mi cuello, haciendo que mi piel se erice, como si estuviéramos los dos desnudos, en nuestra alcoba. Por esos minutos, todo lo que me rodeaba pasó a un segundo plano, y solo quería mantenerme así con ella por la eternidad. Sin palabras entremedio, nos pedíamos disculpas mutuamente de esa forma y sentí un alivio enorme, cuando la volví a mirar en sus ojos azules.
–“Perdón… Yo te amo”- susurre, besándola de la manera más tierna posible, no había lujuria por medio de ese contacto, solo el amor que nos teníamos ambos. Fue el beso que sin duda más he disfrutado en mi vida, el sabor era distinto y en mi estómago sentía un cosquilleo especial. Al separarnos, sonreímos como dos chavales que recién había confesado su amor, queríamos seguir con nuestra reconciliación con otro beso, sin embargo, Ricardo nos interrumpió.
–“Vaya, ustedes sí que saben cambiar un ambiente tenso a uno amigable”- expreso mi hermano, apoyando sus manos en nuestros hombros. –“Aunque no es de sorprenderse, si hasta a la hora de vestirse, están compenetrados”- dijo mi ex cuñada, con una copa en su mano izquierda y bebiendo un poco del vino que tenía. –“Son tal para cual, que no me los imagino separados”- concluyó mi sobrina, esa ronda de halagos. Mentiría si dijera que no me sentí para nada cómodo, con esas palabras, sabiendo que hace unos días, estaba besándome y abrazándome con otra.
Lily sonriendo me abrazó por la espalda, apoyando sus enormes pechos sobre mí, generándome un escalofrío. –“¿Qué pasa tío, te colocaste nervioso?”- exclamo ella con cierta malicia. –“Cómo no hacerlo, si me abrazas por la espalda”- le contesté templado, sin ninguna pisca de nerviosismo. Lily se rio, y a diferencia de otras chicas, en ella no veía una fijación en mí, solo ternura, como cuando era niña. Era lógico, pues no todas las chavalas iban andar detrás de mí, si no era tampoco un adonis.
De hecho, todas esas chicas con las que había estado, de alguna manera fueron impulsadas por April para que me vieran con ojos lujuriosos, o ella ayudó a crear el ambiente y escenario para que las conquistes. Todas, exceptuando a Rosita, ella fue la única en la cual April no participó. Luego de esa pequeña charla, comenzamos a compartir todos y las risas no faltaron. Me mantuve todo el tiempo, al lado de mi Princesa, agarrado de su mano, como solía ser costumbre.
Hable con Félix y Lorena, los felicité por su compromiso y para mi sorpresa, mi padre no era el único aguafiestas con que ellos estuvieran juntos. Sino también mi ex cuñada y mi madre, estaban algo disgustadas, pero a diferencia de mi padre, conversé con ellas, como un defensor del amor entre mi sobrino y la madre de Romina. Mis palabras incitaron a Vanessa, Axel y Benjamín, a intervenir también. Mis hijos, parecían ser muchos más maduros de lo que recordaba y me hizo feliz que dieran argumentos sólidos y fundamentados.
Lily también se hizo partícipe de la conversación y noté en ese instante, que su presencia generaba inquietud en Axel. Eso no era suficiente para deducir que entre ellos pasó algo, evidentemente, pero la mirada coqueta de mi sobrina hacía él, llamó mi atención y mantuve mis ojos en ellos. Desde la distancia observé cada uno de sus movimientos, incluso busque crear la ocasión para que ellos dos estuvieran a solas y comprobar si mis sospechas eran verdaderas o solo alucinaciones.
En ese pequeño lapso, me separé de April, para poder aproximarme a ellos y oír su conversación. Sin embargo, no logré hacerlo, porque apenas me separé de mi mujer, Ricardo me abordó. –“Tomás, necesitamos hablar”- manifestó, mientras fumaba un cigarrillo, –“¿Puede ser luego?”- le dije tratando zafarme de él, para ir a oír la conversación de mi sobrina con mi hijo. –“No”- respondió de manera seria, lo que me causo intriga, porque mi hermano no solía ser así.
Yo: ¿Qué pasa Ricardo?
Él antes de responderme, miro a su alrededor para confirmar que nadie estuviera escuchando nuestra conversación. En su rostro se notaba el nerviosismo, lo que me quería consultar lo estaba agobiando.
Ricardo: ¿Quién es Blanca?
Yo: ¿Bla-Blanca?
Ricardo: (Suspira) Hace unos días, una chica llamada Chloe, fue a visitarme. Ella, se presentó como nuestra sobrina y me dijo que tú la conocías, al igual que sus hermanas y su madre Blanca.
Me quede en silencio, no porque temía decirle la verdad a mi hermano, sino porque no me esperaba aquel movimiento de Chloe. ¿Cuál era el motivo para hacerlo?, me interpelé a mí mismo, mientras tanto mi hermano esperaba mi respuesta.
Yo: Ok… Antes de darte una respuesta, explícame. ¿Solo Chloe fue a verte? ¿Y puedes describírmela?, para confirmar que se trata de la misma chica.
Ricardo: S-sí… Solo ella fue a visitarme… E-e… Bueno, cómo la describo sin parecer un degenerado.
Pensó en voz alto, con una evidente incomodidad al tener que hablar de su sobrina. Si se comportaba así, es que hablábamos de la misma Chloe, solo una chica sexy, como ella podía hacer sonrojar a mi hermano, con algo tan trivial como una simple descripción.
Yo: Pelo negro, de 1,65 m, ojos de felina, curvas infernales, con tatuajes en varias zonas de su cuerpo y unas tetas casi iguales a las April. Si es así, es la misma Chloe que conozco. De personalidad no diré nada, porque al principio fue muy hija de puta conmigo y al final, terminó siendo bastante amable.
Mi hermano quedó asombrado con esos pequeños detalles que dije de ella, eso que no me esforcé en mencionarle cuantos tatuajes tenía, en qué zona, su forma de vestir, tampoco mencioné sus labios gruesos, ni la forma de su nariz.
Yo: ¿Ricardo?
Lo toqué para ver si reaccionaba.
Ricardo: S-sí… Sí es ella.
Dijo en voz baja y colocándose rojo, mientras eludía mirarme a la cara. Yo me quedé en silencio y solté una pequeña risa, porque nunca había visto a mi hermano tan inquieto por una mujer. Bueno, cuando le presenté a April por primera vez, se quedó en ese estado, aunque más que inquieto, su cara era de asombro e incredulidad.
Ricardo: S-so-solo… Solo dime si ella es nuestra sobrina y si tenemos una hermana.
Noté cierta desesperación en sus palabras por saber la verdad. ¿Habría hecho algo malo? ¿Me había mentido al respecto de que ella fue a verlo?, quizás simplemente se encontraron una noche, y no me sorprendería para nada que Chloe lo haya hecho con Ricardo. A estas alturas ya nada me sorprendía, menos de esa chica a la cual conocía perfectamente y sabía lo guarra que era.
Yo: ¿Por qué?
Murmuré clavando mi mirada en los ojos de Ricardo.
Yo: ¿Por qué tan nervioso hermano? ¿A caso te cogiste a tu sobrina?
Respondí, viendo como el ceño fruncido que se le había generado por mi risa, desaparecía y su alma se le salía del cuerpo por la afirmación. No pude contener la risa, ante lo evidente.
Yo: No jodas, hermano. En verdad te cogiste a nuestra sobrina. Aunque no te culpo, la pendeja es una dinamita, casi imposible resistirse a ella, sin embargo, lo que tiene de sensual es lo que la hace peligrosa. Le gusta joder y mofarse de los hombres, los usa como juguetes hasta que se aburre y busca a otro.
Ricardo: Entonces… ¿Ella no me mintió?
Parecía que mi hermano no me había escuchado, desde que le había confirmado que Chloe era nuestra sobrina, él cayó en su mundo.
Yo: No, y debes contarme cómo la conociste, porque claramente, ella no fue hasta tu puerta para conocerte y presentarse. Además, Blanca no es la única hija fuera del matrimonio que tiene papá.
Ricardo: ¿Qué?
Yo: Hay dos más, cómo no pudiste venir al matrimonio de Axel, no conociste a Camila, ella tiene 25 años y el otro, es Bruno, un chico de 19 y que es el hijo de Isidora.
Ricardo: ¿I-Isidora?
Yo: Sí, nuestra ex vecina, la hermana de Vicky.
Al decirle eso, mi hermano colapso y no es chiste, pues el muy cabrón se desmayó, apoyándose en mí. Con mucho esfuerzo lo mantenía sujeto, para que no se desplomara completamente en el suelo. Iba a gritarle a alguien para que me fuera a ayudar, cuando justo Axel apareció. –“¿Qué pasó, papá?”- preguntó asustado, ayudándome a cargar a su tío. –“¿Qué le pasó a mi papi?”- dijo Lily muy preocupada y casi llorando. –“Nada, peque. Solo se sobresaltó por una noticia”- le dije, tratando de tranquilizarla, sin embargo, eso no fue suficiente.
A pesar de tener una figura despampanante, ella seguía siendo una niña, que tuviera 18, no significaba que dejara de preocuparse por su padre. Al avanzar unos metros, Félix se dio cuenta de lo que pasaba y se acercó para ayudar, finalmente dejamos a mi hermano recostado en una cama. Todos me preguntaban qué había pasado y yo solo me limitaba a decir que una noticia lo sobresaltó. April fue la única en sospechar qué noticia fue esa, y me hizo la pregunta, susurrándomelo y yo solo asentí.
Lily quiso mantenerse al lado de su padre, mientras estaba aferrada en Axel, no quería que mi hijo la soltara. Era claro que entre ellos, si había pasado algo, porque no me explicaba tanta cercanía por parte de mi sobrina hacía mi hijo. Sabía que ya no era correcto seguir espiándolos, pero algo me impulsaba a querer saber qué pasó con ellos y si Axel quizás le estaba dando falsa ilusiones a Lily, como yo lo hice con Rosita. No quería que mi sobrina se hiciera fantasías de algo que nunca se iba a concretar.
–“Te estarás preguntando por qué ellos son tan íntimos, ¿verdad?”- escuche de pronto, en un susurro que me originó un escalofrío. Asustado, me di vuelta, para mirar de frente a mi hija, la cual apoyo su cabeza en mi pecho. –“Finalmente eres tú papá. Últimamente te has comportado tan extraño que hasta tus latidos sonaban diferente”- dijo cambiándome de tema. Pese a mi curiosidad, no quise preguntarle nada a Vanessa, solo la abracé y le acaricie su cabello.
–“Lily, desde el lunes se ha estado quedando con nosotros. Solo se lo dije a mamá, porque tú nunca estabas en casa, tampoco respondías mis llamadas o mis mensajes”- agregó mi hija, levantando su mirada y clavándola en la mía. –“Pero ya había estado antes. Hace un par de semanas, donde con Ignacia decidimos divertirnos con ella y Axel solo disfrutó”- confeso Vanessa, con una sonrisilla juguetona entre sus labios.
Tenía el puzzle armado, lo que me dio un pequeño alivio y a la vez no, al pensar que ahora tal vez Lily, se obsesionada con Axel. Pero no pude pensar por tanto tiempo, ya que sin esperármelo, Vanessa me abofeteó. Quedé atónito ante el golpe que me dio mi hija, el cual no fue para nada suave, pues llegó a girarme la cara a un costado. Antes de que pudiera decir algo al respecto, ella fue quien hablo, –“Eso es por preocupar a mamá y hacerla llorar. No lo vuelvas hacer, ¿ok?”- expreso con sus ojos cristalizado.
El golpe le había dolido más a ella que a mí, Vanessa jamás habría querido levantarme la mano y darme una bofetada, no obstante, me la merecía en ese momento por mí actuar. Yo solo asistí con mi cabeza, la abracé con más fuerza y le pedí perdón. Era lo mínimo que podía hacer, mientras el ardor de su palma, empezaba a desaparecer lentamente. Justo en ese momento, Axel salió del cuarto y nos vio, desconcertado por vernos ahí parado y por el ligero llanto de Vanessa.
–“¿Pasó algo?”- consultó ingenuamente, yo abriendo mis brazos, lo invito a que se acerque y se nos una. Más que nunca quería abrazar a cada uno de mis hijos, al recordar esa fría y cruel pesadilla que había tenido, en donde ellos no existían. Axel aceptó mi invitación y me abrazó junto a su hermana que también era su mujer. No me gustaba llorar delante de ellos, no porque me hiciera el fuerte o quería una imagen de un ser sin sentimiento como mi padre, sino porque prefiero compartir alegrías con ellos y no tristeza.
–“Gracias”- les susurre a ambos, dándole un beso en sus nucas. No había nada más que decir, solo fue un momento en el que un padre necesita el consuelo de sus hijos. Íbamos a regresar a donde estaban todos, cuando Axel me detuvo, porque tenía algo que preguntarme. Vanessa nos dejó a solas, lo que relajó más a Axel, al principio no sabía por qué había suspirado aliviado, pero no tarde mucho en comprender la situación, pues mi hijo me hizo prácticamente la misma pregunta que mi hermano, ¿quién era Blanca?
Yo: ¿Blanca?
Exclamé teniendo un déjà vu.
Axel: Te lo hago más fácil, papá. Aparte de la tía Camila, ¿hay otros hijos del abuelo que él no reconoció?
Yo: Sí… Si los hay…
Axel: Bruno es uno de ellos, ¿verdad?
Me quedé mudo al escuchar esa pregunta y al mismo tiempo me interrogaba cómo él había descubierto eso.
Yo: Así es…
Axel: Entonces la chica que fue a visitarme no mentía.
Murmuro algo afligido.
Yo: ¿Chica? ¿Qué chica?
Axel: Mar, la hija de Blanca y una de mis primas.
Yo: ¿Mar? ¿Mar fue a verte?
Me explotaba la cabeza al tratar de comprender lo qué estaban pensando esas mocosas. Ahora, la versión de mi hermano que Chloe fue a visitarlo, parecía cuadrar mejor, si Mar hizo lo mismo con Axel. Además son tan guarras que no me era imposible imaginar que tras presentarse, se hayan tirado a su tío y primo respectivamente.
Axel: Sí, bueno, larga historia. Pero me dio esto y me dijo que era un regalo para el abuelo.
Manifestó sacando una especie de cuadro pequeño envuelto en papel de regalo. Sin verlo, ambos sabíamos que dentro de ese envoltorio estaba la forma de acabar con la hipocresía de mi padre. Quise tomarlo, sin embargo, Axel no quiso soltarlo, porque sabía que yo iba a dárselo a mi padre, en el fondo, pese a todo el trato que le daba él, no quería lastimarlo. –“Hijo…”- balbuce, –“No vale la pena papá”- contesto él. Aun cuando me dijera eso, yo quería el cuadro e ir a dárselo a mi padre, quizás para acabar con toda esta mentira de una vez y enfrentarlo, como debí hacerlo hace unos meses, desde que supe la verdad.
Manteníamos la disputa, por quien se quedaba con el cuadro y todo término cuando April apareció. –“¿Qué pasa?”- pregunto, en ese instante, mi hijo aflojó por la sorpresa y yo me hice dueño de ese regalo. –“Nada, solo que Axel no quería darme el regalo que le enviaron sus otras nietas a mi padre”- dije dándome la media vuelta y caminando hacia donde él se encontraba. –“Mamá, detenlo”- expreso Axel, con cierta desesperación, –“Tom, ¿estás seguro?”- interpelo ella, sosteniéndome del brazo.
–“Sí”- murmure, convencido en mi decisión, ella me soltó y camine hasta donde se encontraba mi padre y los demás. –“Pero mamá”- escuchaba de lo lejos a Axel quejarse, –“Es un asunto entre tu padre y tu abuelo, yo poco puedo hacer al respecto”- dijo mi Princesa, justo cuando me paraba frente a mi padre. Él me miro con cierto desprecio, como queriendo que me fuera de ahí. –“Papá, supongo que le diste las gracias a mis suegros, por prestarnos sus cabañas, para celebrarte el cumpleaños”- fueron mis primeras palabras.
Enrique: ¿Qué? ¿Acaso ellos aún no te aceptan como el marido de tu mujerzuela?
Yo: ¿Mujerzuela?
La templanza que tenía, se fue esfumando, ante ese irónico y sínico hombre.
Enrique: Oh vamos, no es necesario que lo ocultes o niegues más, hijo. Ya todos saben que tu esposa se ve con otro.
Yo: Te equivocas y te exijo que le pidas perdón ahora mismo.
Enrique: ¿Por qué? ¿Por decirle zorra? Pero si eso es, Tomás. Abre los ojos, acéptalo, no debes sentirte mal, por tener una puta como mujer, que le abre las piernas a un negro, porque eres incapaz de complacerla.
Manifestó con un tono burlesco que me hizo perder toda la paciencia.
Yo: De dónde te montas esas historias, él solo es el doctor de April, viejo degenerado.
Enrique: (Ríe) Su doctor… Y se junta con ella en las noches. Solo acepta tus cuernos hijos.
Yo: Por última vez, pídele perdón.
Enrique: No lo haré, cor…
Yo: ¡¿Por qué crees que todos somos igual que tú?! ¡Unos hipócritas de mierda!
Exprese, dejando toda esa sala en silencio, ningún murmullo por alguno de los presentes.
Yo: Me engañaste por tanto tiempo, pero ya no, sé quién eres realmente. Ya no siento lastima por ti, ni me siento miserable, por haberme cogido a mamá.
Más de una persona quedó asombrado y confundido con lo que acababa de decir, pero eso no me detuvo. Él me había provocado a montar esa escena, después de haber ofendido a mi mujer.
Yo: Has hecho tanto daño, que no te mereces que te celebremos nada y aun así lo hacemos, porque somos una panda de masoquistas, feliz cumpleaños, papá.
Le di el cuadro, él lo tomó y sin decir nada, lo abrió, viendo lo que era evidente, una pintura, un retrato en donde salíamos los 5 hermanos. –“¿Qué es esto?”- se dignó a consultar el viejo, –“Somos todos tus hijos. Ojala hubieras tenido los cojones, para decirnos que teníamos tres hermanos más. Que tuviste dos romance fuera del matrimonio y que te aprovechaste de una inestable Isidora”- concluí, mirando a mi madre que tenía más preguntas que nunca, pero yo no me sentía preparado para responder nada.
–“Dele una explicación a los presentes, señor Enrique. Dígale a todos, quién es realmente y de paso le pide disculpa de rodilla a mi mujer, porque su único error es amarme tanto, que hasta me perdona cuando más la cago, como haberle sido infiel”- exclame, sintiendo un desahogo enorme, me había quitado un peso que me había torturado por meses, que se sintieron años o una eternidad. No obstante, papá lejos de reconocer sus pecados, se rio como si todo fuera una broma y hasta tuvo el descaro de tirar el cuadro al suelo.
Me di cuenta que para él, ninguno de sus hijos, le importaba lo más mínimo. –“Ok… Entonces, yo no tengo nada más que hacer aquí”- agregué, dándome la vuelta, sintiendo la necesidad de estar solo e irme lejos. Sin decir algo, tomé la moto y me puse a conducir, mientras me alejaba de ese lugar, más tranquilo me sentía y era libre de llorar todo lo que quería por el egoísmo de mi padre. Todo se eclipsó dentro de mí, no me di cuenta en donde estaba hasta que me saque el casco.
El viento soplaba de forma amigable, me invitaba a reflexionar, después de todo lo que había vivido. Sin embargo, como un niño pequeño desilusionado porque su padre no estaba presente en su cumpleaños, desprendí un par de lágrimas de dolor. Me cuestionaba el porqué lo hacía si sabía cómo era mi padre, pero en el fondo de mi corazón, esperaba que él dejara de lado su tonto orgullo y egoísmo, para dar inicio a una nueva relación de familia.
Si él no fuera mi padre, le hubiera dado un golpe, por haber insultado a mi Princesa. Incluso lo pensé por un segundo mientras lo encaraba, las ganas no me faltaron, pero él era mi padre, y yo jamás le voy a levantar la mano. Quebrado, me senté en el suelo y llevé mi rostro hacía mis rodillas flexionada, dejando salir más lágrimas. Debía estar feliz porque había solucionado todo con mi mujer, aun así, no dejaba de sentir una amargura que me abrazaba y me hundía.
El pelear con papá siempre me generaba eso, pero en ese minuto todavía más, porque ya nada volvería a ser como antes y sin que él renuncie a su falsa imagen, hablarle era imposible. Entre más pensaba más caía en la desolación, hasta que sentí los cálidos brazos de mi esposa, quien se quedó callada, porque sabía que con solo su presencia, bastaba y sobraba. –“Pri-Princesa… Sé que todo esto te parece extraño o una broma de mal gusto… Pero así de raro y melodramático soy… Te dije hace 21 años y me sorprende que me hayas soportado desde entonces”- afirmé, agarrando su mano.
–“Y yo te dije que, tal vez no fue el mejor inicio pero algo en mi interior me decía que debía trabajar contigo y así poder conocerte. Luego me trajiste a este lugar y nuestra historia inicio. Hemos tenido altos y bajos momentos como todo matrimonio, pero nunca uno tan malo, como el que empezó cuando me enteré que tenía cáncer”- dijo ella, sacando mi rostro de mi escondite, para que la mirada a los ojos y nuestros labios se tocasen tiernamente.
Yo: Perdón, Princesa… Perdóname por ser un ciego y haberte traicionado de la forma que lo hice.
April: (Sonríe) Los dos nos equivocamos, no debí ser distante ni fría contigo. Cuando quise reaccionar, ya mirabas distinto, dejé de ser tu centro de atención y desde que ya no me besabas, supe que ella no era un pasatiempo, sino que te había robado el corazón.
Yo: N-no… Te…
April: Ssshh… No tienes que explicarme nada. Aun sabiendo quién era ese nuevo amor que me ocultabas, decidí hacerme la tonta. Porque creí que a su lado, serías feliz y prefería verte sonreír, antes que angustiado por mi culpa.
Sus palabras, calaban profundamente en mi conciencia y a pesar de que ella no quería buscar hacerme sentir mal, era inevitable que no lo hiciera.
April: Pensé en dejarte ir Tom… En desaparecer de tu vida, para que tú fueras feliz con quien ocupaba el lugar que siempre he ocupado yo en tu corazón. De hecho, si Rosita no te cautivaba, ya tenía a la candidata perfecta para ser mi reemplazo, pero entonces, me encontré con Celeste. Ya es abuela, pero aún sigue conservando su belleza, aun cuando su cuerpo ha ido marchitándose por la edad.
Yo: ¿Celeste?
April: Sí, tu casera y primera obsesión. Hablar con ella me hizo bien, me hizo regresar al pasado, cuando éramos apenas unos chavales y tú no sabías relacionarte con otros. Entonces, lo comprendí, yo no puedo vivir sin ti, por eso me niego a renunciar a ti.
Confesó, con sus ojos cristalizados. Un profundo silencio se apoderó de los dos, me temblaba la mandíbula y con mucho esfuerzo me arme de valor, para no callar lo que sentía.
Yo: Sabes, anoche me encontré con Isidora. Dejamos todo en el olvido y pude comprobar con mis propios ojos, que se esfuerza para limpiar su mala imagen. Entonces me di cuenta que yo no era tan distinto a mi padre y por eso quizás ahora lloro, porque casi perdí todo lo que quiero, por mi egoísmo y orgullo.
April: Tom, tú no eres igual a él. Tú eres valiente y esa es la cualidad por la cual me enamoré tan rápidamente de ti. A diferencia de tu padre, tú tienes huevos, para confesar que la cagaste, de que estuviste con otra a mis espaldas y no me dejaste disfrutar cómo se la metías (ríe brevemente). Así que no llores más amor, porque yo estoy feliz de haberte conocido y elegido, y si reencarnada o nos separan, te volvería a buscar, porque no puedo ser feliz sin ti.
Nos dejamos llevar por ese momento tan romántico que se estaba dando entre nosotros, nuestros labios se fundieron en un beso largo y acalorado, nuestras manos desnudaban nuestros cuerpos, para que pudieran abrazarse y compartir su calor, aroma y sudor. Ver su pancita ya redonda, me llenó de ternura, ella para que no me distraiga de nuestro intimo momento, me levantó el mentón, para que la mirada a los ojos, sus ojos de fiera que solo quería que la observada como mi voluptuosa y ardiente mujer.
Su saliva melosa me recordaba porque sus besos eran mis favoritos, un sabor único y estimulante, mezclado con la dulzura de ella misma. Sonreímos como dos chavales que estaban haciendo una travesura. Mis manos sobaban esa colita sedosa, de la cual ya había olvidado, lo maravillosa que era magrearla. April soltaba pequeños suspiros, a la vez que con sus dedos toqueteaba mi palanqueta que estaba totalmente erguida y lista para batirla, como de costumbre.
Por su mirada fija en mi verga y su cuerpo tembloroso, era consciente que ella se moría de ganas de coger, pero algo le impedía dar el último paso. Con lo torpe que fui, ni siquiera me di el tiempo de averiguar qué tratamiento le estaban realizando, por su cáncer. Quizás era aquello lo que la estaba limitando. Yo no quería presionarla, sin embargo, antes de que pudiera articular alguna palabra, ella fue descendiendo cuidadosamente, hasta dejar mi tranca entre medio de sus dos tetazas.
Sentir el calor abrazador de esas dos bolas de carne, me regresó al cielo, después de haber enfrentado al mismo infierno. Pasando su lengua por sus finos labios, se preparaba para engullírsela toda. Abriendo su boca, envolvió mi glande y paso alrededor de él su suave lengua, mientras me miraba a la cara, con una inocencia y picaría única. –“¡Jo-Jodeeeeeeerr…! ¡Dios mío, qué bien lo haces amor!”- balbuceé eufórico, al experimentar una mamada de ella otra vez.
Sin pronunciar alguna palabra, fue devorando mi polla, pasando su lengua en círculo alrededor de ella, hasta que la hizo desaparecer por completo dentro de su boca. –“Uuuuuufff… ¡Diooooossss!… ¡¡Sí, sí…!!”- exclame, mirando al cielo y sujetando con mis manos su cabeza. Tenía la impresión que mi falo se estaba derritiendo dentro de su garganta y al mismo tiempo parecía de unos espasmos que me hacían delirar y bramar de la forma más obscena posible.
–“Y dime amor, ¿quién te la chupa mejor?”- pregunto, relamiéndose y sonriendo coquetamente. –“¿Rosita o yo?”- añadió, arañando mis huevos. Notaba curiosidad, excitación y celos en su tono, y ante mi silencio, lo último se fue percibiendo más por su ceño fruncido. –“¿Tan bien lo hace esa zorrita?”- interpelo, abrazando mi verga con sus tetas y pajeándome. –“Sí…”- contesté tragando saliva, –“Pero tú me estás recordando ahora mismo, que estás en otro nivel, Princesa”- complemente.
Ella al escuchar esa afirmación por mi parte, se puso feliz y sonrió de manera triunfante. Sin darme un respiro, continuó masturbándome con sus senos, lo hacía de manera sutil y elegante, cada movimiento era mejor que el anterior. Agarrándome del pasto, aullaba de lo bien que me hacía sentir, no mostraba resistencia ante sus travesuras, dejaba que April me hiciera todo lo que le plazca o se le pasara por la cabeza. Mi pulso estaba acelerado y sentía mi garganta seca de tanto jadear.
April se mordió los labios, pues estaba a nada de soltar toda mi carga sobre ella. Antes que lo hiciera, comenzó a relatarme, cómo se percató de mi romance con Rosita y por qué no dijo nada. Era evidente que engañarla a ella era casi imposible, además no fui del todo cuidadoso, es decir, hay que ser imbécil para invitar descaradamente a tu amante a tu propia casa y con tu mujer acechando.
April en vez de odiarme y sentirse triste por mi traición, ella sintió un pequeño alivio, de saber que por lo menos la engañaba con alguien que estaba en su lista. Además no podía culparme según ella, porque me descuidó, dejó que cualquiera me engatusada e inconscientemente eso buscaba con su actitud tan fría, que me enamorada de otra. Aquello me dejó algo helado, pero sabiendo cómo era April, no me costó mucho aceptar que pensara de esa forma.
Igualmente, era imposible detenerse a pensar, al estar alucinando por esa maravillosa paja que me regalaba con sus pechos. Tras explicar cómo descubrió mi adulterio, le dio una suave y rápida lamida a mi glande, haciéndome estallar como un volcán y soltar un fuerte gemido de satisfacción. No sabía de donde había sacado tanta esperma, pero le dejé la cara embarrada. Ella con sus dedos tomaba el semen que había en su bello rostro y lo llevaba a su boca de la manera más guarra posible.
Ver como jugaba con su dedo, lo rodeaba con su lengua y saboreaba mi leche, hizo que nuevamente se me colocara dura. –“Dios… Sí que estás animado amor. Parece que Rosita al final no es capaz de satisfacerte como lo hago yo”- manifestó, mordiendo su labio inferior y con su mirada clavada en mi polla erecta y venosa. –“Estás de suerte, cariño. Porque estoy sedienta y solo quiero tu cremosa leche”- agrego, atrapando la cabeza de mi pene y limpiando el resto de semen que había.
Los movimientos de su lengua eran lentas y delicadas, como si estuviera pintando sobre mi verga. No sentía para nada sus dientes, una cualidad de la cual ya me tenía acostumbrado, pero de forma intencional en un segundo a otro, percibí el raspón de sus dientes. En vez de molestarme, gocé como un masoquista, esa ligera mordida. Con sus dedos empezó a estrujar mis bolas, apretándolas como si exprimiera un par de limones. Tomé eso como mi castigo por haberle sido infiel.
Sabía que no era el mejor momento, pero por unos breves segundos, por mi cabeza rondó la imagen de tener tanto a April como a Rosita al lado mío, compartiendo mi verga. Aquello hizo que se me colocará todavía más dura y que expulsara un par de chorros de líquido preseminal. –“¿En qué estarás pensando?”- exclamo mi mujer, pasando su lengua por mi glande, para limpiar aquel resto de semen que había soltado. –“En que tú y Rosita, me comen la polla, como buenas amigas”- me dije a mí mismo, bufando.
Ella continuó mamando con un gran ímpetu, mientras que yo levemente comenzaba a mover mi pelvis. Poco a poco, fui tomando más ritmo y empecé a follarme la boca de mi mujer. Ella parecía no molestarle eso, al contrario le estaba encantando y anhelando que la cogiera como sabía hacerlo. Agarrándola del cabello, fui dando unas estocadas profundas en su garganta. Todo mi cuerpo se regocijaba de satisfacción mientras aumentaba el coro de mis jadeos.
Por más que me hubiera gustado continuar, llegué a mi límite, bombeando toda mi descarga dentro de su boquita. April no dejó que ninguna gota saliera de sus labios y como la experta que era, tragó todo gustosamente. Me quedé sentado, respirando de manera agitada en tanto mi esposa se saboreaba la boca, haciendo unas burbujas entre sus labios con su saliva mezclada con mi semen. –“Sabes amor, mientras esté con el tratamiento del cáncer, será muy difícil que tengamos sexo continuamente como antes”- dijo sentándose en mis piernas y colocando mi tranca entre sus glúteos.
–“De hecho, puede que no lo hagamos hasta que nazcan los niños, me operen y me recupere”- añadió con el fuego de la lujuria en sus pupilas. –“Pero no puedo estar sin coger por más tiempo, así que quiero que me des un buen polvo, que me haga sentir satisfecha hasta que pueda volver hacerlo contigo”- concluyo, mordiéndome los labios y encendiéndome una vez más. Mi polla se puso como una roca, lista para complacerla y hacerla ronronear.
Acomodándome, perfilé mi pene hacía su orificio anal. De manera lenta, fui ensartando mi polla en su interior. April me raspó los hombros con sus uñas, al sentir cómo mi daga se metía cada vez más adentro de ella, acompañado de un largo jadeo en donde resaltaba la última vocal de mi nombre. Cuando al fin tenía toda mi verga dentro de ese abrazador y acogedor agujero, mi Princesa me miro a los ojos y me beso, moviendo ligeramente sus caderas, queriendo brincar, pero parecía no tener la suficiente fuerza para hacerlo.
Sosteniéndola desde sus muslos, fui dando unos pequeños golpes en su recto, los que la hicieron aullar de gusto. –“¡Más!, ¡dámelo todo, Tom!”- exclama ella, en jolgorio. Sin poder resistirme a sus lascivos deseos, fui dándole todo lo que tenía, se lo metía fuerte y duro en su ano, que con esos meses en donde habíamos dejado de tener sexo, parecía haberse vuelto más estrecho de lo que era. –“¿Te gusta cómo te lo hago amor?”- pregunté, mordiéndole sus pezones duritos.
April: ¡¡Sí, sí, sí…!! Me encanta, mi amor. Reviéntame el orto, como lo hacías con esa negra.
Expreso arqueando su espalda y clavando sus uñas en mi piel, mientras se corría.
April: No te imaginas, cuanto la envidio, por estar disfrutando de ti, todo este tiempo.
Yo: Y ella te enviaba por ser mi mujer.
April: (Ríe) Al parecer, somos igual de perras. Una lástima que no seamos capaces de compartirte.
Susurro, casi como si no quisiera que la escuchada, pero con solo escucharla, mi mente maquino, lo que sería un trío con ellas dos. Aunque fuese una fantasía, por unos breves segundos se me hizo muy real. El tener a ambas en cada uno de mis costados, con sus pieles tan contrastantes, mientras ordeñaban con sus delicadas manos mi verga. Al despertar de ese candente sueño, me centré en hacer disfrutar a mi mujer, no debía perder el tiempo fantaseando con algo que jamás iba hacerse realidad.
April: ¡¡Ooohhh… Toooom…!! ¡Qué bien se siente, joder!
Yo: ¿Ah sí? ¿Tanto te encanta tener mi polla embistiendo tu culito?
April: ¡Tú mejor que nadie, sabes que adoro tener tu vergota ensartada en mis hoyitos!
Yo: Y yo adoro ensartártelo en tus hoyitos. ¡Uuuufff… Vaya culo más rico que tienes amor. Me había olvidado de lo delicioso que se sentía clavártelo por el culo!
Manifesté, batiéndola con más fuerza. Mi cabeza me daba vuelta por el frenesí que estaba viviendo, al mismo tiempo que guardaba con mucho cariño aquel momento. El cual no se iba a repetir tan pronto. Estaba llegando a mi clímax, cuando ella quiso que cambiemos de posición. Se colocó en modo perrito, y se la metí toda, hasta la última pulgada de mi falo. Al hacerlo una electrizante corriente se paseó por mi espalda, erizando mis vellos. Estrujando sus danzantes tetas, fui metiendo y sacando mi polla de su ano.
Ese mágico y acalorado encuentro parecía acabar con otra densa corrida mía. Besándonos, nos decíamos mil cosas como dos adolescentes que se juraban amor eterno. Había quedado totalmente exhausto, pero April parecía tener el espíritu de una loba insaciable y no me dejaba echarme en el suelo para descansar. Lo peor es que, mi verga seguía rígida al estar entremedio de esos dos pomposos glúteos. Por lo que mi Princesa, no me creería que me encontraba fatigado.
Había olvidado por un momento que ella se colocaba así de cachonda cuando estaba embarazada. Era una verdadera depredadora y mi pobre miembro su juguete del que no se iba a aburrir hasta que estuviera totalmente muerto y seco. Su pubis chorreaba fervientemente sus juegos, sus delgados brazos me abrazaban en forma de cruz y asombrosamente podía sostener mi cuerpo inerte. Ella lamía, mordía, chupaba y besaba mis hombros, cuello y pecho, como si quisiera borrar todas las marcas de Rosita en mi cuerpo.
Su aliento sofocante, se colocaba por mis poros, mientras yo era solo un espectador de su voraz apetito sexual que había estado reprimiendo. –“Ca-cariño, démosle un descanso a Lucas y León”- le dije casi exasperado y al borde del colapso. Y al parecer mis palabras sirvieron, pues se detuvo, aunque no me dejaba todavía caer al suelo. –“¿Lucas y León?”- murmuro con su angelical voz, –“¿Cómo sabes que así quiero que se llamen los gemelos?”- interpelo, clavando su mirada en la mía.
–“I-intuición”- balbuceé tímidamente, aun no quería confesarle sobre mi pesadilla, ya que ni siquiera me había dado el tiempo para reflexionar sobre ella. Y como era de esperarse, esa respuesta no convenció del todo a April, sin embargo, de manera fortuita fuimos interrumpidos. Aquel lugar que fue mi guarida en mi etapa universitaria y que solo compartí con mi Princesa, ahora era un punto de encuentro de un grupito de amigos, los cuales al encontrarnos quedaron tiesos y casi sin habla.
–“Pro-pro-pro-fe-profe April”- tartamudeó una de las chicas, ruborizada pero sin dejar mirarnos. Ella al escuchar su nombre, se volteó pero en vez de asustarse o avergonzarse por ser vista desnuda y en esa posición, se cachondeó aún más. –“Vaya, pero si son mis estudiantes. ¿Qué pasa chicas? ¿Están asombrada por encontrarme así o por mi guapo marido y su rica, grande y gorda polla?”- manifestó, tomando mi tranca con una de sus manos y acariciándola suavemente.
Ninguna de las muchachas dijo algo y los tíos estaban entre excitados e decepcionados. Ellos de seguro le habían dedicado más de alguna paja a mi mujer y atesorarían esa imagen, pero de seguro deseaban que no estuviera yo en ella. –“¿Quieren darle una probada?”- dijo April, ya poseía por su libido y azotando mi pene como si fuera una goma. –“Pr-Prin… Princesa, esto está yendo muy lejos”- le susurre, esperando que volviera a la normalidad.
–“Lo sé. Solo quería presumirte”- afirmó, con una sonrisa pícara en sus labios. –“Ahora dame de tu savía”- complementó, mientras volvía a colocar mi miembro dentro de su colita preciosa. Joder, a ella no le importa que sus estudiantes nos vean follar y que nos graben, ni que la imagen que ahora tuvieran de ella fuera de una perra. Al tener toda mi tranca en su interior, soltó un bramido excitante, dándome la fuerza necesaria, para acompañarla en esa locura.
Su culo se meneaba a un ritmo espectacular y estaba seguro que para los testigos, era una delicia verlo moverse de esa forma tan obscena. –“¡¡Aaahh… Cariño, que verga más rica tienes!!”- expresaba ella, jugando con su cabello rubio y regalando una nueva postal a sus alumnos, una en donde sus desorbitantes tetas se balanceaban de arriba abajo por cada una de las penetraciones. –“¡¡¡Aayy… To-Toommyyy… Me vengo!!!”- exclamó, afirmándose en mis hombros y arqueando su espalda.
Sentí cómo su ano se aferró más en mi polla, mientras todo su cuerpo sufría de espasmos y temblores, hasta que finalmente se corrió. Recién en ese instante, vi en su rostro que estaba saciada. Yo no resistí por mucho tiempo más y acabé eyaculando, esta vez mucho más corto que las otras veces y es que en verdad me había vaciado las pelotas. Tras el espectáculo que le habíamos ofrecido a esos chavales, nos vestimos para irnos, pensé que al no estar bajo el impulso de su deseo sexual, iba a actuar con timidez, pero no.
Mi mujer seguía igual de jocosa y sonriendo les preguntó una vez más a las chicas, si querían probar mi pene. Cuando regresamos a casa, lo primero que hice, fue ir a devolver la moto al hijo del vecino y luego entré a la casa, encontrándome con mis hijos, cuñadas, mi sobrino y su futura mujer. Mi Princesa me tomó de la mano y Vanessa que tenía a Simón, nos los entregó con una sonrisa. Los dos cargamos a nuestro hijo menor, para que un par de segundos, fuéramos rodeados por un gran abrazo.
La vida de mi familia en general se vio muy afectada, después de que se supo la verdad de la vida oculta de mi padre. Mamá durante los primeros días se le vio muy confundida con la noticia. Por mucho tiempo ella vio a su esposo como alguien frágil y con el que la vida había sido injusto, desconociendo quien era en realidad. Al saber de sus secretos, ya no sabía qué pensar, después de estar cerca de una semana, sin hablarle a papá, decidió conocer a Blanca, Camila y Bruno.
Por otro lado, mi hermano también se vio afectado pero más que nada al haberse involucrado con Chloe. Le resultaba difícil interactuar con Blanca, más si nuestra sobrina mayor estaba presente. Tanto con Camila y Bruno, hablaba con más naturalidad y no tardó en hacer buenas migas con ellos. Hablando de Bruno, durante esta última semana hemos estado preparándolo a él y a Agustina, para un posible reencuentro con Isidora, además de evaluar con mi cuñada el momento perfecto para confesar su último secreto.
Camila en tanto, regresó para tener sus terapias con April, ahora que el secreto de mi mujer, estaba a mi conocimiento, ella podía atender a mi hermana como correspondía y ayudarla a superar su trauma. Sería un camino largo, pero con paciencia y motivación, Camila iba a poder llegar a superar su fobia, porque mi Princesa, no solía dejar los trabajos a medias.
Tras el anuncio de su matrimonio, Félix y Lorena, me escogieron como el padrino de la boda, algo que me cayó de sorpresa, pues imaginaba que tal vez, Lorena, querría a alguien más íntimo a ella, como lo era Eduardo. Acepté con mucho gusto y a los pocos días, me comunicaron que serían padres. Todo le estaba saliendo de lujo a mi sobrino, ya que no solo en el amor estaba bien, pues comenzó a trabajar en una empresa donde le pagan bien y no lo sobreexplotan.
Alexander finalmente comenzó a salir de manera oficial con Bella, algo que me alegró, ya que había superado a Lucia y principalmente a Teresa finalmente. Aquella imagen de irreverente no cambio mucho, pues ya era parte de su personalidad, no obstante, al lado de su nueva compañera, empezaría a actuar con más responsabilidad y madurez. Lo primero que logró Bella, es que dejara el cigarrillo, ni siquiera ella tuvo que pedírselo, él mismo se dio cuenta que ya no valía la pena seguir envenenándose con la nicotina.
En tanto mis hijos, qué puedo decir de ellos. Axel y Vanessa me harán abuelo, bueno, en realidad es Ignacia la que está embarazada, pero dado a que prácticamente ellos dos son la pareja de la hermana de mi mujer, vale decir que ellos me harán ser abuelo. Vanessa aún no planea quedarse embarazada, tiene otras cosas en mente, antes de querer dar a luz a un niño, más al saber que su madre tenía cáncer. Ella fue la segunda persona en enterarse aquello, ya que la primera fue Lucrecia.
Mi cuñada fue el gran apoyo emocional de mi mujer durante todo ese tiempo en donde calló y guardó silencio sobre su enfermedad. Sin duda, estoy agradecido con Lu y ahora entiendo más que nunca, la razón de su distanciamiento durante todos estos meses con la familia, pues no iba a soportar la presión de mentirnos, por lo que mantenerse lejos era la única opción para apoyar a su hermana como esta deseaba. Axel e Ignacia fueron los terceros y cuartos respectivamente en enterarse del cáncer de April.
Benjamín era el único de nuestros hijos que no sabía qué le pasaba a su madre, mientras que Josefina y Diana se enteraron por Ignacia, pero ninguna era capaz de hablar del tema. Cuando llegó el día en revelarle la verdad a Benja, quedó desolado, rompió en un largo y exasperante llanto, una reacción natural. Lo abrazamos e intentamos de hacerle entender que no sería el final, sin embargo, de todas maneras le tomó un par de días poder asimilar todo.
Las cosas también han cambiado para mí, y es que después de un mes, finalmente he tenido los cojones para encontrarme con Rosita. Mi intención era bastante simple, solo quería pedirle perdón por todo y desearle lo mejor en su vida de ahora en adelante. Eso era lo que tenía planeado hacer, pero el discurso se me olvido cuando la vi entrar en la cafetería. Lucía radiante y bella, con un vestido largo de color blanco con flores amarillentas y un descote divino en sus pechos.
Ella se sentó, tratando de mantener la distancia conmigo, pues le resultaba incomodo verme. La historia que habíamos escrito no era para nada corta para actuar con normalidad y tan cariñoso. Por lo mismo, esperaba una actitud más fría por su parte, sin embargo, por su nerviosismo, ella se comportaba tímidamente. Cosa que me descolocaba, porque me contagiaba a mí, por esa misma inquietud, las palabras que quería decirle se esfumaron y me quede en silencio sin saber qué hacer.
Tampoco sabía a dónde mirar, ya que si agachaba la mirada hacía el piso, aumentaba mi ansiedad, al igual si quería mirar por alguno de mis costados. Si la veía de frente, recordaba los besos y caricias que nos dimos, además, le resultaba imposible a mis ojos, no apreciar su escote y perderme en esos melones de chocolate. –“Así que…Tu mujer tiene cáncer”- dijo rompiendo el hielo que por más de 5 minutos se mantuvo entre los dos. –“S-sí…”- contesté de manera escueta, tratando de calmarme.
Rosita: También escuche, que está embarazada. Felicidades.
Expreso, ya más tranquila y regalándome una sonrisa que me cautivaba.
Yo: G-gr-gracias…
No era capaz de formular una frase, solo palabras sueltas. Pensé que me quedaría así y al final no podría decirle todo lo que había ensayado en mi cabeza, horas antes a nuestro encuentro. Lo que me frustraba, no obstante, ella me tomó las manos y con ese simple gesto, sentí que todo lo que me presionaba, desaparecía.
Rosita: Oye, tú no tienes la culpa de nada. Fui yo quien te busco en primer lugar, así que tranquilo, yo no te odio y jamás lo haré.
Yo: Pe-pero…
Rosita: Pero nada. Yo era consciente que un escenario así podía darse, siempre lo supe, aun así quise arriesgarme, quise intentar tener algo contigo y no me arrepiento.
Manifestó con sus ojos algo cristalizado.
Rosita: Sabes… Si yo acepte juntarme contigo, es porque quería decirte algo importante.
Yo: ¿Algo? ¿Qué cosa?
Rosita: Verás… La última noche que compartimos… Yo… Yo… Yo me quedé embarazada.
Declaró, dejándome helado y estupefacto. Si antes ya me costaba formular palabras, en ese instante, no fui capaz de decir algo al respecto. La última parte de su afirmación, se me repitió una y otra vez en el subconsciente.
Rosita: Yo… Yo no voy a extorsionarte o pedirte que te hagas cargo de nuestro hijo. Solo quería que lo supieras, porque creo que es lo correcto. Así que no te preocupes, voy a desaparecer de tu vida, junto a mi bebé y no sabrás nada de nosotros, nunca más.
Dijo, agachando la cabeza, como si a mí, no me importada en lo más mínimo, el pequeño fruto que crecía dentro de ella. Mi rostro atónito, pasó a ser uno lleno de dicha y con una sonrisa de oreja a oreja.
Yo: ¿De qué hablas Rosita? ¿Cómo que te vas a ir? Yo quiero, estar al lado de nuestro hijo. No voy a desconocerlo, porque ese tipo de hombre no soy yo.
Rosita: Pe-pero ¿y April?…
Yo: Mi Princesa, jamás me perdonaría, si permitiera que te fueras y no reconociera a nuestro bebé.
Rosita me abrazó con fuerza y rompió en llanto, uno de felicidad. De seguro pasó noches torturándose con la idea de que iba a pedirle que se fuera, que no me haría cargo del niño y había elegido estar con mi mujer. Una cosa era que eligiera a April sobre ella, pero no era igual a mi padre, que iba a desconocer a mis hijos fuera del matrimonio. Yo me había metido con ella y si no quería dejarla embaraza, pude haber usado condones, algo que no hice, por eso tenía la responsabilidad de hacerme cargo del bebé y reconocerlo como se debía.
Mientras la abrazaba, no podía evitar sonreír por la noticia y embriagarme con su aroma seductora. Entre más olfateaba, más excitado por ella me sentía. Sabía que no era correcto, pero ya no pensaba con claridad, por lo que al separarse mí y mirarme a los ojos, no pude detener mis impulsos lascivos y besarla. Ambos sabíamos que estábamos cometiendo una locura, que no podíamos hacer eso y aun así continuamos. Mi mente se eclipsó por unos minutos, no supe qué hice, pero cuando todo parecía alumbrarse dentro de mí, ya era tarde para detenerme.
Me encontraba en el departamento de ella, en su cuarto, desnudo y deleitándome con su voluptuosa figura ébano. Le daba besos fogosos que quedaban marcados en su piel oscura, y cuando me entrelazaba con su lengua, sentía que se me derretía la boca, como un algodón de azúcar. Rosita estaba más sensible que de costumbre, con solo sobar su cuerpo, gemía con fuerza, pero al mismo tiempo, daba la impresión de estar más insaciable que nunca.
Le di unas tiernas lamidas en el largor de su rajita, acto que la hizo aullar de placer. Sus dulces jugos, hicieron un destello en mis glándulas gustativas. Quería saborearlos por una eternidad, sin embargo, solo bastó un par de lengüetazos más, para que ella convulsionara. Regresando a su boca abrasadora, seguí explorando su silueta con mis manos, hasta que me detuve a magrearle la cola y dilatar su esfínter. Una vez que le tenía listo su recto, comencé a follármelo como un demente, uno que no había follado por años.
Sus desgarradores jadeos y sus arañazos, me estimulaban más para proseguir con esas brutales embestidas que le daba en el culo. Mi verga entraba con furia hasta lo más hondo de su cálido y estrecho ano, y la retiraba con más suavidad hasta dejar solamente mi glande metida en esa cueva trasera. Entre chillidos y bramidos, Rosita me pedía por más y me imploraba para que se lo hiciera más fuerte. Morreándome con ella de la forma más guarra, aumente mi ritmo, para complacerla.
Su ronroneo era música para mis oídos, sin aguantar por mucho tiempo más, terminé eyaculando una inmensa y cremosa esperma. Corrida con la cual pinté su cuerpecito negro. Me quedé tumbado a su lado, con la cabeza dándome vuelta, pero consciente de lo que hice. Me quedé callado hasta que ella quebró el silencio, –“Supongo, que esto es la despedida”- afirmo, raspándome el pecho con sus largas uñas y mirándome fijamente. –“¿Despedida? No, amor. Esto no es más que el inicio de nuestra nueva relación”- le contesté.
Anonadada me miro con incredulidad, incapaz de balbucear alguna palabra. Tal vez pensaba que la estaba tomando el pelo, que era imposible que ahora quiera estar con ella y dejar a April. En cierto modo, estaba en lo correcto, era imposible que dejase a mi Princesa, no obstante, eso no quería decir que no pudiera estar con ella también. –“Desde hoy vas a vivir con nosotros. Yo me haré cargo de tus gastos y criaremos a nuestros hijos los tres juntos”- dije, generándole más dudas que respuestas.
Rosita: ¿Los tres?
Yo: Sí. Tú, April y yo.
Rosita: ¿April? ¿Tú crees que April va a permitir algo así?
Yo: Claro, al solo decirle que estás embarazada, ella comprenderá la situación y va a estar encantada con la idea. Te lo digo con total seguridad, porque conozco perfectamente a mi Princesa.
El rostro de la chica pasó a ser uno lleno de felicidad.
Rosita: ¿Hablas en serio?
Preguntó, sin creer lo que le decía.
Yo: Muy enserio mi amor, pero solo si tú quieres.
Le dije, acariciándole ligeramente su espalda.
Rosita: Claro que quiero, aunque explícame un cosa.
Yo: Dime.
Rosita: Si voy a vivir contigo y April, me transformaría en tu segunda mujer, ¿verdad?
Yo: En teoría sí.
Rosita: Lo que quiere decir que, ¿puedo coger contigo cuando me de la gana?
Al escuchar esa frase, solté una pequeña risita, por lo picara y traviesa que era esa chica.
Yo: Puedes, pero ya te digo que con dos hembras como tú y mi esposa, me va ser difícil hacerlo todos los días.
Rosita: Yo confió que lo harás, papito. Solo mira lo dura que la tienes, de seguro ya estás pensando en las guarradas que nos vas hacer a las dos.
Susurro, masturbándome lentamente. Le sonreí y la besé, apropiándome de esa boquita de nuevo. Todo quedó en silencio, como si no hubiera nada alrededor nuestro que hiciera ruido. Abría los ojos y me encontraba en casa, en mi dormitorio junto a April. La tenue luz de la luna se asomaba por el balcón. Me levanté para ir al baño y tras orinar, escucho a Simón gimotear. Fui hasta su habitación, lo cargue y bajamos a la cocina, mientras daba vuelta con él entre mis brazos, recordaba las verdaderas últimas palabras de Rosita.
Ella tras decirme que no se arrepentía de nuestro amorío, me confesó que se iba a los Estados Unidos. Aquello me quebró, y es que aun si no la amaba como a mi Princesa, ella había sido muy importante para mí este último tiempo. Sin embargo, era lo mejor que Rosita podía hacer, solo la felicité y le desee lo mejor en su vida, tal cual como lo había planeado en mi discurso, no obstante, antes de que se fuera, le confesé que yo tampoco me arrepentía por haberme involucrado con ella y le agradecía por haber sido mi luz por unos meses.
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Capítulo 1: http://www.poringa.net/posts/relatos/5026790/Terapia-Especial-Capitulo-I.html
Capítulo anterior: http://www.poringa.net/posts/relatos/5137710/Terapia-Especial-Capitulo-XX.html
Mis hijos salieron a recibirme con un gran abrazo, detrás de ellos, venía mi Princesa, con su melena rubia suelta, la cual el viento se encargaba de balancearlo tiernamente. Para mi sorpresa, ella vestía de manera más casual, con una calza negra, zapatillas blancas y una sudadera holgada con capucha de color rosa pastel. Sus ojos puros se clavaron en los míos y tal como la primera vez que la vi, sentí que el tiempo se ralentizó y que en esa área, no había nadie más que ella y yo.
Mi exasperante corazón se tranquilizaba, cada paso que ella daba hacía que en mi rostro una suave sonrisa se embozada. La distancia entre los dos era pequeña, pero aun así quería salir corriendo hasta donde estaba ella, abrazarla y besarla. Sin embargo, saldría de ese mundo, por un fuerte grito que pegó mi padre. Mi atención se desvió hacía lo que ocurría a metros de nosotros, todo daba a entender que quien originó el grito de mi padre, fue mi sobrino Félix, que se encontraba frente de él, con una sensual mujer.
–“Lo… ¿Lorena?”- balbuceé, recordando vagamente, que Romina me había dicho que su madre y Félix habían comenzado a salir hace un tiempo. Por un momento pensé que mi sobrino le había presentado a mi padre, a Lorena como su novia y eso no le gusto al vejestorio, que siempre fanfarroneaba por ser un hombre correcto. No obstante, a medida que veía a los demás presentes, comprendí que Félix había soltado una bomba más grande que revelar su noviazgo.
¿Qué podía haber dicho para lograr semejante reacción en los demás?, me preguntaba, aunque al mismo tiempo imaginaba que debía ser una tontería que todo los demás había exagerado, menos mis hijos, cuñadas y mujer. Rostros serios y estupefactos, rodeaban a mi sobrino que parecía colocarse nervioso y arrepentirse por haber dicho lo que dijo. La única que tenía un rostro jocoso era su hermana Lily, la cual desvió ligeramente su mirada hacía mí y me saludó levantando su mano.
Hice lo propio, para no dejarla colgada con el saludo, la hija menor de mi hermano, se había vuelto toda una mujer hermosa y vulgar a la vez. A diferencia de Chloe, ella no buscaba parar vergas con su despampanante figura, sino directamente, ser el centro de atención con prendas que no dejaban nada a la imaginación. En ese instante, ella vestía con una faldita roja que con suerte le cubría los muslos, unas medias blancas que le llegaban hasta las rodillas y una musculosa negra en donde sus desorbitantes senos colgaban sin que nada lo sujete y de hecho se podían ver a través de su escote.
En otro momento, habría llamado más que mi atención, pero en ese instante, mis focos eran dos, mi esposa y lo que ocurría con Félix. –“Papá, ¿desde cuándo sabes andar en moto?”- consulto Axel, de manera inesperada, pero me di cuenta que tanto Benjamín como Vanessa, también tenían intriga sobre eso. Lo que era normal, porque jamás les había hablado de mi pasión por las motocicletas. –“Uuufff… Desde antes que nacieras, hijo”- respondió April, parándose frente de mí, con una sonrisa nerviosa.
Ella debía estar feliz de verme bien y nerviosa por tener que enfrentarme, al saber su secreto. Aun así, el ambiente entre ambos era armonioso y para nada incómodo, quizás se debía a que ya estábamos mentalizados que debíamos hablar con sinceridad. Todo ese ambiente de paz y alegría que había en nuestro círculo, se esfumo por culpa de mi padre. –“Responde Félix de una puta vez, ¿en verdad piensas casarte con esta señora?, porque perfectamente ella podría ser tu madre”- dijo el viejo con rostro serio, pero descaradamente miraba de forma lasciva a Lorena.
–“Tampoco exageres tanto, abuelo. Lorena es solo mayor de mí por 14 años”- dijo mi sobrino, tratando de obtener la aprobación del hipócrita de mi padre. –“¿14 años a ti te parece poco? Como novia te la puedo aceptar, incluso como amante, pero como esposa no, Félix”- manifestó el viejo de manera tajante. –“Jamás pensé en colocarlo como ejemplo, pero por qué no sigues los pasos del bastardo de Tomás. Que se casó con una chica linda y de su edad”- añadió con desprecio y cierto tono de burla.
Oír que se mofaba y se refería de esa manera a mi hijo, me hizo hervir la sangre. Era consciente que a Axel, ya no le afectaba los insultos y burlas de mi padre, pero yo cada vez que lo escuchaba mofarse de esa forma de él, sentía que me clavaban un par de puñales en el corazón. Me tenía harto la hipocresía y ego de aquel hombre. Apartándome de mis niños, di un paso hacia adelante, tratando de ir a encararlo, no obstante, April me detuvo, al sujetarme de la mano.
–“Princesa”- murmure sorprendido, al sentir su sedosa mano deteniéndome. Ella movió la cabeza de lado a lado, tenía razón al detenerme porque no valía la pena perder el tiempo con ese tipo, pues por más que discutiera, él jamás iba a cambiar. Me relaje un poco y suspiré, mientras observaba como mi esposa dirigía una mirada fulminante a mi padre, el cual debió notarla, porque tras unos segundos de decir aquello, empezó a reír y paró justo cuando ella lo miró.
Ver a mi Princesa con el ceño fruncido y sus ojos asesinos, me hizo temblar a mí también, aunque al mismo tiempo, sentí orgullo y alegría que ella detuviera la risa del viejo. Acariciando tiernamente su mejilla derecha, hice que su mirada se desviara hacía mí y volviera a la normalidad. Había tantas cosas que debíamos decirnos, pero en ese instante lo único que quería era abrazarla. Y eso hice, la envolví entre mis brazos, ni tan fuerte ni tan suave, lo suficiente para percibir su calidez.
April acomodó su cabeza en mi hombro y con sus delgados brazos me rodeó con ternura. Notaba su aliento pasar por mi cuello, haciendo que mi piel se erice, como si estuviéramos los dos desnudos, en nuestra alcoba. Por esos minutos, todo lo que me rodeaba pasó a un segundo plano, y solo quería mantenerme así con ella por la eternidad. Sin palabras entremedio, nos pedíamos disculpas mutuamente de esa forma y sentí un alivio enorme, cuando la volví a mirar en sus ojos azules.
–“Perdón… Yo te amo”- susurre, besándola de la manera más tierna posible, no había lujuria por medio de ese contacto, solo el amor que nos teníamos ambos. Fue el beso que sin duda más he disfrutado en mi vida, el sabor era distinto y en mi estómago sentía un cosquilleo especial. Al separarnos, sonreímos como dos chavales que recién había confesado su amor, queríamos seguir con nuestra reconciliación con otro beso, sin embargo, Ricardo nos interrumpió.
–“Vaya, ustedes sí que saben cambiar un ambiente tenso a uno amigable”- expreso mi hermano, apoyando sus manos en nuestros hombros. –“Aunque no es de sorprenderse, si hasta a la hora de vestirse, están compenetrados”- dijo mi ex cuñada, con una copa en su mano izquierda y bebiendo un poco del vino que tenía. –“Son tal para cual, que no me los imagino separados”- concluyó mi sobrina, esa ronda de halagos. Mentiría si dijera que no me sentí para nada cómodo, con esas palabras, sabiendo que hace unos días, estaba besándome y abrazándome con otra.
Lily sonriendo me abrazó por la espalda, apoyando sus enormes pechos sobre mí, generándome un escalofrío. –“¿Qué pasa tío, te colocaste nervioso?”- exclamo ella con cierta malicia. –“Cómo no hacerlo, si me abrazas por la espalda”- le contesté templado, sin ninguna pisca de nerviosismo. Lily se rio, y a diferencia de otras chicas, en ella no veía una fijación en mí, solo ternura, como cuando era niña. Era lógico, pues no todas las chavalas iban andar detrás de mí, si no era tampoco un adonis.
De hecho, todas esas chicas con las que había estado, de alguna manera fueron impulsadas por April para que me vieran con ojos lujuriosos, o ella ayudó a crear el ambiente y escenario para que las conquistes. Todas, exceptuando a Rosita, ella fue la única en la cual April no participó. Luego de esa pequeña charla, comenzamos a compartir todos y las risas no faltaron. Me mantuve todo el tiempo, al lado de mi Princesa, agarrado de su mano, como solía ser costumbre.
Hable con Félix y Lorena, los felicité por su compromiso y para mi sorpresa, mi padre no era el único aguafiestas con que ellos estuvieran juntos. Sino también mi ex cuñada y mi madre, estaban algo disgustadas, pero a diferencia de mi padre, conversé con ellas, como un defensor del amor entre mi sobrino y la madre de Romina. Mis palabras incitaron a Vanessa, Axel y Benjamín, a intervenir también. Mis hijos, parecían ser muchos más maduros de lo que recordaba y me hizo feliz que dieran argumentos sólidos y fundamentados.
Lily también se hizo partícipe de la conversación y noté en ese instante, que su presencia generaba inquietud en Axel. Eso no era suficiente para deducir que entre ellos pasó algo, evidentemente, pero la mirada coqueta de mi sobrina hacía él, llamó mi atención y mantuve mis ojos en ellos. Desde la distancia observé cada uno de sus movimientos, incluso busque crear la ocasión para que ellos dos estuvieran a solas y comprobar si mis sospechas eran verdaderas o solo alucinaciones.
En ese pequeño lapso, me separé de April, para poder aproximarme a ellos y oír su conversación. Sin embargo, no logré hacerlo, porque apenas me separé de mi mujer, Ricardo me abordó. –“Tomás, necesitamos hablar”- manifestó, mientras fumaba un cigarrillo, –“¿Puede ser luego?”- le dije tratando zafarme de él, para ir a oír la conversación de mi sobrina con mi hijo. –“No”- respondió de manera seria, lo que me causo intriga, porque mi hermano no solía ser así.
Yo: ¿Qué pasa Ricardo?
Él antes de responderme, miro a su alrededor para confirmar que nadie estuviera escuchando nuestra conversación. En su rostro se notaba el nerviosismo, lo que me quería consultar lo estaba agobiando.
Ricardo: ¿Quién es Blanca?
Yo: ¿Bla-Blanca?
Ricardo: (Suspira) Hace unos días, una chica llamada Chloe, fue a visitarme. Ella, se presentó como nuestra sobrina y me dijo que tú la conocías, al igual que sus hermanas y su madre Blanca.
Me quede en silencio, no porque temía decirle la verdad a mi hermano, sino porque no me esperaba aquel movimiento de Chloe. ¿Cuál era el motivo para hacerlo?, me interpelé a mí mismo, mientras tanto mi hermano esperaba mi respuesta.
Yo: Ok… Antes de darte una respuesta, explícame. ¿Solo Chloe fue a verte? ¿Y puedes describírmela?, para confirmar que se trata de la misma chica.
Ricardo: S-sí… Solo ella fue a visitarme… E-e… Bueno, cómo la describo sin parecer un degenerado.
Pensó en voz alto, con una evidente incomodidad al tener que hablar de su sobrina. Si se comportaba así, es que hablábamos de la misma Chloe, solo una chica sexy, como ella podía hacer sonrojar a mi hermano, con algo tan trivial como una simple descripción.
Yo: Pelo negro, de 1,65 m, ojos de felina, curvas infernales, con tatuajes en varias zonas de su cuerpo y unas tetas casi iguales a las April. Si es así, es la misma Chloe que conozco. De personalidad no diré nada, porque al principio fue muy hija de puta conmigo y al final, terminó siendo bastante amable.
Mi hermano quedó asombrado con esos pequeños detalles que dije de ella, eso que no me esforcé en mencionarle cuantos tatuajes tenía, en qué zona, su forma de vestir, tampoco mencioné sus labios gruesos, ni la forma de su nariz.
Yo: ¿Ricardo?
Lo toqué para ver si reaccionaba.
Ricardo: S-sí… Sí es ella.
Dijo en voz baja y colocándose rojo, mientras eludía mirarme a la cara. Yo me quedé en silencio y solté una pequeña risa, porque nunca había visto a mi hermano tan inquieto por una mujer. Bueno, cuando le presenté a April por primera vez, se quedó en ese estado, aunque más que inquieto, su cara era de asombro e incredulidad.
Ricardo: S-so-solo… Solo dime si ella es nuestra sobrina y si tenemos una hermana.
Noté cierta desesperación en sus palabras por saber la verdad. ¿Habría hecho algo malo? ¿Me había mentido al respecto de que ella fue a verlo?, quizás simplemente se encontraron una noche, y no me sorprendería para nada que Chloe lo haya hecho con Ricardo. A estas alturas ya nada me sorprendía, menos de esa chica a la cual conocía perfectamente y sabía lo guarra que era.
Yo: ¿Por qué?
Murmuré clavando mi mirada en los ojos de Ricardo.
Yo: ¿Por qué tan nervioso hermano? ¿A caso te cogiste a tu sobrina?
Respondí, viendo como el ceño fruncido que se le había generado por mi risa, desaparecía y su alma se le salía del cuerpo por la afirmación. No pude contener la risa, ante lo evidente.
Yo: No jodas, hermano. En verdad te cogiste a nuestra sobrina. Aunque no te culpo, la pendeja es una dinamita, casi imposible resistirse a ella, sin embargo, lo que tiene de sensual es lo que la hace peligrosa. Le gusta joder y mofarse de los hombres, los usa como juguetes hasta que se aburre y busca a otro.
Ricardo: Entonces… ¿Ella no me mintió?
Parecía que mi hermano no me había escuchado, desde que le había confirmado que Chloe era nuestra sobrina, él cayó en su mundo.
Yo: No, y debes contarme cómo la conociste, porque claramente, ella no fue hasta tu puerta para conocerte y presentarse. Además, Blanca no es la única hija fuera del matrimonio que tiene papá.
Ricardo: ¿Qué?
Yo: Hay dos más, cómo no pudiste venir al matrimonio de Axel, no conociste a Camila, ella tiene 25 años y el otro, es Bruno, un chico de 19 y que es el hijo de Isidora.
Ricardo: ¿I-Isidora?
Yo: Sí, nuestra ex vecina, la hermana de Vicky.
Al decirle eso, mi hermano colapso y no es chiste, pues el muy cabrón se desmayó, apoyándose en mí. Con mucho esfuerzo lo mantenía sujeto, para que no se desplomara completamente en el suelo. Iba a gritarle a alguien para que me fuera a ayudar, cuando justo Axel apareció. –“¿Qué pasó, papá?”- preguntó asustado, ayudándome a cargar a su tío. –“¿Qué le pasó a mi papi?”- dijo Lily muy preocupada y casi llorando. –“Nada, peque. Solo se sobresaltó por una noticia”- le dije, tratando de tranquilizarla, sin embargo, eso no fue suficiente.
A pesar de tener una figura despampanante, ella seguía siendo una niña, que tuviera 18, no significaba que dejara de preocuparse por su padre. Al avanzar unos metros, Félix se dio cuenta de lo que pasaba y se acercó para ayudar, finalmente dejamos a mi hermano recostado en una cama. Todos me preguntaban qué había pasado y yo solo me limitaba a decir que una noticia lo sobresaltó. April fue la única en sospechar qué noticia fue esa, y me hizo la pregunta, susurrándomelo y yo solo asentí.
Lily quiso mantenerse al lado de su padre, mientras estaba aferrada en Axel, no quería que mi hijo la soltara. Era claro que entre ellos, si había pasado algo, porque no me explicaba tanta cercanía por parte de mi sobrina hacía mi hijo. Sabía que ya no era correcto seguir espiándolos, pero algo me impulsaba a querer saber qué pasó con ellos y si Axel quizás le estaba dando falsa ilusiones a Lily, como yo lo hice con Rosita. No quería que mi sobrina se hiciera fantasías de algo que nunca se iba a concretar.
–“Te estarás preguntando por qué ellos son tan íntimos, ¿verdad?”- escuche de pronto, en un susurro que me originó un escalofrío. Asustado, me di vuelta, para mirar de frente a mi hija, la cual apoyo su cabeza en mi pecho. –“Finalmente eres tú papá. Últimamente te has comportado tan extraño que hasta tus latidos sonaban diferente”- dijo cambiándome de tema. Pese a mi curiosidad, no quise preguntarle nada a Vanessa, solo la abracé y le acaricie su cabello.
–“Lily, desde el lunes se ha estado quedando con nosotros. Solo se lo dije a mamá, porque tú nunca estabas en casa, tampoco respondías mis llamadas o mis mensajes”- agregó mi hija, levantando su mirada y clavándola en la mía. –“Pero ya había estado antes. Hace un par de semanas, donde con Ignacia decidimos divertirnos con ella y Axel solo disfrutó”- confeso Vanessa, con una sonrisilla juguetona entre sus labios.
Tenía el puzzle armado, lo que me dio un pequeño alivio y a la vez no, al pensar que ahora tal vez Lily, se obsesionada con Axel. Pero no pude pensar por tanto tiempo, ya que sin esperármelo, Vanessa me abofeteó. Quedé atónito ante el golpe que me dio mi hija, el cual no fue para nada suave, pues llegó a girarme la cara a un costado. Antes de que pudiera decir algo al respecto, ella fue quien hablo, –“Eso es por preocupar a mamá y hacerla llorar. No lo vuelvas hacer, ¿ok?”- expreso con sus ojos cristalizado.
El golpe le había dolido más a ella que a mí, Vanessa jamás habría querido levantarme la mano y darme una bofetada, no obstante, me la merecía en ese momento por mí actuar. Yo solo asistí con mi cabeza, la abracé con más fuerza y le pedí perdón. Era lo mínimo que podía hacer, mientras el ardor de su palma, empezaba a desaparecer lentamente. Justo en ese momento, Axel salió del cuarto y nos vio, desconcertado por vernos ahí parado y por el ligero llanto de Vanessa.
–“¿Pasó algo?”- consultó ingenuamente, yo abriendo mis brazos, lo invito a que se acerque y se nos una. Más que nunca quería abrazar a cada uno de mis hijos, al recordar esa fría y cruel pesadilla que había tenido, en donde ellos no existían. Axel aceptó mi invitación y me abrazó junto a su hermana que también era su mujer. No me gustaba llorar delante de ellos, no porque me hiciera el fuerte o quería una imagen de un ser sin sentimiento como mi padre, sino porque prefiero compartir alegrías con ellos y no tristeza.
–“Gracias”- les susurre a ambos, dándole un beso en sus nucas. No había nada más que decir, solo fue un momento en el que un padre necesita el consuelo de sus hijos. Íbamos a regresar a donde estaban todos, cuando Axel me detuvo, porque tenía algo que preguntarme. Vanessa nos dejó a solas, lo que relajó más a Axel, al principio no sabía por qué había suspirado aliviado, pero no tarde mucho en comprender la situación, pues mi hijo me hizo prácticamente la misma pregunta que mi hermano, ¿quién era Blanca?
Yo: ¿Blanca?
Exclamé teniendo un déjà vu.
Axel: Te lo hago más fácil, papá. Aparte de la tía Camila, ¿hay otros hijos del abuelo que él no reconoció?
Yo: Sí… Si los hay…
Axel: Bruno es uno de ellos, ¿verdad?
Me quedé mudo al escuchar esa pregunta y al mismo tiempo me interrogaba cómo él había descubierto eso.
Yo: Así es…
Axel: Entonces la chica que fue a visitarme no mentía.
Murmuro algo afligido.
Yo: ¿Chica? ¿Qué chica?
Axel: Mar, la hija de Blanca y una de mis primas.
Yo: ¿Mar? ¿Mar fue a verte?
Me explotaba la cabeza al tratar de comprender lo qué estaban pensando esas mocosas. Ahora, la versión de mi hermano que Chloe fue a visitarlo, parecía cuadrar mejor, si Mar hizo lo mismo con Axel. Además son tan guarras que no me era imposible imaginar que tras presentarse, se hayan tirado a su tío y primo respectivamente.
Axel: Sí, bueno, larga historia. Pero me dio esto y me dijo que era un regalo para el abuelo.
Manifestó sacando una especie de cuadro pequeño envuelto en papel de regalo. Sin verlo, ambos sabíamos que dentro de ese envoltorio estaba la forma de acabar con la hipocresía de mi padre. Quise tomarlo, sin embargo, Axel no quiso soltarlo, porque sabía que yo iba a dárselo a mi padre, en el fondo, pese a todo el trato que le daba él, no quería lastimarlo. –“Hijo…”- balbuce, –“No vale la pena papá”- contesto él. Aun cuando me dijera eso, yo quería el cuadro e ir a dárselo a mi padre, quizás para acabar con toda esta mentira de una vez y enfrentarlo, como debí hacerlo hace unos meses, desde que supe la verdad.
Manteníamos la disputa, por quien se quedaba con el cuadro y todo término cuando April apareció. –“¿Qué pasa?”- pregunto, en ese instante, mi hijo aflojó por la sorpresa y yo me hice dueño de ese regalo. –“Nada, solo que Axel no quería darme el regalo que le enviaron sus otras nietas a mi padre”- dije dándome la media vuelta y caminando hacia donde él se encontraba. –“Mamá, detenlo”- expreso Axel, con cierta desesperación, –“Tom, ¿estás seguro?”- interpelo ella, sosteniéndome del brazo.
–“Sí”- murmure, convencido en mi decisión, ella me soltó y camine hasta donde se encontraba mi padre y los demás. –“Pero mamá”- escuchaba de lo lejos a Axel quejarse, –“Es un asunto entre tu padre y tu abuelo, yo poco puedo hacer al respecto”- dijo mi Princesa, justo cuando me paraba frente a mi padre. Él me miro con cierto desprecio, como queriendo que me fuera de ahí. –“Papá, supongo que le diste las gracias a mis suegros, por prestarnos sus cabañas, para celebrarte el cumpleaños”- fueron mis primeras palabras.
Enrique: ¿Qué? ¿Acaso ellos aún no te aceptan como el marido de tu mujerzuela?
Yo: ¿Mujerzuela?
La templanza que tenía, se fue esfumando, ante ese irónico y sínico hombre.
Enrique: Oh vamos, no es necesario que lo ocultes o niegues más, hijo. Ya todos saben que tu esposa se ve con otro.
Yo: Te equivocas y te exijo que le pidas perdón ahora mismo.
Enrique: ¿Por qué? ¿Por decirle zorra? Pero si eso es, Tomás. Abre los ojos, acéptalo, no debes sentirte mal, por tener una puta como mujer, que le abre las piernas a un negro, porque eres incapaz de complacerla.
Manifestó con un tono burlesco que me hizo perder toda la paciencia.
Yo: De dónde te montas esas historias, él solo es el doctor de April, viejo degenerado.
Enrique: (Ríe) Su doctor… Y se junta con ella en las noches. Solo acepta tus cuernos hijos.
Yo: Por última vez, pídele perdón.
Enrique: No lo haré, cor…
Yo: ¡¿Por qué crees que todos somos igual que tú?! ¡Unos hipócritas de mierda!
Exprese, dejando toda esa sala en silencio, ningún murmullo por alguno de los presentes.
Yo: Me engañaste por tanto tiempo, pero ya no, sé quién eres realmente. Ya no siento lastima por ti, ni me siento miserable, por haberme cogido a mamá.
Más de una persona quedó asombrado y confundido con lo que acababa de decir, pero eso no me detuvo. Él me había provocado a montar esa escena, después de haber ofendido a mi mujer.
Yo: Has hecho tanto daño, que no te mereces que te celebremos nada y aun así lo hacemos, porque somos una panda de masoquistas, feliz cumpleaños, papá.
Le di el cuadro, él lo tomó y sin decir nada, lo abrió, viendo lo que era evidente, una pintura, un retrato en donde salíamos los 5 hermanos. –“¿Qué es esto?”- se dignó a consultar el viejo, –“Somos todos tus hijos. Ojala hubieras tenido los cojones, para decirnos que teníamos tres hermanos más. Que tuviste dos romance fuera del matrimonio y que te aprovechaste de una inestable Isidora”- concluí, mirando a mi madre que tenía más preguntas que nunca, pero yo no me sentía preparado para responder nada.
–“Dele una explicación a los presentes, señor Enrique. Dígale a todos, quién es realmente y de paso le pide disculpa de rodilla a mi mujer, porque su único error es amarme tanto, que hasta me perdona cuando más la cago, como haberle sido infiel”- exclame, sintiendo un desahogo enorme, me había quitado un peso que me había torturado por meses, que se sintieron años o una eternidad. No obstante, papá lejos de reconocer sus pecados, se rio como si todo fuera una broma y hasta tuvo el descaro de tirar el cuadro al suelo.
Me di cuenta que para él, ninguno de sus hijos, le importaba lo más mínimo. –“Ok… Entonces, yo no tengo nada más que hacer aquí”- agregué, dándome la vuelta, sintiendo la necesidad de estar solo e irme lejos. Sin decir algo, tomé la moto y me puse a conducir, mientras me alejaba de ese lugar, más tranquilo me sentía y era libre de llorar todo lo que quería por el egoísmo de mi padre. Todo se eclipsó dentro de mí, no me di cuenta en donde estaba hasta que me saque el casco.
El viento soplaba de forma amigable, me invitaba a reflexionar, después de todo lo que había vivido. Sin embargo, como un niño pequeño desilusionado porque su padre no estaba presente en su cumpleaños, desprendí un par de lágrimas de dolor. Me cuestionaba el porqué lo hacía si sabía cómo era mi padre, pero en el fondo de mi corazón, esperaba que él dejara de lado su tonto orgullo y egoísmo, para dar inicio a una nueva relación de familia.
Si él no fuera mi padre, le hubiera dado un golpe, por haber insultado a mi Princesa. Incluso lo pensé por un segundo mientras lo encaraba, las ganas no me faltaron, pero él era mi padre, y yo jamás le voy a levantar la mano. Quebrado, me senté en el suelo y llevé mi rostro hacía mis rodillas flexionada, dejando salir más lágrimas. Debía estar feliz porque había solucionado todo con mi mujer, aun así, no dejaba de sentir una amargura que me abrazaba y me hundía.
El pelear con papá siempre me generaba eso, pero en ese minuto todavía más, porque ya nada volvería a ser como antes y sin que él renuncie a su falsa imagen, hablarle era imposible. Entre más pensaba más caía en la desolación, hasta que sentí los cálidos brazos de mi esposa, quien se quedó callada, porque sabía que con solo su presencia, bastaba y sobraba. –“Pri-Princesa… Sé que todo esto te parece extraño o una broma de mal gusto… Pero así de raro y melodramático soy… Te dije hace 21 años y me sorprende que me hayas soportado desde entonces”- afirmé, agarrando su mano.
–“Y yo te dije que, tal vez no fue el mejor inicio pero algo en mi interior me decía que debía trabajar contigo y así poder conocerte. Luego me trajiste a este lugar y nuestra historia inicio. Hemos tenido altos y bajos momentos como todo matrimonio, pero nunca uno tan malo, como el que empezó cuando me enteré que tenía cáncer”- dijo ella, sacando mi rostro de mi escondite, para que la mirada a los ojos y nuestros labios se tocasen tiernamente.
Yo: Perdón, Princesa… Perdóname por ser un ciego y haberte traicionado de la forma que lo hice.
April: (Sonríe) Los dos nos equivocamos, no debí ser distante ni fría contigo. Cuando quise reaccionar, ya mirabas distinto, dejé de ser tu centro de atención y desde que ya no me besabas, supe que ella no era un pasatiempo, sino que te había robado el corazón.
Yo: N-no… Te…
April: Ssshh… No tienes que explicarme nada. Aun sabiendo quién era ese nuevo amor que me ocultabas, decidí hacerme la tonta. Porque creí que a su lado, serías feliz y prefería verte sonreír, antes que angustiado por mi culpa.
Sus palabras, calaban profundamente en mi conciencia y a pesar de que ella no quería buscar hacerme sentir mal, era inevitable que no lo hiciera.
April: Pensé en dejarte ir Tom… En desaparecer de tu vida, para que tú fueras feliz con quien ocupaba el lugar que siempre he ocupado yo en tu corazón. De hecho, si Rosita no te cautivaba, ya tenía a la candidata perfecta para ser mi reemplazo, pero entonces, me encontré con Celeste. Ya es abuela, pero aún sigue conservando su belleza, aun cuando su cuerpo ha ido marchitándose por la edad.
Yo: ¿Celeste?
April: Sí, tu casera y primera obsesión. Hablar con ella me hizo bien, me hizo regresar al pasado, cuando éramos apenas unos chavales y tú no sabías relacionarte con otros. Entonces, lo comprendí, yo no puedo vivir sin ti, por eso me niego a renunciar a ti.
Confesó, con sus ojos cristalizados. Un profundo silencio se apoderó de los dos, me temblaba la mandíbula y con mucho esfuerzo me arme de valor, para no callar lo que sentía.
Yo: Sabes, anoche me encontré con Isidora. Dejamos todo en el olvido y pude comprobar con mis propios ojos, que se esfuerza para limpiar su mala imagen. Entonces me di cuenta que yo no era tan distinto a mi padre y por eso quizás ahora lloro, porque casi perdí todo lo que quiero, por mi egoísmo y orgullo.
April: Tom, tú no eres igual a él. Tú eres valiente y esa es la cualidad por la cual me enamoré tan rápidamente de ti. A diferencia de tu padre, tú tienes huevos, para confesar que la cagaste, de que estuviste con otra a mis espaldas y no me dejaste disfrutar cómo se la metías (ríe brevemente). Así que no llores más amor, porque yo estoy feliz de haberte conocido y elegido, y si reencarnada o nos separan, te volvería a buscar, porque no puedo ser feliz sin ti.
Nos dejamos llevar por ese momento tan romántico que se estaba dando entre nosotros, nuestros labios se fundieron en un beso largo y acalorado, nuestras manos desnudaban nuestros cuerpos, para que pudieran abrazarse y compartir su calor, aroma y sudor. Ver su pancita ya redonda, me llenó de ternura, ella para que no me distraiga de nuestro intimo momento, me levantó el mentón, para que la mirada a los ojos, sus ojos de fiera que solo quería que la observada como mi voluptuosa y ardiente mujer.
Su saliva melosa me recordaba porque sus besos eran mis favoritos, un sabor único y estimulante, mezclado con la dulzura de ella misma. Sonreímos como dos chavales que estaban haciendo una travesura. Mis manos sobaban esa colita sedosa, de la cual ya había olvidado, lo maravillosa que era magrearla. April soltaba pequeños suspiros, a la vez que con sus dedos toqueteaba mi palanqueta que estaba totalmente erguida y lista para batirla, como de costumbre.
Por su mirada fija en mi verga y su cuerpo tembloroso, era consciente que ella se moría de ganas de coger, pero algo le impedía dar el último paso. Con lo torpe que fui, ni siquiera me di el tiempo de averiguar qué tratamiento le estaban realizando, por su cáncer. Quizás era aquello lo que la estaba limitando. Yo no quería presionarla, sin embargo, antes de que pudiera articular alguna palabra, ella fue descendiendo cuidadosamente, hasta dejar mi tranca entre medio de sus dos tetazas.
Sentir el calor abrazador de esas dos bolas de carne, me regresó al cielo, después de haber enfrentado al mismo infierno. Pasando su lengua por sus finos labios, se preparaba para engullírsela toda. Abriendo su boca, envolvió mi glande y paso alrededor de él su suave lengua, mientras me miraba a la cara, con una inocencia y picaría única. –“¡Jo-Jodeeeeeeerr…! ¡Dios mío, qué bien lo haces amor!”- balbuceé eufórico, al experimentar una mamada de ella otra vez.
Sin pronunciar alguna palabra, fue devorando mi polla, pasando su lengua en círculo alrededor de ella, hasta que la hizo desaparecer por completo dentro de su boca. –“Uuuuuufff… ¡Diooooossss!… ¡¡Sí, sí…!!”- exclame, mirando al cielo y sujetando con mis manos su cabeza. Tenía la impresión que mi falo se estaba derritiendo dentro de su garganta y al mismo tiempo parecía de unos espasmos que me hacían delirar y bramar de la forma más obscena posible.
–“Y dime amor, ¿quién te la chupa mejor?”- pregunto, relamiéndose y sonriendo coquetamente. –“¿Rosita o yo?”- añadió, arañando mis huevos. Notaba curiosidad, excitación y celos en su tono, y ante mi silencio, lo último se fue percibiendo más por su ceño fruncido. –“¿Tan bien lo hace esa zorrita?”- interpelo, abrazando mi verga con sus tetas y pajeándome. –“Sí…”- contesté tragando saliva, –“Pero tú me estás recordando ahora mismo, que estás en otro nivel, Princesa”- complemente.
Ella al escuchar esa afirmación por mi parte, se puso feliz y sonrió de manera triunfante. Sin darme un respiro, continuó masturbándome con sus senos, lo hacía de manera sutil y elegante, cada movimiento era mejor que el anterior. Agarrándome del pasto, aullaba de lo bien que me hacía sentir, no mostraba resistencia ante sus travesuras, dejaba que April me hiciera todo lo que le plazca o se le pasara por la cabeza. Mi pulso estaba acelerado y sentía mi garganta seca de tanto jadear.
April se mordió los labios, pues estaba a nada de soltar toda mi carga sobre ella. Antes que lo hiciera, comenzó a relatarme, cómo se percató de mi romance con Rosita y por qué no dijo nada. Era evidente que engañarla a ella era casi imposible, además no fui del todo cuidadoso, es decir, hay que ser imbécil para invitar descaradamente a tu amante a tu propia casa y con tu mujer acechando.
April en vez de odiarme y sentirse triste por mi traición, ella sintió un pequeño alivio, de saber que por lo menos la engañaba con alguien que estaba en su lista. Además no podía culparme según ella, porque me descuidó, dejó que cualquiera me engatusada e inconscientemente eso buscaba con su actitud tan fría, que me enamorada de otra. Aquello me dejó algo helado, pero sabiendo cómo era April, no me costó mucho aceptar que pensara de esa forma.
Igualmente, era imposible detenerse a pensar, al estar alucinando por esa maravillosa paja que me regalaba con sus pechos. Tras explicar cómo descubrió mi adulterio, le dio una suave y rápida lamida a mi glande, haciéndome estallar como un volcán y soltar un fuerte gemido de satisfacción. No sabía de donde había sacado tanta esperma, pero le dejé la cara embarrada. Ella con sus dedos tomaba el semen que había en su bello rostro y lo llevaba a su boca de la manera más guarra posible.
Ver como jugaba con su dedo, lo rodeaba con su lengua y saboreaba mi leche, hizo que nuevamente se me colocara dura. –“Dios… Sí que estás animado amor. Parece que Rosita al final no es capaz de satisfacerte como lo hago yo”- manifestó, mordiendo su labio inferior y con su mirada clavada en mi polla erecta y venosa. –“Estás de suerte, cariño. Porque estoy sedienta y solo quiero tu cremosa leche”- agrego, atrapando la cabeza de mi pene y limpiando el resto de semen que había.
Los movimientos de su lengua eran lentas y delicadas, como si estuviera pintando sobre mi verga. No sentía para nada sus dientes, una cualidad de la cual ya me tenía acostumbrado, pero de forma intencional en un segundo a otro, percibí el raspón de sus dientes. En vez de molestarme, gocé como un masoquista, esa ligera mordida. Con sus dedos empezó a estrujar mis bolas, apretándolas como si exprimiera un par de limones. Tomé eso como mi castigo por haberle sido infiel.
Sabía que no era el mejor momento, pero por unos breves segundos, por mi cabeza rondó la imagen de tener tanto a April como a Rosita al lado mío, compartiendo mi verga. Aquello hizo que se me colocará todavía más dura y que expulsara un par de chorros de líquido preseminal. –“¿En qué estarás pensando?”- exclamo mi mujer, pasando su lengua por mi glande, para limpiar aquel resto de semen que había soltado. –“En que tú y Rosita, me comen la polla, como buenas amigas”- me dije a mí mismo, bufando.
Ella continuó mamando con un gran ímpetu, mientras que yo levemente comenzaba a mover mi pelvis. Poco a poco, fui tomando más ritmo y empecé a follarme la boca de mi mujer. Ella parecía no molestarle eso, al contrario le estaba encantando y anhelando que la cogiera como sabía hacerlo. Agarrándola del cabello, fui dando unas estocadas profundas en su garganta. Todo mi cuerpo se regocijaba de satisfacción mientras aumentaba el coro de mis jadeos.
Por más que me hubiera gustado continuar, llegué a mi límite, bombeando toda mi descarga dentro de su boquita. April no dejó que ninguna gota saliera de sus labios y como la experta que era, tragó todo gustosamente. Me quedé sentado, respirando de manera agitada en tanto mi esposa se saboreaba la boca, haciendo unas burbujas entre sus labios con su saliva mezclada con mi semen. –“Sabes amor, mientras esté con el tratamiento del cáncer, será muy difícil que tengamos sexo continuamente como antes”- dijo sentándose en mis piernas y colocando mi tranca entre sus glúteos.
–“De hecho, puede que no lo hagamos hasta que nazcan los niños, me operen y me recupere”- añadió con el fuego de la lujuria en sus pupilas. –“Pero no puedo estar sin coger por más tiempo, así que quiero que me des un buen polvo, que me haga sentir satisfecha hasta que pueda volver hacerlo contigo”- concluyo, mordiéndome los labios y encendiéndome una vez más. Mi polla se puso como una roca, lista para complacerla y hacerla ronronear.
Acomodándome, perfilé mi pene hacía su orificio anal. De manera lenta, fui ensartando mi polla en su interior. April me raspó los hombros con sus uñas, al sentir cómo mi daga se metía cada vez más adentro de ella, acompañado de un largo jadeo en donde resaltaba la última vocal de mi nombre. Cuando al fin tenía toda mi verga dentro de ese abrazador y acogedor agujero, mi Princesa me miro a los ojos y me beso, moviendo ligeramente sus caderas, queriendo brincar, pero parecía no tener la suficiente fuerza para hacerlo.
Sosteniéndola desde sus muslos, fui dando unos pequeños golpes en su recto, los que la hicieron aullar de gusto. –“¡Más!, ¡dámelo todo, Tom!”- exclama ella, en jolgorio. Sin poder resistirme a sus lascivos deseos, fui dándole todo lo que tenía, se lo metía fuerte y duro en su ano, que con esos meses en donde habíamos dejado de tener sexo, parecía haberse vuelto más estrecho de lo que era. –“¿Te gusta cómo te lo hago amor?”- pregunté, mordiéndole sus pezones duritos.
April: ¡¡Sí, sí, sí…!! Me encanta, mi amor. Reviéntame el orto, como lo hacías con esa negra.
Expreso arqueando su espalda y clavando sus uñas en mi piel, mientras se corría.
April: No te imaginas, cuanto la envidio, por estar disfrutando de ti, todo este tiempo.
Yo: Y ella te enviaba por ser mi mujer.
April: (Ríe) Al parecer, somos igual de perras. Una lástima que no seamos capaces de compartirte.
Susurro, casi como si no quisiera que la escuchada, pero con solo escucharla, mi mente maquino, lo que sería un trío con ellas dos. Aunque fuese una fantasía, por unos breves segundos se me hizo muy real. El tener a ambas en cada uno de mis costados, con sus pieles tan contrastantes, mientras ordeñaban con sus delicadas manos mi verga. Al despertar de ese candente sueño, me centré en hacer disfrutar a mi mujer, no debía perder el tiempo fantaseando con algo que jamás iba hacerse realidad.
April: ¡¡Ooohhh… Toooom…!! ¡Qué bien se siente, joder!
Yo: ¿Ah sí? ¿Tanto te encanta tener mi polla embistiendo tu culito?
April: ¡Tú mejor que nadie, sabes que adoro tener tu vergota ensartada en mis hoyitos!
Yo: Y yo adoro ensartártelo en tus hoyitos. ¡Uuuufff… Vaya culo más rico que tienes amor. Me había olvidado de lo delicioso que se sentía clavártelo por el culo!
Manifesté, batiéndola con más fuerza. Mi cabeza me daba vuelta por el frenesí que estaba viviendo, al mismo tiempo que guardaba con mucho cariño aquel momento. El cual no se iba a repetir tan pronto. Estaba llegando a mi clímax, cuando ella quiso que cambiemos de posición. Se colocó en modo perrito, y se la metí toda, hasta la última pulgada de mi falo. Al hacerlo una electrizante corriente se paseó por mi espalda, erizando mis vellos. Estrujando sus danzantes tetas, fui metiendo y sacando mi polla de su ano.
Ese mágico y acalorado encuentro parecía acabar con otra densa corrida mía. Besándonos, nos decíamos mil cosas como dos adolescentes que se juraban amor eterno. Había quedado totalmente exhausto, pero April parecía tener el espíritu de una loba insaciable y no me dejaba echarme en el suelo para descansar. Lo peor es que, mi verga seguía rígida al estar entremedio de esos dos pomposos glúteos. Por lo que mi Princesa, no me creería que me encontraba fatigado.
Había olvidado por un momento que ella se colocaba así de cachonda cuando estaba embarazada. Era una verdadera depredadora y mi pobre miembro su juguete del que no se iba a aburrir hasta que estuviera totalmente muerto y seco. Su pubis chorreaba fervientemente sus juegos, sus delgados brazos me abrazaban en forma de cruz y asombrosamente podía sostener mi cuerpo inerte. Ella lamía, mordía, chupaba y besaba mis hombros, cuello y pecho, como si quisiera borrar todas las marcas de Rosita en mi cuerpo.
Su aliento sofocante, se colocaba por mis poros, mientras yo era solo un espectador de su voraz apetito sexual que había estado reprimiendo. –“Ca-cariño, démosle un descanso a Lucas y León”- le dije casi exasperado y al borde del colapso. Y al parecer mis palabras sirvieron, pues se detuvo, aunque no me dejaba todavía caer al suelo. –“¿Lucas y León?”- murmuro con su angelical voz, –“¿Cómo sabes que así quiero que se llamen los gemelos?”- interpelo, clavando su mirada en la mía.
–“I-intuición”- balbuceé tímidamente, aun no quería confesarle sobre mi pesadilla, ya que ni siquiera me había dado el tiempo para reflexionar sobre ella. Y como era de esperarse, esa respuesta no convenció del todo a April, sin embargo, de manera fortuita fuimos interrumpidos. Aquel lugar que fue mi guarida en mi etapa universitaria y que solo compartí con mi Princesa, ahora era un punto de encuentro de un grupito de amigos, los cuales al encontrarnos quedaron tiesos y casi sin habla.
–“Pro-pro-pro-fe-profe April”- tartamudeó una de las chicas, ruborizada pero sin dejar mirarnos. Ella al escuchar su nombre, se volteó pero en vez de asustarse o avergonzarse por ser vista desnuda y en esa posición, se cachondeó aún más. –“Vaya, pero si son mis estudiantes. ¿Qué pasa chicas? ¿Están asombrada por encontrarme así o por mi guapo marido y su rica, grande y gorda polla?”- manifestó, tomando mi tranca con una de sus manos y acariciándola suavemente.
Ninguna de las muchachas dijo algo y los tíos estaban entre excitados e decepcionados. Ellos de seguro le habían dedicado más de alguna paja a mi mujer y atesorarían esa imagen, pero de seguro deseaban que no estuviera yo en ella. –“¿Quieren darle una probada?”- dijo April, ya poseía por su libido y azotando mi pene como si fuera una goma. –“Pr-Prin… Princesa, esto está yendo muy lejos”- le susurre, esperando que volviera a la normalidad.
–“Lo sé. Solo quería presumirte”- afirmó, con una sonrisa pícara en sus labios. –“Ahora dame de tu savía”- complementó, mientras volvía a colocar mi miembro dentro de su colita preciosa. Joder, a ella no le importa que sus estudiantes nos vean follar y que nos graben, ni que la imagen que ahora tuvieran de ella fuera de una perra. Al tener toda mi tranca en su interior, soltó un bramido excitante, dándome la fuerza necesaria, para acompañarla en esa locura.
Su culo se meneaba a un ritmo espectacular y estaba seguro que para los testigos, era una delicia verlo moverse de esa forma tan obscena. –“¡¡Aaahh… Cariño, que verga más rica tienes!!”- expresaba ella, jugando con su cabello rubio y regalando una nueva postal a sus alumnos, una en donde sus desorbitantes tetas se balanceaban de arriba abajo por cada una de las penetraciones. –“¡¡¡Aayy… To-Toommyyy… Me vengo!!!”- exclamó, afirmándose en mis hombros y arqueando su espalda.
Sentí cómo su ano se aferró más en mi polla, mientras todo su cuerpo sufría de espasmos y temblores, hasta que finalmente se corrió. Recién en ese instante, vi en su rostro que estaba saciada. Yo no resistí por mucho tiempo más y acabé eyaculando, esta vez mucho más corto que las otras veces y es que en verdad me había vaciado las pelotas. Tras el espectáculo que le habíamos ofrecido a esos chavales, nos vestimos para irnos, pensé que al no estar bajo el impulso de su deseo sexual, iba a actuar con timidez, pero no.
Mi mujer seguía igual de jocosa y sonriendo les preguntó una vez más a las chicas, si querían probar mi pene. Cuando regresamos a casa, lo primero que hice, fue ir a devolver la moto al hijo del vecino y luego entré a la casa, encontrándome con mis hijos, cuñadas, mi sobrino y su futura mujer. Mi Princesa me tomó de la mano y Vanessa que tenía a Simón, nos los entregó con una sonrisa. Los dos cargamos a nuestro hijo menor, para que un par de segundos, fuéramos rodeados por un gran abrazo.
La vida de mi familia en general se vio muy afectada, después de que se supo la verdad de la vida oculta de mi padre. Mamá durante los primeros días se le vio muy confundida con la noticia. Por mucho tiempo ella vio a su esposo como alguien frágil y con el que la vida había sido injusto, desconociendo quien era en realidad. Al saber de sus secretos, ya no sabía qué pensar, después de estar cerca de una semana, sin hablarle a papá, decidió conocer a Blanca, Camila y Bruno.
Por otro lado, mi hermano también se vio afectado pero más que nada al haberse involucrado con Chloe. Le resultaba difícil interactuar con Blanca, más si nuestra sobrina mayor estaba presente. Tanto con Camila y Bruno, hablaba con más naturalidad y no tardó en hacer buenas migas con ellos. Hablando de Bruno, durante esta última semana hemos estado preparándolo a él y a Agustina, para un posible reencuentro con Isidora, además de evaluar con mi cuñada el momento perfecto para confesar su último secreto.
Camila en tanto, regresó para tener sus terapias con April, ahora que el secreto de mi mujer, estaba a mi conocimiento, ella podía atender a mi hermana como correspondía y ayudarla a superar su trauma. Sería un camino largo, pero con paciencia y motivación, Camila iba a poder llegar a superar su fobia, porque mi Princesa, no solía dejar los trabajos a medias.
Tras el anuncio de su matrimonio, Félix y Lorena, me escogieron como el padrino de la boda, algo que me cayó de sorpresa, pues imaginaba que tal vez, Lorena, querría a alguien más íntimo a ella, como lo era Eduardo. Acepté con mucho gusto y a los pocos días, me comunicaron que serían padres. Todo le estaba saliendo de lujo a mi sobrino, ya que no solo en el amor estaba bien, pues comenzó a trabajar en una empresa donde le pagan bien y no lo sobreexplotan.
Alexander finalmente comenzó a salir de manera oficial con Bella, algo que me alegró, ya que había superado a Lucia y principalmente a Teresa finalmente. Aquella imagen de irreverente no cambio mucho, pues ya era parte de su personalidad, no obstante, al lado de su nueva compañera, empezaría a actuar con más responsabilidad y madurez. Lo primero que logró Bella, es que dejara el cigarrillo, ni siquiera ella tuvo que pedírselo, él mismo se dio cuenta que ya no valía la pena seguir envenenándose con la nicotina.
En tanto mis hijos, qué puedo decir de ellos. Axel y Vanessa me harán abuelo, bueno, en realidad es Ignacia la que está embarazada, pero dado a que prácticamente ellos dos son la pareja de la hermana de mi mujer, vale decir que ellos me harán ser abuelo. Vanessa aún no planea quedarse embarazada, tiene otras cosas en mente, antes de querer dar a luz a un niño, más al saber que su madre tenía cáncer. Ella fue la segunda persona en enterarse aquello, ya que la primera fue Lucrecia.
Mi cuñada fue el gran apoyo emocional de mi mujer durante todo ese tiempo en donde calló y guardó silencio sobre su enfermedad. Sin duda, estoy agradecido con Lu y ahora entiendo más que nunca, la razón de su distanciamiento durante todos estos meses con la familia, pues no iba a soportar la presión de mentirnos, por lo que mantenerse lejos era la única opción para apoyar a su hermana como esta deseaba. Axel e Ignacia fueron los terceros y cuartos respectivamente en enterarse del cáncer de April.
Benjamín era el único de nuestros hijos que no sabía qué le pasaba a su madre, mientras que Josefina y Diana se enteraron por Ignacia, pero ninguna era capaz de hablar del tema. Cuando llegó el día en revelarle la verdad a Benja, quedó desolado, rompió en un largo y exasperante llanto, una reacción natural. Lo abrazamos e intentamos de hacerle entender que no sería el final, sin embargo, de todas maneras le tomó un par de días poder asimilar todo.
Las cosas también han cambiado para mí, y es que después de un mes, finalmente he tenido los cojones para encontrarme con Rosita. Mi intención era bastante simple, solo quería pedirle perdón por todo y desearle lo mejor en su vida de ahora en adelante. Eso era lo que tenía planeado hacer, pero el discurso se me olvido cuando la vi entrar en la cafetería. Lucía radiante y bella, con un vestido largo de color blanco con flores amarillentas y un descote divino en sus pechos.
Ella se sentó, tratando de mantener la distancia conmigo, pues le resultaba incomodo verme. La historia que habíamos escrito no era para nada corta para actuar con normalidad y tan cariñoso. Por lo mismo, esperaba una actitud más fría por su parte, sin embargo, por su nerviosismo, ella se comportaba tímidamente. Cosa que me descolocaba, porque me contagiaba a mí, por esa misma inquietud, las palabras que quería decirle se esfumaron y me quede en silencio sin saber qué hacer.
Tampoco sabía a dónde mirar, ya que si agachaba la mirada hacía el piso, aumentaba mi ansiedad, al igual si quería mirar por alguno de mis costados. Si la veía de frente, recordaba los besos y caricias que nos dimos, además, le resultaba imposible a mis ojos, no apreciar su escote y perderme en esos melones de chocolate. –“Así que…Tu mujer tiene cáncer”- dijo rompiendo el hielo que por más de 5 minutos se mantuvo entre los dos. –“S-sí…”- contesté de manera escueta, tratando de calmarme.
Rosita: También escuche, que está embarazada. Felicidades.
Expreso, ya más tranquila y regalándome una sonrisa que me cautivaba.
Yo: G-gr-gracias…
No era capaz de formular una frase, solo palabras sueltas. Pensé que me quedaría así y al final no podría decirle todo lo que había ensayado en mi cabeza, horas antes a nuestro encuentro. Lo que me frustraba, no obstante, ella me tomó las manos y con ese simple gesto, sentí que todo lo que me presionaba, desaparecía.
Rosita: Oye, tú no tienes la culpa de nada. Fui yo quien te busco en primer lugar, así que tranquilo, yo no te odio y jamás lo haré.
Yo: Pe-pero…
Rosita: Pero nada. Yo era consciente que un escenario así podía darse, siempre lo supe, aun así quise arriesgarme, quise intentar tener algo contigo y no me arrepiento.
Manifestó con sus ojos algo cristalizado.
Rosita: Sabes… Si yo acepte juntarme contigo, es porque quería decirte algo importante.
Yo: ¿Algo? ¿Qué cosa?
Rosita: Verás… La última noche que compartimos… Yo… Yo… Yo me quedé embarazada.
Declaró, dejándome helado y estupefacto. Si antes ya me costaba formular palabras, en ese instante, no fui capaz de decir algo al respecto. La última parte de su afirmación, se me repitió una y otra vez en el subconsciente.
Rosita: Yo… Yo no voy a extorsionarte o pedirte que te hagas cargo de nuestro hijo. Solo quería que lo supieras, porque creo que es lo correcto. Así que no te preocupes, voy a desaparecer de tu vida, junto a mi bebé y no sabrás nada de nosotros, nunca más.
Dijo, agachando la cabeza, como si a mí, no me importada en lo más mínimo, el pequeño fruto que crecía dentro de ella. Mi rostro atónito, pasó a ser uno lleno de dicha y con una sonrisa de oreja a oreja.
Yo: ¿De qué hablas Rosita? ¿Cómo que te vas a ir? Yo quiero, estar al lado de nuestro hijo. No voy a desconocerlo, porque ese tipo de hombre no soy yo.
Rosita: Pe-pero ¿y April?…
Yo: Mi Princesa, jamás me perdonaría, si permitiera que te fueras y no reconociera a nuestro bebé.
Rosita me abrazó con fuerza y rompió en llanto, uno de felicidad. De seguro pasó noches torturándose con la idea de que iba a pedirle que se fuera, que no me haría cargo del niño y había elegido estar con mi mujer. Una cosa era que eligiera a April sobre ella, pero no era igual a mi padre, que iba a desconocer a mis hijos fuera del matrimonio. Yo me había metido con ella y si no quería dejarla embaraza, pude haber usado condones, algo que no hice, por eso tenía la responsabilidad de hacerme cargo del bebé y reconocerlo como se debía.
Mientras la abrazaba, no podía evitar sonreír por la noticia y embriagarme con su aroma seductora. Entre más olfateaba, más excitado por ella me sentía. Sabía que no era correcto, pero ya no pensaba con claridad, por lo que al separarse mí y mirarme a los ojos, no pude detener mis impulsos lascivos y besarla. Ambos sabíamos que estábamos cometiendo una locura, que no podíamos hacer eso y aun así continuamos. Mi mente se eclipsó por unos minutos, no supe qué hice, pero cuando todo parecía alumbrarse dentro de mí, ya era tarde para detenerme.
Me encontraba en el departamento de ella, en su cuarto, desnudo y deleitándome con su voluptuosa figura ébano. Le daba besos fogosos que quedaban marcados en su piel oscura, y cuando me entrelazaba con su lengua, sentía que se me derretía la boca, como un algodón de azúcar. Rosita estaba más sensible que de costumbre, con solo sobar su cuerpo, gemía con fuerza, pero al mismo tiempo, daba la impresión de estar más insaciable que nunca.
Le di unas tiernas lamidas en el largor de su rajita, acto que la hizo aullar de placer. Sus dulces jugos, hicieron un destello en mis glándulas gustativas. Quería saborearlos por una eternidad, sin embargo, solo bastó un par de lengüetazos más, para que ella convulsionara. Regresando a su boca abrasadora, seguí explorando su silueta con mis manos, hasta que me detuve a magrearle la cola y dilatar su esfínter. Una vez que le tenía listo su recto, comencé a follármelo como un demente, uno que no había follado por años.
Sus desgarradores jadeos y sus arañazos, me estimulaban más para proseguir con esas brutales embestidas que le daba en el culo. Mi verga entraba con furia hasta lo más hondo de su cálido y estrecho ano, y la retiraba con más suavidad hasta dejar solamente mi glande metida en esa cueva trasera. Entre chillidos y bramidos, Rosita me pedía por más y me imploraba para que se lo hiciera más fuerte. Morreándome con ella de la forma más guarra, aumente mi ritmo, para complacerla.
Su ronroneo era música para mis oídos, sin aguantar por mucho tiempo más, terminé eyaculando una inmensa y cremosa esperma. Corrida con la cual pinté su cuerpecito negro. Me quedé tumbado a su lado, con la cabeza dándome vuelta, pero consciente de lo que hice. Me quedé callado hasta que ella quebró el silencio, –“Supongo, que esto es la despedida”- afirmo, raspándome el pecho con sus largas uñas y mirándome fijamente. –“¿Despedida? No, amor. Esto no es más que el inicio de nuestra nueva relación”- le contesté.
Anonadada me miro con incredulidad, incapaz de balbucear alguna palabra. Tal vez pensaba que la estaba tomando el pelo, que era imposible que ahora quiera estar con ella y dejar a April. En cierto modo, estaba en lo correcto, era imposible que dejase a mi Princesa, no obstante, eso no quería decir que no pudiera estar con ella también. –“Desde hoy vas a vivir con nosotros. Yo me haré cargo de tus gastos y criaremos a nuestros hijos los tres juntos”- dije, generándole más dudas que respuestas.
Rosita: ¿Los tres?
Yo: Sí. Tú, April y yo.
Rosita: ¿April? ¿Tú crees que April va a permitir algo así?
Yo: Claro, al solo decirle que estás embarazada, ella comprenderá la situación y va a estar encantada con la idea. Te lo digo con total seguridad, porque conozco perfectamente a mi Princesa.
El rostro de la chica pasó a ser uno lleno de felicidad.
Rosita: ¿Hablas en serio?
Preguntó, sin creer lo que le decía.
Yo: Muy enserio mi amor, pero solo si tú quieres.
Le dije, acariciándole ligeramente su espalda.
Rosita: Claro que quiero, aunque explícame un cosa.
Yo: Dime.
Rosita: Si voy a vivir contigo y April, me transformaría en tu segunda mujer, ¿verdad?
Yo: En teoría sí.
Rosita: Lo que quiere decir que, ¿puedo coger contigo cuando me de la gana?
Al escuchar esa frase, solté una pequeña risita, por lo picara y traviesa que era esa chica.
Yo: Puedes, pero ya te digo que con dos hembras como tú y mi esposa, me va ser difícil hacerlo todos los días.
Rosita: Yo confió que lo harás, papito. Solo mira lo dura que la tienes, de seguro ya estás pensando en las guarradas que nos vas hacer a las dos.
Susurro, masturbándome lentamente. Le sonreí y la besé, apropiándome de esa boquita de nuevo. Todo quedó en silencio, como si no hubiera nada alrededor nuestro que hiciera ruido. Abría los ojos y me encontraba en casa, en mi dormitorio junto a April. La tenue luz de la luna se asomaba por el balcón. Me levanté para ir al baño y tras orinar, escucho a Simón gimotear. Fui hasta su habitación, lo cargue y bajamos a la cocina, mientras daba vuelta con él entre mis brazos, recordaba las verdaderas últimas palabras de Rosita.
Ella tras decirme que no se arrepentía de nuestro amorío, me confesó que se iba a los Estados Unidos. Aquello me quebró, y es que aun si no la amaba como a mi Princesa, ella había sido muy importante para mí este último tiempo. Sin embargo, era lo mejor que Rosita podía hacer, solo la felicité y le desee lo mejor en su vida, tal cual como lo había planeado en mi discurso, no obstante, antes de que se fuera, le confesé que yo tampoco me arrepentía por haberme involucrado con ella y le agradecía por haber sido mi luz por unos meses.
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