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Pornorelato #1

Pornorelato #1


Inspirado en el video: “Sexo con papi”
Productora: SEXMEX
Reparto: AnaPaula; Angie Miller


Parecía una escena familiar de la privilegiada clasemedia de México: una casa de veraneo en Cuernavaca, cuatro personas recostadas tomandoel sol en tumbonas junto a la alberca.


Padres asoleándose junto a sus dos jóvenes hijas,podría pensarse, sin embargo, no era precisamente así. Manuel, el hombre quelucía un marcado cuerpo propio de un modelo de revistas, no era el padre de lasjovencillas, era el novio de la madre de éstas, Ángela, una mujer con el aire fatuode una persona adinerada, recostada a su lado. La mujer le llevaría por lomenos diez años al treintañero.


Las chicas, Ana Paula, de 18 años, y su hermanamayor, Angie, eran hijas del antiguo esposo de Ángela, de quien se divorcióhacía varios años. Las jóvenes poseían un carácter muy opuesto entre sí. Laprimera en nacer, Angie, al haber experimentado la separación de sus padres muypequeña, pero ya consciente, le había afectado de tal manera que desarrolló uncarácter serio, arisco; siendo más bien reservada, contenida emocionalmente.Ana Paula, en cambio, era muy libertina, aprovechaba cada oportunidad paraobtener la satisfacción de cualquier capricho en la vida. Y así iba a ser esedía.


Astuta como era, Ana Paula había urdido que su madrefuera de compras acompañada de María, la sirvienta. La joven se las había arregladopara quedarse sólo ella y su hermana en casa con Manuel.


“Qué rico abdomen de lavadero tiene el nuevo noviode mamá, ¿no te parece?”, le comentó Ana a su hermana, mientras lo veíarecargada en una columna. El mencionado aún tomaba el sol tumbado.


Manuel era ciertamente un hombre atractivo. Vestidoúnicamente con su ajustado calzón de baño, ninguna mujer dejaría de darle porlo menos un vistazo; poseía poderosos brazos; duras piernas labradas por elejercicio; pectorales macizos y un vientre masculino en six pack bien marcado.


“Ay Ana, cállate, cómo puedes decir eso”, lerespondió Angie, más avergonzada que su hermana, incapaz de ni siquieradirigirle la mirada al novio de su madre tras lo dicho.


“Es que se me hace agua nomás de verlo”, y la chica tallósus muslos entre sí, como si se estuviese aguantando las ganas de orinar, así evidenciandoa dónde se refería que se humedecía.


“¡Ana Paula, qué cosas dices!”, exclamó Angie y sealejó incómoda.


La sonrisa maliciosa de Ana Paula evidenciaba, noobstante, que iría incluso más lejos.


Angie fue a la cocina y tomó una bebida en lata delrefrigerador.


Cuando regresó al área de la alberca casi se le cayóla bebida al ver que su hermana Ana Paula le acariciaba el ya mencionadoabdomen a Manuel.


El hombre recibía tales cariños justificadamente ya quelas manos de la joven le aplicaban crema protectora por toda la piel. Eraevidente que la chica disfrutaba de acariciarle el viril cuerpo al novio de sumadre con ese pretexto.


Las manos parecían demasiado pequeñas para abarcar todoel cuerpo, no obstante, al ver que su hermana la estaba mirando, Ana le sonriócon la malicia totalmente expuesta en la cara.


“Angie, ven. Ayúdame a ponerle el bloqueador solar,no lo puedo abarcar todo yo sola, y no queremos que a Manuel se le queme lapiel, ¿verdad?”


La hermana se pasmó ante la petición de su hermana.


“¿Verdad que no te importa Manuel? ¿Que ambas te lohagamos?”, le preguntó con malicioso doble sentido al atendido.


“No, claro, para nada. Venga Angie, ayúdale a tuhermana”, dijo aquél.


Angie se quedó inerte parada donde estaba. Pensó enirse sin más, huyendo así de la situación, pero no pudo hacerlo pues suspiernas no se movieron.


Su hermana tuvo que ir a por ella y tomándola de lamano la encaminó hacia Manuel.


Cuando estuvo hincada ante el tendido macho Angie sesintió incómoda, fuera de lugar, pese a ello su hermana la animó.


“Vamos Angie, ten —y le puso en sus manos un poco decrema— pónsela en sus piernas, ahí no le he puesto”


Pese a su incomodidad, Angie inició el trabajo. Elcuerpo del hombre invitaba, sin palabras, a tocarlo. Fue así como la jovensintió esos muslos grandes y bien macizos. Experimentar aquello produjo unadescarga de sensaciones en la contenida joven.


El hombre, por su parte, se dejó agasajar.


Cuando terminaron de ese lado Ana le pidió voltearsepara atenderlo esta vez por detrás. Y así Ana Paula dio masaje a la enormeespalda mientras que Angie aplicó la crema a las pantorrillas.


A punto de acabar, Angie pensó que, después de todo,eso no había sido tan obsceno. En realidad no habían hecho nada malo.


“Oye Manuel, ¿no te parece que tus nalgas tambiénhay que protegerlas?”, dijo de repente Ana Paula. Y sin esperar respuesta, asícomo estaba el hombre, boca abajo, le bajó el traje de baño descubriéndole susperfectos glúteos.


Angie no podía dar crédito. Con la mirada lecuestionó a su hermana su atrevimiento. Aquella, en respuesta, le sonrióperversa.


Ana Paula puso un poco de crema en sus manos y trasfrotar ambas la aplicó a tales glóbulos. Y no paró ahí, sabiendo el pensar y sentirde su hermana la tomó de las manos para que ella también acariciara aquellosdos volúmenes.


Angie no podía contenerse en sí misma, aquello erademasiado. Estaba sonrojada como jitomate, aunque en su fuero interno lodisfrutaba.


“Sabes Manuel, con papá mi hermana y yo nos gustabajugar al caballito. ¿No crees que ahora que eres como nuestro nuevo papipodríamos jugar contigo?


Al escuchar eso el macho sabía a dónde iban lasintenciones de la pícara muchachilla, pero sabiendo que Ángela tardaría en regresarno se hizo del rogar. Se giró situándose en posición supina y como diciendo “siesto es lo que quieres tómalo”, con sus propias manos tomó de la cintura a lahermana menor, ayudándola así a montarse sobre él.


Ante los ojos de la estupefacta Angie, Ana se lemontó al hombre. El calzón a medio bajar aún resguardaba, no obstante el sexodel varón. Esta tela junto con la de la tanga de la joven aún protegía delcontacto genital entre el hombre fibroso y la delicada jovencita. Pese a elloAna Paula inició movimientos de adelante a atrás como si en verdad estuvieracabalgando.


Manuel gozó a la chicuela en toda su frescura dejuventud. Para un hombre de su edad una chamaca montándolo así era un placergustoso, de esos muy escasos pero por tanto especiales. Y gracias al carácterde la chica incluso se puso mejor.


“Oye Manuel, como que me está raspando el traje debaño, ¿no te importa si lo retiro?”, Ana Paula decía esto y sin haber terminadode hablar, o esperar respuesta, ya le bajaba el calzón al hombre sobre el queestaba.


Aquél, deseoso, movió sus piernas deslizando laprenda hasta retirársela completamente.


Angie vio, sin poder creerlo, cómo su hermana se desvestía,ya que hasta el top se quitó. Así, ya desnuda, Ana Paula volvió a sentarsesobre el hombre; los sexos hicieron contacto ras con ras, longitudinalmente. Elcontraste entre recio hombre y tierna jovencilla era delicioso. Como si deverdad se tratara de un juego, Ana Paula continuó con su movimiento haciendoresbalar la hendidura de su sexo con el apéndice genital de aquél. Parecían loslabios de una tierna boca recorriendo a lo largo un caramelo.


La de por sí gruesa verga se fue tonificando, hinchandoy endureciendo, nada más sentir los finos labios sexuales de la jovencísima hembraque tenía encima. Angie tenía muy abiertos los ojos pues nunca antes habíavisto un miembro masculino. A diferencia de su hermana, Angie era virgen,mientras que Ana Paula ya había fornicado en varias ocasiones.


“¡Qué divertido!”, decía Ana mientras embarraba susexo con el de aquél resbalándolo fácilmente gracias al lubricante natural quesu abertura expelía.


“¿Te gusta?”, le preguntó el semental que teníadebajo.


“Sí”, respondió sincera y entusiasmada. Parecíaverdaderamente una chiquilla encantada por el juego que ejecutaba.


La suave panocha de la joven parecía ceñirse al peneque tenía debajo, abriéndosele por sí misma como deseosa de ser penetrada. Seensalivaba cual hambrienta boca apeteciendo un manjar anhelado.


El hombre llevó ambas manos a los tiernos pechos dela hija de su novia, y los comprimió mientras Ana Paula reía traviesa. Mientrasesto sucedía, Angie se había quedado ahí arrodillada, inmóvil, atónita ante elespectáculo que atestiguaba. Manuel, compadeciéndose de ella, llevó una de susmanos a uno de sus senos.


La chica se asustó de que aquel hombre le palparaahí, sin embargo, como el toque fue gentil y sin brusquedad excesiva lo toleró;y habría que decir, el hombre le parecía realmente atractivo. Luego Manuel leacarició cariñosamente la mejilla a Angie. Posteriormente, tomándola del cuello,hizo que ésta se le inclinara para que él la besara tiernamente. Angie aceptó eseafecto tímidamente, disfrutándolo incluso.


Cuando los labios se despegaron Angie vio a AnaPaula. Ambas hermanas se sonrieron por fin cómplices en aquella travesura.


Mientras Ana Paula continuaba con su juego de“montar al macho”, la verga ya bien robusta aún reposaba en el abdomen de él,aunque cabeceaba. Se levantaba cada que se libraba del peso de ella al irsepara atrás. Como evidenciando su aspiración por hacer lo que su natura imperaba,aquella erecta carne se fue irguiendo sin necesidad de ayuda. Fue así que,luego de unos movimientos más:


Sin asistencia manual, la cabezona de aquel fuste decarne, apuntando instintivamente hacía su natural objetivo, se irguió y se lemetió por sí misma a la chiquilla casi veinte años menor. Por la diferencia de complexionesel placer para ambos fue grande. Para la chica de dieciocho años aquel tamañoera tremendo, se mordió el labio inferior, y gimió expeliendo el placer nuncaantes sentido; para el hombre la estrechez fue deliciosa, como un tierno abrazoque además se sentía muy caliente.


La alertada expresión en el rostro de Angie reflejósu estupor y espanto al atestiguar aquella unión de sexos. No podía asimilarque el novio de su madre se uniera en tal cópula con su propia hermana. La carade la joven parecía la de una niña que ha atestiguado cómo su hermana ha rotoalgo valioso en una juguetona travesura.


Hombre viril y tierna hembra se habían unido ycopulaban bellamente. Las recias manos tomaban las delicadas mejillasbrindándole sostén a la fémina, quien se entregaba con juvenil energía a sumontada.


“Ay hijita... qué bien montas, y qué apretadaestás”, decía aquél aún metido en el juego. Ana Paula le sonreía gozosa.


A un lado su hermana veía pasmada la escena nuncaantes vista. Boquiabierta, Angie parecía niña inocente ante algo que no lograbaentender. El hombre, no obstante, quiso integrarla y la acarició. El cuerpo dela joven reaccionó instintivamente y se dejó amar. Volvió a aceptar el beso delnovio de su madre, aún cuando éste no dejaba de penetrar sexualmente a suhermana.


Aquellos tres estaban haciéndose el amor, y talafecto se hizo patente cuando Ana Paula, lejos del egoísmo, le cedió su lugar asu hermana en una muestra de generosidad.


“Ahora le toca a Angie”, le decía a Manuel mientrasse desmontaba de él.


“¡No, cómo crees!”, dijo Angie llena de espanto, sinpoder dejar de verle el báculo de carne al hombre. Tal miembro aún se meneabatras el desacople de la hembra que lo había resguardado.


Sin embargo, Angie fue asistida y conminada por losotros dos compañeros de travesura, quienes terminaron por colocarla ahorcajadas sobre el macho.


Esta vez el hombre sí tuvo que usar sus manos ya quela chica no se lo puso fácil, Angie amenazaba con desmontarse antes de consumarla unión. Además, Manuel tuvo que desnudarla ya que ella aún traía el traje debaño.


“No, esto está mal”, decía Angie, trastornada por eltemor a ser penetrada por primera vez.


Pese a la agitación de la muchacha, Manuel guió suverga hasta que ésta entró en ella, Angie chilló. El invasor le dio tiempo antesde comenzar con el mete y saque. El desvirgador la abrazó con sus fuertesbrazos recostándola sobre sí, como calmándola, paciente a que ella seacostumbrara a su intromisión, mientras la besaba con ternura.


Pese a que el ardor aún estaba presente, fue elpropio cuerpo de Angie el que comenzó con los movimientos de ayuntamiento. Lapelvis comenzó a ir y venir de atrás a adelante en una cabalgata natural,ligera y constante. Así aquella joven hembra montó al macho de su madre, sinpensar tanto en ello pecaminosamente como sí disfrutándolo. Ana Paula animaba asu hermana alentando una mayor celeridad en sus movimientos meneándola de lacadera.


“Eso, así, hazlo más rápido Angie”, le decía AnaPaula con una imborrable sonrisa en su rostro.


La hermana mayor copulaba acicateada no sólo por suhermana, sino que más aun por su necesidad de apareamiento recién liberada;luego de haberla reprimido por años estaba necesitada de eso, de felicidad; ylos vehementes movimientos de su pelvis lo demostraban.


Como aquella trabazón ya se movía por impulso propioAna Paula se alejó de la cópula, dejándolos hacer y sintiéndose sedienta, segúnles dijo, fue a por algo de beber. De esta manera no se supo si fue por maliciao si fue sólo suerte pero cuando Ángela, su madre, regresó junto con lasirvienta, halló a Angie fornicando con Manuel.



hombreAna Paula salió indemne de tal situación,mientras que Angie tuvo que dar explicación de su acción al haber sidodescubierta en plena unión sexual con el entonces novio de su madre.

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