Soy una chica de 22 años y me acabo de casar, mi marido tiene 23 años y vivimos en un barrio del sur del D.F., ahí hay una tienda que es atendida por un señor gordo y muy feo que siempre que voy me dice de cosas, un día el muy malvado se saco su cosota detrás del mostrador y me la ofreció, era una cosota enorme y gruesa llena de venas, obviamente me hice la indignada pero la verdad me gusto esa cosota ya que mi marido no tiene ni la mitad de eso, él supo que me había gustado su vergota y la siguiente vez que fuí a la tienda me dijo que se la tocará, con fingida resistencia me dejé llevar hasta la trastienda y ahí me obligó a mamarle su enorme miembro, lo cual hice con mucho gusto, después me levanto la falda e hizo a un lado mi calzoncito me metió su vergota y después me culió, me la metió por mi colita y ahí en esa trastienda dejé de ser virgen de mi culito, después de que se hubo venido dentro de mi adolorido culito, me acomodó el calzón y dijo que así anduviera todo el día para que su semén me escurriera mojando mis calzones y me acordará de como me había roto el culo, desde ese día soy su puta y hago lo que quiere, muchas veces me ha hecho mamar verga debajo del mostrador mientras él atiende a otros clientes.
Un día mi marido fue a buscarme a la tienda porque tardé demasiado y él desde adentro donde me cogía le dijo a mi esposo que esperará, mientras adentro me tenía bien ensartada, cuando termino salió y le dijó a mi marido que lo disculpara pero que tenía a una señora casada adentro y que se la estaba cogiendo, mi marido sonrío y se fué sin imaginar que esa señora casada que se estaba cogiendo el tendero, era yo, su mujercita adorada que le estaba dando las nalgas a ese hombre tan feo pero con una vergota como ninguna.
Un día mi marido fue a buscarme a la tienda porque tardé demasiado y él desde adentro donde me cogía le dijo a mi esposo que esperará, mientras adentro me tenía bien ensartada, cuando termino salió y le dijó a mi marido que lo disculpara pero que tenía a una señora casada adentro y que se la estaba cogiendo, mi marido sonrío y se fué sin imaginar que esa señora casada que se estaba cogiendo el tendero, era yo, su mujercita adorada que le estaba dando las nalgas a ese hombre tan feo pero con una vergota como ninguna.
0 comentarios - El señor de la tienda me hace suya