- ¿Vos sabés cuando es un orgasmo real y cuando te lo están fingiendo?
- Acá en confianza te digo la verdad. Si te lo actúan bien, pueden engañarme..
No sé cómo llegó la charla a este punto. Llegué a la casa de Margarita con un chocolate grande. Pensé, y me equivoqué, que iba a estar sola, y con la excusa de tener que preparar un recurso de apelación que vencía el lunes, me iba a poder garchar a mi colega, después de tanto tiempo de andar correteándola.
Pero grande fue mi sorpresa cuando me recibió con dos amigas. Y cuando hay tres mujeres, la conversación va de acá para allá, pero algo pasaba en el ambiente porque las tres señoras se reían tontamente, sin sentido. Hasta se podía decir que estaban nerviosas.
Rosario, Sandra y Margarita eran amigas desde el secundario, que habían terminado hacía veinte años. Estaban muy bien las tres, y seguían con su parloteo interminable.
Yo me relajé pensando que no iba a coger esa tarde, y que en cualquier momento se levantaban y se iban, y empezaría a trabajar. Había tiempo de sobra.
Pero Rosario –pecosa, retacona, ojitos claros, bastante voluptouosa- dijo no sé qué cosa del orgasmo y me tocó la pierna. Pensé que había sido un error. Otra vez me equivocaría
- Te voy a ser sincera. Depende con quién a mí me pasa tres cosas: o tengo que fingirle para sacarlo de arriba mío, o tengo muchos orgasmos muy chiquititos, uno arriba de otro, o me voy elevando y tengo uno solo y aniquilador. Esto no me pasó muchas veces, pero no les voy a contar con quién me pasó.
Margarita –morochita, rellenita, con muchas curvas- se ruborizó, pero debía decir algo al respecto
- Yo no finjo. Se me nota mucho. Acabo fácil y mojo mucho. Pero… hay que trabajar un poco.
Otras risas nerviosas, y Sandra no decía nada. O mejor todavía. Sus mejillas estaban rojas, y decían mucho, aunque todavía no sabía que. Ni siquiera estaba incómoda, porque si bien parecía avergonzada, se pasaba el dedo por entre los pechos, quizás provocativamente, aunque lo más probable es que no lo hiciera a propósito.
Ni lo pensé cuando hice una pregunta. Luego sabría que todo era una trampa, para que yo hiciera esa pregunta. Si yo hacía esa pregunta, todo empezaría. El tema es que yo no sabía que debía entrar en un juego, cuyas reglas desconocía por completo.
- ¿Y vos Sandra?
Las tres se rieron nerviosas. Margarita se levantó de un salto de su silla y se puso detrás mío, apoyando sus dos manos en mis hombros. Rosario puso una mirada asesina, y Sandra –flaquita, morochita, buenas formas-, dijo, lo que después sabría, era la luz de largada:
- Nunca tuve un orgasmo
Por primera vez en toda la reunión, las tres chicas hicieron silencio. Era el turno de que yo hablara, porque ese silencio era incómodo, cuando dije “algo tenemos que hacer al respecto”, Margarita empezó a masajearme los hombros y sentí que apoyaba sus tetas en mi espalda. Se me escapó un gemido
- Epa, amigo! Usted también anda necesitando cariño? Si por una masajeadita así se te escapa un suspiro, si te la chupo me vas a acabar enseguida! - dijo Rosario, ya sin ningún freno
- No creas, puedo aguantar un rato… me gustan las manos de Margarita, es nada más que eso.
- ¿Y te bancarías a las tres? Algo tenemos que hacer con Sandra, vos lo dijiste
Ya no sabía que pensar, y decidí no pensar nada. Me di cuenta en ese momento que todo estaba planeado de antemano, así que lo único que tenía que hacer es dejarme llevar y no cagarla. Mientras recibía la caricia de Margarita, adelanté mi mano por encima de la mesa, y tomé la mano de Sandra. Cuando se la agarré, tiré suavemente para que se acercara. No iba a emitir un sonido. Las chicas, que antes no paraban de hablar también se callaron. No veía a Rosario, e invité a Sandra a que se subiera a horcajadas sobre mí, y le besé los labios suavemente. Ella abrió la boca, entonces la besé profundamente, invadiéndola con mi lengua.
Margarita ya no se conformaba con masajearme los hombros. Pasaba sus manos por mi pecho. Y Rosario… Rosario estaba debajo de la mesa, desatándome los cordones. Tras sacarme los zapatos, sentí que desabrochaba el pantalón, y empezó a comerme la pija. Tenía la cabeza debajo del vestido de Sandra, quien no dejó nunca de besarme pero ahora estaba parada frente a mí.
Lo que yo no sabía, porque no podía verlo, era que Rosario, además de tener toda la pija dentro de su boca, estaba acariciando a Sandra, que, evidentemente, no tenía la tanga puesta. Me di cuenta de eso, cuando se le escapó el primer gemido.
Margarita tomó de la mano a Sandra y la guío hasta la cama. Rosario hizo lo propio conmigo, pero unos pasos más atrás. Marga le sacó el vestido a Sandra y la empujó suavemente en la cama. Hundió su cabeza entre las piernas de la flaca, que se empezó a retorcer de placer.
Rosario me susurró al oído que le besara la boca. Yo tenía la camisa puesta a medio desabotonar, y había perdido los pantalones. Me arrodillé y empecé a besar la boca de Sandra, y Rosario me empezó a besar el culo, metiéndome la lengua dentro del orto, y acariciándome, rozándome la pija y los huevos con sus manos.
Yo rozaba los pechos de Sandra, sin presionarlos. Dejé que Margarita hiciera su trabajo, y yo acompañaba con besos y caricias. La chica que nunca había tenido orgasmos, iba por buen camino, las otras dos, se ocupaban de nosotros.
Rosario hizo que me acostara boca arriba y al lado de Sandra, y me dijo con mirada asesina que no me moviera, y que si llegaba a acabar me cortaría los huevos. Le dije que se quedara tranquila, que íbamos muy bien. Le indicaron a Sandra que me trepara, y que se dejara llevar por las caricias que ellas le iban a dar en la espalda. Le iban guiando el ritmo.
Se metió toda la pija en su concha que estaba muy húmeda por los besos de Margarita, pero también por sus jugos. Tenía los músculos del vientre duros. Estaba con los ojos entrecerrados. Rosario la agarró de las nalgas, Margarita de los hombros, y empezaron a moverla, arriba mío, acompasadamente, muy lentamente, arriba y abajo, y haciendo círculos.
Yo deliraba de placer, pero no podía perder el control. Si perdía el control, perdía las bolas, pensé en un momento y me reí internamente. La trampa era no perder el control, y no abrir la boca para no cagarla. Hasta que ocurrió lo maravilloso.
Margarita –zorra vieja- apretó las nalgas de Sandra contra mí, haciendo círculos contra mi pelvis, para que el clítoris de Sandra se refregara bien contra mí, mientras la penetraba profundamente. Rosario le besaba el cuello, y Sandra, como no podía ser de otra manera, empezó a perder el control, a gemir fuerte, y a cada gemido, Margarita le agregaba más y más ritmo.
Apoyé mis manos en su cintura. Y después en sus nalgas. Las chicas me dejaron solo. Me empecé a mover debajo de Sandra, y ella también hacía lo suyo.
-ah… ac… acaboooo, dijo con voz entrecortada
Un gemido atravezó la habitación. Años y años de deseo acumulado. Su cuerpo se tensó. Un orgasmo intenso atravesó su cuerpo. Me seguí moviendo debajo suyo. Ella golpeó con sus caderas dos, tres veces más, y se dejó caer sobre mí, exhausta.
Margarita y Rosario aplaudieron. Primero una, y después la otra besaron en la boca a la debutante.
-Ahora te vamos a dar tu premio, bombón.
Margarita se subió arriba mío y empezó a garcharme. Rosario también se subió arriba mío, y me empezó a coger la boca. Ellas se besaban y me cogían, la pija y la boca.
Rosario tenía esos pequeños orgasmos, uno atrás de otro, cinco, seis, chiquitos, intensos, cortos e inacabables.
Margarita iba subiendo su intensidad
-Así putito, aguántame putito, no te muevas, así, así, dale, dale…
Rosario salió de arriba mío, y aproveché para voltearla a Margarita, y empecé a cogérmela con ganas, ganas que no habían empezado hoy.
Mis manos en su pecho, y yo entrando y saliendo de su interior, sin detenerme, sosteniendo el ritmo, una y otra vez, y ella gritando
-siiii, ahí viene, siiii
No era un orgasmo fingido. Me sacó de arriba suyo, y se frotó con la mano el clítoris… acabó con violencia, un estertor, otro. Y un chorro de acabada salió de su concha. Luego otro. Un estremecimiento recorrió su cuerpo, y quedó, sin fuerzas, abrazada a Sandra.
-¿Qué hacemos con vos, papi? Dijo Rosario… ¿me vas a coger a mi también o no?
Me paré frente a ella que abrió sus piernas. Apoyé la cabeza de mi pija en su rajita y la penetré profundamente, casi sin moverme, cuando recibí el primer pequeño orgasmo de la pecosa. Muy lentamente me movía, porque sabía que estaba llegando al final.
-Movete, puto, me dijo
Empecé a cogerla con furia, y no fueron más de cinco embates, cuando se dieron cuenta que estaba por acabar. Me empujó. Se acercó Sandra y Margarita… me empezaron a tocar. Querían la leche en la cara, en las tetas. Y hubo leche para todas, porque, como Sandra, yo también tuve el mejor orgasmo de mi vida, esa tarde, que pensaba que iba a trabajar y echarme un polvo clásico con una colega.
- Acá en confianza te digo la verdad. Si te lo actúan bien, pueden engañarme..
No sé cómo llegó la charla a este punto. Llegué a la casa de Margarita con un chocolate grande. Pensé, y me equivoqué, que iba a estar sola, y con la excusa de tener que preparar un recurso de apelación que vencía el lunes, me iba a poder garchar a mi colega, después de tanto tiempo de andar correteándola.
Pero grande fue mi sorpresa cuando me recibió con dos amigas. Y cuando hay tres mujeres, la conversación va de acá para allá, pero algo pasaba en el ambiente porque las tres señoras se reían tontamente, sin sentido. Hasta se podía decir que estaban nerviosas.
Rosario, Sandra y Margarita eran amigas desde el secundario, que habían terminado hacía veinte años. Estaban muy bien las tres, y seguían con su parloteo interminable.
Yo me relajé pensando que no iba a coger esa tarde, y que en cualquier momento se levantaban y se iban, y empezaría a trabajar. Había tiempo de sobra.
Pero Rosario –pecosa, retacona, ojitos claros, bastante voluptouosa- dijo no sé qué cosa del orgasmo y me tocó la pierna. Pensé que había sido un error. Otra vez me equivocaría
- Te voy a ser sincera. Depende con quién a mí me pasa tres cosas: o tengo que fingirle para sacarlo de arriba mío, o tengo muchos orgasmos muy chiquititos, uno arriba de otro, o me voy elevando y tengo uno solo y aniquilador. Esto no me pasó muchas veces, pero no les voy a contar con quién me pasó.
Margarita –morochita, rellenita, con muchas curvas- se ruborizó, pero debía decir algo al respecto
- Yo no finjo. Se me nota mucho. Acabo fácil y mojo mucho. Pero… hay que trabajar un poco.
Otras risas nerviosas, y Sandra no decía nada. O mejor todavía. Sus mejillas estaban rojas, y decían mucho, aunque todavía no sabía que. Ni siquiera estaba incómoda, porque si bien parecía avergonzada, se pasaba el dedo por entre los pechos, quizás provocativamente, aunque lo más probable es que no lo hiciera a propósito.
Ni lo pensé cuando hice una pregunta. Luego sabría que todo era una trampa, para que yo hiciera esa pregunta. Si yo hacía esa pregunta, todo empezaría. El tema es que yo no sabía que debía entrar en un juego, cuyas reglas desconocía por completo.
- ¿Y vos Sandra?
Las tres se rieron nerviosas. Margarita se levantó de un salto de su silla y se puso detrás mío, apoyando sus dos manos en mis hombros. Rosario puso una mirada asesina, y Sandra –flaquita, morochita, buenas formas-, dijo, lo que después sabría, era la luz de largada:
- Nunca tuve un orgasmo
Por primera vez en toda la reunión, las tres chicas hicieron silencio. Era el turno de que yo hablara, porque ese silencio era incómodo, cuando dije “algo tenemos que hacer al respecto”, Margarita empezó a masajearme los hombros y sentí que apoyaba sus tetas en mi espalda. Se me escapó un gemido
- Epa, amigo! Usted también anda necesitando cariño? Si por una masajeadita así se te escapa un suspiro, si te la chupo me vas a acabar enseguida! - dijo Rosario, ya sin ningún freno
- No creas, puedo aguantar un rato… me gustan las manos de Margarita, es nada más que eso.
- ¿Y te bancarías a las tres? Algo tenemos que hacer con Sandra, vos lo dijiste
Ya no sabía que pensar, y decidí no pensar nada. Me di cuenta en ese momento que todo estaba planeado de antemano, así que lo único que tenía que hacer es dejarme llevar y no cagarla. Mientras recibía la caricia de Margarita, adelanté mi mano por encima de la mesa, y tomé la mano de Sandra. Cuando se la agarré, tiré suavemente para que se acercara. No iba a emitir un sonido. Las chicas, que antes no paraban de hablar también se callaron. No veía a Rosario, e invité a Sandra a que se subiera a horcajadas sobre mí, y le besé los labios suavemente. Ella abrió la boca, entonces la besé profundamente, invadiéndola con mi lengua.
Margarita ya no se conformaba con masajearme los hombros. Pasaba sus manos por mi pecho. Y Rosario… Rosario estaba debajo de la mesa, desatándome los cordones. Tras sacarme los zapatos, sentí que desabrochaba el pantalón, y empezó a comerme la pija. Tenía la cabeza debajo del vestido de Sandra, quien no dejó nunca de besarme pero ahora estaba parada frente a mí.
Lo que yo no sabía, porque no podía verlo, era que Rosario, además de tener toda la pija dentro de su boca, estaba acariciando a Sandra, que, evidentemente, no tenía la tanga puesta. Me di cuenta de eso, cuando se le escapó el primer gemido.
Margarita tomó de la mano a Sandra y la guío hasta la cama. Rosario hizo lo propio conmigo, pero unos pasos más atrás. Marga le sacó el vestido a Sandra y la empujó suavemente en la cama. Hundió su cabeza entre las piernas de la flaca, que se empezó a retorcer de placer.
Rosario me susurró al oído que le besara la boca. Yo tenía la camisa puesta a medio desabotonar, y había perdido los pantalones. Me arrodillé y empecé a besar la boca de Sandra, y Rosario me empezó a besar el culo, metiéndome la lengua dentro del orto, y acariciándome, rozándome la pija y los huevos con sus manos.
Yo rozaba los pechos de Sandra, sin presionarlos. Dejé que Margarita hiciera su trabajo, y yo acompañaba con besos y caricias. La chica que nunca había tenido orgasmos, iba por buen camino, las otras dos, se ocupaban de nosotros.
Rosario hizo que me acostara boca arriba y al lado de Sandra, y me dijo con mirada asesina que no me moviera, y que si llegaba a acabar me cortaría los huevos. Le dije que se quedara tranquila, que íbamos muy bien. Le indicaron a Sandra que me trepara, y que se dejara llevar por las caricias que ellas le iban a dar en la espalda. Le iban guiando el ritmo.
Se metió toda la pija en su concha que estaba muy húmeda por los besos de Margarita, pero también por sus jugos. Tenía los músculos del vientre duros. Estaba con los ojos entrecerrados. Rosario la agarró de las nalgas, Margarita de los hombros, y empezaron a moverla, arriba mío, acompasadamente, muy lentamente, arriba y abajo, y haciendo círculos.
Yo deliraba de placer, pero no podía perder el control. Si perdía el control, perdía las bolas, pensé en un momento y me reí internamente. La trampa era no perder el control, y no abrir la boca para no cagarla. Hasta que ocurrió lo maravilloso.
Margarita –zorra vieja- apretó las nalgas de Sandra contra mí, haciendo círculos contra mi pelvis, para que el clítoris de Sandra se refregara bien contra mí, mientras la penetraba profundamente. Rosario le besaba el cuello, y Sandra, como no podía ser de otra manera, empezó a perder el control, a gemir fuerte, y a cada gemido, Margarita le agregaba más y más ritmo.
Apoyé mis manos en su cintura. Y después en sus nalgas. Las chicas me dejaron solo. Me empecé a mover debajo de Sandra, y ella también hacía lo suyo.
-ah… ac… acaboooo, dijo con voz entrecortada
Un gemido atravezó la habitación. Años y años de deseo acumulado. Su cuerpo se tensó. Un orgasmo intenso atravesó su cuerpo. Me seguí moviendo debajo suyo. Ella golpeó con sus caderas dos, tres veces más, y se dejó caer sobre mí, exhausta.
Margarita y Rosario aplaudieron. Primero una, y después la otra besaron en la boca a la debutante.
-Ahora te vamos a dar tu premio, bombón.
Margarita se subió arriba mío y empezó a garcharme. Rosario también se subió arriba mío, y me empezó a coger la boca. Ellas se besaban y me cogían, la pija y la boca.
Rosario tenía esos pequeños orgasmos, uno atrás de otro, cinco, seis, chiquitos, intensos, cortos e inacabables.
Margarita iba subiendo su intensidad
-Así putito, aguántame putito, no te muevas, así, así, dale, dale…
Rosario salió de arriba mío, y aproveché para voltearla a Margarita, y empecé a cogérmela con ganas, ganas que no habían empezado hoy.
Mis manos en su pecho, y yo entrando y saliendo de su interior, sin detenerme, sosteniendo el ritmo, una y otra vez, y ella gritando
-siiii, ahí viene, siiii
No era un orgasmo fingido. Me sacó de arriba suyo, y se frotó con la mano el clítoris… acabó con violencia, un estertor, otro. Y un chorro de acabada salió de su concha. Luego otro. Un estremecimiento recorrió su cuerpo, y quedó, sin fuerzas, abrazada a Sandra.
-¿Qué hacemos con vos, papi? Dijo Rosario… ¿me vas a coger a mi también o no?
Me paré frente a ella que abrió sus piernas. Apoyé la cabeza de mi pija en su rajita y la penetré profundamente, casi sin moverme, cuando recibí el primer pequeño orgasmo de la pecosa. Muy lentamente me movía, porque sabía que estaba llegando al final.
-Movete, puto, me dijo
Empecé a cogerla con furia, y no fueron más de cinco embates, cuando se dieron cuenta que estaba por acabar. Me empujó. Se acercó Sandra y Margarita… me empezaron a tocar. Querían la leche en la cara, en las tetas. Y hubo leche para todas, porque, como Sandra, yo también tuve el mejor orgasmo de mi vida, esa tarde, que pensaba que iba a trabajar y echarme un polvo clásico con una colega.
3 comentarios - Y yo pensaba que iba a trabajar un poco
siempre se agradecen los puntos!!!